Descubriendo sensaciones ( cuarta parte)
Andrea y Lorena.... Siguen descubriendo cosas jamás vividas
Andrea y el señor Carlos después de comer :
Un cúmulo de sensaciones se agolpaban en ella mientras estaba comiendo. Pensaba en su marido al que amaba y echaba de menos. Eran muchos años juntos y sentía que no podría vivir sin él. Pensaba en Jose su suegro, que con vergüenza sentía que le atraía su aspecto y no podía evitar recordar como la había masturbado en el sofá aquella noche. Y también pensaba en el señor Carlos, que no la atraía físicamente pero sentía que le gustaba como la trataba y esa timidez con que la miraba siempre. Recordó el abrazo que se habían dado horas antes y que había terminado con una masturbación mutua frotándose uno contra el otro. Se sonrojó al recordar que la curiosidad le había llevado a agarrar los testículos de ese señor. Pensó si serían así de grandes siempre o era por el tiempo que llevaría sin estar con una mujer. Recordó que le había dicho antes de irse que lo llamaría. Que pensaría ese hombre sobre lo ocurrido? Solo pensar en verlo cara a cara después de aquello se sentía muy avergonzada, pero era muy bueno con ella y tenía que llamarlo.
- Hola señor Carlos
- Hola Andrea, que tal estas?
- Bien, bueno, no se… - no sabía que decir- sobre lo que pasó antes…
- Tranquila. Yo también estoy avergonzado
- No hablaremos sobre eso. Vale?
- De acuerdo. No lo mencionaremos
- Quiere tomar un café?
Al poco rato su vecino estaba en la puerta de su casa con unos pasteles y ella se sintió feliz de estar en compañía de ese señor tan amable y educado con ella. En ningún momento hablaron de lo que había pasado pero para los dos era imposible no recordarlo. En algún momento se quedaban en silencio. Andrea no podía quitarse de la cabeza el momento en que había llevado la mano a los genitales de ese señor.
- Quieres decirme que piensas cariño? – ese hombre sentía que algo intranquilizaba a su vecina.
- No, nada – ella al sentirse como descubierta se sonrojó
- Tus colores de las mejillas no dicen lo mismo – él con infinita ternura acarició la cara de ella – No quieres contármelo?
- Es que no me atrevo. Ya sabe como soy y no puedo evitarlo
- Tranquila, te comprendo – se sonrieron con cariño – Que vas a hacer esta tarde?
- Mi idea es dormir una siesta y después aún no lo se
- Tienes que perdonarme, no sabía que ibas a dormir siesta – se levantó y estaba recogiendo su taza del café cuando Andrea lo dijo.
- Quiere dormir la siesta aquí conmigo?
- Me gustaría mucho. Era eso lo que pensabas antes y que te hizo sonrojar?
- No, era otra cosa.
- Bueno, como te dije antes, no pasa nada y si en algún momento deseas decírmelo ya sabes que te escucharé encantado.
- Gracias, eres encantador.
Cuando recogieron la cocina se fueron a la habitación de Andrea. Ambos estaban nerviosos y se miraban de vez en cuando.
- Te importa si me quito la camisa y el pantalón? – él como siempre actuaba con cautela por temor a molestar a esa joven
- No, claro que no – ella se sentó en la cama mirando como su vecino se quitaba la camisa – te da vergüenza que te mire yo a ti?
- No soy joven y mi cuerpo no es bonito – decía esto mientras se desabrochaba los pantalones – un poco me avergüenza.
- A mi también me da vergüenza pero siempre me gustó la manera tan respetuosa con la que me miras – al decir esto Andrea se quitó la camiseta y se quitó el sujetador.
- Eres hermosa Andrea, me gusta mirarte – diciendo esto se bajó el pantalón quedando con tan solo un slip blanco.
- Aunque no sea joven…. – ella miró disimuladamente hacia el slip de su vecino y se quitó su pantalón corto quedando solo con unas bragas verdes -… a mi también me llama la atención mirarle .
