Desde la terraza 3
Mi vecino se trae a un amigo para que aprenda a follar también, y me toca hacer de blanco de nuevo
Dormimos esa última noche en mi cama de nuevo, y esta vez fui yo el que se arrimó a él, y me pegué a su espalda, apretando con mi polla en su culo, y metiendo mi mano bajo su cuerpo para alcanzar su vientre. Estuvimos jugando un buen rato, haciendo casi de todo, pero cuando se ofreció para que se la metiese yo a él, me pareció que solo quería corresponder y le hice ver que yo no podía verle como una mujer, que dudaba se me pusiese gorda como para hacérselo.
Me volvió a follar como esa mañana, pagado a mi espalda, aferrado a mi pecho y metiéndola despacio para empezar un loco vaivén cuando se excitó lo suficiente. Me gustaba sentir su cuerpo junto a mi, su carne calida y blanda y volví a dejarme hacer, mientras mi excitación se acrecentaba al notar sus convulsiones.
Seguimos viéndonos, sin tanta frecuencia lógicamente, cuando pasaba a mi lado para bañarse en la piscina y hablábamos de todo, pero su tema preferido siempre era el sexo. Quería saber todo, probar todo, y me hacia contarle aventuras, algunas ya inevitablemente inventadas, cuando su mente derivaba por los caminos calenturientos de su imaginación.
Nos tocábamos de vez en cuando, siempre que estábamos seguros que sus padres no estaban en casa, y la verdad es que al cabo de un tiempo parecíamos dos camaradas de la misma edad, probando los inicios del sexo juntos y con la sinceridad y complicidad de quien confía en el otro en todos los aspectos.
Por eso, aquella tarde del viernes en que estábamos desnudos el uno al lado del otro, sin vernos las caras, y tomando el sol tranquilamente, su conversación no me extrañó demasiado. Me contaba que en su clase todos eran muy listos y presumían de todo lo que hacían con las chicas y que a él no le importaba, porque ya sabía lo que era el sexo y le parecía mas presunción y bravuconadas inventadas que hechos ciertos.
Sin embargo, su amigo, tímido como él, se lo creía todo y le preguntaba como se hacían esas cosas con una chica y que se sentía y demás. En casa de ese amigo, habían empezado a jugar, al igual que conmigo. Juegos y toqueteos, tocarse la polla, excitarse juntos, y acababan masturbándose y desahogándose como podían cuando estaban solos en su habitación.
Había pensado en traerle un día a mi casa, para estar los tres juntos, desnudos y ver como respondía, y si acaso, jugar los tres y enseñarle esas cosas que nosotros habíamos ya experimentado, pero no quería ni comentárselo antes de contar conmigo, porque no se hiciese la ilusión y luego yo no quisiese.
No le respondí, me pareció demasiado, pero no podía quitármelo de la cabeza. Soñaba con un montón de chicos, bañándonos desnudos, tocándonos las pollas, excitándonos mutuamente y masturbándonos los unos a los otros.
El seguía hablándome de su amigo, me contaba como era, como se la chupaba, como conseguía que se pusiese enorme y como algunas veces se la habían meneado el uno al otro, hasta correrse. A veces soltaba como por casualidad lo que disfrutaríamos los tres juntos, pero yo callaba ante esas insinuaciones.
Sin embargo mi calentura, mi imaginación, era cada vez más continua, y acabé yo pensando también en los tres juntos en aquel jardín, revolcándonos y tocándonos. Concluí por decirle en una de aquellas, que por qué no le invitaba un sábado cualquiera, y añadí para darle mas intención que uno de los que sus padres se iban fuera por la tarde.
Por eso, cuando después de desayunar estaba yo trabajando en mi ordenador en la terraza y oí su voz sobre la valla de separación de ambos jardines, no me sorprendió ver dos cabezas en vez de una. Preguntaba si no me importaba que pasase con un amigo a mi piscina, porque la suya todavía permanecía sin limpiar. Les invité educadamente, y continué con mi trabajo.
Se quitaron la ropa y se quedaron en slip, metiéndose en la piscina. No hacían apenas ruido, solo nadaban, respetando mi tranquilidad y dejándome seguir con mis cosas. Lo dejé cuando empezó a calentar el sol y me dirigí hacia ellos, quitándome toda la ropa y metiéndome desnudo en el agua.
Vi como se agachaba y después arrojaba su slip al césped y su amigo le imitaba poco después, un poco retirado y como cohibido. Al poco estábamos los tres echándonos agua, chapoteando y agarrándonos para zambullirnos. Hicieron causa común contra mi y no me quedo mas remedio que placarle a uno atrapándole por los brazos y sujetándo con fuerza y enseguida el otro me sujetó a su vez por la espalda intentando tirar para que soltara mi presa.
Entonces sentí esa polla nueva, gruesa y dura pegada a mi trasero, mientras su cuerpo se juntaba al mío. Bajé mis brazos y agarré la polla de mi amigo, que se dejó hacer. La tenía ya algo grande, después de los juegos y la sentí caliente en mi palma. Salimos los tres del agua bastante empalmados y ahí me volvieron a atacar, o mas bien a frotarse los dos contra mi y pegar sus pollas a mi cuerpo.
Ya estaba roto el hielo, el amigo nuevo era casi del mismo aspecto aniñado y todavía con la carne blanda de la pubertad. Tocar su culo blando y verlo moverse me excitaba y cuando me agarré a su polla me sorprendió el poco vello que aun tenia alrededor. Me la metí en la boca sin preguntar, creo que estaba deseando empezar algo mas y se quedó quieto tumbado mirándome con sus ojos nerviosos como se lo hacia.
