Desde la terraza – 7

Mi vecino se folla a su madre, ahora sabiendo quien era

El caso es que me moría de ganas de decirle quien era él, pero antes había que tantear el terreno para no organizar un drama ni traumas posteriores a mi confesión. Y aquella era una buena ocasión, cuando ya casi habíamos dejado un poco el sexo para continuar nuestra relación en un sentido mas de amistad, casi de buenos vecinos. Compartíamos muchos ratos juntos, muchas tardes de mutua soledad se convertían en charlas agradables en aquel rincón tranquilo que era mi terraza.

  • que pasaría si yo te digo quien es? Seguirías viéndole ya sin caretas y sin importarte quien sea?

  • creo que si, me gusta, es joven, viril, sensible y lo hace francamente bien. Se nota que tú le has enseñado.

  • si, pero imagina que fuera alguien muy próximo a ti. No podrías seguir con la farsa y creer que lo haces con un extraño. Estarías condicionada siempre por tu conciencia, o por tu sentimiento de culpabilidad.

  • creo que intentas prepararme para algo muy fuerte, y eso me hace llegar a la conclusión de quien puede ser.

  • a ver, dime un nombre

  • si te digo que puede ser alguien parecido a mi hijo, me desviaría mucho?

  • no, vas bien encaminada

  • y si fuera él?

  • que pasaría si fuera él?

  • no se. Hay tantos prejuicios en nuestra sociedad… pero creo que no me importaría.

  • puede que no te importase, pero como afrontarías un nuevo encuentro con esa duda?

  • bueno, se que tu me ayudarías a hacerlo de forma correcta y sin complicaciones.

Si, por supuesto que lo haría, pero no le dije quien era él, se me ocurrió que mejor lo descubriera ella misma, en vista de su disposición. Le propuse si quería hacerlo con su hijo, de verdad, sin tapujos ni habitaciones a oscuras, a ver si era verdad que no le importaba. Si pasaba esa prueba y tenía sexo con su hijo a la vista de los dos, entonces habría cruzado de verdad esa barrera y sería capaz de conseguir cualquier cosa, cualquier hombre que se propusiera.

  • si, estoy mentalizada para ello. Me ha gustado ese joven al que me entregaste, y supongo que con mi hijo sería algo muy similar. Lo único, es que lo veo muy difícil. No creo que tu fueras capaz de conseguir que él me poseyera sabiendo que soy su madre.

Ese reto era para mí un aliciente para imaginar como se podría conseguir que ambos aceptaran follar, o mas bien, que lo desearan. Esta vez había sido ella quien dio su aceptación, ahora tenia que preparar a su hijo para que, según mi estilo, fuera él quien me lo pidiese.

Empecé pues mi trabajo de introducir en su cabeza la idea de querer acostarse con su madre, y que me pidiera hacerlo. Lo hacia por las tardes, mientras tomábamos el sol en el césped alrededor de la piscina, para observar la reacción que le producía ese pensamiento y así llevar la conversación como fuera mas conveniente para mis fines.

  • de verdad que te gusta mi madre?

  • a mi y casi todos nuestros vecinos. Tú es que no te has fijado en ella, lógicamente, pero esta francamente bien.

  • nunca la he visto como mujer, me parece una barbaridad. Tú te acostarías con ella?

  • y si te dijera…

  • no me digas que te has acostado con ella !!!

  • oye, que yo no he dicho nada. Además que pasaría si lo hubiera hecho? Te molesta?

  • pues claro!!! Es mi madre.

  • o sea, que tu me puedes follar a mi, pero yo no puedo follarme a tu madre?

  • hombre, dicho así…

  • y como hay que decirlo si no? Nunca has visto a tu madre desnuda?

  • noooo

  • y en bikini?

  • si, pero nunca me he fijado en su cuerpo.

  • y si la digo que venga algún día a bañarse con nosotros y entonces observas un poco como es físicamente, como son sus piernas, sus pechos? Esas cosas que tanto te gustan de tu amante desconocida?

