Desde el portal, viendo la vida pasar (III)
Y mientras ella mantenía los ojos cerrados, Teo comenzó a...
Capítulo 3
A la mañana siguiente ambos estaban en el portal cuando Flori salió a la compra como cada día. Esta los saludó afablemente pero no dijo nada especial que hiciera pensar a Nica que el día anterior pasó lo que Teo afirmaba que pasó.
— ¡Vaya, qué manera tan efusiva de saludar a su amante! ¿No crees? —le dijo Nica nada más alejarse su vecina—. Yo casi he visto su lengua entrando en tu garganta, ¿se nota que la tienes en el bote?
Y así estuvo toda la mañana mofándose de su amigo y sus locas historias con embarazadas tan buenas como Flori.
De tal modo que para cuando la susodicha volvía del mercado allí seguían ambos, observando a unas y a otras, sobre todo, pues en eso eran unos expertos. En seguida Teo se levantó y le ofreció subirle las bolsas, pero Florinda se las retiró y el corte fue tajante.
— No te molestes, ¡ya las subo yo! —dijo Flori y le se las retiró de la mano literalmente.
Esto le hundió en la miseria y tan hecho polvo quedó que ni se inmutó cuando su amigo cargó con todo su arsenal de sátiras y ridiculizaciones tras su increíble historia.
— ¿Qué esa casi te folla ayer? Pues debes tenerla minúscula, porque no quedó muy complacida —decía mientras reía a carcajadas.
— Tío cuando te pones en plan gilipollas no hay quien te aguante, pues nada, ¡ahí te quedas! —dijo Teo visiblemente molesto y se metió para dentro.
Mientras subía la escalera, escalón tras escalón, sólo pensaba en su decepción al ver a Florinda y cómo esta había pasado de él literalmente.
Ascendió hasta el cuarto piso, justo en frente de la puerta de ella, donde él vivía, miró a su puerta y nada, así que se giró y sacó sus llaves del bolsillo, la introdujo en la cerradura y quitó una vuelta a la cerradura.
En ese momento la puerta de Florinda se abrió y esta asomó la cabeza y siseando lo llamó haciéndole señas.
Teo se acercó temerosamente y cuando estuvo muy cerca ella le susurró.ç
— Pasa y hablemos.
— ¡No tenemos nada de qué hablar! —dijo Teo molesto.
— Vamos Teo, quiero disculparme por lo del portal —dijo ella mientras extendía la mano y le invitaba a cogerla para meterlo dentro de casa.
El muchacho dudó, la mano tendida, el objeto de su deseo tentándole y aunque se resistió quedándose inmóvil, ella dio un paso y saliendo de su puerta tomó su mano y lo metió dentro.
— ¿Se lo has contado a tu amigo? —le susurró tras la puerta.
Teo negó con la cabeza pero su mirada decía que metía.
— Bueno no importa, después de lo que ha visto no te habrá creído, ven vamos al salón.
Flori lo sentó en el sofá y le ofreció tomar una bebida, aunque Teo estaba tan apesadumbrado que apenas asintió con la cabeza.
Apenas tardó unos segundos en aparecer de nuevo con los refrescos y sentarse junto a él en el sofá.
— Sé que te he tratado muy mal delante de tu amigo, pero así quería evitar que él creyese lo imagino que le has contado, ¿es así, vamos dime la verdad?
Las palabras de ella pesaron como una losa sobre su conciencia, pues había sido como ella había dicho. Así que desarmado confesó.
— Se lo conté, es mi mejor amigo, pero no me creyó, ahora después de lo que ha visto menos aún. Puedes estar tranquila.
— ¡Así es mejor! No seas tonto, él lo contaría a las primeras de cambio, te traicionaría y yo quedaría como un putón en el barrio. ¿Lo entiendes?
Teo era joven y sus pensamientos nobles, así que él no podía concebir que aquello que ella aseguraba ocurriese, pero sabía que estaba en lo cierto, no en vano su madre también era objeto de las habladurías y él lo sabía.
— ¡Está bien, probablemente tengas razón! No pretendía hacerte daño —confesó finalmente con la mirada fija en los cientos de motitas negras del suelo de terrazo del piso.
— Claro que sí querido, no te sientas mal por ello. Después de todo estás aquí de nuevo conmigo, ¿no?
Flori le sonrió con sus dientes blancos y perfectos y cerca de él como estaba se acercó y le besó en la mejilla.
Esto le reconfortó, aunque Teo ya tenía una buena erección en su entre pierna, pues el sólo roce de su mano tomando las suyas mientras hablaban, le producía un inmenso deseo de echársele encima.
— Ahora quiero que hablemos de lo de ayer, confieso que fui débil y pequé. No debí hacer lo que hice, lo sé, pues te he creado unas expectativas que no podemos cumplir, ¿lo entiendes?
Teo no contestó, aquellas palabras contradecían sus más secretos pensamientos en aquel momento.
