Desencuentros

Cuando dos se encuentran muchas cosas pueden pasar, o quizá no.

Por varias razones mi novio y yo no nos habíamos podido tener una cita o besarnos, o hacer otras cosas en cuatro meses y nueve días, los principales: trabajos fuera de la ciudad y estudios. También influyó la presencia de una ex que era mitad hacker y mitad bruja histérica.

Lo extrañaba, vaya que sí, los días eran relativamente fáciles de aceptar, podía ir al trabajo, a la universidad, a cursos de macramé, a voluntariados cuidando perros, etc. Las posibilidades son infinitas cuando eres joven, pero  las noches… eran complicadas. Con el afán de no sumirme en la melancolía, me dediqué a leer novelas románticas por las noches por cuatro meses. Terminé 14 libros, algunos eran muy castos, otros no mucho. ¿Por qué algo así? Bueno en dichos libros los protagonistas siempre terminan juntos a pesar de los problemas, y quería mantener la esperanza.

Con el tiempo las cosas mejoraron, y después de cuatro meses y cuatro días llegó el tiempo de levantar la moratoria a nuestra relación. El plan en mi cabeza imaginaba un intercambio de promesas de amor, besos y con suerte algo más.  Sin embargo, no fue una cosa muy planeada, simplemente hablamos en la mañana y quedamos en vernos para almorzar. Tampoco había mucho tiempo disponible porque debíamos volver a trabajar después.

Así que me arreglé para quedar lo más guapa posible y pasar un momento bonito junto a él. En mi imaginación, estaría esperándome y al verme me tomaría de la mano y me besaría. Quedamos a la 1, pero él llegó a la 1:15. Me observó detenidamente con expresión aprobatoria pero no me besó, me preguntó por mis clases y yo contesté lo más naturalmente posible tratando de ocultar mi sorpresa.

Generalmente, nos tomábamos de la mano al caminar o caminábamos del brazo, pero en esta ocasión el seguía hablando del trabajo y los problemas de la oficina y cada vez que intentaba tomar su mano sus dedos se me escapaban. Entonces habló él:

-Quisiera caminar seis cuadras para hablar con alguien que me ayude a arreglar la pantalla de mi teléfono- no era lo que había planeado pero una hora caminando a su lado podía ser adorable así que asentí y seguimos caminando.

Sin embargo, decidí ser directa, y le pregunte- Oye te puedo pedir algo?

Él respondió- Qué? y mientras lo miraba de los ojos a la boca, dije - Un beso.

El dijo- Claro- y siguió caminando. Imaginaba un resultado diferente.

Unos metros más adelante, se detuvo. Con la mirada lánguida y la voz entrecortada murmuró- te digo algo? me miró, contuvo su respiración y puso su mano en el abdomen - Tengo ganas de sopa de fideo- Sonreí y sugerí que en lugar de deambular fuéramos a buscar un almuerzo.

No soy particularmente afecta al despilfarro o los gustos caros, pero hay muchos sitios que venden mariscos y carnes en el sector donde estábamos. En su lugar entramos a un sitio de almuerzos baratos para oficinistas y empleados. En lugar de ir a una mesa sola para tomarnos de las manos fuimos a una mesa de seis que de hecho ya tenía dos comensales, no exactamente bien vestidos. O apuestos. O limpios. Era la mesa más cercana a la entrada de la cocina así que el calor nos llegaba directo, y siempre sentía la presencia de alguien tras de mí.

La comida fue servida con prontitud. El menú consistía en sopa de acelga y de seco pollo asado con ensalada de tomate y cebolla. Mientras comíamos hablábamos del trabajo, de lo que hicimos el fin de semana, etc., después de terminar la sopa, enfoqué mi atención en los costados, uno de los hombres ya se había levantado pero el otro estaba dormitando en su asiento. Su cabeza hacia atrás y semi-abierta la boca.

No pude evitarlo, pero mi mente viajó a una de las novelas que leí, donde una pareja de ex-amantes se reencontraba después de muchos años y él le pide una oportunidad para verse de nuevo y descubrir lo que sentía por ella. En dicho libro, durante la primera de las citas que los protagonistas tuvieron él compró comida china para llevar y la condujo a un edificio abandonado y tras subir todos los graderíos, terminaron en una terraza donde había una mesa puesta, con un mantel blanco, cubiertos, una botella de vino y sus respectivas copas. Mientras hablaban atardecía y la vista de la ciudad era perfecta.

Otros ejemplos aparecían en mi cabeza, la lucha era dura. Decidí concentrarme en mi segundo plato, sus sabores y texturas, la presa de pollo estaba realmente buena. Tenía miedo de preguntar sobre por qué no me había tocado. Supongo que el finalmente lo notó y me preguntó - ¿Te pasa algo?

Sentí que alguien estaba parado atrás mío, tomé aire, traté de sonreír y dije- Luego te cuento.

  • Seguro que estas bien? Dijo él

  • Si – asentí

  • Está rico el pollo? Preguntó.

  • Delicioso –respondí.

Lo miraba con atención mientras ponía los restos de sus sobres de salsa de tomate y mayonesa en el pollo. Mientras lo veía él dijo.

  • Tú también tienes salsa de tomate y mayonesa, y no se los pusiste a tu comida-

No respondí, era verdad, pero ni siquiera lo había recordado a tiempo y ya era tarde, seguí concentrada en los minúsculos pedazos de carne que quedaban en la presa. No hablamos mucho el resto del almuerzo.

Al terminar la comida, el pagó por los platos de ambos, y mientras esperábamos el cambio, se levantó de la silla, se paró junto a mí y me besó. Era más un pico que nada pero

  • Te tardaste media hora- Le dije.

Sonrió y debido a que nos entregaron en ese momento el cambio salimos. La vida era hermosa. Caminé de su brazo, mientras trataba de hilar las palabras que quería decirle, hablaba de tonterías.

Sin embargo, lo que en realidad quería decirle era la falta que me había hecho, cuanto me alegraba que estuviéramos juntos de nuevo, y preguntarle si todavía debía temerle a ella, a quien había intentado separarnos. Pero, todavía faltaban 8 minutos para que se acabe la hora de almuerzo, y como salió 15 minutos tarde teníamos algo más de 20 minutos para hablar, conversar, etc. Sólo necesitaba tomar algo de fuerzas, que nos sentaramos en un lugar apartado, y que él dedicara un poco de atención a mi persona. Mi corazón latía fuerte, quería decirle cuanto significaba para mí, hablarle de mis sentimientos, como un sólo beso suyo alegraba mis días, deseaba besarlo apasionadamente, sentir sus manos acariciando mi espalda... Me preguntaba ¿Será que el sentía lo mismo que yo? ¿Me habría extrañado con la misma fiereza en las noches? ¿Estaríamos bien ahora?

Caminamos del brazo una cuadra y media, cuando él decidió que tenía mucho trabajo, y que quería aprovechar al máximo cada minuto del día para poder trabajar. Mi decepción era grande. Se despidió con un pico y se fue corriendo.

Torpe. Tenía tanto que decirte.