Descubriendo sensaciones ( tercera parte)
Andrea y Lorena siguen descubriendo sensaciones
Lorena en casa de Alberto :
Llegaron a la casa de la playa y estaba anocheciendo. Habían ido al salir de trabajar hasta la casa de ella para que recogiera alguna ropa. Ella preparó la mochila rápido. Metió algunas camisetas, pantalones cortos y ropa interior. Recordó que la casa de su compañero estaba pegada a la playa y metió dos bikinis dentro. Enseguida bajó y se despidió de sus padres diciéndoles que pasaría el fin de semana en casa de una amiga.
Cuando llegaron, Lorena se quedó alucinada con aquella casa. Era preciosa y muy grande. Al pasar por el jardín vio que tenía piscina.
- Es preciosa tu casa Alberto
- En realidad es de mis suegros pero ellos siempre están viajando y sólo vienen un mes al año – Alberto estaba contento que Lorena estuviera allí con él – Ven, te enseñaré tu habitación.
De camino a su habitación le fue enseñando la casa. Subieron unas escaleras y la primera puerta era un baño muy amplio.
- Este será tu baño, vale? – al abrir la puerta Lorena vio un baño enorme con un ventanal que daba al mar – Tranquila que nadie puede verte, eh!!
- Es precioso – Se fijó que tenía razón y la casa estaba perfectamente situada para que nadie pudiese curiosear desde fuera – La bañera es enorme.
Salieron del baño y Alberto le señaló la siguiente puerta.
- Esta será tu habitación, espero te guste – Alberto abrió la puerta y le enseñó la habitación que sería la suya esos días. La cama era enorme y otro amplio ventanal permitía ver desde la cama el mar. – Cómo en el baño aquí tampoco te puede ver nadie.
- Gracias por traerme - la joven estaba sorprendida y muy agradecida con su compañero.
- La siguiente habitación es la mía. Si algo necesitaras no dudes en decírmelo, vale?
- Vale
- Ahora si quieres date una ducha y yo prepararé algo de cenar mientras.
Cuando bajó después de haberse duchado se encontró con Alberto preparando algo de picotear. A Lorena le dio reparo estar por primera vez delante de ese hombre en pijama. Él al verla llegar a la cocina la miró con ternura y ella se ruborizó.
Cenaron en el salón y conversaron de temas sin importancia. Se rieron juntos y ella sentía que aquel hombre le inspiraba mucha confianza y se sentía cómoda con él. En un gesto instintivo hubo un momento que Lorena se frotó los pies.
Te duelen?
Si, no estoy acostumbrada a estar tantas horas de pie. Es mi primer trabajo desde que terminé de estudiar.
Sabes que si lo necesitas te doy un masaje en ellos, verdad?
Si, lo sé – Lorena se quedó callada un momento – lo que pasa que me da vergüenza. Nunca me dio nadie un masaje.
Eres muy joven y es normal. Tu tranquila.
Ella tenía los pies subidos al sofá con las piernas encogidas. Alberto vio como ella fue acercando sus pies hacia él.
- Desde aquí hay unas vistas preciosas del mar – Lorena había girado su cara hacia el ventanal del salón.
- Si. La casa está muy bien ubicada – Alberto sintió como ella estiraba sus piernas y apoyaba sus pies sobre las suyas.- Te gusta el mar?
- Me gusta mucho – Lorena tembló al sentir que ese hombre había apoyado sus manos en sus pies y los comenzaba a masajear con delicadeza.
Su compañero le contaba cosas sobre la casa y de ese lugar tan bonito. Ella apenas podía concentrarse en lo que le decía porque solo era capaz de pensar en lo mucho que le gustaba sentir las manos de ese hombre en sus pies. Le costaba hablar y cuando lo hacía su voz era agitada.
-Tranquila Lorena, no es necesario que hables. Relájate…
Ella le hizo caso y se dejó caer apoyando su cabeza en el reposabrazos del sofá y cerró los ojos para disfrutar de ese primer masaje de su vida.
Sintió cómo ese hombre le masajeaba con mucho cariño y delicadeza cada uno de los dedos de sus pies. Sintió cómo pasaba los nudillos de su mano por la planta del pie haciendo presión y se dio cuenta que esa presión le daba placer. Lorena se ruborizó al escapársele un pequeño gemido y Alberto sin querer forzar mucho la situación y temiendo que su joven compañera se asustara dio por concluido el masaje.
- Así dormirás mucho mejor. Te ha gustado el masaje?
