Desde donde todo se ve

Una tarde de sábado más, Julio llamó a Nacho y le dijo que había conocido un sitio. Le aseguró que en ese sitio iban a tener todo el tiempo que quisieran, y que era imposible que nadie más los viera allí.

Una tarde de sábado más, Julio llamó a Nacho y le dijo que había conocido un sitio. Le aseguró que en ese sitio iban a tener todo el tiempo que quisieran, y que era imposible que nadie más los viera allí.

Julio y nacho no son una pareja ordinaria. Les gusta quedar, y cada vez más a menudo, pero no hay miradas tiernas ni paseos agarrados de la mano. Cuando se ven, simplemente olvidan sus vidas basadas en ocultarse y mentir. No pueden quedar en sus casas porque siempre hay alguien, o podrían aparecer en cualquier momento. Ya se han recorrido en coche los alrededores de la ciudad y han probado diferentes sitios, rodeados de matorrales, caminos de tractores, calles oscuras con poca gente…, pero ni aun así se puede estar a solas. Utilizar el coche como nidito de amor supone un riesgo grande a ser pillado, y esto es especialmente delicado en dos personas que ante los demás no se muestran como son.

Nacho, cuando le llamó Julio para quedar, racionalmente quería decir no, pero al final hizo lo que hace siempre y aceptó quedar con él. Caminaron por una zona residencial no muy lejana al centro de la ciudad. Las casas eran de tipo chalet y no pasaba mucha gente.

-¿Aquí? , ¿Estás loco? - preguntó nacho.

-SSSSSSh. Aquí no, pero cerca. Te va a gustar - Dijo Julio.

Caminaron durante dos minutos más y Julio paró. A su alrededor se veía alguna pareja a una distancia bastante grande. La carretera que había cerca estaba desierta. Cierto es que un día normal en esta zona hay poca gente, pero un sábado a la tarde es una calle vacía.

-Aquí es - dijo Julio.

-Pero si esto es plena calle, loco -

-Bueno, es cierto, no es justo aquí. La sorpresa está al otro lado del muro. - dijo Julio

Se ayudaron a saltar el uno al otro asegurándose de que nadie los veía. Desde la parte alta del muro se podía ver a un lado el paseo por el que venían, sin gente, y por el otro lado una zona ajardinada, que pertenecía a una iglesia, que evidentemente estaba cerrada. Saltaron al otro lado y se miraron.

Nacho es un chico de pelo liso, moreno y corto. Se preocupa por su aspecto y se ve que es un chico fuerte. Tiene obsesión con la depilación de su pecho. Y es de agradecer porque aun siendo todavía un chico joven, si se deja crecer el pelo resulta, como poco, anti erótico. Por decir algo destacable de él, tiene unos labios grandes que cuando era pequeño ya le causaron algunas bromas, pero que con el tiempo les ha ido encontrando una utilidad. En cuanto a su personalidad, no ha sabido echar valor cuando ha sido necesario y no se reconoce como gay así mismo. Es el típico chico que disfruta de lo que hace con Julio, pero que al acabar se arrepiente y se promete así mismo no volver a repetir.

Julio es un chico bastante mono. No es el prototipo de chico guapo con abdominales y cuadrado, pero por alguna razón, al mirarle y empezar a hablar con él, se siente una extraña sensación de hipnosis. Hay que reconocer que mirar a Julio a los ojos es relajante y a la vez inquietante. Esto último se debe a que por alguna razón al poco de habar con él sólo apetece agarrarle el trasero y dejarse llevar. Tiene el pelo rubio con algo de melena, y eso lo hace diferente del resto de gente con el que está él, que son todos morenos. También lo hace diferente, que la gente cree que es gay, y el tampoco lo desmiente... ni dice que sea verdad. Lo cierto es que Nacho no es el primer chico que ha pasado por las manos de Julio.

En los jardines a este lado del muro, Julio puso su mano en el culo bien trabajado de Nacho y aprovecho para ir masajeándolo. Nacho no se apartó pero hizo un comentario sobre que no le gustaba el lugar en el que estaban. Julio sonrió a la vez que sacó una pequeña llave, le agarró de la mano, y le dijo, "Ven conmigo".

