Deseo a tu madre 3.
¿Conseguirá Enrique follar a su tía María? ¡Pasen y vean!
Deseo a tu madre.
Miércoles 3 de julio de 2019.
María dormía plácidamente cuando sintió un placer especial. Después de masturbarse la noche anterior, se había dormido en ropa interior y la sábana cubría su cuerpo de la cintura a los pies. En su coño sentía una mano que se lo acariciaba por encima de la tela de las bragas. Pensó que Enrique había esperado a que ella se durmiera para meterle mano y hacerla gozar. Ella lo había rechazado, pero un buen polvo furtivo y no consentido era algo que a ella la excitaba mucho, su coño se mojó.
Sintió como aquellos dedos apartaban sus bragas y jugaban con sus labios vaginales, separándolos y tocando suavemente la piel húmeda de su vagina. Ella empezó a gimotear y sus caderas se movían. Sabía qué de aquella forma le daría esperanzas a Enrique, y no quería volver a tener relaciones con su sobrino... ¡Pero es tan excitante lo que me está haciendo! Sintió la lengua de su joven amante sobre su coño, recorría toda su raja y su clítoris lo esperaba erecto y deseando ser acariciado.
Podía ver la cabeza de su sobrino bajo la sábana, entre sus piernas. Puso su mano sobre la cabeza y le acarició como agradecimiento. Él seguía lamiéndola y los únicos ruidos que se escuchaban eran el batir de la lengua en su coño, lamiendo y tragando todos los flujos que brotaban del interior de su vagina. Iba a correrse y quería hacerlo sintiendo la polla de Enrique dentro de ella, levemente le suplicó “¡Clávame tu polla!”
Él se movió sobre su cuerpo, cubierto por la sábana, ella lo esperaba con los ojos cerrados y las piernas bien abiertas. Estaba sobre ella y en su mojado coño pudo sentir el roce de su glande. Agarró la joven polla con una mano y la dirigió a su vagina. Quería tenerlo dentro, muy dentro, completamente dentro. Sintió la presión de su glande en su vagina y empezó a penetrarla. Aguantó los gemidos para no despertar al resto de la casa. Su sobrino entraba cada vez más en su coño y, dando un golpe de cadera fuerte, la penetró por completo. No podía más, estaba gozando y quería pedirle perdón por haberlo echado de su lado. Quería follarlo y entregarle todo su cuerpo para que él disfrutara y le diera todo el placer que pudiera.
Mientras se agitaba sobre su cuerpo y su polla penetraba a María, la resistencia de María menguaba y deseaba entregarse por completo. Se sintió con el deseo de ser su mujer, que la amara toda la vida, no sólo quería sexo y lujuria, tal vez si la perdonaba podrían tener algo sentimental... un pervertido romance. Deseó besarlo y agarró la sábana que cubría su cabeza para ofrecerle su boca y besarlo apasionadamente.
Todo su cuerpo tembló de terror cuando apartó la sábana y descubrió que era su hijo Eduardo quien estaba entre sus piernas, clavando su polla totalmente en ella. Lo empujó para apartarlo de ella, pero no podía y una maliciosa sonrisa se dibujó en su boca mientras la penetraba con más fuerza.
- ¡Tita, tita! - María escuchaba a su sobrino llamarla mientras su hijo la follaba bruscamente, casi violándola - ¡Tita, tita!
Me había despertado a las seis de la mañana de aquel miércoles. Después de que nuestras madres, sobre todo mi tía María, nos dejaran bien claro que ya no querían nada con nosotros, me acosté y quedé dormido. Me he despertado inquieto, no sé lo que estaría soñando, pero me sentía muy raro. Mi primo dormía en la otra cama, totalmente desnudo. Me levanté para ir al servicio y pasé por delante de la habitación de mi madre, estaba tapada con la sábana y estaba tranquila. Entre en el baño y después me acerqué a la habitación de mi tía. La puerta no estaba totalmente cerrada, así que la empujé un poco y estaba en medio de su cama, sólo llevaba su ropa interior y no estaba tapada. ¡Es preciosa! Pensé. En ese momento empezó a agitarse y parecía que tenía una pesadilla. Por momentos se iba agitando más y parecía que lo estaba pasando mal.
- ¡Tita, tita! - intenté despertarla pues parecía que lo estaba pasando mal - ¡Tita, tita! - abrió los ojos y se abrazó a mí - ¿Estás bien?
