Descubriéndome

Así comencé... y descubrímos nuestra felicidad. Gracias por vuestros comentarios y puntuaciones.

DESCUBRIENDOME

Esto pasó hace catorce años, yo acababa de cumplir quince en aquella época.

¿Cómo era, yo, entonces?.. Alta, con el pelo largo, castaña clara, de ojos azules… Creo que con un cuerpo muy hermoso. Pero usaba lentes, esto lo digo resignada, por que era el motivo suficiente para pertenecer al rincón de las malditas. Mis ojos, padecían de estrabismo y astigmatismo, por lo que los lentes agrandaban mis ojos, dándoles un aire anormal y lo bastante, como para no resultar atractiva.

Tres días a la semana, practicaba natación en el colegio.

Mi historia comienza, el tercer día de las clases en la piscina.

El vestuario… era una sala muy larga, con bancos a ambos lados y duchas en el fondo.

Siempre me sentaba en el banco de la izquierda, casi al principio.

Ese día empezó una compañera nueva que nunca había visto por el colegio.

  • Hola… ¿Está libre? – Me preguntó señalando el sitio, que se encontraba justo frente al mío.

  • Sí. – Le contesté.

  • Me llamo Diana, - me dijo.

  • Yo soy Alexandra, - le contesté.

Fui bastante escueta, siempre estaba a la defensiva, eran ya muchas las decepciones que había sufrido con mis compañeras, como para abrirme con facilidad.

Comenzamos a desnudarnos. Normalmente, todas, el día de natación llevamos debajo de nuestro uniforme el bañador; por lo que solamente, tuve que quitarme la blusa blanca y la falda plisada, que era azul de cuadros. Diana debajo de la blusa, no llevaba el traje de baño; ella llevaba un sujetador rosa de raso, precioso, con transparencia en el frente, bordado con flores y rematado con encaje. La prenda era ideal… cuando se quitó la falda, llevaba una braga a juego, muy pequeña, con sola unas tiras de tela en los lados uniendo su parte delantera con la de atrás. Lo primero que me atrajo de ella fue ese increíble conjunto, soy loca con la lencería sexi, pero después contemplé… como detrás de ese conjunto se encontraba una muchacha hermosa, hermosísima. Ella con toda naturalidad, continuaba quitándose la ropa y poniéndose el bañador. Yo intentaba disimular mi mirada, pero he de reconocer que realmente, había algo o mucho que me atraía.

Cuando salimos fuera, y comenzamos primero, a hacer nuestros ejercicios y luego ya las prácticas, siempre mis ojos la buscaban.

Hasta ese día… había visto a las otras muchachas, con una casi indiferencia. Digo casi… por que es verdad que mi cabeza las catalogaba, supongo que más buscándoles defectos, que otra cosa. El comportamiento de la mayoría era odioso hacia mí. Sólo tenía dos amigas, que eran también de las malditas… Lydia, por tener muchos kilos de más y Helen, por tener una boca, que le cabía el mundo, y a parte de eso no tener nada más, entiéndame… ni pecho, ni cadera, ni culo ni nada.

Cuando terminó la clase hice por ir a ducharme al mismo tiempo que Diana. Debajo de la ducha, la seguía mirando, la tenía a mi lado. El agua nos resbalaba por la piel, al llegar a nuestros senos se dividía en tres pequeñas cascadas, una entre nuestros pechos y dos a ambos lados, que se volvían a unir en nuestra pelvis. Nunca había contemplado así el acto de la ducha, pero al advertirlo sobre la piel de Diana, me di cuanta de lo hermoso del espectáculo.

Esperé que ella terminara, quería contemplarla el mayor tiempo posible, siempre a hurtadillas. Era bella, todo en ella era bello y perfecto.

Su andar, casi de puntillas, deprisa, con la toalla anudada encima de los senos, me hizo fijarme en el movimiento de su cintura de sus caderas y el balanceo de sus pechos. Era grácil y armonioso… y… sugerente.

De su bolsa azul, marinera, sacó un conjunto de ropa interior azul, muy parecido al rosa, pero este en vez de combinar rosa y blanco, este combinaba azul y negro. Era delicioso.

