Descubriendo sensaciones

Dos mujeres descubren sensaciones nuevas fuera de sus parejas.

Esta es la historia de dos mujeres. Dos mujeres que la vida les lleva a descubrir un mundo para ellas desconocido y que si alguien les dijera hacia unos meses lo que iban a vivir, las dos dirían que sería cosas de locos.

Una de ellas es Andrea, una mujer recién casada apenas hacía seis meses con su novio de toda la vida . Se consideraba una mujer feliz aunque los constantes viajes de su marido por motivos de trabajo la atormentaban.

La otra mujer de esta historia es Lorena, una joven que apenas estaba dejando la adolescencia y a sus dieciocho años vivía un noviazgo lleno de altibajos producto de su timidez y su anterior mala experiencia con un chico de su instituto.

Ambas coinciden en varias cosas. Las dos son jóvenes, guapas. Andrea es morena con el pelo corto, su cuerpo podría decirse que es perfecto en cuanto a sus formas. Lorena es rubia con el pelo por el hombro. Su cara aniñada y su piel blanca llaman mucho la atención y si alguien la viera en biquini diría que lo que más llama la atención de esta joven es su culo respingón. Pero la característica que más les hace parecerse es que las dos son terriblemente tímidas y el sexo les avergüenza por diferentes causas .

El motivo de esa vergüenza en Andrea, es que desde muy joven se dio cuenta que no podía vivir sin el sexo . De joven necesitaba masturbarse frecuentemente y ahora de casada necesitaba que su marido le hiciera el amor cada noche. El tormento de esa mujer eran los continuos viajes de su marido y en su ausencia terminaba masturbándose varias veces al día.

Los motivos de la vergüenza en Lorena eran otros. Ella estaba acomplejada por su cuerpo. Su primer novio no entendía que cuando se acostaban juntos, ella siempre le pedía que apagaran la luz. Cuando él la dejó después de haberla usado para sus fines se dedicó a contarles a todos sus amigos cosas sobre ella. Expresiones como “ tiene culo de negra pero en blanquito “”sus pezones son como habichuelas de grandes “entre otros comentarios, llevaron a Lorena a cambiar su manera de vestir y ahora siempre usaba ropa muy amplia disimulando su cuerpo.

Estas dos chicas eran felices con sus parejas  pero las dos sentían que sus relaciones se tambaleaban por culpa del sexo. Las dos trabajan juntas en un supermercado haciendo de todo un poco.

Dura jornada

Andrea estaba terminando de colocar la mercancía y miraba su reloj. Había sido una dura jornada de trabajo en el supermercado. Sentía los pies doloridos y se preguntaba si había sido una buena idea no hacerle caso a su marido cuando le decía que no hacía falta que ella trabajara que con su sueldo era más que suficiente.  Sergio era directivo de una empresa y tenía un más que considerable sueldo pero Andrea se lo había dejado claro desde que se casaran hacia seis meses.

-         Cariño no es por el dinero, con tus viajes yo me siento muy sola y así estaré distraída.

-         Lo sé cielo, se que te sientes sola cuando estoy de viaje. Te prometo que intentaré viajar menos, vale?

-         Ojalá fuera verdad – al decir esto se giró en la cama y apagó la luz de su mesilla de noche -  Hasta mañana.

Seis meses después y todo seguía igual. Al llegar la hora de salir se despidió de sus compañeras y se subió a su coche deseando llegar a casa. Cuando aparcó el coche vio que allí estaba el señor Carlos. Era habitual verlo allí sentado en una de las tumbonas cerca de la piscina. Miró la piscina y pensó que por lo menos, con el cambio de vivienda desde el día de su boda, ahora podía disfrutar de algunos lujos que antes no tenía.

-         Buenas tardes señor Carlos – Andrea saludó a su vecino desde la distancia.

-         Buenas tardes señorita, que tal estás?

-         Bien, ahora bajo que voy a darme un chapuzón.

