Desde la terraza – 10

La pareja vecina trae a su casa a un invitado especialmente dotado para follar con los dos, yo lo veo desde mi lado del jardín y lo que veo y oigo me llega a asustar.

Hubo algunos episodios esporádicos mas como aquel, a él le gustaba mirar y a ella follar, pero a mi me parecía todo como muy forzado y además todo era en mi casa, mi soledad para trabajar y el sosiego en mi terraza se había acabado. Yo no soy una persona que le gusta el sexo a todas horas, en eso soy mas bien tranquilo y aunque no le haga ascos a una buena follada, no estoy pensando en ello todo el día, por lo que decidí que debía alejarme un poco de aquella familia que había invadido mi intimidad.

Procuraba pues estar dentro de casa cuando sabía que alguno de ellos andaba por allí y me dejaba ver lo menos posible. Lo conseguí durante casi un mes, en el que adelanté bastante con el trabajo, pero aquella mañana vi algo desde la ventana del piso superior que me intrigó. Ella estaba tomando el sol desnuda en una hamaca en el césped y un hombre con ropa de trabajo, posiblemente el jardinero, estaba a su lado, de pie, charlando tan tranquilo con ella.

Mi vecina es una mujer mas bien reservada, algo tímida casi, solo después de muchos años de vivir puerta con puerta hablamos un par de veces, hasta que pasó aquello con su hijo. Bueno, me guardé mi curiosidad por casi un cuarto de hora, pero al final no pude resistir conocer de qué iba la cosa y bajé sigilosamente al jardín, acercándome a la valla de separación.

Observé lo mejor oculto que pude tras unas ramas de la enredadera y me quedé de una pieza. Ella estaba sentada en la hamaca con la polla del hombre en la boca mientras le bajaba los pantalones hasta el suelo. Era un hombre basto, peludo y supongo que no muy limpio, después de trabajar sudando toda la mañana, pero no parecía hacerle ascos a aquella polla que poco a poco iba alcanzando un considerable tamaño. Sus tetas se aplastaban contra las piernas del hombre y sus manos se aferraban a su culo, como para impedir que se saliera el instrumento que con tanto placer chupaba.

Pero el hombre quería algo mas y agarrando sus muñecas, la separó y se lanzó a sus tetas, chupando como un bebé hambriento, la tocaba por todo el cuerpo, amasaba sus finos y suaves muslos, su manaza apretaba el vientre, regodeándose con el cuidado vello y buscando algo escondido entre sus muslos que se apretaban como para protegerse de aquel ataque tan rápido y feroz.

Ahora fue ella la que poniendo sus manos entre ambos, le separó, y le pidió tranquilidad, un poco de cuidado para no hacerle daño, menos prisa. Acabó de desnudarle y se acercó a él, pegando su cuerpo y restregándose despacio contra el hombre, acariciando su polla y consiguiendo que volviera a subir y adquirir el tamaño enorme que pude observar hace un rato. Entonces ella hizo una seña y apareció… su marido, en cueros también y agarrándose una polla morcillona, que masajeaba para intentar que se fuera poniendo también a tono, mirando con los ojos como platos la herramienta que se gastaba aquel sujeto.

Parecía que todo estaba hablado de antemano porque nadie pareció extrañarse de la aparición de aquel señor en pelotas, acercándose a ambos con toda tranquilidad y sin dejar de mirar la entrepierna del jardinero.

Yo seguía mirando con total incredulidad, la incredulidad de comprender como habían llegado hasta ese punto de vicio tan de repente, si se puede llamar así, con lo tranquilos que habíamos vivido en armónica vecindad hasta entonces, y sin que nunca en todo el tiempo pudiese yo imaginar esos gustos en la pareja.

La mujer se tumbó en el verde tan cuidadito y el marido se arrodilló entre sus piernas, bajó la cabeza y se puso a chupar la pulcra conchita que se le ofrecía abierta de par en par.

Yo veía la escena y me preguntaba que pintaba allí el otro hombre. La pareja estaba a lo suyo, ella tenía una expresión feliz, se lo estaban haciendo bien por lo que parecía, y sonreía mientras su cuerpo daba pequeños saltitos y su mirada iba de la cara roja de su marido a la entrepierna del otro.

Y la entrepierna del otro seguía creciendo en tamaño viendo la cara de placer de la mujer y pude observar una polla enorme, coloradota y tiesa, con las venas de un relieve exagerado, que se iba acercando a la pareja.

Chica, esta vez vas a quedarte a gusto, pensé ante tamaño instrumento, a ver si eres capaz de aguantarlo sin ponerte a gritar de dolor mas que de placer. Porque la polla y el resto del propietario se acercaba a la pareja dispuesto ya a intervenir, y su mano apretaba en la base para que retuviera la sangre y mantuviera el tamaño hasta que se la metiera.

