Descubrir el placer oculto en mi.
Como pude deconstruirme y vencer mis temores para poder conocer el verdadero placer que reprimí durante años en mi vida.
El color rosa nunca fue mi favorito…
Desde chica aprendí a odiar el rosa, rosa el cuarto, rosa la ropa, rosa el alma pura de las princesas. Yo no soy una princesa.
A veces me parezco más a un camionero que a una bella señorita de 25 años ícono de Instagram. Me gustan las “cosas de hombres” ¿y qué? De estereotipos mejor no hablemos; no se coser, no se bordar, pero se abrir la puerta, ponerla, sacarla, hacer un revoque o soldar una reja, es que desde chica siempre las muñecas se llenaban de polvo mientras me divertía con las herramientas de papá.
La presión social me hizo antisocial, no me visto de catálogo, no me preocupan las últimas tendencias estéticas ni la relación del famoso de moda, soy una chica rara, lo sé, pero no ajena a los mambos de la vida, los más profundos quizás, porque si se trata de ser superficial las cosas importan mucho menos… Jamás pude ser superficial.
De mambos y otras cosas; en el jardín me cargaban “por negra”, en la primaria “las populares” me excluían del “club de amigos” en la secundaria era un ave solitaria de recreo con mis libros, sendas novelas que traspolaban mi imaginación a una realidad mejor.
¿Parejas? Ave solitaria otra vez… Tardé algunos años en saber por qué no podía entregarme “al amor” y después “al placer” … y es que el que cortaba el pasto no tuvo mejor idea que mostrarme lo más parecido a un tucán que vi a mis 5 años de edad. Claro que yo no lo recordaba con claridad, la sabia mente suprime los traumas que resuenan con fulgor a lo largo de la vida, es como poner la tierra debajo de la alfombra, no la ves, pero la respiras.
Habiendo descubierto la razón, boluda vieja, virga, atea y arisca caí en la primera reacción que se puede esperar; Odio profundo.
Odio a todo aquello que se asemeje a un tucán, odio a la cortadora de césped, odio al puto pasto, odio a mi viejo por ser tan laburante y no tener tiempo de arreglar el jardín por sí mismo, odio al universo por ser tan choto, odio a mi cuerpo, odio a mis tangas que reemplace por culottes “por comodidad” ¿Qué comodidad?, era por sentir un cinturón de castidad que me protegía de los tucanes salvajes que pudieran volar por ahí…
Así pasé mis años, reacia reactiva, “ortiva” repeliendo cualquier intento de acercamiento de cualquier ser humano por mero escudo, sin causa, sin razón, sin corazón.
Excepto ella… la razón de mis momentos más sublimes y de mis llantos desconsolados por horas, días, eternidades.
Sentirme en brazos de mi mejor amiga me ayudo durante aquellos años de novelas en los recreos, era mi interrupción favorita, solo por ella desviaba la vista a otra cosa que no sean las letras, juntas vivimos aventuras, desventuras, pasiones y frustraciones.
¿pasiones? Si… pasiones, una es humana y una cosa lleva a la otra, esas “cosas” que son besos con una humedad y temperatura única, esas “cosas” que respiran, suspiran y conspiran a llevarte a un mundo abstracto donde no existe nada más que un refugio construido de penas y algo de amor que se mezcla de forma poco clara y se vuelve una droga placentera que cautiva y que apresa a la vez. Un refugio donde no vuelan los tucanes, pero si los pesares confusos de no saber de qué hilo pende el castillo de pesada piedra que sin saberlo se construyó.
Así pase otros años, sufriendo el devenir de mis propios actos erróneos pero disfrutando esos dedos, esa lengua, esos besos que a escondidas me hacían feliz de una manera sublime imposible de expresar en palabras, pero si en la humedad de mi tanga mientras escribo estas líneas.
¿y los culottes de castidad?...
Esos quedarón atrás.