- Me ha gustado mucho.
- Me alegra saberlo. Siempre me gustó mucho dar masajes y mi mujer dice que tengo un don para darlos.
- Tu mujer tiene razón.
- Bueno pequeña ahora deberíamos acostarnos así mañana aprovechamos el día.
- Vale – Lorena se levantó del sofá y ante la sorpresa de Alberto se acercó a él y le dio un beso en la mejilla – Hasta mañana.
- Hasta mañana Lore.
Al llegar al cuarto ella se metió en cama y metió su mano con timidez bajo el pijama. Se sorprendió al comprobar que estaba totalmente mojada por el masaje que ese hombre le había dado.
Andrea, la mañana siguiente :
Se despertó al recibir un mensaje en el teléfono. Vio que era de José y se avergonzó al recordar lo que había pasado la noche anterior. Se sentía muy confusa al recordar como aquel hombre le había hecho alcanzar el mayor orgasmo de su vida. Pensó que estaba loca. Ella amaba a su marido y José era el padre de su marido.
Leyó el mensaje y el mundo se le cayó encima.
“ Andrea he vuelto a mi casa. Tienes que perdonarme pero soy un cobarde y no sé ni como podría mirarte a la cara esta mañana cuando te viera. Perdóname por todo por favor. He hablado con el señor Carlos y le he pedido que esté pendiente de ti. “
Andrea se echó a llorar. No quería volver a estar sola. Necesitaba sentir a su suegro en casa.
“José no me hagas esto. Vuelve por favor. Te prometo que si vuelves no volverá a pasar lo de anoche. “ Andrea le mandó ese mensaje y enseguida recibió uno de José.
“Somos dos personas solas y que sin quererlo nos atraemos. Andrea los dos sabemos que si vuelvo volverá a pasar. “
Ese mensaje la dejó descolocada. Tenía razón su suegro y si volvía desearía que él la masturbara de nuevo? Recordó lo mucho que le había gustado acariciar el pene de José y como al ir para su habitación se preguntaba como sería verlo. Todos esos pensamientos la hicieron excitar y se bajó las bragas y se masturbó pensando que José volvía.
“ Tu mensaje me ha hecho pensar y creo que tienes razón. Amo a tu hijo y sólo soy una persona sola cuando Sergio está de viaje”
“Que quieres decir con eso? “
“Vuelve por favor “ Andrea al mandar ese mensaje sintió las mejillas acaloradas porque de manera Indirecta le estaba reconociendo que deseaba que volviera a pasar
“ Estás segura? Lo dices conscientemente sabiendo que volverá a pasar e incluso que puede que terminemos follando? “
“Estoy segura que deseo que vuelvas José “
“Hagamos una cosa.. Démonos dos días para pensar sobre esto. El lunes mándame un mensaje y decidas lo que decidas lo respetaré “
“Vale. Estoy de acuerdo “
Andrea se duchó y en ningún momento era capaz de dejar de pensar en lo hablado con José. Recordó lo que le había dicho su suegro de que le había pedido al señor Carlos que estuviera pendiente de ella. Era escuchar el nombre de su vecino y de inmediato recordaba lo sucedido aquella tarde – noche en la piscina. Sintió reparo al darse cuenta que había vivido en esos días las situaciones sexuales más intensas de su vida con esos hombres.
Estaba ordenando la ropa del armario cuando alguien llamó a la puerta. Al abrir se quedó sorprendida al ver que era el señor Carlos.
- Hola Andrea, disculpa que venga a tu casa – ese señor le hablaba nervioso. La miraba con timidez.
- Hola señor Carlos – la voz de Andrea también dejaba claro su nerviosismo y vergüenza. Era la primera vez que se hablaban desde lo ocurrido.
- Me ha pedido tu suegro que esté pendiente de ti. Me ha dicho que tenía que irse para su casa.
- Yo no quiero ser molestia para usted – Andrea estaba casi a punto de llorar y su vecino lo notó.
- Tranquila cariño – con miedo de hacerla sentir mal se atrevió a acariciar su cara con mucha ternura – nunca serás una molestia para mí.
- Es usted tan bueno conmigo… He sido una tonta por evitar encontrarme con usted estos días pero sentía mucha vergüenza.
- A mi también me avergüenza reconocer que me gustó mucho ese abrazo.
- De verdad te gustó?
- Muchísimo. Y a ti?
