Deseo animal

La historia de este deseo animal, se la dedico a Mer, con quien aprendí a hacerlo todo, y a Bel, con quien hoy me hubiera gustado hacerlo todo realidad de la forma más animal posible.

Tengo que contarte una cosa.

Algo que me ha pasado esta noche, y que no aguanto sin decírselo a alguien, solo que ahora mismo sigo aún confundida y no sé a quién decírselo... quitando dos o tres amigas, que a estas horas tampoco tengo disponibles... lo que he hecho es algo que no me veo hablando con nadie, al menos por el momento no todavía... Pero necesito soltarlo ahora, y creo que tú, al menos, podrás entenderme, o al menos no juzgarme por lo que he hecho.

Esta noche me he dejado follar por un perro. No una vez, sino dos. Y no un perro pequeño, sino uno grande, grande y en plena madurez. Joder. Me cuesta seguir, perdona...

No sé bien por dónde empezar. Quizás lo más fácil sea hacerlo por el principio. Y quizás el principio sea en realidad mucho antes de lo que yo misma me habría querido reconocer. En fin, hace años, muchos en realidad, éramos aún dos jovencitas con todo por descubrir, con una amiguita mía, con la que jugaba a descubrir el sexo (ella fue la primera concha que probé), bueno, pues tenía un perrillo, uno pequeño así como tipo salchicha... Un día me confesó que a veces se untaba el coñito con miel y se lo daba a lamer, y me ofreció probar. Y claro, yo nunca digo que no a nada! Y menos si es una novedad, y en aquella época todavía tenía más ansia por descubrirlo y probarlo todo. Me sorprendió lo distinta que se sentía esa lengua, áspera, rápida, grande para el tamaño del animal... era curioso porque conmigo ese perrillo se excitaba bastante más que con su dueña, a la que simplemente lamía para comer la miel de su coño. Pero conmigo era distinto, me ladraba, frotaba su hocico en mí, se movía nervioso... y realmente se dedicaba más a comer mi coño que a lamer la miel. Tanto era así que llegó a hacer que me corriera un par de veces. Algo que con mi amiga nunca había llegado pasarle. Ella participaba del juego conmigo, claro, me metía mano y me besaba, contribuyendo a excitarme. Estábamos en plena época de descubrimientos, y todo era una experiencia excitante para las dos.

Recuerdo ahora, y es algo que tenía en buena parte olvidado, enterrado en el fondo de mi cabecita, que la segunda vez que aquel animal me provocó un orgasmo, yo estaba muy excitada. Realmente estaba caliente, y recuerdo que sentía mi chocho muy abierto. Aquel perrillo se puso a mil enseguida cuando mi amiguita le ofreció mi sexo untado en miel. Y aquella vez fue distinta a todas. El perro notó enseguida que yo estaba muy bruta. Notó que mi sexo estaba anormalmente abierto y caliente. Y fue directo a por ello. Ignoró la miel, apenas probó mi vulva y mis labios, buscando casi directamente, después de algunos deliciosos lengüetazos y lametones, el interior de mi vagina. Me comió el coño tan ricooo, tan profundo... Cuando me corrí entre gritos, entre los brazos de mi alucinada amiga que no dejaba de besarme y tocarme las tetas (recuerdo bien que ella se puso muy cachonda viendo aquello, recuerdo su cuerpo sudando a mares contra el mío), aquel animal saltó sobre mí y empezó a frotar su cuerpo contra el mío. Sólo nos dimos realmente cuenta de lo que pasaba cuando ya era demasiado tarde.

Lau, te está follando... me dijo mi amiga con voz de asombro. Yo enseguida me apresuré a decirle que no, que no era así, que solamente se estaba frotando... ufff lo cierto es que el pobre animal sí estaba tratando de montarme, pero no lo conseguía, supongo que por su tamaño, por su pequeño tamaño respecto a mi cuerpo. O más exactamente por el pequeño tamaño de su pene... que además yo estaba súper abierta en ese momento, y muy mojada después de la corrida, y con todas sus babas que me había dejado dentro. Así, aunque su pequeña polla me penetraba una y otra vez no conseguía realmente meterla lo suficientemente dentro, ni era capaz de aguantar ni medio segundo porque su cuerpo nervioso resbalaba entre mis muslos abiertos... Con todo y con eso la situación era tan excitante que yo me estaba viniendo arriba otra vez, y casi deseaba que el pobre animal consiguiera montarme de una vez por todas, solo para ver qué pasaba... En todo caso fue mi amiga la que no le dio oportunidad. Regañándole cariñosamente le sacó de encima de mí, y explicándole entre ladridos y aullidos que no podía follarse a sus amigas le echó del cuarto. Yo luego no le di mayor importancia a todo lo que pasó, de hecho lo olvidé de inmediato cuando mi amiga volvió y se metió entre mis piernas para comerme el coño como nunca me lo habían hecho. Yo luego le pregunté si no le daba un poco de asco el comerme con todas las babas de su perro y ese sabor a polla de perro que se me debía de haber quedado en el coño, pero ella, con gran cariño, me dijo que habría disfrutado hasta comiéndose el pene de su perro si ese pene guardaba todavía mi sabor... jijijijiji esta amiga mía es muy pero muy guarra, ¿sabes? De ella y con ella he aprendido y hecho todo tipo de cosas relacionadas con el sexo.

Lo cierto es que ese día tuvimos sexo como nunca antes lo habíamos tenido entre nosotras. Nos habíamos quedado ambas muy excitadas y deshinibidas tras la experiencia y fue totalmente natural dejarnos conocer rincones y aspectos de nuestros cuerpos que hasta entonces todavía guardábamos con cierto pudor.

Después de aquello yo no volví a tener nada con su perro (ella seguía haciendo lo de ponerse miel en el chocho para que le lamiera... y bueno, no dejo de creer que seguramente en algún momento tuvo que hacer algo más, o al menos intentarlo, aunque jamás me lo reconoció). Digamos que ella y yo nos dejamos pronto de perritos y nos lanzamos a buscar pollas más adultas, expertas y aptas para nuestros deseos más inconfesados, y cada vez lo hacíamos con menos reparos.

Pero, volviendo a lo que estaba. No volví a hacer nada raro con animales nunca, ni siquiera a pensar en algo semejante. Hasta hará unos dos o tres años, con el perro este de esta noche...

A ver cómo te lo cuento:

Este amigo, Borja (digamos que se le puede considerar un follamigo), tiene un perro, un pastor alemán, desde hace algo más de tres años, creo. Ahora está enorme, joven, fuerte y muy grande, porque además le tiene todo el día corriendo por ahí (mi amigo es súper deportista). Yo me vengo liando con este amigo desde mucho antes, no sabría decir ya, muchos años. Cuando apareció el perro en su casa, siempre me tuvo mucho cariño, desde cachorrito. El caso es que cuando creció, la cosa fue a más... Quiero decir, el animal en un año, o dos, pues se ve que desarrolló su instinto sexual. Lo que al principio eran juegos conmigo, con el tiempo se fue haciendo más fuerte, más violento... Mi amigo flipaba, porque decía que era algo que solamente le pasaba conmigo. Ya desde cachorro tenía que sacarlo del lugar donde estábamos cuando nos enrollábamos, porque de otra manera era imposible follar. Pero cuando alcanzó su madurez sexual, empezó... en fin, el animal sabía perfectamente cuando yo estaba caliente, cuando tenía ganas de... me empezaba a acosar, se ponía como loco, aullando y ladrando. Y como empezara a desnudarme, y Borja me tocara o besara, ya resultaba imposible sacármelo de encima.

Bueno, hubo una vez que... ufff, si es que casi la había olvidado, un día, no recuerdo bien por qué, creo que Borja dijo que es que cumplía justo un año, y no quería tenerlo encerrado, le dejo estar con nosotros... es cierto que ese día mi amigo no estaba en plan hacer nada, y nos pusimos a ver una peli, con Max encima de mí todo el rato, babeándome y demás, pesado pero asumible, aunque claro, yo tampoco había ido a casa de mi amigo a disfrutar del buen cine, así que acabamos enrollándonos, claro, aunque al principio sin desnudarnos ni nada, solo morreos y tal, pero yo tenía ganas y acabé de rodillas entre sus piernas, y el se acomodó en el sofá dejando que le abriera la bragueta y se la sacara y empecé a chupar y comer con ganas, tratando de conseguir que se empalmara bien y, bueno, Max ahí seguía, ladrando, lamiéndome y tal hasta que... hasta que, cuando logré tener la polla de mi amigo bien arriba (y debo decir aquí que Borja está bastante bien dotado, tiene una verga muy bonita y larga cuando está bien empalmado), pues bueno, aquello era tan grande, yo ahí lamiendo por los lados, Max lamiendo mi cara, buscando mi boca, mi lengua, empezó a recoger mi saliva untada en el tronco de mi amigo, y cuando me quise dar cuanta los dos lamíamos aquella polla grande con toda la lengua, como un niño con un helado, y yo no sabía si me excitaba más que a mi amigo se la estuviera chupando su perro, o estar yo allí dejando que ese animal metiera la lengua en mi boca, lo que me resultó excitante, incluso sintiendo cómo me llenaba de sus babas, las mismas babas que yo recogía del cipote de Borja, y me acordaba de mi amiga comiendo mi coño con baba de perro, y explicándome por qué no le daba asco, y entonces la entendí, claro, pero lo mío era aún peor porque no era ya que disfrutara de la polla con sus babas, que también, sino que en realidad me estaba besando a boca abierta con su perro...

Quizás por eso Borja se hartó, o quizás es que estaba ya tan trempado y cachondo (y seguro que la manera de lamerle de su perro había contribuido y mucho a ello) que le dio un manotazo al pobre Max y me llevó a su habitación donde me encerró con él, los dos bien a salvo del perro, para que yo terminara mi trabajo con su polla antes deempezar a follarme.

Mi amigo siempre decía que con ninguna otra persona tenía que hacer algo así, pero conmigo siempre encerraba al pobre perro (que se llama Max, por cierto, no sé ya si lo he dicho ya ¿he dicho ya también que es un precioso ejemplar de pastor alemán? Escribo de corrido, casi sin pensar, perdóname si resulto algo confusa pero estoy todavía demasiado nerviosa), le encerraba en su habitación antes de hacer cualquier cosa conmigo, hasta que llegó un momento, quizás porque Max se había hecho demasiado grande, quizás por cansancio de andar siempre peleando con él para encerrarle, y seguramente coincidió con la mamada que le hice junto con Max, ahora que lo pienso, que más bien empezamos a ser mi amigo y yo los que nos encerrábamos en su cuarto para enrollarnos.

