Desenfreno en la calle de la Corrida nº69 01.
Vecinos...: Vamos a conocer a los miembros de esta simpática comunidad...
CAPÍTULO 1º
VECINOS
Ah, que bonitos los edificios antiguos, con sus portales de madera, sus ascensores viejos y chirriantes y sus escalones de medio metro de altura, donde es tan jodidamente fácil resbalar y romperse la crisma.
Así es el número 69 de la calle De la Corrida, un lugar con unos vecinos muy peculiares, a cual más cachondo y salido que el anterior.
En el Primero A tenemos a los Peláez, flamantes presidentes de la comunidad de vecinos y empezando por José, el padre de familia, el típico madurito interesante que, a sus cincuenta y pocos años, es considerado todo un semental en la cama, más que nada porque calza una nada despreciable verga de veintidós centímetros y unos cojones del tamaño de huevos de gallina.
También tenemos a su mujer, Soledad o Sole, como le gusta que la llamen, una hermosa madurita con aires de gran señora, con un par de tetas, talla 130, que quitan el sentido y puta como ella sola.
La familia la completa Albita, una dulce adolescente de dieciséis añitos, de tetas bastante grandes también, talla 100, y tan puta o más que su madre.
En el Primero B tenemos a dos viudas cincuentonas de muy buen ver, Maruja, bajita y pizpireta, de tetitas pequeñas pero muy bien puestas, y a Angustias, alta y bastante seca de trato, pero de mamellas enormes, talla 140, y trasero duro como una roca, pues va al gimnasio dos veces por semana a hacer aeróbic. Según las malas lenguas son algo más que amigas…
En el Segundo A vive Alejandro Blasco, o Alex. Joven atlético de veintipocos años al que hace poco tiempo dejó su novia y que dedica la mayor parte del día a buscar trabajo por Internet y a matarse a pajas pensando en la joven Albita Peláez, desde aquel día en que la niñita se le insinuó en el ascensor y le palpó los veinte centímetros de su gruesa polla a través del pantalón.
El Segundo B está ocupado por una parejita de recién casados, Eva y Adrián. Ambos son jóvenes, vitales, con ganas de marcha y muy liberales en cuanto a asuntos sexuales se refiere. Eva es alta y delgada, pero con un buen par de tetas talla 120 y un culitos duro y respingón, mientras que Adrián es también alto y muy delgado, lo que contrasta enormemente con el tamaño y grosor de su verga, veinticinco centímetros y casi tan gruesa como su muñeca.
El Tercero A lo ocupa doña Manuela, que en su juventud fue puta y a sus casi sesenta años aún conserva mucho encanto. Dotada de un enorme par de tetas talla 140, os puedo asegurar que sabe muy bien como hacer buen uso de ellas.
En el Tercero B vive alquilada Carmelita, una tímida estudiante de derecho, bastante inocente y, por lo visto, todavía virgen, a pesar de que los hombres y los vecinos del bloque se la comen con los ojos, pues es todo un bomboncito, con unas tetas del tamaño justo y un precioso culito redondito, de esos que dan ganas de azotar cuando se está follando al estilo perro.
Y por último, pero no por ello menos importante en esta historia, tenemos a Felipe, el portero, un negrazo de origen cubano, dotado de una enorme tranca de treinta centímetros y que es la fantasía erótica de doña Soledad desde que entrase a trabajar al bloque hace ya unos cuantos años.
Ahora lo tenemos barriendo la entrada del portal mientras tararea “Guantanamera” y baila con la escoba.
-Vaya, Felipe. Te veo muy contento esta mañana –La sensual voz de doña Sole suena a sus espaldas, haciéndole dar un respingo y casi soltar la escoba-. ¿Has tenido noticias de tu familia acaso?
-Ah, buenos días, doña Soledad –Felipe muestra su blanca dentadura en agradable sonrisa, mientras sus ojos se posan en la tremenda delantera de la señora de Peláez y notando como su pollón se tensa contra la tela de sus pantalones.
-Vaya… -Sonríe la madura vecina mientras roza con el dorso de su mano el paquetón del cubano-. Cualquiera diría que te alegras de verme, Felipillo, bribón –añade luego antes de salir del portal contoneando sus poderosas caderas, dejando al porteros más caliente que el pico de una plancha.