Descubriendo www.todorelatos.com
Esta es la historia de cómo descubrí la página www.todorelatos.com y como cambió mi vida sexual.
Esta es la historia de cómo descubrí la página www.todorelatos.com y como cambió mi vida sexual.
Todo empezó por una casualidad. Una tarde, encendí el ordenador de casa y al abrir el navegador en vez de Google apareció un mensaje de error.
Entonces recordé que la noche anterior se había ido la luz mientras mi marido estaba con el ordenador. Sin saber muy bien que hacía, dije que si a todo y me encontré con la última página abierta. Y la página no era otra que www.todorelatos.com
Una página discreta pero que indudablemente iba de sexo. Me quedé en shock. Todas sabemos que a los hombres les gusta la pornografía. A mí no me gusta. Mi marido Juan intentó al principio de nuestro matrimonio ver alguna película juntos.
Dos veces aguanté. La primera, nos calentamos un poco y acabamos haciéndolo en el sofá pero a mí me molestaba aquellos “aggg, aggg” de fondo. La segunda, ni eso.
Nunca lo volvió a intentar. Tampoco lo había visto mirando una película después de aquello. Ni la mítica del Canal+ del viernes o sábado noche.
Han pasado 20 años de casados y ya no somos unos jovencitos, rondando los 45 los dos. Nos seguimos queriendo y nos amamos, aunque no con la misma frecuencia ni pasión de antes.
Y, ahora, tras 25 años entre matrimonio y noviazgo, descubro que a mi marido le van los relatos pornográficos.
Pasada la sorpresa inicial, la curiosidad me pudo y empecé a leer el relato, os reproduzco aquí el texto.
En esa época trabajaba en turno de noche. Una de las nuevas compañeras era una deslenguada que no sabía hablar más que de sexo. Chistes más o menos verdes, historias reales o inventadas de polvos imposibles. Esa noche tenía un único tema, le había prometido a su marido que cuando volviera de trabajar lo despertaría con una mamada.
Y se pasó la noche dándonos detalles de cómo lo haría, como la chuparía, por aquí y por allí; desde abajo, arriba, etc.
Yo no prestaba mucha atención, pero cuando iba para casa, me sorprendí a mí misma pensando ¿y si cuando llego yo le hago eso a mí chico?
¡Joder! Esa zorra había conseguido meterme la idea en la cabeza.
Un escalofrío recorrió mi columna, me removí inquieta en el asiento del coche. Notaba como la calentura empezaba en mi zona intima. ¡Increíble! Me estaba poniendo mala, o peor malísima.
Cuando me quise dar cuenta ya estaba en casa. Normalmente, me daba una ducha en cuanto llegaba, pero no me apetecía ¡Mentira! Podía mentir a quien me preguntara. Pero no a mí misma. Quería ir a la habitación, quería verlo dormir y quería…
No me atrevía a pensarlo claramente, lo hubiera negado ante cualquier tribunal. Pero allí estaba. En la puerta de la habitación, aún con el bolso en la mano.
Abrí la puerta con cuidado para no despertarlo y la luz del pasillo iluminó la cama.
En ese momento me di por vencida. Mi chico dormía en pelotas como siempre, pero es que además estaba destapado y la luz iluminaba un pene que no era suyo. Porque el suyo nunca había tenido ese tamaño. Era mucho más largo, mucho más grueso y mucho más apetecible.
Ahora diréis, era la calentura,… era el ángulo de la luz que entraba,…
¡A la mierda!
Entre a la habitación, me apoyé en la cama, me incliné bajando mi cabeza, abrí la boca todo lo que pude y fui bajando para tragarme entera todo aquel …
¡Ring, ring!
El teléfono sonaba,
- ¿Si, dime? – pregunte maldiciendo a quien me interrumpía.
- ¿Mama nos puedes venir a buscar? A la madre de Luis se le ha estropeado el coche y no puede venir. – mi hija, desde el colegio.
Miré el reloj. Tenía que salir corriendo. Estuve a punto de cerrar el ordenador a la brava, pero primero copié todo el texto en un archivo y, ahora sí, cerré el ordenador.
El resto del día no pude quitarme aquello de la cabeza. Por mi imaginación, pasaron todas las continuaciones posibles a la historia. Y a cada una de ellas, mi calentura subía de nivel.
Entre una cosa y otra fue imposible acercarme de nuevo al ordenador. Recoger a la niña, ir al supermercado, hacer la cena, preparar la comida del día siguiente,… la tarde y noche me tuvieron ocupada.
Cuando llegó Juan, reventado de un viaje y de las dos horas de retraso en el aeropuerto, las ilusiones de un revolcón para apagarme el calentón, se desvanecieron.
Entre una cosa y otra pasaron tres días y aún no había podido saber cómo continuaba el relato. Encima Juan llegando a casa tarde y sin ganas de fiesta.
Por fin, un día hasta que conseguí llegar pronto a casa. En el trabajo dije que tenía que hacer unos recados… si supieran la verdad…
En cuanto llegué a casa, fui directa al ordenador. Mientras se encendía, me di cuenta que, como la protagonista, aún llevaba el bolso colgando.