Invariablemente, recuerdo escuchar cada vez que estaba en su casa, en su habitación follando con él, a su perro aullando fuera, dando vueltas frenéticamente por el resto de la casa y lanzándose contra la puerta del dormitorio. Quizás así a lo largo de... no sé, ¿un año, un año y medio? Cinco, diez polvos, quizás veinte o treinta. Soy incapaz de calcular eso ahora, aunque tampoco viene al caso.

Así hasta hoy. Hasta esta noche. Esta vez fue Borja quien me llamó, quien me pidió follar. Lo hizo directamente, otras veces da más vueltas, pero debía andar necesitado, o simplemente con ganas de jugar.

Quiero follarte, me dijo.

Yo sí tenía ganas de jugar (también de follar, claro): Te va a costar esta vez, le dije, tendrás que invitarme a cenar, a un sitio de los caros...

Bueno, me llamó puta y todo eso, porque sabía perfectamente que yo quería, pero que estaba jugando con él, pero de alguna manera el juego fue a más y al final yo doblé la apuesta y le exigí el pago como condición para tenerme, y él al final accedió a todo lo que le pedí. Estaba con ganas. Yo también lo estaba, ya digo, pero si además de tener buen sexo se lo podía cobrar, no iba a perder la oportunidad, ¿no? Era algo que nunca habría esperado hacer con Borja, cobrarle por tener sexo, y confieso que me daba mucho morbo. Quedamos pronto para poder aprovechar bien la noche, aunque cenamos con calma, disfrutando de una comida deliciosa, y terriblemente cara, y luego le pedí que me invitara una copa...

Joder. He de reconocer que me estoy enrollando más de la cuenta porque no sé bien cómo seguir, cómo voy a poder contarte todo lo que pasó... Ni siquiera tengo claro ya que quiera seguir haciéndolo. Aunque ahora que he llegado hasta aquí, tampoco tiene sentido no acabar de hacerlo y dejar de darle a enviar a este mensaje. Quizás sigo esperando que sea entonces cuando me sienta realmente mejor...

Resumiendo, decir que acabamos en su dormitorio, desnudos y cachondos. Tuvimos una larga y completa sesión de sexo, en la que ambos quedamos razonablemente satisfechos. Por mi parte, desde luego creo que me gané bien el dineral que se dejó en invitarme a cenar... más el extra adicional que le exigí, más como juego que por necesidad.

Max montó su numerito fuera, o eso supongo. Quiero decir, le escuché, claro, como siempre, como un eco lejano, pero no le di la menor importancia ni tengo recuerdo alguno de él una vez que nos encerramos a follar. Sí recuerdo que se me lanzó encima nada más entrar en la casa. Bueno, Borja me había estado besando y magreando desde que nos fuimos a tomar la copa. Yo tampoco podía negarme, porque sencillamente se estaba cobrando el dinero que se había gastado en mí, claro. Era una sensación extraña y excitante estar con él así, de una forma digamos tan... profesional...

Pero el caso es que Max casi me tira al suelo nada más entrar en su casa. Parecía como si me hubiera olido en la distancia. Y es cierto que llegaba cachonda, reconozco también que no soy muy exigente para que me pongan a tono. Sudada y con el coño húmedo y caliente entré en el portal, y parece como si Max me hubiera detectado nada más pisar el edificio. Al abrir la puerta del piso, medio desnuda ya en los fuertes brazos de Borja, su perro me saltó encima. Llevaba mucho tiempo sin verle y, a decir verdad, me sorprendió lo grande que estaba, había crecido mucho, se le notaba fuerte y ágil, y con el pelo muy... cómo decir, lustroso, como si se lo hubieran lavado y cepillado hacía poco.

En fin, si no es porque Borja me sostuvo, el perro me hubiese tumbado. Nos quedamos así enfrentados, el perro a dos patas delante de mí, prácticamente de mi misma altura en esa postura. Me empezó a lamer la cara y la boca, y las tetas (Borja había empezado a desvestirme ya en el ascensor, ya digo que me metió en su casa casi en bolas y muy sobada ya). Yo estaba tan sorprendida que le dejé hacer. Bastante borrachita también, supongo. Su lengua y su hocico mojados me empapaban la cara y la boca abierta de pasmo. Y de deseo… Al sentirle la lengua en mi cara abrí los labios y dejé que me metiera aquella enorme y áspera lengua en el interior. Mi coño se deshizo al notar aquel potente trozo de carne moviéndose frenéticamente en mi interior, mientras sus babas desbordaban mi boca, entrando por mi garganta y bañando mis tetas desnudas al mismo tiempo...

Iba borracha y razonablemente caliente como para no cuestionar el origen de cualquier posible estímulo sexual que hiciera a mi cuerpo recibir placer. Y menos aún si provenía de una fuerza física tan desmesurada como ese animal. Sentir sobre mi piel su energía, su cuerpo musculoso, fuerte y caliente, todo su ímpetu sexual sobre mí...

Fue Borja quien cortó la situación, golpeando a Max con severidad en el hocico, regañándole y apartándole con violencia de mí. Pensando ahora en ello, me doy cuenta de que ese momento, ese contacto de esa manera con Max, por primera vez piel con piel, se me quedó grabado de tal manera y me había causado tal impresión que, de alguna manera y sin saberlo todavía, mi mente había convertido ya a ese animal en objeto de deseo.

Yo ahí todavía no asumía que lo que luego pasaría fuera posible, pero si lo hubiera pensado hubiera comprendido que era inevitable. Si en vez de Max hubiera sido una persona con quien hubiera tenido ese tipo de contactos, yo hubiera sabido bien que antes o después acabaría por meterla en mi cama, como siempre. Pero con aquel animal todavía me resultaba imposible entender lo que yo misma ya deseaba.

Fue su dueño quien actuó, decidiendo por Max y por mí y contra nuestro deseo, porque Borja en ese momento tan solo pensaba en el suyo propio. Me sacó al perro de encima (al hacerlo me pareció sentir con mi mano izquierda, que colgaba muerta en mi costado por la sorpresa y la excitación, un trozo de carne largo, caliente y húmedo resbalando por mis dedos…) y tras apartarlo a golpes, me cogió a mí de la mano y me arrastró a su dormitorio.

Quizás hasta me insultó o me regañó a mí también. Según había avanzado la noche me había ido tratando con más dureza, él que en los preliminares siempre jugaba a ser tierno y elegante... No di importancia a esa alteración de su carácter, que atribuí a una clara sensación de pertenencia por su parte, derivada de mi exigencia de cobrarle esta vez por algo que siempre le había entregado gratuitamente. Igual me daba: yo quería ser follada, y eso era exactamente lo que él me iba a dar.

Conozco a Borja y sé que cuando está muy excitado a veces se puede poner algo violento, pero a mí eso en realmente pone. Que hoy estuviera sacando esa violencia desde el principio lo relacioné con mi imposición de que me pagara el sexo esta noche...  Cerró su habitación pasando el pestillo, me obligó a arrodillarme de un golpe y, mientras me retiraba el pelo de la cara y me acariciaba la mejilla, metiéndome un dedo en la boca para abrirme, se bajó la bragueta con la otra mano y consiguió sacar su verga, para entonces ya monstruosamente dura.

Simplemente me folló la boca de golpe y sin contemplaciones. Digamos que no estuvo especialmente cariñoso, sino más bien duro y soez, me trató con cierto desdén y creo recordar que me llamó de todo. Mejor así, en realidad, porque esta noche yo estaba muy a punto en realidad, tenía muchas ganas y cuando estoy así lo cierto es que soy de pocas caricias y pocos besos. Borja podía resultar algo aburrido a veces en la cama, pero desde luego que esta noche no tenía pinta de que fuera a ser así...

Se corrió rápido y, a juzgar por la brutal cantidad de semen que me echó dentro y encima, supe que iba a tener una larga noche de sexo.

Genial, pensé...

En fin, le dejé desahogarse sobradamente antes de empezar a entrar en acción yo poco a poco, dándole por todos los medios todo lo que él iba necesitando para seguir bien arriba, según su cuerpo se iba desfogando. Quería llevarle al límite, pero quería que me durase, y por cómo disfrutó, diría que cada euro invertido en mí esta noche se lo devolví generosamente en sexo.

Y así, prácticamente mi siguiente recuerdo es estar ambos desnudos metidos bajo su edredón, sucios de sexo, dormidos y satisfechos. Debí pensar que soñaba en el ruido de Max arañando la puerta. Estaba agotada de la intensa sesión, y dormía a gusto abrazada al rico cuerpo desnudo de Borja.

No sé si soñé también en el ruido de la puerta al abrirse, la respiración agitada de Max, su pateo nervioso por la habitación. Su hocico empujando mi cuerpo bajo las sábanas, encontrado hábil el hueco para meter allí su cabeza, guiado por mi inevitablemente intenso olor. Evidentemente, el olor de mi coño en ese momento habría llamado la atención a la nariz más insensible incluso en una pescadería, un puerto pesquero, o un vertedero de pescado podrido.

Yo estaba acostada de medio lado, mirando hacia Borja (en realidad abrazada a él), con el cuerpo algo encogido. Lo cual suponía ni más ni menos que, una vez que el perro metió la cabeza debajo del edredón, yo le estaba ofreciendo mi culo y mi sexo en esa postura. El pobre Max llevaba buscando precisamente eso de mí desde que nació. Y al menos desde hace un año, ya maduro sexualmente, que me lo buscaba de manera explícita. Sin duda esta noche el perro estaba en celo, o como quiera que se diga.

En fin.

Evidentemente me olió metiendo su hocico entre mis piernas, y abriéndome el culo. Para entonces yo estaba ya plenamente despierta, no puedo decir ni por un momento que me confundí pensando que era un sueño ni nada parecido. Supe que era real y que era él el que estaba allí, y que había entrado a la habitación para follarme. Supe lo que iba a pasar desde ese primer momento en realidad.

Lo deseaba.

Lo supe. Tuve que reconocerme eso. Hacía tiempo que lo deseaba, siempre había querido algo así. Siempre había sido receptiva, o incluso provocativa con ese perro. Y por eso él siempre me había buscado, claro. Todo eso lo pensaba mientras empujaba mi trasero contra su cara, acercándole el sexo abierto, encharcado de flujo y semen y, una vez más, calentorro.