Sin quitarse la toalla, se puso la braga, levantando sus piernas con sensualidad… (Nunca pensé, que pudiera decir, que es sensual la manera de levantar las piernas, para ponerse una braga, pero lo era), se quitó la toalla y se puso el sujetador. Mi atención, que intentaba que pareciera dedicada a mi misma, no perdía ningún detalle de ella y almacenaba todas las imágenes de mi amiga. Finalmente y mientras se ponía la blusa y la falda, comenzó una conversación intrascendente sobre la clase. Yo me dediqué a seguir fijándome en todo lo que hacía y a confirmar sus impresiones con mis respuestas.

A la salida del colegio, no se por qué, me sentí mal. Un joven vino a buscarla y se fue con ella, después de darle un beso en la boca.

Los días siguientes, una cosa había cambiado. A mí, que salvo mis dos amigas, ninguna otra chica me saludaba, ahora también Diana, cada vez me veía, me saludaba, siempre muy cordial. Haciéndome sentir bien. Ella se había convertido en la muchacha más admirada del colegio. Era la chica ideal. Y por lo que decían… el chico que la recogía, su novio, era un bombón.

Yo no me fijaba mucho en los chicos, tampoco ellos se fijaban en mí. Los veía y al igual que a las chicas los catalogaba, en más y menos guapo, pero supongo que igual que hubiera podido hacer con un paisaje un animal o cualquier otra cosa. No se si era por que sencillamente los veía muy lejanos o simplemente por que las cosas eran así en mí.

Por las noches cuando me encontraba en mi cama, me tocaba, hacía ya mucho tiempo que había descubierto el placer que me producía mi dedo acariciándome el clítoris. Siempre había sido una cosa, únicamente física, pero desde que había conocido a Diana, la acompañaba con imágenes de ella. Me excitaba mucho más.

Las clases de natación, se convirtieron en los momentos más esperados. De allí nacían la mayoría de las visiones, que tanto me ayudaban, en mis noches de sexo solitario y placer.

Mi relación con Diana, día a día se hacía más fluida. Ella siempre estaba sola. Sí, siempre muy agradable con todas, pero sin mostrar una especial dedicación a ninguna de nosotras, sus compañeras. Pero cada vez compartíamos alguna conversación más que el día anterior. Tal vez yo fuera la compañera con la que más a gusto se encontraba.

Un día a la salida, su novio no estaba. A ella no se la veía contrariada. Cuando pasé a su lado, se dirigió hacia mí

  • Alexandra… ¿Vas hacia el parque?

  • Sí, vivo en las colinas, -le contesté.

  • ¿Vamos juntas? Hoy voy sola.

  • Claro.

Durante el trayecto fuimos hablando de las clases, de los profesores, de las compañeras, ella siempre muy comedida y hablando bien. Hasta que le pregunté por su novio.

  • Hoy no te han venido a buscar

  • No ayer provoqué una pequeña pelea con él, alguna vez el pobre me agobia, siempre tan encima, lo voy a tener así unos días… ¿Quieres que salgamos, por ahí, esta tarde?

  • No salgo casi nunca

  • Anímate. Nos ponemos rompedoras y salimos a la disco.

  • ¿Rompedoras…?

  • Sí, con una mini o bien ajustadas

  • Nunca he ido a la disco

  • ¿Nunca? ¿De verdad, no sales…? Pues te tendré que ayudar. Hoy vamos.

Seguimos caminando hasta mi casa.

  • Yo vivó un poco más allí, en la catorce. – Me dijo y añadió. – Pasaré por aquí a las siete y media. Nos vemos.

  • Dame tu teléfono… igual mi madre no me deja. – Le dije, no estaba segura de atreverme o apetecerme salir.

  • ¿Quieres que hable con ella? – Me preguntó y continuó… - Mi teléfono es 555 04 11, si no te deja me llamas, yo hablo con ella.

  • Está bien. Hasta luego Diana.

  • Nos vemos. Alexandra.

La mitad de la tarde la pasé, pensando en no salir; la otra mitad en salir. Me apetecía poder estar junto a ella, pero me daba miedo… la disco, bailar, chicos… Al final, decidí acompañarla. Le pondría alguna excusa, si me sentía mal, para poderme ir antes.

Quince minutos antes de la hora acordada llamó a la puerta. Le abrió mi madre, yo estaba en mi habitación arreglándome.