  • tu crees que vendría aquí, que se quedaría en bikini delante de nosotros?

  • y se desnudaría como nosotros si nos lo propusiéramos.

  • no creo que lo consigas, es demasiado seria para eso.

  • cuanto te apuestas?

  • lo dices en serio? Serías capaz de lograrlo?

Ahí estaba el reto y su predisposición. Lo demás era fácil. Le dije a ella que podíamos intentar ver la respuesta de su hijo al verla en bikini, pero que lo mejor sería que se quedase desnuda si nosotros lo hacíamos, y que lo único que tenia que fijarse era en la reacción del chico ante su cuerpo expuesto. Lo demás, vendría por si solo. Estaba realmente obsesionada con el joven amante secreto y aceptó hacer lo que yo le fuera insinuando sobre la marcha, intentando que no le diera vergüenza.

Así, una tarde, estando los dos otra vez bañándonos en pelotas, jugando como siempre dentro del agua, oímos su voz por encima del seto, preguntando si podía pasar a refrescarse un poco en el agua. Acepté inmediatamente mientras su hijo se ponía nervioso y quería salir de la piscina a ponerse cualquier cosa.

  • ni hablar, estate aquí dentro, no creo que se fije en como estamos. Además, esta puede ser una buena ocasión para desde dentro del agua, disimulando, te fijes en su cuerpo.

No sabía que hacer, pero siguió mi consejo que nunca le había fallado. Seguimos jugando sin hacer mucho caso, mientras ella pasaba, extendía la toalla dejando sus cosas encima y se despojaba de la camiseta que traía para cruzar la calle y quedarse en bikini. Se colocó un poco las bragas por detrás y se dirigió hacia nosotros, preguntando por la temperatura del agua.

  • venga, tírate y lo compruebas. Esta calentita.

No era cierto, todavía no calentaba tanto el sol pero no tenía que pensarlo así que se arrojó de cabeza hacia dentro. Me lancé a por ella, para nadar a su lado, estuvimos los tres retozando un poco, hasta que sentimos un poco de frío. Yo salí primero, chorreando agua por mi cuerpo desnudo, el culo al aire y los genitales colgando encogidos por el frescor, y me dediqué a moverme y hacer algo de gimnasia para secarme y entrar en calor.

Me di cuenta de que se quedó bastante cortada, aunque debía de suponer que yo no iba a cambiar mis costumbres precisamente ese día, pero salió del agua y secándose un poco con la toalla se tumbó encima para calentarse. Su hijo fue el último, pero menos vergonzoso ya al ver que yo me mostraba natural y que ella no decía nada ni se escandalizaba.

Su madre se lo quedó mirando, su polla medio suspendida, algo crecida por la excitación del momento y sus bolas encogidas por el frío, hechas una pelotita, como las de un niño. Corrimos un poco alrededor de ella, que se reía con nuestros juegos y después nos tumbamos a su lado.

  • siempre os bañáis desnudos?

  • siempre, esto es como la bañera de casa, o la ducha, nada de trapos.

  • pero hoy estoy yo, deberíais tener un poco de… eso.

  • tu eres la que deberías imitarnos y dejarte de mojigaterías. Después de todo, es la primera vez que vienes y convendría que te adaptases a nuestras costumbres.

No dijo nada, pero un buen rato después nos sorprendió al sentarse y quitarse el sujetador. Sus tetas brincaron blanquitas y firmes, como dos flanes recién salidos del molde, los pezones rosados y encogidos del frío apenas se notaban en la redondez del conjunto.

  • tienes la piel muy blanca por ahí, donde no te ha dado el sol, deberías…

  • deberías echarte crema o te quemaras el pecho – concluí yo –

No esperé a ver su reacción, agarré el tubo y me consagré a esparcir chorritos por todo su torso, repartiéndolo después con la mano, dedicando mi mayor atención a sus pechos que era la parte que más lo necesitaba. Sus pezones se pusieron de punta rápidamente, respondiendo como yo imaginaba a la caricia. Su sensibilidad y respuesta casi instantánea seguían sorprendiéndome, pero en este momento era perfecto para mis planes.

