Deseo a tu madre.

Cada primo desea a la madre del otro. Unas buenas vacaciones les darán la oportunidad de darles a sus tías lo que sus maridos ya no les dan.

Deseo a tu madre.

Quería contaros lo que me ocurrió hace dos veranos en unas vacaciones inolvidables que pasamos en un pueblo de la costa. Desde el invierno, mis padres y mis tíos habían estado preparando aquellas vacaciones en la que pasaríamos las dos familias juntas.

De este modo, allí estaríamos mi padre Enrique, mi madre Marta, mi tío Manuel, mi tía María, mi primo Eduardo y yo, me llamo Jesús. Mi hermana Beatriz no iría pues estaría con su novio de viaje por el extranjero. Mi madre y mi tía son hermanas, María es dos años mayor que mi madre, así que tenían cincuenta y cinco y cincuenta y tres años. Mi padre y mi tío tienen una diferencia de edad con ellas entre uno y tres años. Mi primo es dos años mayor que yo y yo tengo veinte.

En cuanto al lugar escogido para pasar el verano, era una casa de cuatro habitaciones, no demasiado grande, pero en primera línea de playa y, lo mejor de todo, con piscina. Durante pocos meses antes de julio, mes que pasaríamos por completo allí, nuestras madres fueron preparando todo para las vacaciones.

A quince días del viaje, mi padre y mi tío dijeron que no podrían estar con nosotros de vacaciones. Ellos dirigían la empresa familiar y aquel mes tendrían que estar de viaje de negocios por Japón para promocionar los productos que fabricaban. Mi madre y mi tía se enfadaron cuando lo escucharon, pero si algo les gustaba a nuestros padres de ellas, era lo sumisas que se comportaban.

Mi primo y yo, que teníamos mucha amistad y nos habíamos criado como hermanos, sabíamos que en realidad ellos se irían con sus amantes. Mi padre estaba con su nueva secretaria, una chica de veinti pocos años que apenas llevaba un año en la empresa. Mi tío estaba con una mujer de no sé qué departamento, con la que llevaba varios años.

¿Por qué nunca dijimos nada de lo que sabíamos? Muy sencillo. Mi primo estaba estudiando informática y se le daba muy bien, así que un día los dos aprovechamos una reunión familiar para hakear los teléfonos de nuestros padres y robarles información susceptible de ser utilizada a nuestro favor. Algunos WhatsApp y vídeos que nos cubrirían las espalda ante cualquier problema.

Y todo lo hicimos al escuchar de forma fortuita una conversación entre nuestras madres, donde se mostraban temerosas de perder a sus maridos por alguna joven, con lo que pasaban mucho tiempo en el gimnasio y alguna operación de estética se hicieron, con lo que eran dos mujeres muy bonitas. Recuerdo la conversación con mi primo después de escucharlas.

-    ¡Hay qué ver Enrique! – me dijo con cierta pena – Con lo buena que es tu madre y como la trata tu padre…

-    Sí Edu. – le dije – La tuya es buena y está buena… - se me escapó y mi primo me miró con una sonrisa maliciosa.

-    ¡¿Te gusta mi madre?! – era más una acusación que una pregunta. Me miró a la cara, puso una mano sobre mi hombro y me habló - ¡Vamos a hacer lo que sea para que tengas a mí madre! - ¡Pero me tendrás que ayudar para que yo tenga a la tuya!

Y así fue como empezamos a buscar la forma de robar algo que pudiera neutralizar a nuestros padres si sospechaban o descubrían nuestros deseos por nuestras madres. El día que nos enteramos que pasaríamos todo el mes de julio los cuatro solos, pasamos mucho tiempo imaginando lo que le haríamos a nuestras madre.

Nuestras madres se enfadaron cuando ellos les dijeron que tendrían que pasar el mes fuera de nuestro país, pero ya comenté que las dos hermanas habían sido criadas de forma sumisa y en sus matrimonios, no iba a ser de otra forma.

Lunes 01 de julio de 2019.