- También - Andrea se sonrojó al sentir como la miraba. Nadie la había mirado como ese hombre. Eran miradas de admiración, disimuladas y siempre que él se sentía descubierto disimulaba apartando la vista. Una idea descabellada pasó por su mente pero deseaba hacer algo. – Señor Carlos me espera abajo en la piscina?
- Claro cariño. Te esperaré allí.
Andrea se fue a su habitación y sacó del cajón su bikini rojo. Nerviosa se lo puso y se miró al espejo. Se anudó el pareo a la cintura y bajó al jardín. Vio a su vecino sentado en una de las tumbonas esperándola.
- Gracias por esperarme. Echaba mucho de menos estar aquí en la piscina. Voy a darme un chapuzón enseguida vuelvo.
- Vete a bañarte Andrea, aquí estaré.
Se quitó el pareo y se fue caminando a la piscina. Caminaba más despacio de lo normal. Ella siempre lo hacía deprisa para evitar que ese hombre la mirara demasiado, pero esa mañana y a pesar de la vergüenza que le daba ser mirada por él, deseaba dejar que su vecino la observara. Se metió en el agua y al salir él la estaba mirando. Como cada vez que pasaba eso, él al sentirse descubierto disimuló haciendo que se ponía a leer.
Andrea estaba feliz de estar de nuevo conversando con ese señor. A él también se lo notaba feliz y eso a ella le gustaba. Se quedaron un momento en silencio y recordó la idea que había tenido cuando conversaban hacia un rato en la puerta de casa. Se preguntaba si sería capaz de hacerlo. Nerviosa se levantó de la tumbona y desanudó el pareo e inmediatamente después se dirigió hacia la piscina de nuevo. Caminaba lentamente sintiendo la mirada de su vecino sobre ella. Ya en el agua miró al señor Carlos y se dirigió a él.
- Señor Carlos! Cuando salga del agua quiere subir a mi casa conmigo? – le costaba mucho estar diciéndole eso a ese hombre.
- Me gustaría mucho Andrea – ahora era él el que estaba nervioso.
Al cabo de un rato Andrea salió del agua, él la miraba y cogió su libro como siempre para intentar no mirarla. A ella eso le gustaba mucho, le parecía muy tierno y bonito sentir como su vecino se moría de ganas por verla y a su vez le daba reparo mirarla. Cuando llegó a las tumbonas él seguía ojeando su libro y ella se empezó a secar.
- Vamos a mi casa.
- Vamos, gracias por tu invitación.
El camino hacia la casa lo hicieron en silencio, los dos estaban nerviosos. Ella lo invitó a pasar.
- Acompáñeme por favor – él simplemente la siguió sin decir nada. Lo llevó a la habitación y le señaló la cama. - Siéntese un momento.
Él se sentó en la cama. Su corazón latía aceleradamente ante la incertidumbre de lo que iba a pasar. Observó cómo su vecina se desanudaba el pareo y se dirigió de nuevo a él.
- Por qué siempre me mira?
- Te ruego me disculpes Andrea – él se sentía avergonzado y comprendió que esa joven iba a recriminarle su comportamiento – No pretendía….
- Nadie me había mirado con tanta educación y ternura – Andrea intentó tranquilizar a su vecino al ver que se estaba sintiendo abochornado – Siempre coge su libro cuando salgo del agua. Le da vergüenza mirarme?
- Andrea yo no puedo evitar mirarte pero por nada del mundo quisiera que pienses que soy un degenerado, ni quisiera hacerte sentir incómoda.
- Me da vergüenza decir esto señor Carlos – Andrea se giró y se alejó de él yendo hacia una silla que había en una esquina. – Míreme!
Se movió por la habitación y sentía la mirada nerviosa de ese señor sobre su cuerpo. Su cuerpo se sentía admirado, deseado y sintió que se sentía excitada. Andrea recogió la habitación delante de su vecino y éste admiraba su cuerpo apenas cubierto por su biquini. Nervioso vio como ella se acercaba a la cama donde él estaba sentado y se quedaba de pie frente a él.
- Me gustaría que no pensara mal de mi por lo que voy a hacer, pero me gusta mucho la manera con la que me mira señor Carlos.
- Nunca pensaría mal de ti Andrea. Discúlpame tu a mi por no poder evitar mirarte.
- Tanto le gusta mirarme?
- Muchísimo Andrea – su vecino se ruborizó al reconocer eso.
