Desde la terraza

Uno que se baña desnudo en su piscina, un vecinito curiosón, ganas de probar la novedad y bastante morbo: un coctel difícil de aguantar.(rescatando viejos cuentos)

Desde la terraza de mi casa, mientras trabajaba con el ordenador, escuchaba sin querer la conversación de mis vecinos, que se tenían que ir de viaje ese fin de semana y no querían dejar solo al chico.

El chico en realidad era ya un muchacho, pero por lo que sabía, no había salido nunca de casa solo y no se atrevían a dejarle allí casi tres días por si le pasaba algo. El pobre, en un momento de desesperación o de ya no saber que más podía aducir, alegó que el vecino estaba allí y siempre podía echar una mano si lo necesitaba. La conversación bajó de volumen y yo no les prestaba demasiada atención, así que casi me sorprendió oír a la mujer por encima de la valla de separación.

Efectivamente, parece que les había convencido y me pedía si yo podía estar un poco al tanto de su casa y del pequeño mientras ellos estaban fuera. Por supuesto, acepté encantado de poder hacerles un favor. Para mi era la segunda residencia, iba a pasar los fines de semana o alguna temporada que no tenia demasiado trabajo y en mas de una ocasión han sido ellos los que me han sacado de algún apuro cuando me he dejado algo en casa.

Al rato pude oír el motor del coche, y después, mutismo absoluto, hasta el punto de que me olvidé del asunto y cuando volví a sentarme con una cerveza en la mano, me relajé con el silencio del campo, y el día tan esplendido que se presentaba, con el trabajo casi hecho y tres días de no hacer nada por delante.

Me gusta bañarme desnudo, es como una liberación nadar sin nada de ropa, y me quité todo como siempre para zambullirme un rato hasta la hora de comer. La salida suele ser fresca y hay que moverse y sacudirse un poco hasta que el sol y el aire van secándote.

Sentí su presencia, no se por qué, algún movimiento o algún sonido, pero no hice caso; sin embargo, al volverme para buscar las zapatillas, le vi mirando por encima de la valla. No me da vergüenza, estaba en mi casa y podía hacer lo que quisiera, pero me sorprendió.

Me saludó al ver que mi mirada se dirigía hacia él.

  • perdona vecino, no te he dado las gracias por haberme echado una mano hace un rato.

  • no hay de qué.

  • querían llevarme al pueblo con mi abuela, y allí me aburro de mala manera en esta época. En verano es diferente, pero ahora…

  • no, faltaría mas, no es molestia, incluso ya ves, me había olvidado que estabas por aquí.

  • ya veo… te bañas siempre en pelotas?

  • sí, no hay nunca nadie mirando, y desde vuestro lado, a no ser que te subas un poco, no se ve mi piscina.

  • es verdad, a no ser que lo hagas aposta, como ahora, no se ve tu jardín desde el nuestro.

Yo me había acercando, para que al pegarme un poco a la valla no estar tan expuesto, y estábamos los dos, uno a cada lado charlando tranquilamente. Solo desde aquí, se podía ver algo del suyo, efectivamente, pero creo que nunca me había acercado tanto hasta ahora. A él no le veía mas que la cabeza, por lo que imaginaba que igual le pasaría conmigo, y podía conversar mas distendido con una persona que en realidad apenas conocía.

  • quería decirte también que mis padres me han dejado comida para cincuenta y si quieres podemos comer juntos.

  • pues la verdad es que pensaba bajar al pueblo a comer, no me había traído nada para estos días…

  • entonces, aceptas? De verdad que tengo comida para un regimiento.

  • venga, sí, acepto. Ya que tengo que cuidarte, por lo menos sacar algo en limpio. Pero tendrás que traerlo para acá, si no te importa.

Una sonrisa alegró su cara y despareció rápidamente a recoger lo que fuese, mientras yo me colocaba el bañador y una camisa y salía a la puerta del jardín para ayudarle e entrarlo. Lo tenía todo preparado en una especie de nevera portátil y otra caja con lo que fuera y apenas podía con todo, así que le vino bien mi ayuda

  • tienes cervezas?

  • si un montón de ellas y fresquitas

  • bueno, había traído yo por si acaso.

Después de comer, nos sentamos un rato. Parecía no tener prisa y yo no le iba a echar como si molestase. En realidad  por las tardes no suelo hacer nada más que relajarme, tomar el sol si se puede y pensar cosas para escribirlas a la mañana siguiente

  • oye… también tomas el sol desnudo?

  • si, normalmente si. Se está mucho más a gusto y no tengo que poner a secar luego el bañador.

  • yo nunca lo he hecho, nunca se me ocurriría delante de mis padres. Bueno, ni de nadie, claro.