— No te pongas triste Teo, tú eres muy noble y seguro que esto te haría mucho daño, ahora no lo entiendes, pero con el tiempo lo harás, yo sé de la vida y creo que es lo mejor para ti.
De nuevo sus palabras pesaron como una losa en su conciencia, eran como bofetadas a sus esperanzas oscuras y libidinosas con ella. Allí, cogidos de la mano en aquel sofá, en silencio, en intimidad, sólo podía desear una cosa y justo esa esperanza es la que Florinda trataba de quitar de su cabeza.
— Bueno, entonces para qué me has traído a tu casa, ¿sólo para cortar conmigo? —dijo el joven mostrando su enfado.
— No digas eso, entre nosotros no ha habido nada, Ahora entiendo mi error, te puse la zanahoria delante de la nariz y ahora te la estoy quitando, pero compréndelo, ¿lo nuestro sería una relación furtiva y prohibida? Además, ¿cómo podría fiarme de ti sabiendo que no has tardado ni veinticuatro horas en contarlo a tu amigo?
Aquello sonó como una bofetada, pero era la pura verdad y Teo se resintió del golpe.
— Ya te he dicho que lo siento, ¿vale? No quería hacerte daño —dijo Teo mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.
— Vamos Teo, me parte el corazón verte triste. Eres joven e impetuoso, sé que me deseas y yo te confieso que también te deseo a ti, ¡créeme! Pero debemos ser fuertes, pues esto nos haría daño a los dos.
Pero él no comprendía nada. Había ascendido al cielo para caer de repente al infierno.
— No quiero hacerte daño, de verdad Teo. Mira si quieres me tumbaré aquí en el sofá, y te dejaré majearme las piernas como ayer, ¿vale?
Teo no respondió, aunque Flori se tumbó y, como ya hiciera ayer, puso sus tobillos desnudos en sus muslos.
— Vamos, dame un masaje como ayer. Yo cerraré los ojos y si quieres puedes mirarme mientras lo haces, ¿vale?
Y mientras ella mantenía los ojos cerrados, Teo comenzó a acariciar sus piernas, primero por las espinillas, luego por las pantorrillas y fue subiendo hasta sus rodillas. Más allá sus muslos y una frontera invisible, ¿qué pasaría si subía más?
Pero Flori abrió levemente sus muslos y entonces sus bragas blancas aparecieron a la vista del aturdido joven. Con sus piernas sobre los muslos y su verga erecta bajo su calzoncillo maldijo su suerte, pero menos era nada, así que siguió acarició su piel blanca, sin pasar de las rodillas y mirando sus bragas ansió tocarlas, pero se contuvo.
Entonces tubo una loca idea y aunque temió la puesta en práctica pensó en arriesgarse. Sacó su verga y tomó sus pies para rozar sus plantas con ella suavemente.
Trataba de excitarla, y Flori, con los ojos cerrados, fue testigo del suave contacto con la piel de su glande y le divirtió la loca idea que tuvo aquel joven y comenzó a juguetear con sus pies entorno a la verga desnuda del joven.
Pasados unos minutos, con el juego ya comenzado, Teo reunió el suficiente valor para superar la barrera de sus rodillas y acariciar sus muslos desnudos por su cara interior, muy cerca de sus ingles.
Florinda, que no era de piedra se estremeció. Movía sus pies y en torno a su verga y le masturbaba juntando sus plantas. Teo se dejó masturbar por sus pies y esta se permitió meter sus manos bajo las bragas y acariciarse aquello que prohibía al muchacho.
- ¡Oh Teo, creo que esto no ha sido una buena idea! Me has puesto muy cachonda —dijo sin abrir los ojos.
- ¿Si? ¿Y por qué no follamos? —le preguntó sin tapujos.
- ¡Calla, canalla! Seguro que eso te gustaría, ¿eh? Esa proposición a una embarazada como yo es muy indecente, anda mastúrbate y yo haré lo mismo, así al menos compartiremos paja…
Volvieron a las caricias íntimas y Teo volvió a tocar sus muslos, tan suaves y blancos, tan cálidos cuando se acercaba a sus ingles. Tomó sus pies y sin tocar su verga, se masturbó con ellos. Esto pareció gustar a Flori que también se masturbaba a los ojos del muchacho, pero ocultando su sexo detrás de sus bragas de algodón.
— ¡Qué gorda la tienes! —dijo Flori entre suspiros.
— Enséñame tu chocho, ¡vamos! —rogó Teo.
— ¡No, eso está prohibido! —dijo ella mientras su mano frotaba con frenesí sus gruesos labios vaginales, ocultos a los ojos de Teo e hinchados de lujuria.
Teo se impacientaba, pero no quería violentarla, así que seguía sus juegos. Y mientras sus pensamientos lascivos le martirizaban, sintió como sus piernas se ponían rígidas y Florinda se estremecía comenzando a temblar, todo su cuerpo temblaba, incluidas sus piernas rígidas. Era como si la electricidad atravesara su cuerpo, pero no, ¡aquello era un auténtico orgasmo! ¡Un orgasmo femenino en directo! Era la primera vez que Teo veía tal cosa y esto le emocionó profundamente.