- Perdona hijo. - no sé lo que soñaría, pero ya no se mostraba tan arisca a que estuviera con ella como la noche anterior – No sé qué estaba soñando, pero lo estaba pasando mal... Échate conmigo...
No sé qué soñaría, pero daba gracias a esa pesadilla pues la había cambiado y ahora me pedía que me echara junto a ella en la cama. Además, los dos estábamos en ropa interior, no es que fuera a intentar hacer nada con ella, pero la excitación haría que mi polla se pusiera dura, seguro. Me tumbé junto a ella, ella puso mi brazo para apoyar su cabeza y me abrazó poniendo todo su cuerpo contra el mío. Subió su pierna sobre mí, sobre mi polla. Con el brazo en el que apoyaba su cabeza, acaricié su espalda, mientras la otra mano acariciaba el muslo de la pierna que había colocado sobre mí. Mi polla empezó a reaccionar con el roce de nuestros cuerpos y empezó a crecer bajo la presión de su pierna.
- Tranquilo Enrique. - me dijo casi susurrando al oído - Esto no significa que vayamos a tener nada. Relájate y duerme un poco más. - en poco tiempo empecé a sentirme dormido bajo el cálido abrazo de mi tía.
Marta despertó como si tuviera una nueva vida. Se sentía feliz por la relación que había nacido la noche anterior con su sobrino. Pensó en su marido y descubrió que él sólo la quería como mero objeto decorativo. Cuando joven era muy popular entre sus amistades por ser una chica joven, guapa y con un cuerpo maravilloso. Era inteligente y había perdido su vida a la sombra de su marido. Sí, no le faltaba de nada en la vida, ni a su hijo, pero si ella había estado enamorada de su marido, con Eduardo descubrió que nunca la quiso, por lo menos no tanto como le había demostrado aquel joven. Ahora su marido había perdido el interés por ella, seguro que estaría con alguna joven con la que podía mostrarse como un auténtico macho frente a sus amigos. Se asustó al sentir un beso en su cuello.
- ¡Tranquila tita! - Eduardo estaba junto a ella y la había besado para despertarla - Levántate sin hacer ruido y te enseñaré una cosa...
Marta se levantó de la cama y pensó que era muy pronto para que su joven amante le quisiera hacer el amor. Eduardo era muy vigoroso, pero allí estaban su hermana y su hijo y no era prudente tener sexo. Él la cogió de la mano y pudo ver que el joven estaba totalmente desnudo, ella sólo vestía un camisón corto y debajo estaba totalmente desnuda, si intentaba follarla, lo tendría muy fácil. La llevó por el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de la madre.
- ¡Mira! - dentro estaban María y Enrique abrazados y dormidos, en ropa interior - ¡Seguro que al final han follado!
- No lo parece... - dijo Marta – De todas maneras, es bueno que hayan hecho las paces.
- Pues yo necesito darme una ducha... - Eduardo le susurró a su tía al oído - ¡¿Ayudarías a tu cariñoso sobrino a lavarse después de una noche de sucias acciones?!
- ¡Eres un pervertido! - le respondió su tía y lo llevó a su habitación - Utilizaremos mi ducha... - Marta se sintió caliente por la proposición de su sobrino y echó el cierre de la puerta para que nadie los interrumpiera.
Se abrazaron y se besaron apasionadamente mientras se acariciaban mutuamente. Marta cogió a Eduardo de la mano y lo metió en el baño. La polla de él estaba totalmente erecta por la situación.
- ¡Cariño! - le dijo Marta - No tendremos sexo, sólo un baño rápido antes de que despierten esos dos. Debemos mantener en secreto nuestro amor por ahora.
- No sé si podré aguantar sin besarte cuando estemos con ellos. - dijo Eduardo y besó a su tía mientras le quitaba el camisón hasta dejarlo caer al suelo.
Como había dicho Marta, fue una ducha muy rápida en la que se lavaron el uno al otro, disfrutando de tocar a su pareja. Después se secaron y Eduardo abandonaba la habitación para ir a su habitación a ponerse algo de ropa. Se acercó a la habitación de su madre para comprobar que aún seguían durmiendo. Pasó por delante de Marta que esperaba en la puerta de su habitación y ella le dio una cachetada en el culo a su sobrino.
Desperté abrazado por mi tía. María no se había movido en todo el tiempo que habíamos pasado en su cama. La miré y estaba preciosa, sus labios me atraían y no pude resistir darle un suave beso.
