Deseo a tu madre 2.

Otro día en el verano de estas madres y sus hijos. Arrepentidas por la noche anterior, deciden no tener más sexo con ellos. ¿Conseguirán sus hijos despertar el deseo en sus tías?

Deseo a tu madre.

Martes 02 de julio de 2019.

Abrí los ojos y recordé lo que había pasado el día anterior. El recuerdo del caliente coño de mi tía frotándose contra mi polla hizo que ésta se pusiera dura… Deseé que María entrara en la habitación y se subiera encima para volver a tener su cuerpo.

¡Vamos a levantarnos! – sonó la voz de mi primo que se había sentado en su cama. Me sacó de mis recuerdos y los dos caminamos en busca de nuestras madres después de pasar por el aseo.

Estaban en la cocina, más preciosas que nunca. Estaban vestidas como para ir a la calle. Edu se dirigió directamente a mi madre, le cogió con su mano todo el culo con un “¡Buenos días tita!” y antes de poder acercarse más a ella, su madre le dio una bofetada en la cabeza.

¡Qué haces idiota! – pocas veces había visto la cara de furia que ponía mi tía cuando estaba enfadada, esa fue una de esas ocasiones - ¡No creeréis que somos vuestras fulanas para meternos mano cuando estéis calientes!

Yo quedé paralizado ante la actitud de mi tía. Miré a mi madre que también mostraba enfado. Edu se retiró en silencio y no sabía cómo actuar frente a su madre, el silencio fue su mayor protección.

Ayer el alcohol nos hizo daros demasiadas confianzas… - pensé que tampoco habían bebido tanto, pero el miedo no me permitió protestar – Pero eso no volverá a pasar.

Ahora vamos a dar una vuelta y comprar. – mi madre añadió – Recoged vuestra habitación y poner orden antes de que volvamos.

No dijeron nada más. Se marcharon y quedamos sin saber qué decir o pensar.

Estas dos se lo han pensado esta noche y ya no van a querer nada más con nosotros… - dijo Edu - ¡Y yo necesito tener a tu madre!

Sí Edu, pero creo que nos hemos precipitado.

¡Y qué hacemos ahora!

Hacerles caso. - me acerqué a él y puse una mano sobre su hombro – Iremos despacio e intentaremos conquistarlas. Por lo menos ya sabemos que necesitan sexo, anoche lo comprobamos, es cuestión de ir despacio.

Nuestras madres pasaron todo el día fuera de casa. A media mañana nos llamaron para que pidiéramos comida y ellas no aparecieron hasta cerca de las ocho y media de la tarde. Edu y yo pasamos todo el día en la piscina, pensando y pensando en qué hacer para poder conquistar a nuestras madres. Habíamos acordado que nos comportaríamos indiferentes a ellas, como si fueran unas madres pesadas que prefieres que estén lejos de ti. De este modo, cuando llegaron las saludamos sin mucho afán y empezamos a prepararnos para salir esa noche por el pueblo. Y así, sobre las diez ya estábamos saliendo de la casa, dejando a nuestras madres allí.

Caminamos por el paseo marítimo y estuvimos en varios bares. Una copa aquí, otra allí... Cada vez que abríamos la boca era para decir algo de nuestras madres. Ya eran casi las doce cuando entramos en un local en el que sonaba la música. Tal vez un poco de baile nos iría bien, y con suerte algunas chicas nos hablarían y podríamos olvidar por un momento a nuestras madres. Una hora después seguíamos en un rincón del local, más solos que nunca. Tal vez pensar en nuestras madres nos no dejaba ánimos para divertirnos.

¡Mira Enrique! - me dijo mi primo señalando hacia la entrada del local - ¡Esas son nuestras madres!

Sí. - le dije y pensé que aquello iba a ser más un problema que una solución para quitárnoslas de la cabeza - Será mejor que nos marchemos...

¡No, veamos qué hacen!