Nacho se preguntaba cómo había conseguido esa llave, pero no se lo dijo y le siguió. No se dirigieron a la puerta principal de esa iglesia, sino a una puerta mucho más pequeña situada en la parte de atrás de la iglesia. Abrieron la puerta sólo se veían unas escaleras. Entraron y cerraron la puerta. Había oscuridad, mucha oscuridad y Nacho seguía algo confuso aunque Julio tenía alta la temperatura de su sangre y le estaba quitando la sudadera y la camiseta a Nacho antes de darle más explicaciones. Nacho besó a Julio y después este último lo cogió de la mano y lo guió escaleras arriba en la oscuridad. 10 escaleras, 20 escalera, 70… Esta vez fue la sudadera y camiseta de Julio las que caían al suelo. Y aunque Nacho quisiera controlarse, el pantalón empezaba a apretarle y le pedía ser soltado. Siguieron subiendo escaleras manoseándose en la oscuridad hasta que Julio por fin liberó a Nacho de sus pantalones, y tras tocar una y otra vez el bulto del calzoncillo, se deshizo también del calzoncillo. Unas escaleras más arriba ocurrió lo mismo con la ropa de Julio. Así siguieron subiendo hasta que toparon con una nueva puerta, está abierta sin necesidad de llave.

Era curiosa la imagen. Siempre habían tenido miedo de estar en sitios donde los demás puedan verles, y resulta que la solución era bastante fácil. Estaban en el lugar donde ellos son los que pueden ver a todo el mundo. Estaban en la torre de la iglesia y veían la enorme campana a su lado. El paisaje era precioso ya que se veían las luces de la ciudad encendiéndose al atardecer y también los montes al fondo en el horizonte. Era cierto lo que le había dicho Julio, el sitio merecía mucho la pena. Después de ese minuto para situarse donde estaban, Nacho miró a Julio y se puso de rodillas. Julio se apoyó en uno de los pilares de madera que había a su lado y Nacho esta vez no dudo en hacer feliz a Julio.

Introdujo los 14 centímetros de Julio dentro de su boca e intentó llegar bien al fondo hasta la garganta. Casi le da una arcada, pero no dejo de intentarlo. Al poco le dijo a Julio que se moviera él y así se hizo, a la vez que nacho rotaba su mano a uno y otro lado para darle placer. Julio agarraba el pilar por detrás de su espalda con fuerza y movía su cadera para que su pene entrara y saliera entero de la boca de Nacho. Luego le propuso cambiar. Julio se tumbó en el suelo con la cabeza un poco levantada y esta vez fue nacho el que toco su pene anchísimo para colocarlo en los labios de Julio. Movió su cadera hacia delante y hacia detrás a la vez que contemplaba la bonita postal desde lo alto de la torre. Ninguno de los dos tenía ya ropa porque toda la habían dejado por el camino en las escaleras que llegaban hasta donde se encontraban.

Se sentaron uno enfrente del otro y se besaron con tranquilidad, para tener todo el tacto de una lengua ronzando a la otra lengua dentro de la boca. Nacho estaba en uno de esos momentos en que se olvidaba de que no quería ser gay. Como era habitual en ellos dos, se colocaron con la boca de uno en el pene del otro y de nuevo empezaron cada uno a mover sus propias caderas para dar cada vez más fuerza e intensidad al 69 que hacían. Julio parecía un poco emocionado y por eso Nacho paró.

-Oye, que si corres tanto no queda para luego- Dijo Nacho

Julio ponía cara de que no podía controlarse, y parecía que lo iba a conseguir, pero al final dijo:

-Mira, luego ya se verá, pero ahora lo necesito. Trae la boca. - Dijo Julio

Así lo hizo Nacho, que bajo sus labios, mojó con un poco de saliva la punta del pene de Julio, y lo masajeó con sus labios hasta que de nuevo se lo introdujo en la boca. Esta vez llevó un ritmo más rápido y Julio parecía agradecérselo porque le tocaba la espalda con las yemas de los dedos masajeándola. A la vez, se contraían y relajaban sus músculos hasta que le dio el aviso a Nacho.

-Me vieneeeee- avisó Julio.

-No se va a escapar ni una gota- Dijo Nacho

Al poco Julio explotó. Ni siquiera pudo evitar lanzar un gemido. ¿Y qué si lo oían? Nadie iba a sospechar de donde venía. Parecía mentira que una sola persona pueda acumular en su cuerpo tanto semen. Nacho casi no daba abasto porque seguía moviéndoselo hacia arriba y hacia abajo y este no dejaba de echar semen a una presión tremenda. Nacho tenía el objetivo de tragárselo todo y no falló. Cuando Julio dejó de echar todo, no se tumbó para descansar.

