Desde la ventana. Segunda parte

Todo puede empezar mirando por la ventana. Recomiendo leer la primera parte.

Estuvo pensando en lo que había ocurrido hasta que se durmió. Pensaba en la nota y en que, ahora, él tenía la iniciativa para ir más allá.

Él no tenía pareja desde hace tiempo. Tuvo una relación un tanto tormentosa, en la que se ¿enamoró? de una mujer bastante agraciada. Deseaba estar con ella, pero la deseaba en un plano físico. Quería hacer el amor a ese cuerpo bonito, besar esos labios, acariciar esos pechos casi perfectos... Le gustaba ver como le llegaba el orgasmo, como retorcía su cuerpo, como se endurecían los pezones, como chillaba. Pero, lo malo, es que también la deseaban otros y ella era maestra en el engaño. Hasta que, un dia, pudo verla abrazando a otro, besando sus labios y metiéndole mano y dejando meterle a él, en un parque en donde, ninguno de los dos, debía estar en ese momento. Volvió a su casa, le sacó varias maletas y, cuando ella llegó le dijo que podía coger sus cosas e irse de su casa a casa de su amante. Ella rompió a llorar, le pidió perdón, le dijo que era solo una aventura y, hablando, a la vez que aprovechaba el nerviosismo de ella, pudo enterarse que no había sido el único. Se fue del piso dando un plazo de dos horas para que ella saliera. Cuando volvió, tenía una nota pidiendo que la perdonara, algunos armarios vacíos y un jarrón roto, estrellado en la pared. Hubo varias llamadas y mensajes no respondidos de ella hacia él, muy frecuentes los primeros días y más aislados -hasta desaparecer- los siguientes tiempos.

Ahora se abría una historia nueva. No sabía cual sería el guión, pero decidió llamar. Lo haría en la pausa del café.

Llamó y tardó en coger el teléfono. Se presentó como Juan, su vecino, y le comentó que había recogido la nota del buzón. Preguntó si podía quedar y le dijo que sí, al día siguiente. Ella había ido a vivir a una calle no muy lejana, en la misma zona y, entre los dos pisos había una cafetería agradable para encontrarse.

Estaba deseando que llegara la hora, desde que se despertó, al mismo tiempo que tenía un cierto nerviosismo, porque no había cruzado más que saludos aislados con ella. Pero había jugado a un juego audaz, pero inocente hasta ese momento.

Llegó primero a la cita y pronto llegó ella. Se sentaron uno junto al otro, después de haberse saludado, por primera vez, con dos besos. Ella empezó a contarle, entre ciertas dudas por los nervios de la situación, que se había divorciado. Que no aguantaba una situación de reproches por cualquier tontería y que no entendió que prefiriera juntarse él con sus amigos en vez de estar con ella. Había cambiado a su mujer por sus salidas a bares y eso le había hecho sentirse mal como mujer y como persona. Quizás no hubiera empezado a jugar ese juego que habían empezado los dos sin que hubiera ocurrido esa circunstancia. Pero, un dia, empezó y le gustó. Y, ahora, quería conocerlo mejor.

Él habló algo de sí mismo, a modo de presentación, y le comentó que estaba contento de estar con ella. Estuvieron hablando, un rato más, sobre diversas cosas y él le acompañó a su nuevo domicilio. Fueron dando un paseo y, cuando llegó el momento de despedirse, ella le dijo, sin mirarle a los ojos, que ese sábado no tenía planes y que podrían verse. Él aceptó contento y ella le dió dos besos de despedida. El primero fue en la mejilla. El segundo, tras un instante de duda, le besó en los labios.

Pasaron los días con lentitud, hasta que llegó el sábado y la hora en que habían quedado. La misma cafetería. El llegó con antelación y, ella, puntual. La vio entrar y se sorprendió. Sin ser una mujer espectacular, la falda corta, los botines y la cazadora, le sentaban muy bien. Se saludaron con un beso que rozaba los labios y empezaron a hablar sonriendo. Ella era una persona que no estaba en su mejor momento, pero era muy agradable. Convinieron ir a cenar y, luego, tomar una copa.