Atrás de un gran monstruo que tuve que enfrentar…
¡Yo misma!
Tiempo después del catastrófico derrumbe del castillo de pesada piedra, la desilusión, la soledad y el desamor me jugaban una mala pasada.
El rechazo se convirtió en mi estandarte, siempre fui rechazada y claro, era mi única realidad conocida entonces rechazaba cuanto prospecto se me ponía en frente.
Mis días transcurrían monótonos y aburridos hasta que el hartazgo se hizo rey y dueño de mi ser.
Ahí, sumida en desesperanza y desesperación, conocí a mi enemiga interna, supe de inmediato que me deconstruia o me destruía, no había opción.
Volviendo a mis viejas manías literarias, encontré interesante información sobre lo que podría estar pasándome, algo que le llaman “anorgasmia” otro producto de la represión social sobre los cuerpos y las libertades. “adan y eva fueron expulsados del paraíso, en el acto tomaron conciencia de su desnudez e inmediatamente se taparon, escondiendo su sexualidad al considerarla pecaminosa” . Avergonzarse de su sexualidad fue, arquetípicamente, la primera consecuencia del pecado original. Es fácil intuir el simbolismo de este acto reflejo en la sociedad donde habitamos, llena de imposiciones morales y estigmas.-
estar desnudos, uno frente a otro, sin culpabilidad, sin vergüenza, es una forma de volver a nuestra naturaleza más original, visitar aquel paraíso del que nos convencieron que fuimos expulsados. Empecé a dormir desnuda, primero me saqué el corpiño quedando en remera, así unos meses, sin importarme quien pudiera estar cerca o si dormía en lo de alguna persona allegada o ajena. Tiempo después, lo hacía en ropa interior, tetas y remera, hasta que un día elimine la remera. Esa sensación de liberación me hizo entender que el prejuicio más grande estaba en mi mente, empecé a querer mi cuerpo, con sus virtudes y sus defectos, pero más importante, conocí el sabor de la libertad, al menos, mientras mi inconsciencia durmiente me lo permitía.
Pero la anorgasmia permanecía en mis venas…
Costo desmembrar el factor psicológico que me llevaba a privarme de los más exquisitos placeres de la vida. ¿Qué si me masturbaba? ¡A diario! Aun así, el vacío que me provocaba aquel gusto amargo de sentir que “algo falta” no se quitaba con nada.
¿causas?, las enciclopédicas de la psicología Clínica: ansiedad asociada a una expectativa concreta, sentimientos de culpa ligados a una educación basada en creencias marcadamente represivas en el ámbito de la sexualidad, falta de confianza , una baja autoestima o una gran falta de confianza en mí misma.
¡Bingo! Las tenía a todas, y un cierto aprecio repentino por los tucanes, la necesidad propicia el delito ¿no? Tampoco son todos malos, también deconstruyamos estigmas, algunas pajas les había dedicado quizás sin darme cuenta, hasta que me di cuenta, y me gustó, un mambo menos, creo…
Volvamos a los conflictos relacionados con sentir que “uno no merece” o no puede “permitirse sentir o dejarse ir” habiendo aceptado este problema pude entender que un orgasmo no se tiene, se aprende a tenerlo, o más bien dicho, se aprende a permitirse obtenerlo sin importar de donde venga, de la destructiva amiga en rol de amante, de algún tucán, de un compañero/a del trabajo, o del ocasional transeúnte del boliche de turno en una noche de alcohol y pasión.
Acá empezó mi transformación…
La vida quita y la vida dá, un dia conocí a un chico y enganchamos amistad, al cierto tiempo en gran confianza y un poquito de alcohol le conté mi problema y le explique porque había cambiado las tangas por el culotte.
Se interesó, me contuvo y me prometió que me enseñaría la solución, claro que no le creí, pero el destino es grosero y le gusta anotarse un par de tantos a su favor.