- ¡Guarro! - estaba despierta.
- No he podido resistirme... - le dije y mi tía empezó a separarse de mí.
- Anda, vete a tu habitación antes de que se despierten los otros y nos vean aquí. - me empujó suavemente. Entré en mi habitación y mi primo aún dormía.
Una hora después, todos nos encontramos en la cocina. Nuestras madres hacían el desayuno y mi primo y yo poníamos la mesa. Nos sentamos y podía notar a mi madre y a mi primo algo raros, no sabía el qué, pero imaginé que seguirían con sus prácticas de sexo. No estaba seguro.
- ¿Quién se apunta a ir a la playa? - preguntó mi madre mientras comíamos.
- ¡Yo seguro! - Edu no tardó en contestar, sin duda algo tenían estos dos.
- Yo tengo que esperar a la mujer que viene a limpiar. - mi tía no se fiaba de que entrara una desconocida en la casa y pudiera robarnos algo, por mucho que la enviara la empresa inmobiliaria.
- Pues yo me quedaré aquí y aprovecharé la piscina. - la verdad es que quería pasar el tiempo cerca de mi tía.
Poco tiempo después, mi madre y mi primo se marcharon a la playa con todas las cosas que necesitaban para pasar allí un buen rato. Mi tía andaba por la casa organizando algunas cosas antes de que llegara la mujer que iba a limpiar. Una hora después, sonó el timbre y llegó la esperada mujer, Adela, una mujer de unos treinta y tantos años, que, tras escuchar las indicaciones de mi tía, de inmediato se puso a trabajar.
- ¡Venga Enrique! - me dijo mi tía - Tú y yo nos vamos al jardín para no molestar.
Cada uno cogimos una tumbona y extendimos una toalla en cada una. María parecía confundida. Había puesto dos toallas en las tumbonas y tenía otra más en las manos.
- ¿Dónde estará la toalla grande? - miró por alrededor.
- Se la habrán llevado a la playa... - contesté y miré hacia el pequeño almacén.
Por detrás de la caseta, me pareció ver algo de tela en el suelo, casi no se veía. Caminé sin decirle nada a mi tía y la encontré tirada en el suelo. Miré por alrededor, no había césped como en el resto del jardín y me parecía ver huellas de pisadas y como cuatro marcas. Me acerqué con la toalla en la mano a una tumbona y pude comprobar que parecían huellas de una tumbona. Sospeché que mi madre y mi primo habrían estado allí por la noche haciendo algo que no querían que nadie viera, follar.
- ¿Dónde estaba? - me preguntó María al verme con la toalla en la mano.
- Allí en el césped... - dije señalando hacia ningún lugar de la piscina.
Yo me había puesto un bañador de los que suelo usar, nada que ver con el ajustado que me dejó mi primo dos días antes. Me senté y observé disimuladamente a mi tía. Llevaba la bata que solía ponerse para ir a bañarse y cuando se la quitó, llevaba otra vez aquel diminuto bikini que tan caliente me puso el otro día, que tan caliente me estaba poniendo.
- ¡Deja de mirarme! - me dijo.
- ¿Por qué os esforzáis tanto en tener esos cuerpos? - le pregunté.
- Hijo, cuando tienes una edad, has de hacer todo lo posible por tener un buen cuerpo que retenga a tu marido... - se tumbó en su asiento y yo no podía dejar de mirarla.
- Pero ellos os quieren... ¿no? - le pregunté como si yo no supiera que ambos, mi padre y mi tío, tenían amantes.
- Mira chiquillo... - se sentó en la tumbona mirándome - Hace ya bastante tiempo que tu tío no me toca, ni siquiera me da un beso para felicitarme por mi cumpleaños. Estoy segura que, por muy buena que esté, prefiere a jovencitas... - se encogió de hombros – A fin de cuentas, cada uno tiene su perversión. Ellos las jovencitas, nosotras, nuestros sobrinos.
- ¡Bueno, tú no! - me burlaba por la reacción del día anterior de no querer nada conmigo - ¡Tú te dedicarás a tu marido y no harás nada con tu sobrino!
- Te voy a decir una cosa... - se inclinó un poco hacia mí - Me mojo al pensar en echar un polvo contigo... - se llevó las manos a la espalda y se quitó la parte alta del bikini para liberar sus tetas - ¡Ahora úntame crema para que no me queme! - sus palabras y verla allí con sus tetas al aire me pusieron muy caliente y rápido cogí el bote de crema que me ofrecía para acariciar todo su cuerpo. Eché un poco en su barriga y empecé a extenderla Una de sus manos agarró la mía - Pero por mucho que lo desee, no te dejaré tener sexo conmigo...
