Descubrimientos sobre mi misma

Continuación de "Descubrimientos sobre mi familia". Nuestra protagonista decide seguir un peligroso camino, con la esperanza de descubrir cuanto placer puede esconderse en su interior.

DESCUBRIMIENTOS SOBRE MI MISMA

Habían pasado unos dias desde aquella charla con mi tio Andrés y el Padre Anselmo… no pude decir nada debido al pasmo, la sorpresa y la vergüenza que sentí en esa habitación. Pero no me podía engañar a mi misma. Esa situación me excitaba a la vez que me ponía tremendamente nerviosa. La idea de sufrir cautiverio, de abandonarme sin remedio en manos de mis captores, que iban a proporcionarme una forma de placer muy diferente a lo que es considerado normal o siquiera aceptable. Gentes involucradas en algunos de los peores actos que la perversidad humana puede imaginar. Adictos al sexo que habían practicado durante sus "años dorados" en prisiones ocultas. Ahora aquella época había terminado, pero quedaba esa necesidad por cubrir. Y yo no me engañaba más a mí misma… deseaba pasar por esa experiencia. Una semana de cautiverio voluntario. Sometida al capricho de mis carceleros. Pero sin temor por mi integridad, y sabiendo que todo se trataba de un gigantesco y prohibido "juego". Acepté por supuesto. No podía hacer otra cosa sin volverme loca. Anuncié que me iba unos dias con una amiga, a la costa. Nada sospechoso, y nunca había dado motivos en mi casa para que dudasen de mi. Mis instrucciones eran claras… presentarme en un solitario apeadero de tren al mediodia de un viernes. Allí pasarían a recogerme. Desde el momento en que esa persona apareciese, sería su cautiva. Mi sexo se mojaba solo de pensarlo.

No pensé que fuese a necesitar muchas cosas, pero llené un par de maletas para hacer el paripé. Me puse un vestido blanco con unas flores estampadas, te tiras. Sandalias blancas. Una ropa interior algo mas escueta que la que empleo a diario, pero nada del otro mundo. Mi padre me llevó a la estación, y me sentí mal por engañarle de esa manera. Pero la tentación me había podido. Ya solo cabía disfrutar y dejarse llevar. No estaba exenta de algo de miedo, pero eso era parte del placer anticipado que sentía. Me harían cosas desagradables, sin duda, pero si eran el camino a gozar como había visto gozar a mi tia atada a ese potro… no dudaba en que iba a aceptar todo aquello. El viaje duró dos horas, en un lento tren camino de la costa. En medio de ninguna parte me apeé, en un destartalado apeadero apartado de las ciudades o carreteras importantes. Un solícito revisor me ayudó a bajar las maletas, y cuando el tren partió un par de descarados adolescentes se asomaron a la ventanill y me llenaron de ofertas obscenas.

En un dia cualquiera algo así me habría indignado, pero en aquel momento… eso solo me hizo sentirme más sucia, una mujer deseable. Me temblaban las piernas, y no había nadie a la vista. Así que me acerqué a la sombra que proporcionaba la escueta tejabana anexa al andén, me senté con las maletas a mi lado y esperé. Silencio, solo se escuchaban los grillos. Comprobé mi movil, pero no había cobertura. Tan sola que comencé a temer por mi seguridad en serio. Si algún indeseable me encontraba en esas circunstancias, la cosa podía no tener gracia alguna. Entonces reparé en una nube de polvo en la carretera. Acercandose. Al poco tiempo se escuchó el sonido del motor. Un coche grande de color negro manchado por el polvo de la carretera sin asfaltar se acercó a la estación, y se detuvo junto a mí. Yo esperaba de pie, con las manos juntas, apretadas en un nudo nervioso. Pensaba en huir, en rechazar esos servicios en aquel momento, pero estaba como hipnotizada.

Del coche bajó su único ocupante. Un hombre bajo pero muy ancho de hombros, pelirrojo, con tejanos y una camiseta sin mangas. Un tatuaje de las Fuerzas Especiales adornaba su brazo derecho. Aspecto duro… y lascivo. Me desnudó con la mirada sin decir ni palabra, y pareció satisfecho de lo que vió. Una sonrisa cruel asomó a sus labios poco acostumbrados a sonreir, y pude apreciar que el bulto de su entrepierna aumentaba mientras me examinaba. Se limuitó a decir "sube al coche". Así lo hice, y solo me dedicó un par de segundos para mirar mis muslos, desnudos bajo el vestido de verano cortito. Condujo unos cinco minutos, antes de desviarse y detenernos bajo una arboleda. Un lugar resguardado de miradas indiscretas. Su torta me pilló desprevenida. No fue muy fuerte, pero en un hombre de su consición física un golpe debil resulta doloroso. Dí un chillidito y me aparté de él, todo lo que el habitaculo del coche me permitió. Llevé mi mano a la mejilla, temiendo más castigo. Se limitó a sonreir de nuevo.