Julio puso en el suelo sus rodillas y las palmas de sus manos. Nacho le agarró de la cintura y acercando su miembro empezó a embestirle. Una y otra vez y cada vez más fuerte que la anterior, Nacho destrozaba el trasero de Julio. Al poco Julio se tumbó y Nacho levantó las dos piernas de Julio separándolas. Acto seguido continuo con la penetración. La cara de Julio, normalmente relajada, ahora daba placer sólo de verla. Tenía toda la cara en tensión, se mordía los labios y cerraba los ojos para disfrutarlo todo. Su miembro, que debía estar relajado después de haber sacado todo 5 minutos antes, estaba empezando a estirarse.

-¿Qué eres superman?, que se te pone tiesa otra vez - dijo Nacho alegremente sin dejar lo que estaba haciendo

-Te tenía ganas - Respondió Julio

-Si hace 3 semanas que quedamos

-Eso es poco. Necesito algo más contigo - Dijo Julio intentando abrir los ojos, pero le costaba horrores porque estaba disfrutando como nunca.

-A propósito. ¿Cómo has descubierto este sitio y esa llave? - Dijo Nacho, que hoy parecía estar preguntón.

-No es el momento de eso, ¿no crees? - Respondió Julio

Nacho ante esta respuesta bajo el ritmo con el que penetraba a Julio y le dijo:

-Yo creo que estaría bien que me lo dijeras. Me estas pidiendo algo más conmigo, yo también tengo interés en saber cómo tienes una llave que accede a una torre de una iglesia y para la que es necesario saltar un muro - dijo Nacho

Julio debió pensar que la conversación no estaba yendo para nada por donde él quería y respondió:

-¡Vale!, te voy a decir la verdad. Al fin y al cabo no creo que te siente mal- dijo Julio mientras Nacho paraba completamente lo que hacía.

-No has sido el único chico.- continuó hablando Julio. - Él es quien me enseño esto y me dejó copiar la llave. Cómo lo ha sabido él, no lo sé, pero la idea me gustó y la quise probar contigo.

-¿Otro chico? - Respondió Nacho sorprendido y a la vez algo enfadado.

-A ver si consigo ser claro. - dijo Julio- Tu me gustas, yo te quiero a ti pero tú siempre me evitas y si alguna vez quedo contigo sólo hay sexo y adiós. Yo te quiero para algo más y si no me lo das, no me puedes decir que no vea a otro.

Nacho se sorprendió al oír esto. Sabía que Julio tenía razón, pero aun así se sentía herido, como si le hubiera sido infiel. Pero por otro lado si pretende no ser gay, cómo le puede molestar que Julio esté con otro. Estaba sentado sobre sus pies aun empalmado y en bolas, al igual que Julio y le miró a los ojos a Julio. No tardó mucho en decirle:

-¿Sabes qué? - Dijo Nacho

-Qué

-Cada vez que me llamas me da un cosquilleo enorme en el estómago, cada vez que te veo me empalmo, y cada vez que te toco o lo haces tú me siento por fin tranquilo. Estoy harto de querer ocultármelo a mí mismo. - Dijo Nacho

-¡Vaya! - Dijo Julio casi emocionado

Nacho no habló más y empujo los hombros de Julio hacia el suelo y volvió a su cintura para continuar donde lo habían dejado. Igual eran imaginaciones pero los dos empezaron a disfrutar aun más de lo que hacían en lo alto de la torre al lado de la campana. Cinco minutos de embestidas, besos y abrazos después Nacho empezó a notar las contracciones de músculos previas y aprovechó para disminuir el ritmo y disfrutarlo más. Cuando le llegaba sacó su miembro del trasero de Julio y expulsó todo al exterior. La mayoría cayó en el cuerpo de Julio pero una parte fue a parar fuera de la torre a los jardines de la iglesia y otra parte ¡hasta la campana!. Parece que Nacho también tenía ganas.

Julio, que estaba empalmado allí tumbado, no se movió de su posición porque se le sentó Nacho encima e hizo todo el trabajo. Hay que recordar que Julio se había corrido un rato antes, y que no todos los chicos pueden empezar de nuevo con tanta rapidez. Rebotó una y otra vez hasta que llegó lo inevitable, donde Julio por segunda vez esta tarde expulsaba su líquido al exterior, dejándolo junto al suelo de madera.

Acabaron. Se sentaron un rato sin ropa en la torre, luego contemplaron el paisaje y más tarde abrieron la puerta que daba acceso a las escaleras abajo. En la oscuridad tenían que ir palpando las escaleras buscando su ropa interior, hasta que encontraron el móvil en un pantalón que les sirvió de linterna. Llegaron a la puerta de abajo, la cerraron y volvieron a saltar el muro que daba acceso a la calle. No se agarraban de la mano, pero algo había cambiado definitivamente entre ellos dos esta tarde. Así se podía ver por las miradas que ahora se echaban caminando por el paseo desierto.