Desde la terraza – 4

La madre de mi joven amigo se me insinúa y se baña desnuda en mi piscina, y yo no me puedo resistir a una bella mujer

Aquel día estaba absorto en mi sitio de siempre, buscando una idea para escribir rápidamente en el ordenador y poder luego desarrollarla con tranquilidad. Era ese momento en que sabes que hay algo pero no puedes definirlo y te concentras hasta que sale lo que tienes in mente. Escuché las voces pero no hice caso, tenia que seguir escribiendo mientras las ideas fluía. Cuando acabé, miré hacia la valla de separación de los dos jardines.

No era mi joven amigo, sino su madre, una mujer joven aun, rubia con el pelo rizado y una sonrisa agradable. Eso era todo lo que podía distinguir de ella desde mi puesto en la terraza. Me pareció poco educado hablar a voces y fui a su encuentro.

Éramos dos cabezas nada mas, entre setos y enredaderas que adornaban la separación, pero la suya me resultó atractiva al acercarme y su sonrisa luminosa la hacia interesante, diferente en su personalidad.

  • hola vecino, aun no te he dado las gracias por aguantar al torpe de mi hijo. Se que os habéis hecho bastante amigos.

  • bueno, es un chico agradable y con una gran curiosidad. Me resulta fácil hablar con el.

  • si, me cuenta cosas de vez en cuando y me alegro de que hayáis congeniado, es muy introvertido y apenas tiene amigos.

  • si, lo se, pero ya irá abriéndose. Está en esa edad tonta en que no se sabe muy bien lo que se quiere.

Bueno, era un decir, porque en lo que respectaba al sexo lo tenía bastante claro. Estuvimos aun un tiempo intercambiando esas frases manidas de cortesía, después pasamos al tiempo, al calor que ya se notaba, para acabar dándome a entender que le gustaría pasar a mi lado y seguir charlando mas cómodos que allí de pie con la valla por medio.

La invité a pasar, por supuesto, ofreciéndole un refresco en mi terraza mientras me contaba eso que no se podía decir allí de pie, y me fui a preparar una bandeja con algunas cosas para sacarlas fuera.

Cruzando el jardín hacia mí, me pareció una mujer francamente bonita, esbelta y con las curvas correctas y en su sitio. Vestía un pantalón corto y una camisa de manga corta y su pelo largo revoloteaba sobre sus ojos sin que ella se molestase en apartarlo.

Borré las ideas eróticas que empezaban a salir para concentrarme en su persona, en alguien conocida y demasiado cercana para intentar ningún juego. No era bueno hacerse ideas equivocadas de una mujer solo porque fuese atractiva, y mi mente calenturienta pronto imaginaba situaciones y segundas intenciones en toda mujer que me gustaba.

Sentados allí, la verdad es que se estaba mejor que de pie y siempre, el tener un vaso en la mano ha sido una excusa para hablar mas distendidamente dos personas. Aun así, no podía evitar que de vez en cuando dirigiese la mirada hacia sus piernas, sus muslos redonditos y suaves que salían de aquel pantalón que se acortaba más conforme se movía en la silla.

Me hablaba de que tenían que empezar pronto a limpiar y preparar la piscina para el buen tiempo, pero que su marido apenas tenía tiempo, el chico prefería no trabajar y venirse a la mía, y ella sola no podía. Esperé a ver que me quería decir, porque desde luego yo no iba a ofrecerme a hacerle el trabajo de limpiar, bastante tenía con la mía, y además, cuando la veía muy mal, prefería pagar a alguien que lo hiciera.

Pero no, no iban por ahí las cosas. Su conversación tomó otro rumbo más de mi gusto.

  • es verdad lo que me cuenta mi hijo?

Aquí siempre lo mejor es no contestar, poner cara de complicidad, media sonrisa algo bobalicona y esperar, porque quien larga esta frase lo único que desea es poder seguir, así que cara de tonto y mirada perdida, ceja alzada, como de preguntar y silencio.

  • que os bañais desnudos, vaya.

  • si, yo siempre lo he hecho y él cuando viene le gusta también sentir esa libertad.

  • yo nunca lo hice, ni fui a playas nudistas ni nada de eso. Ni siquiera me quito el sujetador cuando vamos a playas desconocidas.

  • pues es una lastima…

  • como?

  • quiero decir, que es una lastima, lo que seguro que se pierden las bañistas de alrededor.