Me arrodillé junto a ella mientras mis manos recorrían su cuerpo, primero su barriga y fui bajando por sus caderas hasta llegar a sus muslos. Recorrí cada pierna extendiendo la crema y mi polla crecía cada vez más pensando en poseer a aquella madura y atractiva mujer que era mi tía. Miré bien de cerca el bulto que formaban sus labios vaginales en la diminuta tela que intentaba contenerlos. Por mi cabeza pasaban las ideas de todo lo que le haría allí mismo, en aquel aislado jardín, fuera de la vista de las personas que vivían por allí. Mi madre y mi primo no estaban, sólo la mujer que limpiaba era un obstáculo para lanzarme contra su cuerpo y hacerla gozar. Mis manos tenían que poner crema sobre sus turgentes pechos. Eso sería una prueba de fuego. Luchaba por no comerme el cuerpo de mi tía mientras mis manos acariciaban sus redondas tetas. Sus pezones estaban erectos y pasaba mis manos una y otra vez por encima para disfrutar de su tacto. Se giró y empecé a extender crema por su espalda, sus brazos y dejé para el final su prieto culo. Allí pasé varios minutos, separando ligeramente sus cachetes por donde se perdía la fina tela de su bikini y podía apreciar parte de su ano.
- ¡Vale ya! - me dijo mi tía y se giró para ponerse bocarriba y ofrecerme una visión de sus tetas.
- ¡Lo que te haría con el cuerpo que tienes! - le dije sin pensar.
- No te dejaré que me hagas nada... - me miró con una mirada lasciva – Pero si te apetece, me lo puedes contar.
Junté mi tumbona a la suya, totalmente pegadas, me tumbé y me acerqué a ella para hablarle bajito al oído.
- Te lo contaré... - le dije y empecé a hablar sin saber bien si le gustaría las perversiones que diría.
“Aprovechando que te estaba echando la crema, he sentido la piel tan suave que tienes. Primero empezaría por besar suavemente tu barriga mientras mis manos siguen moviéndose por tu cuerpo. Poco a poco subiría hasta cerca de tus pechos, donde mis manos los acariciarían por un buen rato, sintiendo su redondez y disfrutando de la visión de esos dos pezones grandes y duros. Acercaría mis labios a uno de ellos y lo besaría suavemente, con dulzura, y después le haría lo mismo al otro.”
- ¡Qué sobrino más cariñoso tengo! - bromeaba con lo que le decía - Sigue...
“Tras besarlos, mis labios los rodearían hasta que quedaran presos entre ellos. Mi lengua los buscaría y los acariciaría con suavidad. Mientras, mi mano seguiría extendiendo la crema por tu barriga, bajando suavemente hasta llegar al filo de tu braguita. Recorrería el filo de la tela para buscar unos de tus muslos y empujarlo a un lado. Mientras, mi boca ya estaría dando buenas succiones en tus pezones para que sintieras placer. Mi mano bajaría por tu muslo para buscar el otro y separarlo, pasando sutilmente por encima de tu pubis.”
- ¡Qué pervertido hacerle eso a tu tía que está descansando inocentemente! - sus comentarios me seguían el juego – Sigue...
“Empujaría el otro muslo para que tus piernas se abrieran y quedaran a ambos lados de la tumbona, separadas y dejando que mi mano pudiera tocar tu coño. Mi boca seguiría jugando con tus pezones, mamando como si tuviera que alimentarme de ellos. Ahora movería mi mano para pasar por encima de tus braguitas hasta sentir el bulto de tus labios vaginales en la punta de mis dedos. Mi dedo índice se movería por toda la longitud de tu raja, por encima de la tela.”
- ¿Por qué no me besas mientras tus dedos empiezan a tocar mi coño? - añadió a mi historia. - Sigue...
“Estaba disfrutando de tus pezones cuando me agarras del pelo y me fuerzas a besarte, a pelear con tu lengua que recorre mi boca y juega con la mía mientras mi dedo presiona la tela de tus braguitas y siento tu clítoris endurecido en todo lo alto de la raja de tu coño. Nos besamos mientras mi dedo acaricia tu sexo.”
