¿Desde cuándo bebes leche sola?

Después de comérsela en el baño, los jueguecitos con mi padre continúan y acaba follándome. (Cuarta parte del relato ¿No quieres leche?).

(Cuarta parte del relato "¿NO QUIERES LECHE?")

Cuando mi padre me soltó aquella frase de las múltiples posibilidades que tenía para llenarme de leche, tuve muy claro que nuestros encuentros iban a sucederse. Y así ha sido. Al entrar en el baño y comerle el rabo casi sin dejarle hablar, ya le dejé claro que no iba a poder vivir sin comerle la polla a menudo. Mi padre, consciente de ello, decidió aprovechar la situación.

A la mañana siguiente, mi madre vino a despertarme para que fuera al instituto. Me levanté casi sin ganas, pensando en el frío que iba a hacer en la calle. Me fui a la cocina en pijama dispuesto a desayunar algo. Cuando estaba sacando un vaso del armario, apareció mi padre detrás de mí, iba en pijama también. Le miré detenidamente, tenía aún el pelo despeinado y barba de tres días, era todo un ejemplar de macho robusto y algo velludo, con más de uno y dos polvos. Me sonrió.

-Siéntate, hombre... esta mañana tu padre te preparará el desayuno... –me dijo con una sonrisa irónica.

-Voy a la terraza a tender esta ropa, ahora vuelvo –dijo mi madre desde la escalera. Mi padre me miró y sonrió. Bajé la vista hasta su entrepierna donde su polla parecía haber despertado y apuntaba a la izquierda.

-¿Te preparo unas tostadas?

-Bien... –respondí sin dejar de mirar hacia su entrepierna.

La noche anterior se la había comido en el baño y posiblemente los dos pensábamos en aquel momento en repetir la experiencia, pero aún había demasiada tensión, demasiada inseguridad a cerca de lo que pensaba el otro, de lo que le apetecía al otro. Pero lo que estaba claro es que los dos teníamos ganas de jugar. Mi padre se acercó a la mesa con su polla balanceándose dentro del pantalón del pijama.

-Aquí tienes las tostadas... –mi padre se rascó con los dedos la punta de la polla.

-Gracias... –sonreí.

-¿Quieres un colacao también?

-Vale... –yo sólo respondía y le iba siguiendo el juego.

Mi padre se acercó con un vaso y el bote de Cola-Cao en una mano y el brick de leche en la otra y los dejó encima de la mesa. Su paquete estaba a pocos centímetros de mi cara.

-¿Te sirvo yo o te sirves tú mismo?

-Yo mismo... –pero en vez de coger el brick estiré los dedos y agarré su polla por encima del pantalón del pijama. Recorrí con los dedos todo el tronco, el muy cabrón la tenía dura del todo. Bueno, yo también la tenía dura, incluso mojada.

Acerqué mis labios a su polla y la besé por encima de la ropa. Poco a poco la fui sacando por la cintura del pantalón. La miré detenidamente y me acerqué aspirando ese olor tan característico... saqué la lengua tímidamente y la pasé por su capullo. Me encanta esa sensación.

-Buen chico... –murmuró mi padre acariciándome la cabeza. No hubo el típico "Dani, que tu madre está al caer", ni nada por el estilo. Mi padre lo estaba deseando tanto como yo y el resto del mundo nos importaba una puta mierda.

Lamí su rabo de la punta hasta la base, con la mano bajé un poco más sus pantalones liberando sus huevos hinchados, y eso que hacía unas horas aquellas dos maravillas acababan de vaciarse en mi boca. Pasé la lengua por sus huevos mientras él suspiraba. Volví a mirar su polla y la descapullé del todo, de la punta salían las primeras gotas de precum. Pasé la lengua y me encantó. Empecé a succionar deseando que saliera más. Mi padre me sujetó de la cabeza y empezó a clavarme la polla hasta la garganta. Me saqué mi polla y empecé a masturbarme mientras mi padre me llenaba la boca con su pollón.

-La comes como si fueras una puta...