Entró en casa y se desnudó con prisa. Se puso su bikini rojo y se miró al espejo comprobando que estuviera bien colocado. Recordó que las primeras veces que había bajado a bañarse, siempre se aseguraba que no hubiera nadie en el jardín porque su vergüenza de que la viera algún vecino era más fuerte que sus ganas de refrescarse.

Recordó esa tarde que después de asegurarse de que no había nadie, se había animado a bajar a la piscina. Después del baño sintió unas ganas tremendas por tumbarse en una de las tumbonas a tomar el sol un poco. Miró el reloj y recordó que el señor Carlos bajaba siempre sobre las seis de la tarde. Aún faltaba casi una hora y decidió aprovechar ese rato. Con lo  que no contaba Andrea era quedarse dormida y cuando se despertó, allí lo vio sentado en la tumbona de al lado.

-         Buenas tardes señorita.

-         Buenas tardes… - Andrea respondió muerta de la vergüenza – Me he quedado frita.

-         Te iba a despertar porque se te está poniendo roja la espalda y…. – con un gesto de la cabeza le señaló hacia las nalgas

-         Uy si…. – se tocó la espalda y las nalgas.- Mejor subo ya para casa

Se levantó y recogió todo apurada. Ese señor no sólo la acababa de ver en bikini sino que por su comentario, quedaba claro que también se había fijado en su culo.

-         Hasta mañana Andrea.

Eso había pasado hacia meses y desde aquella tarde, se había acostumbrado a bajar a la piscina aunque estuviera ese señor. Si tomaba el sol lo hacía únicamente a las horas que el no estaba y cuando bajaba, ella se cubría con un pareo. Sabía que ese señor pensaría que era tonta por hacerlo, pero no podía evitarlo.

Andrea miró el reloj y vio que eran las nueve. Faltaría una hora más o menos para que llegara su marido y decidió que lo esperaría abajo. Odiaba la soledad.

Se acercó a las tumbonas y se quitó el pareo para darse un baño. Durante el corto trayecto hasta la piscina, sintió la mirada de ese hombre. Aunque le avergonzaba sabía que era normal que ese señor la mirara. Pensó que tenía que ser muy duro llevar diez años viudo y no haber tenido otra mujer. Sintió cierta lástima por él. Desde que habían ido a vivir allí, el señor Carlos siempre había sido muy bueno con ellos.

Después de un buen rato nadando decidió salir del agua. Cuando salió de la piscina vio como ese hombre la miraba y enseguida giraba la cara hacia el libro. Ese gesto le inspiró ternura. Estaba segura que a él también le daba vergüenza mirarla.

Cuando se secó y se volvió a cubrir con el pareo el hombre la miró.

-          Que tal ha ido el día?

-         Bien, aunque estaba agotada y con dolor de pies. Y usted?

-         Bueno, como siempre. Mis días todos son iguales.

Estuvieron conversando un rato. Se sentían a gusto uno con el otro. Después de todo ambos necesitaban compañía y poder hablar un poco. La conversación se interrumpió cuando llegó Sergio.

-         Hola cariño, que tal estás? – Sergio le dio un beso en los labios y mirando para su vecino, lo saludó – Buenas noches señor Carlos.

-         Hola Sergio, buenas noches. Que tal estás?

-         Sinceramente no muy bien – al decir esto miró hacia su mujer.

-         Y eso por que cariño? – al momento se dio cuenta de lo que sucedía – Dime que no es lo que imagino.

-         Si amor, me avisaron esta tarde – la intentó abrazar pero ella se apartó.

-         Me dijiste que todo cambiaría.

El señor Carlos no sabía ni que hacer ante aquella escena y decidió dejarlos solos. Se quitó la camisa y se fue hacia la piscina a darse un baño. Los escuchó discutir largo rato y él no quería interrumpir. Sintió lástima por esos jóvenes, se notaba que estaban enamorados pero esa joven no soportaba la soledad. Escuchó que ella le decía que se quedaría abajo y al momento el joven se fue para su casa.

