Descubrir el placer contigo. Primera vez.
La historia de cómo hicimos el amor por vez primera. Mi patio y mi lavadora fueron el escenario de aquella deliciosa unión, tu yo y el deseo los protagonistas. La historia de cómo descubrí contigo los deleites carnales, y cómo desde aquél entonces me deje absorber por el placer y tu enorme miembro..
Siempre me consideré un alma pura, inquebrantable. No conocía yo mi lado salvaje, desenfrenado. Pero nada dura para siempre y no tardé mucho en averiguarlo. Todo comenzó cuando te conocí, a ti y a todas las bajas pasiones que en mi despertaste. Era demasiada la atracción entre los dos, podía sentirlo. Se que me deseabas, podía notarlo cuando me hablabas, cuando me mirabas. El contacto físico conmigo era demasiado duro de resistir. Lo sabía y me aprovechaba de ello. Me gustaba saberme deseada por ti. Desconocía yo si tú podías notar lo que causabas en mí, pero ya no podía ocultarlo más. Contigo conocí aspectos de mí que no conocía, me abriste los ojos ante un mundo de sensaciones, de placer, de locuras que eran nuevos para mí, pero fue muy fácil para mi caer en ese delicioso abismo, y en éstas historias, mis queridos lectores, relataré todo lo que a su lado descubro, día a día. Esto comienza así.
Apenas comenzaba nuestra historia, y planeaba yo llevármela lento contigo. Pero desde que te besé por vez primera no pude controlar mis instintos, y se que tu tampoco. Pasaban los días y era más y más notorio que teníamos tantas ganas de comernos vivos, hasta que se dio la oportunidad.
Me acompañaste a casa aquel día donde no había nadie, solo tu y yo. Ya era noche, y yo tenía que volver. El tiempo era limitado, mas eso no nos detuvo. Estábamos en el patio, y yo no tenía idea de las cosas que llevaríamos a cabo, ahí mismo. Comenzaste a besarme, a tocarme, recorrer con tus manos mi cuerpo, empezando desde caricias en mi rostro, en mi cuello, tocar mis senos, bajar hacia mi abdomen, mis piernas, para llegar al húmedo espacio que hay entre ellas, húmedo de deseo, de excitación. Las cosas se calentaban más y más y yo ya no aguantaba. Necesitaba hacerte mío en ese momento, así fuera lo último que hiciera.
- Tú dirás hasta donde quieres llegar. – suspiraste. Me mirabas con esos ojos verdes, llenos de deseo. Me subiste a la lavadora, y desapareciste mi pantalón y mi ropa interior. – Estás tan mojada.. – dijiste sonriendo mientras acercabas tus labios a mi. Y comenzaste a besar, lamer, a probarme por vez primera, y yo estallaba de placer con las sensaciones que tu lengua me proporcionaba. Eras, corrijo, eres increíble. Cada vez estaba más y más excitada. Ya no aguantaba más, estaba deseosa de tener finalmente a tu miembro dentro de mi, y no me importó si apresuraba el momento, lo necesitaba, lo quería, lo deseaba..
- Sigue, sigue .. –gemí. Y te acercaste a mí.
Desabrochaste tu pantalón y dejaste salir tu miembro. Mi sorpresa fue tal que me preguntaba si podría aguantarlo. Y no faltó mucho para descubrir que a partir de ese momento una de mis más grandes adicciones sería precisamente ese gran miembro tuyo. Te acercaste a mí, y entonces comenzamos. Me penetraste lentamente, más esa delicadeza no duró mucho. La diferencia de altura, lo frío de la lavadora, la noche, nada de eso nos detuvo. Entrabas y salías con tal facilidad, como si mi interior estuviera hecho a la medida, para ti, para esto. Te sentías tan bien dentro de mí, solo quería que siguieras, que el momento durara para siempre. No era nada nuevo para ti, claro está, pero esta vez era diferente, era especial. Era yo. Y a partir de ese día cada centímetro de mi piel lleva escrito tu nombre. En ese momento todo dejó de existir todo lo demás, solo te sentía dentro y disfrutaba del placer que me daba tu movimiento.
Seguías entrando y saliendo de mi, y te abrazaba con mis piernas, arañando tu espalda, gimiendo, gritando, tocando el cielo. Cada vez estaba más mojada, mas excitada, no podía creer que estaba pasando. Lo estaba disfrutando tanto que sabía que esto era solo el comienzo, y aunque este encuentro llegaba a su fin, no tardamos mucho en repetir.
Tu camisa pagó la factura de mi satisfacción, los frutos de nuestro encuentro quedaron plasmados en ella. Fuiste dulce y suave después de hacerlo, se que no era nada nuevo para ti, pero parecía que esta vez había sido especial. En mi mente había todo tipo de sentimientos hacia ti, y desde ese momento supe que a tu lado descubriría el placer infinito del fruto prohibido. Y poco a poco iré plasmando todo lo que hemos vivido, lo que contigo he descubierto. Así que cuidado, que este fuego no se apaga aquí..