Descubro mi fetichismo gracias a mi sobrino

¿Cómo podía excitarme tanto ponerme mi ropa manchada por mi sobrino? Era como si su propio fetichismo hubiera descubierto uno diferente en mí. Me imaginaba teniendo sexo con esa ropa empapada, mojada, manchada...

Nunca pensé que llegaría a escribir esto pero he encontrado esta página y me he animado a contar mi historia. He dudado antes de mandarlo si este relato no podría encajar más bien en la categoría de fetichismo, pero mi relato no tiene nada que ver con lo que he visto allí y lo he dejado en amor filial. Esto que voy a contar cambió mi vida y sucedió hace dos años. Me han sucedido muchas más cosas a raíz de vivir y, sobretodo descubrir, esto que ahora os narraré, pero eso ya son cosas que no se si escribiré.

INTRODUCCIÓN

Me llamo Nieves, pero mis amigas y familiares me llaman Nievitas. Lo que más me caracteriza es que me encanta arreglarme por cualquier motivo, hasta para tirar la basura uso rimmel. Pero tengo otros vicios como hacerme la manicura francesa. Pelar las gambas con pala de pescado. Rozar el coche con las columnas del garaje y echarle la culpa al vecino. El helado de vainilla, brownie y caramelo del Haägen Dazs. Buscarme problemas con la Guardia Civil de Tráfico a horas no apropiadas para chicas de buena familia, (pero pongo cara de pija en apuros y me perdonan siempre la multa). Perder los papeles a lo barriobajero cuando estoy de lo mío. Comprarme cada mes Telva y recuperar los buenos modos del barrio de Salamanca. Coleccionar zapatos, gafas de sol, perfumes...

Mona, guapa, eso dicen, también me dicen bastante que tengo mucho estilo, es el piropo que más me gusta y me encanta estar y ser elegante. No esperéis descripciones de tops ajustados y minifaldas, odio ese “look”, me parece de lo más vulgar. Podría ir sugerente pero no así; tengo 32 años y tengo buen tipo, pelo castaño, bastante largo, me gusta mi sonrisa, mis complejos no los diré, no quiero agrandarlos.

Trabajaba -y aun trabajo- en una empresa auditora que tiene su sede en Madrid, pero a menudo tenemos que ir a hacer auditorías por España adelante, a veces sola, a veces con compañeros. En este caso me tocó ir sola, a Toledo, mi ciudad natal. -¡Genial!- pensé. Dudé si ir y venir todo los días, pero en seguida mi hermana me ofreció su casa, así además podría visitar viejos amigos, y sobretodo volver a mi adorado Toledo.

Mi hermana se llama Alejandra, Ale, tenía 40 años por aquel entonces y estaba divorciada. Lo había llevado todo muy bien, con ella vivía su hijo Rafa que tenía 18 años. Ale a pesar de no ser mayor si que era digamos que un poco aseñorada, si salía por la noche era porque sus amigas se empeñaban en convencerla. Siempre había sido la seria, y yo la rebelde. Era estricta con Rafa, pero no pudo impedir que le saliera un poco “rana”, hubiera repetido un curso y ahora estuviera en un ciclo de esos de formación profesional. Consiguió evitar que cayera algún tatuaje, pero nada pudo hacer con algún pendiente y alguna chica que según ella no le convenía.

LUNES Y MARTES

Llegué un lunes y la auditoría lo más tardar tendría que estar lista para el sábado por la mañana. Los primeros días transcurrían con normalidad, yo en Madrid vivía sola y cuando tenía que viajar es sabido que los hoteles no son lo más acogedor del mundo, por lo que estaba encantada: por las mañanas no coincidíamos, pues la que desayunaba primero era Ale, que trabajaba en una empresa en la carretera hacia Madrid. Como media hora más tarde me levantaba yo, que entraba en la empresa a la que le hacía la auditoría a las 9 de la mañana. Rafa algo más tarde. A mediodía ellos comían juntos pero yo comía algo de camino y llegaba a casa a las 4 o 5 de la tarde. Por las tardes Ale volvía de trabajar cuando podía por lo que coincidíamos más Rafa y yo, dependiendo de si él se quedaba en casa o se iba a la biblioteca. Realmente sólo en la cena estábamos siempre los tres pero a mi me parecía un lujo.

A Rafa no lo conocía mucho pero parecía un buen chico, era muy alto y bastante guapo aunque digamos que… “sin hacer”, estaba delgado y aun era estrechito de hombros, guapo de cara pero le faltaba sacar cuerpo. Con esa barbita que quiere pero no puede. “Carita de ángel” le decía yo a su madre, “no le conoces bien” respondía ella. Tenía el pelo negro y algo largo por atrás dando un aspecto algo macarrilla pero yo lo veía inofensivo. Su madre lo trataba como si aun tuviera 15 o 16 pero ya tenía 18 y se notaba, sobretodo en el carácter; tenía ramalazos de adolescente, como esa chulería tan característica, pero también de adulto, pues a la vez podía ser serio y confiado (confiado de verdad, no la falsa confianza de los imberbes).