Andrea estaba abatida sentada en la tumbona. Carlos iba a salir del agua para intentar darle ánimos cuando la vio levantarse y observó como se estaba desatando el pareo. La vio acercarse e intentó no mirarla. Andrea se tiró al agua y fue nadando hacia él. Enseguida llegó a su altura y se puso de pie.

-         Perdone por lo que acaba de tener que presenciar

-         No hay nada que perdonar Andrea. Cuanto tiempo se va?

-         Un mes – Andrea casi estaba llorando al responderle.

-         Tranquila – Carlos sin ni siquiera pensarlo le acarició la cara – Puedes contar conmigo para lo que necesites.

-         Gracias, es usted muy bueno conmigo.

Un impulso llevó a Andrea a abrazar a ese hombre. Necesitaba el abrazo protector de alguien y Carlos la estrechó fuerte entre sus brazos. En ese instante no había edades, no había estados civiles. En ese instante eran dos personas que se sentían solas, que necesitaban cariño. Andrea necesitaba recibir cariño y ese señor darlo. Eran dos cuerpos vulnerables. Sentían sus cuerpos pegados. El agua cubría sus cuerpos hasta algo más arriba de sus cinturas. Al abrazarla sus caderas se juntaron y Carlos sintió en su cuello un leve gemido de esa joven. Andrea se sentía en un estado que no era capaz de asimilar. Sus caderas se pegaban a ese hombre y estaba sintiendo como su vagina estaba reaccionando muchísimo ante ese contacto. Sintió como bajo el agua no era únicamente su sexo el que estaba sintiendo cosas sino que el sexo de ese señor estaba endurecido y presionaba contra la tela de su bikini . Gimió de nuevo contra el cuello de ese hombre. Ella misma escuchó su gemido y se avergonzó mucho. Era una locura. Se apartó de él y ruborizada se tapó la cara con las manos.

-         Perdóneme señor Carlos, no se que me ha pasado… - Salió de la piscina y recogiendo sus cosas de la tumbona se fue corriendo para casa.

Carlos salió de la piscina también avergonzado. Miró el bulto de su bañador. Se maldijo por no haber podido reprimir el deseo que esa joven había despertado en él. Hacía muchos años que no sentía el contacto tan cercano con una mujer.

Andrea llegó a casa y se desnudó. Asustada llevó su mano entre sus piernas y vio que estaba empapada y no era agua, su sexo derramaba flujos por la excitación que había sentido con ese abrazo de ese señor. Se fue a la cama y vio que Sergio estaba acostado. Llamó a su marido.

-          Estás despierto?

-         Si, quieres que hablemos?

Andrea le bajó el pijama y  le acarició el sexo. Se subió sobre él y se penetró…

-          No…

Comenzó a moverse sobre él con desesperación. Necesitaba calmar esa excitación que otro hombre le había provocado. Sergio se sorprendió al sentir como se movía su mujer sobre él. Normalmente era él el que se ponía encima cuando follaban y le excitó sentirla tan excitada. Andrea gemía y apoyaba su cara en el cuello de su marido. Recordó la dureza del sexo del señor Carlos y comenzó a sentir un orgasmo. Se corrió como pocas veces lo había hecho en su vida. Sintió sus mejillas sonrojadas al pensar que, por primera vez, había sido infiel a su marido. Había sido infiel de pensamiento y con la última persona que se hubiera imaginado que le pasaría.

Carlos llegó a su casa y se dio una ducha. Intentaba no pensar en su joven vecina pero era imposible no recordar aquel abrazo. Podía escuchar el gemido de Andrea como si se estuviera produciendo en esos instantes. Recordó el tacto de su pene presionando sobre la braga del bikini de la vecina. Su pene se volvió a endurecer recordando y se masturbó pensando en ella. Un orgasmo potente le alcanzó al pensar que era esa joven quien lo masturbaba bajo el agua de la piscina.

De nuevo sin Sergio

José recibió la llamada de su hijo cuando estaba empezando su jornada laboral en la obra.