"Tu movil". Yo tardé unos segundos en comprender lo que quería, y se lo dí. Lo desconectó y le sacó la bateria, guardandolo todo en la guantera. "Bajate y coloca las maletas en el suelo". Asi lo hice, sin entender de que se trataba todo aquello. Aquel desconocido examinó mis prendas y posesiones, y las repasó luego con un instrumento electrónico. Entonces lo entendí…eran personas muy discretas, que no se arriesgaban a que alguien les pudiese grabar o rastreas. Gracias a esas medidas continuaban en activo en lugar de entrerejas. Lo hacía como un profesional con experiencia, con atención pero como algo de rutina. Tardó diez minutos en quedar satisfecho. Entonces volvió su atención hacia mi de nuevo. "Desnudate por completo". Esperaba algo así, y me despoje del vestido con prontitud. Se que parecerá algo increible, pero aquello me ponía tremendamente cachonda. Me saqué las sandalias. Examinó mi vestido y calzado, antes de volver a mirarme. "Colocate a un metro del coche, y apoya las manos en el capó". Eso me dejó inclinada hacia delante, por propia iniciativa separé las piernas. "Te dije que te desnudases del todo, puta. Pero así me gusta más, así que lo dejaremos correr"

Escuché el click de una navaja. El frio metal me rozó, haciendome sentir escalofrios allí donde el metal tocaba mi carne desnuda. Mojaba mi ropa interior irremesiblemente, el olor a sexo era perceptible sin ninguna dificultad. Temblaba un poco. La afilada hoja cortó casi sin esfuerzo las tiras de mi sujetador, que cayó al suelo. La hoja se apoyó por la parte plana en mis pezones, sentí su caricia. Mis bragas siguieron el mismo camino, tras lo que la navaja fue descartada. Sus manos me recorrieron, desde mis cabellos a las rodillas. Buscaba tanto su placer como registrarme en busca de algún diminuto artilugio electronico. Obviamente, no encontró nada. Sus manos volvieron a mi pecho, apretandolo. Yo daba gemiditos de placer. Así indefensa me sentía arder. El no decía nada, solo le oía respirar de modo pesado. Sus manos recorrieron mis flancos, pronto llegaron a mi sexo. Yo con las piernas separadas, las manos apoyadas en esa carrocería caliente. Dos dedos comenzaron a recorrer mis labios vaginales. Me estremecía. Sudaba. Un dedo tanteó la entrada de mi ano. Dí un gemidito de molestia, estaba cerrada y sin preparar. El dedo no continuó su tanteo, pareció satisfecho de comprobar que aquella via apenas había sido hollada. A continuación habló

"Escucha, Ramera, mi trabajo consiste en asegurarme de que no te siguen y que no llevas ningún cachivache encima. Parece que eres lo que debes ser… una zorrita cachonda con ganas de conocer una Sala de Interrogatorios por dentro. Ya veremos si tienes la madera necesaria. La cuestión ahora es… ¿te voy a echar un polvo aquí y ahora o no?. Piensatelo antes de contestar… si dices que sí demostraras que estas en la categoría de las más putas que hayan pasado por aquí, y seras tratada en consecuencia". Yo no tuve ninguna vacilación en decir "follame". Nunca había pedido tan crudamente ser penetrada. No era yo misma, o tal vez era yo misma por vez primera.

Con rudeza fui colocada de rodillas ante él. "Las manos en la espalda, zorra". Asi lo hice, muy obedientemente. Jadeaba y el pelo me caía sobre los ojos. No podía ni pensar. "Bajame la cremallera de la bragueta usando solo la boquita". Yo me acerqué al prominente bulto que aquel individuo lucía en la ingle. Con cuidado, tomé la lengüeta de la cremallera entre mis dientes. La bajé. Su pene erectó surgió disparado por el agujero. Era una señora tranca, de una longitud normal pero gruesa y venosa. Tenía una extraña marca a unos 5 ctms del glande, y la miré curiosa. "Eso me pasó cuando era un novato, es la marca que me dejó el mordisco de una tia del PC cuando le metí la chorra en la boca. Una mujer valiente, claro que cuando le saqué los dientes con unos alicates chilló como todas. Espero que no seas de esas. ¿verdad?". Yo iba captando el tipo de personas a las que me estaba entregando voluntariamente… o más bien ya me había entregado. Negué apasionadamente, mirandole con ojos nublados por el deseo. Por el vicio.