He de decir que en ningún momento noté miradas extrañas de Rafa hacia mí, era educado, incluso atento, maduro. A veces pasábamos la tarde en casa, charlábamos ante un café y después él estudiaba en casa o salía, y yo me quedaba en mi habitación, (la habitación de invitados, contigua a la suya), trabajando con el portátil. Y digo todo esto por lo que sucedió un día:

MIÉRCOLES

Era media tarde y Rafa se acababa de ir, me encontraba sola en casa y empecé a pensar que quizás estaba siendo una molestia y no estaba cooperando lo suficiente, así que me dispuse a poner una lavadora. Abrí el cesto de la ropa sucia del cuartucho de los electrodomésticos y cuando estaba cogiendo las prendas para meterlas noté algo húmedo. Eran unas bragas mías, negras, creo que eran de “Intimissimi“ o de “Shirley“, con algo de encaje en los bordes, no mucho, lo normal. -¿Y esto?- Me las había quitado hacía poco, antes de darme la ducha. Las cogí con detenimiento, estaban empapadas.

-¡Qué asco…!- dije para mí. No había que ser una gran detective para saber que Rafa las había usado para guarradas de adolescente. Tenían un olor súper fuerte, inconfundible, y unos espesos chorretones blancos. Me quedé alucinada de cómo podía ser tan guarro. Me sentí hasta un poco violada porque hubiera hecho eso con mis bragas. -¿Y ahora que hago?- Pues echarle la bronca. Cuando volviera para cenar se iba a enterar.

Cuando estábamos los tres sentados cenando no paraba de pensar en la imagen de Rafa masturbándose con mis braguitas, era repugnante. Yo le miraba y él como si nada, hasta le veía con especial cara de bueno. No sabía como sacar el tema, lo cierto es que me daba muchísima vergüenza ese asunto. El hecho de que estuviera su madre -mi hermana- delante, no ayudaba.

-Bueno, lo dejaré pasar- pensé. Esperaba que no se volviera a repetir, pero temía que sucediera, así que no iba a facilitarle que cayera en la tentación; en mi dormitorio había también un cestito para echar la ropa sucia, que yo no usaba pues me parecía absurdo no echar la ropa directamente en el cesto grande del cuarto de la lavadora, pero lo usaría a partir de ahora, no podía permitir que el cerdito de mi sobrino volviera a manchar mi ropa.

JUEVES

Esa mañana eché las braguitas con las que había dormido en mi cesto y me fui a la empresa. Una vez en el trabajo no se por qué pero empecé a quitarle gravedad a la situación, al fin y al cabo tampoco había hecho daño a nadie. De hecho, por otro lado, me tenía algo de morbo todo aquello: mi sobrino masturbándose, pensando en mí, corriéndose en mi ropa interior, oliendo mi prenda más íntima, oliendo el aroma de mi sexo

Por ello cuando llegué a casa lo primero que hice fue mirar mi cesto, y, efectivamente, de nuevo se había corrido en mis bragas. Recuerdo que eran unas rojas de “La perla”, carísimas. Las cogí con sutileza, incluso sorprendida por la cantidad de semen que contenían pero a la vez algo enfadada, el pajillero se estaba pasando un poco de la raya.

Había quedado a las 6 de la tarde con unas amigas para tomar algo y cenar, pero no quería dejar ropa en el cesto, así que aunque no había demasiada ropa sucia puse otra lavadora.

Pero fue curioso que cuando me encontraba tomando unas cervezas con mis amigas en una terraza del casco antiguo, me sorprendí a mí misma arrepintiéndome un poco de no poder encontrarme “otra sorpresa” a la vuelta, ya que no había ropa sucia en ningún cesto. Me lo imaginaba masturbándose, totalmente ensimismado con esa prenda que venía de estar en contacto con mi sexo, y eso me excitaba un poco. Me lo imaginaba limpiándose con mis braguitas rojas de tul, degradándolas, profanando mi prenda más íntima, limpiándose su joven y excitado miembro y no podía evitar sentir un pegajoso calor invadiéndome. En la cena estuve también a punto de contárselo a mis amigas pero tampoco lo hice, lo veía como… nuestro secreto.

Llegué a casa pasada a la una de la madrugada y Rafa y Ale ya dormían. Me desnudé, cogí mi camisón bajo mi almohada y me dio un vuelco el corazón: Uno de mis camisones favoritos, de Women´s Secret, color vainilla con rayitas negras, finísimo, con un tacto increíblemente suave. Lo cogí por sus asitas negras y me quedé atónita… por la cantidad de líquido que contenía. -¿Será posible?- pensé, era la tercera paja que se hacía con mi ropa. Lo extendí sobre la cama con mimo, estaba empapado, encharcado, bañado… A saber cuantas pajas se habría hecho con él porque aquella cantidad era mucho mayor que la que había encontrado anteriormente. No sabía que hacer, lo miré de nuevo, y lo miré hasta que lo toqué; tenía aun algunas gotas blancuzcas densísimas y olía a polla de una manera increíble. Estaba desnuda ante él, ahora me da vergüenza contarlo pero… mientras lo miraba desnuda pensaba en que esa prenda había estado en contacto con la polla de mi sobrino, me sentí deseada, sentía que mi camisoncito de seda había sido “violado“ por aquel niñato, sentía como que el hecho de correrse en esas prendas era un poco como correrse en mí… y me excité, e hice algo que nunca creí que pudiera llegar a hacer: me lo puse. Sí, me lo puse y noté un inmenso calor que me invadía desde dentro y desde fuera, y me miré en el espejo del tocador de mi dormitorio. La tela casi transparente se hacía transparente allí donde mi sobrino se había corrido, lo había hecho sobretodo a la altura de los pechos que hinchados querían atravesar el camisón. Me miraba en el espejo, sólo vestida con ese camisón tan frágil, con el pelo algo alborotado y mis pezones impregnados de la leche de Rafa. No recordaba haberme visto jamás con los pechos así de hinchados; por la excitación, por el tacto, por el olor que me daba un morbo indescriptible. Y de nuevo me sorprendí a mí misma haciendo algo insólito: y es que jugaba con la lechita de mi sobrino extendiéndola más y más por mis senos, siempre por encima de la seda, muy sutilmente, con la yema de los dedos. Me estaba poniendo muy cachonda al hacerlo, con el dedo índice me acariciaba la aureola del pezón a través de la tela, el pezón crecía, el camisón se deshacía… Me miraba en el espejo mientras lo hacía, era tan guarro, tan sucio