No soy un mirón y estuve a punto de irme. Ver follar a una pareja o un trío no era una cosa que me atrajese o me diera un morbo especial, pero me pudo mas la curiosidad de ver si la mujer aguantaba aquello y permanecí en mi puesto dispuesto a llamar a una ambulancia si fuera preciso. Pero me equivoqué de manera que nunca pude imaginar.

El tío ya estaba encima de la pareja, que seguía a lo suyo, pero no apartó al hombre para ponerse él, sino que se agachó detrás del marido y se la fue metiendo despacio pero sin parar, hasta el fondo, en ese culo que se le ofrecía en pompa y que se levantaba para facilitar la introducción. No me explico como se la pudo insertar a no ser que ese culo fuera ya asiduo comedor de pollas y no le molestase el tamaño. Lo empezó a mover a un lado y a otro, imagino que para sentirla mejor ahí dentro mientras el hombretón metía y sacaba cada vez a mas velocidad agarrado a sus caderas.

No pude ver todo lo que pasaba, pero debían gustarle así de gordas, porque empezó a gritar de gusto, abandonando el coño de la mujer para tomar aire mientras su rostro se congestionaba y su cuerpo se tensaba, para caer después a un lado cuando el jardinero salió de él casi por sorpresa, para caer encima de la mujer y así, con la polla en ristre, asquerosa y sucia del trabajo anterior, metérsela en ese coño recién abandonado por su propietario legal.

El bote que pegó ella por poco me contagió a mi, que salté del susto y casi me la pego con el borde de la valla, y después un grito que me confirmó que debía ir llamando a la ambulancia y que se trasformó en un gemido de placer casi sin interrupción. Se agarraba al hombre que la bombeaba con fuerza, abría los brazos y la boca, los cerraba, mordiéndose los labios y viéndola se me empezó a poner dura a mi también.

El tío se había reservado bien, había cumplido lo que parecía su parte del trato dando por el culo al marido, para ahora poder follarse con todas sus ganas a la mujer. Y aquí si que ponía todo su empeño, porque aguantaba mientras ella tenía un orgasmo tras otro y gritaba y le empujaba para que se saliese de ella, sin poder ni siquiera apartar un centímetro a esa mole que la taladraba sin piedad.

Al final casi me dio pena, porque quedó como inerme, desmayada, mientras el seguía dándole y dándole hasta que con un grito de bestia se corrió y no la aplastó de puro milagro al derrumbarse tras conseguir su placer. La polla que casi se me había puesto de dura como la de aquel tío, se aflojó de pronto y noté como el sudor me recorría la cara mientras mi mente seguía excitada por la escena que había ocurrido ante mis narices unos momentos antes.

El silencio duró bastante tiempo, solo se oía a alguien vestirse o mover ropas, no lo sabía porque estaba sentado con la espalda apoyada en la valla, intentando recuperarme de aquello. Después de otro rato largo de silencio, un beso y la voz del marido.

  • te ha gustado?

  • mmm

  • bueno, a lo mejor nos hemos pasado un poco eligiendo pareja. La próxima lo vamos a hacer con el vecino otra vez, que tiene un pene mas normalito y ya te conoce.

  • no quiero hacerlo con el vecino, acepté por darte gusto, pero no me va nada.

  • pero cariño, tu solo le tienes que convencer para que intervenga, luego, cuando folle conmigo seguro que no le quedan ganas de seguir contigo.

  • me da a mi que el vecino no es de los que le gusten los hombres…

  • de eso me encargo yo, no te preocupes. Tu solo tienes que atraerle.

  • bueno, ya veremos…

  • sabes, se me está ocurriendo otra idea mucho mejor.

  • a ver…

  • le traes a casa, para follar aprovechando que yo no estaré y traemos a Jacinto también y repetimos lo de hoy. Cuando te la esté comiendo, Jacinto se la mete por el culo. Eso no me lo quiero perder.

  • bueno…

Me arrastré como pude hasta la casa, para que no me oyeran ni me viesen y al llegar a la terraza, levanté la vista hacia mi descuidado jardín, mi preciosa y bien cuidada piscina, la tumbona, la mesa al lado donde me gustaba trabajar y me despedí mentalmente de todo aquello.

Tendría que desaparecer de aquel lugar por algún tiempo, o venderlo, o matar a aquel Jacinto, o quemar la casa, o ya veremos, algo se me ocurriría, pero desde luego que aquellos dos, o tres si contamos al chico, no me volviesen a ver hasta que hubieran encontrado a otro pardillo para sus juegos.

Y ahora que menciono al chico… estará él también metido en todo esto? Porque fue el primero en introducirme en sus vidas y ya me empezaba a sospechar que todo aquel montaje era un plan bien preparado por los tres. Bueno, si todo hubiese quedado en buena vecindad hubiese sido pasable, pero invitar a un extraño y mas de ese tamaño y con esa polla gigantesca en el asunto, era demasiado para mi.