Demasiado pronto ha empezado mi madre a llamarme. Apenas ha amanecido y estamos colocando las maletas en el coche. Después fuimos por mi primo y mi tía a su casa. Sobre las ocho y media empezamos un viaje de tres horas. En uno de los descansos que hicimos durante el viaje, en un lugar por el que pasa un riachuelo, mi primo y yo comentamos los cuerpos que tienen nuestras madres.

-    ¡Qué buen culo tiene tu madre! – me dice mi primo, lo miro y la verdad es que mi madre está muy sensual con aquellos pantalones cortos, bien ajustados para marcar sus curvas.

-    ¡Pues la tuya tampoco está nada mal – María lleva una falda pantalón y su culo respingón hace que la falda tome mucho vuelo y si no fuera además pantalón, la más mínima inclinación de su cuerpo nos mostraría su redondo culo.

-    Pero el de tu madre es natural… - rio mirándome – Mi madre se ha operado…

-    ¿El culo? – le pregunté extrañado - ¡No creo! Llevó muchos años pendiente del cuerpo de tu madre y lo único que se ha tocado son las tetas.

-    ¡Otra cosa en la que gana tu madre! – estaba orgulloso de que, por lo que sabíamos, mi madre tuviera esas generosas y firmes tetas - ¡Cómo me gustaría meter mi cara entre ellas!

A la orilla del riachuelo, Marta y María también hablaban.

-    ¡Estoy harta de mi marido! – dijo María desahogándose por la ausencia de sus maridos – Él ha pagado estás tetas y, antes de volver a la ciudad, otro hombre las tiene que estrenar…

-    ¡Tranquila! – dijo Marta – No creo que seas capaz de engañar a tu marido con el primero que se te ponga por delante…

-    ¡Qué no! – María respondió desafiante – Nuestro trabajo nos cuesta tener estos cuerpos a nuestra edad para que esos dos cabrones estén contentos… Si mi marido no lo quiere, ya habrá otro que lo aproveche… - las dos rieron - ¡Y cuanto más jóvenes, mejor!

-    ¡Sí María! ¡Este verano estaremos a dieta de yogurín!

Cuando nuestras madres nos llamaron, acudimos para continuar el viaje. Tras otro buen rato de carretera, llegamos hasta la casa que habíamos alquilado.

-    ¡Hola, buenos días! – nos esperaba un tal Jorge para entregarnos la llave.

En una hora, más o menos, nos habíamos instalado en nuestras habitaciones. De las cuatro habitaciones, tres tenían cama de matrimonio y la otra dos camas pequeñas. Ellas cogieron una habitación grande y nosotros cogimos la de dos camas. Eran las dos y media de la tarde y nos pusimos ropas cómodas para ir a comer. A la vuelta, todos estuvimos de acuerdo en quedarnos en la piscina por el cansancio del viaje.

-    Enrique, ponte un bañador de estos pequeños para insinuar a nuestras madres lo que tenemos. – mi primo me ofreció un bañador de natación.

-    Eso no lo puedo usar, mira lo que tengo. – le mostré mi pene que es bastante grande.

-    ¡Mejor, no las podremos esconder a su vista! – me mostró la suya que era casi igual de larga, pero con un glande extremadamente exagerado de gordo.

Y así bajamos. Buscamos en el pequeño almacén que había en el jardín y sacamos cuatro tumbonas. Después llegaron nuestras madres.

-    Marta, allí podemos tomar un poco el sol… - las dos vestían unas batas de finas telas que se abrochaban por delante - ¡Hijo! ¿Te importa poner dos tumbonas allí?

Entre los dos cumplimos los deseos de mi tía y nos sentamos a admirarlas mientras tomaban el sol. Cuando se quitaron las batas, nos quedamos de piedra. Sí nos excitábamos sólo con pensar en ellas, ver sus majestuosos cuerpos con aquellos diminutos bikinis hicieron que nuestro penes reaccionarán. Ellas se embadurnaron con crema para no quemarse la piel y nosotros disfrutamos de mirar cómo sus cuerpos se agitaba y se movían sus tetas con cada movimiento que hacían. Mi tía se levantó e inclinó su cuerpo sin doblar las piernas para extender la toalla sobre la tumbona, dejando su hermoso culo en pompa. Aquel culo no estaba operado, era prieto y redondo… Mi polla empezaba a crecer un poco. Tras ella, mi madre hacía lo propio y yo podía ver cómo mi primo babeaba por su culo y sus tetas.