Me recosté en mi cama y comprobé que mi sexo estaba húmedo, hinchado, y tan caliente como la leche que embadurnaba mis tetas. Pasé un dedo por entre los labios de mi coñito y fue el principio de unas caricias que me llevaron al más absoluto éxtasis. Pensaréis que me imaginaba a mi sobrino follándome pero no, lo que me mataba era imaginarme a mi sobrinito limpiándose su joven polla con mi camisón de seda. Me corrí entre leves gemidos y soltando pequeños grititos de una manera hasta algo enfermiza.

VIERNES

Lo primero que hice esa mañana fue echar en mi cesto esa ropa impregnada de mí y de mi sobrino, (el camisón y las bragas con las que había dormido). Me duché, desayuné y una vez en la empresa no daba crédito a lo que había sucedido. ¿Pero cómo era posible que me excitara tanto que se corriera en mi ropa? ¿Cómo me podía poner tan cachonda ponerme la ropa manchada por mi sobrino? Era como si su propio fetiche hubiera descubierto uno diferente en mí. Me lo imaginaba corriéndose en ropa mía que no fuera tan delicada y tan frágil y no me excitaba, pero que lo hiciera en esas prendas tan íntimas, tan caras, tan suaves

A punto estuve de acariciar mi sexo en la empresa esa mañana pero me controlé, - ¡Estás loca!… ¿Qué te está pasando?- me decía. Y con respecto a él: ¿Cómo se le ocurre correrse en mi camisón con el que estaba claro que iba a dormir? ¿Acaso sabía que a mí me excitaba?

Llegué a casa sobre las 5 de la tarde, estaba Rafa pero me dijo que estaba a punto de irse a la biblioteca. En mi cesto estaba mi camisón, pero para mi sorpresa no así mis braguitas. La situación me estaba matando. No aguantaba más, necesitaba calmarme, me quité el traje de chaqueta y la camisa, y en ropa interior y batín fui a ducharme. Una vez bajo la ducha no dejaba de pensar en que habría hecho mi sobrino con mis braguitas durante todo el día: si las olía, si sólo las usaba para limpiarse, si las extendía y se corría sobre ellas, si pensaba en mí al hacerlo... Bajé ahora sí una mano para comprobar mi humedad y estaba ardiendo, pero de nuevo me contuve. No se por que, era como que me sentía culpable de que la situación me excitase, ¡es que era mi sobrino! Era mi sobrinito al que había visto crecer, el que producía en mí ese morbo y ese deseo, él que había despertado en mí esa especie de fetichismo que no tenía ni idea de que existiera.

Me entretuve bastante tiempo en el cuarto de baño secándome el pelo, planchándolo y retocándome. Me veía hermosa, limpia, perfumada. Con mi pelo castaño muy liso y muy largo. Mi figura delgada, mis pechos firmes como si tuviera aun veinte años. Mi cara de muñeca y mi gesto jovial. Guapa. Y sobretodo más tranquila. Mientras me duchaba me había planteado entrar en su dormitorio a recuperar mis braguitas, pero me daba morbo la idea de que se las quedase.

Cuando salí de la ducha Rafa ya se había ido, me quité el albornoz y desnuda me incliné sobre mi cama descubriendo que el cerdito no había tenido suficiente: mientras me duchaba se había hecho una paja sobre la camisa con la que había ido al trabajo esa mañana, una camisa blanca de Givenchy, de seda, extraordinariamente cara y delicada. Por un lado me pareció enfermizo lo que mi sobrino acababa de hacer, pero por otro lado me dio un morbo que no alcanzaba a comprender. Lo que me mataba era que hacía escasos minutos mi sobrino había estado allí y se había corrido en ella, en esa prenda tan refinada, tan exquisita, de nuevo había ultrajado, humillado otra prenda mía, y no pude evitarlo… ahora la enferma era yo… y me la puse. -¡Dios mío está empapada…!- Aun podía oler la corrida de mi sobrino, mis pezones se habían puesto como piedras de nuevo, de nuevo atravesaban la fina tela. Con cuidado, lentamente, frente al espejo, me fui abrochando uno a uno hasta cuatro botones, me sentía tan sucia, tan guarra… hasta más que la noche anterior. Pero no tuve suficiente, entré en su dormitorio y desesperada empecé a buscar esas bragas que me había robado, -¿para qué?- para olerlas, para sentirlas, para ponérmelas. Ni siquiera se había molestado en esconderlas, allí yacían dobladas encima de su cama. Unas braguitas negras de “Retratti” o de “La perla”, no lo recuerdo, pero sí recuerdo como apestaban a polla.