  • ja, ja , ja, me daría mucha vergüenza, pensaría que todo el mundo me está mirando.

  • yo desde luego te miraría, pero no entiendo que eso te pueda avergonzar. No me digas que cuando vas por la calle no sientes que te miran los hombres.

  • si, pero no me ven desnuda.

  • ya, eso es lo que tu te crees.

  • bueno, si, a veces parece que nos desnudáis con la mirada, pero eso vuestro problema, vuestra mente calenturienta.

  • la gente que nos bañamos desnudos no lo hacemos para que nos miren, lo hacemos porque se está mas a gusto, por sentir esa libertad, sin molestas prendas que te aprietan y te quitan el poder moverte como quieras.

  • puede que tengas razón, algún día que esté algo loca lo probaré

  • yo me iba a bañar ahora, es un buen momento para probar, no?

  • que dices… si ni siquiera me he traído el bikini.

  • bueno, yo te presto uno, pero no lo necesitas. De todas maneras, te puedes quedar en ropa interior si no te atreves. Venga, vamos.

Nos levantamos, pero ella se quedo sentada en la hierba al pie del agua, mientras yo me quitaba todo y me tiraba de un salto. Yo sabía que ella deseaba hacer algo atrevido, pero no debía forzar ni insinuar siquiera. Estaba todo hablado hace un rato y lo mejor sería que ella sola se decidiese. Cuando salí, mi cuerpo relucía por el agua, moreno de los días anteriores, sin una sola marca blanca de prenda alguna, y mi polla encogida por el frescor del agua, no parecía peligrosa.

Me tumbé a su lado, sin mirarla apenas para seguir la conversación cuando ella quisiera. Entonces se levantó, separándose un poco de mi vista y cuando se tumbó a mi lado estaba en bikini, o mejor, en ropa interior, blanca y púdica, el sujetador sólido, con unos mínimos encajes adornando la parte superior y la braguita con la cintura fruncida y florecitas también blancas repartidas por toda la tela. He visto bikinis mas provocativos y que enseñaban mas.

Hablamos de cosas intrascendentes, de los estudios de su hijo, de mi trabajo, del buen tiempo, y todo ello sin apenas mirarnos a la cara. Había dado un primer paso y no quería espantarla. Pero cuando me levanté a por los refrescos que habíamos dejado en la mesa de la terraza, me fijé un poco más. Tenía un buen cuerpo, el pecho no muy grande y las piernas largas y esbeltas. No estaba delgada ni gorda, tenia la carne justa y en las partes donde la debía de tener.

Al regreso tuve que frenar un poco para verla mejor. Había soltado las tiras del sujetador a un lado y la tela se había alzado ligeramente, permitiéndome ver perfectamente su pecho redondo y firme y sus pezones sonrosaditos de punta bajo el encaje.

Cuando me tumbé a su lado, mi pene empezó a tomar vida propia, le notaba levantarse sin que yo pudiese hacer nada por evitarlo y la vista de sus tetas al aire casi, solo servia para que mi mente empezase a dar vueltas y a calentarme aun mas.

Casi le ordené que se metiese al agua conmigo, pero no la pude esperar, o se notaría demasiado mi estado, o mas bien el de mi amigo entre las piernas. De espaldas a ella me lancé y me acerqué al borde, a esperar su reacción, bien oculto por la pared y empujando con mi polla las losetas de colores. No esperaba que lo hiciese, pero cada vez estaba mas claro que había venido a visitarme con alguna intención, y que yo debía ir despacio, pero sin parar, para ver cual era, porque se levantó como una diosa y empezó a bajar las escalerillas cerca de mí.

Nadaba con gracia, lenta y suavemente, pero ondulando el cuerpo para darse impulso con un movimiento de ola tranquila, sin correr, apenas sin respirar, como si no necesitase coger aire, casi diría que meciéndose sobre la superficie.

Pero lo bueno, lo mejor del día, surgió cuando ambos salimos del agua. Ella por delante, felinamente, paso a paso mientras yo, esperando mi turno detrás, la veía totalmente desnuda, su culo ante mis ojos perfectamente dibujado, incluso ese lunar en la parte alta de la cadera que sus bragas mojadas dejaban totalmente expuesto. La tela solo servia para poner un ligero velo que ocultaba algunos detalles, pero se había vuelto completamente transparente.

