Deseo animal

Cuando el deseo te recorre sólo puedes hacer una cosa.

Ivan y Brianna se conocieron cuando ella viajó a Rusia de vacaciones, Ivan la había invitado a sus casa después de conversar toda la tarde pues desde que la vio quedó maravillado con sus redondas caderas y sus firmes pechos y no podía evitar mirarla con deseo, pero una tormenta de nieve se había avecinado y dejó los caminos cerrados entonces los dos se quedaron unas semanas en la casa de Ivan. Solos.


Murmuró indignado cuando la bola de nieve lo alcanzó. Con un gruñido tiró el montón de leña que había recogido y alargó la mano para hacer su propia bola de nieve. Brianna rió y comenzó a correr, resbalando en la nieve suelta. Con sólo dos pasos, Ivan la atrapó. Sintió como si la hubiese golpeado un tren de carga mientras caía al suelo. Alzó la mirada a sus profundos ojos de color del bosque.

— ¿Por qué has hecho eso? ¡Creí que estábamos teniendo una pelea de bolas de nieve, no jugando a fútbol americano!

Él ladeó la cabeza a un lado, un cautivador rasgo que había notado que hacía cuando estaba juguetón o curioso.

— Pero corriste.

— Claro que corrí, tonto. ¡No voy a quedarme quieta simplemente y esperar para que me golpee tu bola de nieve!

— Pensé que corrías por que querías que te persiguiera. ¿No quieres jugar a que te persiga?

— Bueno, yo... no creo que haya pensado en eso.

Entonces, descendió súbitamente y la besó.

Era el primer toque íntimo entre ellos desde la noche en que se habían conocido. El beso aumentó en calor y pasión. Sus respiraciones se estremecieron en el interior de la boca del otro, mientras sus lenguas se batían en un baile tan viejo como el tiempo. La nieve y el frío quedaron olvidados cuando los brazos de Brianna se enredaron a su alrededor para atraerlo más cerca. Las caderas de Ivan se pegaron contra las suyas. Él gruñó dentro de su boca, un sonido animal de necesidad. Apartándose de ella, miró profundamente dentro de los ojos de Brianna. Pasaron algunos minutos mientras jadeaban sobre la cara del otro.

— Te deseo. Ahora. —Su voz fue un sonido gutural.

— Yo...yo también te deseo —Admitió ella.

— Entonces, te tomaré y te haré mía.

Sus ojos resplandecieron con las palabras, se puso rápidamente en pie con ella asegurada en sus brazos. Él era muy, muy fuerte. Ella no era ningún peso pluma, pero la llevaba como si lo fuera. Su corazón se aceleró con excitación. Veloz y seguro la llevó hasta la puerta de su casa de madera, abriendo la puerta con el pie, sin parar hasta que llegaron a la cama. Con tierno cuidado la dejó sobre sus pies delante de ésta.

— Deberíamos quitarnos estas ropas mojadas. —Susurró él, luchando por controlar su urgencia de rugir su triunfo a la noche. Pronto sería suya. Únicamente suya.

Estando de acuerdo incondicionalmente, se apresuró a quitarse su abrigo, sus guantes y botas. Sus manos temblaban de ansias, y se sentía tan mareada como una virgen. Oyó un sonido de rasgadura y alzó la cabeza para ver a Ivan rasgando sus ropas con el mismo abandono ansioso. Sus dedos se movieron para desabotonar su camisa de franela, pero de pronto las manos de él la detuvieron. Elevó los ojos para encontrarse con los suyos, que brillaban con tal fulgor que era casi alarmante.

— Deja que lo haga yo —dijo.

— Sí —suspiró ella.