— ¿Te has corrido? —preguntó atónito cuando esta pareció serenarse.
Flori asintió con la cabeza y sin abrir los ojos sonrió, mientras su mano aún frotaba suavemente su sexo bajo las bragas.
El joven quedó maravillado ante el espectáculo y casi se olvidó de sí mismo y de sus propios deseos.
— ¿Tú no te corres? —dijo Flori abriendo los ojos y fijándose en su verga erecta entre sus pies.
— ¡Házmelo tú! —le ordenó Teo.
— No, yo no, quiero ver cómo tú te masturbas y cómo te corres —dijo Flori siendo especialmente tajante en sus palabras.
Así que el intento estuvo bien, pero tuvo que desistir frente a la implacable Florinda. El joven se concentró, agarró su verga y mientras acariciaba sus muslos se masturbó, concentrándose en su objetivo.
— ¡Espera tienes algo para limpiarme, no quiero mancharte el tresillo! —dijo Teo.
— Ten mi pañuelo para limpiarte después, pero no te tapes con él, ¡quiero ver cómo te corres! —dijo ella sacándolo de uno de los bolsillos de su camisón.
— Pero te lo pondré perdido —le advirtió Teo.
— No me importa, quiero ver cómo te corres, y el pañuelo será mi trofeo —dijo Flori sin que Teo pudiese entender para qué lo quería ella.
De modo que el joven aceleró su ritmo masturbatorio y en apenas unos segundos su corrida sorprendió a la atónita observadora, que ya había bajado los pies y lo miraba desde cerca. Un chorro potente salió disparado al aire y luego otros más hasta mezclarse con los dedos de la mano que empuñaba el falo erecto. El espectáculo fue sublime para su observadora, aunque él hubiese preferido otras cosas, aquello era el premio de consolación y tampoco estuvo mal.
- ¡Fantástico! —gritó ella casi aplaudiendo.
- ¿Sí? Pues me he puesto perdido y no sé si he salpicado el sofá —admitió el sonrojado.
- No te preocupes, anda dame el pañuelo y yo misma te limpiaré —dijo Flori cambiando de opinión.
Con delicadeza limpió su vientre manchado de semen, luego sus ingles y testículos y terminó limpiando su glande sonrojado, sintiendo que el más mínimo roce incomodaba a Teo, así que puso especial cuidado en esta parte tan delicada.
Mientras tanto Teo jugueteaba con sus tetas, algo que no había hecho antes y disfrutó enormemente de sus grandes melones.
— ¡Oh Teo, esto no está bien! Definitivamente es muy inapropiado.
— ¿Pero por qué, tú me estás tocando lo más íntimo y yo sólo a ti los pechos? —replicó Teo con lógica aplastante.
Entonces Teo se atrevió a subir la mano por sus muslos y rozó ligeramente sus bragas bajo su sexo.
— ¡Oye no te pases! —exclamó ella apartado sus manos—. Tienes una polla tan bonita —admitió finalmente tras terminar de limpiarla.
— ¿En serio te gusta? Pues es toda tuya —dijo él sonriente.
— Lo sé, pero ésta será mi condena al infierno. Anda vístete y ve a casa, tu madre habrá llegado ya.
Teo se subió los calzoncillos y las bermudas y Flori esperó a que lo hiciera y lo acompañó hasta la puerta. Allí lo besó en las mejillas para despedirse y ante los ojitos de pena que puso Teo, finalmente posó sus labios en su boca y lo besó un par de veces.
— Anda márchate ya —le suplicó.
— ¿Cuándo volveremos a vernos? —dijo Teo con mirada triste.
— Cuando se me olvide esta guarrada que acabamos de cometer, anda márchate
Y cuando Teo cruzó la puerta Flori le hizo una insinuación.
— ¿Pensarás en mi cuando estés en tu cama esta noche?
— No podría pensar en otra mujer —admitió Teo sonriente.
— Yo también pensaré en ti esta noche, ¡nos encontraremos en nuestros sueños!
Y tras esto cerró la puerta suavemente para que no hiciera ningún ruido y no la oyeran los vecinos y Teo esperó hasta que ésta estuvo completamente cerrada, añorando volver a entrar, añorando el reencuentro desde ese momento.
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Desde el portal, viendo la vida pasar sinopsis:
Teo y Nica son dos amigos del alma. Se conocen desde que eran pequeños e iban a párbulos, hace ya tanto tiempo que ni recuerdan, aunque aún son jóvenes, jóvenes que pasan las tardes y las mañanas en el portal de su bloque, sentados, viendo la vida pasar.
Así, un buen día se fijan en Flori, una vecina de Teo a la que éste ya conoce, pero ese día es especial, su andar decidido, con el Sol a su espalda, sus cabellos rubios resplandeciendo, movidos por la leve brisa mientras camina en dirección al portal, cargada de bolsas y embarazadísima...
Teo queda prendado de ella y aquí empieza su aventura....