Lo que narro a continuación es aquello que cambió mi vida, quien lea esto, permítase que cada palabra penetre a lo más profundo de su ser, prometo un antes y un después, un después de placer y libertad impresionantes.
Cuando me explico por primera vez que la solución era una especie de terapia conductual, estaba muy incrédula
¿Qué clase de verso iba a solucionar mi incapacidad de sentir placer?
Lo cierto es que existe un arte de dar instrucciones a la mente subconsciente que es la que nos maneja al fin y al cabo aunque nos cueste creerlo. También se utiliza para intensificar las sensaciones del orgasmo, al punto que resultan realmente increíbles. Y todo esto se logra simplemente hablando y dando ligeros toques en algunas partes del cuerpo. (¡Las tetas, por dios, las tetas son mi punto más débil de sensibilidad extrema!, un portal al cielo)
En fin, la curiosidad hizo que decidiera experimentar de qué se trata todo este asunto. Siempre he pensado que tengo una mentalidad muy fuerte, y creí que sería difícil que funcionase, así que no tenía grandes expectativas.
Estábamos charlando como si nada, se sentía natural y fluido. De manera que cuando escuché la frase - vamos a probar algo- , ya no había nervios ni miedo, solo intriga y expectativa.
Me dijo: Pone la mente en blanco, poco a poco, controlas tu respiración, la vas haciendo más lenta, pausada, inhalas, exhalas, cada vez más lento, mente en blanco y podes sentir como viene la relajación.
Casi nunca tengo la mente en blanco, pero -para mi sorpresa- fue particularmente fácil. Mi cuerpo se sentía suelto y sin tensiones.
Me hizo imaginar al detalle una situación que narro a continuación:
Llego a casa después de un largo día. Estoy sola, Preparo la ducha. Despacio, comienzo a desnudarme en mi habitación. Empiezo a sacarme la camisa, luego el pantalón, dejando a la vista el corpiño y el culotte. Se notan las semanas en el gimnasio. Tengo el vientre algo más plano, el culo firme, y mis tetas chicas pero turgentes. Pongo la lista de 50 sombras en spotify. Sutilmente libero mis pechos. La sensación es fascinante, como la de dormir así, libre, sin ataduras. Acaricio mis tetas, con delicadeza, rozo mis pezones con mis dedos. Estoy empezando a sentirme arder. Me saco el culotte, Está sucio y huele a las humedades que mi mente ha tenido a lo largo del día.
Entro en el baño. El agua esta templada. Me da morbo pensar que pudiera haber alguien espiándome. Me mojo entera, El agua resulta relajante. Mi cuerpo se vuelve resbaladizo, mientras yo relajo mi cabeza sobre la pared e Imagino Aquel hombre. Me lo imagino pajeándose delante de mí. Con esa mirada. Me lo imagino espiándome ahora mismo 20 años después, sacudiendo su pene como un mandril. Me excita ser el centro de atención. Me excita provocar la erección de los hombres y calentar las conchas de las mujeres también.
De repente abro los ojos. Descubro a mi mano derecha obrando por sí misma, esta estimulando mis labios externos. Gimo de placer. Vuelvo a recostarme contra la pared. Cierro los ojos y me relajo. Mis dedos dibujan círculos en mi vagina. Pasan por encima y mueven los labios. La sensación es placentera y relajante. Comienzo a meter un dedo. Me estremezco. Tiemblo y respiro hondo. Emito leves gemidos. Acelero lentamente. Con la otra mano toco mi pecho izquierdo. De repente, mis ojos se abren repentinamente y me incorporo, puedo sentir el flujo saliendo de mi interior. El placer es total. Lentamente me levanto. Mi cuerpo mojado brilla ante la luz del baño. Me enrollo una toalla alrededor del cuerpo y salgo del baño.