Max reaccionó muy favorablemente a mi buena disposición hacia su acercamiento. No soy capaz de describir la sensación de que una lengua enorme, fuerte, áspera, mojadísima como la suya me estuviese dando toneladas de placer como él estaba haciendo. De verdad que nunca había sentido nada así. Era como si a la vez me estuviera lamiendo y penetrando, buscando y abriendo mis pliegues, encontrando y llenando mis agujeros, lubricándome a mares con su baba y los litros de flujo de me estaba haciendo soltar de puro gusto. Me puse brutísima, pero bruta de verdad. Casi no podía respirar, me dolía la cabeza de dolor, sentía relámpagos por mi espina dorsal y temblores en mi pubis. Los pezones se me hincharon poniéndose duros rocas y grandes del tamaño de dos pulgares, tirando de mis tetas hinchadas como globos. Estaba súper sensible a todo.

La enorme lengua me buscaba y lamía y penetraba el coño, pero en sus amplias pasadas fregando mi culo y mi peluda vulva también me masajeaba y me llenaba el ano, dilatando mi ojete al tiempo que me follaba la vagina por la parte delantera. Me empalmé de golpe, sentí mi clítoris crecer brutalmente y salir de su esponjosa protección. Llevé una mano entre mis piernas. Quería pajearme. A mí misma me sorprendió encontrarme aquéllo así, parecía que me hubiese salido una pequeñita polla de repente, muy dura y sensible...

Empecé a frotarme pero no tuve oportunidad de hacerlo demasiado. La monstruosa lengua enseguida exigió también ese trofeo y me empujó sin piedad alguna, tomando plena posesión de mis órganos genitales, de mi ano, de toda la vulva y el culo en realidad, y hasta de la parte interior de mis muslos. Sentía sus afilados dientes y colmillos  arañando la delicada piel de mi trasero, su húmedo y frío hocico empujando dentro de mi raja, raspando con sus dientes y sus pelos, pero en realidad resultaba tremendamente cuidadoso y hasta sensible en su forma de comerme y poseerme.

Bien, no iba a ser precisamente yo quien pusiera freno a aquella locura, cuando se trataba ni más ni menos que una de las más placenteras experiencias de mi vida (y estoy diciendo mucho con esto). Había decidido dejar hacer a aquel perro. En realidad, estaba ya dispuesta, y hasta deseosa de entregarme a Max (aunque muerta de miedo por lo desconocido, por las dudas, por la presencia del propio Borja a mi lado). Él debió notarlo, o quizás es que igual que yo ya estaba suficientemente a tono de todo lo que había comido de entre mis piernas, porque le noté intentando avanzar la cabeza, lanzando hacia arriba las patas tratando de trepar a la cama y a mi cuerpo.

Yo para entonces gemía como una puta, claro, me revolvía agitada y debía estar hasta empezando a gritar de gusto. Ni idea de cuando despertó Borja, pero a esas alturas seguro que despierto estaba. Quizás fue el propio Max, aunque quizá fui yo la que separó el edredón, o pudo ser el mismo Borja el que lo hizo y ayudó a su perro a subirse sobre mi cuerpo caliente y expectante. Y si Borja no estaba parando aquello ya, nadie lo iba a parar, porque él de repente lo estaba deseando tanto como nosotros mismos.

El cuerpo de Max me aplastó por un momento, mientras él intentaba afianzar su postura en la cama y sobre mí. En cuanto pude hacerlo, levanté un poco el culo tratando de buscar su cuerpo. Creo que lloraba de nervios en ese momento, aunque también era su baba, la sentía caer caliente sobre mi cara a espesos goterones.

Fue en ese momento la primera vez que le sentí dentro. Empujó fuerte para poder penetrarme a fondo, y casi me mata del gusto. Pero él seguía con su gran cuerpo medio colgando de la cama, y se ve que le faltó apoyo, porque resbaló hacia abajo y su pene hacia fuera de mi vagina encharcada. Yo me derrumbé, dándome la vuelta desesperada para buscarle. Así que, cuando Max recuperó el equilibrio y se abalanzó de un salto nuevamente sobre mí, mi cuerpo le recibió tumbada boca arriba, y con las piernas abiertas y levantadas.

Max se recolocó hábilmente y pronto me estaba penetrando otra vez. Yo aluciné de lo fácil que estaba siendo. Me estaba follando cara a cara, lamiendo mi cuerpo sudado, ¡comiendo mis tetas! yo como una loca, como una puta me abrazaba a él con brazos y piernas para sentirle aún más dentro y me lamía mi cara, yo abrí la boca, claro, le ofrecí mi lengua deseando que me besara, aunque el pobre animal solamente podía pasar su hocico por mí cara, lamer mi lengua y llenarme la boca de babas, y a mí no me importaba ni el sabor, ni que sentir su lengua espesa y áspera y enorme ahogándome hasta la garganta ni nada, porque realmente quería darle todo por lo que él me estaba dando ya, empujando en mi interior mientras gemía y soltaba algún ladrido cuando se intentaba recolocar tratando de conseguir una postura en la que poder metérmela entera, y yo estaba obsesionada con besarle y angustiada tratando de poner mi cuerpo de la mejor manera para que él pudiera hacer lo que tuviera que hacer, porque claro, yo no tenía ni idea de cómo hacer, de cómo facilitarle el trabajo, solo quería besarle y que no saliera de mi jamás para no dejar de sentir aquel placer tan nuevo y tan hondo…

Estuvimos así largo rato, desde luego, igual diez minutos, igual la mitad o el doble quizás, no sé. Yo veía las estrellas, a pesar de que era consciente de que el perro todavía no había conseguido colocarse, e incluso dudaba de tuviera una erección completa porque de alguna manera me parecía que no era capaz de meterme su sexo entero dentro del mío. Borja, mientras tanto, se ve que se había despertado por completo. De alguna manera, consiguió meterse debajo de mí, y cuando me quise dar cuenta me había insertado por completo su larga polla en el culo. Trató de follarme así, pero yo estaba aplastada, hecha un sándwich entre ambos cuerpos calientes por poseerme, y aquello era ya sencillamente imposible...

Max volvió a caer, vaciando mi coño, Borja decidió que aquello no iba a ningún lado tampoco, con una postura tan forzada que mi culo apretado amenazaba con partirle la polla dura, así que salió de debajo de mí, quedándome súbitamente vacía, aunque pronto me compensaron, Max volviendo a enterrar su hocico entre mis piernas, y mi amigo sobando mi cuerpo y mis tetas y restregando su entrepierna por mi cara. Apretando a Max con mis manos contra mi sexo, abrí la boca buscando el pollón de mi amigo. Estaba verdaderamente empalmado, como nunca lo había estado, dura como una estaca... Y salvajemente excitado.

En cuanto mi boca le encontró y se consiguió colocar, empezó a empujar sin parar. Hasta el final. Nunca antes le había hecho una garganta profunda, nunca a él... ya digo que la tiene especialmente larga. Bueno, quizás tampoco pensaba que fuera capaz, pero entre la excitación de ambos y la postura especialmente favorable, ahí estaba, y poco le importó que yo protestara... al fin y al cabo, es cierto que nunca le había comido la polla así a él, pero me había visto hacerlo  a otros más de una vez... quiero decir, que sabía bien de lo que era capaz... la polla le sabía tremendamente a mierda de mi propio culo donde acababa de estar enterrada, pero yo seguía convulsionando por la comida de Max, y por otro lado respecto a Borja me bastaba con que no me ahogara ni me partiera la garganta de un pollazo. Qué además, me empezó a sobar la garganta, se conoce que intentando sentir su miembro duro ahí dentro de mí, casi amenazando con ahogarme...

En ese momento Max volvió a intentarlo, saltando de nuevo sobre mí y buscando penetrarme. Aquello debió pillar por sorpresa a Borja, que en un momento de descuido acabó con la polla fuera de mi boca. Yo alargué la lengua buscándosela, pero no solo le encontré la verga dura y mojada, sino otra vez la lengua de Max en la mía... y en el capullo de Borja. Max estaba siendo incapaz de penetrarme en esa postura, pero igual yo le abrazaba, sentir su cuerpo pesado, sudado, peludo y musculoso sobre el mío era taaan excitante!!

Y entonces, allí me encontré otra vez, comiéndole la polla a mi amigo con su perro, pero esta vez los tres desnudos y yo abrazada y abierta al perro, entregada a ese animal, deseando que me tomara y me metiera su polla de perro en mi vagina mientras me chupaba la boca y me lamía la cara y lamíamos la pollaza de Borja...

Yo creo que me corría ahí, quizás ya antes, Max no me conseguía penetrar pero aún así frotaba su sexo contra el mío con fuerza en cada embestida buscándome y cada ataque a por la polla de su amo. Y Borja... bueno, supongo que ver aquello, verme a mí en aquella... Lo digo porque le conozco bien, sexual y físicamente hablando, y además después del largo y productivo encuentro que tuvimos en la primera parte de la noche... En fin, que me sorprendió que se corriera así de esa manera, tan rápida y furiosamente, una corrida abundante, a borbotones.

Yo tenía la boca y la cara llenas de lefa y baba de perro, mezcladas, y hasta me costaba distinguir ya una de otra, ni por sabor, ni por textura ni por temperatura... Borja se retiró dando un alarido, y su perro se centró entonces nuevamente en mí, lamiendo la semilla de su amo de mi cara y mi cuerpo, limpiando mi rostro y tratando cada vez con mayor ímpetu de follarme. Pero se ve que en aquella postura era más difícil, yo ya me preguntaba si realmente lo que quería hacer, lo que Max y yo estábamos tratando de hacer era posible incluso, a parte de un absurdo, una auténtica locura claro.

Max ladraba, cada vez más nervioso, sentía su verga golpeando mi cuerpo intentando encontrar la entrada, incluso intenté agarrársela para ayudarle, pero estaba demasiado nervioso, y la postura era demasiado antinatural para él, imagino, y tampoco mi mano supo reconocer aquella verga dura cuando la agarró, no se parecía a ninguna polla que hubiera tocado antes, blanda aunque muy rígida y tiesa, suave y mojada pero como por sudor... E increíblemente sensible.