Las manos de la joven temblaban cuando las llevó a su espalda. Desabrochó la lazada de la parte de arriba del biquini y muy lentamente deslizó las tiras de éste por sus hombros. Era incapaz de mirar a ese hombre y giró la cabeza hacia la ventana en el momento que apartó esa prenda que era la única barrera para que ese señor le pudiera ver sus pechos desnudos. Se estremeció al sentir la mirada de su vecino sobre sus pezones que producto del momento que estaba viviendo los sentía muy duros.
- Son preciosos Andrea – la voz de ese hombre delataba su estado de nerviosismo y excitación. – Gracias por permitirme verlos.
- Gracias señor Carlos. Ojalá no sintiera tanta vergüenza y pudiera ser capaz de mostrarle todo mi cuerpo.
- Te gustaría cariño? – ella solo fue capaz de asentir con su cabeza. Él acercó sus manos a las caderas de ella y las apoyó temeroso por la reacción que pudiera tener su vecina – Quieres?
- S…. SI…..
Su vecino deslizó con infinita delicadeza la braguita de Andrea por sus piernas y se las quitó. La reacción de ella fue tapar su sexo con las manos y él con mucho cariño se las fue apartando. La imagen de su pubis blanco en contraste con el moreno del resto de su piel era hermosa. Vio que ningún vello impedía ver esa vagina tímida a la mirada de alguien que no fuera su amado esposo.
- Es hermosa tu vagina Andrea.
- De verdad le gusta? – ella estaba muy excitada sintiéndose observada tan íntimamente
- Muchísimo cariño.
Ella temblaba de nervios y excitación y sintió como su vecino se levantaba y se miraron. No hizo falta que ninguno dijera nada para saber que ambos deseaban volver a sentir sus cuerpos abrazados. Él se desabrochó la camisa y ella observó el pecho de su vecino. Se acordó de su suegro y lo mucho que le había impactado sentir su cara apoyada en ese torso tan poblado de vellos. Él del señor Carlos era parecido pero los vellos eran blancos. Los brazos de ese hombre la abrazaron y la atrajeron hacia él y Andrea se estremeció al sentir sus pechos en contacto con esos vellos suaves.
Se quedaron en silencio abrazados, sintiéndose. El contacto de aquellos pezones duros sobre su pecho provocaron una erección instantánea en su vecino y ella pudo sentir como el sexo de ese hombre rozaba su vagina desnuda. Él le hablaba al oído palabras tiernas y esas palabras la excitaban mucho. Pegó sus caderas a las de él porque necesitaba sentir ese contacto y se movió despacio. Gimió con el contacto de ese bañador abultado por la excitación. Andrea abrazó a su vecino y este sintió como las manos de esa joven le acariciaban el pecho con curiosidad. Le quitó la camisa y acarició su espalda. Él solo se dejaba hacer, deseaba que ella fuera la que hiciera lo que deseara.
Un gemido varonil rompió el silencio cuando sintió las manos de su vecina bajar por su espalda e introducirse por dentro del bañador acariciando sus nalgas. Ella le bajó el bañador y sintió su sexo erecto rozar la vagina de ella. Gimieron juntos con ese contacto. Se movían como dos adolescentes buscando el placer con el frotamiento de sus sexos. Andrea agarraba las nalgas de ese hombre como con miedo de perder ese contacto que tanto placer le daba. Sus gemidos eran continuos en el oído de él. Un intenso placer le recorrió el cuerpo cuando sintió las manos del señor Carlos agarrarse a sus nalgas y sintió que ese pene la iba a hacer correrse sin ni siquiera penetrarla.
- Córrase conmigo – Andrea estaba al límite del placer y desde atrás busco los testículos de su vecino. Los acarició y los agarró con esa fuerza precisa que solo da placer
- Me corro Andrea – sentir sus testículos en la mano de esa joven fue el detonante para que todo el placer que estaba sintiendo llegara al máximo y comenzó a eyacular. – Eres maravillosa.
- Yo también me corro – Andrea al sentir el semen de ese hombre brotar contra su vagina sintió como empezaba a correrse de manera intensa.
Se quedaron abrazados con los cuerpos temblorosos y la respiración agitada. Cuando Andrea se recuperó un poco se soltó del abrazo de ese hombre y se tumbó en la cama. Se tapó la cabeza con la almohada.
- Quieres estar sola y vernos después?
- Si por favor. Después te llamo.
Lorena esa misma mañana :
La luz del nuevo día traspasando el amplio ventanal de su habitación la despertó. Se quedó un rato en la cama disfrutando de ese momento. Podía escuchar el sonido de las olas y esa sensación le encantaba. Miró el reloj de su teléfono y era temprano. Se preguntaba si Alberto estaría ya despierto y unos sonidos que llegaban desde abajo disiparon sus dudas.
