Descubrimiento de verano : Paula
Después de años de rutina sólo queda fugarse hacia una nueva vida
Descubrimientos de verano
Sin darnos cuenta caemos atrapados en una rutina que va agotando nuestra capacidad de vivir. Me casé con 26 años apenas terminada la carrera y sacada la plaza de profesora en un Instituto del extrarradio. No tengo ninguna queja de mi marido, es bueno, trabajdor y sensato, es eso que se conoce como una buena persona, honrada y trabajadora. La vida transcurría dentro de unas pautas que ya suponía. Un viaje al extranjero en alguno de los puentes festivos del año , la asistencia a alguna función de teatro los fines de semana, cenas, cumpleaños ...un ocio estándar y normalizado que nos condena a la asfixia.
En los veranos, pasábamos dos meses en la casa de la sierra que había sido de sus padres y que mi marido, hijo único, había heredado. La urbanización de toda la vida, con la gente de toda lavida que en tiempos formaron las clásicas pandillas de adolescentes. Ahora eran ya mujeres y hombres casados con hijos. Cada verano era lo mismo, a principios de Julio nos intalábamos, Juan, mi marido, se iba los lunes y volvía los viernes, yo me quedaba allí sola quitándome el calor de la ciudad y rodeada, en teoría, de amigas. En Agosto se instalaba y pasábamos juntos el resto del verano. La vida era tan monótona que cada día parecía reproducir el anterior. Las mañanas en la psicina con las amigas y sus hijos, las tardes de siesta, de paseo, de salidas al campo , de lectura o televisión y los fines de semana de cena en grupito. Cada año me parecía más igual y más aburrido.
Aquel año se presentaba como uno más, programado y rutinario. Fue en la piscina que la ví por primera vez. La recordaba de otros años, antes de su separación. Se llamaba Paula. No era de la pandilla y salvo el saludo apenas si se intercambiaban la palabra, además, no recuerdo las causas, tenía una cierta mala fama. Me pareció alguien interesante, alguien que en aquel grupo anodino destacaba. Era atractiva, elegante, con personalidad. No era difícil fijarse en ella, las novedades siempre atraen. Poco a poco fue convirtiéndose en una cierta obsesión, en ese tipo de personas que nos gusta ver, mirar, tenerla presente. Llegaba a la piscina ya superado el mediodía, sola. Se tumbaba al sol, o se sentaba a tomar algo. No podía dejar de mirarla. En medio de tanta mediocridad parecía una reina. Empecé a ir a la piscina con cierto entusiasmo sabiendo que ella aparecería, me gustaba mirararla como una atracción, la observaba de soslayo, intentado que no notase mi mirada, mi curiosidad. Durante una semana no apareció por la piscina. Sabía que estaba porque al pasar por delante de su casa se veía cierto movimiento. Una noche coincidimos con ella y una amiga en el mismo restaurante. Durante la cena no podía dejar de mirarla, cada movimiento me parecía lleno de gracia, de saber estar. Me parecía una mujer que en cada momento sabía mantener un comportamiento altamente sensual.
El lunes, volvió a la piscina, su amiga se habría ido, concluí. Por primera vez, pensé en algo más que una admiración estética. La presencia de la otra mujer cenando, la semana encerrada en su casa sin ir a la piscina, me hicieron ir sacando conclusiones a las que anteriormente no había llegado. Ahora la veía de otra manera, no llegaba a entender las causas que ese descubrimiento llegaba a excitarme de esa manera. Toda la mañana la pasé nerviosa. Sin querer levantar sospechas aguanté hasta la hora de comer, para despedirme como todas las mañanas. Llegué a casa sin poder quitarme de la cabeza el nuevo descubrimiento. Llegué a casa y me quité el bañador, la imagen del espejo devolvía mi imagen desnuda, me tumbé en la cama, me sentía acalorada y nerviosa. Deslicé mi mano por mis pechos, hacia el vientre, empecé a frotarme timidamente con un dedo alredeor del clitorix, hacía tiempo que no lo hacía, me excité con ese primer movimiento, seguí con dos dedos despacio, cerré las piernas primero y luego las abrí, en un movimiento que atrapaban mis dedos y mi mano en movimeinto. Estaba realmente excitada, me metí en la ducha y me froté con jabón ahora lubricada mis dedos se movían sobre el clitorix de forma más violenta, me introduje los dedos pero pronto volví sobre el clitorix, arriba y abajo, cada vez más deprisa. Grité llena de placer.
