Descuido en el autobús

La aburrida y tormentosa rutina de todos los días puede ser diferente con una simple y morbosa anécdota.

Como cada día espero en la parada, frío, sueño, los ojos aún semiabiertos. En breve llega el autobús, el de todos los días, el que me llevará a mi destino, el instituto.

Miro a cada lado y veo las mismas caras, los rostros de todos los días. Todos esperan, al igual que yo.

El peso de la mochila me desgasta rápidamente, me hace encorvarme mientras el aire frío de la mañana se desliza sobre mi pálido y dormido rostro.

Pero entonces, una vaga y extraña sensación invade mi cuerpo. Algo será diferente este día, pero el qué, me pregunto, siento que algo va a suceder, algo que cambiara ese viaje, ese trayecto.

Entonces cuando menos lo espero, aparece ella. Unas largas y poderosas piernas, acabadas en unos finos y estilosos tacones de aguja, amarillos que dibujan su escultural figura de arriba abajo. Una imponente minifalda de no mas de treinta centímetros “tapan” el resto.

Una cazadora de pluma por la cintura abriga su torso, pero no disimulan los redondos y grandes pechos que se contornan.

Es la mujer perfecta, pienso, alzo la vista, y, veo su rostro, que iluminaba la calle a esas tempranas horas de la mañana en las que aún reina la noche.

Un rostro angelical, de piel morena, una melena totalmente lisa, recién peinada, como si hubiera llegado de la peluquería. Una cara preciosa, unos labios carnosos y emparejados perfectamente, unos grandes ojos, embellecidos con rimel y sombra, y una pequeña y perfecta nariz.

Es la primera vez que veo a esta chica. No puedo evitar mirarla, y aunque se de cuenta, creo que todos los hombres que estamos en la parada tienen la mirada clavada en ella.

Ella, cohibida, agacha la cabeza y camina rápidamente para esconderse entre la multitud, dónde poder resguardarse de las miradas de todos los maromos que allí nos encontramos.

Aún así sin poder dejar de pensar en esas bonitas piernas, que rápidamente me despertaron, en esos muslos marcados que parecían no tener frío, de vez en cuando echo una mirada hacia atrás, a la vez que ella esquiva esa mirada moviendo sus ojos hacia otro lado.

Creo que no soy el único de la parada que piensa como yo. Entonces llega el autobús, por fin. Uno tras otro comienzan a desfilar, casi en el mismo orden de todos los días. Entro y tras abonar mi cantidad miro a cada lado, los asientos dónde siempre me acomodo están ocupados, entonces decido sentarme en medio, en un grupo de cuatro asientos, están libres y por primera vez voy a utilizarlos.

Ya sentado observo como sube el resto de la gente, la última ella, nadie ha tenido la educación de dejarla pasar aún alegrándonos la mañana a todos.

Debe ser porque es novata, y es que aquí ya existe un orden habitual para subir al vehículo.

La observo como se alza para subir el escalón, mientras, el chofer asombrado y abrumado por lo que está viendo, clava la vista en la muchacha al igual que todos, antes. Ni se da cuenta de que le ha dado un billete para pagar. Y es que no todos los días se ve una mujer de esa calaña. Incluso el chofer está alucinando.

Tras pagar, levanta la cabeza, y mira hacia todos lados, al igual que yo avanza unos pasos y tras quedarse pensativa durante unos segundos, para mi sorpresa, va y se sienta justo delante de mí, en mi grupo de asientos.

Por un instante siento vergüenza, como iba a ir todo el trayecto con esa mujer delante, no voy a ser capaz ni de mover la cabeza. Parece que soy yo el observado, pero es que tener ese poderío delante impone mucho respeto. Al fin tras pasar unos minutos decido girarme lentamente y echar un vistazo, ella está mirando hacia la ventanilla, sus preciosos y grandes ojos observan la calle. La analizo de arriba abajo lentamente y me percato de la alianza que lleva en la mano izquierda, concluyo que está comprometida, lo que hace que aumente mi deseo sexual, al saber que tiene esposo.

Lo prohibido siempre llama la atención,  incita más a saltarse la línea. Pienso, quién tendrá la suerte de dormir con esta mujer todos los días, de poder tocarla, abrazarla.

No veo ningún error, es simplemente perfecta. Pero a qué se dedicara, tiene pinta de ser administrativa, o mejor, seguro que es secretaria de algún pez gordo. Yo la querría, simplemente ver ese monumento todos los días en la oficina, me alegraría, no habría estrés que valga.

Bajo la mirada, su minifalda, observo sus piernas, que hacen que mi mente empiece a imaginar las escenas más obscenas.

Sus piernas se encuentran cruzadas, pero entonces ocurre lo imprevisto, lo que menos me imagino que puede ocurrir y menos aún, viendo lo segura, cuidadosa y seria que parece.

Sin querer y sin darse cuenta, quiero pensar que por el agobio y cansancio de estar todo el rato en la misma posición, descruza las piernas, justo cuando me encuentro mirando sus muslos.

Se separaron el uno del otro sin piedad. Los ojos se me abrieron como platos, nadie se dio cuenta, porque solo ella y yo vamos en esos asientos. Incluso ella, que seguro estaba convencida de que yo no estaba mirando y también que el descuido y la mente le jugaron una mala pasada, se quedo en la misma posición. Mientras, yo no podía dejar de miar lo que estaba viendo, lo que estaba contemplando, el regalo que la vida ese día me estaba dando.

Y es que ponerse prendas tan pequeñas pueden jugarte malas pasadas y estaba ocurriendo.