Su frase me calentó aún más. Mi padre me veía comiéndole la polla con deseo, como si me fuera la vida en ello. Su hijo satisfacía las necesidades que su propia mujer no cubría. Mi padre había descubierto todo un filón en mí, y a mí personalmente, que me considerase su puta particular me ponía a cien.

Oímos pasos a nuestras espaldas, mi madre perecía estar bajando de la terraza.

-Viene tu madre –murmuró. Hice el gesto de apartarme de su polla-. Ni se te ocurra parar, estoy a punto de correrme y te vas a tragar toda la leche...

-Perooo... –murmuré sin que mi padre dejara que apartara mi boca de su verga.

-Qué comas y calles, hostiass... si sigues así me voy a correr ya...

Seguí comiéndome su polla sin detenerme. Sentía una excitación brutal por el hecho de que mi madre nos pudiera pillar, que viera a su hijo comiéndole el rabo a su propio padre, su marido. Pero me temblaban las piernas del miedo que sentía. Si nos pillaba podía ser el final de nuestra familia.

Cuando oí los pasos de mi madre caminando hacia la cocina, me di cuenta que las cosas habían llegado demasiado lejos. Me liberé de los brazos de mi padre que me presionaban la cabeza contra su polla.

-Cabrón... me corro... –mi padre tuvo el tiempo justo de coger el vaso apuntar dentro de él y descargar varios trallazos de leche. Justo antes de que mi madre entrase, mi padre se guardó la polla como pudo en el pantalón.

-¿Aún no habéis terminado de desayunar? Quiero recoger de una vez la cocina... –soltó mi madre al entrar.

Mi padre estaba de espaldas a ella, terminando de untar sus tostadas. Mi madre salió a la galería a dejar la cesta de la ropa. Mi padre me miró y lanzó una mirada rápida al vaso que contenía su corrida. Me miró aterrorizado, si mi madre lo veía, nos mataba. Cogí el brick de la leche y llené el vaso hasta arriba. Mi madre entró en ese momento de la terraza y me miró.

-¿Desde cuándo bebes leche sola?

-Desde que he descubierto que sabe tan bien... –le lancé una mirada a mi padre, que me miraba expectante apoyado en el mármol de la cocina, y empecé a beberme el vaso de leche mezclada con su monumental corrida. Sus ojos se abrieron como platos y su polla dio un latigazo en el pantalón. Cuando me lo terminé, mi padre se acercó, me acarició el pelo y me dijo:

-La leche alimenta mucho ¿verdad hijo? –Sonreí mientras me relamía, sin duda me he vuelto adicto a su esperma. Mi madre salió de la cocina-. Eres un cabrón morboso chaval... pero esto no se va a quedar en unas simples mamadas, quiero metértela por el culo esta misma noche...

-Esta noche vienen los tíos a cenar...

-Me suda la polla que vengan tus tíos. Tu culo me pertenece y me lo voy a follar... –me susurró mi padre con sus labios muy cerca del oído. Parecía estar fuera de lugar, enloquecido. Mi polla estaba a punto de explotar.

Mi padre se fue a trabajar y yo me hice la paja del siglo en el váter pensando en como me había bebido su corrida delante de mi madre. Me duché y me largué al insti. Me daba un poco de palo encontrarme con el capullo de Rubén, bueno, encontrarme con el capullo de su polla me hubiera encantado esa mañana, pero no era ese el caso. Me temía lo peor, aunque me sudaba bastante la polla que estuviera cabreado o hubiera contado algo. Si el se iba de la lengua yo podía putearle, y mucho.

Cuando nos encontramos en el pasillo, me detuvo y me pidió que no me fuera de la lengua, que lo que pasó había sido un error y que tenía que ser un secreto de los tres. Me juró que no diría nada de mí si yo hacía lo mismo. Me encantó verle asustado. Le había gustado mi comida de culo y tenía miedo a que se supiera. Yo tampoco tenía ningún interés en contar nada, pero para hacerle sufrir, le dije que me lo pensaría. Quizás podía pedirle algo a cambio...