Alberto la vio aparecer en la cocina. Se puso contento de verla y una sonrisa de ella le hizo entender que a ella le sucedía lo mismo.
- Buenos días Lore - hizo un gesto con su cabeza indicándole la mesa – te he preparado el desayuno.
- Buenos días Alberto – en la mesa vio una bandeja con un par de tazas, y unas galletas y zumo de naranja – Gracias!!
- Desayunaremos en el jardín. Vale?
- Ah, genial. Me gusta la idea.
Salieron al jardín y Alberto le indicó el camino. Tras unos árboles vio que allí había una mesa de piedra y algunas tumbonas.
- Desde la casa no había visto esta mesa ni las tumbonas
- Los árboles dan mucha intimidad a este rincón. Y después fíjate y verás que hay una mitad de la piscina que no se ve desde la casa tampoco.
- Este sitio es precioso Alberto, gracias por traerme.
- Gracias a ti por venir Lorena. Has traído biquini en tu mochila?
- Si – ella se sonrojó al pensar en el momento que ese hombre pudiera verla en biquini – He traído dos biquinis.
- Estate tranquila pequeña. Sabes que puedes confiar en mí.
- Lo sé Alberto.
Después de un rato charlando un rato decidieron recoger las cosas del desayuno. Lorena le dijo que iría a ponerse un biquini. Ella sentía que le encantaba la seguridad y confianza que le daba ese hombre. Nunca había tenido esa sensación al lado de una persona del sexo contrario.
Alberto tampoco podía evitar sentirse algo nervioso al pensar que vería a esa joven en biquini. Llevó al jardín unas toallas de playa y las extendió sobre las tumbonas. Decidió esperarla tumbado en una de ellas. Al poco rato la escuchó caminar hacia allí. Quería que ella se sintiera cómoda e hizo un esfuerzo enorme por no girarse para mirarla. El tenía su cabeza girada hacia donde estaba la otra tumbona y ella fue hacia ella.
- Ya estoy aquí – ella lo miró sonrojada al saber que por primera vez la estaba viendo en biquini.
- Estas muy guapa – Alberto no sabía cómo definir lo que estaba viendo. Aquella muchacha tenía un cuerpo precioso. Intentó no mirar demasiado aquel culo que sin quererlo llamaba muchísimo la atención.
- Gracias
Después de esos primeros minutos de tensión y nervios siguieron conversando animadamente. El intentaba no mirarla demasiado al cuerpo, lo último que quería era que ella se sintiera incómoda. Hablaron del verano, de los tonos de bronceado de la gente. Eso llevó a hablar de la piel blanquita de ella. Alberto estaba muy moreno y ella recordó lo que le había comentado que hacía nudismo hacia muchos años.
- Aquí hacías nudismo también?
- Bueno cuando estoy solo o con mi mujer si que lo hago.
- A ella no le da vergüenza que la vean desnuda?
- No. Las primeras veces sí pero luego ya no.
- Creo que tiene que estar guay. Ojalá no fuera tan vergonzosa.
- Te gustaría hacer nudismo?
- Ahora? – sus mejillas se acaloraron solo de pensarlo
- Me refiero a algún día. Hoy, en unos meses o años.
- Creo que si pero no se si sería capaz. Me da curiosidad de pensar que se sentiría.
- Podemos hacer una cosa. Quieres?
- Que cosa?
Alberto deseaba ayudar en todo lo que fuera a esa joven tan llena de inseguridades y miedos y se lo propuso .
- Hagamos una cosa… Yo voy a ir a casa a hacer unas llamadas y tengo que reparar una persiana de una habitación. Me llevará un rato hacer eso. Si quieres aprovecha y puedes quitarte el biquini – le señaló hacia los árboles que daban intimidad a ese sitio – puedes estar tranquila que ya viste que desde la casa no se ve.
- Pero no se si seré capaz – la idea le gustaba pero no sabía si se atrevería.
- Tranquila. Si no te apetece o no eres capaz no pasa nada. Yo cuando termine te mando un mensaje y si estás desnuda te pones el biquini y ya está. Tienes el móvil aquí?
- Si, lo tengo aquí.
- Entonces hacemos eso?
- Vale
- Recuerda que siempre tienes que hacer lo que quieras – Alberto se levantó y se encaminó hacia la casa.
- Alberto!! – Lorena lo llamó antes de irse – Gracias!!!