Estaba totalmente dispuesta a ponérmelas y a masturbarme como una loca, en la soledad de mi dormitorio, cuando me llamó la atención que al lado de mis bragas estaba su portátil tirado en la cama, con una conversación de messenger abierta. Me moría por ir cuanto antes a mi habitación a sentir aquella ropa pegarse a mi cuerpo, pero el interés por si estaba contándole a alguien lo que estaba haciendo me pudo. Me senté en su cama y tras leer un par de conversaciones intrascendentes que minimicé, en una leí:

Sí, sí, aun está, se va el sábado creo

Que no!! Que te juro q no me ha dicho nada

. Decir q está buena es poco , me estoy pajeando como hacía años

Yo no daba crédito y seguí leyendo una pequeña conversación en la que mi sobrino daba todo lujo de detalles de mi cuerpo y de lo que hacía con mi ropa, mientras su amigo pedía más y más información.

Más pija y no nace, me hago unas pajas con sus bragas que me dejan seco, estoy por llevarte unas para q alucines de cómo huele su coño…..

Ahora mismo fui a su habitación y la muy zorrita no tenía bragas sucias y me tuve que correr en su camisa, que no huele a coño, pero al menos huele a ella… xDDD

Me gustaría ver la cara q se le quedó ayer al ver su camisoncito todo de leche, me hice nada menos que 3 pajas con él, para mí q es medio puta y hasta le gusta… ya te digo q protestar no protesta!!!!….

Me sorprendía increíblemente como hablaba así de mi, llamándome puta, pija, zorrita... Me sentía más humillada que nunca, pero a su vez, la situación no hacía más que darme cada vez más y más morbo. El hecho de saber que sí que pensaba en mí al pajearse, que sí pensaba en mí al correrse, que el olor de mi coño le hacía venirse sobre mi ropa, sobre mí… Ahora sí me puse aquellas braguitas negras empapadas; al sentir su leche en mis rosados labios me estremecí y cerré los ojos un par de segundos para posteriormente empezar a acariciarme, primero por encima y después por debajo de aquellas inundadas bragas, mientras seguía leyendo:

No sabes lo que daría por follármela vestida como va a la oficina… vaya morbazo

Seguro que esta cabalga como una profesional y ponerla a cuatro patas ya sería la hostia!!!

Tenemos q follarnos a mujeres así, no a las niñas q tenemos por novias, son lo peor… Mi tía seguro q me la follo 3 días seguidos y sigue pidiendo polla

Mientas leía eso yo ya estaba fuera de mí, ahora ya no me imaginaba a Rafa limpiándose con mi ropa, si no follándome una y otra vez, vestida con ropa manchada de su leche y follada; -¡Dios! ¡lo que sería sentir a la vez mis tetas impregnadas por mi camisa llena de su semen junto con su polla dentro de mí!-. No podía más, cada frase me mataba más. Jugaba con la leche sobre mi camisa con una mano mientras con la otra agarraba mis braguitas y las movía sobre mi sexo, para sentirlas, para que la tela bañada se incrustase en la entrada de mi coño y en mi clítoris, las estiraba también tirando hacia arriba como una loca, como poseída. A los pocos segundos metía un dedo dentro de mí y comprobaba que podría meter hasta dos sin dificultad, estaba a punto de llegar a mi máximo éxtasis cuando escuché un ruido:

Era mi sobrino con la puerta entreabierta, a un metro de mí… pajeándose. Con la excitación ni había escuchado que había vuelto. Instintivamente retiré la mano de mi sexo, lo miré y me quedé paralizada, atónita.

-Sigue… sigue… por favor… no pares de tocarte…- gimió exasperado.

Sentía y hasta podía oír el latido de mi corazón, me había quedado sin aire, mi corazón se salía de mi cuerpo, estaba paralizada. Allí tenia a mi sobrino completamente fuera de sí, con los ojos llorosos por la excitación, con una polla imponente y oscurísima, en contraste con el resto de su cuerpo. Una polla bruta, pero a la vez preciosa, con sus pantalones bajados hasta medio muslo. Allí parado habiendo contemplado como su tía se masturbaba desesperada .

-Sigue… por favor…- repitió.

Yo ya no sabía si era yo o quién era aquella chica que, con su camisa de seda empapada y sus bragas bañadas, bajaba muy lentamente de nuevo la mano a su coño y pasmada veía a su sobrino pajearse frente a ella.

-¿Te gusta que me pajee con tu ropa?- gimió.

Yo no me atreví a responder… Era una mezcla de excitación a la vez que la mayor vergüenza que jamás había sentido. A los pocos segundos los dos nos masturbábamos completamente idos, yo no perdía detalle de su cara desencajada y del pollón que ocultaba y enseñaba bajo su mano. Rafa no perdía detalle de su tía pija destrozándose su delicado coñito vestida con esa ropita manchada por él.

-¡¡Dios no puedo más!!- gimoteó con los ojos entreabiertos.

-¡Dame toda tu leche! ¡Mánchame la camisa!- le supliqué mientras me seguía masturbando y me incorporaba e inclinaba hacia él.

En ese preciso instante Rafa empezó a gemir desvergonzado y mi cuerpo sufrió un latigazo; por el morbo que me daba ver como se venía sobre mí, sobre mis tetas, sobre mi escote, sobre mi camisa de seda, y yo también empecé a enloquecer de lujuria, estaba a punto de llegar yo también al clímax, empezaba a retorcerme del gusto, como en otro mundo. Hasta cinco o seis densos chorros impactaban con mi prenda y luego resbalaban hacia abajo recorriendo mi camisa , como si no se hubiera masturbado en semanas, mientras yo convulsionaba por el placer que me daban mis dedos, por el morbo que me daba él empapándome... Lo sentía a él, sentía mi camisa, me sentía a mí, corriéndome.