-    ¿Queréis una copa? – les preguntó mi primo.

-    ¡Yo quiero ginebra con tónica! – dijo mi tía.

-    ¡Yo ron con cola, por favor! – pidió mi madre.

-    ¡Vale! – y dándome con la mano en la pierna - ¡Venga, vamos!

Tras preparar las bebidas en la cocina, mi primo llevaba la de mi madre y yo la de mi tía.

-    Ya sabes… - me dijo – llévalo a la altura de tu polla, para que tenga que verla, quiera o no.

-    ¿Y si nos dicen algo por marcar tanto?

-    ¡Joder tío! En cuanto esté cerca de tu madre, está va a querer reventar el bañador para salir. – se agarró la polla con una mano.

Cada uno caminamos con las copas hasta llegar a nuestras madres. Edu se acercó a mí madre y le ofreció la copa. Yo hice igual con la suya. Tenían que haber visto el bulto que formaban nuestros genitales en aquellos bañadores, pero ellas no parecieron reaccionar. Sin preguntar, Edu se sentó en la tumbona de mi madre, a sus pies. La miró descaradamente. Yo también me senté a los pies de mi tía esperando lo que Edu hacía.

-    Mamá. – empezó a hablar mi primo - ¿Por qué no te quitas la parte de arriba? Te va a quedar un triángulo muy feo.

-    No. – dijo mi tía – Ya llevamos un cuarto de hora tomando el sol y es el primer día. Hay que tener mucho cuidado. – se levantó - ¡Vamos Marta!

Las dos se levantaron sin decir nada más, se pusieron sus batas y se marcharon hacia la casa con sus copas en la mano.

-    ¡Joder, qué buenas están nuestras madres! – dijo Edu y se frotó un poco su polla.

La dos hermanas entraron en la casa y se dirigieron a las habitaciones.

-    ¡Ven Marta! – María la agarró por el brazo para que entrara en su habitación.

-    ¿Qué pasa? – Marta se preocupó por la violencia con que la había hecho entrar en su habitación.

-    ¡Perdona por lo que te voy a decir! – María la sentó en la cama y se puso a su lado – No puedo controlar lo que me está pasando…

-    ¡Pero qué te ocurre! – Marta se preocupaba más por momento.

-    No sé por qué pero me siento excitada al ver a tu hijo… - se tapó la cara con las manos – desde esta mañana que lo he visto, y ahora con ese bañador marcando su polla…

-    ¡Ja, ja, ja! – Marta reía al escuchar a su hermana – Sé que mi hijo tiene una polla muy apetecible. Es más, creo que se han puesto esos bañadores para que veamos lo que tiene. Enrique no usa nunca bañadores de esos y a Edu no se lo he visto nunca en todos estos años… ¡Y tu hijo también porta un buen tamaño!

-    ¡¿Tú también te has excitado?!

-    Hermana, hace unos meses vi como mi hijo se hacía una paja sin que me viera… ¡Fue el mejor orgasmo que nunca me he provocado!

-    ¿Te masturbarse mirando a tu hijo?

-    ¡Sí!

-    ¡Eres una pervertida!

-    Sí, pero tú también te has puesto caliente con él…

-    ¡Está decidido! – María se puso en pie – Tenemos que salir y buscar unos machos que nos den lo que nuestros maridos no nos dan.

-    Hace mucho que mi marido no me hace sentir un orgasmo. – dijo Marta – Este verano sin ellos será para que disfrutemos.

-    ¡Sí hermana! – las dos se abrazaron.