Marta y María entraron en aquel local que parecía que tenía buena música. Habían pasado toda la tarde hablando de sus hijos. El día anterior se habían vuelto locas al permitirles a sus hijos que hicieran lo que hicieron. Pero lo que más les incomodaba era que ellas lo habían disfrutado y ahora habían decidido a voluntad no tener más sexo con sus hijos. Tal vez que sus maridos las tuvieran tan abandonadas hizo que se precipitaran en el trato con sus hijos y en entregarse a ellos movidas por la única necesidad de satisfacer sus deseos. Que fueran sus hijos no hizo más que verlos como un objeto prohibido que no podían tocar y que les calentaba más que nada. Aquella noche conocerían a algún hombre con el que cada una podría vengarse de la ausencia de sus idiotas maridos. Y así, las dos empezaron a bailar en medio de la pista. La mayoría de los hombres empezaron a fijarse en ellas, y ellas disimuladamente veían cómo estaba la mercancía que les rodeaba.

Al momento, dos jóvenes se acercaron a ellas bailando para insinuarles si podían estar con ellas, pero las dos se giraron y siguieron bailando solas. Unos minutos más y otro se acercó. Era el joven que les entregó las llaves de la casa que habían alquilado y cuando empezó una música suave y tranquila, los tres se fueron has una mesa donde había un amigo del primero.

Mirad, este es mi amigo Daniel. - Jorge se lo presentó - Ellas son Marta y María. - se saludaron y todos se sentaron en la mesa – Voy por unas copas... ¿Cerveza para todos? - todos aceptaron y se marchó.

¿Jorge y tú vivís aquí? - preguntó María a Daniel.

No, a Jorge le ha salido un trabajo durante estos dos meses en la inmobiliaria y yo me he venido con él a pasar un tiempo aquí.

¡Aquí están las cervezas! - llegó Jorge con las cuatro jarras y las repartió - ¿De qué habláis?

Tu amigo nos comentaba que te hace compañía mientras estás aquí trabajando.

¡Claro, por algo me sonaba vuestras caras! - se separó un poco de ellas y las miró de arriba abajo - ¡Joder, qué cambio habéis dado esta noche! ¡Estáis imponentes cuando no vais de madres!

Pasaron cerca de una hora hablando y bebiendo. Marta sentía que su cabeza giraba y María aún aguantaba un poco más. Aquellos chicos eran guapos y tenían buenos cuerpos, pero el pensamiento de Marta se fue hacia su hijo y su sobrino, recordando lo caliente que se había puesto y el placer que había sentido la noche anterior mientras Edu le metía mano. Su hermana no quería volver a aquello, pero ella lo echaba de menos allí, con aquellos dos extraños.

¿Te gustaría tener sexo esta noche? - Marta escuchó el susurro de Daniel en su oído - Si te vienes conmigo te haré cosas que nunca antes te han hecho. - Marta sonrió al pensar que había tenido sexo con su sobrino, no completo, pero eso no lo podía igualar ningún tío que no fuera Edu – Sé hacer cosas con mi lengua que te volverán loca.

Marta miró a María que escuchaba a Jorge hablarle al oído, seguramente como Daniel hacía con ella. María la miró y agitó la cabeza indicándole a su hermana que aquello no le gustaba.

¿Qué hora es Marta? - preguntó María.

¡Uf, ya son las una y media! - empezó a levantarse.

¡Sí, es muy tarde! - María se levantó y empezaron a despedirse – Ha sido un placer...

Sí, espero que nos veamos otro día... - replicó Marta.

Por algún motivo, mi madre y mi tía se levantaban y se marchaban. A Edu no tuve que decirle nada, de inmediato empezó a seguirlas sin que lo descubrieran, yo lo seguía de cerca. Nuestras madres caminaban entre la gente hasta llegar a la puerta de salida. Nosotros aún no habíamos salido y ellas ya estaban en medio de la acera.

¿Dónde van dos pibones como vosotras solas? - un tipo medio borracho las asaltó sin ellas esperarlo - Aquí tenéis un hombre dispuesto a que no estéis solas. - ellas intentaban ignorarlo, pero él las buscaba y se acercó demasiado a mi madre.

Intenté ir rápido al auxilio de nuestras madres, pero yo andaba a mitad de camino cuando Edu ya se había interpuesto entre mi madre y aquel tipo. Entre aspavientos, el borracho se retiró y yo llegué hasta María.

¿Qué hacéis aquí? - preguntó María, mientras mi madre parecía orgullosa caminando junto al joven que la había salvado – Ya os hemos dicho que ya no habrá nada más entre nosotros...