Pero no me fue suficiente con eso: mientras su polla aun goteaba sobre mí, llevé uno de mis pechos enfundados en aquella tela que ya era totalmente transparente a su miembro, para embadurnar mi camisa aun más, a la altura de uno de mis pezones que se me salía del cuerpo. Esa postura hizo que su polla me quedase a escasos centímetros de mi cara, de mi boca. Me acababa de correr pero seguía como poseída por culpa de ese fetiche de ser manchada. Le miré, me miró, abrí la boca y…… escuché:

-¿Aun estás aquí? ¿No ibas a estudiar a la biblioteca esta tarde?- le gritó mi hermana desde la entrada.

Casi me muero del susto al oírla y salí corriendo de allí encerrándome en mi dormitorio.

-¡Sii, voy ahora! ¡Es que olvidé un libro!- le oí responder aturdido.

Rafa salió por la puerta de casa y yo me derrumbé en cama totalmente confusa y extasiada. Todas las preguntas que me había hecho aquella mañana en el trabajo sobre la situación ahora me las planteaba pero multiplicadas por mil. Todo el morbo que me daba aquello también multiplicado. Sólo daba gracias a dios, primero de no haber sido descubierta, y segundo, de que aquello no hubiera llegado más. No quería ni imaginarme qué podría haber pasado si mi hermana no nos hubiera interrumpido.

Me consolaba el hecho de que me marchaba ya al día siguiente, pero tenía que hablar con Rafa, tenía que explicarle que todo había sido un error, una locura, y que nadie tenía que saberlo. Que la cosa quedaba ahí y punto.

Cuando se sentó en la cena a mi lado se me hizo un nudo en el estómago que tardaría en desaparecer. Yo estaba aterrorizada. En un momento que Ale se levantó hacia la cocina le susurré:

-Rafa, sobre lo de antes, dejémoslo estar ¿vale? A ninguno nos conviene que esto se sepa-. Creo que ambos sabíamos que eso era cierto, pero también lo era que quizás aun estaba yo en peor situación que él.

-No, no, claro, sin problema- respondió en voz baja.

-¿Si? ¿No se lo dirás a nadie?- Estuve a punto de decirle: - ¿Ni a tus amigos?- pero sabía que eso era mucho pedir.

-Que no, que no, tranquila joder, pero sólo una cosa: ¿entonces a ti te pone cachonda lo de la ropa?-

Salvada por la campana su madre interrumpió con los flanes y yogures que había de postre y yo aproveché para no responder.

Ese viernes por la noche era mi última noche en Toledo, mi hermana me dijo si quería salir con ella y sus amigas pero le dije que no. Por un lado quedarme a solas con Rafa era lo último que quería después de lo sucedido, pero también era cierto que tenía que terminar un informe de la auditoria. Así que tan pronto acabé de cenar me fui a mi dormitorio a trabajar en mi portátil.

Me acosté algo tarde para acabar el trabajo, y no sabía si dormía o no cuando Rafa entró en mi habitación. Me sobresalté, encendí la luz de la lamparita de la mesilla y antes de que pudiera alcanzar a decir nada me susurró:

-Dame unas medias-.

-¿Pero qué dices? ¿Estás loco? ¿No habíamos dicho que esta locura se había acabado?-

-Sólo esto y te juro que queda aquí la cosa, ¿te vas mañana, no?-

-¡Sí! ¿Y qué? ¿No ves que tu madre puede llegar en cualquier momento?-

-Hasta las tres o así seguro que no llega-.

Nos quedamos mirando unos segundos y yo quise acabar cuanto antes, así que salí de mi cama vestida con un camisón de raso, rojo cereza, fui a la cajonera y le di unas medias de Cavalli, negras con encaje.

-Toma anda-

-No, no- replicó-, póntelas.

-¿Qué? No, de eso nada-.

-¿Cómo que no? Nievitas… tengamos la fiesta en paz, si quieres que mi boca esté cerradita sólo me tienes que cumplir este caprichito.

Estaba alucinada completamente, se había transformado sobremanera, había dejado de hablar con un chiquillo para hacerlo con un hombre que creía tener la sartén por el mango. Estaba totalmente segura que aunque me negase a hacer lo que pedía no diría nada, pero aun así quise evitar males mayores. Ahora que lo pienso no se si yo misma no me habría ocultado en ese frágil chantaje.

-Está bien, está bien- Le dije, y autómata empecé a ponerme las medias. Mientras lo hacía Rafa se acariciaba por encima de su pijama. Aquel maldito niñato sólo pensaba en aprovecharse de la situación como si fuésemos extraños, estaba cabreadísima con él, decepcionada. Me recosté en cama y le dije:

-A ver machito, sácatela, es eso lo que quieres, ¿no? pajéate y lárgate.

Rafa no se alteró lo más mínimo y efectivamente se desnudó completamente ante mí. De nuevo su pollón apuntaba desafiante, de nuevo su cuerpo delgado y excitado de la cabeza a los pies. Empezó a masturbarse lentamente, él de pié, yo recostada sobre la cama, él con la intención de correrse en mis muslos, en mis medias, yo con la intención de mantener la compostura.

-Espera, así no- dijo. -Ponte un traje de esos con los que vas a trabajar-

Yo no daba crédito y volví a protestar.

-¿Por la tarde me suplicas que me corra en tus tetas y ahora no puedes ponerte una falda y una chaqueta? ¡Ah! y ponte la camisa blanca otra vez, y zapatos de tacón.