Se quedó en la tumbona tumbada. Se sentía inquieta, nerviosa. Miró a todos lados y llevando sus manos a la parte de atrás de su biquini desató el nudo del sujetador y se lo quitó. Se sentía como una niña haciendo alguna travesura. Con timidez llevó su mano a su cadera y desató la lazada de uno de los lados de la braga. Luego desató el otro lado. Respiró profundo y tiró de la pequeña tela. Le gustó la sensación de sentirse desnuda. Recordó que Alberto le había dicho que una mitad de la piscina no se veía desde la casa. Como sería bañarse desnuda? Se sentó en la tumbona y mirando para todos lados se levantó. Se miró. Le encantaba sentirse desnuda al aire libre. Sentía los rayos de sol calentar cada centímetro de su cuerpo. La suave brisa acariciaba cada poro de su piel. Se acercó a la piscina y se metió en el agua. La sensación de nadar desnuda era maravillosa. Recordó que Alberto le había dicho que le mandaría un mensaje cuando regresara y que tenía que salir del agua para estar cerca del teléfono. De regreso a la tumbona sintió de nuevo la caricia de la suave brisa. Se fijó en sus pezones que estaban más grandes y duros que nunca. Sintió que solo el hecho de estar desnuda al aire libre y nadar así le hacia estar excitada. Esta vez se tumbó boca arriba. Deseaba sentir el calor del sol sobre sus pechos y poco a poco fue separando sus piernas para que fuera sobre su sexo donde sentir ese calor. Se sentía en el paraíso con aquella sensación. Le vino a la mente Alberto, con él se sentía protegida, mimada, se sentía segura a su lado y le agradecía todo lo que estaba haciendo por ella.
El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos. Era un mensaje de Alberto diciéndole que bajaría en diez minutos. La primera reacción de ella fue buscar el biquini para ponérselo. Pensó que nunca nadie la había visto desnuda. Como será que alguien te vea desnuda? Se preguntaba nerviosa. Sabía perfectamente que Alberto no pensaría nunca nada malo sobre ella. Apoyó el biquini en el suelo y se tumbó boca abajo esperándolo.
Alberto miró el reloj y vio que ya habían pasado los diez minutos. No quería bajar antes de tiempo. Al irse acercando a donde estaba ella se dio cuenta que estaba desnuda. Su mirada se dirigió hacia ese culo que tanto sentía que le atraía. No pudo evitar sentirse algo excitado pero intentó mantener la calma.
- Hola pequeña. Recibiste mi mensaje, no?
- Si – ella mantenía su cabeza girada hacia el lado contrario para no ver a ese hombre que era el primero en verla así desnuda .
- Que tal estas cariño?
- Bien. Muerta de la vergüenza.
- Tranquila, es normal. Es tu primera vez. Yo también estaba así la primera vez.
Ese hombre tenía la cualidad de saber calmarla con su voz y sus palabras. Él intentaba mantener su voz tranquila aunque por dentro también estaba muy nervioso.
- Recuerdas que te dije aquel día que a veces nos acomplejamos por cosas que a otros les gustan?
- Si, lo recuerdo.
- Tu me dijiste que uno de tus complejos era tu culete
- Si
- Pues quiero decirte que tu culete es hermoso y estoy seguro que a cualquier hombre le parecerá muy bonito.
- De verdad te parece bonito? – a Lorena le parecía increíble estar hablando así con naturalidad de su culo con un hombre.
- Es precioso, te lo aseguro
- Gracias – Lorena se sonrojó de saber que a Alberto le gustaba su culo. – Ahora me lo estás mirando?
- Sabes que nunca te mentiría, verdad?
- Si
- Pues si, te lo estoy mirando. Es más…. desde que volví no he podido dejar de mirarlo. Te gusta saberlo?
- Me da vergüenza pensar que me lo estás mirando pero si que me gusta saberlo.
- Si en algún momento deseas que mire algo más de ti no temas y házmelo saber. Vale?
- Vale
Estuvieron un rato en silencio. Se sentían cómodos aún sin decirse nada. Él seguía absorto mirando a esa joven. Su cabello dorado, su espalda adornada con algunas pecas claras, sus nalgas que sobresalían como montes que cualquier persona desearía alcanzar sus cumbres, sus piernas eran hermosas. Ella sentía la mirada de ese hombre sobre ella y lo que más la sorprendía era que le encantaba saber que la estaba mirando. Se preguntaba como sería que él la mirara el resto del cuerpo. Soportaría la vergüenza de ser mirada totalmente? En un ataque de valentía se incorporó. Evitó que su mirada se cruzara con la de él. Se giró y se tumbó boca arriba. No pudo evitar ocultar sus pechos con sus manos.