-         Hola hijo, que tal estás? Y Andrea que tal está?

-         Papá tengo que pedirte un favor – Sergio estaba desesperado por intentar encontrar una solución al problema de tener que irse de viaje tan de imprevisto.

-         Que sucede Sergio?

Después de contarle el problema que había surgido, José intentaba ayudar a su hijo.

-         Que vaya todo este mes para vuestra casa? Pero yo tengo mi vida, el trabajo…

-         Lo se papá pero eres la única esperanza para que Andrea no esté sola este mes y ya sabes que le da pánico estar sola.

-         Y ya lo has hablado con Andrea?

-         Si papá… - era mentira que lo había hablado con su mujer, prefería hablar primero con su padre y después decírselo.

-         Está bien hijo, no te preocupes. Sabes que puedes contar conmigo

-         Gracias papá.

-         En donde estás ahora? Estás con Andrea?

-         No. Estoy de camino al aeropuerto. Cojo el vuelo ahora por la mañana.

-         Vale, dile a Andrea que llegaré tarde a casa. Esta obra va con retraso y tenemos que terminarla como sea en dos meses.

-         Gracias papá. Se lo diré a Andrea.

Andrea se despertó a las ocho para ir a trabajar. Se sentía triste, decepcionada. Sola. Miró el reloj despertador y recordó lo sucedido la tarde-noche anterior con el señor Carlos en la piscina. No encontraba explicación a lo que había sucedido. Estaba absorta en sus pensamientos cuando escuchó el teléfono móvil sonar. Era Sergio. Descolgó que con ese sentimiento de culpa por todo lo ocurrido.

-         Cariño he hablado con mi padre y pasará en casa este mes mientras no vuelvo.

-         Viene tu padre este mes a casa? – Andrea estaba desconcertada.

-         Si. Se lo he pedido porque sé que no quieres estar sola y ha aceptado.

-         Pero…..

-         Cariño así no estarás sola y sabes que mi padre por nosotros haría lo que fuera. Me ha pedido que te avise que hoy llegará tarde, tiene mucho trabajo.

-         Vale, yo también me tengo que ir a trabajar ahora.

-         Lo sé mi amor. Yo tengo que coger el vuelo ahora. Te llamo cuando salgas de trabajar.

-         Vale cielo.

-         Te quiero mucho

-         Yo también a ti. Un beso.

-         Besos cariño.

Andrea se levantó de la cama y se dio una ducha y se fue a trabajar. Todos sus compañeros percibían que algo le ocurría y ante sus preguntas ella solo respondía que había dormido mal.

Durante la jornada no dejaba de pensar en esa nueva situación de tener que pasar un mes con su suegro en casa. Pensaba en José. Lo conocía desde hacía muchos años. Con diecisiete años había empezado a salir con Sergio y al poco de empezar se lo había presentado. Siempre había sido un gran padre y a ella desde el primer día la había aceptado feliz en la familia.

Recordaba cuando se había divorciado de su suegra y lo mal que lo había pasado ese hombre y allí estaban Sergio y ella para quedar con él y que se sintiera arropado. Muchas veces habían cenado juntos los tres y él siempre se había comportado como un caballero y siempre respetando a su ex mujer y nunca hablando mal de ella.

Andrea se pasó todo el día pensado en su marido, en su suegro y también en el señor Carlos.

Al terminar la jornada compró algunas cosas para cenar esa noche. Recordó que a su suegro le gustaba mucho la pasta, siempre les decía de ir a algún restaurante italiano, y decidió coger spaghettis para preparárselos esa noche como agradecimiento por aceptar ir a su casa ese tiempo.

Cuando aparcó el coche al llegar a su casa solo deseaba no encontrarse al señor Carlos. No sabría ni que decirle ni como actuar después de lo sucedido. Por suerte el jardín estaba vacío de gente y se metió en casa apurada. Se sentía cansada y le hubiera encantado bajar a darse un baño pero era mejor no tentar a la suerte. Se daría una ducha y se pondría a cocinar.