La noche fue muy agradable. Cenaron a gusto los dos y fueron a tomar algo. Al final, un refresco para ella y una cerveza para él. Estaba muy a gusto, era una sensación que tenía casi olvidada desde que cortó con su anterior pareja y, ella, aunque tímida, daba la sensación que lo estaba pasando bien. Incluso, cuando estaba él en la barra pidiendo y se acercó uno a entablar conversación con ella pudo ver como, con una sonrisa, ella lo despachaba diciendo que estaba acompañada.

Estaba muy bonita. Tanto que, cuando la acompañaba a su casa, se fijó en que alguno se volvió para mirarla. Y la sonrisa que tenía la hacía mas guapa todavía.

Llegaron al portal de su casa y él empezó a despedirse "lo he pasado muy bien, me gustaría quedar contigo pronto... " Cuando ella le dió un beso en los labios y le ofreció subir mientras tenía la vista en su pecho. Cogieron el ascensor sonriendo los dos, mirándose y mirando al suelo. Cuando entraron en la casa, ella le cogió de la mano y le dijo que se pusiera cómodo, que ella iba a cambiarse. Se quitó la chaqueta y se quedó en mangas de camisa. La casa estaba recogida, aunque había algunas cajas por abrir. Se sentó en el sofa y, al pico, apareció ella, con una bata ligera, bastante por encima de las rodillas, con un lazo no muy apretado. Empezaron a hablar. Ella subió una rodilla al sofá y dejó ver un poco más de sus piernas. La bata se iba abriendo, cuando ella se movía, gracias a lo flojo que estaba el lazo. Incluso se abrió hasta el punto de poder ver que, debajo, solo llevaba unas bragas blancas finas. Él le confesó que le parecía una mujer muy atractiva y con un carácter agradable, mientras ella, bajaba la cabeza hacia abajo. En un momento dado, ella se abalanzó, decidida pero lentamente hacia él, mientras dejaba la bata libre, y le besó. Le confesó que nunca había jugado como lo había hecho con él, que eso le había hecho disfrutar y darse cuenta que le gustaba que le viera desnuda. "Mírame, mira mis tetas, mira mi cuerpo, le dijo, mientras echaba para atrás la bata" "Me gusta mucho, me encanta verlo y me excita mucho. Quiero tenerte" Le dijo él mientras le cogía la cintura y le iba acariciando hasta llegar al pecho. "Ve al baño, quítate la ropa y ponte cómodo. Quiero verte ese cuerpo. Te espero aquí" "Vale. Ahora vuelvo. Pero quédate así, solo con las bragas". Fue al baño, se desnudó y, para ir al Salón, eligió una toalla que no abarcaba toda su cintura, dejando una pierna al aire. Llegó al salón y se sentó junto a ella. La volvió a besar, acarició otra vez ese cuerpo que había visto desnudo desde su ventana y vio la excitación de esos pechos que eran aún mas bonitos de cerca que de lejos. Estaba besando y abrazando a esa vecina modosa y sencilla que, hasta no hacia mucho, nunca hubiera imaginado, siquiera, jugar con ella a exhibirse. Su pene estaba excitado, salía entre la abertura de la toalla y, ella terminó de retirar la prenda. "Por favor, ponte de pie, quiero verte desnudo otra vez. Pero, ahora, de cerca y mientras te acaricio. Él hizo lo que le pedía y ella posó una mano en su culo, la otra cogió el pene y lo besó, lo pasó por su mejilla y lo empezó a chupar. Él acaricio su mejilla, dulcemente la levantó, le besó los labios y, de la mano, fueron hasta la cama. Se besaron, y el empezó a besar su cuerpo. El cuello, los pechos, el ombligo... Le bajó las bragas y besó su pubis. Una, dos, tres... Varias veces. Volvió a ponerse a su altura, besando sus labios. Pero, ahora, con su pene rozando su pubis...