Un silencio largo, mientras yo pensaba por donde quería ir, o como debía responder a una serie de preguntas que suponía eran por decir algo, por hablar de cualquier tema. De todas maneras, una curiosidad o tal vez la idea de ponerle un poco en apuros, me hizo decir:

  • si quieres puedes quitarte el bañador, estamos solos y así pruebas la sensación.

  • me da un poco de vergüenza de que me veas, nunca me he desnudado delante de nadie.

Otro silencio largo, cada uno en sus pensamientos, los ojos cerrados y sintiendo el calorcillo del sol.

  • tu también te desnudarías?

  • claro, si no lo hago ahora es por un poco de respeto hacia ti.

  • por mi no te apures, ponte como quieras. Como siempre, vaya, como si yo no estuviera.

Entendí que deseaba sacarse el bañador, pero no quería ser el primero en hacerlo. Necesitaba un poco de estimulo y yo ya estaba casi incomodo, tanto con la situación como con la ropa, así que sin ponerme en pie, me alcé un poco sobre la hamaca y deslicé hacia abajo el slip, lo dejé a un lado y volví a cerrar los ojos. Oí como el hacia idéntica maniobra y después otro rato de silencio.

  • si es verdad, se esta mucho mas cómodo sin nada que te apriete.

  • si, pero has de tener cuidado. Tienes que darte crema solar por donde nunca te ha dado el sol, si no podrías quemarte de mala manera.

  • tu ya te has dado?

  • no, iba a hacerlo ahora. Alcánzamelo, está ahí, a tu lado.

Se volvió y pude ver su culo blanquito. La verdad es que era un chico bien hecho, no muy musculoso, pero esbelto, aunque un poco gordito. Me lo entregó casi sin moverse, para que no pudiera verle por delante y yo me dedique a darme bien por las piernas y la parte púbica, que era donde me suele atacar mas el sol. Después se lo entregué y vi que él hacia lo mismo.

  • alguna vez habías estado con otro hombre al lado desnudo?

Lo de hombre me hizo gracia, pero le respondí muy serio que hacía mucho, cuando era joven como él. Tuve que contarle algunas intimidades de pequeño, cuando íbamos al río los amigos y nos bañábamos desnudos, como jugábamos en el agua y nos rozábamos o tocábamos descaradamente sin parecernos nada raro, y nos contábamos cosas del sexo que empezábamos entonces a sentir.

Luego empezó a preguntarme por las chicas, cosas muy inocentes, pero que debían ser un mundo para él. Entonces le dio por indagar qué otras cosas hacíamos los chicos cuando estábamos desnudos en el río, o si solo hablábamos de mujeres.

  • bueno, a veces nos tocábamos. Los unos a los otros, para ver que se sentía.

  • tocarse? Como?

  • jugábamos a ver quien la tenia mas grande, o cuanto aguantábamos sin que se nos pusiera dura, unas veces cada uno con su polla y otras con la de al lado.

Miraba su cuerpo desnudo mientras hablábamos. Tenia la piel suave, sin vello, cara inocente mientras me escuchaba con una atención total, tumbado boca abajo a mi lado y con las manos debajo de la barbilla. Recordaba aquellos juegos mientras conversábamos, y algo así debería ser yo en esa época, casi un crío con esa gran curiosidad por el sexo de la edad.

  • le tocabais el pito a los otros chicos?

  • si, por qué no?

  • no se… no os daba vergüenza?

  • pues puede ser, pero nos podía mas la curiosidad o las ganas de sentir algo.

  • que se siente?

  • nunca te has tocado, o te ha tocado alguien?

  • alguna vez, pero no se como seguir.

  • ah… vale.

Esta vez el silencio fue mucho mas largo que otras veces. Me quedé casi dormitando, con el sopor del calor y la digestión. Me divertía la conversación, mas que nada por lo serio que se ponía, lo trascendente. Pero seguía recordando como nos tocábamos y como nos gustaba hacerlo. No había maldad, solo ganas de sentir, de tener alguna sensación con el contacto de otro cuerpo y creo que ninguno soñábamos que eso lo pudiéramos hacer nunca con una chica. Era una forma de estimularnos, de incitar nuestros sentidos y la única forma de sensualidad que conocíamos.

Me encontré mirándole con atención mientras se agarraba el pito, ya boca arriba, sin dejar de escuchar mis palabras. Yo le narraba lo agradable que nos parecían esos juegos, el contacto con la carne del amigo, pensando que en realidad casi nos sobábamos mas que jugar, que deseábamos ese contacto.