¡Calla María! - nunca había visto a mi madre tan autoritaria – Tu hijo se ha enfrentado a ese tipo por nosotras, que menos que agradecerles que estuvieran por aquí. - me miró con la mirada inquisidora de una madre - ¡No estaríais siguiéndonos! - una sonrisa se dibujó en su boca.

No mamá. - dije intentando justificar nuestra presencia – Os hemos visto al salir del local... Y menos mal que os hemos visto.

Y ¿ahora a dónde vais? - preguntó María.

María, yo me voy a casa y espero que ellos me acompañen después de lo que ha pasado... - mi madre se agarró del brazo de Edu y comenzaron a caminar hacia el paseo marítimo.

¿Necesitas que te acompañe? - le dije a mi tía.

¡Estáis locos! - se cruzó de brazos y caminamos detrás de los otros.

Íbamos en silencio detrás, caminando. Yo me distraía viendo cómo se agitaban los cachetes del hermoso culo de mi madre con cada paso que daba. Ella iba agarrada al brazo de Edu y apoyaba su cabeza en el hombro de su salvador. Mi tía seguía caminando con sus brazos cruzados y una cara de enfado.

Estábamos en el local cuando llegasteis. - le dije para intentar que dejara de estar enfadada – Os vimos entrar y nos quedamos en un rincón del local para que no pensarais que os estábamos siguiendo... - seguía caminando con la misma actitud – Siento haberte molestado si hemos coincidido a la salida, pero creo que a Edu mi madre lo vuelve loco y se lanzó en su defensa sin pensarlo. - en sus labios se dibujó una leve sonrisa.

Me asusté cuando el tipo se acercó a tu madre... - por fin me hablaba.

¡La verdad es que llamáis la atención allá donde estáis! - la miré y ella me miró mostrando desagrado por mis palabras – Vimos cómo cuando llegasteis mucho de los tíos que allí estaban empezaban a hablar y a miraros. - la miré con cara de inocente chiquillo - ¡Es que esta noche os habéis puesto preciosas!

¡Gracias! - me miró como si mis palabras le molestasen más que agradarle - ¡Ea, ya empieza tu madre! - miré a los otros y Edu tenía su brazo sobre los hombros de mi madre, mientras ella se agarraba a la cintura de su sobrino.

Eduardo estaba orgulloso de llevar a su tía abrazada mientras caminaban. Sentía el deseo sexual hacía ella en su entrepierna, pero, en su corazón sentía que por momentos quería tenerla sólo para disfrutar de su presencia, por un momento empezó a sentir que se estaba enamorando de su tía. Marta, agarrada al cuerpo de aquel joven, sentía su cuerpo vibrar, no sólo por la necesidad sexual, aquella sensación la tuvo hace muchos años cuando se enamoró por primera vez de un hombre. Su sobrino la hizo rejuvenecer en sus sentimientos. Se acurrucó contra su musculoso cuerpo y soñó por un instante que no estaban en la realidad de la familia que les había tocado vivir.

Gracias por enfrentarte al borracho antes. - le dijo a su sobrino mientras se aferraba con más fuerza a su cintura.

¡Por mi tía lo que haga falta! - contestó Eduardo orgulloso.

Supongo que tu madre estará enfadada porque te haya abrazado, ella sigue pensando que esto no está bien y que lo de anoche fue una locura. - se miraron a los ojos y en su corazón sintió el pellizco del amor, ese amor loco que aparece cuando no se le llama y en las situaciones imposibles.

¡Me da igual! - contestó Eduardo y besó el pelo de su tía - Durante muchos años te he deseado, te he visto como la mujer más preciosa del mundo... - Marta lo abrazó con más fuerza pues sentía perder su corazón por aquel joven – Hoy te tengo miedo... - Eduardo calló y sintió estremecerse todo su cuerpo.

¡¿Miedo?! - preguntó su tía sin comprender bien de qué le estaba hablando – No te entiendo.

Tita. - tomó aire como si se fuera a enfrentar a algo que no podía controlar, no quería controlar – Marta, por momentos me siento cada vez más enamorado de ti...

¡Cariño! - Marta acarició levemente el cuerpo de su sobrino para animarlo, pero su corazón se aceleró al sentir que el amor que nacía en su corazón era correspondido por el joven – Tal vez estés equivocando tus deseos sexuales con algo parecido al amor... - por dentro ella se sentía igual y deseaba que él le correspondiera – Duerme esta noche y verás cómo mañana todo será diferente.