Cuando se la agarré Max dio un brinco sobre mí. Le vi pasar sobre mi cabeza, y le seguí para ver cómo acababa entre los brazos de Borja que se había vuelto a incorporar, llenándole de lengüetazos la cara. Y, cuando cuerpo del perro volvió a caer, esta ver fue precisamente su polla lo que aterrizó en mi cara. Una polla larga, oscura, y parecía, no sé, como carne viva, como si la hubieran desollado. Me resultó visualmente desagradable, quizás fue por eso que no dudé en cerrar los ojos y tomarla con mi boca.

La verga me entró con ganas, no sé lo que sentiría Max ahí, pero a mí me puso a mil, claro. El hecho mismo de haberme atrevido a hacer algo así. Y además, disfrutándolo como una loca! Lo que más me sorprendió es que el sabor no era para nada desagradable, sabía diferente a cualquier polla humana, claro, pero te aseguro que he tragado muchas pollas que sabían bastante más desagradables que ésa, quizás no era muy bonita, vale, pero estaba disfrutando de tenerla dentro de mi boquita. Lo único malo es que a esas alturas me deshacía por darle placer, y era consciente de que no lo estaba consiguiendo...

Tanto es así que de repente Max volvió a saltar, abandonando la cama y dejándonos a Borja y a mí allí, desnudos, desconcertados y sin poder reconocernos prácticamente... Lo que acababa de hacer... no era capaz de mirarle a los ojos... Pero Max... Max ¿Había sido capaz de dejarme? Retiré la visita del hombre, mirando al perro. No.

Max me ladraba, me ladraba a mí. Saltaba agitado, la cola tiesa pero mirada implorante. Esa mirada... Entonces entendí. No me preguntes cómo. Pero entendí claramente. Era... joder, Max me estaba hablando ¿Sabes? Debo parecer loca, lo sé, pero entonces entendí y obedecí a aquel animal, que no solo no me había abandonado, sino que me pedía claramente desde el suelo que bajara con él, que me pusiera a su altura para poder tomarme como ambos deseábamos. Para entonces yo... yo ya necesitaba desesperadamente ser follada, ser follada por él... joder, ser follada por Max, por esa polla portentosa que acababa de tener en mi boca.

Me moría realmente porque me hicieran correrme como... como una perra, sí, jajaja, pero ¿por qué habría de avergonzarme algo así? ¿Tú me entiendes, verdad? Un momento así, con un calentón tan brutal que de repente eres capaz de cualquier cosa. Y más todavía con él... es que no sé cómo decirlo... cuando le había tenido encima, cuando me penetró por primera vez, me hizo suya de verdad, de una manera muy especial, porque cuanto más me entregaba yo a él, cuánto más me abría y me esforzaba por meterle dentro de mí, él más se daba a mí, tratando de follarme con fuerza y desesperación.

Para ese momento tenía ya, al fin, comprendido y asumido que quería hacerlo con ese perro, que lo que acabábamos de intentar obedecía  a un profundo deseo de los dos que ya solamente podríamos calmar juntando por fin nuestros cuerpos. Pocas veces he deseado realmente tener sexo con alguien de una manera parecida, tan decidida y desesperada. En realidad... en realidad analizado ahora mis reacciones debo reconocer que no puedo hablar tampoco de un  calentón. Quiero decir, estaba caliente en ese momento, lo que acabábamos de intentar... uf... ¡era imposible no estar caliente! Pero es que cuando Max entró en la habitación y empezó a hurgarme el culo y el sexo debajo de las sábanas, yo me entregué a él, en lugar de detenerle, me coloqué para excitar todavía más a ese animal ofreciéndole mi sexualidad, casi igual que cuando en mi adolescencia me ofrecí al primer chico que me hizo el amor de la manera más inconsciente y sin importarme para nada las seguras consecuencias...

Y en ese momento quería que me follara Max. Lo quería en ese momento, lo había deseado cuando él me asaltó al abrir la puerta de la casa, lo había deseado cuando nos besamos al comerle el rabo a su amo, a nuestro Amo...lo había deseado cada vez que me saltaba encima, que se lanzaba contra mí queriendo jugar conmigo, porque yo para entonces ya sabía el placer que podía darme un perro gracias a mi experiencia con el de mi amiga... Había deseado a Max desde siempre, y de repente le tenía frente a mi pidiéndome claramente que me bajara y me entregara a él. Y yo solo quería hacer precisamente eso en ese momento, aunque no supiera bien cómo. Si tan solo consiguiera encontrar la manera de que me pudiera montar...

Como una perra. Su mirada. Su llamada. Me lo estaba diciendo ¡Claro! Eso era, como no podía ser de otra manera. Me bajé de la cama. A cuatro patas. Saltando al suelo, y a cuatro patas avancé hasta ponerme a su lado. Max ladró, aulló y movió el rabo. Me lamió la cara. Yo saqué la lengua y le lamí también a él. Su carita sabía tremendamente a perro sudado. Su lengua lamió mi lengua y mi boca. Me dejé besar por él de nuevo. Volvió a aullar y ladrar, y se separó de mí rodeando mi cuerpo un par de veces a la carrera. Hasta que empezó a meter la cabeza en mi culo, en mi raja. Lamiendo y metiendo lengua. Me puso hipercachonda. Me giré buscando su verga, aunque me dejó cortada ver qué se le había metido para dentro por completo, su pene ya no estaba erecto y estaba por completo guardado en su peluda funda. Al girarme yo Max dejó de tenerme a tiro. Ladró y me golpeó.

Comprendí que por mucho que deseara volver a sentir su sexo en mi boca tenía que quedarme quieta y dejarle hacer. Era él quien tenía que prepararme a mí para la penetración, y también preparase él. Claro, para empalmarse necesitaba oler mi sexo, era su manera de exictarse, y su manera de preparar la toma de su hembra. Yo debía ofrecerme a él, y sacar al macho en celo que tenía dentro. Me volví a colocar. Al recuperar mi posición, me di cuenta de que había quedado colocada paralela al gran espejo que cubría el armario del dormitorio de Borja. Mi amigo siempre decía que era porque le daba mucho juego cuando tenía sexo (lo que era verdad), pero yo siempre he creído que simplemente es que en realidad no es más que un presumido narcisista al que le encanta contemplar su cuerpo (lo que también es verdad que merece ser contemplado).

El caso es que, reflejada en aquel espejo, pude ver cómo Max volvió a meter su hocico en mi entrepierna. Me sentía muy mojada, y no solo por los litros de baba de perro que me lubricaban el sexo en ese momento. Max estuvo un buen rato comiéndome el coño, devorándome a lengüetazos y empujando su hocico dentro de mí, como intentando abrirme aún más la vagina. O como buscando allí dentro todo mi olor. Sus gruñidos cada vez sonaban más hoscos y amenazantes. Jadeaba y babeaba en mi sexo y en mi culo. Yo me abrí al máximo para él, y me acodé en el suelo, mareada de placer. Me estaba corriendo, levemente todavía, pero moría ya de gusto. Gritaba sin disimulo ninguno. Joder, me estaba dejando comer el chocho por un perro, así que tampoco me iba a andar con remilgos. Así, bien abierta, con los antebrazos extendidos en el suelo y la cabeza también casi pegada al suelo, elevé el culo lo máximo que pude para él. Y entonces pasó.

Max saltó sobre mí. Una primera vez, en la que pude notar algo duro y blando a la vez, como un hueso envuelto en carne viscosa, caliente y pringosas, golpeando mi nalga izquierda. Cayó encima de mí, y casi me tumba del ímpetu y del peso. Me costó sostenerle, pero aguanté, el escaso tiempo que él se mantuvo encima de mí. Resbaló. Y, enseguida, volvió a saltar. Esta vez estaba preparada. Aunque tampoco acertó, me pareció sentirle esta vez apoyado en mi raja abierta, pero no había acertado a introducirla y se le había quedado extendida, palpitante… Hubo alguna repetición, algún intento más en que sus nervios le impidieron siquiera llegar a echarse sobre mí, pero la siguiente vez que consiguió impulsarse lo suficiente para montarme ya no falló y consiguió meterme su polla.

Quedé sin aliento por la impresión, porque estaba convencida de que le iba a costar mucho más, que no podía ser tan fácil, que de hecho debía ser imposible. De hecho dudaba si intentar ayudarle con la mano, aunque tampoco hubiera sabido cómo. Y, de repente, estaba dentro sin más. Ni siquiera me había costado recibirle, había sido taaan fácil… como si mi coño hubiera estado siempre pensado para recibirle ahí....

Poco antes, hoy mismo, esta misma noche, he tenido dentro de mí a Borja, y meterme su polla hasta el fondo cuando la tiene totalmente a tope lo cierto es que siempre me cuesta bastante más, al menos al comenzar, de lo que me había costado recibir a Max. También es cierto que a esas alturas de la noche yo estaba muy dilatada y excitada, así que todo era fácil, también recibir el pene de Max. Noté sus garras caer sobre mí.

Se plantó, esta vez firme, sobre mí cuerpo. Yo estaba clavada al suelo. Su peso me inmovilizaba, su calor, su cuerpo peludo como una manta. Max me embistió brutalmente, y le sentí entrar. Más. Su largo pene, seguramente bastante más largo y grueso ya esas alturas de lo que un rato antes había probado con mi boca, estaba muy lejos de haber entrado por completo en mi interior. Solo entonces alcanzaba a comprenderlo, aunque ya era tarde.

Tampoco imaginaba que el portentoso animal ni siquiera se podía decir que hubiera empezado a empalmarse de verdad. Max volvió a embestir brutalmente, y yo grité, viendo aquella bestia casi subida completamente sobre mí cuerpo humillado, brillando ambos en el espejo iluminado. Borja había encendido todas las luces de la habitación. No sé desde cuándo me estaba grabando siendo follada por su perro. Mi coño temblaba con cada empujón de Max. Nunca nadie me había follado con tanta fuerza. Y tener aquella brutal palanca en mis entrañas... quizás si hubiese sabido, si hubiera comprendido cuál iba a acabar siendo el tamaño real de aquel órgano, solo quizás...

Quizás nunca me hubiera dejado.

O quizás sí. Aunque ya daba igual.