  • Hola alexa… aquí está tu amiga Diana, ha venido a buscarte. – Me dijo mi madre mientras abría mi puerta.

Cuando vi a Diana, me quedé sin respiración, estaba increíble. Llevaba un top negro, sujeto al cuello con un lazo, casi sin espalda y una mini blanca. Una mini muy mini. Iba con unas sandalias, negras con al menos diez centímetros de tacón y atadas al tobillo, con varias vueltas. El conjunto unido a su cuerpo espectacular y su cabello negro, suelto, le daban un aire majestuoso, digno de la más cotizada modelo. Me sentía apabullada por ella. Al final conseguí articular un

  • Hola Diana… estás increíble.

  • Tú también estás bella. – Me dijo. Yo me había vestido con un gin a la cadera muy estrecho y una blusita blanca corta. Tampoco tenía muchas más cosas "rompedoras" como diría ella.

  • De verdad, estás increíble. – Volví a decirle.

  • Ya veras que bien lo pasamos. – Me dijo, y acercándose me quitó los lentes, y añadió… - ¿Puedes ver?

  • No tan bien, pero veo

  • Pues mejor así, estás guapísima.

Nos despedimos de mi madre y en la puerta esperamos un taxi.

Al llegar a la discoteca, el guardián de la discoteca la saludó y nos dejó pasar sin más.

Todavía no había mucha gente, supongo que aún era pronto.

  • Ven vamos a pedir algo a la barra y nos sentamos, así cogemos sitio, dentro de un rato esto estará imposible. No nos van a cobrar, nunca me cobran, me conocen.

Nos dirigimos a la barra. En cuanto nos vio se acercó unos de los camareros.

  • Hola Diana, amor… ¿Y esta belleza?

  • Hola Charly, es mi amiga Alexandra.

Nos dio un beso a las dos en la mejilla.

  • ¿Qué queréis tomar?

  • Danos dos San Franciscos, con un poco de Vodka. Vamos a empezar suaves. – Le respondió Diana y dirigiéndose a mí… - ¿Te gusta?

  • No lo sé, nunca lo he probado. – Le respondí.

  • Te gustará.

Cuando tuvimos nuestras bebidas, nos dirigimos a un sofá.

Allí me estuvo explicando los pormenores del sitio y como comportarse. Hasta que en un momento se sobresaltó.

  • ¡Vaya! Alan, mi novio y sus amigos. ¿A ver que hace… cuando me vea?

Alan, en cuanto la vio o mejor dicho nos vio, se dirigió directamente hacia donde estábamos.

  • Hola… ¿están libres? – me pregunto a… ¡Mí!, refiriéndose al resto del sofá.

No sabía que contestar, miré a Diana con cara perpleja. Ella me asintió con su mirada.

  • Sí. – Contesté.

Alan se sentó a mi lado, a su lado otro chico y al lado de mi amiga los otros dos muchachos.

  • Hola soy Alan. ¿Tú?... – Diana no le dejo terminar, y dirigiéndose a mí

  • Vamos a bailar. – Me dijo en tono imperativo.

Seguí a mi amiga a la pista. A ella se le notaba molesta.

  • No son capaces de entender nada…No se da cuenta, que cuando te miro, para que los dejes sentarse, es que lo perdono… Vamos a la barra. Ahora que sepan ellos que no nos interesan. Pero… ¿qué se cree?

  • Diana, no entiendo… bueno creo que algo entiendo, pero es complicado.

  • Pero te has dado cuenta el niñato… estoy con una amiga y se sienta a su lado

En la barra y mientras el camarero nos ponía las bebidas, esta vez más fuertes, conforme se las había pedido Diana, seguía con su conversación. Yo intentaba comprenderla, según hablaba la entendía más o tal vez menos, no sé. Se le notaba muy ofendida. Después de unos minutos se tranquilizo

  • Alexandra, disculpa

  • No, no te preocupes, yo estoy aprendiendo y creo que deprisa.

  • Nunca los entenderemos. Créeme. Un día eres una amiga, otro una princesa, otro un amor… otro no sé lo que somos y otro día ya no eres nada. Pero bueno, hemos venido a divertirnos.