Se desnudó en el cuarto y cogió una braguita y una camiseta y se metió en el baño. Se fijó en el bidet y allí estaba el bikini que se había puesto el día anterior. Fue inevitable volver a recordar y una punzada de nervios recorrió su cuerpo. Durante la ducha no quería recordar pero volvió a acudir a su mente ese abrazo. Recordó la forma con la que aquel señor la había abrazado. Recordó su cuerpo pegado a ese hombre. Recordó el roce de su vagina contra ese vecino. Recordó la dureza de aquel miembro…  Inconscientemente comenzó a masturbarse hasta tener un orgasmo bajo el agua de la ducha. Cuando se vistió se dio cuenta que la ropa que había escogido no era la apropiada y se fue a cambiar eligiendo un pijama de verano más apropiado para estar en casa con su suegro.

Andrea estaba preparando la cena cuando sonó el timbre de la puerta. Abrió y era José.

-         Hola Andrea

-         Hola José. Siento haberte creado tantos inconvenientes.

-         No te preocupes Andrea. Para esto está la familia, no crees? Además lo de tener una piscina en casa durante un mes me parece genial.

-         Pasa por favor. Te he preparado tu cuarto

Cenaron conversando animadamente. Andrea no dejaba de darle las gracias cada dos por tres y José de darle las gracias a ella por prepararle esa cena tan rica.

-         Me gustaría pedirte que por favor te sientas como en casa, vale?

-         Gracias Andrea. Así lo haré. Y tu no te sientas mal por mi presencia. De acuerdo?

-         Que estés aquí me ayuda mucho. De verdad

Hablaron de sus trabajos y de lo cansados que terminaban siempre. Andrea le habló de sus pies que terminaban doloridos después de cada jornada. Él le habló de sus problemas con la obra y de sus dolores de espalda.

-         Menudos dos. Jajaja

-         Pues si, que desastre. Pero yo tengo treinta años y no sesenta y dos como tú . Lo mío no tiene perdón

Después de hablar largo rato decidieron acostarse a descansar. Andrea se sentía feliz de estar acompañada por su suegro.

Una vez en cama Andrea se desnudó y se empezó a acariciar. Siempre tenía que hacerlo cuando su marido no estaba. Se masturbó tapando su boca por miedo a que su suegro pudiera escucharla.

Cuando se despertó a la mañana siguiente, José ya le había preparado el desayuno. Desayunaron juntos y cada uno salió en su coche a sus respectivos trabajos.

-         Ten una buena jornada.

-         Gracias tu también. No trabajes mucho en la obra.

-         Ánimo que mañana es el último día de la semana y podremos descansar.- José le dio un tierno beso en la mejilla como despedida.

Durante la jornada en un descanso pudo hablar con su marido. Éste la había llamado para saber que tal estaba y decirle lo mucho que la echaba de menos. Ella le había confesado que también lo echaba de menos.

-         Te has tenido que masturbar cariño?

-         Ya sabes que si tonto. Las noches cuando no estás siempre tengo que hacerlo. Ya te lo tengo dicho que siempre siento esa necesidad.

-         Se discreta por favor. No quiero que mi padre piense mal de ti.

-          Soy muy discreta cielo.- Andrea recordó la noche anterior cuando se masturbaba y tuvo que tapar la boca para ahogar sus gemidos por vergüenza de que su suegro pudiera escucharla.-  Sabes que me moriría si tu padre supiera que me masturbo

-         Lo se cariño. Ahora tengo que colgar. Te llamo mañana. Te quiero.

-         Yo también te quiero.

Siguió haciendo sus tareas y pensaba en eso que le pasaba cada vez que su marido se iba de viaje. Era como una necesidad que su cuerpo sentía. Llegaba a masturbarse varias veces al día y por las noches si no se tocaba no era capaz de dormir.

Al ir al vestuario vio a Lorena hablando con Alberto. No sabía que estaban hablando pero escuchó como Lorena le daba las gracias a su compañero.