Llegué a casa por la tarde. Mi madre estaba como una loca en la cocina preparando la cena que les iba a servir a mis tíos esa misma noche. Entré en el salón, mi padre estaba en el sofá en chándal y camiseta de tirantes, tapado con una manta y con los pies apoyados en la mesita. Me senté en el mismo sofá que él, pero a cierta distancia, apoyado en el brazo opuesto del sofá.

-¿Qué tal el día?

-Cansado, ha habido reunión en la planta, igual hacemos otra huelga...

-Está complicado el tema...

-Mucho...

-Pues ahora relájate... –dije mientras sonreía.

-Tú también debes estar cansado, ¿por qué no pones los pies en alto? Así descansas... –mi padre empezaba a jugar.

-Vale... -me quité las zapatillas y subí las piernas en el sofá. Mis calcetines rozaron la pierna de mi padre que estaba cubierta por la manta.

-¿Cómodo?

-Mucho... ¿y tú? –Contesté.

-Yo también.

Nos quedamos unos minutos en silencio viendo una serie de reposición en una televisión local. Mi padre dio un trago a su cerveza, pasó su mano por debajo de la manta y pareció que se colocaba la polla. Siguiente paso. Me recoloqué acercándome más a él. Pasé mi pie por encima de su pierna y lo puse justo encima de su paquete. Mi padre me miró y sonrió con total descaro, sus ojos estaban cargados de lujuria. Empezó a acariciarme el pie con las dos manos, apretándomelo con fuerza y poco a poco lo fue colocando de tal forma que quedase justo sobre su polla. Poco a poco fue guiando los movimientos de mi pie sobre su rabo y noté como se endurecía por debajo de la tela que nos separaba. Mi padre bajó la manta un palmo, soltó mi pie y estiró los brazos hacia arriba, mi vista se clavó en sus axilas, me estaba poniendo malo. Miré más a bajo y el capullo del gran rabo de mi viejo asomó por la cintura del chándal en pleno esplendor.

-Por favor Dani –soltó mi madre entrando de repente en el comedor-. Mi padre se tapó con la manta y yo doblé mis piernas. Parecía que se me iba a escapar el corazón por la boca-. ¿Pues subir arriba a recogerte la habitación que está hecha una pocilga y tus primos van a querer subir luego?

-Valeeee, ahora voy... –contesté de mala gana por el corte de rollo que nos había pegado-. Lo siento... –le dije muy bajito a mi padre. Mi madre ya había vuelto a al cocina. Me incorporé, me acerqué a él y bajé la manta, su polla asomaba aún bastante morcillona. Me agaché fugazmente y le di un lametazo en el glande-. La echaré de menos...

Dejé a mi padre con la polla tiesa en el sofá y me fui a recoger la habitación. Me di cuenta de que mis padres apenas se hablaban, supuse que no estaban pasando por su mejor momento. Yo personalmente seguía sin entender cómo podía mi madre desperdiciar aquel pedazo de tío y aquel pedazo de polla. Aunque bien pensado, mejor para mí.

Mis tíos llegaron a las 10 con mis dos primos, Marta y Raúl. Mi primita ya tenía unos apetecibles 21 años, y un buen polvo. Me sorprendía mi mismo pensando en su buen par de melones, las tías me la seguían poniendo dura, aunque nada que ver con tener un buen rabo entre los labios. Eso sí es poder. Raúl en cambio era muy canijillo, debía tener aún 17 o 18 años, además, siempre había sido muy empanado, muy tontito para su edad.

Mi padre y yo no dejábamos de mirarnos a cada rato. En mi cabeza se repetían una y otra vez sus palabras. Le miré mientras hablaba con mi tío y me sentí extraño. Le veía como un hombre atractivo, con un culo duro, unas piernas gruesas y firmes, una espalda ancha que a duras penas entraba en la camisa que llevaba puesta, unos pedazo de brazos a juego con su pecho... le deseaba. El hombre pesaba más que el padre. Al fin y al cabo, somos animales y los animales se follan entre ellos aunque sean familia. Lo demás, son pajas mentales de nuestra puta sociedad. Me dije a mí mismo que esa noche mi padre lo iba a flipar.

Cuando nos quedamos solos en la cocina, mi padre me apretó por detrás y metió su mano en la cintura de mis vaqueros...