No me atrevía a salir, ahora mi polla estaba loca, casi vertical, y debía tener los ojos como platillos volantes mirando aquel espectáculo. Era mucho mejor que estar desnuda completamente, era ese enseñar pero no, ese descuido involuntario que te pone mas cachondo que un cuerpo expuesto sin mas.

Y cuando se dio la vuelta para ver por qué no salía… aquello ya fue demasiado, podía contar casi uno a uno los pelos de su vientre, el pezón arrugadito y duro era un taladro en un trozo de tela para mí inexistente, y unos labios carnosos se marcaban por la parte inferior, dibujados perfectamente al introducirse por donde no debían.

Mi cara debía ser un poema, un libro abierto, y esta vez no tuve que forzar esa sonrisa bobalicona de la que antes hablaba. Todo yo era una sonrisa bobalicona y el único que lo tenía bien claro era de nuevo mi polla, mi amigo del alma al que no le importaba el que dirán.

Cuando se dio cuenta de por qué estaba medio en trance, pegó un gritito y empezó a dar saltos medio histérica. Acudí en su ayuda con una toalla y su apuro sirvió para rebajar un poco mi verga, aunque dudo que ella en ese momento reparase en ella.

Bueno, a partir de ahí casi todo vino solo. Yo la rodeé con la toalla, ella se abrazó a mi aun sollozando y muy nerviosa, yo la apreté un poco hacia mi para consolarla, ella se dejó hacer, yo moví mis brazos con la toalla por su espalda, para secarla un poco y tranquilizarla, su cuerpo se pegó aun  mas al mío, mi polla se encontró de pronto con su braga húmeda y pegó un brinco… quiero decir que fue mi polla la que pegó un brinco, ella en realidad solo se dejaba hacer, pero ya no tuve que acercarla con la toalla, de hecho cayó al suelo y yo seguía secándola con las manos.

  • tienes que quitarte esta ropa, está húmeda y te puedes enfriar.

Fue esa la primera tontería que se me ocurrió, pero no dijo nada, debió parecerle una idea brillante, así que procedí a soltar el sujetador con una gran habilidad para ser un hombre y después tiré de la goma de las bragas hacia abajo. Ese fue un problema mayor, desconcertante para mí. No bajaban ni a tiros. El agua las había pegado a su piel y era casi imposible separarlas de su cuerpo.

No podía ser, si había llegado hasta allí, un minúsculo trozo de tela no me iba a estropear el día, así que la tumbé sobre la toalla y ahí, con tranquilidad fui separándolas de su piel y casi enrollándolas alrededor de sus caderas para después hacerlas rodar hacia abajo. Lo hice sin prisas, no quería lastimarla, lo que me permitió ir deleitándome con cada parte de su cuerpo que se iba desvelando ante mis ojos.

Ya saben que soy muy experto chupando, pero como pensé que ella aun no me conocía, quise hacerle una exhibición. Según sus bragas avanzaban hacia sus pies, yo acercaba mi boca a su vientre y buscaba su rajita, cerrada, casi apretada, defendiendo su interior de mi audacia.

Pero mi lengua es muy hábil, y se lo demostré. Encontró el lugar por donde introducirse un poquito, solo un centímetro, pero no necesitó más. En cuanto acertó con su botoncito hinchado y calido, sus piernas se abrieron casi de golpe.

No me gusta presumir de mis dotes amatorias, y mas ante extraños, pero yo creo que quedé bastante bien, porque follamos durante casi dos horas, con mi lengua cuando mi polla quedaba exhausta y dándole gusto a mi amigo cuando veía que se encontraba en forma. Es una mujer fantástica y dispuesta sobremanera al sexo. Con solo tocarla se ponía a gemir, gozaba de un primer orgasmo a los dos minutos de poner mi lengua en su cuevita, y no paraba de retorcerse y gozar mientras yo me colocaba y le metía mi polla bien adentro. Entonces se volvía casi loca, decía palabras incoherentes, me separaba de ella y luego me apretaba más con las piernas.

De verdad que era una mujer especialmente dotada para gozar y además para demostrar a su pareja que se volvía loca con el sexo, que no lo hacia por obligación, vaya. Y después, con la misma naturalidad que su hijo, como si fuese lo mas normal del mundo follar con el vecino, sentarnos en la terraza de nuevo con un refresco y continuar charlando, eso si, proponiéndome que teníamos que repetirlo alguna otra vez, si no me importaba. ¡Como si yo tuviera algún impedimento para ello! Estaba a su disposición para todo, por supuesto.