Alberto la vio girarse. Vio como se tumbaba boca arriba. El le había dicho que si ella deseaba que el la mirara se lo hiciese saber y con ese gesto de girarse le estaba indicando que deseaba que la mirara. Se quedó estirada, quieta. Podía sentir como esa joven temblaba. Observó su rostro angelical, tenía los ojos cerrados, las mejillas coloradas y pensó que era una joven realmente hermosa. Miró sus manos pequeñas ocultando sus pechos. Bajó su mirada por su estómago. Detuvo su mirada en el monte de venus de aquella muchacha, era abultado, sin ningún vello, estaba seguro que debería ser muy suave. Siguió bajando la mirada por sus piernas hasta llegar a los pies.
- No tiembles pequeña. Eres muy bonita.
- Gracias… - la voz de ese hombre la hizo sentirse bien.
Alberto vio como ella flexionaba las piernas. Nervioso observó como esa joven fue separándolas y su vagina quedó expuesta a su mirada. Era una vagina hermosa. Era abultadita, carnosa. Su color rosado hacia desear saborearla como si de un dulce de fresa se tratara. Ningún vello estropeaba esa hermosura de vagina. Avergonzado por sus deseos sintió una erección muy intensa. Agradecía que ella tuviera los ojos cerrados y no pudiese ver el bulto de su bañador.
Lorena respiraba entrecortadamente. Deseaba que ese hombre la viera desnuda y había sido capaz de hacerlo. Sentir que ese hombre la miraba le hacía excitar y el calor del sol sobre su vagina era una sensación deliciosa. Deseaba atreverse a apartar las manos y que él le mirara los pechos y los pezones que tanto complejo le daban.. Sabía que estaban duros porque los notaba en la palma de sus manos. Estarían como cuando salió de la piscina antes? Ella misma se había sorprendido al verlos.
Alberto seguía absorto mirando la vagina de esa joven. Un ligero brillo asomaba entre los cerrados labios de aquella vulva. Se preguntó si ella también estaría excitada en ese momento.
Lorena sabía que esa era la oportunidad perfecta para intentar superar sus complejos pero no sabía como hacerlo. Deseaba apartar las manos y por primera vez tener la valentía de mostrar sus pezones a alguien. Sentía que ese hombre era la persona idónea para eso. Con voz temblorosa rompió el silencio de ese instante.
- Cierra los ojos por favor
- Quieres que los cierre? – él no sabía que estaba pasando por la mente de esa joven – no quieres que te siga mirando?
- Ciérralos por favor .
- Los tengo cerrados.
Lorena apartó las manos de sus pechos y vio que sus pezones estaban muy duros y grandes. Estaba avergonzada pero no quería echarse atrás. Se tapó la cara con las manos.
- Ya puedes abrirlos.
Cuando abrió los ojos se quedó maravillado con la espectacular visión que esa joven le estaba ofreciendo. Le dio mucha ternura verla con sus pequeñas manos ocultando su cara. Se fijó en los pechos de ella, de un tamaño mediano, eran muy bonitos y vio esos pezones que tanto complejo le daban. Esos pezones eran grandes, muy grandes. Nunca había visto unos pezones así tan estirados, eran bellos, sensuales, morbosos. Le recordaron a las tetinas de los biberones. De color rosado y con la areola pequeña, Alberto sintió que eran perfectos para pasarse en ellos horas besándolos y chupándolos.
- Cariño son perfectos – Alberto deseaba hacerle saber que no tenía porque acomplejarse por ellos.
- De verdad te gustan?
- Siempre te hablaré con sinceridad, recuérdalo.
- Hoy están un poquito más grandes de lo normal. Creo que todo esto de hacer nudismo y que me mires ha influido. Eres el único hombre que los ha mirado.
- Gracias pequeña. Me hace muy feliz saberlo.
- A mi me hace feliz saber que le pueden gustar a los hombres.
- Te aseguro que cualquiera que los mire deseará acariciarlos y darles besos. – Alberto se avergonzó de estar confesando sus deseos – Disculpa…. Quizás me he excedido con la sinceridad.
- Me gusta que seas sincero Alberto.- se quedaron un rato en silencio y Lorena volvió a hablar – Los sigues mirando?
- Es imposible no mirarlos.