Estaba con mi primo en el agua cuando nuestras madres salieron de la casa. Se habían puesto unos bañadores que les cubrían todo el cuerpo y eso no fue lo peor. Nuestras calenturientas mentes se excitaban con las hermosas figuras de sus cuerpos que tan bien marcaban aquellas ajustadas prendas. Las dos se tiraron al agua y nadaron hasta el otro lado de la piscina, agarrándose al filo para charlar. Edu salió sin decir nada y, tras secarse un poco, entró en la casa. Al poco salió con dos copas para ellas. Se acercó hasta donde estaban.

-    Os he preparado lo mismo de antes… - dijo ofreciéndoles los vasos.

-    ¡Gracias hijo¡ - le contestaron las dos.

Edu se sentó junto a ellas, con una pierna en el agua y la otra doblada y apoyada en el filo.

-    ¡Enrique, aquí está la tuya! – me gritó ofreciéndome una copa.

-    Sujeta. – le dijo mi madre a Edu y, apoyándose en el filo, salió del agua y quedó sentada delante de la pierna de mi primo, muy cerca.

Nadé hasta ellos. Mi madre sonreía y, desde la distancia, parecía que estaba sentada con su culo pegado a la polla de mi primo. Llegué hasta ellos y me senté entre mi tía, que aún estaba en el agua, y mi madre. Tomé mi copa y di un trago. Mi tía se movió hasta estar delante de mí, puso una mano en mi muslo y me ofreció su copa.

-    Sujétamela sobrino… - cogí su copa y ella se sumergió agarrada a mis piernas.

No sé el motivo, pero mi tía empezó a jugar a sumergirse y salir del agua por un rato, se sujetaba en mis piernas y podía sentir cómo sus manos me tocaban desde los pies hasta los muslos. Paró para pedirme la copa.

-    Sobrino, dámela… - le acerqué y ella dio un trago.

Junto a nosotros, mi madre y mi primo empezaron a reír. Mi tía los miró y comprobó que la miraban. Quedó extrañada.

-    ¡Te han quedado preciosas! – le dije al ver que sus pechos habían escapado del bañador.

-    ¡Oh, vaya! – dijo sin inmutarse mucho. Miró por alrededor - ¿Aquí no nos ven?

-    Parece que no, esto está bastante aislado. – contestó mi primo – sólo nosotros hemos visto tus tetas.

-    ¡Mejor! – me devolvió la copa y con un rápido movimiento, se quitó el bañador – Sujétame el bañador y dame la copa…

-    ¡Pero qué haces! – dijo mi madre.

-    Hacía tiempo que no me bañaba desnuda y aquí estamos en unoconfianza… - me dio la copa y empujando con sus pies en la pared, se alejó nadando de espaldas y mirándome - ¡Vamos hermana! ¡Se está en la gloria!

No podía apartar mis ojos del cuerpo de mí tía. La había visto prácticamente desnuda antes con aquel diminuto bikini, pero ver sus redondas tetas emergiendo del agua y su cuidado pubis con aquel diminuto triangulito de pelos… Mi polla creció y quería escapar de su prisión.

-    ¡Venga tita! – escuché hablar a Edu - ¡Sólo estamos nosotros!

-    Vale, pero ustedes también lo tenéis que hacer…

Edu no dijo nada. Se puso en pie y se quitó el bañador. Su polla quedó colgando a escasa distancia de mi madre que la miró descaradamente. Ella se levantó mirando a Edu y en un momento se quedó totalmente desnuda frente a su sobrino. Edu la contempló, de arriba abajo. Mi madre se giró y se tiró al agua. Se alejó nadando de espaldas y ofreciéndonos la maravillosa visión de su cuerpo. Mi primo se tiró al agua y emergió junto a ella.

-    ¡Vamos Enrique, ahora tú! – dijo mi tía que se acercaba a mí nadando despacio.

Miré a mi madre que reía mientras mi primo le echaba agua. Sentí las manos de mi tía en mis muslos y la miré para encontrar unos ojos llenos de excitación que me pedían que me desnudara.

-    ¡Venga Enrique! – sentí el contacto de sus tetas en mis piernas y mi polla se puso totalmente dura – No te preocupes si la tienes erecta, eso es un halago para dos mujeres de nuestra edad… Si te digo la verdad, mis pezones no están duros por el agua, si no por la posibilidad de ver a mi sobrino empalmado… - saco sus tetas del agua y me mostró sus pezones - ¡Venga, vamos! – se alejó un poco de mí.