Cada día anhelaba que llegase la mañana siguiente para poder volver a verla. Ahora no ocultaba mi mirada. No me importaba que lo notase, ni que me tomase por una cotilla descarada. Me gustaba examinar cada gesto, cada acto por nimio que fuese. La fascinación por su presencia me había atrapado. Al regresar a casa tumbada en la cama desnuda me masturbaba repasando cada uno de sus movimientos.
Los días iban transcurriendo con esta nueva rutina placentera. Fue un día, ese día que nunca esperamos que llegue, cuando se acercó a pedirme fuego. No fumaba,. Me miró, sonrió, deslizándome una nota con disimulo.
Te espero a las cinco en mi casa. P
Confieso que en ese momento perdí los nervios. Sentí ese estremecimiento de una colegiala ante su primera cita. Me despedí de mis amigas y caminé apresurada a casa. Apenas si pude comer, me duché y comencé un largo desfilé de modelos ante el espejo. Al final cogí un vestido amarillo con pequelñas flores . Miré el reloj, apenas falatban diez minutos para las cinco.
Frente a su casa, dudé un momento, el entusiasmo me había empujado hasta ese momento, ahora un atisbo de sensatez parecía frenarme. Casi sin darme cuenta pulsé el timbre.
Paula llevaba una blusa blanca y una falda azul celeste. Esta tan elegante y atractiva como siempre. Sonrió al verme.
- Pasa. Pensé que no vendrías.
Me encogí de hombros. Me hizo pasar a un pequeño saloncito. Paula me habló de la casa que mostraba un aspecto destartalado, abandonado.
- Nunca me gustó esta casa. Era de mis abuelos, y odiaba los veraneos aquí. Ya sabes es complicado en estos sitios cuando no encajas en alguna de estas pandillas. Te has puesto muy guapa.
Me sonrojé, ante el halago.
- Desnúdate,
Me dijo con tranquilidad, sin que notase ninguna tensión en ella.
- No te hagas la sorprendida, ya sabías a lo que venías.
Me dijo ante mi cara de asombro. Ella se sentó. No dudé. Cierto, sabía a lo que iba. No había sorpresas. Comencé a desnudarme. Tardé poco, el vestido , las bragas y el sujetador apenas un momento. Estaba desnuda ante ella. Me miraba con deseo, eso me tranquilizó. Se puso de pie y se acercó. Me tomó de la mano y me condujo por las escaleras hasta un dormitorio en la primera planta.
La habitación era grande y apenas estaba amueblada, una enorme cama de matrimonio, una mesilla en uno de los lados y un armario de madera oscura. Paula, me sentó en la cama, y se desnudó . Estaba hermosa, esa belleza que da la madurez. Me empujó por los hombros, hasta quedar tumbada con las piernas colgando de la cama. Paula comenzó a jugar con mi sexo.