Cuando por un momento paramos nuestra conversación y nos dimos la vuelta mirando la pista, descubrí que había muchísimas miradas dirigidas a nosotras. Sin lugar a dudas Diana era la más bonita de todas las chicas y con la ropa que llevaba, la más deseada. Y yo por lo visto tampoco resultaba desagradable.

  • Somos la atracción de la fiesta. – Me dijo mi amiga.

  • No se… todo esto para mí, es… - Le contesté.

  • Acostúmbrate, bonita. Ahora a elegir. ¿Tú quieres…? – Continúo ella.

  • ¿El qué?

  • Dejar que alguno se acerque.

  • Y… ¿Cómo?

  • En la pista… el que no te guste… le vuelves la espalda, al que te guste, no lo mires… bueno un poco sí, para saber si te gusta, pero que no lo note. El también se hará el interesante, pero si se acerca es que le gustas.

Fuimos a la pista. Al momento muchos chicos se arremolinaron a nuestro alrededor. Mi problema es que ninguno me gustaba. Sí, los había más y menos guapos. Pero no me interesaban. A la que no dejé de mirar fue a Diana. Se movía fantásticamente bien y resultaba más sexual que nunca.

Al cabo de un rato también Alan y sus amigos vinieron a la pista. En ese momento Diana me dijo de sentarnos, yendo al sitio, del que se habían levantando, el mismo donde estábamos al principio.

  • ¿No te gusta ninguno? – Me preguntó.

  • No, no sé… - Le contesté.

  • Mejor así. Contra menos caso les haces, más locos los vuelves.

Los cuatro chicos esta vez se quedaron en la pista y al que se le notaba molesto, sobre todos, era a Alan. Se acercó a la muchacha que estaba más cerca de nuestro sitio y se puso a provocarla con sus movimientos. La chica estaba encantada, Alan era muy atractivo.

  • Alexa, cariño… ¿Me haces un favor?...

  • Claro. Si puedo

  • Me gustaría que salgas a bailar… ¿Quiero saber si Alan, deja a esa niña y se dedica a ti? Yo voy a la barra a tomar algo… Ponte cerquita.

Nos levantamos, Diana fue a la barra y yo comencé a bailar frente a ella.

No tardó un minuto, que tanto Alan como sus amigos se situaron muy cerca de mí. Diana en la barra comenzó a beber, pequeños vasitos con licor que le iba colocando el camarero y que bebían de un trago después de un brindis.

Los movimientos de Alan, cada vez se hacían más provocativos… los míos también, pero los míos, no eran para él, eran para Diana, que entre vaso y vaso se recreaba con lo que estaba pasando en la pista. Así pasaron como unos diez minutos hasta que mi amiga dejó su sitio, despidiéndose del camarero con un beso en los labios y vino donde yo estaba. Se puso a bailar a penas a un palmo de mí, con sus pechos casi tocaba los míos, sus movimientos eran muy sensuales y provocativos, con sus manos hacía como si recorriera mi cuerpo, de arriba a abajo de abajo a arriba, sin dejar de mover su cintura, sus hombros y su cabeza, que agitaba su larga cabellera de lado a lado. Los chicos habían hecho un corro a nuestro lado, pero nosotras no nos dábamos cuenta, Diana bailaba para mí y yo para ella. Ella era la que hacía y yo la que me dejaba hacer… ¿Lo hacía por provocar?... No lo sé pero me encontraba en la gloria. Y por nada del mundo quería abandonar mi éxtasis. Alan rompió el encanto, cuando intentó ponerse entre Diana y yo, dándole la espalda a ella. En ese momento Diana me agarró de la mano, haciéndome abandonar la pista.

  • Nos vamos. – Me dijo.

  • Sí, Diana, ya debe de ser tarde. – Le contesté.

En sus palabras y su manera de comportarse, se advertía cierta torpeza. Yo entendí que era fruto del alcohol.

A la salida cogimos un taxi y nos dirigimos a mi casa.

  • ¿Te has divertido? – Me preguntó.

  • Mucho ha sido maravilloso. – Le contesté.

  • Sabes… voy un poco… la bebida

  • ¿Estás muy mal?

  • No, estoy muy bien. Muy a gusto. Pero… mi madre

  • Quédate en mi casa. – Le dije y añadí… - Ahora la llamamos, si quieres mi mamá habla con ella

  • ¿Sí?