Con dolorosa lentitud la desnudó. Con manos tan tiernas y gentiles que apenas podía sentir su toque, respetuosamente acarició cada nuevo trozo de piel mientras la iba dejando al descubierto. Podía ver el hambriento deseo en los ojos de él y supo que estaba ejerciendo un gran control contra sus pasiones para seguir siendo tierno con ella. Cuando descubrió sus pechos, se arrodilló ante ella y lentamente, muy lento, movió su boca para presionar un beso contra su pezón. La atrajo hacia él y enterró su cara contra la suavidad de sus pechos e inhaló profundamente. Acunó y apretó sus pechos en la mano y se movió para sorber ruidosamente un protuberante pezón en su boca. Su lengua y sus dientes lo acariciaron antes de que abriese más la boca y tomase dentro tanto de ella como pudo. Se alimentó de ella con un hambre oscura e interminable. Liberándola con un audible pop, en el último alejamiento, sus dientes rasparon sobre su pezón y él soltó un irregular gemido de sus abiertos labios.

— Tienes un sabor a miel, tienes los pechos más deliciosos que he probado —dijo.

Entonces se desplazó hasta el otro pezón y le dispensó la misma atención. Ivan alzó la mirada desde el pecho que estaba succionando para ver la cabeza de Brianna echada hacia detrás, su respiración estremecida en sus abiertos labios.

— Sigue así…no pares… mmm… —gimió exitada.

Ella sabía dulce y suculenta. Con manos inestables le desabrochó los pantalones, bajándolos con infinito cuidado por sus caderas y muslos. Las manos de ella descansaron en sus hombros para sujetarse mientras salía de su ropa. Permanecía ahora desnuda ante él, como la había imaginado tantas veces las pasadas noches. Él se inclinó hacia delante y presionó un suave beso contra su estómago, incapaz de resistir el deseo de mordisquear su carne con sus dedos. Ella contuvo la respiración, y él pudo oír su corazón martilleando en su pecho. Aspirando su fragancia profundamente, elevó una de sus piernas sobre sus hombros, con cuidado para mantenerla equilibrada cuando vaciló. Las manos de Brianna se dispersaron por su pelo y sus ojos descendieron para encontrar los de él. Sabía lo que él quería hacer, pero ningún hombre se había ofrecido a hacer por ella una cosa así. Los ojos de él estaban tan verdes cuando se hundieron en los suyos que la hicieron temblar en sus brazos.

— Quiero saborearte. —dijo con su oscura y sexy voz.

Jugueteó sobre ella como el roce del terciopelo negro. Interpretando sus gemidos y suspiros como un sí, él la abrió con sus dedos y la lamió. Su lengua deambuló desde su abertura hasta su clítoris donde se demoró para presionarlo y darle golpecitos. La lamió repetidas veces, haciendo una pausa únicamente para succionar sus labios y su clítoris. Se demoró en su clítoris con calientes besos y lametones, sus labios, sus dientes, y su lengua la estaban volviendo loca. Ella gimió y se contorsionó, pero las manos de él eran firmes y la mantuvieron contra su hambrienta boca. Húmedos sonidos llenaron la habitación, avivando el deseo de ambos, apresurándolos a él. Ivan gimió contra ella, y las vibraciones jugaron a lo largo de ella como un terremoto. Sus paredes vaginales se apretaron, y él pareció sentirlas. Lanzó pecaminosamente su larga lengua profundamente en su húmeda abertura y la empujó en ella como si fuese su pene. Dentro y fuera su lengua la penetró, y sus dedos se unieron al juego sobre su hinchado y palpitante clítoris. Ella gimió mientras la sangre se apresuraba por su vagina, hinchándola aún más y llevándola muy cerca del orgasmo.

— OH, Dios —jadeó.

Rompió sobre ella con la fuerza de una explosión. Ella se sonrojó, su cuerpo ardiendo a punto de ebullición. Se le doblaron las rodillas, y habría caído si no fuera por su enorme fuerza que la sujetaba. Alzó la voz en un alto con un entusiasta gemido. Los temblores la sacudieron por lo que le pareció una eternidad, oscureciéndosele la visión con su fuerza.