Aquella jovencita se había convertido en la protegida por todos. Era una joven muy dulce y tímida y a Andrea le recordaba mucho a ella misma cuando tenía su edad. Desde que había llegado a trabajar hacía un mes, Alberto se había convertido en una especie de protector para esa joven y Andrea pensaba que ojalá cuando ella era adolescente hubiese tenido a alguien que la cuidara como ese hombre. Recordó el día que por un descuido de Lorena se habían caído unas cajas del almacén y cuando la iba a reprender el jefe, Alberto se había echado la culpa a sí mismo para ayudarla.

-         Hasta mañana Alberto. Lorena ya mejor de los pies?

-         Bueno, siempre me duelen bastante al terminar.

-         Es normal cariño, a mi también me pasa y tu llevas aún poquito aquí y es la falta de costumbre – Mirando para Alberto se dirigió a él – Deberías darle un masaje a la pobre.

-         Un masaje? – Lorena reaccionó con nervios y se puso colorada

-         Claro, te vendrían bien. Yo porque mi marido no está que sino lo obligaba.

-         Ya se los tengo ofrecido – intervino Alberto defendiéndose de su falta de caballerosidad.

-         Es verdad, -  la joven acudió en su ayuda – Pero ya le dije que no. Que vergüenza!!!

Los tres sonrieron y Andrea se despidió de ellos hasta el día siguiente.

Confesiones de Lorena

-         Sois muy buenos conmigo Alberto. Andrea me cae genial, ojalá tuviera amigos y amigas como vosotros

-         No tienes amigas? – Alberto como siempre se interesaba por aquella joven.

-         No muchas y solo saben pensar en pasarlo bien e ir a la discoteca a ligar. A veces pienso que soy un bicho raro. A mi novio no le gusta mucho que vaya con ellas.

-         Tu debes ir con quien te apetezca Lorena. Tienes que ser dueña de tu vida y tu novio si te quiere tiene que respetarte. Tu de verdad le quieres? –  Alberto percibió que la cara de esa joven cambiaba cuando le hizo esa pregunta – Perdona, no debería entrometerme.

Lorena se quedó pensativa antes de responderle. Por primera vez en su vida sentía que alguien la escuchaba de verdad.

-          Si que le quiero pero últimamente discutimos mucho. A veces pienso que nunca podré tener un novio que acepte como soy.

-         Y como eres? Quieres contarme?

-         No soy capaz. Soy demasiado tímida para contar esas cosas. Será mejor que me vaya.

-         Quieres irte?

-         No

-         Hagamos una cosa. Que tal si nos vamos al parque de Castrelos  y nos tomamos allí un helado? Te invito.

-         Vale.

Se fueron paseando hasta aquel parque de la ciudad. En un puesto compraron un par de helados y Alberto le dijo de sentarse en la hierba en un lugar apartado, allí estarían tranquilos. Se sentaron y Alberto le habló de su familia. Le contó que tenía una hija de su edad. Le confesó que después de treinta años casado, su matrimonio no iba demasiado bien.

-          Cuántos años tienes? – Lorena se sentía cómoda con ese hombre.

-         Tengo cincuenta y siete.

-         Muchas veces pienso que me gustaría que los chicos de mi edad fueran así como vosotros los mayores. Sois comprensivos y sabéis escuchar.

-         Eso lo da la experiencia Lorena. Con los años la gente va aprendiendo a escuchar y darse cuenta que uno no es el centro del mundo. Sientes que te gustan los hombres mayores?

-         A mi me gustan los chicos de mi edad – miró a Alberto.

-         Me refería a la manera de ser.

-         Si, eso sí.

-         Por eso te pones tan nerviosa cuando algún señor mayor te pregunta algo en el trabajo. Verdad?

-         Tanto se nota? – Lorena se ruborizó al sentirse descubierta- es que no puedo evitarlo.

-         Tranquila cariño, es normal.

Se quedaron en silencio un rato. Lorena se tumbó boca abajo.

-         Me da rabia ser tan vergonzosa y tímida.

