Desde el portal, viendo la vida pasar
Aunque Teo no se masturbó, pues la rabia aún recorría su mente, se imaginaba a su Flori desnuda follando con...
Capítulo 4
Por si te perdiste la primera parte: https://www.todorelatos.com/relato/177183/
Aquella tarde Teo no contó nada a su amigo Nica. Estuvieron como siempre, en el parque, refrescándose con la brisa de poniente que por suerte venía a aliviar el intenso calor. Por la noche, soñaba con su Florinda mientras mareaba la tortilla francesa que su madre le había preparado y el tomate con aceite para acompañar.
— ¡Qué te pasa hijo! Te veo muy distraído últimamente —le confesó su madre.
— ¡Oh, no, es que no tengo mucha hambre! —dijo él para salir del paso.
— ¿No te gusta la cena?
— No es eso mamá, es que no tengo mucha hambre.
— Estás raro, ¿acaso es por alguna amiga por lo que estás así?
— No sé mamá, las mujeres son muy extrañas —dijo Teo, fue como si de repente deseara contar lo que le afligía.
— ¿Por qué lo dices? —dijo su madre, con la esperanza de que se lo contara.
— Porque por un lado mostráis que os gustamos, pero por otro no queréis que nos acerquemos, es contradictorio —dijo Teo sin dar más detalles.
— ¿En serio? —rio su madre—. Bueno tú sigue cortejándola, las mujeres somos como el capullo de la rosa, si nos tocas antes de tiempo tenemos espinas y pinchamos. Si nos riegas y nos mimas finalmente los pétalos se abren y ya no pinchamos.
— Nunca lo había visto de ese modo —dijo Teo agradeciendo el consejo de su madre, pues ciertamente le había animado.
Si algo bueno tenía su madre es que no se metía en sus temas, pero también sabía escuchar. Y su relación funcionaba muy bien gracias a esta confianza y a la libertad que sentía al hablar con ella.
Metido en su habitación se masturbó pensando en su Florinda, se imaginó acariciando su sexo, metiendo sus dedos en él y sacándolos muy mojados. Ella disfrutando de sus caricias y pidiéndole que la follase.
Y metido en faena, pensó que, dado su avanzado estado de gestación, lo mejor sería que ésta se pusiera a cuatro patas y él así, tomarla desde atrás. Se veía delante de su culo, apuntando y metiendo su verga en su coño, casi podía notar el suave roce de su piel en torno a su glande. Con delicadeza la agarraría por las caderas y al penetraría dándole oleadas de placer.
Justo en ese momento entró su madre...
— ¡Hola hijo, tienes algo qué lavar! —dijo su madre con un canasto de ropa en apoyado en la cadera.
— ¿Cómo? ¡Eh, no, creo que no!
— ¿Estás mejor? —se interesó ya cercándose se sentó a su lado en la cama.
La fina sábana tapaba su erección, así que en cuanto entró, Teo levantó una rodilla para disimular el bulto. Pero ahora, con su madre al lado, le resultaba incómodo.
— ¡Oh si, estoy bien mamá! No tienes por qué preocuparte.
Su madre le miró y pareció ser consciente de que tal vez estaba interrumpiendo algo.
— ¡Oh, bueno, me alegro! Sólo me preocupo por ti, lo entiendes, ¿verdad? —dijo acariciándole el pelo.
Y tras decir esto, se levantó y se marchó, cerrando discretamente la puerta a su salida. No si antes echar un vistazo a su pierna, estratégicamente levantada bajo las sábanas, para ocultar su erección y echo esto le sonrió.
De modo que Teo respiró aliviado y se entregó al final de su masturbación, estaba tan excitado que no le fue difícil correrse en su mano y mientras con una movía, con la otra tapaba, para evitar manchar las sábanas. Aunque pueda parecer una guarrería, era el mejor método, luego había que buscar algo para limpiar, nada mejor que el canasto de la ropa sucia para elegir una prenda con la que limpiarse...
Capítulo 5
A la mañana siguiente de nuevo estaban en el portal. Teo, ansioso, tenía todo pensado para el momento en que viese a su Florinda llegar. Se excusaría con su amigo y le diría que quería subir a sobar, que estaba cansado o algo así. Luego tocaría a la puerta de Flori, para que ésta le dejase entrar.
Pero cuando la vio, tan radiante como de costumbre, iluminada por el sol que caía ya a plomo sobre las calles, su gozo en un pozo. Un hombre la acompañaba y era él quien llevaba sus bolsas mientras se acercaban. Teo maldecía su suerte en aquel fatídico día, pero, ¿quién era aquel tío?