Max me estaba tomando, y aquello era ya sencillamente imparable. Me mantenía tan apretada a su cuerpo que me follaba con una hondura impresionante, y cada vez le sentía más hondo, más  apretado y llenando más mi vagina con su pene. No creo que ningún humano, y menos con una polla mínimamente comparable, pueda ser capaz de penetrar a una hembra con tal violencia, precisión y un ritmo tan desmesuradamente frenético como el que mi adorado perro me ha hecho disfrutar hoy… todavía tiemblo de solo recordarlo…

Supongo que el perro hubiera despedazado a quien intentará separarle de mí, tal era su furia sexual contra mi cuerpo en ese momento. Yo gritaba a pleno pulmón, lloraba al sentir mi cuerpo desgarrado, aplastado, taladrado por aquella máquina sexual, y violentas oleadas de placer acompañaban cada acometida con que Max hacía todavía más honda su penetración. Su verga parecía que no iba a dejar nunca de crecer y de hincharse. Mi pobre coño no daba más de  sí, más bien al contrario, la violencia del placer que estaba sintiendo hacía que mi sexo se cerrara cada vez mas fuerte sobre el del perro, como si mi cuerpo pretendiera que el suyo no saliera nunca más de mi interior. El perro no ladraba, solo jadeaba con fuerza, con respiración agitada y cada vez más frenética que iba marcando el ritmo de su cada vez más acelerada follada. Yo hacía rato que vivía ya un orgasmo completo y continuo.

Y todavía estaba por llegar lo mejor.

O lo peor.

Lo más grande.

En ese momento Max explotó. Y digo explotó porque realmente reventó soltando un mar de semen dentro de mi vagina. Supe que era semen, no podía ser otra cosa, me ardía por dentro, llenando cada rincón de mi sexo, y escurría a borbotones espeso, viscoso y quemante por mis muslos hasta el suelo. Y no paraba de salir, acompañado con rápidos gemidos de Max y hondos gemidos míos, tan profundos y bestiales que realmente parecía yo mucho más animal que él. Todo el cuerpo de Max vibraba encima del mío, manteniéndose pegado a mí, apretándome con todas sus fuerzas mientras eyaculaba en mi interior, haciendo de nuestros cuerpos un solo cuerpo, y esas vibraciones de su cuerpo se transmitían a su pene que avanzaba como un taladro por el interior de mi vagina llegando a una profundidades donde quizás ningún hombre había sido capaz de llegar antes con su pene.

Me miré en el espejo. Tenía esa montaña de pelo subida encima de mí. Dentro de mí. Max me había tomado por completo, había tomado pleno posesión de mi cuerpo. Me había hecho su perra. Y me estaba dando un placer nuevo, diferente y más fuerte, intenso y profundo que el que ningún polvo humano me pudiera haber dado antes. Era curioso, porque la follada había  sido muy rápida, diría que desde que consiguió meter su miembro en mi vagina hasta que se corrió no pasarían más de, dos, tres minutos. Al principio sí dio sus empujones más lentos, para meterla en cada uno más a fondo, más y más, se conoce que hasta quedar perfectamente colocado y con la polla bien introducida. En ese momento su follada se hizo frenética, moviendo sus patas traseras contra mi culo con un velocidad claramente inhumana, animal. Fue entonces cuando noté su verga crecer de verdad y cuando comenzó  eyacular en mi coño y cuando comprendí que me acababa de convertir en una auténtica perra en ese momento.

Ahora Max mezclaba jadeos con gemidos, pero a una velocidad más acompasada, como si al fin hubiera cogido el ritmo de su respiración, que nada tenía que ver con el frenético retumbar de su verga en mi coño  justo antes de eyacular y durante el larguísimo rato que duró su corrida. Y yo, yo creo que aullaba ahí, de auténtico placer, me importa una mierda todo, el placer había merecido la pena, aunque ciertamente me extrañaba la corta duración de la follada, porque siempre había oído que los perros duran mogollón follando, y se me había hecho demasiado corto, sobre todo porque estaba disfrutando de un hondísimo orgasmo que me llegaba seguido tras varios orgasmos menores aunque intensos, pero Max estaba, aún en medio de la corrida, dándolo todo para hacer reaccionar a mi coño. Que vaya si reaccionó. Joder qué corrida... Aquello habría sido corto, pero me había compensado, incluso sabiendo que Borja me va a llamar perra toda la vida, y ahora lo va a hacer con razón...

Pero aquello no había terminado ahí... Cuando me llegó el orgasmo, ya digo que para empezar fue un pedazo de orgasmo, pero es que entonces, bueno, Max fue como si lo notara y empezó a acelerar, todavía más si cabe, su follada, como si quisiera meter todo su cuerpo entero en mi interior. Era absurdo, porque no me daba el coño para más, y me estaba retorciendo de placer, como siguiera haciéndome eso me iba a matar del gusto pensé, pero seguía, y yo lo cierto es que cada vez le notaba como si estuviera más dentro, aunque no entendía como podía penetrarme todavía más hondo, pero así era, y como si su polla estuviera incluso todavía más larga y más hinchada...

Hasta que entonces sentí algo muy raro, que fue como si mi vagina se cerrara, como si se hubiera contraído del gusto en alguno de los espasmos del orgasmo, y hubiera apretado su falo de perro, atrapando aquella verga y tirando todavía más para meterla más dentro, como si fuera una planta carnívora devorando a su presa... Y cuando hice eso, o cuando lo hizo mi sexo, porque yo realmente no controlaba en absoluto esas reacciones de mi cuerpo, claro, en ese momento, Max se detuvo... Él lo notó, quiero decir me notó crecer a su alrededor, su polla empalmada tuvo que notar aquella reacción de mi vagina... La sentía hinchada, como si se estuviera empalmando también, nunca me había pasado nada así, pero también es verdad que la corrida estaba siendo intensamente larga e inusual, supongo que porque él había seguido follándome con violenta eficacia aún cuando ya se había corrido, y su verga mientras no solo no se había empezado a relajar sino que, al contrario parecía crecer cada vez más...

Solamente cuando el dolor se hizo repentinamente presente, duro, insoportable, impensable, entendí al fin que lo que estaba haciendo no era asemejable al sexo humano, en absoluto. No había querido verlo hasta entonces, pero dejarme follar por un animal, tenía que ser forzosamente distinto. Pero no fue hasta que noté en mi interior toda la potencia de su miembro animal completamente desplegada… porque es que es imposible imaginar o describir lo que es eso si no lo has sentido antes… solo cuando ya estaba aquello tan desproporcionadamente hinchado que era imposible que saliera ya de mi coño apretado y reventado a la vez, entendí al fin lo que significaba el haberme entregado sexualmente a una bestia en plenitud.

Tiemblo ahora recordándolo. Pero lo repetiría. Una y mil veces. Con Max. Cada vez que él me deseara…

Pensé que me iba a matar, de verdad que lo pensé. El dolor, o el placer, era tan brutal que no creía que pudiera haber nada más después de eso. Pffffff… Es que no sé ni cómo explicarlo… Mira, cuando el paró... pensé que era el final, aunque en ese momento estaba más atenta a la extraña reacción de mi cuerpo que al perro, claro, más aún teniendo en cuenta que se había quedado quieto... No tardé en darme cuenta de mi error. No todo en Max estaba quieto. Quiero decir, su pene... Su pene crecía. Es ilógico, no podía crecer más, me dije. Pero así era. Supongo que su reacción al hinchamiento de mi sexo era justamente esa... Supuse que esa debía ser su manera de follar...

Me había estimulado el sexo hasta conseguir aquella reacción que estaba provocando que su erección fuera todavía más inconcebible... ¿Se había detenido para disfrutar ese momento? ¿Se iba a volver a correr cuando terminara de empalmarse? Aunque, una segunda corrida después de la copiosísima eyaculación que me acababa de soltar... Y, sobre todo ¿era posible que aquello creciera todavía más? De ser así dudaba hasta que fuera capaz de aguantar, aunque había tenido alguna experiencia de que me metieran manos enteras y más, y esta polla... en fin, no dejaba de ser una polla pero... Es que a pesar de todo no dejaba de sentirla crecer. Y, cuanto más crecía, notaba que mi coño más la abrazaba, pero temía el momento en que mi cuerpo cediera y aquella monstruosidad acabara por desgarrar mis entrañas...

Fue en ese momento en el que Max se volteó. No me esperaba algo así. No sé ni cómo el perro bajó de mi espalda y se giró sobre su eje, su polla, ensartada en mi agujero, y se quedó dándome la espalda, culo con culo, su rabo golpeando mis nalgas y su polla hinchada metida hasta el fondo de mi vagina. Si estaba alucinando de que no se le hubiera salido al girarse, y aún que no se le hubiera partido con aquél movimiento, enseguida entendí que, más bien iba a ser al contrario: el reventón de sangre que le debió llegar de golpe a su miembro hizo que, en medio del giro, aquello se pusiera todavía más horriblemente duro y gordo (de largo ya no podía crecer más... o al menos eso esperaba!!). Todavía me duele el coño del intenso fogonazo que supuso que aquello creciera ¡todavía más!

Los labios y la entrada de la vagina se me abrieron como si fuese a dar a luz en ese momento de lo gorda que se le puso en la base, y sentí como Max llenaba hasta el último milímetro de mi sexo, absolutamente dado de sí más allá de los límites de lo posible. Llena, eso me sentí, repleta, colmada por entero. El alarido que pegué al dilatarse tanto su verga, mientras que mi chocho parecía por el contrario cerrarse cada vez más sobre su miembro, ese alaridos debió de escucharse en todo el edificio y por todo el vecindario. Y seguí ya corriéndome a gritos una vez más.

En ese momento, en esa postura, enganchada a Max, sexo con sexo, sexo en sexo, me sentí de veras animal, ese perro había sacado mi parte más animal y la había sublimado, la había elevado hasta anular por completo a mi parte humana. Mis alaridos mezclados con gemidos de placer y llantos de dolor se entrecortaban en hipidos y gruñidos, aunque más que una perra ladrando los sonidos que soltaba parecían los mugidos de una vaca pariendo.

Por un momento me sentí una perra, pero una perra de verdad. Una perra en celo cuyo único objetivo había sido ser montada por aquel perro y que en ese momento solo me importaba mantenerle en mi interior, con la polla así de gorda y dura, follándome sin freno. Joder, siempre que me pegan un buen polvo, sueño eso, pero es casi imposible conseguir que la mayoría de los tíos vuelvan a empalmarse lo suficientemente rápido después de correrse, o conseguir mantener su erección sin que salga de mi coño, sin que dejen de follarme… y que me sigan dando, una y otra vez, sin salir de mí un orgasmo tras otro… Siempre que follo lo intento, darle todo a la polla que tengo dentro como para conseguir que se mantenga dura y me siga follando aun después de haberse venido dentro de mí. Cuando una amiga me penetra con una prótesis de arnés siempre jugamos a eso, a seguir follando sin parar después del orgasmo, pero eso jamás es igual que tener una polla de verdad dentro... Y, sin embargo, con Max todo había sido tan normal, había sido tan natural...