- ¡Sí, siento como se moja mis bragas! - estaba con los ojos cerrados y podía vivir lo que le iba contando. - ¡Sigue, no pares!
“Noto la humedad que brota del interior de tu coño y va empapando cada vez más la diminuta tela que lo cubre, tus caderas se agitan ligeramente, esto te pone caliente.”
- ¡Sí, muy caliente, cada vez más caliente! - su voz empezaba a ser más un ronroneo de excitación por lo que le estaba contando - ¡Vamos, no dejes que se enfríe tu tía!
- ¡Señora! - escuchamos la voz de la mujer que limpiaba que llamaba a mi tía.
- ¡Qué inoportuna! - mi tía se levantó, se puso la bata y fue al interior de la casa.
La seguí y pude ver como despidió a la mujer tras hablar con ella. Cerró la puerta y vino hacia mí ofreciéndome la mano con un “¡Sigamos!”. Me llevaba al jardín, pero la detuve. La llevé a su habitación y la hice acostarse en la cama.
- ¡No Enrique! - me dijo pensando que le iba a hacer algo que ella no quería hacer.
- ¡Tranquila tita! - le dije – Aquí estaremos más cómodos para contarte. - con un poco de desconfianza, se tumbó en la cama y yo me eché junto a ella para seguir hablándole.
“Mi dedo se mueve para buscar el filo de tu braguita, tu lengua castiga a la mía, luchando en nuestras bocas. Mi dedo se va colando bajo la tela que cubre tu caliente coño y siento los pelos que cubren tu pubis. Abandonas mi boca y empiezas a gemir suavemente cuando sientes que mis dedos juegan con tus labios vaginales, intentando separarlos y mojándose con los deliciosos flujos que brotan sin control de tu vagina.”
- ¡Sobrino, esto es estupendo! - me mira a los ojos y su cara muestra una gran excitación. Su mano agarra mi polla por encima del bañador y siente lo dura que está - ¡Tú también estas excitado! ¡Sigue, cuéntame más! - paso mi brazo bajo su cuello y acerco más mi boca a su oído, la otra mano empieza a acariciar suavemente su barriga, ella no pone resistencia - ¡Me gusta esto, sigue!
“Mientras mis dedos intentan encontrar la entrada a tu vagina, mi boca muerde tu cuello con pasión y tus gemidos se hacen más intensos. Consigo meter un dedo entre tus labios vaginales y recorro toda la longitud de tu raja, sintiendo la húmeda y suave piel de tu coño.”
- ¡Uf, qué bueno! - está caliente y me atrevo a besar suavemente su hombro. No protesta. Su mano se agita sobre mi polla y me masturba. Bajo mi mano por su barriga y empiezo a tocar su coño por encima del bikini - ¡Nunca había sentido algo igual! ¡Sigue, quiero más! - sus palabras me dan valor y meto mi mano bajo el bikini, tocando su coño y buscando el interior. Lo encuentro y decido probar a hacer lo que le cuento - ¡Sí, así mejor, sigue!
- Mientras nos masturbamos, te ofrezco mi boca para besarnos... - hago lo que digo y veo su hermosa cara que muestra todo el placer que está sintiendo. Unimos nuestras bocas y nos besamos con deseo mientras nuestras manos acarician nuestros sexos. Me separo un poco de ella – Entonces metes tu mano por dentro de mi bañador y compruebas lo dura que está mi polla por la excitación y la lujuria que me provoca mi hermosa tía... - y su mano entra en mi bañador y coge mi polla para seguir masturbándome. Beso su boca de nuevo.
Por unos minutos no digo nada. Mi dedo juega en su vagina que no deja de mojarse. Su mano agita mi polla que está tan dura que explotará en cualquier momento. Nuestras lenguas se agitan, luchando por entrar en la boca del otro. Estamos enloquecidos por la excitación y ella se ha abandonado al placer que le pide su cuerpo. Mi dedo encuentra su clítoris endurecido y decido ir a por todas. Dejo de besarla.
- Ahora me vuelvo loco por el placer que me da mi tía y no puedo contenerme. - ella me mira sin entender lo que estoy diciendo, pero no deja de agitar mi polla mientras mi mano se retira de su coño.
