Deseando a mamá
Ya no me aguanto las ganas por el cuerpo de mi mamá, de hacerla mía, ojalá puedan aconsejarme.
¡Hola! Me llamo Karina, tengo veintidós años y vivo sola con mi mamá, a mi papá lo veo cada mil años, en realidad no es algo que me importe mucho, igual nunca fuimos muy apegados, se puede decir que mi única familia realmente ha sido mi mamá.
. Tengo que decir, antes que nada, que me siento muy rara de hacer esto, espero no hacerlo mal; pero la verdad he llegado al punto en que tengo que contar mi historia, o simple y llanamente me ahogo.
Empiezo por contarles como soy: No muy alta (1.65) morena, cabello oscuro, ojos cafés grandes, nariz recta y boca mediana de labios llenitos. Piernas lindas, bien torneadas que me gusta mostrar, cintura chiquita, caderas un poco (solo un poquito ¿eh?) anchas, trasero paradito y mis pechos son mas o menos grandes. Mi mamá no es muy diferente, solo que un poco más bajita y sus senos son un tanto más grandes (redonditos, lindos). Tiene preciosos cuarenta y cuatro, super cuidados a fuerza de ejercicio. Total que a ninguna de las dos nos faltan pretendientes, mi mamá específicamente, tiene una pretendiente muy, pero muy especial.
A las chicas que lean esto: ¿recuerdan haber dicho de niñas, mi mami es la más linda del mundo ? ¿O haberse puesto su ropa y su maquillaje para jugar a ser mamá, para jugar a ser ella? Bueno, ese era mi juego favorito, y siempre dije, y lo sigo diciendo, mi mami es la más linda del mundo!!!! Creo (aunque no pretendo terapeárme con esto) que mi mamá desde muy temprano se me volvió obsesión, y sin darme cuenta cómo o cuando (en la pubertad supongo) tanta admiración y tanto amor se convirtieron en deseo.
Recuerdo la primera vez que me masturbé, o mejor dicho, la primera vez que lo hice con conciencia de hacerlo, que no son lo mismo las caricias un tanto inocentes que te das de niña porque se siente rico, al ya erotizarte, reconociendo tu cuerpo al tiempo que te pierdes en la fantasía. Para esto, tengo que contarles que aquello de vestirme de mamá era juego de niña, que terminó cuando tenía como 8 o 9 años. Sin embargo, cuando empecé a desarrollarme (¡y me desarrollé muy rápido! A los doce años mis senos ya tenían casi el tamaño que tienen ahora y era de la estatura de mi mamá) empecé a ponerme su ropa, movida por la idea de verme más madura (cosas de adolescentes) Me gustaba sobre todo ponerme sus conjuntos de trabajo: trajes sastres de falda a la rodilla y saco, blusas de seda, con medias y tacones, bastante altos por cierto, porque el tema de la estatura siempre ha acomplejado un poco a mi mamá. Todo bien y normal si no hubiera sido porque cuando me miraba al espejo vestida así, mi figura se simbiotizaba con la suya: en vez de verme yo en el espejo, la veía a ella, me convertía en ella, o algo por el estilo (es un poco difícil de explicar) Entonces empezaba a recorrer a detalle su cuerpo: lindo, esbelto, sensual; y un calor raro (pero muy rico), violento y salvaje me recorría el cuerpo ¡Entonces me asustaba mucho! Tanto por la idea de pensar en mi madre de esa manera, como por la idea de ser lesbiana. Ambos temores pronto se desvanecieron, cuando por fin me dejé llevar por ese calor y un día "disfrazada" de pies a cabeza como mi mamá (incluso me puse su ropa interior y sus lentes) me masturbé frente al espejo. Aquella vez fue deliciosa, no tanto por la manera de masturbarme: mis caricias todavía eran torpes (no hacía más que frotarme) además de que me asusté porque manché con mi flujo su ropa interior (blanca para esto) y su falda, y mejor que lavarla la tiré y tuve que darle mil excusas tontas después; pero el morbo de sentir eso y pensar en ella, me marcó para siempre. Desde entonces la deseo, me excita verla y pensarla, y es el motivo de todas mis masturbaciones.
También entonces descubrí que soy lesbiana. Ahora tampoco les voy a decir que he andado con mil chavas, ni nada por el estilo, ¡al contrario! Creo (y tal vez por la misma naturaleza de mi deseo prohibido) soy bastante tímida. De hecho solo he andado con dos mujeres, ambas mayores que yo. Con la primera, que se llama Sandra (rubia, como de 1.75, y cuerpo precioso) que fue mi maestra de artes plásticas el último año de secundaria (es de la misma edad que mi mamá) anduve tres años. Fue una relación linda, rica; ella me enseñó como disfrutar y lo delicioso de estar con otra mujer, hicimos todo lo imaginable, la quise mucho, pero (siempre hay un pero) mi deseo estaba centrado en mi mamá.