Mientras me corría en continuo, mi cuerpo derrotado y desnudo se estrellaba contra el suelo, la cara allí estampada, mi boca llenándose de pelusas y polvo del suelo del dormitorio de Borja, mis ojos llorosos, mis gritos, mi cuerpo sudado y retorcido, tratando de mantener al menos las piernas firmes y el culo en alto para permanecer enganchada a su polla tiesa, a riesgo de desgarrarme por completo de no ser así... No era capaz de entender como Max podía seguir follándome en esa postura, pero yo sentía ese meneo incesante de aquella maquinaria bestial trabajando en mi interior, la polla del perro taladrando mi vagina a toda velocidad, y los dos sexos unidos, enganchados, uno cerrándose sobre el otro, y el otro llenando el uno hasta no dejar el más mínimo resquicio de coño sin llenar de polla. Aquella vez duró algo más, no sé, quizás fueron menos de cinco minutos, quizás fueron diez, en los que mi cuerpo tardó más de la cuenta en adaptarse a aquella tremenda y especial, única, forma de follar, e incluso ser capaz de empezar a disfrutar de ello plenamente, más allá de los orgasmos sucesivos que mi coño había decidido ya afrontar de manera completamente autónoma. En ese momento Max tuvo una segunda corrida, tan copiosa o más que la primera, e incluso mucho más agitada y ardiente. Esta segunda eyaculación se quedó, a diferencia de la primera, prácticamente completa en mi interior, de tan apretado como tenía el coño, con su polla bien hinchada haciendo tapón, solo algunas espesas gotas de su semen pudieron rezumar por mis labios dilatados a pesar de que Max me llenó con un río caliente que me colmató interiormente de tal manera que casi me hizo sentir el sabor de su esperma en mi boca (y en aquel instante, he de reconocer que hasta me hubiera excitado la posibilidad de que me bañanara el cuerpo, la cara y la boca con su semilla...)

También es cierto que para aquel momento mi amigo Borja ya no había aguantado más, después de estar grabando todo el encuentro entre Max y yo (en todo momento le sentí alrededor mirando, grabando, metiéndose por medio, tocando, diciéndome todo tipo de cosas excitantes y groseras, animando a su perro y dándole órdenes, o dándomelas a mí...) así que, en algún momento indeterminado en medio de esa segunda follada "inversa" de Max, Borja me levantó la cabeza tirándome del pelo, me abrió la boca y me metió el rabo duro sin compasión, empujando sin parar y sin darme opción a resistir.

Dudo que hubiera sido capaz de intentarlo. Sencillamente, su verga no me entraba, mi cuerpo era incapaz de recibir más sexo o de ser objeto de un deseo todavía mayor que el de su perro. Al final de nada importó, Borja quería meterla en mi boca, y me forzó a hacerlo sin preocuparse por nada. Tampoco había nada que yo pudiera hacer, con aquella tranca en la boca y su perro que me tenía atrapada por completo, no tenía opción para rechazarlo. Quizás morderle, no sé arrancarle la polla, no hubiera sido posible otra salida, pensé mientras me follaba la boca con violencia, pero claro, él me hubiese partido la cara a cambio, así que hice lo que pude como estaba, empotrada en Max y tratando de recibir a Borja como mejor pude.

Mi amigo tardó en correrse bastante más de la cuenta, aquello sí se me hizo largo. Por el camino, la segunda explosión de Max mezclada con un intenso dolor en mi coño y en mi vientre, sumada al destrozo que su dueño me estaba haciendo por arriba y a una postura y un agotamiento físico difíciles de sobrellevar. Aguanté como pude. Borja me destrozó la garganta, todavía siento el dolor. Jamás le había tenido tan dentro y por tanto tiempo, hasta acabarle… Pero al final Borja terminó por correrse, por agotarse, por deshincharse y salir de mí. Me había dejado destrozada, me había violado literalmente la boca, y yo había sido incapaz de hacer nada para impedirlo, porque llegó un momento en que mi único esfuerzo se centraba en realidad en aguantar, en respirar para sobrevivir.

Mi cuerpo volvió a caer al suelo. Mi coño, más relajado, más acostumbrado, supongo que sencillamente reventado, dejó de sentir dolor y pasó a mantenerse en una agradable sensación de placer sostenido, atravesado por frecuentes picos de goce a modo de latigazos. En todo ese largo rato, lo único que siguió inmutable fue el rabo largo, duro e hinchado del perro dentro de mi coño. Después de correrse Max siguió enganchado a mí, con su polla a tope. Todo lo que tardó Borja en correrse. Lo que tardó Borja en recuperarse. Y más. Mucho más. Estaba agotada, sencillamente. Porque además no dejaba de sentir placer. Aunque no podía ni moverme. Y aquello había llevado mi coñito al límite de lo posible. Llevaba media hora, seguramente bastante más, siendo follada por aquella bestia. Y no tenía pinta de que fuera a parar. Aquello seguía tan hinchado como cuando se le puso así tras darse la vuelta. Me dolía la cabeza de placer y tenía la boca seca de jadear. La garganta me dolía, en parte por culpa de la última follada de Borja, pero me quemaba de gritar y de respirar agitadamente todo este tiempo.

Borja estuvo desaparecido un buen rato tras acabar, así que cuando volvió a aparecer por mi lado le pedí agua. Él se rió de mí. Mira que eres puta, Laurita, estamos cansados de decírtelo. Qué te follas todo lo que se mueve. Pero hoy te has pasado de guarra. Joder, cuando enseñe este video la gente va a flipar. Eres una puta perra en celo. Tienes la polla de mi perro metida en el coño so zorra...

Siguió así un rato, aunque francamente me daba igual lo que me dijera. Cualquier cosa valía a cambio del placer que he recibido esta noche. En un momento dado, empezó a pisarme la cara, que tenía yo otra vez pegada al suelo. Le veía desde abajo, seguía completamente desnudo, imponente, bello con su cuerpo perfecto y su larga polla, por completo relajada ya, colgando laxa a los lados de sus grandes cojones. Tampoco me importaba sentirme sometida a él, si que me pisara la cara y me humillara era el precio que tenía que pagar para que me hubiera entregado a su perro, poco pago me parecía. Me metió el dedo gordo del pie abriéndome la boca, mientras se dedicaba a seguir diciéndome cosas como que me merecía que me dejara en una granja para que me follaran hasta los cerdos, y que si me gustaba ser la perra en celo de su perro... Yo ignoré sus comentarios calientes, y volví a pedir agua, porque realmente necesitaba mojar mi boca y mi garganta resecas...

¿Quieres beber Laura? Pues bebe esto, me dijo llevando sus manos a su pene.

Lo siguiente fue sentir un golpe caliente en la cara y un picor ácido que me hizo cerrar los ojos. El fuerte sabor en mi boca me permitió saber enseguida que Borja me estaba meando la cara. Aunque me atinó en la boca con enorme puntería, me había bañado ya la cara entera cuando el líquido caliente pero ligero empezó a entrar en mi cuerpo. Lo recogí y degusté con mi lengua. No era precisamente lo que esperaba, pero hasta eso en ese momento me valió para poder refrescar y relajar mi garganta.

Joder, eres puta hasta decir basta... Desde luego, es meterte dentro una polla de perro y ya te vuelves loca y todo te vale.

Sus últimos regueros de meada los esparció más libremente por mí cara y mi cuerpo.

Parece que te está gustando más follar con Max que conmigo, puta perra...

Si hubiera podido me hubiera reído al escucharle aquello... Entendí entonces su actitud. Borja, estaba simplemente celoso. Se había dado cuenta de que, sexualmente, estaba a un nivel muy inferior que su propio perro. Lo que me había dado Max... en fin, seguramente ni el pollón del propio Borja sería capaz de dármelo nunca. Jamás.

Bien, ¿quieres perro so puta? Pues vas a tener perro para rato, ya verás. Me parece que todavía puede quedarle media hora mínimo hasta que te deje ir. Y no intentes separarte de él, o tu coñito apretado ya nunca volverá a ser el mismo. Te vas a dejar follar por Max hasta que él quiera. ¿Entiendes perra?

Yo solamente contesté que sí y cerré los ojos. ¿Media hora más sintiendo a Max? Su gruesa polla dentro de mí dándome ese ya suave y mantenido placer... No lo habría cambiado por nada. Por supuesto que me voy a dejar follar por Max todo lo que él quiera, todo lo que él necesite, me dije a mí misma, por supuesto que soy muy perra… Soy SU perra. La perra de Max. A partir de ahí, pasó un rato realmente largo en el que nada pareció cambiar. Mi cuerpo devastado, derrumbado en el suelo, era simplemente un receptáculo para la polla y el semen de Max, mi amante, mi amor. Y mi coño arrasado se lo agradecería cada cierto tiempo con un leve y profundo estertor, que como un nuevo orgasmo apagado, o como un eco del orgasmo original, que quizás nunca había llegado a terminar de irse, volvía a agitar de placer mis entrañas. Los jadeos continuos aunque ya bastante tranquilos de Max acompañaban mis gemidos de puta y algún que otro grito bien de placer o bien de dolor que no era capaz de contener.

En algún momento Borja volvió, porque había salido de su habitación después de los últimos insultos que me había dedicado, y volvió a grabarme, o quizás nunca había de dejado de hacerlo y todo ese rato su teléfono había estado grabando mi follada con Max. Borja me sobó todo el cuerpo a su antojo. Lo he hecho con el tantas veces y de tantas maneras que dudo que haya algún rincón de mi cuerpo que no se conociera ya antes de esta noche. Pero aún así, esa forma de tocarme mientras tenía a su perro metido en mi vagina... Era una forma distinta, nueva en él. Me tocaba, o mejor dicho me sobaba de una manera soez, impúdica. Como queriendo humillarme deliberadamente, como demostrando su superioridad sobre mí, su posesión de mi cuerpo, mi sumisión...