Miré a los otros. Mi madre movía la mano para que me lanzará al agua. Mi primo vino nadando y salió del agua.

-    ¡Mira primo! – agarró su polla medio erecta y la agitó mirando a mí madre hasta qué estuvo empalmado - ¡Ya estamos igual!

-    ¡Edu, eres un guarro! – dijo mi tía entre risas.

Me levanté y con mucha vergüenza me quité el bañador, y sin dar tiempo a que me viesen, me tiré al agua.

-    ¡Sí, por fin! – gritaba mi primo con los brazos en alto y mostrando su generosa erección.

Saltó y se hundió en el agua salpicando a todos. Nadé hasta mi madre y me paré junto a ella. Podía ver a través de la cristalina agua sus pezones erectos y oscuros de aureolas pequeñas. Edu y su madre llegaron hasta nosotros. Miré las tetas de mi tía, eran más claras, pero sus pezones eran más largos. Con aquella visión, mi polla no bajaba en dureza y necesitaba hacerme una paja.

-    Deja que me apoye en ti. – me pidió mi tía ya que ninguna de las dos hacían pie.

Mi madre se agarró a Edu y mi tía pasó sus brazos por mi cuello, podía sentir sus tetas en mi espalda, clavándome esos endurecidos pezones.

Edu agarró a mí madre y la puso boca arriba mientras la sujetaba por debajo con sus manos. Tenía unas tetas bastante firmes y sus oscuros pezones atraía mi vista. Su pubis también emergía del agua y sus pelos mojados marcaban el inicio de sus labios vaginales. No podía dejar de mirarla.

-    ¡Yo también quiero lo mismo! – dijo mi tía.

Me rodeó sin soltar mi cuello hasta ponerse frente a mí. Mi polla chocó con su cuerpo hasta quedar en su vientre.

-    ¡No sé si quedarme así! – sus ojos miraban directamente a los míos y sentí el deseo de besarla.

Edu giraba suavemente con mi madre en sus brazos. Ella sonreía y disfrutaba con aquello.

-    No te vayas a dormir. – le dijo Edu a mí madre.

-    ¡Es que estoy muy a gusto! – mi madre estiró los brazos como para desperezarse. Edu le hizo una pedorreta en la barriga.

-    ¡No se duerme! – Edu siguió torturando su barriga mientras ella intentaba zafarse sin conseguirlo.

Sentí el cuerpo de mi tía moverse suavemente y frotarse contra mi polla. Estaba a punto de correrme. La giré y la puse boca arriba, poniendo una mano en su espalda y otra en su culo. Aquel culo era prieto, no estaba operado. Me acerqué con ella hasta donde estaban los otros, y pusimos una junto a la otra.

-    ¡Qué bien nos cuidan nuestros hijos! – dijo mi madre.

-    ¡Sí, esto es la gloria! – mi tía agarró la mano de mi madre - ¡Qué bonito es el amor en familia! ¡Creo que no vamos a salir!

-    ¿Estás segura? – dijo mi madre sonriéndole.

-    ¡Aquí lo tenemos todo! ¿No crees? – mi tía se movió para que la soltara - ¡Salid y acercarnos las toallas!

Mi madre se zafó de su sobrino y las dos quedaron esperando mientras nosotros andábamos para salir del agua y coger las toallas.

Las dos madres permanecían en el agua, desnudas y excitadas por lo que habían hecho con sus sobrinos. Marta se abrazó a su hermana.

-    ¡Estoy ardiendo! – su cuerpo temblaba por los pecaminosos pensamientos que tenía con Eduardo – Por un momento deseé que me empalara con su enorme polla…

-    ¡Yo estoy igual! – María sentía vibrar su coño – He estado a punto de hacerle una manada antes de que se tirará al agua.

Las dos se abrazaron con fuerza, mostrándose el consentimiento en tener sexo con el hijo de la otra. Miraron hacia sus hijos que las esperaban con las toallas en la mano y sus pollas bien duras. Salieron y cada joven secó a su tía, tocando sus cuerpo por zonas que no son para que las toque un sobrino.