  • Claro, has visto antes… tengo dos camas en mi cuarto. Puedes dormir allí.

  • Bueno. ¡Uf! Me empiezo a marear un poco.

Conforme llegamos a mi casa se fue directamente al baño. Unos minutos más tarde salía con la cara lavada y el pelo mojado y una sonrisa en la boca.

  • Ya estoy mejor… gracias. – Nos dijo, yo estaba con mi madre.

  • Estábamos preocupadas, algo te debió sentar mal. – Le dijo ella con mucha diplomacia.

  • Si, pero ya pasó, es muy amable. Voy a llamar a mi madre, si me permite

  • Claro hija, estás en tu casa.

Le explicó a su madre, que se iba a quedar a dormir en mi casa. Mi madre tuvo que ponerse, también, para que la suya la creyera.

  • Ya está, me deja… Me ha dicho que le gustaría que mañana venga Alexandra a mi casa, quiere conocerla.

  • ¿Puedo? – Le pregunté a mi madre.

  • Sí, claro. Ahora a dormir las tres, que es tarde.

En la habitación, nos sentamos cada una en una cama y estuvimos hablando

  • Tienes una madre fantástica. – Me dijo.

  • Sí, es un encanto. Ahora vivimos solas, hace un año se casó mi hermana. – Le contesté.

  • Y… ¿Cómo lo has pasado?

  • Muy bien, de maravilla. He disfrutado muchísimo.

  • Tenías un montón de chicos tontos por ti

  • No sé

Me levanté y de el armario saque un pijama y un camisón cortito.

  • Toma, coge el que quieras

Diana eligió el camisón, que era azul brillante y solo con una puntillita en la parte de abajo. Comenzamos a desnudarnos. Ella debajo del top, no llevaba nada. Aún así sus pechos permanecían perfectamente erguidos. Debajo de la minifalda llevaba un tanga minúsculo, blanco, muy sexi, que se notaba un poco mojado.

  • Necesitaré una braga. – Me dijo.

  • Claro. – Le respondí, y añadí. - Sé lo incomodo que es dormir con algunos tangas.

Abrí el cajón de debajo de mi cómoda, allí tengo ropa sin estrenar y le dije que cogiera las que más le gustasen.

  • No cariño, la que tú quieras… - Me dijo.

Elegí una negra que es totalmente transparente por el frente y por detrás es muy suave y se la di. Ella se quitó su tanga y se la puso. Diana tiene el coño depilado, solo con una rayita de pelo en medio. Le quedaba muy linda.

Ya dispuestas para dormir nos metimos cada una en nuestra cama y apagamos la luz.

  • Hasta mañana, cielo. – Me dijo.

  • Hasta mañana Diana, guapa, -le contesté.

Cerré los ojos y a mi cabeza empezaron a llegar las imágenes de Diana bailando para mí. Las imágenes y las sensaciones. Me encontraba muy a gusto. Además ahora estaba allí conmigo en mi misma habitación. La tenía apenas a un metro, me sentía muy feliz. Deseaba disfrutar de ese momento. Metí mi mano derecha dentro de mi braga y comencé a acariciarme muy lentamente. Quería disfrutar de un largo momento de placer y que ella no lo notará, me daría vergüenza. Pero… apenas unos segundos más tardé percibí como Diana también se estaba tocando. Cuando lo noté, comencé a preguntarme en que pensaría ella. Dos o tres minutos más tarde, mientras yo aún seguía con mis caricias, en mi excitado clítoris, sentí como ella se estremecía y comenzaba a suspirar. Me excitó notarla así y yo también acabé mi sesión de una manera maravillosa, había sido la mejor vez de mi vida. No dijimos ninguna nada.

La mañana siguiente, cuando me desperté, ella aún estaba dormida, me quedé mirándola, era un ángel. Estaría siempre así, contemplándola. Era increíble tenerla allí conmigo.

Cuando se despertó me miró con una sonrisa y acercándose su mano a la boca me lanzó un beso. Yo junté mis labios y se lo devolví en la distancia.

  • Hola guapa… ¿Cómo estás? – Me dijo.

  • Buenos días Diana, muy bien. – Le respondí.