Borja utilizó por primera vez, al menos conmigo, ese rol de dominante. Jamás habría dicho que él sería capaz de algo así. Sin embargo, hace ya tiempo que descubrí que prácticamente todos los hombres, en realidad casi todas las personas, llevamos dentro a una dominante y a una sumisa. Solo hace falta que nos estimulen adecuadamente para sacar a flote esos papeles. Y yo... ¡soy muy buena descubriendo dominantes! Y comprendí que esta noche no solo me había convertido en la perra de Max, sino que Borja se había decidido por fin a tomar posesión de mi cuerpo y todo mi ser para disfrutarme a su antojo. Nada iba a ser igual después de acabar, pero en ese momento era todo tan extremo que casi parecía que mi relación con Max no iba a acabar nunca...

En su sobada a mi cuerpo, Borja se entretuvo un buen rato con mi culo, apartando la cola de Max que estaba pegada a mí raja y de vez en cuando golpeaba, restallando, sobre mis nalgas. En ese sobarme el culo y la raja, mi amigo llegó a introducir un dedo en mi ano. Todo mi cuerpo se tensó. La vagina se me volvió a contraer y un latigazo de orgasmo nuevo volvió a estremecerme de arriba a abajo. Borja tuvo que darse cuenta de aquello por mis hondos gemidos, acompañados de un gruñir por parte de Max, cuya polla sin duda se vio de nuevo estimulada por mis movimientos pélvicos y vaginales. Creo que el perro tuvo una nueva corrida, no tan brutal y animal como las anteriores, pero corrida al fin y al cabo. O quizás era yo en realidad la que seguía regando inhumanamente de flujos nuestros sexos. Borja me folló un rato con su dedo, honda y calmadamente.

Después de una eternidad, le sentí salir, y le vi frente a mi cara. El móvil sobre una silla debia de estar grabándonos a los tres. Borja se metió el dedo sucio de mí en la boca y lo chupó hondamente cerrando los ojos.

Mmmmmmm, dijo exagerando su cara de placer, me encanta cómo sabes a puta, Laura...

Cuando se lo sacó, empapado también ya de sus babas, me buscó la boquita. Yo separé los labios, obediente, y le permití entrar. Me hacía daño rebuscando en mi garganta, pero me esforzaba por hacer lo que él reclamaba de mí, claro. Chupé y lamí su dedo, disfrutando de aquella sensación y del grado de excitación que notaba que estaba provocando a mi amigo con ello. El sabor de mi culo, de mi mierda, tan reconocible, estaba muy mezclado con otro sabor intenso que no podía ser otra cosa que las babas de Borja. Por un momento me pareció que ese sabor de Borja era en realidad muy parecido al de las babas de Max. Quizás es que para mí ya todo sabía y sentía a Max. Es algo muy raro estar siendo follada tanto tiempo seguido, sin parar ni separarse ni un segundo, con la polla plenamente a tope después de dos o tres corridas en mi interior...

Cuando me quise dar cuenta mi amigo salía de nuevo de la habitación, su pene semierecto bamboleándose entre sus piernas, y dejándome una preciosa vista de su magnífico trasero. Quedaba la cámara y, por supuesto, Max y su verga siempre dura en mi interior. Los minutos pasaban lentos pero placenteros, pese a que el dolor de todo mi cuerpo, y no solo ya del coño, empezaba a ser intenso y lacerante. Estaba medio dormida cuando le sentí salir. O, mejor dicho, le sentí fuera, mi coñito latiendo abierto, inmenso, y el ya lamiendo mis restos y los suyos que salían mezclados por aquél enorme agujero dilatado, palpitante, boqueante, completamente incapaz de retener nada... aunque entendía que, después de lo que debía haber sido más de una hora con su semen en mi interior, mi cuerpo debía haber tenido sobrado tiempo para asimilar su semilla. Tuve un momento de duda, preguntándome si los anticonceptivos que tomaba servirían también contra el esperma de perro, aunque en seguida comprendí que es imposible que un perro me fuera a dejar preñada...

Max metía cariñoso su hocico en mí raja y entre mis piernas, lamiendo y limpiando mi cuerpo con gran cuidado. En un momento se puso algo nervioso y volvió a saltar sobre mí, como si fuera montarme una vez más. Mi cuerpecito cansado no aguantó más y me derrumbé sobre el suelo. Enseguida le noté moviéndose sobre mí, su lengua en mi sexo, en mis tetas, en mi boca... Su pene todavía no estaba por completo relajado ni guardado en su peluda funda, sino que todavía colgaba fuera entre sus patas. Se lo toqué cogiéndolo en mi mano abierta con suaves caricias, mientras hacíamos algo parecido a besarnos. Luego él siguió lamiendo mi cuerpo completo con su larga lengua, llenándome de su baba por todas partes. Pronto se la noté apretada contra mi coño, buscando ahí lo más concentrado de mis sabores, se dio la vuelta y me lamió con fuerza el pubis peludo, deleitándose sin duda con esa parte de mi anatomía que, completamente cubierta de vello, más le recordaría a una perra de verdad.

Mientras su lengua hurgaba entre mis piernas, sus patas traseras se colocaron sobre mi cabeza, con su miembro todavía al aire colgando sobre mi boca... No dudé en volver a probarla... Su polla, después de follar, no estaba ni mucho menos dura ya, aunque seguía larga. Al tacto era completamente diferente a cualquier otra cosa que me hubiera llevado a la boca anteriormente. Y al gusto... tenía un gusto ahora tremendamente fuerte, aunque me sorprendió porque no me resultó ni mucho menos desagradable. Max me dejó hacerle un rato, aunque pude notar que sacaba más placer de chuparme a mí que de que yo le comiera el sexo, así que al rato volví a tumbarme para que siguiera él. Me encantaba su forma de chuparme, era altamente excitante. Estuvo haciéndolo hasta que, llegado un momento se tumbó, a medias junto a mí y a medias encima, cubriéndome con su cuerpo pesado, firme y caliente, sudoroso, mientras seguía lamiendo mi cara con cariño. Yo, saciada y cansada, me abracé a aquel fuerte cuerpo y cerré los ojos para abandonarme a ese gustoso placer.

Debí quedarme dormida, al menos traspuesta un corto rato. Lo siguiente que sentí fueron los gritos de Borja y el cuerpo de Max arrancado de mis brazos, entre sus gemidos, mientras su dueño enfurecido le caía a golpes. Me ví de pronto desnuda, sucia y sola en el dormitorio. Me costó reunir fuerzas para levantarme y dirigirme al salón. Allí, dueño y perro comían y reponían fuerzas después de nuestra sesión de sexo. Borja tomaba algo parecido a un desayuno, aunque todavía era pronto, no debían de ser las cinco aún. Max bebía agua ruidosamente de un gran cuenco en el suelo, junto a la mesa donde su dueño comía.

Borja me miró con dureza y con lascivia a la vez. Nunca me había mirado así antes. Comprendí al momento que, después de esta noche, las cosas entre nosotros iban a cambiar irremediablemente. Sumisa, me acerqué a la mesa, me arrodillé junto a sus pies y me quedé ahí, desnuda frente a él, con la cabeza agachada, sin atreverme a mirarle. Esperé a que terminara de comer. Solo entonces él me habló, para recordarme una vez más lo puta que soy...

Qué puta eres Laura. En el fondo siempre supe que eras una puta, todos lo decimos, aunque prefiramos callarlo y tomarlo todo a broma y de buen rollo para poder follarte cuando nos venga en gana, que para eso es para lo único que te queremos en realidad, so zorra. Qué hay que reconocer que follar, follas como ninguna. Pero eres una puta y una perra. Hoy me lo has demostrado de una vez por todas. Puta perra, Laura...

Se levantó, limpiándose con el dorso de la mano. Llevaba encima solamente una camisa abierta por completo y unos apretados boxer que le marcaban deliciosamente su generoso paquete que en ese momento estaba completamente laxo. Estaba maravillosamente bello. Estiré la mano y le estrujé el pene sobre su ropa interior, sintiendo una sensación de deseo renovado.

Max no aguantó más y se empezó a remover a nuestro alrededor. Cuando se lanzó contra mi sexo, metiendo su hocico entre mis piernas, Borja le golpeó con fuerza en la cara y tiró de él hasta alejarlo de mí. Le obligó a meterse en el dormitorio y, volviendo hacia mí sin mediar palabra, el dueño de Max me cruzó la cara de un revés derribándome al suelo de forma limpia. No me había hecho daño el golpe, pero me había dejado completamente confundida e incapaz de levantarme. Los ladridos de Max se escuchaban furiosos al otro lado de la puerta.

¿Has visto lo que has hecho con mi perro, perra...? Ahora está completamente salido por tu culpa perra...

Me arrojó encima un puñado de ropa. Mi ropa.

Vístete y lárgate de aquí, perra. No quiero volver a verte, al menos por ahora. Hueles a puta. Perra. Ya te diré lo que quiero hacer contigo.

Cuando le vi desapareciendo detrás de la puerta de su dormitorio, golpeando también a Max para que no saliera a buscarme, comprobé que su pene se le había puesto duro, y una generosa erección se le marcaba en los calzoncillos.

Me levanté cuando la puerta del dormitorio se cerró. Comencé a vestirme más porque comprendí que no me quedaba otra opción que porque realmente quisiera hacerlo. Por una parte, mi cuerpo se encontraba agotado, y solo quería dormir. Por la otra, mi cuerpo se había vuelto a excitar, supongo que realmente por Borja, por la visión de su cuerpo y el tacto de su sexo, aunque en verdad era la presencia y la increíble potencia física de Max, cuyo sabor llevaba aún en mi boca y su olor por todo mi cuerpo, lo que más ardientemente deseaba... Y sin embargo, las palabras que escuché detrás de la puerta del dormitorio del dueño de Max me dejaron helada. Palabras de invitación, invitación y obligación. Gemidos de complacencia y excitación, lamidos de deseo desatándose... Con esa imagen de mi amigo obtenido placer de su perro, mi amante, me vestí a toda prisa.

Faltaba la mitad de mi ropa. Había ido sin sujetador, como acostumbro a hacer cada noche que salgo y quiero o sé que voy a tener sexo. Pero tampoco estaban mis medias, ni mis braguitas. Borja es un fetichista, y desde la primera que nos enrollamos me pidió que le dejara guardar mis bragas. Yo siempre se las daba, aunque no me las pidiera incluso. Es algo que en realidad siempre me ha complacido y me ha hecho sentir especial para él (su colección de braguitas es bastante reducida, de hecho, porque siempre dice que solo quiere conservar aquellas con las que puede excitarse mirándolas, tocándolas, oliéndolas o lamiéndolas... y he de decir que de ninguna otra chica guarda tantas como de mí... aunque es cierto que mi sexo excitado suele oler y mojar mucho más de lo normal en cualquier mujer, y supongo que esos restos son los que hacen que mi ropita sea especial para él).