- De verdad que cuando los miraste deseaste tocarlos y darles besos? – Lorena sentía curiosidad por saber lo que ese hombre sentía.
- Prometí serte sincero siempre pequeña. Así es, al verlos pensé como sería eso.
- A tu mujer le das masajes en los pechos? – ella recordaba lo mucho que le había gustado el masaje de pies de la noche anterior y pensaba como sería que ese hombre le diera un masaje en los pechos pero le costaba pedírselo.
- Si, a veces se los doy pero ya hace mucho que no.
- Ah vale, es que…. – ella lo iba a decir pero no se atrevió.
- Cariño tu piel es muy blanca… - Alberto se dio cuenta lo que deseaba esa joven y que no se atrevía a pedírselo -…. Quieres que te eche crema protectora?
- Si por favor.
- Te echaré crema cariño.
Alberto cogió un bote de crema solar que estaba sobre la mesa y se arrodilló al lado de la tumbona. Ahora eran los dos los que estaban muy nerviosos. Ambos sabían que iban a vivir un momento muy intenso. La joven sintió la crema fresca derramarse en sus hombros y acto seguido sintió las manos de Alberto una en cada hombro. Empezó a extender la crema en un suave masaje que le gustaba mucho. Después de un rato sintió que había echado crema en su estómago y las manos de Alberto la extendieron desde las caderas hasta el nacimiento de sus pechos. Le gustaba mucho sentir las manos de ese hombre por su piel. Él sintió como la respiración de esa joven era muy agitada. Mientras extendía la crema con ese masaje él no podía apartar los ojos de sus pechos y de su vagina que cada vez estaba más brillante por la humedad. Cogió el bote de crema y echó un poco más de lo normal en donde empezaban los pechos , apoyó sus manos y con muchísima lentitud y delicadeza la fue esparciendo por la parte superior de sus pechos. Vio como la piel de esa muchacha se erizó con ese contacto y un tímido gemido se escapó de su garganta. Llevó sus manos a la parte inferior de los pechos y esparció crema en ellos. Cuando sus manos empezaron a extender la crema por sus pezones Lorena creyó morir de la vergüenza y del placer que sintió en ellos. Alberto al sentir el tacto de esos pezones creyó morir de deseo. Masajeó los pechos con maestría. Podía sentir en sus manos la dureza de esos pezones. Cada vez que los tocaba ella gemía tímidamente. Ella sentía que ese placer inicial que tenía en los pezones, ahora cada vez que se los tocaba el placer se había extendido hacia abajo. Sentía placer en su vagina. Era una sensación muy fuerte cada vez que Alberto le tocaba en los pezones y tenía que cerrar las piernas porque sentía que podía llegar a tener un orgasmo. Alberto se dio cuenta de lo que le estaba pasando a esa joven. Cada vez que le masajeaba los pezones ella cerraba las piernas. Probó a únicamente sujetar con dos dedos cada pezón y apretar muy suavemente y cuando lo hacía ella gemía diferente y cerraba con mucha fuerza las piernas. Cuando las volvía a abrir podía ver que la vagina de aquella muchacha estaba ya mojada por fuera.
- Confías en mi pequeña? – se lo dijo muy cerca del oído casi en un susurro.
- Si… - le costaba hablar por el placer que estaba sintiendo
- No cierres las piernas. Confía en mí….
- Pero….
- Se lo que estás sintiendo cariño y es normal. No temas y déjate llevar.
Ese hombre volvió a coger sus pezones con dos dedos en cada uno. Los apretaba muy suavemente y un intenso placer se adueñó de su cuerpo. Gimió y mantuvo las piernas abiertas. Esos dedos apretaron un poquito más y sintió que su vagina iba a estallar de placer. No cerró las piernas cuando Alberto tiró suavemente de sus pezones y los apretó un poquito más. El orgasmo que sintió la hizo asustar. Alberto observó como esa joven se corría y sus caderas y piernas temblaban sin control. Fueron unos segundos de placer inmenso. Poco a poco fue liberando los pezones y Lorena se fue calmando. Su respiración seguía agitada.
- Ya está. Respira tranquila… - el le acariciaba con muchísima ternura – lo has hecho muy bien pequeña.
Ella no sabía ni que decir. Estaba sorprendida, alucinada por lo que acababa de sentir. Ni siquiera le había tocado la vagina y había tenido un orgasmo muy intenso. Se acurrucó en la tumbona de espaldas a él.
- Gracias Alberto – fue lo único que pudo decir durante un buen rato.