Con un movimiento rápido, me levanto de la cama y me coloco a sus pies. Agarro las bragas del bikini y se las quito con cierta brusquedad. Empujo sus muslos y tengo ante mí su mojado coño. Nunca he comido el coño de una mujer, pero hoy lo voy a hacer para darle placer a mi adorada tía María. La miro, ella sabe lo que quiero hacer y con sus manos en la boca, agita la cabeza implorándome que no lo haga mientras mantiene sus piernas abiertas deseando que hunda mi lengua en su coño. Me agacho, separo los labios vaginales de su coño con los dedos y paso suavemente mi lengua por toda su raja.
- ¡No Enrique! ¡No lo hagas! - me pide que pare, pero no me aparta de ella. Mi lengua se mueve saboreando su coño mientras su mano acaricia mi cabeza - ¡Me has engañado! - gimotea mientras mi boca castiga su coño - ¡Dios! ¡Qué bueno! - su mano empuja mi cabeza contra su coño - ¡Sigue, no pares de comerme el coño!
Marta y Eduardo volvían de pasar un buen rato en la playa. En público no quisieron hacer nada, pero los dos deseaban follar para que Marta quedará embarazada. Abrieron la puerta de la casa y quedaron paralizados al escuchar los gemidos que venían de algún lugar de la casa.
- ¡Esa es mi madre! - le dijo en un susurro Eduardo a su tía - ¡Tu hijo se la está follando!
- No puede ser... - Marta aún dudaba de lo caliente que Enrique ponía a su hermana, pero anduvieron hasta encontrar el lugar de donde provenían los gemidos - ¡Están en la habitación de tu madre!
- ¡Vamos a ver, seguro que se la está clavando entera! - Eduardo se sentía excitado al pensar en la posibilidad de ver a su madre follando con su primo.
Los dos se acercaron con cuidado a la puerta de la habitación. Habían dejado la puerta abierta al saber que estaban solos y no esperaban que volvieran los otros. Los dos se quedaron perplejos al ver a Enrique entre las piernas de su tía, comiéndole el coño. María agitaba las caderas por el placer, mientras se tapaba la boca con los ojos cerrados.
Eduardo besó a su tía y la empujó contra el quicio de la puerta. La desnudó por completo mientras ella no apartaba la vista de la escena que le ofrecían su hijo y su hermana. Eduardo la colocó con el culo en pompa mientras ella se agarraba al quicio. En un momento sintió el glande de su sobrino que empujaba en su coño. La penetró poco a poco. Su coño estaba cada vez más mojado viendo como su joven hijo le daba placer con la boca a su hermana. Marta se sintió más excitada al desear ser ella la que estuviera en el lugar de su hermana. Eduardo empezó a darle embestidas con su polla, pero en aquel momento a Marta le provocaba más placer mirar a su hijo.
- ¡Qué hacéis ahí! - gritó María cuando vio a Eduardo y Marta follando en la puerta.
- ¡Lo mismo que ustedes! - contestó Eduardo sin dejar de penetrar a Marta.
Marta se separó de Eduardo y se dirigió a la cama donde su hermana estaba con las piernas abiertas y Enrique la miraba extrañado por su comportamiento. Se colocó a cuatro patas junto a su hermana y se acercó a su hijo entre las piernas de María.
- ¡Quiero ver cómo lo haces! – Marta se sentía muy excitada al ver a su hijo entre las piernas, con el coño de su tía abierto y mojada por la saliva.
Enrique miró a su madre a los ojos. Su boca brillaba por los flujos de aquel maduro coño que se comía con ganas. Sin pensarlo, madre e hijo se acercaron y se besaron suavemente en los labios.
Marta tenía su culo en pompa y sintió las manos de Eduardo que lo acariciaba con ganas. María vio perfectamente en incestuoso beso entre su hermana y su sobrino. Miró a Eduardo que besaba los cachetes del redondo culo de Marta. Deseó agarrar la erecta polla de su hijo, sólo tenía que moverse un poco y la alcanzaría antes de que se la clavara a su hermana en el coño. Se movió y sus dedos se aferraron a la gruesa polla. Eduardo se acercó a ella al sentir su mano y los dos se miraban deseándose. María cerró los ojos al sentir de nuevo la lengua de Enrique en su coño.