  • Anoche lo pasamos bien… - Me dijo, yo no sabía si refería a la discoteca, o a nuestro rato de sexo individual.

  • Yo, de maravilla. – Le contesté.

  • Me excitó, cuando noté que te estabas tocando. A mi me encanta hacerlo, nunca se lo había dicho a nadie.

  • A mi también. Cierro los ojos, pienso en cosas agradables y

  • ¿Te gustó algún chico…? – Me preguntó.

  • No… bueno había alguno lindo. Pero no sé… - No sabía como explicarle, que en verdad no me atraían y tampoco me atrevía a decir más.

Algo en ella tampoco le permitió seguir con esa conversación por donde iba.

  • Hoy pasaremos el día en la piscina de mi casa. Prepara la ropa y si quieres puedes dormir allí. – Me dijo.

  • Fantástico. - le dije. – Pensar en seguir estando juntas, y de nuevo dormir con ella, era mi sueño.

Mi madre no puso objeción y creo que estaba muy feliz con mi nueva amiga.

La casa de Diana, era una villa muy grande con mucho jardín y una gran piscina.

  • Es preciosa. – Le dije cuando traspasamos la verja, refiriéndome a lo que veía.

  • Sí, espero que lo pasemos bien, - me dijo y continuo… - No viene mucha gente. Solo vivimos mi mamá, mi hermano Juan, que es un año más pequeño que yo, una señora que se ocupa de la casa y Marcel el jardinero y guarda.

  • ¿Y tu papá?

  • Mi padre, tiene su familia. Viene alguna vez, es una persona importante. Él nos mantiene y paga todo.

Cuando entramos en la casa, que también era magnífica, su madre vino muy contenta a nuestro encuentro. Era una mujer muy joven, no aparentaba más de treinta años y muy bella. Nos saludó muy cariñosamente. Subimos a la habitación de Diana. Su cuarto era ideal. Ideal en todo, excepto en que solo tenía una cama. Yo pensé con pena que me iba a tocar dormir en otra habitación.

  • Venga, vamos a cambiarnos. - me dijo.

Cada vez que la veía, solo con la braga o desnuda me estremecía, cada vez me daba más cuenta que estaba loca por ella.

Yo me puse un bikini amarillo con flores. Ella sacó de su armario un bikini chiquito azul, estampado, uno de estos que se sujetan con lacitos tanto la braga como el sujetador y que la tela tan apenas si tapa lo justo.

  • Estás lindísima. – Le dije, cuando se lo vi puesto.

  • Tú, también estás muy guapa, eres preciosa. - me dijo.

A todo esto, desde que la tarde de antes me había quitado los lentes aún no me los había vuelto a poner. Mis ojos cada vez se adaptaban más a no llevarlos.

Abajo, en el jardín, al lado de la piscina nos esperaba una mesa, debajo de un velador, con jugos, pasteles, dulces. Eso si era vida.

Toda la mañana estuvimos entrando y saliendo de la piscina, siempre juntas. Jugábamos en el agua, las dos nadamos muy bien, enredábamos e incluso alguna vez nos rozábamos, eso me encantaba. Una de esas veces, jugando a perseguirnos, yo la tenía que coger. Después de un gran esfuerzo conseguí agarrarla, una de mis manos se encontró con uno de sus pechos mientras la otra sujetaba su cintura. A pesar de ya haber conseguido atraparla, seguí así por un momento, ella no hacía nada por apartarme. La mano de la cintura la deslicé, como si fuera natural hacia su culo, ella tampoco se movió por un momento, hasta que se volvió frente a mí y me dio un beso en la mejilla. Metió la cabeza dentro del agua y se puso a nadar hasta la escalera.

A partir de ese momento y estuviéramos solas o no, había muchas miradas entre ambas, pero ninguna decíamos nada, sobre el tema.

Comimos, vimos la televisión, me enseño mucha ropa de la que tenía que incluso me dejo modelar, oímos música y hablamos de muchos temas. Pasamos un día maravilloso y además estábamos juntas.

Según terminamos de cenar, se despidió de su madre y su hermano y les dijo que nos subíamos a la habitación. Yo también me despedí y la seguí.