Después María cogió su toalla y secó a su sobrino, deteniéndose en secar bien sus genitales. Marta hizo lo mismo pero tuvo que resistir la excitación que le produjo el beso que Edu le dio en el cuello, apartándolo de ella. Las dos mujeres desaparecieron al entrar en la casa, mientras sus hijo miraban cómo sus culos se agitaban con cada paso que daban, con las pollas erectas y deseando ofrecerles el blanco líquido que guardaban para ellas.

Mi primo y yo nos miramos sin creer lo que había pasado. Nuestras madres se habían desnudado y nos pidieron que nos desnudáramos nosotros.

-    ¡Esta noche caen! – dijo Edu moviendo sus brazos como si follara.

Marta entró en su habitación y echó el cierre. Tiró la toalla y se subió a la cama a cuatro patas. En su mente se dibujó la enorme polla de su sobrino. Pegó su pecho al colchón y sus dedos frotaban su endurecido clítoris. En su cabeza imaginaba a Eduardo agarrado a sus caderas y metiendo ese grueso glande hasta el fondo de su vagina. No tardó en conseguir un orgasmo. Quedó rendida en la cama.

María cerró la puerta y corrió hasta una de sus maletas. Sacó un consolador, una polla de goma y empezó a mamarla mientras se echaba en la cama bocarriba y con las piernas bien abiertas. Mientras una mano empujaba la polla en su boca, imaginando que Enrique la follaba, la otra mano jugaba con so clítoris, imaginando a su hijo con la cabeza entre sus piernas y comiéndole todo el coño. En menos de un minuto se corría mojando sus dedos con los flujos que brotaban de su vagina.

Después de un rato, María fue a la habitación de su hermana para ir al salón.

Estábamos mi primo y yo sentados en los sillones del salón, cuando escuchamos el saludo de nuestras madres al entrar. Ya eran las nueve y media de la tarde y la luz que entraba por las ventanas las hacía más preciosa de lo que nunca me habían parecido. Tenían el pelo aún mojado y las dos iban con unas camisetas que les tapaban sólo un poco por debajo de sus sexos. Las dos, de forma natural, se ordenaron un poco los pelos con las manos, levantando sus brazos. Los dos, mi primo y yo, nos agitamos las pollas al ver cómo asomaban por el filo inferior de las camisetas, sus maduros coños. Sus generosas tetas se agitaban bajo la tela a cada paso que daban. Mi madre, de tetas más abundantes, llevaba una camiseta de tirantes que dejaba ver parte de aquella firme carne. Nuestras erecciones eran evidentes bajo la tela de los calzoncillos que era la única prenda que vestíamos.

-    ¡Mira nuestros pobres niños! – dijo mi tía al ver nuestras erecciones que mostrábamos sin ningún pudor - ¡¿Los ayudamos?!

-    ¡Claro! – dijo mi madre – Ya me he desahogado en mi habitación, pero ellos parece que no lo han hecho… - cogió a mi tía por la cintura y levantó un poco su camiseta para mostrarnos su coño.

-    ¡Venga niños! – mi tía apartó un poco un tirante de la camiseta de mi madre y una tetas quedo a la vista.

En un segundo nos quedamos desnudos, sentados en el sofá, nuestras manos agitaban las endurecidas pollas mientras nuestros ojos no dejaban de mirarlas. El erecto y oscuro pezón de mi madre me volvía loco. Los cuidados pelos del coño de mi tía iban a conseguir que me corriera.

Edu se levantó y agitando su polla caminó hasta estar al lado de mi madre. Miró el pezón y se inclinó para lamerlo. María le dio una bofetada en la frente con un secó “¡No se toca!” Edu siguió mirando y masturbándose. Me levanté y me dirigí hacia mí tía. Me arrodillé delante de ella y miré de cerca su precioso coño. Ella puso un pie en mi hombro y me ofreció una perfecta visión de su raja. Acerqué mi nariz para recibir el intenso olor que emanaba de su mojada vagina. Sus dedos separaron sus labios vaginales y podías ver la rosada piel de su interior. Miré a mi madre que estaba junto a su hermana. Se giró frente a Edu y puso sus manos en los cachetes de su culo. Se inclinó un poco y los separó para que su sobrino pudiera ver su intimidad.