"Sobate las tetas como lo que eres". Eso no me suponía ningún problema, por supuesto. Tomé mis pechos por la base, acariciandome los pezones y frotando mis senos entre si. Sabía lo que ese movimiento provocaba en los hombres. Ya dije en la primera entrega que no usaba una talla 38… y que era consciente del efecto que eso provocaba en no pocos hombres. Mi "amante" parecía complacido de lo que veía. "Ahora mamamela un ratito, con suavidad, que me estas poniendo muy caliente y no quiero acabar demasiado pronto". Así que acerqué mi boca a su sexo. Caliente, desesperada por ser atendida. Mientras besaba su glande, una de mis manos bajó hacia mi sexo. Mi recompensa fue un pescozón. "Nadie te ha dado permiso para acariciarte el chumino, puerca en celo". Asumí mi condición, y centré mi atención en esa masa palpitante de carne.

La aloje en mi boca, dandole mi aliento. No sentí ninguna nausea, solo deseos frustrados de que mi sexo se viese lleno. La acaricié con mi lengua, hice todo lo que pude por él… y obtuve mi recompensa. "Ahora vas a recibir lo tuyo, zorrita, como nunca antes". Me separó de su sexó, y me alzó sin dificultad. Extrajo un par de metros de cuerda del maletero, con la polla aun al aire. Me acercó a un arbol, colocandome de rodillas ante el mismo. Ató con fuerza la cuerda en torno a mis muñecas, atandolas a una rama baja, de modo que mis brazos quedaban estirados hacia arriba. Se libró de sus pantalones con celeridad. Arrodillandose ante mí, una de sus manos me abrió los labios intimos mientras con la otra acercaba su aparato a mi cuevita. Se alojó de dos embestidas. Estaba tan mojada y excitada que apenas me dolió, pese a que era la polla más gorda que jamás había alohjado en mi cuerpo.

Chillé. Pero no de dolor. La cuerda estaba muy apretada en torno a mis muñecas. No era como en un juego de pareja, las manos se me estaban insesibilizando y amoratando. La cuerdia mordía y me escoriaba la piel. Sentirme así atada en indefensa hizo que sintiese el primer orgasmo en menos de un minuto, mientras mi dueño aun estaba buscando la mejor postura para atacarme. Chillé y me retorcí, inmune a las lesiones que podía causarme esa soga. Se que supliqué más polla, y otras obscenidades. Cuando la marea de mi placer se retiró, él tomó mis cabellos y estiró hacia atrás. Acercó a mi rostro su boca… y me soltó un escupitajo sobre la mejilla. Luego otro sobre el ojo derecho. Una muestra más de que era suya, para todo lo que quisiese. Y comenzó a trabajarme. Embestidas profundas y lentas, llenandome de ël y no dandome tregua. El placer parecía que iba a repetirse en mi interior, y la marea volvía, aunque antes de llegar a mi cumbre por segunda vez su excitación aumentó. Me tiraba del pelo, apretaba mis pechos, hacía lo que le venía en gana. Me clavó el dardo a ritmo frenetico mientras me insultaba, y soltaba la leche en lo más profundo de mi vagina. No eran mis dias fértiles, así que eso no me importó. Me sentí usada y sucia, pero necesitaba más

Mi pareja captó lo que pasaba por mi mente. Una de sus manos bajó hasta mi sexo, una vez que su polla rebalndecida abandonó mi habitáculo. "Si quieres que mi mano te de placer jugando con tu coño pringoso tendrás que convencerme, zorra, que yo ya estoy a gusto, de momento al menos". Desesperada, le juré lealtad y someterme a todos sus caprichos, que cumpliria con todo a la primera, que nadie me había follado el culo pero que el podía hacer eso y todo lo que quisiese, pero que me acariciase mi chocho de cerda, por Dios bendito. Pareció muy divertido, y mientras me susurraba un "Por desgracia, tu culo ya tiene asignado quien lo va a estrenar", su mano encontró mi clítoris, que comenzó a manipular con energía. Sentí curiosidad, miedo de mi misma, pero no estaba yo como para tener pensamientos racionales. Solo tenía consciencia para sentir las manipulaciones de esa mano, y como yo subía y subía… cuando estaba a punto de correreme me introdujo tres dedos juntos en mi dilatado sexo, y así gocé de nuevo aullando como una golfa.