Ya frente al portal, Florinda los saludó como de costumbre, con su voz dulce y melodiosa, y su risa fácil y encantadora.
— ¡Hola chicos! Aunque no tenemos portero, menos mal que siempre estáis aquí para vigilar, ¿verdad?
De mala gana Teo devolvió el saludo. Su cara fue el reflejo de la desilusión, pues Teo no sabía fingir, aún no había aprendido esa lección vital. Tanto fue así que la mujer lo notó y sabedora de la simplicidad de los sentimientos masculinos, decidió guiñarle un ojo discreta y graciosamente.
— Este es Teo, el hijo de Nora, la vecina —dijo Flori.
— ¿En serio? ¡Qué crecido estás chaval! —le dijo su fornido marido, con barba abundante y espesa.
El joven se levantó para apartarse y dejarlos pasar y también para que no hablarles desde el suelo.
— ¡Teo me sube las bolsas de la compra todos los días! —exclamó orgullosa Florinda.
— ¡Eso está bien chaval! Que mi mujer ya no está para cargar pesos —dijo de con voz socarrona mientras le ponía la mano en el bombo.
— Bueno cariño vamos ya para adentro —dijo Florinda mientras su mirada quedaba clavada en los ojos desapasionados de Teo.
Y así se despidieron, entraron en el portal y desaparecieron escaleras arriba.
Su gozo en un pozo, Teo se preguntaba cuanto tiempo estaría el marido en casa, un día, dos, una semana, hasta el parto, ¡dios qué pesadilla!
— Has visto al tío, tiene tanta barriga como ella —dijo Nica, sacando del ensimismamiento a Teo.
— ¡Sí tío! Cualquiera diría que ella le contagió el embarazo —dijo Teo, soltando ambos una carcajada al unísono y chocando las palmas después del chascarrillo.
De forma que Teo recuperó el ánimo en parte, pues no hay nada que unas risas no arreglen o casi nada.
Y allí siguieron oteando el horizonte, a ver quién pasaba, si alguna mamá buenorra con su carrito paseando a su hijo o alguna joven en edad de aparentar, pues poca cosa más se les ocurría hacer.
Capítulo 6
Teo seguía comiéndose la cabeza, pues ése su deporte favorito. Era fastidio no poder ver a Florinda y mucho más pensar que aquel gordo seboso estaría disfrutando de su cuerpo. No había otra cosa que hacer que esperar y tener paciencia, algo incompatible con la forma de pensar de un joven impetuoso como Teo.
Pensó que al menos tenía recuerdos para hacerse pajas una larga temporada y que su febril imaginación pusiera detalles donde no los hubo y evolucionara la historia hasta el punto donde le hubiese gustado llegar con aquella guapa embarazada. Aunque eso le trastornase, pues, renunciar a la miel que ya había probado era una putada, ¡una putada de las gordas! Solo el tiempo sabía qué pasaría, si todo quedaría en un dulce recuerdo y la historia continuaría.
Aquella primera noche se levantó a beber agua, cansado de cavilaciones que no le llevaban a ningún sitio. Y si a ello unimos el calor que hacía, parecía normal que no pudiese pegar ojo. Luego salió al balcón a tomar un poco de aire fresco y entonces fue cuando los oyó.
Con aquel calor, todos los dormitorios estaban con el balcón abierto por lo que en el silencio de la noche se oía todo, hasta el más leve susurro, hasta el más leve golpecito. Y su marido parecía que no era precisamente delicado, por lo que Teo, comenzó a oír una serie de gemidos primero y luego unos golpes como de palmas.
¡Maldito, se la está tirando! —susurró a la noche—. Pero esta únicamente le respondió con el canto de los grillos y las chicharras, junto al sonido de algún coche lejano.
Sin duda el gordo seboso se estaba poniendo las botas con la embarazada. Una punzada de dolor atravesó su pecho, rabia y coraje después, pero finalmente concluyó que aquello, aunque no le gustara, era lo normal en una pareja, por mucho que ella estuviese embarazada. Después de todo, había sido testigo del deseo que Flori mostraba por el sexo, la calentura que al parecer era compatible o causada por el embarazo —pensó.
Pensó que era un fastidio haber disfrutado sólo de pajas con Flori, no haber practicado sexo con mayúsculas, y dejarse de pajas y demás zarandajas.