La verdad es que se me da bien, me gusta sentir una polla en la boca, sentir su grosor, sus venas gruesas palpitando en mi lengua mientras yo se la voy chupando de arriba abajo, despacio, notando como el capullo se va ensanchando, amenazando con reventar contra mi paladar.
Jugaba con ella, la sacaba de la boca para pasear mi lengua por su glande de piel suave, le agarraba los huevos juntos como una pelotita por el frío del agua todavía y le acariciaba mientras su polla recorría mi cara y me la volvía a meter en la boca. Se le notaba que disfrutaba y mas cuando mi vecino se pegó a mi y su polla comenzó a restregarse contra mi culo, mientras me sujetaba por las caderas, haciendo intento de metérmela.
Estaba muy excitado, mi polla golpeaba contra mis piernas al ritmo de los empujones de su cuerpo y tuve que soltar mi presa. El chico estaba mas pendiente de lo que pasaba detrás de mi que de mis chupetones y la rigidez de aquel instrumento me obligó a mirarle, para poder observar su cara ante el espectáculo que mi vecino y yo le estábamos dando.
Sentía la punta de la polla jugar contra mi agujerito, pero sin decidirse a entrar, yo creo que aun no tenia la dureza necesaria, y el debió pensar lo mismo, porque abandonó y se tumbó al lado de su amigo. Me gustaba más esa polla conocida y sus reacciones, así que empecé a acariciar sus muslos mientras pasaba mi cara por su pubis, sintiendo el olor y la suavidad de su cuerpo.
Me coloqué con las rodillas a ambos lados de sus piernas, sujetándole con ellas, y comencé a darle mordisquitos y a pasarle la lengua. El calor y la suavidad de esa polla me enervaban y me excitaba hasta un grado increíble. Ahora noté el cuerpo del otro a mi espalda, y al igual que antes, pegado a mí que estaba con el culo levantado, de rodillas, jugar con su polla en mi trasero.
Seguía tremendamente dura, y no era demasiado gruesa, mas bien delgadita, por lo que casi al primer envite entró de una vez y sentí sus huevos pegados a mi culo. Su amigo le debía haber dado instrucciones, porque comenzó despacio a meterla y sacarla, hasta que vio que lo podía hacer fácilmente y entonces aumentó el ritmo.
Volví a sentir aquel calor, casi al rojo en mi interior, dolor cuando golpeaba al final de su recorrido y su excitación al apretar sus manos sobre mis caderas. Apretaba mi culo con las manos, sujetaba mi carne aferrándose con los dedos sobre la parte blanda de mi trasero o subía las manos por mi espalda para sujetarme por los hombros y hacer mas fuerzas.
Yo estaba tremendamente excitado y la polla que tenia en mi boca amenazaba con reventar. Tuve que soltarla y dejarla libre cuando casi le muerdo y se le escapó un gritito de dolor y justo entonces me corrí de mala manera sobre sus piernas mientras su amigo me llenaba de leche entre espasmos y jadeos furiosos, apretándose mas aun contra mi y doblándose contra mi espalda.
Más tarde me confesó mi vecino que su amigo estaba encantado, que al fin había conseguido follar y que era algo increíble. Yo no sabia si enfadarme o alegrarme, pensaba que había sido utilizado por él, o tal vez era al revés, que me había traído otro compañero de juegos, o que me había llevado un poco de variedad. Estaba desconcertado como siempre por su naturalidad y normalidad en su forma de tratarnos, de seguir hablando de todo, y de contarme sus cosas.
Preparaba el siguiente encuentro, ofreciéndome como la vez anterior que yo me follase a alguno de los dos. No era una cosa que me atrajese especialmente, así que le pregunté directamente que les gustaba a ellos más, que preferían en esto del sexo. Bueno, pues follar, meter la polla, excitarse… por qué hacerlo solos o con conmigo? Pues hasta tener la ocasión de hacerlo con alguna chica quien sabe cuando. Les gustaba excitarse, sentir la polla entrar en otro cuerpo, correrse dentro. Yo estaba bien físicamente, era agradable, tenía buen cuerpo, pero lo mas importante: les comprendía, les trataba bien, no se reía de ellos, no alardeaba y algo primordial para ellos, no me importaba que me la metiesen y me follasen, aunque notasen que no era algo que me atrajese especialmente, pero aun así, consentía en dejarles hacer.
Me preguntó que sentía yo, por que dejaba que me follasen. Difícil de contestar, pero le expliqué como me excitaba su contacto físico, el gusto que me daba tener su polla en mi boca y sentirla crecer, ver como se ponían calientes por momentos, hasta que no podían aguantar mas, y en fin, que me excitaba mas la idea de estar siendo follado, que la realidad en si misma.
Si, para mi el sexo estaba en la mente, en la imaginación, en lo que pasaba por mi cabeza cuando tenia algún contacto físico, en este caso con él, y a lo mejor, de esto no estaba muy seguro, en que era fácil, me dejaba hacer sin demasiadas complicaciones ni preguntas tontas.
Me dejó de piedra cuando me dijo que de mayor le gustaría ser como yo, con mi talante y mi comprensión hacia los mas jóvenes, sus problemas y sus necesidades.
Tal vez sea un mal ejemplo para los chicos, porque lo de abusar de ellos, mas bien era al revés, era yo el que sentía que abusaban de mi. Aunque seguía reconociendo y mi polla creciendo ahí abajo al darle vueltas a este asunto lo confirmaba, que su contacto me estimulaba, que me gustaba sentir su cuerpo pegado al mío, notar su excitación en mi mano al recorrer su capullo, y también, como no, sus espasmos de placer al follarme, al correrse dentro de mi, su flojedad al terminar, sus ganas de sexo.