Me estaba humillando sobremanera pero de nuevo decidí acabar cuanto antes; me levanté y dándole la espalda me quité el camisón, estuve por un instante sólo vestida con medias y bragas dándole la espalda, incomodísima, violenta, así que rápidamente lancé el camisón hacia atrás, donde él se encontraba y recogí la camisa del cestito. Me la puse y descubrí que estaba totalmente empapada ya que se había corrido en ella no una sino dos veces aquella tarde. De nuevo debido a su humedad se me pegaba a las tetas y resto del torso empapándome de toda su viscosidad. Abrí el armario y me puse un traje de falda y chaqueta negro de Gucci, los zapatos a juego y me volví a recostar en cama.

-¿Quieres correrte en el encaje cerdito? - Le dije mientras remangaba un poco mi falda. Él empezó a pajearse de nuevo frente a mí, yo de nuevo manchada, sintiendo como la camisa se fundía con mi piel.

La escena de mi sobrino totalmente desnudo, con un cuerpo fino, blanco, completamente imberbe excepto en el pubis, joven, terso, y masturbándose, dispuesto a correrse en mis medias, producía una sensación en mí que yo luchaba por disimular. El calor me obligó a abrir la chaqueta y me encontré de nuevo con esas sensación de la tarde de olor a su polla por todo mi cuerpo, la camisa estaba impregnada, bañada, calada, húmeda, al igual que yo… Tenía mi fetiche a flor de piel, me excitaba, cada vez más, a cada sacudida de su polla más cachonda me ponía, se escuchaba el silencio y su piel adelante y atrás, adelante y atrás. No pude evitar acalorada quitarme la chaqueta con su beneplácito.

-Así me gusta Nievitas- se rió. Se había convertido en un auténtico monstruo. -Tócate, tócate el coñito como por la tarde-.

Yo no quise delatarme pero empecé a temblar de excitación; se me ponían los ojos llorosos, miré a mis pezones y estos no hacían otra cosa que dejarme en evidencia, la camisa era tan fina… era indisimulable lo cachonda que me estaba poniendo, de nuevo comenzaba a salir la guarra que había perdido los papeles horas antes. No pude más, me avergüenzo al recordarlo pero lo cierto es que no pude más: bajé una mano que colé por debajo de la falda y en seguida bajo mis bragas, a mi coño, mi sexo estaba acalorado, ardiente, fogoso. Con la otra mano acariciaba mis tetas por encima de la fina camisa. Él al ver semejante imagen comenzó a gemir

-Déjame verte el coño…-

-No… olvídate cerdito.- le respondí. ¿No te querías correr en mis medias? Pues hazlo y lárgate- repliqué intentando sacar el poco orgullo que me quedaba.

-Déjame verte las tetas…- gimió mientras ambos seguíamos pajeándonos en esa habitación en la que apenas quedaba aire.

-¿Es que no has visto nunca unas niñato?

-Seguro que como las tuyas no…- contestó altivo.

Con la mano que acariciaba mis pechos comencé a desabrochar la camisa muy lentamente, haciéndole sufrir, haciéndome sufrir… Una vez desabroche todos los botones aun no abrí la camisa, me quedé un instante quieta, disfrutando del momento, de mi sobrino, de mi camisa… Segundos más tarde y sin apartarnos la mirada aparté primero un lado de la camisa dejando ver un pecho increíblemente hinchado, hermoso, imponente, increíblemente excitado, con un pezón enorme en donde él clavó su mirada pasmada. Mientras lo hacía ambos respiramos agitados, después, me destapé el otro pecho.

Tras un pronunciado suspiro volvió en sí:

-Dios… Tócatelas… - Me pidió entre quejidos.

Mientras me las acariciaba el dedo que me hacia era más y más violento al igual que la frecuencia de su paja. Mientras intentaba llevarme un pecho a la boca como una auténtica fulana le clavaba la mirada:

-¿Te gustan mis tetas?- repliqué suspirando, de una manera casi ininteligible y también entre quejidos de placer.

-Casi tanto como a ti mi polla- contestó arrogante.

En ese momento no pude controlarme más; me incorporé hacia él, me metí su pollón en la boca y empecé a mamársela. Ambos subimos al cielo en ese preciso instante. Él emitió un gritito contenido y posó ambas manos en mi cabeza, yo se la comía como una posesa, primero sin manos, después con una mano mientras con la otra le sobaba los huevos, me apretaba las tetas, me deshacía el coño. Él empezó a gritar y yo temí que aquello acabara.

-¡No te corras cabrón, aun no!- le rogué descendiendo el ritmo de la mamada.

Yo me controlaba por devorar ahora más lentamente aquel pollón que me sabía a gloria a pesar de las tres pajas que se había hecho ese día. Las tres sobre mi ropa. De nuevo llevé mi mirada a la suya y con ojos compungidos de auténtica lujuria le dije:

-¡Mira como me tienes cabrón! Me tienes cachonda y empapada… ¡No había estado tan cachonda en mi vida…!

-Déjame metértela… por dios, déjame follarte- me dijo absolutamente ido y desesperado.

Aunque una parte de mí se alarmó yo ya no podía más, me eché hacia atrás, me recogí la faldita en la cintura y me quité las bragas. Me quedé quieta, recostada en la cama con la espalda contra la pared, las piernas flexionadas con los tacones clavados en la cama. Abrí las piernas y le dejé contemplar mi sexo chorreante.

-Que coño tienes… Está hinchadísimo…- Me dijo siempre sin dejar de tocarse, y fascinado, atónito.