De pronto el corazón le dio un vuelco, pues su madre salió de su salón y se acercó a él desde atrás. Ella fue consciente del susto que le dio, así que puso su mano en el hombro para apaciguarlo.
—¿Qué pasa hijo, no puedes dormir?
—No, estaba sudando, me he levantado a beber agua y me he salido al balcón —dijo Teo.
Cecilia, Ceci para sus amigas, llevaba un camisón puesto, que cubría su cuerpo hasta los muslos, bajo él sus pechos desnudos, algo caídos por la edad, pero aún hermosos y apetecibles, marcando pezones por la leve brisa que de la noche.
Ella también oyó los ruidos del amor que aún seguían profiriendo los afanados amantes.
—¡Vaya, parece que el camionero está recuperando el tiempo perdido con la vecina! —dijo para sonrojo de su hijo.
—¿En serio? Había oído esos ruidos y me preguntaba qué —dijo el hijo haciéndose el sorprendido.
—¡Venga Teo me tomas por tonta! Tú ya sabes perfectamente qué hacen esos dos —le dijo pellizcándole el trasero por encima de los slips.
—Si, lo admito, pero me ha sorprendido salir aquí y escucharlos —dijo Teo admitiendo la verdad—. ¿Yo pensaba que las embarazadas no podrían hacerlo?
—¿Por qué no? Es más, yo recuerdo que cuando estuve embarazada de ti, tu padre y yo lo hacíamos casi cada noche, pues como ya estaba embarazada, no tenía el miedo a quedarme en estado y era liberador.
—¿En serio? —dijo Teo incrédulo, pues parecía no ser lo mismo que lo hiciera la vecina a que lo confesara tu propia madre.
—¡Sí, esa fue una etapa muy feliz, la verdad! —le confesó su madre—. Anda vayámonos ya a dormir.
—Mamá, ¿te puedo hacer una pregunta? —dijo Teo antes de entrar.
—¡Si, claro!
—¿Cómo se conquista a una mujer para que te deje hacerle el amor?
—¡Oh, vaya pregunta hijo! No sé qué contestar —dijo su madre riendo.
—Verás he conocido a una chica, pero no me ha dejado tocarla aún, aunque ella sí me ha tocado. Para mí es algo muy frustrante, ¿sabes? —dijo él lamentándose.
—Ya me parecía a mí que estabas rarito estos últimos días —dijo su madre sin sorprenderse en exceso—. Verás esa joven te desea, pero está muerta de miedo de que vayáis más allá. Tú dale tiempo y verás que te va haciendo concesiones.
—Espero que así sea —dijo Teo esperanzado.
—Y mientras tanto apáñate con la mano —le sugirió su madre abiertamente.
—Mamá, vosotras también lo hacéis, ¿verdad?
—Claro hijo, todas lo hacemos y la que te diga lo contrario miente. Tu amiga seguro que se toca por las noches como tú, deseándote. Es lo normal Teo, el sexo mueve el mundo y todos necesitamos probarlo de vez en cuando. Después de escuchar a éstos hasta me están entrando ganas a mi —dijo su madre sonriendo.
—¡A mí también! —dijo Teo.
—¡Claro, pues adelante, hazlo y verás cómo después te resulta más fácil dormir!
Y con una palmadita en la espalda lo condujo hasta el interior del piso y cada uno se fue a su cama.
Aunque Teo no se masturbó, pues la rabia aún recorría su mente, se imaginaba a su Flori desnuda follando con el seboso, ¡y este pensamiento le producía una repulsión incomparable!
Podríamos decir que Desde el portal, viendo la vida pasar es una novela costumbrista, ambientada en un tiempo pasado indeterminado, pero que recuerda al siglo XX, que cada vez queda más lejos. Si os han gustado estos primeros capítulos, os dejo aquí su sinopsis:
Teo y Nica son dos amigos del alma. Se conocen desde que eran pequeños e iban a párvulos, hace ya tanto tiempo que ni recuerdan, aunque aún son jóvenes, jóvenes que pasan las tardes y las mañanas en el portal de su bloque, sentados, viendo la vida pasar.
Así, un buen día se fijan en Flori, una vecina de Teo a la que éste ya conoce, pero ese día es especial, su andar decidido, con el Sol a su espalda, sus cabellos rubios resplandeciendo, movidos por la leve brisa mientras camina en dirección al portal, cargada de bolsas y embarazadísima...
Teo queda prendado de ella y aquí empieza su aventura....