Marta acariciaba la cabeza de su hijo mientras él hundía su lengua en la vagina de María. Eduardo buscaba entre los muslos de Marta su coño. Lo encontró húmedo y empezó a masturbarla con sus dedos, Marta abrió sus piernas un poco para que tocará todo su coño. María disfrutaba de la boca de Enrique en su coño, con los ojos cerrados, su mano se agitaba sobre la polla de su hijo. Sus caderas se agitaban y estaba a punto de estallar en un gran orgasmo. Los gritó y gemidos de placer de María llenaron toda la casa. Enrique sentía en su boca los flujos que la vagina de María le regalaba. En apenas dos minutos, María quedó rendida por el placer y cada leve roce que daba la lengua de Enrique en su vagina, le provocaba un espasmo.
Eduardo disfrutaba viendo como su madre se corría sin soltar su polla. Alargó la mano y amasó una de sus tetas. Sacó la mano que tenía en el coño de Marta y amasó las dos tetas de su madre. Se acercó un poco más a ella y su polla quedó cerca de la boca de su madre. María miró a su hijo mientras agitaba su polla.
Marta miró a su hijo y quedó paralizada por la extraña excitación que sentía al verlo dándole placer a su tía. Un deseo de besar su boca se apoderó de ella y sin pensarlo, se acercó a él y besó suavemente sus labios. Quedaron por unos segundos parados, mirándose, sin decir nada. Marta volvió a ofrecerle su boca y Enrique hundió su lengua para buscar la de su madre.
María agitaba suavemente la polla de Eduardo. Miró a su hermana que se comía la boca de Enrique. Una lujuria incontrolable la invadió y Eduardo se había inclinado sobre ella para besarla. María no se resistió al incestuoso beso de su hijo. Soltó su polla y lo abrazó por el cuello para que no dejará de besarla. Mientras su lengua se agitaba en la boca de Eduardo, sintió como los dedos de su hijo se agitaban sobre su coño, separando sus labios vaginales, introduciéndose en su vagina para darle placer.
Marta y Enrique estaban de rodillas en la cama. Se besaban con pasión mientras sus manos recorrían todo el cuerpo de su nuevo amante. María y Eduardo hacían lo mismo junto a ellos. Ninguno de los cuatro decían nada, sólo disfrutaban del deseo, los hijos por las madres, las madres por los hijos.
Marta se levantó y llevó a su hijo de la mano hasta colocarlo bocarriba junto a su hermana María. Se subió sobre Enrique, abriendo las piernas, puso su coño sobre su joven boca, la erecta polla de su hijo estaba delante de sus ojos esperando sus maternales cuidados.
María y Eduardo miraron a la otra pareja que se preparaban para darse sexo oral. Eduardo no esperó. Se subió sobre su madre hasta que su cabeza quedó entre los muslos y su boca encima del coño. La mano de María agarró la polla y la llevó a su boca.
La escena era propia de la más pervertida de las películas porno que ninguno de los cuatro habían visto. El tener sexo junto a los otros, ellos con unas maduras calientes, ellas con unos vigorosos jóvenes, todos excitados por estar metidos en aquella orgía incestuosa, en la que las madres tragaban las endurecidas pollas de sus propios hijos, donde los hijos lamían los mojados coños por dónde años atrás habían nacido. En la habitación sólo se escuchaba el leve crujir que la cama producía con los movimientos de las cabezas de las madres mientras mamaban, mezclado con los apagados gemidos de madres e hijos que tenían sus bocas llenas con el sexo de su familiar.
- ¡Fóllame! – pidió María cuando sintió el intenso orgasmo que le provocó la lengua de su hijo.
- ¡Sí Enrique! – Marta lanzó un desesperado gemido al sentir que se corría - ¡Clávame tu polla!
Los dos hijos se levantaron y colocaron a sus madre a cuatro patas, a los pies de la cama, con sus redondos culos en pompa. Eduardo se agachó tras su madre y le escupió saliva en la ya mojada raja. Se pegó a ella con su dura polla en la mano. La agitó por su coño y frotó su glande con el endurecido clítoris de María que se retorcía gimiendo de placer. Movió la polla por su raja y sintió en su glande la entrada de su vagina. Agarrado a sus caderas, empujó y penetró a María que se sintió embriagada al sentir su vagina llena por su hijo.
Marta esperaba con el culo en pompa y su coño empapado a que su hijo la penetrara. Cuando el glande de Enrique tocó la entrada de su vagina, ella sintió como los flujos recorrían su vagina para recibir a su hijo. Un fuerte empujón de las caderas de Enrique hizo que su polla la llenara hasta lo más profundo, dejándola totalmente empalada por unos instantes. Marta sentía la polla de su hijo dentro de su vagina que se agitaba sin control como queriendo devorar la polla que la había invadido.