-    ¡Sí, sí! – fue lo único que dijo Edu al ver el redondo culo abierto para mostrarle el coño y el ano de mi madre. Chorros de semen brotaron de la polla y cayeron sobre su culo, deslizándose por su raja hasta mojar su redondo ano y parte de los labios vaginales de mi madre.

-    ¡Tu hijo me ha llenado con su leche! – dijo mi madre con un ronroneo sensual.

-    ¡Venga Enrique! – me dijo mi tía – Yo también quiero sentir tu leche en mi cuerpo…

Se agachó con las piernas abiertas, de forma que dejó su coño cerca de mí polla. Puso un brazo en mi hombro y sus tetas quedaron a la altura de mi boca. Miré donde sus pezones presionaban la tela y mi boca se aferró a uno mientras mi polla empezaba a lazar chorros de semen.

-    ¡Cabrón, me has cogido por sorpresa! – decía entre gemidos mientras mi boca no dejaba de jugar con su pezón y mi semen brotaba - ¡Sí, no pares de lanzar leche en mi coño! – sus piernas temblaban de placer y sentí por un momento el calor de su vagina en mi glande.

Miré hacia mí madre cuando mi tía se levantó. Edu sujetaba una de sus piernas en alto, mientras ella se agarraba a su cuello con el cuerpo medio girado y apoyada en la otra pierna. La polla de mi primo aún estaba erecta y la frotaba por toda la raja del coño de mi madre que no podía dejar de gemir.

Mi tía también los miraba y se sentía cada vez más caliente. Me tumbé en el suelo, agitando mi polla que empezaba de nuevo a tomar dureza. La miré y mi tía no lo dudó. Se sentó sobre mí y puso mi polla entre sus labios vaginales. Movía sus caderas y mi polla se frotaba contra su clítoris, presionándolo para arrancar un orgasmo. Las dos hermanas gemían, las dos madres empezaron a tener un tremendo orgasmo. Ninguna polla entró en la vagina de aquellas lujuriosas maduras abandonadas por sus maridos y consoladas por las jóvenes pollas de sus sobrinos. El semen de los niños se mezcló con la ingente cantidad de flujos que brotaban de tan lujuriosas y excitadas vaginas. Mi tía y yo quedamos tumbados en el suelo, ella sobre mí, con la respiración agitada por el placer, sintiendo como mi polla menguaba bajo el calor del maduro coño de mi tía que daba espasmos de placer. Miré a mi madre que descansaba en el sillón con mi primo abrazado a ella y acariciando su cuerpo dulcemente. Aquel era el primer día de vacaciones y ya habíamos atravesado la barrera del deseo para adentrarnos juntos en las masturbaciones en familia. ¿Qué nos esperaba en los próximos días?

María se levantó, me agarró de la mano y me puso en pie.

-    Marta, dale un buen lavado a mi niño y después pedimos que nos traigan comida. – mi tía me llevó de la mano hasta el baño de su habitación.

Como bien dijo mi tía, sólo fue un baño, pero pude acariciar todo su cuerpo, incluso por su zonas más íntimas. Después volvimos al salón y mientras mi tía pedía la comida, llegaron mi madre y mi primo. Una hora más tarde llegó la comida y cenamos. Descansamos en los sofás, yo abrazado a mí tía y mi primo a mí madre. Eran cerca de las doce cuando nos fuimos a dormir. Mi madre y mi tía caminaban delante, nosotros detrás admirando el contoneo de sus cuerpos. Llegaron a la puerta de la habitación de mi tía y se despidieron de nosotros. Escuchamos como echaban el cierre de la puerta y, desilusionados nos fuimos a nuestra habitación a dormir. Ya amanecería el próximo día y volveríamos a cortejar y tener sexo con nuestras madres.