  • Te importa que durmamos en la misma cama. – Me dijo, ya en su cuarto, y añadió… - Hay otras habitaciones… pero yo prefiero

  • Yo también. – Le contesté.

  • Espera, vuelvo ahora. – Me dijo, y salió de la habitación.

Al rato volvió con un montón de ropa es sus manos, que extendió en la cama con cuidado.

Era toda lencería muy sexi, había de todo… ligueros, medias, camisones, bragas, corpiños, bodys, sujetadores.

  • Mi madre, tiene muchísima, regalos de mi padre, cada vez que viene le trae algo. Creo que cada cosa solo se la ha puesto una vez, el día que se la regala. – Me dijo.

  • Es fantástica.

  • Ponte lo que quieras. Vamos a ponernos "Sexis".

Escogí un body blanco, que tenía mucho escote, y unos tirantes muy pequeños. En la parte de abajo y en el escote, llevaba un encaje precioso. Por debajo se unía con unos corchetes.

Cuando ya estaba desnuda para ponérmelo, me interrumpió Diana.

  • Espera, un momento. ¿Quieres que te lo arregle?... Me gustaría... - Me dijo señalándome el coño.

  • Encantada. – Le contesté.

Primero con una máquina eléctrica me dejo todos los pelos muy cortos. Luego con una cuchilla fue dándole forma, hasta dejarme dibujado como un corazón, muy pequeño.

Sentirla así, tocándomelo, me estaba haciendo excitarme, notaba como mi vagina se iba dilatando, aunque intentaba parecer lo más normal posible.

  • ¿Te gusta así? – Me preguntó.

  • Es precioso… ¿Te gusta a ti? – Le contesté.

  • Sí, está divino. - me dijo y le dio un besito.

Como si no hubiera pasado nada, se levantó y fue a guardar los útiles al baño. Yo estaba que no podía más, pero me contenía.

Seguimos poniéndonos la lencería. Diana había escogido toda ropa negra de "mujer fatal", con su corpiño, su liguero, sus medias y una braga minúscula. Yo combiné el body con unas medias blancas rematadas de encaje.

Cuando contemplé a Diana, vestida así, no lo podía creer, era un sueño.

Recogió el resto de la ropa de la cama y la abrió, invitándome a meterme. Así lo hice, ella se metió a continuación tras apagar la luz.

Por un momento estuvimos calladas y casi sin movernos. Aunque estábamos muy cerca nuestros cuerpos no se tocaban. Ella fue la primera, esta vez, en comenzar a tocarse. Yo metí mi mano por un lado del body y también comencé a tocarme.

  • Alexandra… ¿En que piensas? – Me dijo entre susurros.

  • En ti. – Le contesté.

Se volvió hacia mí y sin dejar de tocarse, comenzó a acariciarme los pechos con la otra mano. Yo la dejé hacer y también sin dejar de tocarme, acerqué mis labios a los suyos. Cuando estuvieron juntos, nuestros labios se cerraron y abrieron, dándonos un beso. Saqué la lengua y ella la suya, y comenzaron a jugar la una con la otra, a buscarse, a encontrarse y a darse placer.

Mi mano libre comenzó a acariciar su vientre encima de la braga, y el liguero, cuando ella la sintió, sacó la suya de su braga, dejándome el camino libre. Mi mano buscó su clítoris y comenzó a acariciarlo. Ella de la misma manera, tan pronto sacó su mano, me la introdujo dentro del body, yo quité la mía también dejándole el camino expedito. Primero me introdujo un dedo dentro de la vagina, que ya estaba muy mojada, para humedecérselo y luego comenzó a tocarme con unos suaves movimientos circulares que me estaban volviendo loca. Ahora yo también a veces, le introducía el dedo dentro, me lo mojaba y lo sacaba buscando otra vez su placer. Así permanecimos durante un tiempo… no sé si un segundo, un minuto, muchos. Solo sé que era maravilloso. Así, y comiéndonos a besos, con nuestras lenguas y nuestros labios. Cuando ya el placer era insoportable, comencé a estremecerme, temblaba toda, y de mi boca empezaron a salir pequeños gemidos, estaba teniendo un orgasmo increíble. Casi al mismo tiempo, Diana también tuvo su orgasmo y comenzó a gemir, y comenzó a decir

  • Te amo.