-Me gusta que no lleves calzoncillos... –su dedo rozó mi agujero y me estremecí. Mi padre quitó la mano y se apretó contra mí. Si aún dudaba de si tenía ganas de que me desvirgara, al notar su polla hinchada sobre me culo, noté como literalmente dilataba y sentía la necesidad de ser penetrado. Increíble. Nos soltamos al oír pasos y yo disimulé cortando el pan sin dejar de pensar en ese pedazo de rabo.

Durante la cena no pasó nada, supongo que los dos habíamos tenido suficientes emociones fuertes en pocas horas. Eso sí, no dejamos de mirarnos todo el tiempo. Antes de acabar, cuando aún faltaba por terminar el segundo plato, se terminó el vino. Mi padre se ofreció a bajar a la despensa que tenemos junto al garaje a por más.

-Acompáñame Dani y así subimos polvorones y turrones...

-Joder, papá, ¿tiene que ser ahora? –Protesté intencionadamente, era lo habitual en mí, no quería despertar sospechas.

-Acompaña a tu padre, hombre... –insistió mi madre.

Agaché la cabeza haciéndome el cabreado y seguí a mi padre escaleras abajo. Vivimos en un adosado que tiene el parking en la planta baja y el comedor en la primera planta. Mi padre iba delante de mí y no podía apartar mi vista de su culo, recordé cómo se lo había comido y se me puso dura en el acto.

No había llegado al rellano del recibidor cuando mi padre se giró y me abrazó apretándome fuerte contra él. Empezó a besarme el cuello, cogió mi mano y la colocó sobre su paquete...

-Me tienes a mil...

-Y tú a mí, cabronazo... –le contesté mientras le desabrochaba el cinturón y los botones del pantalón.

-Y eso que no querías bajar conmigo...

-Me estaba haciendo el duro...

-Ven... –mi padre tiró de mí y nos metimos en el garaje, encendió las luces, pasamos junto al coche y mi padre se sentó en el capó, tiró de mí hasta tenerme entre sus piernas y siguió acariciándome. Intentó quitarme la camiseta...

-¿Qué haces? ¿Estás loco? Puede entrar alguien...

-Te estás muriendo de ganas... –De un tirón me quitó la camiseta y empezó a lamerme el pecho, entreteniéndose en mis pezones. Su manó buscó mi polla y la sacó del pantalón. Mientras lamía mi torso empezó a masturbarme. Mis manos tampoco se estuvieron quietas, terminé de abrirle los pantalones, metí la mano en sus boxers y saqué a la luz aquel monstruo en erección. Mi padre dejó de lamerme y me sujetó por los hombros haciendo que me arrodillase ante él. Su polla se balanceó justo antes de que mis labios la atrapasen.

Se la comí sin parar durante varios minutos que me parecieron décimas de segundo. Todo iba muy rápido y yo sólo quería tocarle, lamerle, notarle. Mi padre se incorporó y se agachó delante de mí, me quitó del todo los pantalones y los calcetines.

-Estás loco... –murmuré mientras él me giraba y hacia que me apoyara de cara en el frontal del Altea. Mi culo a su entera disposición.

-Quiero ver bien el culo que me voy a follar... –se agachó detrás de mí y separó mis nalgas. Pasó uno de sus ásperos dedos y casi me caigo de rodillas del gusto. Escupió en mi agujero para lubricarme y volvió a pasar uno de sus dedos, esta vez intentando que entrase un poco. Volvió a escupirme y esta vez su dedo entró, me relajé y dejé fluir la sensación de tener algo entrando dentro de mí. Mientras me penetraba con su dedo empecé a gemir, mi padre me masturbaba frenéticamente.

-Ya va siendo hora de que te follen...

-Siiiii... –susurré, apenas tenía el control de lo que hacía o decía, todo aquello me superaba, sólo me dejaba llevar por el placer y la excitación.

Que te follen con un dedo no tiene nada que ver con que te taladre una polla de varios centímetros de diámetro. No es lo mismo, pero la excitación a veces hace posible lo imposible. Cuando la punta de la polla de mi padre se abrió pasó en mi apretado esfínter, sentí mucho dolor...