Sandra es la única persona a la que le he dicho mi secreto. Lo tomó de lo más normal, incluso, cuando hacíamos el amor solíamos jugar a ser mamá e hija. A veces era una mamá estricta que me castigaba por no hacer la tarea: me regañaba, me colocaba en sus piernas me subía la falda y me daba nalgaditas que eran más como caricias, luego siguiendo el juego, se hacía la arrepentida y me daba besitos donde me había pegado, mientras su mano empezaba a retirar mis pantis ya húmedas para tocarme. En esas ocasiones le decía:
-¿Qué me haces, mami?
-Solo te acaricio amor.
-pero tu me has dicho que eso está mal.
- si, lo se bebé, pero no puedo resistirlo, me gustas mucho, te deseo; dime ¿no te gusta?
-Si me gusta mucho, pero ¿qué me vas a hacer?
-nada. Solo te voy a dar besitos en tu vagina y en tu colita, voy a acariciarte hasta que te mojes mucho, mucho, porque a mami le gusta mucho el sabor de tu juguito, te voy a meter mi dedo, voy a morder tus senos, y luego te voy a enseñar a que me lo hagas a mi
Bueno, algo así eran nuestras pláticas.
Otras ocasiones ya desnudas las dos, me pedía que me sentara frente a ella y me masturbara mientras le relataba todo lo que sentía por mi mamá, todo lo que quería hacerle, y de acuerdo a mis palabras, luego cumplía cada uno de mis caprichos: desde los besos y las caricias más tiernas hasta las fantasías más alocadas: me dejó masturbarla estando ella en "cuatro patas" con mi pezón endurecido, como si la penetrara en su ano y en su vagina con mis senos, chupó mis pies, llegamos al orgasmo con cada parte de nuestros cuerpos, siempre siguiendo el juego de ser mamá e hija, pero .
A pesar de que aquella relación fue tan satisfactoria, el deseo por mamá era cada vez mayor, y los jueguitos con Sandra volvían todo más frustrante: mi mamá es sumamente conservadora, y el llegar a insinuarme o tratar de seducirla, parecía (y parece todavía) simplemente imposible, así que todo lo vivido parecía un sueño que aunque lindo, solo hace más triste la realidad. En casa era una adicta a la masturbación con todo y que tenía relaciones frecuentemente: todo lo relacionado con mi mamá se me hizo fetiche (lo es hasta el día de hoy), sus fotos (que son escasas por cierto) su ropa, sus pantis usadas, sus brassieres, sus sábanas; cada mañana tomo una de sus prendas recién usadas del bote de la ropa sucia todavía tibia y antes de meterme a bañar, ya desnuda la froto en mi cuerpo, la huelo, la beso, la muerdo como si fuera su piel, como si fuera uno de sus senos; la llevo hasta mi vagina para humedecerla con mi juguito y poder perderme la fantasía de que me masturba con sus dedos delgados y suaves, de que podemos hacer el amor aún a través de la prenda, asi llego al orgasmo a veces dos, tres veces al día.
Mi relación con mi loca amante, "con mi mamá postiza" terminó por desgaste, cosas que pasan. Tuve como les dije, otra relación (no hace mucho) con otra mujer, y aunque nunca igualó a la primera ni en calidad ni en duración, si era una especie de desfogue que me mantenía más o menos tranquila en casa, pero últimamente estoy que no me aguanto.