-         Ese es uno de los motivos por los que siempre llevas ropa floja? – Alberto la observó y vio que la sudadera y los vaqueros que llevaba eran flojos.

-         Si. Sabes? Antes vestía normal pero todos los chicos se quedaban mirando mi culo o mis pechos y yo me moría de la vergüenza. Ellos solo se interesaban por mi cuerpo y las chicas de clase me tenían envidia. Mi primer novio era el popular del colegio. Yo pensaba que me quería pero después de conseguir acostarse conmigo cuando se cansó de mi me dejó – Lorena se estaba desahogando con él y Alberto la escuchaba – Y encima después fue contando cosas que solo él sabía.

-         Ese chico era una mala persona. No te convenía – Alberto habló para hacerle saber que la estaba escuchando – Puedo saber que cosas fue contando?

-         De mis complejos y cosas que habíamos hecho.

-         Lorena cada uno debemos aceptar como somos sin acomplejarnos. Mi cuerpo no es perfecto, nadie tiene cuerpo perfecto, y en cambio toda mi vida he hecho nudismo y me da igual lo que la gente piense.

-         Haces nudismo? – Lorena se sorprendió al escuchar eso.

-         Si, desde hace muchísimos años.

-         Y no te avergonzaba que te vieran desnudo?

-         Ya te dije que me da igual lo que la gente piense. No te gustaría hacer nudismo algún día?

-         Nooooo…. Me moriría de la vergüenza

-         Por tus complejos?

-         Claro. Nunca nadie me vio desnuda. Con mi ex le pedía que apagara la luz cuando nos acostábamos juntos.

-         Y tu novio de ahora nunca te vio desnuda?

-         No me atrevo después de lo que pasó con mi ex novio. Y siento que eso hace que discutamos mucho últimamente.

-         Puedo saber cuáles son tus complejos ? Mira a mi no me gusta nada mi barriga, no estoy gordo pero me gustaría no tenerla. Es bueno hablar de nuestros complejos para lograr aceptarlos y superarlos.

Lorena se quedó pensativa y giró su cara hacia el lado contrario.

-         Me avergüenza mi culo. Es demasiado respingón… Y mis pezones…

-         Tu culo es respingón y por eso te acompleja – Alberto intentaba hablar con naturalidad aunque aquella conversación había tomado un cauce inesperado y se sentía nervioso- Y a tus pezones que les pasa?

-         Son muy grandes y eso me acompleja muchísimo – Lorena estaba sorprendida de estar contando esas cosas tan íntimas a nadie.

-         Sabes? Mi mujer dice que le gusta mi barriga. Con esto te quiero decir que a veces sentimos complejos por cosas que a otros les gustan mucho.

Se había hecho de noche. Los dos estaban muy a gusto juntos pero sabían que tenían que marcharse. Alberto insistió en acercarla a casa en coche y se fueron juntos. Cuando llegaron al portal de Lorena se miraron. Era una mirada de cariño, de agradecimiento mezclado con cierta vergüenza.

-         Gracias por confiar en mí y contarme esas cosas Lorena – Alberto le acarició el pelo con cariño.

-         Gracias a ti por escucharme – Antes de salir del coche Lorena le dio un tímido beso en la mejilla a su compañero – Hasta mañana.

-         Hasta mañana cielo

Alberto arrancó el coche y sintió que su erección aún se mantenía desde que había escuchado las confesiones de aquella joven.

Esa noche Lorena en cama recordaba todo lo que le había sido capaz de confesar a ese hombre. Se preguntaba como sería eso de hacer nudismo y que otros hombres la vieran desnuda tomando el sol o como sería bañarse sin ropa.

Alberto se acostó y pensó en lo agradable que era aquella joven. Pensó en los complejos de Lorena. Se preguntó cómo sería ver ese culo respingón y sintió curiosidad por sus pezones. Sintió algo de reparo por estar pensando en una chica de la edad de su hija. Como serían? Se durmió excitado imaginándolos imaginándolos.