Yo ni me había dado cuenta de que a pesar de todo aun no me había visto el coñito. El sentimiento que tenía era de poder, sólo con mi cuerpo estaba creando asombro, admiración. Quise disfrutar de ese poder un poco más y, mirándole a los ojos para comprobar su reacción, posé mi dedo índice allí donde la camisa estaba más manchada, recogí una gota de su corrida que allí se albergaba y lo deslicé suavemente por entre los labios de mi sexo

-Fóllame… - le rogué con los ojos cerrados… temblando.

Me acosté, llevé mi falda hasta la cintura y abrí las piernas, aun más, como una auténtica puta. Él apuntó tembloroso la punta de su miembro hacia mi sexo empapado, cuando sentí la punta en mi coño creí morir del gusto. Me estaba follando a mi propio sobrino, vestida con traje de chaqueta, medias y zapatos de tacón -su fantasía- y con la camisa más elegante y delicada que tenía bañada en su semen -la mía-.

Entró muy despacio, pero de una vez, con facilidad, sentía cada centímetro del pollón de mi sobrino y los dos nos fundimos en un solo cuerpo. Sentía como si fuera la polla más dura y caliente que me había penetrado jamás. La mejor polla que me había follado nunca. La sentía palpitar, disfrutar. Podía sentir cada vena de su miembro que entraba lentamente, como queriendo saborear él también cada milímetro de mi coño. Y su lengua invadió mi boca, apasionada, ávida de su tía, un beso fuerte, guarro, espectacular, que me hizo sentir aún más su cuerpo y sentirme yo a la vez más sucia, más cerda... Empezó a moverse rítmicamente, con inesperada destreza, pero yo quería más: Le envolví con mis piernas enfundadas en aquellas medias mientras le clavaba el talón de mis zapatos en su espalda, haciendo una cruz. No pude evitar posar mis manos en su imberbe culo de adolescente para atraerlo más hacia mí, y susurrarle que la quería más adentro, que me la clavara hasta el fondo, pero sobretodo, que lo hiciera con dureza, con saña.

-¡Fóllame más fuerte cabrón! ¿No decías que querías follarte a una mujer? ¡Pues aquí la tienes! ¡Fóllame con ganas!- No me reconocía a mí misma.

Fue decírselo y sus ojos se le llenaron de furia empezando a embestirme como un autentico poseso.

-¡¡¡Aaaahh… Dios… Qué gusto…!!!- Gritaba yo.

-¿Te gusta así?-

-¡¡¡Siiii, dame, dame cabrón,!!!- le gritaba mientras él aceleraba y aceleraba sus embestidas.

-¡Menuda perra estas hecha Nievitas! ¡Nunca imaginé que fueras tan perra!- Me susurró gimiéndome al oído y mordiéndome el lóbulo de la oreja.

Esa frase hizo que me volviese absolutamente loca, cuanto más guarra pareciese que fuera más cachonda me ponía, él pensaría que yo era así en la cama pero yo estaba tan sorprendida como él. Le arañaba la espalda, él me devoraba el cuello

-¡Te gusta follarme eh! ¿Quieres que te folle yo? - Le dije al oído. La cama no era demasiado grande pero conseguí girarme para ponerme encima de él sin sacarme su polla de dentro. Empecé a cabalgarlo hasta con rabia, estaba en otro mundo. Me sorprendía a mí misma pidiéndole que me lamiese las tetas, que me las estrujase, que me las mordiese, le montaba como no había montado a nadie jamás, como una profesional, como una puta. Cuanto mejor me movía más alucinado se quedaba él y más mujer me sentía yo.

En un momento me paré, y mirándole, cerré un par de botones de mi camisa pidiéndole que me comiera las tetas por encima de la seda, que me babara la camisa, que me manchara más. Él cumplía lo que le pedía mientras yo me lo follaba lentamente, haciendo círculos con mis caderas sobre su polla. Hasta que él también dio muestras de estar fuera de sí, y harto de cumplirme esa fantasía fetichista se entregó a su propio placer abriendo de un manotazo de nuevo mi camisa, haciendo saltar esos botones, y metiéndose mi teta desnuda en la boca. Era lo más morboso que había hecho en mi vida, con la camisa abierta y bañada por su semen, con mi camisa de seda de Givenchy follándome a mi sobrino

Me incliné sobre él, me cogí un pecho que dirigí de nuevo a su boca y mientras me arrancaba mi rosado pezón le gemí:

-¿No me querías a cuatro patas…?-

Se salió de mí e hizo el ademán de quitarme la camisa pero le pedí que no lo hiciera, que quería sentirla: -Hazme lo que quieras, pero no me la quites…- le rogué. Me puse a cuatro patas y él se bajó de la cama poniéndose de pie, a mi lado, en lugar de detrás.

-¿Qué haces?-

-Tratarte como lo que eres, una perrita- me dijo mientras acercaba su polla a mi boca. Él cumplía mi fetiche de follarme con la camisa manchada y yo iba a hacer absolutamente lo que él me pidiera. A él le ponía verme así vestida y llamarme de todo y no iba a ser yo quién se lo impidiera.

Era una imagen humillante, pero no me importaba; a cuatro patas con la cabeza girada hacia él y devorándosela, yo cerraba los ojos para disfrutar de cada segundo de esa mamada que le hacia sin manos. Rafa recogió aun más mi falda y empezó a azotarme en el culo, no era la primera vez que alguien lo hacía, algo que hasta aquel día nunca me había excitado.

