Desde la cama

De cómo una visita inesperada a última hora del día hace que acabemos disfrutando de intensas sensaciones.

Llamo al timbre y espero, mientras te oigo correr de un lado a otro en el interior, haciendo los últimos arreglos. Al cabo de un minuto me abres con una sonrisa, y sin decir nada paso. Cierras la puerta, y vas delante de mí hasta el comedor, enseñándome la casa. Cuando quieres darte cuenta, estas aprisionada contra la pared, y sin saber como no puedes moverte. Mi cuerpo contra el tuyo, la pared a tu espalda, tus manos bien sujetas, y tu boca no puede pedir ayuda, ocupada con el beso que te comienzo a dar, lleno de humedad, devorándote la boca entera. Intentas moverte y escaquearte para abrazarme, pero no te lo permito, y sitúo mi rodilla entre tus muslos, sujetándote aun más, mientras sigo bebiéndote el alma a través de la boca, degustando tu saliva.

Al cabo de un rato de dejo libre, pero ya no tienes fuerzas para moverte, y me desplazo por tu cuello lamiéndolo y besándolo, mientras los escalofríos recorren tu piel. Acabas cayendo de rodillas, así que te cojo y te llevo hasta tu habitación, te tumbo en tu cama y comienzo a besarte por el cuello, bajando hasta tu escote, y volviendo a subir hasta tu boca. Así puedo pasarme horas, aunque realmente, tras unos minutos, ya me encuentro deseoso de ponerme a jugar contigo en serio.

Comienzo por el juguetito que me he traído, un par de esposas. Mientras cierras los ojos confiada, disfrutando de mis caricias, las cierro sobre tus muñecas, de forma que quedas atrapada en el cabecero de la cama. Cuando te das cuenta intentas escaquearte... Demasiado tarde. Ya estas completamente a mi merced, y pienso llevar a cabo contigo todas mis fantasías...

Comienzo sobándote lentamente, tus pechos, tu contorno, tus muslos, tu entrepierna... Te magreo de esa forma tan guarra que sé que te pone a mil, pero que nunca te dejas hacer porque has de conservar esa fachada de niña buena. En realidad te gusta sentirte sucia, y tus jadeos y gemidos de excitación me demuestran hasta que punto lo deseas. Bajo hasta tus pies y te descalzo, y comienzo a lamértelos lentamente, mientras te hago cosquillas con la punta de mi lengua. Posteriormente, mientras beso, voy subiendo por tus piernas, por tus muslos, hasta desplazar tu mini vaquera hacia arriba y descubrir que no solo no llevas ropa interior, sino que estas empapada.

Te quito la falda, abro tu blusa y dejo tus pechos al aire, erectos, pidiéndome que me los coma. Te acaricio tu clítoris lentamente, y te retuerces intentando darte más placer, asi que he de atarte tus piernas abiertas para que no hagas lo que yo no quiero concederte. Voy a la cocina, y vuelvo con un vaso lleno de hielos, y una vela. Enciendo la vela, y dejo que poco a poco la cera tibia vaya cayendo sobre tu cuerpo, a la vez que juego con tu hielo. Al principio gritas, pero poco a poco se te van pasando las ganas, y el roce en tus zonas intimas del hielo y el fuego te hace gemir y babear como la perrita en celo que eres.

Desplazo mi lengua por tu tripa, y bajo hasta tu coño, que a estas alturas esta empapado. Creo que va a ser demasiado fácil. Comienzo a lamerte y a chupar, muy rápido, y el cambio de ritmo te hace dar un espasmo de placer. Al cabo de unos minutos gimes descontroladamente, jadeando, y decido parar, mientras me suplicas que te acabe de una vez. Sonrió y te miro, mientras comienzas a insultarme. Al final, cuando te tranquilizas, me acerco a tus labios para besarte, pero me retiras la cara. Vuelvo a tu coño, y vuelvo a lamerte, llevándote de nuevo hasta el extremo, y vuelvo a parar mientras te retuerces. Me acerco a tu cara y te digo ¿Estas segura de que quieres volver a no besarme?

El cómo me besaste esa vez es indescriptible. Pocas veces ha corrido tanto la pasión por tus labios. Al final, complacido, te penetré y en escasos segundos tuviste un orgasmo espectacular. Como aun tenia ganas, continué adelante, y dio lugar a un segundo orgasmo, casi tan impresionante como el primero. Al final, cuando te deje tumbada, no podías casi ni respirar, y un hilillo de saliva te corría por la comisura de la boca. Lo seguí hasta tus labios y allí me pegué, durante un rato, hasta que nos decidimos a seguir con el juego.