Su pito iba creciendo con mis palabras, pequeño y fino al principio, firme y atrayente al rato, casi sin pelo alrededor y unas bolas pequeñitas, encogidas. Yo seguía contando detalles, a veces inventados que me gustaría que hubiesen ocurrido en realidad, cuando otro chico me agarró con las dos manos la polla y empezó a chupar y el gusto que me daba sentirla en su boca y que creciera allí dentro. Y me di cuenta en un momento determinado que seguía mirando su pito ya en lo más alto, la cabeza descubierta y que aquella conversación me estaba excitando y poniendo en evidencia lo que me agradaba recordar mientras le miraba, porque mi polla estaba creciendo al ritmo de mis palabras.

Apenas sentí su mano sobre mi muslo, acercarse hasta mi polla y acariciarla de arriba abajo. Cuando fui estando un poco más consciente y mi mente se dio cuenta de la situación, tampoco me importó. Seguí hablando con los ojos cerrados y la respiración suave, como de siesta, mientras el recorría mi polla y luego la agarraba con fuerza, hasta dejar al aire el capullo.

Casi me divertía su curiosidad, y pensé que no debía moverme para no sobresaltarle, pero cuando mi polla empezó a crecer y endurecerse, tuve que confesarme que me estaba excitando con sus manejos. De pronto estaba dura como una estaca y él la sujetaba con la mano, apretando suave, con la mirada embelesada por su obra. Su mirada se cruzó con la mía, y bajó los ojos, pero no la soltó.

-Te gusta?

  • mucho. Es enorme. Y qué suave…

  • quieres que te lo haga yo a ti?

  • si me gustaría…

Su voz ronca indicaba que estaba excitado también. De verdad que no había vuelto a tocar la polla de un tío desde aquellos juegos de niños, pero no se por qué, ahora me sentía con ganas de hacerlo de nuevo, de hacerle sentir algo, que viera que él también podía ponerse en situación si alguien le aplicaba el tratamiento adecuado.

Me deslicé de lado para colocarme a sus pies, y le agarré con una mano, casi embelesado viendo como de pronto empezó a crecer al sentir mis dedos sobre él. Bajé un poco la mirada para apreciar su glande, sonrosadito y liso ante mis ojos. Bueno, estuve acariciando esa parte sensible hasta que el grosor y la dureza que alcanzó me dijo que estaba a punto.

Me encontraba de pronto con aquellos juegos, casi sin darme cuenta y ahora estaba reviviendo con aquel chico cosas que ya parecían olvidadas, sensaciones vividas hacia muchos años. No me importaba, casi deseaba un poco de acción y pensé que era un buen momento para pasar un rato agradable y hacerle sentir un poco, darle un ratillo de placer y yo darme el gustazo de jugar con esa polla que me devolvía a mis tiempos mozos.

Me liberé de todo sentimiento de culpa que pudiera tener y acerqué mi boca a su polla, la chupé suavemente, la apreté con la lengua, giré mi boca en torno a su capullo y succioné con delicadeza para estimularle mas aun. Agarraba mi cabeza con sus manos temblorosas, tiritaba todo él, gemía y casi lloraba. Decidí parar, porque si no acabaría corriéndose en mi boca y esa no era mi intención. Le devolví la pregunta:

  • Te gusta?

  • es tree.. men… do. Nunca… haaa… bia sentido nada pa… recido.

  • esto es sexo, lo que mueve el mundo.

Nos quedamos quietos los dos, sin mirarnos. Yo volví a mi hamaca y el silencio se adueñó del jardín de nuevo. Ninguno de los dos tenía nada que decir. Yo porque no quería provocar una situación un tanto equivoca con el chaval, y él, supongo que por vergüenza. Fue un rato muy largo y decidí que tenía que ser yo quien lo rompiera, quien volviera la situación a la normalidad.

  • venga, vamos al agua, que tiene que estar fresquita

Y levantándome de la hamaca, me dirigí de espaldas a el y me zambullí. Oí su chapuzón al entrar con un salto, pero seguí nadando como si estuviera solo. Fue una especie de carrera frenética, por adelantar el uno al otro, una competición entre su fuerza y mi experiencia, hasta que decidí parar junto a la escalerilla para no ser derrotado al final.

Se puso a mi lado, resoplando como yo, pero no quise empezar otra carrera, puse los pies en el escalón y empecé a salir del agua. Me sorprendió su fuerza al agarrarme de las caderas y tirar de mi hacia abajo. Me zambullí casi tragando agua por la sorpresa y desde dentro del agua, le agarré yo a mi vez de la cintura y le empujé hacia adentro.

Estuvimos un rato debatiéndonos, pegados nuestros cuerpos, abrazándonos y casi sobándonos mutuamente, hasta que pude salir de un salto y quedarme fuera de su alcance, en la hierba del borde. Subió lentamente la escalerilla, sintiendo el frío de la tarde, al igual que yo. Nunca me ha gustado secarme con la toalla, prefiero el aire libre, pero le ofrecí una a él.