Localice el fichero dónde había guardado el texto y empecé a leerlo.
En esa época trabajaba en turno de noche.
Eso ya lo había leído, salte a la parte donde la cosa se ponía interesante.
En ese momento me di por vencida. Mi chico dormía en pelotas como siempre, pero es que además estaba destapado y la luz iluminaba un pene que no era suyo. Porque el suyo nunca había tenido ese tamaño. Era mucho más largo, mucho más grueso y mucho más apetecible.
Ahora diréis, era la calentura,… era el ángulo de la luz que entraba,…
¡A la mierda!
Entre a la habitación, me apoyé en la cama, me incliné bajando mi cabeza, abrí la boca todo lo que pude y fui bajando para tragarme entera todo aquel…
¡¡Aquí me había quedado!!
Entre a la habitación, me apoyé en la cama, me incliné bajando mi cabeza, abrí la boca todo lo que pude y fui bajando para tragarme entera todo aquella maravilla. A pesar que, desde la puerta me había parecido diferente y más grande, se adaptaba a mi boca como siempre, cómo un zapato a su horma.
Había ido bajando lentamente, introduciendo lentamente en mi boca. Hasta llegar al tope de mi garganta. De ahí no se podía pasar, ¿o sí? Apreté un poco y sentí nauseas. Me tuve que retirar.
Pero no me quedé quieta, subí y baje varias veces, lubricando bien con mi saliva. Cada vez entraba más suave, a pesar que notaba se había endurecido. Juan se removió, ¿se habría despertado? La verdad, es que no me importaba.
Así que seguí, sin levantar la cabeza para comprobar si dormía. Subí hasta retirar de mi boca. Con la lengua, vibré encima de su frenillo como sabía que le gustaba. Noté el escalofrío que sentía, arqueó la espalda.
Empecé a bajar lamiendo por un costado y otra. Llegué a sus testículos y los lamí, primero uno y después el otro y vuelta a empezar. Mi mano no se estaba quieta y masturbaba lentamente su erecto pene.
A esas alturas seguramente estaba despierto pero no decía nada. No era momento para hablar. No lo necesitaba ninguno de los dos; ni él ni yo.
Después de repasar sus testículos, volví a lamer el tronco, remonté hasta su glande dónde volví a vibrar la lengua. Parecía a punto de estallar. Abrí la boca todo lo que pude, y empecé a bajar. Sus dos manos se apoyaron en mi cabeza, dirigiéndome hacia abajo. Llegué a mi tope pero las manos apretaron, pude resistirme, pero no lo hice.
La quería entera, así que bajé, note el roce en mi garganta pero baje más. Y por primera vez, mis labios llegaron a su pubis. Nunca antes había hecho tan profunda. Ni a él ni a nadie.
La opresión de sus manos disminuyó y retrocedí pero, a la mitad de recorrido, volvieron a apretar y volví a bajar, hasta el final. Subí y bajé; sus manos marcaban el ritmo; cada vez más rápido. Las babas bajaban de mi boca a chorro manchando su pubis.
Sus caderas empezaron a subir a bajar, ¿yo le hacía una mamada o él me follaba la boca? ¿Importaba? En aquel momento, no.
No sé cuántas veces subí y baje, no demasiadas; hasta que hubo un cambio.
Sus caderas subieron más que antes, sus manos bajaron más que nunca y su pene entro más allá de mi boca.
Y se corrió.
Se corrió dentro de mí.
Y mientras se corría llenando mi estómago, consiguió lo que mis dedos, que llevaban un rato masajeando mi clítoris, no habían conseguido.
Consiguió que me corriera. Fue un orgasmo intenso y liberador. Liberó toda la tensión sexual acumulada desde las primeras bromas de mi compañera.
En algún momento, sus manos me liberaron y pude retirar mi boca y empezar a respirar con normalidad.
Cuando me había calmado lo suficiente, lo miré. Dormía.
¿Se había llegado a despertar?
¿Importa?
Así acaba el relato. Y así me corrí yo por primera vez con www.todorelatos.com
Porque, desde el inicio de la lectura, me había bajado los pantalones, había apartado la braguita y me había estado masturbando salvajemente. Con el dedo índice de la mano derecha masajeando el clítoris, y con 2 o 3 dedos de la izquierda atacando salvajemente mi vagina.
Mi respiración se fue relajando y cuándo me calmé lo suficiente, solo quería una cosa: más relatos como ese.
No había apuntado la dirección, pero la web www.todorelatos.com era fácil de recordar. Empecé a buscar por todo la página. Pero no encontré ese relato concreto, ni ese día ni cualquier otro, en la web.
Desde entonces he leído muchos relatos en la web. A veces la lectura ha ido acompañada de orgasmos solitarios. Otros han inspirado noches de pasión. Y algunos, algunos me han llevado a placeres que no imagine existieran.
Pero, nunca, nunca he vuelto a encontrar aquel relato. Es una pena, porque todavía me “inspira”. Por eso me gustaría agradecérselo al autor y también descubrir otros relatos suyos.
Así que si tú, lector, encuentras el relato, te agradecería me lo hicieras llegar.