Desde el cielo

No puedo olvidarte y lo necesito. ¿Cómo quieres que te olvide si me compras el alma a plazos? Y esa luz de letanía se esfuma y pena y adolece mis sentidos. Yo muero por ti. Y quiero creer que es más tu muerte que la mía. Pero te quiero, y no puedo evitar quererte.

DESDE EL CIELO

A veces me siento y me acurruco en un rincón de mi habitación, sola, en la oscuridad brillante que me proporciona la llamita blanca de una vela. Huele a incienso penetrante, lavanda inglesa. Entonces pienso que la vida consiste en no olvidarse de respirar día tras día, tan fácil... Simplemente cierro los ojos y pienso en mis días grises, eso que nadie besa para colorearlos. Triste y amargada, vago entre las sombras, enamorada de la soledad y de las horas perdidas.

Una vez más, el viento se hace un hueco entre mi ropa. La luna flanquea la cuidad y una tímida farola no se decide a alumbrar. Pero el resto hacen un trabajo maravilloso. Ha llovido y la carretera se seca a la luz de un fluorescente. Parece verano. La grava y la brea brillan como el charol y le hacen la competencia a las estrellas. Pocas hay, pocas.

En mi habitación, el tungsteno juega caleidoscópico en los cristales de una ventana abierta de par en par, con mi cabeza amenazante atravesándola. Y pensaba en ti, como cada noche, cada día, cada instante... como siempre. Tu recuerdo omnipresente no es más que un mal sabor de boca, pero no te vas por mucho que me lave los dientes. Pienso en ti cuando huele a hierba, a noche y a amor, si salgo a la calle y me embriaga el calor de las 8 de la tarde. Soy prisionera de tus besos y caricias sin sentido. Cierro los ojos y mis manos pegan con la nada. Busco en el vacío un futuro que no sepa a ti...

Perdonad mi torpeza y mis delirios. Tan dentro le siento que mis huesos tiritan de amor. Estaba hecho de besos y sonrisas. Me quebró con la marca indeleble de su voz, me encandilaba con los dedos de sus pies.

No puedo olvidarte y lo necesito. ¿Cómo quieres que te olvide si me compras el alma a plazos? Y esa luz de letanía se esfuma y pena y adolece mis sentidos. Yo muero por ti. Y quiero creer que es más tu muerte que la mía. Pero te quiero, y no puedo evitar quererte.

El frío acero me alejará de ti. Siento su afilada punta excitando mi sangre, cada vez irrumpiendo más profundo en mis pensamientos. Es un dolor dulce y eterno, producido por los latidos de mis venas, no ajenas a mi instrumento de perdición. Es intenso y duro, aún más orgásmico a cada poro que revienta, el castigo más placentero. Todos mis pecados han sido perdonados.

Tengo sueño. Acerco mi cara a la pared blanca y empiezo a susurrar palabras inconexas que me abruman, tu nombre y el mío quizás, hasta que me voz se hace pesada y me hago inmortal...