  • no, gracias. Haré como tu, o correré un poco.

Su polla se movía, al compás de su cuerpo, mientras daba saltitos sobre el césped. Estaba en un estado de semiereccion, morcillona y casi daba gusto verla moverse de arriba abajo, golpeando sus piernas. Bueno, mejor dejarlo, había sido una tarde tonta, algo loca y se había acabado, y ahora es cuando empezaba a sentirme culpable de haber podido provocarle de alguna manera o de no haberle cortado cuando empezó a hablar del tema sexual.

Miré hacia abajo y vi como mi polla hacia vida propia ajena a mis pensamientos, y sentí la sensación de que todo esto me estaba excitando y que mejor sería continuar, a ver que pasaba. Y fue él quien dio el siguiente paso.

  • que te parece si me quedo aquí a dormir, después de todo así me cuidaras mejor, no?

  • bueno, me parece bien. Solo hay un problema

Pensé un poco como decirlo de una manera que fuera natural, mientras su mirada interrogante esperaba.

  • veras… solo hay una habitación arreglada, la mía, y no quiero empezar a mover muebles y buscar ropa de cama para un día.

  • vaya, que lastima.

  • la única solución, si a ti no te incomoda, sería dormir en mi cuarto los dos, la cama es bastante grande como para no molestarnos.

  • me parece perfecto, así podemos hablar o ver la tele juntos.

Bueno. Creo que ya estaba hecho. Había salido como por casualidad, y ya estaba la escena preparada. Ahora, lo que viniera, sería solo el deseo de ambos o nuestra calentura. Cenamos cualquier cosa y después salimos al jardín para hacer un poco de tiempo y ninguno de los dos volvió al tema de conversación de esa tarde. Puede que después de todo fuera lo mejor, que todo acabara ahí, aunque imaginaba que él ya estaba lanzado y deseaba seguir investigando sobre el sexo.

Yo recogí un poco las cosas de la cena, apagué las luces y cerré las puertas y después me dirigí a la habitación con una ligera sensación de inseguridad. Estaba ya acostado, tapado hasta el pecho desnudo y jugando con el mando de la tele colocada enfrente.

Yo me quité el slip y la camiseta, y desnudo del todo, como siempre he hecho, me metí a su lado. Vimos un poco la tele, hablamos de cosas sin importancia y fui yo quien apagó la luz, dándole las buenas noches.

Estaba claro al cabo de un rato, que no dormía, pero ninguno de los dos se atrevía a hacer nada. Pensé que me correspondía a mí, suponiendo que sería el de mayor experiencia y deslicé mi mano hasta alcanzar su cuerpo. Tenia puesto el slip y la coloqué encima de su paquete, despacito y jugando con los dedos sobre el bulto de la tela. Después coloqué la palma abarcando todo el bulto y así fui quedándome dormido sintiendo el calor de su polla atravesar la tela.

En esa situación de sopor debí darme la vuelta, de espaldas a él y de pronto el peso de su cuerpo junto a mi fue desvelándome, intentando recuperar la conciencia y hacerme idea de donde estaba y que pasaba.

Estaba abrazado a mí con fuerza y su polla dura como el hierro, golpeaba mis nalgas, intentando entrar entre mis muslos. No lo pensé, alce un poco el culo y abrí las piernas, se sobresaltó un segundo, pero enseguida comprendió y colocó su polla al fin entre mis piernas. Se movía en un vaivén que me hacia sentir algo raro, agradable, excitante, mas por su calentura que por el placer que me pudiera dar.

Era algo mental, sentir como su polla se movía por la raja del culo, sin intentar entrar, solo usándome como objeto de su placer, me causaba un desasosiego y un extraño goce. Me tenia agarrado por debajo de los sobacos, como si me fuera a escapar y cuando noté que me apretaba mas fuerte y se ponía rígido de pronto, me di cuenta de que estaba a punto de correrse.

Su leche inundó mi culo, muy cerca de su objetivo, y cada vez que se contraía por el placer, notaba correr el liquido entre mis muslos; al fin se quedó quieto, relajado y sus manos dejaron de hacer presión sobre mi pecho. Me acarició un poco los hombros y se durmió.

Esperé un poco para no despertarle y me levanté a lavarme un poco. Su leche me bajaba por las piernas y utilicé mi calzoncillo para taparme un poco y no manchar todo el piso, después puse una toalla sobre la mancha de la sabana para no ponerme perdido otra vez y me acosté a su lado. Estaba hecho un cuatro dándome la espalda y me pegué a él como hizo conmigo hace un rato, abrazándole, y así me fui quedando dormido, sintiendo su espalda calentita y su culo suave pegado a mí. Era agradable.