No quedaba mucho para llegar a la casa que habían alquilado, caminaron abrazados y disfrutaron de la ilusión de sentirse como dos enamorados que volvían a casa.

Intenté hablar con mi tía durante todo el tiempo que duró el camino. Ella permanecía en su postura de enfadada y apenas usaba palabras para contestarme. Miré a mi primo y le tuve envidia por poder caminar con mi madre abrazada. Cuando llegamos a la puerta de la casa, mi tía abrió y se marchó corriendo a su habitación. Marta y Edu entraron en la cocina y yo me fui a mi habitación mirando el prieto culo de mi tía. Antes de entrar en su habitación, me miró con enfado y cerró la puerta tras ella. Continué caminando hasta entrar y sentarme en mi cama. Me quité la ropa y me acosté mirando el techo en la oscuridad. Poco a poco sentí que el sueño me invadía.

¿Quieres un vaso de agua? - le preguntó Marta a su sobrino mientras empezaba a abrir el frigorífico, la mano de él empujó la puerta para que no la abriera y ella se giró temiendo lo peor.

¡No quiero un vaso de agua! - Eduardo pegó su cuerpo al de su tía y ella retrocedió hasta estar contra el frigorífico - ¡Quiero un beso de mi tía! - él se inclinó para besar su boca.

¡No puede ser! - fueron las últimas palabras que pronunció Marta.

Los labios de Eduardo presionaron los de Marta y la lengua del joven intentó meterse en la boca de su tía que se abría para recibirlo, llena de deseo y embriagada por el amor que empezaba a sentir por aquel muchacho. Las manos de él acariciaban su cuerpo y ella se aferraba a su cuello para sentirlo totalmente, para gritar de forma silenciosa que aquel joven poseía su corazón y que ella se entregaba voluntariamente a la locura de aquel amor imposible. Eduardo sentía el calor de la lujuria crecer en su interior, y su corazón latía con fuerza por el amor que su tía despertaba.

¡Tranquilo Edu! - Marta consiguió separarse un poco de su amante – Vayamos a algún rincón del jardín donde nadie nos vea... - cogieron una botella de agua y, nerviosos, corrieron al jardín para esconderse.

María estaba en su habitación. Se desnudó y quedó en ropa interior. Fue al baño y se miró en el espejo. Recordó al pendejo de su marido y el deseo que ser amada por un hombre se despertó en su interior. Había tenido algo de sexo la noche anterior con su sobrino. Se sentía arrepentida de haberlo hecho, pero la excitación y el placer que había tenido era superior a la sensación de sentirse una mujer despreciable. Recordó las caricias de su sobrino y su cuerpo empezó a sentir la necesidad de tenerlo otra vez. Podía haber tenido sexo con los jóvenes del bar, pero tenía que reconocer que nada le producía más morbo y excitación que pensar en ser follada por su sobrino. Se tumbó en la cama y metió una de sus manos bajo las bragas. Sus dedos separaron los labios vaginales y acariciaron la húmeda piel de su vagina. Mientras sus manos le daban placer, su mente recordaba el cuerpo de Enrique. Poco a poco fue sintiendo cada vez más placer hasta estallar en un maravilloso orgasmo del que intentaba ahogar los gemidos que su boca quería lanzar. Se relajó y poco a poco se fue quedando dormida, desnuda en mitad de su cama.

Eduardo y Marta salieron al oscuro jardín y buscaron un rincón donde estar a solas y tranquilos. Detrás de la casetilla parecía que no los podrían ver nadie. Eduardo ilumino un poco para ver el lugar y parecía perfecto. Corrió a oscuras y trajo una tumbona para estar los dos tranquilos. Le ofreció una toalla grande que había en el tendedero a Marta por si tenía frío y se echó en la tumbona para esperar a su madura amante. Marta se colocó abrazada a él y extendieron la toalla para taparse un poco.

¡Creo que estamos locos! - dijo Marta y besó a su amante que le respondió con pasión y abrazándola para mostrarle sus sentimientos.

Tita, tal vez sea una locura, pero siento que tengo que darte todo el amor que pueda... - volvieron a besarse – Tengo que reconocer que lo de ayer fue más por deseo sexual, pero el que dijerais que ya todo se había acabado, ha encendido en mí un sentimiento de amor por ti.