Ivan sintió los temblores de su orgasmo encerrando su lengua como un apretado puño.

Cuando su orgasmo disminuyó en pequeños y profundos temblores, bajó su pierna y se levantó. Permaneció quieto por un largo momento, sin decir nada, sólo mirándola a los ojos sin parpadear. Aquello la desestabilizó antes de ver sus hombros temblar con el esfuerzo de abstenerse de saltar sobre ella. Una fuerte emoción de anticipación silbó a través de ella.

Sus ojos ardieron en los de ella, y sus manos la tiraron con fuerza contra su duro cuerpo.

— Saboréate en mi lengua. —gruñó y la besó. Fue un beso ardiente, de posesión y obsesión.

Sin saber cómo llegó allí, se encontró repentinamente bajo él en la cama mientras la besaba. Su boca y sus manos estaban en todas partes, era como hacer el amor con un huracán. Las manos de ella le recorrieron libre y desesperadamente, jugueteando sobre sus tensos músculos, demorándose cuando gruñía o suspiraba por una caricia en particular. Él empujó para abrir sus piernas, manteniendo sus tobillos en sus grandes manos. Brianna vio su miembro, listo y esperando por ella. Por un instante sintió una fuerte sensación de excitación y sorpresa al ver su longitud y anchura. Sería un encaje forzado. Observó como situaba la gran y redonda cabeza contra su carne mojada y jadeó cuando comenzó a hundirse en ella. La estiró y la hizo arder, su carne tan caliente, como si estuviese resbalando un hierro de marcar dentro de ella. La llenó más completamente de lo que nunca lo habían hecho. Cuando estuvo a medias enfundado en ella paró, y ella gimió.

Él tenía la mandíbula apretada, sus ojos eran más intensos que nunca antes.

— Ahora eres mía —juró.

— No te detengas —imploró ella, sin vergüenza.

— Dilo —exigió él— Di que eres mía.

Él lo deseaba tan fervientemente que supo que tomaría sus palabras como una promesa. Pensando en los pasados días con él, supo que estaba comenzando a quererlo de verdad. ¿Pero podía prometerse a él?

— Dilo —gruñó otra vez, retirándose de ella lentamente, haciéndola sentir privada y vacía.

— Soy...soy tuya —su voz tembló.

— Dilo otra vez.

— Soy tuya. ¡Soy tuya! —prometió, sintiendo como si su alma se enhebrara de alguna forma a la suya.

— Mía —suspiró él, obsequiándola con un dulce beso antes de empujar por completo dentro de ella.

Ambos gimieron ante la exquisita sensación. Incapaces de esperar más, comenzaron a mecerse el uno contra el otro. Brianna colocó sus piernas alrededor de sus caderas, enganchando sus tobillos al final de su espalda. Él empujó dentro y fuera de ella, de alguna forma alcanzando más profundo y más profundo en su interior con cada golpe.

Pronto ambos estuvieron sudorosos por sus esfuerzos, el embriagador perfume a sexo y lujuria flotaba en el aire. Atraparon los gritos del otro con sus bocas, gimiendo y jadeando, temblando y retorciéndose en la cama Brianna se quedó sin aliento por el dolor, pero su pasión subió hasta un tono inalcanzable.

— Ahh…ahh…soy… solo tuya… —murmuró mientras sentía que un espasmo de electricidad la recorría.

Llegaron juntos, el cuerpo de Brianna corcoveando bajo él, gritando en su salvaje éxtasis. El cuerpo de Ivan salió del tenso interior del de ella mientras echaba hacia atrás su cabeza en un tronador gemido. El cuerpo de ella le exprimió su polla, su vagina apretando su pene como si de una boca ávida se tratara.

Ivan se derrumbó sobre ella, su peso aplastándola en la cama. Le dio la bienvenida, aferrándole a ella mientras su corazón desaceleraba.

Esperen la continuación