No dejo de ver a mi mamá, de ver sus senos, sus nalgas, su cintura; su sonrisa preciosa; he llegado al punto de vestirme provocativa, de andar casi desnuda en la casa tratando de seducirla, ¡pero nada! Lo ve de lo más normal, a veces su comentario solo es "Kari, hija ¿no tienes frío con eso? Tápate" Me privo del coraje, y sin embargo, sigo fantaseando, sigo soñando en un encuentro ideal entre nosotras. Tengo ideas raras, he llegado a pensar que incluso me desea en silencio, pero no sabe como decirlo
De hecho, creo que las moléculas vibran como locas entre nuestros cuerpos; lo se, estoy segura, este deseo no podría vivir en mi y crecer y crecer cada día si no existiera (aunque sea inconciente) un deseo recíproco. La pared que divide nuestras habitaciones es tan delgada ¡pero me parece inexpugnable! Ya muy entrada la noche, absorta en mil fantasías, estando en completo silencio, puedo escuchar su respiración: duerme boca arriba (con ese pecho bello y grande no podía ser de otra manera) solo con su camiseta y sin sostén con apenas una sabanita cubriendo su cuerpo ¡cuántas veces ya vencida por mi ansiedad no la he espiado antes de regresar a masturbarme a mi cuarto! Hace tres noches pasó. Regresé ya tarde y, cruzando por el pasillo hacia mi cuarto la ví tendida a lo largo de la cama con sus piernas abiertas y la camiseta enrollada sobre su ombligo, dejando al descubierto el portento de sus muslos y esos calzoncitos de algodón blanco que se abultan en su monte de tupidos vellitos oscuros, y se hunden a mitad de sus nalgas. Sentí tal necesidad de acariciar su carne tibia, de llenar su cuerpo de besos suaves y profundos, que sin darme cuenta como o cuando, frente a ella, empecé a tocarme, primero sobre mis pantalones y mi body, hasta que el instinto me invitó a desnudarme. Apenas había terminado de descubrir uno de mis senos cuando un movimiento violento de mi mamá me espantó tanto que salí corriendo hacia mi cuarto. La situación y la imagen me habían dejado a mil, estaba sudando como si estuviera en un horno y el interior de mis piernas ardía dentro de la ropa. Me desnudé completamente, comprobado que mi ropa íntima estaba empapada y mi piel tan sensible que el más mínimo roce me arrojaría al orgasmo. Así, Hincada en el piso para que el bamboleo de la cama no me delatara, apretando mis labios, separándolos apenas para murmurar muy quedito el diálogo de mis fantasías, donde ella me confiesa que me ha deseado desde siempre y yo gimo siendo solo suya, desnuda, con mi pecho, mis piernas y mis muslos llenos de humedad tal como quisiera que ella me viera, como quisiera que ella me aprendiera con su tacto, empecé a acariciarme toda, mi cabello, mi rostro, mi cuello, tratando de comprobar que soy lo suficientemente hermosa para seducirla; luego mis senos, redondos, lindos, tan parecidos a los suyos; con mis pezones rígidos como piedritas de solo recordar las caricias que durante años he planeado para ella, pasando por mi abdomen cálido y mi cintura chiquita hasta llegar a mi monte tupido como el de mi mami. Antes de llegar a la caricia final sobre mi vagina, me detuve, me levanté y me coloqué con mis piernas abiertas frente al espejo. Reluciente de humedad, la simple cercanía de mis manos entre mis piernas me cortaba la respiración. Separé un poquito mis labios y despegando algunos vellitos ya anegados vi mi vagina extasiada: es bonita, mis labios tenues y rosados, mi clítoris a punto de estallar, me imagino que la suya es muy parecida. Empecé a frotarme sin poder dejar de verme, deleitándome en ese olor salado que brota de mi cuerpo y que también debe brotar entre sus piernas. Tomé con mi dedito un poco de flujo y lo esparcí en mi boca ¡soñando que fuera el de mami!
Antes de lo que se pueden imaginar, dos de mis dedos entraban y salían de mi vagina, mientras suspiraba lo que no puedo, lo que no me he atrevido ha gritar: ¡Mami te deseo, te amo, soy tuya!
Tengo que confesar algo un poquito perverso: En noches como esta que les cuento, siento algo así como un resentimiento, una extraña sensación de venganza. Digo, si yo he tenido que sufrir este deseo insatisfecho en silencio por tanto tiempo a causa de sus tabús y preceptos, ¿no sería justo que ella sufriera un poquito también (bueno solo un poquito, porque la quiero mucho)? Desde que tenía como quince años, y movida por esa sensación y esas ganas de ser un poquito "cruel" soñaba que cuando lograra seducirla, y teniéndola ansiosa de tocarme, entre beso y beso podría ir rompiendo sus límites. Mi obsesión se volvió su anito. Puedo apostar todo a que nunca ha tenido sexo anal. De solo imaginar su rostro asustado al sentir uno de mis deditos jugueteando en las inmediaciones de su culo amenazando con desvirginar ese orificio chiquito y cálido, o cuando me escuchara susurrando a su oído -voltéate, ma, voy a darte un beso en tu colita- y tan excitada para no poder negarse, obedeciéndome ciegamente, ¡wow! Me siento morbosa, satisfecha y aún así, ¡es solo fantasía! Pero, a raíz de esto, siempre a punto del orgasmo, mi mano izquierda viaja hacia mis nalgas: me doy palmaditas, marco la línea de mi culo, abro mis piernas y encajo uno de mis dedos en mi anito. Y estando así, con mis manos en mi cuerpo dándome placer, mis sueños en su cuerpo y la subsecuente descarga de humedad entre mis piernas, vuelvo a la sensación que tenía de pequeña al ponerme su ropa: me convierto en ella, y (para mi mala suerte) esa es la única forma que tengo para hacerla mía.
Porfa, ojalá me aconsejen que hacer, (bueno, debo confesar que contar todo esto me ha hecho sentir bastante bien) ¿Cómo hago? ¿Cómo doy el primer paso?
Un beso grande, si me atrevo pronto a hacer lo que quiero, ya escribiré otro relato.
kari