Estaba derrengada, sin fuerzas, las muñecas me dolían y tenía las manos amoratadas. Acercó su mano sucia por mis jugos y su leche a mi boca, y yo la limpié con la misma intensidad que puede poner una vaca en lamer a su ternerillo recién nacido. Me sentía sucísima, y eso me complacía. Aquí daban igual mis estudios, mis gustos, a quien conocía…tan solo era un pedazo de carne. Esa navaja me cortó las ligaduras, y mientras la sangre volvía dolorosamente a mis manos torturadas , escuché una nueva voz detrás nuestro… mi captor no se inmutó por ello, como si supiese que ese alguien debía encontrarse allí. "Menudo pedazo de nena nos ha llegado esta vez… mejor que una de esas guarras del doble de su edad que suelen pasar por aquí. Y sola, además". Gire mi cabeza

Era un hombre de unos 35, vestido con ropa de camuflaje militar y un rifle de precisión en la mano. Si yo fuese una periodista o una infiltrada de la policia, y alguien me estuviese siguiendo, no dudaba en que ese hombre lo habría eliminado. Parecía encantado por lo que veía, y se le veía excitado… no era para menos. Pero yo ya estaba saciada , además de cansadísima. No deseaba más sexo por el momento, pero suponía que a una "cautiva" no se le iba a permitir decir que no. Y yo había hecho promesas muy a la ligera hacía unos minutos. "A mi amigo le encantan las cubanas, mi querida putilla. Asi que ya sabes lo que has de hacer". Ambos sonrieron… y yo no entendía de que se trataba. "Disculpen, pero yo no se de que hablan. Además estoy muy cansada y…". Fui interrumpida al ser agarrada de mi cabello por el pelirrojo, quien me propino un tremendo tirón. "Eso aquí ya no importa, no estas con dos amiguitos tuyos de la universidad. De lo que se trata es de que le hagas una paja con las tetas, no digas que no has hecho ninguna". Y no había hecho ninguna pero… no parecía muy dificil. Dediqué una sonrisa al nuevo invitado a la fiesta, esperando que no hubiese nadie más. Se acercó a mí, y yo me tumbé boca arriba, manipulando mi pecho, provocandole. No necesitaba de tales ayuditas para abalanzarse sobre mi. Se arrodilló sobre mí, las piernas separadas a ambos lados de mi cuerpo. Se sacó el miembro por fuera del pantalón. Era largo, pero más delgado que el de mi anterior amante. Apreté mis tetas masajeandole la pollas, mientras el se movía debilmente. No se si eso le gustaba mucho o que llevaba un buen rato espiandonos, la cosa es que en muy pocos minutos acabó sobre mi pecho y mi rostro, en largos y potentes chorros. Parecía encantado cuando se retiró, y comenzó a admirar mi cuerpo manchado de esperma, junto a su compañero. El pelirojo le apartó un poco, y se colocó en pie frente a mí.

Yo estaba de verdad derrengada, necesitaba descansar, y miré como se sacaba el instumento, pensando que quería más de mi. Y quería más, pero de otro modo. Apuntó hacia mis tetas, y comenzó a mearme en ellas. El chorro caliente caía sobre mí, tendida en el suelo, sorprendidisima. Salpicaba al cocar contra mis senos, y me salpicaba la cara. Corría por mis costados y abdomen, empapando el seco suelo bajo mi cuerpo. Creo que lloré un poquito, no se bien el motivo. El ultimo chorrillo fue a mi rostro directamente. "Ahora lamete esas tetazas, bien regaditas. De rodillas". Así me coloqué, inclinando hacia delante la cabeza todo lo que me era posible. Alzando mi pecho con las manos podía lamer la parta superior y del pezón/aureola, lo que hice obedientemente. Ese era el colofón de mi "bienvenida". Me mandaron lavarme en un arroyo cercano, y desnuda por completo fui introducida en el maletero del vehículo. Siguiente parada… el Campamento Prisión.