Llego al cuarto. Me tiro en la cama, abierta de piernas, vuelvo a meterme un dedo, Mientras lo introduzco, trato de estimular mi clítoris, Tomo aire, me concentro y meto mi dedo hasta el final. La sensación es extraña. Placentera y dolorosa a la vez. Con una mano, penetro y con la otra estimulo el clítoris. Este orgasmo promete ser bestial, intenso. Se acerca. El sonido que producen mi mano con la humedad de mi vagina es una dulce melodía. De repente, un chorro de un líquido viscoso y transparente sale de mi vagina. Grito de placer. Me quedo adormilada. desnuda. Como una modelo renacentista, con mis tetas descubiertas. Con un haz de luz de la luna que entra por la ventana y recompensa mi sacrificio sexual con un intenso sueño húmedo.
Entonces después de la ilusión dijo: Cada vez que te diga la palabra placer sentirás una descarga instantánea y poderosa de placer sexual, como si estuvieras teniendo el orgasmo de tu fantasía, acariciada en tus pezones o frotada de la manera más erótica posible en tu vagina, comenzando a partir de ahora. Placer…**
Justo allí mi cuerpo empezó a reaccionar. Instantáneamente empecé a imaginar otra situación; alguien cerca de mí, acariciándome, besándome, haciéndome sentir la persona más amada, tocando mi cuerpo lentamente como nunca antes. La sensación era sorprendentemente real. Cada cosa que imaginaba, mi cuerpo lo sentía, cada vez que decía placer mi excitación crecía.
Es difícil de describir cómo este pequeño ejercicio fue la apertura a una noche loca, llena de placer, morbo, sensaciones y excitación. Conversamos un poco más, con mi imaginación volando a mil después de la breve experiencia ya vivida.
Me costaba concentrarme en la conversación. Cuestioné hasta qué punto mi mente y mi cuerpo llegarían a asimilar esta experiencia y anticipé miles de sensaciones excitantes. Pero nada de lo que imaginé se compara a la intensidad de lo que venía. También pensé en mis temores. Temí cagar la experiencia, y que no pudiera cumplir con las expectativas que el tenía. Estaba hecha un mosaico recargado de emociones.
Me encantaba su seguridad. De nuevo me guió a través de ejercicios y pude sentirme muy relajada e imaginativa.
A continuación me guió por una serie de instrucciones. Me dijo que durante los próximos minutos la excitación que había venido sintiendo sería más grande, pero haría todo lo posible por ocultarla de él, y entre más tratara de ocultarla, más intensa se volvería. Minutos después, me encontré a mi misma sin poder mirarlo. Ambos sabíamos lo que pasaba, pero aún así traté de que no se diera cuenta. Sentí un cosquilleo por todo mi cuerpo que no hizo sino mas que crecer. Preguntó si me pasaba algo, y cuando lo negué me sentí hervir. Entonces me saque la camisa, me acosté en la cama, y simplemente me dejé llevar.
agarro mis manos y puso unas esposas imaginarias en cada una. Era una sensación extraña. Sabía que realmente no estaban ahí, pero a pesar de eso mis manos estaban totalmente firmes. Eran iguales o más firmes que unas esposas de acero.
Después de eso introdujo nuevas palabras. Borde, y me sentiría al borde de un orgasmo. Orgasmo, y es evidente lo que pasaría.
Cada vez que decía placer, sentía besos, caricias, me sentía acariciada cada vez más fuerte. Y cuando él quisiera Llegaba al borde. Era una locura, era sentir el orgasmo ahí, llegando, pero por más de que lo deseara no podía tenerlo. Entonces me lo liberó, y salió esa pequeña palabra. Orgasmo . Es difícil imaginar cuanto amé que lo dijera. Desató una intensidad de placer que no pensé que fuera posible. Lo dijo una y otra vez, y causó todos los orgasmos que nunca logré tener. Uno tras otro. Sentir allá ese cosquilleo, sentir un calor incontrolable, y sentir como la humedad abajo eran ríos de lava ardiente. La excitación, el morbo, la locura, cada vez haciéndome desear más.