Sus muslos se separaban uno del otro, se abrían, y justo en medio diviso un tanguita diminuto de color amarillo, igual que los tacones, hacían juego. Supongo que el sujetador, si es que lleva, es del mismo color, lencería amarilla chillón, que con su color moreno  de piel hace que te corras solo de verlo puesto sobre el cuerpo.

No puedo creer lo que estoy viendo, y ella ni se inmuta, no se da cuenta del falso movimiento que acaba de realizar y que está dejando a la vista todo su arsenal.

Sólo yo estoy viendo eso, soy un privilegiado, así que entendí por qué esa sensación anterior de que nada iba ser como todos los días.

Entonces los nervios se apoderan de mi cuerpo, el sudor empapa mis manos, y la polla se endurece a una rapidez asombrosa.

Estoy a una capa milimétrica de ver su coño, una fina capa tela como que se yo. Un tanga que forma un perfecto triángulo amarillo y dibuja su contorno.

A cada lado dos carnosos muslos que apretan la prenda, y la hacen desaparecer. Puedo ver sus portentosas nalgas, una apretada contra la otra, imagino calientes, ardiendo, y, una tira, muy fina de color amarillo se pierde entre las dos.

Ojala pudiera ser ese tanga y sentir el calor, el olor, el sudor de ese coño y ese culo.

Puedo ver la marca que las costuras dejan en su piel a causa de la presión que ejerce la prenda.

Levanto la mirada y la miro, sigue observando por la ventanilla, como si nada. Mi polla a punto de explotar, chispeando lefa sin pudor. Clavo la mirada de nuevo en su raja, que parece hablarme. Sigo sin creerme lo que estoy presenciando. Me hago mis películas, mis pajas mentales.

Me la imagino en la oficina descuidándose del mismo modo, calentando al jefe. El jefe la coge, le levanta la minifalda, le saca la tira del tanga del culo, la aparta y se la mete sin pensar. La folla como si no hubiera más. Ella se deja como siempre, gime, goza, jadea mientras la ensalivada polla del jefe se desliza por su mojado coño. La alianza en su mano choca contra la mesa en cada embestida, a la vez que su marido, desde su trabajo, de vez en cuando echa un vistazo a su mano para observar la suya y por un instante evadirse del trabajo pensando en la preciosa esposa que tiene.

El jefe, un empresario pez gordo, acabado por la edad y por la vida de juergas que ha llevado, bombea el coño de la joven con fuerza y rapidez, sin pensar por un instante en su esposa, sus hijos, que lo tienen en un pedestal como al mejor marido y padre.

Jadea brutalmente el viejo empresario, mientras el sudor gotea por su pecho y empapa la camisa Armani de doscientos euros.

La joven sigue gimiendo. Mientras, la polla encharcada de flujos y marcada por la costura de la gomilla del tanga, que poco a poco se va deslizando para volver a su posición original, continua penetrando la vagina de la joven secretaria.

Y cuando menos lo espera, un gran y espeso chorro de lefa golpea contra las nalgas de la chica, salpicando su espalda y melena. El viejo le da una palmetada en el trasero no sin antes frotar la polla por la raja y dejar los restos de leche que aún se descuelgan de la punta.

Mi mente parece la de un director porno. Me imagino su coño totalmente depilado, moreno, húmedo por el sudor, la polla entraría sola, sin ayuda alguna, sólo tendría que acercarla y con un simple empujoncito entraría.

Me imaginaba regueros de leche recorriendo sus labios vaginales y deslizándose por sus piernas hasta llegar hasta los afilados tacones.

Pienso que tengo que inmortalizar este momento, esa escena. Disimuladamente saco el móvil y hago como si enviara un mensaje. En realidad activo la cámara de video. La chica sigue mirando hacia el exterior y su entrepierna sigue a la vista de mis ojos.

Apunto con el objetivo sin levantar sospechas y tras aumentar el zoom de la cámara comienzo  a grabar un video. Suerte que tengo un móvil de última generación, de esos de ahora, con su potente cámara y mil historias más.

De pronto gira la cabeza y tras fijarse en el pulsador de parada, se levanta y toca el timbre. Por poco me pilla. Corto el video que lleva más de dos minutos filmando, y guardo el móvil.

Justo, si hubiera esperado unos minutos más no habría podido grabar ese premio.

El autobús para, y la muchacha, del mismo modo que llegó y subió, se baja, dejando atrás una estela de miradas deseosas, miradas que la desnudan, mentes perversas y deseosas de poder bañar a la chica en un mar de leche, entre ellas, la mía.

Leche caliente, viscosa, grumosa, que resbale por su piel haciéndola brillar.

Tras transcurrir todo el día, llego  casa a la hora de comer. En mi mente sigue esa mujer, esa chica, no he podido dejar de pensar en eso en todo el día. Me ha impresionado, lógicamente. No espero ni para comer. Entro en le servicio, y busco el video en el móvil.

Comienzo a reproducirlo, es increíble, en el móvil se ve incluso mejor que en directo, parece mentira. Con el zoom he captado todo, lo más cercano posible. Comienzo a cascármela mientras veo el video, y observo cosas, secuencias que allí no pude apreciar.

Como por ejemplo que la zona del coño estaba algo mojada, el móvil lo captó todo, quiero pensar que simplemente era sudor que emanaba de su carnoso coño.

Puedo ver de cerca sus muslos atrapando el tanguita, e incluso un granito que tenia en un costado en el interior del muslo derecho.

Plufffff, disparo un chorro de lefa sobre la pantalla de móvil, ojala hubiera podido echárselo a ella. Iba cargado.

En fin espero coincidir mas veces con ella, y que todos los días sean así, que me muestre mas modelitos o directamente su coño.