Ahora que las dos madres habían sido penetradas y sus hijos las embestían frenéticamente agarrados a sus caderas, los gemidos y gritos de placer se podían escuchar en toda la casa. Eduardo miró como la polla de su primo se perdía en el coño de su amada tía mientras sentía su propia polla arder dentro de la caliente vagina de su madre. Quería follar los dos coños de aquellas maduras mujeres.
Enrique puso una mano en lo alto del culo de su madre y acarició el ano con el dedo gordo. Marta miró a su hijo al sentir la presión de aquel dedo en su ano, mientras la polla entraba en su coño con fuerza.
- ¡Qué bueno! – gimió Marta - ¡Sigue, sigue!
A Eduardo le excitó ver a su primo jugando con el ano de Marta. Separó los cachetes del culo de su madre y pudo ver como el oscuro ano se deformaba ligeramente con cada penetración que le daba. Sin pensar en lo que hacía, dejó caer saliva y acertó en tan atrayente agujero. Llevó su dedo gordo y extendió la saliva por él. María giró la cabeza para mirarlo mostrándole el placer que sentía. Se miraban cuando Eduardo empujó su dedo hasta clavarlo por completo en su ano.
- ¡Uf, despacio! – protestó María levemente - ¡Sigue penetrando mis agujeros!
Marta gemía desesperada mientras su hijo la follaba muy rápido agarrado a sus caderas.
- ¡Sí, sí! – gimió Marta mientras sus piernas temblaban de placer - ¡Me corro, me corro!
Enrique siguió dándole hasta qué estuvo a punto de correrse. Sacó su polla y dejó a su madre convulsionando de placer. Se subió en la cama y se sentó delante de María con las piernas abiertas.
- ¿Quieres que tita te la chupe? – dijo María agarrando la dura polla de Enrique.
Marta se levantó sintiendo los movimientos involuntarios de su vagina, abrazó a Eduardo y pegó su cuerpo mientras penetraba a su madre, lo besó con pasión. María tenía su vagina llena con la polla de su hijo, su ano con el dedo y ahora iba a llenar su boca con la polla de su sobrino.
Enrique agarró la cabeza de su tía y acercó la polla. María abrió la boca y su sobrino la folló con ganas. Marta clavaba sus dedos en el prieto culo de su sobrino mientras lo besaba. María sentía la polla de su hijo que le llegaba hasta lo más profundo de su vagina, el dedo en su culo le daba una sensación nueva al follar y la polla de Enrique tocaba su garganta con fuerte empujones. María se sentía sucia, pero el placer de aquella sensación era demasiado buena para resistirse. Un gran orgasmo le invadió el cuerpo y empezó a temblar. Quería gemir, pero la polla de Enrique no sé lo permitía. Aquel orgasmo se intensificó cuando sintió en su boca los golpes del semen de Enrique que empezaba a correrse.
Marta veía como su hijo eyaculaba en la boca de María mientras se corría de placer. Acercó su boca al oído de Eduardo y le susurró.
- ¡Vamos cariño! – Marta le habló mientras acariciaba su cuerpo y lamía su oreja - ¡Córrete en el coño de tu madre y déjala embarazada! – ella se iba a correr con sólo verlos follar - ¡Nos dejarás a las dos embarazadas!
Eduardo no pudo aguantar más. Clavó su polla por completo en su madre y empezó a lanzar su semen. María se iba a desmayar, al placer de sentir y saborear el semen de su sobrino en la boca, ahora sentía el de su hijo quedar el interior de su vagina. No pudo resistir tanto placer y cayó sobre las piernas de su sobrino, mientras su Eduardo aún permanecía enganchado a su coño, sobre ella y echando su semen dentro de su coño. Marta se agachó y mordió suavemente el culo de Eduardo que se movía suavemente sobre su madre para llenarla por completo.
Enrique se echó a un lado de la cama y esperó a que su primo liberará a María, se abrazaron para descansar. Eduardo se colocó junto a ellos y esperó a que Marta se subiera a su cuerpo y se abrazaron.
Nunca imaginé que íbamos a tener un verano tan bueno. Había deseado por mucho tiempo follar a mi tía María, pero ha sido mi madre la primera con la que he follado. Eduardo ya ha tenido sexo con las dos, pero espero que esta tarde nuestras madres sigan dispuestas a tener más sexo con nosotros, deseo follar a mi tía hasta hacer que se desmaye de placer.