Yo también me siento igual... - Marta se sentó sobre su sobrino y pudo sentir la dureza del amor de su sobrino contra su sexo, la falda que llevaba era perfecta para aquello, ocultaba de la vista que sólo llevaba unas bragas y se agitaba para frotarse contra Eduardo – Me siento como una jovencita que hace sus primeros pinos en el sexo, oculto de sus padres. - se inclinó y besó a su sobrino.

Mientras se besaban, Eduardo acarició las piernas de su tía hasta conseguir poner sus manos por debajo de la falda. La acariciaba y sentía la suave piel de los muslos de su tía. La lengua de Marta jugó con la oreja de su sobrino mientras sentía sus manos subir por sus piernas hasta agarrarse a su culo. La cogió con fuerza y la hizo agitarse sobre su polla. Marta sentía la presión del cuerpo de su sobrino en su coño. Su clítoris estaba endurecido con el roce. Excitada, abrió su camisa y bajó la copa de su sujetador para ofrecerle sus tetas a su sobrino. Un terrible calambre de placer recorrió todo su cuerpo en el momento que la boca de Eduardo mamaba su pezón y un terrible placer la invadió al provocarle un orgasmo. Su sobrino no paraba de mamarla y agitar su cuerpo sobre su endurecida polla, podía sentirla presionando su coño, aunque el pantalón y la ropa interior los separara.

¡Joder Edu! - gimoteaba mientras acababa de sentir aquellos latigazos de placer que le producía el amor furtivo de su sobrino - ¡Qué bueno! ¡Me he corrido!

¡Te quiero! - le dijo Eduardo y Marta se lanzó a besarlo – He tenido que hacer un gran esfuerzo para no correrme mientras te miraba.

¡Mi pobre niño! - Marta se levantó y le quitó los pantalones y los calzoncillos a su sobrino - ¡Me encanta lo que tienes para tu tía! - acarició la endurecida polla de Eduardo y se quitó las bragas. Levantó la falda y, abriendo las piernas, se sentó sobre el erecto sexo - ¡Me encanta tu polla! - se inclinó para besarlo mientras entre sus labios vaginales se colocaba la endurecida polla sin llegar a penetrarla.

Tita, me encanta todo lo que me haces... - las manos de Eduardo se aferraban al culo de su tía que agitaba sus caderas mientras se besaban.

Marta se incorporó y agarró las manos de Eduardo sobre su culo. Agitó las caderas cada vez con más fuerza y los flujos de su vagina iban empapando toda la longitud de la gruesa polla. Los dedos de él se clavaban en las carnes de los cachetes del redondo culo. En la tenue luz de la noche, Marta lo miró a la cara mientras frotaban sus sexos, sus ojos clavados uno en el otro, disfrutando del momento...

¿De verdad me quieres o sólo quieres follarme? - Marta se agitaba con más fuerza contra el cuerpo de su sobrino.

¡Lo quiero todo de ti! - contestó Eduardo – Quiero tu cuerpo y quiero tu amor... - sus cuerpos seguían moviéndose y el placer aumentaba.

¡Le darías un hijo a tu tía! - Marta se inclinó para ver mejor la cara de su sobrino - ¡Ámame y conviérteme en tu mujer!

Marta movió las caderas de forma que el grueso glande de la polla de su sobrino se colocó en la entrada de su vagina. Se miraron por un momento a los ojos. Sabían que iban a cruzar el límite entre un sobrino y su tía. Por unos momentos Eduardo dudo, ella le pedía que la dejara embarazada, sin importar nada más, pero el calor de la vagina de Marta en su glande fue más fuerte que la razón. Las manos de Eduardo empujaron el culo de su tía y sintió el calor de su madura vagina que envolvía poco a poco su glande. Marta lo besó con pasión y se dejó llevar por el deseo de su sobrino. Se movían despacio, sintiendo cada milímetro de polla que entraba en la ardiente vagina. Sus lenguas se agitaban peleando por ocupar la boca de su amante, sus manos acariciaban todas las partes de sus cuerpos. Gemían intentando no hacer ruido mientras la polla de Eduardo iba invadiendo y dilatando poco a poco la vagina de su tía. Marta se retorcía al sentir a su sobrino dentro de ella. Sus pezones erectos buscaban el roce del joven pecho de su amante. Con dificultad le quitó la camiseta y sintieron sus pieles. Eduardo agarró con fuerza el culo de su tía y empujó hasta que su polla estuvo totalmente clavada en lo más profundo de su vagina.