- Ya veo que te alegras de conocerme
Dijo con una sonrisa. Siguió frotándome con la mano, estaba encendida, comencé a jadear en un impulso nervioso que no podía controlar. Vi que Paula se arrodillba, entonces noté su lengua, lamía despacio, primero jugueteando en la vulva, los labios, hasta alcanzar el clitorix, pequeñas pasadas con la lengua, después lo succionó levemente. Estaba tensa y al mismo tiempo relajada. El placer me había aflojado el cuerpo, que estaba casi laxo en la cama. Ahora eran los dedos, ahora la lengua. Noté que en un momento, giré el cuerpo, un líquido caliente y húmedo manchó la sábana. Paula se rio, y me tomó poniéndome de pie, nos tumbamos juntas, besándonos y frotándonos mutuamente. Paula estaba tumbada, sus ojos estaban fijos en mí, la besé y mi boca empezó a deslizarse por su cuerpo. Teniá unos pechos pequeños, con unos pezones oscuros que se habían puesto duros, los mordí ligeramente y los chupé, noté la reacción de Paula y continué hacia abajo, por el vientre, el ombligo, alcancé su sexo estaba caliente y húmedo. Lo lamí intentando repetir los movimientos anteriores. Me sentía torpe, nunca había estado con una mujer. Ella movía su cadera ayudándome. Mientras, intercamabiaba mi lengua con los dedos. Después de un rato, Paula me tomó de la cabeza y me llevó hasta ella. Nos besamos, nos acariciábamos con pasión. Luego nos quedamos tumbadas una junto a la otra.
Miré por la ventana , aún no había anochecido. Paula se giró hacia mí. Sus ojos negros se clavaron en los míos. Me pasó un dedo dibujando el contorno de mi cara. Permanecimos así tumbadas,en silencio,hasta que se hizo de noche. En la calle se oían pasar algunos grupos que hablaban en voz alta. Era el paseo al caer la tarde. Hacer ejercicio. Una costumbre para matar más el tiempo que por salud.
Paula se levantó, la pude ver en toda su desnudez, con aquella luz casi ya penumbra me pareción aún más hermosa.
- Tal vez debas irte
Me dijo a media voz, en un susurro que parecía pedir que me quedase. Me levanté de la cama y avancé hacia ella. La besé en la boca.
¿Quieres que me quede?
Tus amigas irán a buscarte, hoy teneis partida
Lo sabes todo
-No es complicado, la rutina de siempre. ¿ a qué jugáis?
Al tute, no somos muy originales
Deberías irte, si no te encuentran se preguntarán y ya sabes.
Asentí con la cabeza mientra bajaba las escaleras, en el salón estab mi ropa sobre la butaca donde la había dejado. Paula se había puesto un bata y miraba como me vestía.
- ¿ Mañana?
Pregunté algo ingenua.Paula me besó
- Te espero.
Camino a casa no podía dejar de pensar en lo ocurrido. Era lo mejor que me había sucedido en los últimos años. Nunca había tenido realciones con mujeres, incluso no me sentía atraida por ninguana. La atracción por Paula no era sólo sexual, no podía considerarme una lesbiana.
Durante los próximos días acudía rauda a nuestra cita. Con Paula iba descubriendo el verdadero placer no sólo sexsual sino también intelectual. El placer, era lo único importante. Paula sabái ascar mis verdaderos instintos morbosos y sexuales. Después de una semana, podía decir que eera otra mujer.
Pero pronto llegaba el mes de Agosto con Juan de vacaciones sería imposible seguir viendo a PAula con tanta libertad. Paula también me comunicó que se iría empezado el mes. Viajaría, un crucero en el yate d eunos amigos, una invitación a pasar unos días en casa de unas amigas, una vista a París. Un mes muy movido, me dijo. En ese momento sentí que tal vez había llegado el momento de las decisiones valientes.
- ¿ Podría ir contigo?
Le dije de sopetón. Paula me miró sorprendida, pero enseguida dibujó una sonrisa.
- Sabes que sí. ¿ Pero vas a dejarlo todo?
El sábado durante la cena se lo dije, sin pausa,sin dejar que ningún argumento impidiese llevar a cabo mi decisión.
- Me voy, simplemente eso, me voy. Cuando vuelva arreglaremos los asuntos legales.
Juan me persiguió hasta el cuarto argumentando, veía su cara de sorpresa, de abandono, veía sus labios moverse pero no escuchaba sus argumentos. Salí con la maleta, atravesé las calles de la urbanización hasta casa de Paula.
- Mañana salimos,
Me dijo mientra me abrazaba. Ahora empezaba una nueva vida.