  • te vas a quedar como nosotros, ya veras que a gusto se está. Ayúdame con esto.

Esto eran las bragas, que el chico me auxilió a bajar, ya que húmedas como estaban, se oponían a abandonar sus muslos, aferrándose a ellos. Nunca he sido bueno con esta parte, siempre se me resiste, pero lo conseguimos entre los dos sin que ella opusiese resistencia pero también sin colaborar en absoluto.

Le ofrecí el frasco de crema al muchacho, indicándole que repartiese por los muslos, y señalándole con un dedo la parte blanquita de su vientre, mientras yo seguía con mi labor por la parte superior de su cuerpo. Pronto comenzó a mostrar los síntomas de su ardor, el labio superior sudoroso, el cuerpo moviéndose sin razón y la boca abierta en un gemido continuo.

Los dos nos la quedamos mirando, sin tocarla, mientras su cuerpo excitado pedía que continuásemos, que la lleváramos al punto de satisfacción. No tenía yo muy claro como seguir esta vez, pensé que tendríamos que trabajar mas para que bajase la guardia, pero ya estaba rendida y entregada sin importarle quienes éramos y qué hacíamos allí, solo quería seguir y acabar gozando con nosotros.

La atraje hacia mí y no esperó más indicación. Encima de mi cuerpo, se colocó rápidamente sobre mi polla y en cuanto la sintió dentro un poco lanzó un primer grito de gusto y me miró casi sin saber quien era yo. Su pelvis bajaba lentamente hasta engullirla toda, hasta que la sintió en el fondo de su cuerpo. Su boca abierta, como si pidiera socorro, dejó oír un sonido apagado, continuo, y cuando yo empujé un poco hacia arriba, empezó un mete y saca frenético, impetuoso, que amenazaba con partirme la polla si se desviaba un poco hacia algún lado.

La tuve que apretar fuerte contra mí, para frenar sus movimientos. Luego marqué yo el ritmo y volvió a trasfigurarse su cara cuando me sintió moverme dentro de ella. Nuestro ritmo era lento, yo quería que durase, que no fuese cosa de cinco minutos y la obligué a seguirme, sujetando o soltando su trasero conforme deseaba hacerlo.

Me había olvidado del muchacho, que a un lado miraba todo con la boca abierta y se agarraba una polla tiesa y dura que apenas podía aguantar el movimiento de su mano.

Pueden pensar que soy algo bobo, demasiado generoso o tal vez algo marica, pero creí que este momento era del chico, no mío, y aguanté mi ardor y mis deseos de acabar dentro de ella. Lentamente la separé de mí, hasta que mi polla se salió agitándose aun al escapar de su cobijo y con una seña para actuar que ambos habíamos ejecutado varias veces, le vi ponerse detrás de su madre y ensartarla en esa posición de rodillas que se encontraba, como más de una vez lo hiciera conmigo.

Creo que ella se dio cuenta enseguida del cambio, porque esta vez su grito fue más agudo, mas tenso. Reclinó su cabeza sobre mi pecho y dejó que su hijo concluyera la labor. Sus pechos rozaban mi vientre, golpeando a veces contra mi polla todavía tiesa, y de nuevo veía su cara transfigurada por el deseo y el ardor del momento. El empujaba con fuerza y acabó haciéndola gritar como loca, en un orgasmo largo y continuo momentos antes de correrse dentro y acabar los dos sobre mí, desmadejados y juntos, la cara de uno sobre el pelo de ella y la de ella sobre mi nariz.

Me pesaban demasiado y no sabía como salir de la melé que se había convertido aquello, tuve que rodar hacia un lado para que se separasen y librarme de la asfixia. Entonces la mujer hizo algo que me sorprendió, se irguió sobre el cuerpo de él y le besó con pasión en los labios, un beso de película, de amor carnal, no filial, de reconocimiento creo yo, o de gratitud al percatarse al fin quien era su amante secreto.