Me vestí con lo que quedaba, y me cubrí y tapé con uña larga y delicada chaqueta de lana, que era la única prenda que tenía capaz de no hacerme sentir desnuda para salir a la calle. Max ladraba. Yo lloraba imaginando a su dueño detrás de él, haciendo realidad el término dueño en toda su amplitud, dueño absoluto de todo y haciéndome a mí, perra, su última y más baja posesión, poseyendo a quien me había poseído a mí sin contemplaciones. Lloraba de indignación, pero sobre todo lloraba de envidia, dolor y celos. Celos de Max. Celos de Borja. Dolor por no estar siendo perra suficiente como para complacer a ambos en ese momento, y para siempre. Me dolía tanto estar separada de Max...

Todo el camino a mi casa sentía el frío fuerte de la madrugada intentando morder mi carne desnuda y expuesta, pero incapaz siquiera de hacer bajar unas décimas la temperatura de mi cuerpo. Más bien al contrario, creo que según caminaba calles abajo, haciendo memoria de lo que me acaba de pasar esta noche, más caliente me ponía aún. Mi cuerpo chorreaba sudor bajo la fina tela, y entre mis piernas mi sexo destrozado chorreaba mucho más, no solo de mí misma, sino también restos de hombre y perro entremezclados. Los perros con los que me cruzaba me miraban y olisqueaban. Me ladraban. Me reconocían como una de los suyos. Si al menos hubiesen estado solos, sin dueño, podría haberme puesto a cuatro patas para ellos, haberme subido la ropa, haberme ofrecido esperando un poco de consuelo.

Cuando he llegado a casa, todas las habitaciones estaban congeladas. Yo misma he empezado a sentir un sudor frío también. El frío de la soledad y del desprecio. El frío rencor de los celos hacia Borja por haber arrancado a Max, mi Max, mi lindo Max de mis brazos, donde tanto calor me daba. Desnuda, me he encerrado en el baño, abriendo a tope el grifo del agua caliente de la bañera.

Y aquí sigo todavía. Encerrada en esta habitación cargada de calor y de humedad, como mi propio cuerpo. El semen licuado no deja de escurrir desde mi sexo. Tampoco mi deseo para de escaparse por mi coño y por cada uno de mis poros abiertos. Sentada sobre la tapa del váter, con el cuerpo encogido y el teléfono en las manos. Me he sentado aquí tras estar un rato mirando la bañera llenarse, y caer en la cuenta de que no quiero meterme dentro del agua. Huelo a Max, llevo los restos de su cuerpo en el mío. He sido marcada por él y puedo reconocer en mi cuerpo su olor como un signo de posesión. Su olor en mí es su derecho de posesión sobre mí cuerpo y mi ser. Su olor en mí es lo que nos une. Es todo lo que me queda de él... Cuando cogí el móvil en mis manos para llamar a alguna amiga y contarle todo, dudando si alguna de ellas sería capaz de aguantar siquiera hasta el final de mi historia, comprendiendo demasiado pronto que no podía sacar a nadie de la cama para contarle lo que acababa de hacer y acabar suplicando atención por estar destrozada al haber perdido algo que acababa de descubrir y ya se había hecho imprescindible para mí...

Nunca más veré a Max, lo sé. Ni como nos hemos visto hoy, ni seguramente de ninguna manera. Justo cuando cogí el móvil, mi aparato vibró por un mensaje entrante. Un mensaje de su dueño. Me mandaba un vídeo. Su perro conmigo. Entraron varios vídeos más, eran cortes sin editar de lo que había estado grabando de mí y Max.

Salía todo.

Su amo no, nuestro Amo no. Solo Max y yo.

El perro, y la perra.

Luego, un texto:

Perra, esto que te mando es lo que demuestra que, además de una puta viciosa (eso ya lo sabíamos todos) eres una perra. Si no quieres que este video tuyo tan animal inunde la red, ahora serás MI perra. Lo de hoy ha estado bien, pero no quiero que se vuelva a repetir jamás, y no se repetirá. Si quieres follarte un animal te lo buscas, pero ya puedes olvidarte de mi perro. No te imaginas cómo le has dejado de salido... Sin embargo, a partir de ahora tú estarás disponible para mí, SIEMPRE, cuando y para todo lo que yo te diga. No tendrás límites para mí, MI perra. Y espero que no estés dormida (seguro que no, que estás despierta metiéndote algo en el chocho recordando tus folladas de esta noche) porque como no me contestes en cinco minutos voy a subir el vídeo ya.

Naturalmente, contesté en el acto. Estaba esperando ese mensaje desde que Borja empezó a grabarme. Bueno, no será el primer video mío que corre entre mis amigos o conocidos, o incluso acaba en internet, en alguno incluso se me reconoce bastante bien pero... lo de hoy ha sido demasiado, no estoy preparada, no así... Aunque Borja simplemente hubiera colgado el vídeo en alguna de esos portales porno... Tengo demasiados amigos, y amigas también, adictos a esas webs, iba solo a ser cuestión de tiempo que alguno de ellos me viese. Con más de uno he visto vídeos de todo tipo, incluyendo también de chicas con perros, y cosas aún más... En fin.

Acabo de contestar a Borja.

Será como tú quieras, Amo. Seré desde hoy tu sierva, tu perra, tu esclava. Te agradezco la oportunidad que me das. Siempre tuya, arrodillada ante ti, mi Amo, beso tu miembro. Con respeto, Lau.

Al fin y al cabo, lo que él me pide no me supone ningún esfuerzo, con él hubiera accedido si me lo hubiera pedido directamente también, sin necesidad de chantajearme. Es cierto que, quizás, así tiene incluso más morbo. No sé. Empiezo a estar cansada, siento el agotamiento en todo mi cuerpo. Tal como me ha dicho Borja, me he dedicado a recordar mi noche con Max. Me he pajeado el coño suavemente varias veces. Sólo unas caricias han bastado, recordando a Max, para hacerme correr y poner a mi sexo a escupir flujo a chorro igual que si estuviera meando, un líquido claro y espeso entremezclado con resto de semen animal...

Se me cierran los ojos. Debería bañarme, pero no quiero quitarme este olor de mi piel. Su olor, el olor de su cuerpo... quisiera mantener por siempre esa sensación de tenerle encima, dentro, tan y tan dentro…

Max

Quiero ser suya otra vez.

No quiero dejar de oler a él. A Max.

Quiero seguir oliendo a perra.

Siempre

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EPÍLOGO (un día más tarde)

Ayer me llamó Borja. Muy temprano, de madrugada. Cuando llegué a su casa me ordenó desnudarme. Me llevó a su habitación, me hizo tumbarme en la cama, me ató de pies y manos, me vendó los ojos y me dejó allí. A ratos le sentía por el dormitorio. La luz estaba encendida en todo momento, pero yo no veía nada nunca. No sé si me miraba, si me grababa, si me enseñaba... Diría que se hizo una paja al menos en algún momento. Las horas pasaban sin la menor señal de qué hacía él o qué podía querer de mí... Llegó un momento en que ya hasta dejó de dolerme el cuerpo de no poder moverme y estar atada. Ni siquiera las punzadas del hambre me atormentaban tanto como el haber pasado horas y horas esperando que el muy cabrón lo hiciera, que por fin trajera a su perro y me lo lanzara encima para que me volviera a follar. Solo deseaba eso, y sólo eso me mantenía en vilo y hasta esperanzada. Deseosa. Caliente. En algún momento él me ató las piernas más separadas, abriéndome bien. Me pasó un dedo por la raja, encontrándome empapada. Supe que me estaba catando. Bien, fuera lo que fuera lo que quería, habría comprobado que estaba a punto. Pero de Max ni rastro. Ni el más leve ruido, olor o cualquier otro signo de presencia. Supe que se había hecho de noche, pero podía llevar allí diez, quince o veinte horas, eso era imposible de saber. En un momento alguien vino y me folló. Yo me había quedado medio adormilada, me pilló de sorpresa. Cuando quise reaccionar le tenía encima. Era un tío, fuerte, pesado. Completamente desnudo, empalmado. Besando, sobando, chupando, mordiendo. Penetrándome sin encontrar resistencia. Me lo hizo, descansó y volvió a hacerlo. Se fue. Creo que me volví a dormir.

Cuando Borja me despertó y me liberó, comprobé que llevaba poco más de 24 horas allí. Me devolvió la ropa, otra vez sin ropa interior. Se fue. Me costó recuperarme, poder moverme con normalidad. Mi cuerpo estaba completamente entumecido. Cuando conseguí tenerme en pie, me vestí con la ropa que Borja me había dejado. Recorrí la casa buscando algún indicio o resto de Max. Parecía como si nunca hubiera vivido un perro allí. Borja tampoco estaba, claro. Encontré unos calzoncillos que reconocí como suyos, pues se los había visto más de una vez, junto a la cama, sucios de semen seco. Me fui de allí. Al llegar a casa me duché nada más entrar. Olía a sucia, a sudor y sexo mío, como si llevara varios días sin lavarme. También a babas y sudor y semen de ese tipo que me había follado. Un tío me había metido su polla dentro de mí vagina y no tenía ni idea de quién podía haber sido. Y lo peor es que todo eso que había hecho Borja conmigo me había dejado cachonda, muy cachonda. Me había pasado un día completo deseando locamente ser follada. Ser follada como una puta por Borja. Ser follada como una perra por Max. Y al final, aunque alguien me había follado finalmente como una puta perra, había sido por completo insatisfactorio.

He pasado el día pensando en sexo, deseando hacer algo, con quien fuera. Necesitaba desesperadamente que me follara alguien. Pero he sido completamente incapaz de moverme de casa, de buscar esa compañía o llamar a alguien. He pasado el día esperando una llamada, un nuevo mensaje de Borja. Y recordando cómo su perro me montó.

Y así continúo ahora todavía.

Caliente, cachonda, mojada, desesperada.

Sé que Borja nunca me dejará volver a juntarme con Max. Pero no puedo dejar de pensar que, quizás, si me porto bien y obedezco, si hago todo lo que Borja me pida, quizás así, algún día, Él quiera volver a dejarme...