Dijo: La última palabra es Sensible . Cuando la escuches todo tu cuerpo sentirá máxima relajación y aumentará su sensibilidad al máximo, cada caricia será potenciada por mil, cada mínimo toque hará que te retuerzas de placer.
Entonces la dijo: Sensible . Y agarre las sabanas, oculte mi cara con la almohada Me masturbé sin pena alguna. Bajé mi pantalón y toqué mi clítoris. Luego toqué mis súper sensibles tetas, y me enloqueció ese cosquilleo que empezaba desde mis pezones, recorría todo mi cuerpo y llegaba hasta mi vagina que se prendía fuego... Dijo de nuevo sus palabras mágicas, desatando varios orgasmos más intensos de los cuales solo mis gemidos eran testigos de lo que sucedía. El tocarme mucho más rápido, y con una sensibilidad tan alta, logró que tuviera uno de los orgasmos más fuertes. Sentí un retorcijón dentro de mí, un cosquilleo en toda la punta del clítoris, una ola de calor por todo mi cuerpo.
No era cualquier tipo de placer. Era ese placer verdadero, ese que hace que tu yo interior salga. Simplemente tan natural, sin forzar nada, sin fingir cosas que no suceden. Ese placer que pocas mujeres lograr sentir verdaderamente y que yo hasta ese entonces nunca había sentido antes.
Me encantaba, me sentía mucho más segura, más poderosa.
Descansé por unos minutos, y decidió que me haría un juego típico de amigo con ganas de hacer bromas… me haría sentir placer, pero dejándome al borde. No podía tener un orgasmo, debía convencerlo de que me dejara. Esto lo hizo más excitante, pero me daba miedo. Miedo de que mi cuerpo explotara. El placer aumentó al punto de que supliqué que me dejara venir. Le decía con una voz chillona que, por favor, me dejara acabar. No pedía más que eso, le repetí muchas veces por favor, con una sonrisa accedió dijo: SENSIBLE , y ORGASMO, esas dos palabras mágicas juntas, dejándome sentir el orgasmo más fuerte de toda la noche. Fue extenso, placentero, morboso, delicioso, y quedé exhausta.
Continuamos jugando. Esta vez el juego involucró otros sentidos: el olor y el gusto. Me dijo que en ese momento podía experimentar cualquier cosa, cualquier olor, cualquier sabor, o tener cualquier objeto, que todo era posible. Respondí que quería probar un gel caliente.
Dijo mientras hizo un guiño que tenía uno en el bolsillo. Sacó su mano del bolsillo (sin tener nada en ella), y lo abrió, lo olí, lo puso en mis manos y en mis tetas. Tenía un olor exquisito a uva. Dejé pasar unos segundos y Sentí un calor delicioso en ambas partes intensificándose mientras él me acariciaba tiernamente un pezón. Lamí cada uno de mis dedos y pude saborear mientras se me hacía agua la boca el dulce sabor de la uva… Me dejaba hacer, me tocó, me acarició con cariño hasta que con un pequeño y corto orgasmo terminó todo.
Finalmente, unos minutos de descanso, una botella de agua y estaba renovada. Me sentí completamente agradecida con mi amigo por haberme dado la experiencia sexual más intensa de mi vida, por haber desbloqueado mis temores, mis represiones, haberme hecho saber que de mi depende la decisión de saber cómo vivir y explorar el mundo y mi sexualidad.
Toda mi vida la pasé oculta tras mis propias sombras y fantasmas y que lo único que tenía que hacer era confiar en mi misma y permitirme el regalo de “sentir” que merezco el placer de mi cuerpo, que merezco usar mis lindas tangas otra vez, que merezco caricias propias y ajenas, que merezco felicidad…
Ahora soy una mujer integra, feliz, apasionada, deconstruida, liberada, sigo sin ser una princesa pero ya no odio el rosa, mi consolador favorito me hizo cambiar ese estigma. ¡Como tantos otros!
Mariana.