¡Qué maravilla! - susurró Marta al sentirse completamente llena por Eduardo - ¡Nunca había tenido una polla tan buena dentro de mí!

¡Me voy a correr, tita! - dijo Eduardo no pudiendo contener el orgasmo que le provocaba tener a su tía y aquellas palabras que le susurraba al oído - ¡No puedo más!

¡Sí mi niño! - le susurraba al oído y sus caderas se agitaban más rápido y más fuerte - ¡Llena a tu tía con tu semen! - Eduardo se agarró con fuerza al culo de ella - ¡Déjame embarazada!

No pudo más. Eduardo empujó el redondo culo contra su polla y entró en la vagina de su tía totalmente. Marta se sintió completamente llena, hasta donde nunca había conseguido llegar ningún hombre antes. Su sobrino daba espasmos de placer y en su interior pudo sentir brotar los chorros de semen que le daba para dejarla embarazada. Aquello le produjo un placer nuevo, nunca antes se había sentido tan penetrada, nunca antes había sentido la corrida de un hombre tan profunda. Las manos de Eduardo dejaron libre el culo de su tía. Marta comenzó a moverse suavemente, sintiendo como aquella polla se deslizaba por su vagina, sintiendo el grueso glande. Ella empezó a sentir que aquella polla frotaba con fuerza su excitado y erecto clítoris y sentía que no podía parar. Eduardo la miraba exhausto por el placer y su joven polla no llegaba a menguar con los movimientos del cuerpo de su tía. La observó, podía ver la hermosa cara de su tía que mostraba el placer que estaba sintiendo. Aquella imagen lo volvió a excitar y su polla no menguaba, todo lo contrario, se iba poniendo de nuevo dura. Marta notaba que la dureza de aquella polla volvía, lo notaba en su clítoris. Por momentos le parecía que estaba hecha de acero y su clítoris le mandaba mensajes de placer que iban volviendo loca a Marta. Su sobrino tenía un buen pene y tenía que ser sólo para ella.

¡Me estoy corriendo! - consiguió susurrarle a su sobrino al oído mientras su cuerpo daba espasmos de placer.

Eduardo agarró con fuerza el culo de su tía y sus caderas se movieron de una forma alocada, dando bestiales penetraciones que hacían que ella gimiera junto a su oído. Cuanto más gemía más se excitaba él y la penetraba con más fuerza, provocando que ella gimiera aún más. Marta no dejaba de sentir placer, se sentía embriagada por el placer de tantos orgasmos... o sólo era uno muy largo que la estaba volviendo loca hasta el punto de sentir que se iba a desmallar. Se agitó y su vagina se convulsionaba involuntariamente cuando Eduardo hundió su polla por completo en su vagina y de nuevo empezó a soltar chorros de semen. Cada golpe del semen en su interior, provocaba que Marta se agitara de placer. Quedaron inmóviles cuando todo el semen salió y llenó la vagina de Marta. La polla se agitaba mientras iba menguando y la vagina se movía involuntariamente, sus sexos tenían vida propia.

Estuvieron muchos minutos allí, abrazados y besándose suavemente mientras permanecían unidos por sus sexos. La polla de Eduardo casi había menguado por completo pero la caliente vagina de Marta la retenía en su interior mientras el semen de él y los flujos de ella se mezclaban dentro.

¡Cariño, te ha gustado! - le preguntó a su tía.

¡Nunca había sentido tanto placer! - lo besó con pasión y levantó sus caderas para liberar su polla. Nada del todo el semen que su sobrino le había dado salió de su interior - ¡Anda, ya es hora de acostarnos!

Dejaron las cosas como estaban antes de haberse entregado al amor y tras darse un nuevo beso apasionado a escondidas, se marcharon cada uno a su habitación. Eduardo encontró a su primo dormido en su cama y sin hacer ruido se acostó en la suya. Marta entró en su habitación y tras desnudarse y meterse en la cama, podía sentir como su vagina estaba alterada por el placer que le había dado su sobrino al llenarla con su semen, acariciando su vientre se durmió. Todos dormían en la casa en aquel verano en que ellas dejaban de querer a sus maridos y se sentían atraídas por sus sobrinos.