-¡¡Síí, sí azótame!!… ¡Aaahh, más fuerte!… - le repetía.

-¿Te gusta eh? ¡Pégate tú!-

Recordándolo ahora me parece lo más vejatorio que me habían hecho nunca, pero en aquel momento me volvió absolutamente loca. En un principio me dije a mí misma que lo hacía porque “se lo debía” pero lo cierto es que empecé a azotarme yo misma en el culo mientras le engullía la polla. Y me encantó. La niña pija se había convertido en una autentica fulana y lo peor es que lejos de avergonzarme me encendía más y más.

-¿Así? ¿Te gusta verme así?- Le gritaba.

Los dos estábamos absolutamente poseídos, no le culpo de cómo me trató pues el deseo que nos invadía era tan fuerte que nos veíamos dispuestos a hacer absolutamente todo, todo por un placer que nos estaba matando. Olvidándome de que era mi sobrino noté como me montaba desde atrás, como me penetraba, como me perforaba, con la punta de mis zapatos de tacón de Prada clavados en las sábanas, con mis medias negras, mi falda de Gucci remangada y la camisa empapada, cumpliendo la fantasía de mi sobrino, haciendo realidad la mía, la de ser follada y manchada a la vez, fantasía o fetiche, no lo sé, pero supe desde aquel preciso momento que no volvería a follar desnuda, que a partir de aquel momento mis amantes primero se correrían en mi ropa y después me follarían con ella puesta.

Me follaba como un auténtico animal y mis gemidos se fundían con los suyos a la vez que nuestros cuerpos. Mi culito volvía a ser azotado con dureza y cuando él alargaba una mano para acariciarme unos pechos que iban y venían por sus embestidas sentía que me corría del gusto.

-Dios Nieves… me voy a correr ya…- gimió, y decelerando un poco sus embestidas dijo:

-Dime que te gusta… dime que te gusta como te follo… quiero oírtelo decir mientras me corro...

-¡Aaaah… Ahhh… Dios… ¡Me encanta como me follas cabrón! ¡Me estás matando del gusto! ¡Nunca me habían follado así…!

-Dime que eres una cerda… que todo esto te encanta… -

-¡Soy una cerda… me encanta como me follas sin quitarme esta camisa que huele a tu polla! Córrete dentro cabrón… córrete dentro

Él empezó a gritar totalmente poseído mientas yo notaba como su polla se tensaba completamente, a punto de explotar, yo tampoco pude más, ahora me da vergüenza recordarlo, pero empecé a gritar como una auténtica puta.

-¡Me corroo! ¡Dios me corro, sigue, sigue dándome!- Le gritaba desesperaba temiendo que parase de moverse, mientras notaba sus espasmos dentro de mí y mi espalda arquearse como no recordaba.

Creí que nos habíamos matado de placer, de éxtasis, cuando Rafa cayó desplomado sobre mí. Los dos estábamos totalmente exhaustos, no del cansancio, si no del placer más increíble que habíamos sentido jamás.

Cuando recobramos la cordura Rafa se fue a su habitación, ambos temíamos que volviera su madre. Pero no se fue hasta que no le di aquellas ansiadas medias, mientras yo, mirando mi batín de seda, a punto estuve de pedirle que también se lo llevara.

Y SÁBADO

A la mañana siguiente, mientras me duchaba, no dejaba de darle vueltas a la cabeza, y tenía un sentimiento extraño; me sentía culpable a la vez que me sentía más a gusto conmigo misma que nunca, se abría ante mí un sexo completamente nuevo gracias a este descubrimiento. Aquella brutal sesión de sexo había resultado lo más excitante que había vivido jamás, por todo, por ser mi sobrino, por los insultos que nos habíamos proferido, pero sobretodo por todo lo referido a mi fetiche. Con respecto a que hubiera sido con Rafa… me sentía desconcertada… si todo esto lo hubiera descubierto con cualquier otro amante estaría radiante de felicidad, pero había sido con mi sobrino y sabía que estaba mal

Cuando estaba ya vestida para ir al trabajo y sentada desayunando, Rafa entró en la cocina:

-¿Te vas ya?-

-Sí, pero vengo por la tarde a recoger las cosas y despedirme-. Le dije girándome hacia él.

-Bueno… ¿Alguna sugerencia?- Me preguntó malicioso, descarado, como realmente descubrí que era.

Yo lo entendí inmediatamente, dudé, pero avergonzada y aun a riesgo de que sólo me estuviera preguntando para mofarse, no pude resistirme a decir:

-Mmmm… Sí, una camisa rosa de Ralph Lauren que está colgada en el armario y… las bragas con las que he dormido esta noche, están en mi cesto. ¿Qué te parece?- Temí que su respuesta fuera una burla.

Rafa me sorprendió acercándose e inclinándose hacía mí, lentamente, provocándome. Acto seguido destapó sutilmente la apertura de su pantalón de pijama apareciendo ante mí su miembro, oscuro, aun flácido pero ya lagrimeante

-Estás loco…- Susurré. Parecía no tener nunca suficiente.

Él se agarró esa polla que despertaba, y con ella rozó uno de mis pechos que crecían ocultos bajo mi exquisita camisa verde de “Prada“. Se frotaba con suavidad, con sutileza, pero sobretodo con astucia. Fue echar un poco la piel de su miembro hacia atrás y posarse una gotita transparente que restregó delicadamente, dejando un denso y viscoso hilillo en mi refinada camisa.

-¿Y si lo hiciera en la camisa que llevas puesta ahora?- Preguntó sabiendo como extasiarme