-Joooder... para, para, por favor...

-Relájate y no te dolerá... -Mi padre empujó un poco más hasta conseguir que entrara un poco más. Sentí una punzada insoportable.

-Ahhhhhhhhhh... –solté un grito. Mi padre me tapó la boca con su mano.

-Tranquilo...

Empezó a besarme el cuello y a lamerme la oreja, sus manos me apretaban contra él, me acarició la espalda. Poco a poco fui relajándome y mi esfínter dejó entrar lo que quedaba de aquella polla. Y empecé a disfrutarlo. Mi padre me agarró de las caderas marcando el ritmo frenético de sus embestidas. Cuánto más alto gemía, más rápido me follaba.

Estaba en las nubes ensartado por el rabo del que había salido yo mismo, casi con los ojos en blanco, apoyado en el capó del coche, que se movía entero a cada embestida, cuando vi como se abría ligeramente la puerta que comunica el parking con la escalera. Me asusté, iba a decir algo, pero mi padre seguía bombeando con fuerza mientras me besaba en el cuello y en la espalda. Identifiqué esos ojos verdes, era mi primo Raúl. Podría haberse abierto el mundo bajo mis pies y yo hubiera seguido sin moverme de allí, disfrutando de todo el placer de aquella enculada. Miré fijamente a los ojos de mi primo mientras me masturbaba y me dejaba llevar por las embestidas de mi padre. Cuando su polla se tensó dentro de mí sentí que empezaba a correrse, aceleré la paja y sin apartar mis ojos de la vista de nuestro mirón, me corrí en medio del mejor orgasmo de mi vida.

-Me has hecho un hombre feliz, cabroncete... –dijo mi pare mientras me sacaba la polla. No le contesté, tras la corrida me asaltaron las dudas sobre si mi primo se iba a ir de la lengua. No quise decirle nada a mi padre, si se enteraba le podía dar algo.

Nos vestimos rápidamente y volvimos a la cena con el vino y los polvorones en la mano. El sofocón era increíble. Pero a pesar de la enculada, miré el reloj y habían pasado poco más de 10 minutos.

-¿Por qué tardabais tanto? –Preguntó mi tía.

-Porque el cabrón de Darko se ha metido debajo del coche y entre papá y yo lo hemos sacado de allí... –solté sin tiempo a que mi padre reaccionara.

-¿Quién es Darko?

-La iguana de Dani –contestó mi madre.

-Ahhhhggg, que asco ¿ya la habéis capturado? –gritó mi tía.

-¡Tranquila, mujer! Dani y yo hemos sudado la gota gorda para sacarla de donde se había metido...

Me acerqué a mi primo que estaba en el sofá y me senté a su lado. Me dolían las piernas y el culo del maratón de sexo.

-Lo que has visto antes...

-¿El qué?

-Lo de antes, en el garaje... –Raúl sonrió-. No lo puede saber nadie... es un juego entre el tío y yo, es un secreto ¿sabes?

-¿Qué te metan el pito por detrás es un secreto?

-¿El pito por detrás? No, no es eso...

-Lo hago con dos amigos míos... bueno, me lo hacen a mí... –me quedé helado.

-Pero...

-Si no quieres que diga nada, yo también quiero jugar con vosotros...

-Ni hablar chavalito, tienes 18 años.

-Doce...

-Da lo mismo... nada de eso. Si quieres a cambio te doy...

-Tu PSP nueva...

-Eres un cabroncete... –le dije mientras le acariciaba la cabeza con ganas de estrangularlo allí mismo-. Bien, te la daré, pero todo lo que has visto será nuestro secreto...

No acabaré mi relato de estos últimos días haciendo una predicción de futuro, realmente no sé cómo irá todo. De momento sólo sé que se la he vuelto a comer a mi padre en el coche y en el baño mientras se duchaba. De momento sé que mi primo no se ha ido de la lengua, aunque lo mío me ha costado. No sé lo que vendrá, pero sé que si necesito contarlo, lo dejaré por escrito en forma de relato. Sin lugar a dudas, esta es una de las mejoras terapias que existen para compartir penas... y pecados.