Se sorprendía mucho de estar diciendo esas cosas. Andrea se tumbó en la cama y cuando su vecino se tumbó en la cama ella apoyó su cara en el pecho de él. Sentía que eso de tener su cara en contacto con los vellos de un hombre le fascinaba. Aquella situación de intimidad le empujó a sincerarse con ese hombre.
- Sabe lo que pensaba antes cuando me sonrojé?
- No. Quieres contármelo?
- Esta mañana cuando pasó aquello y le toqué ahí abajo…. – no sabía cómo decirlo
- No te gustó?
- Si, si me gustó. Lo que pasa es que sentí que eran muy grandes – sentía mucho calor en las mejillas por el reparo – cuando me preguntó en el café pensaba en eso.
- Y que pensabas?
- Si siempre serían así de grandes o era por estar mucho tiempo sin estar con una mujer. Es como si me dieran curiosidad.
- Son siempre así cariño. Cuando era joven a las chicas con las que estaba les llamaban la atención.
- Es que son muy grandes.
- Antes cuando me quité el pantalón sentí que mirabas hacia ahí. Era por esa curiosidad?
- Si.
- Te gustaría verlos? Perdona la pregunta, no quiero hacerte sentir incomoda cariño.
- Pero a usted le da mucha vergüenza que le mire, me lo acaba de decir.
- Tranquila, cerraré los ojos. Quieres?
- Si
- Tu también me has permitido verte a ti – al decir esto cerró los ojos y se bajó el slip. – Míralos Andrea.
Andrea antes de atreverse a hacer nada miró al rostro de su vecino y lo vio con los ojos cerrados. Se incorporó y observó el cuerpo de ese señor totalmente desnudo. Le llamaba la atención todo aquel vello blanco que cubría su torso desde el pecho hasta el pubis. En la zona del pubis se veía el vello recortado casi de todo y los vellos eran también blancos pero cortos. Su mirada se posó en el sexo de aquel señor que estaba algo erecto. Le llamó la atención lo grueso que tenía el glande y que estaba como amoratado. Se movió hacia abajo y pudo ver entre las piernas esos testículos que tanta curiosidad le generaban. Se quedó mirándolos asombrada y recordó su tacto cuando los había agarrado esa mañana.
Aquella sensación que se adueñó de su cuerpo era inexplicable para ella. Se sentía excitada, nerviosa, sin poder apartar la vista de ellos y con mucha vergüenza acercó su mano. Con su marido nunca había sentido ese deseo de acariciárselos y con ese señor deseaba volver a sentirlos. Pasó la yema de su dedo por ellos y un suspiro de su vecino la hizo mirar de nuevo si tenía los ojos cerrados. Tenían la piel rugosa y le gustó esa sensación. Deseo tenerlos en la mano.
- Puedo agarrarlos?
- Claro cariño
Puso su mano abierta bajo ellos y muy despacio fue cerrando los dedos sin hacer fuerza. Eran pesados y grandes. Andrea gimió con esa sensación y movió los dedos dando un masaje a esa zona tan delicada de un hombre. Aquellas caricias hicieron efecto sobre su vecino y vio como su sexo se ponía muy duro. Sintió que ella también estaba muy excitada con el tacto de los testículos y de ver aquel sexo tan excitado.
Recordó aquel primer abrazo que se habían dado en la piscina y como en casa había despertado a su marido para hacer el amor y como se había puesto sobre él y ella misma se había penetrado y había imaginado que era su vecino quien estaba debajo. Sin dejar de agarrar los genitales de su vecino se quitó las bragas.
- No abra los ojos por favor – Andrea necesitaba hacer aquello.
Su vecino sintió como esa joven se sentaba sobre su barriga y agarraba su polla que estaba durísima.. Sintió como esa joven se deslizaba un poco para abajo y pudo sentir perfectamente como aquel coño joven que tanto deseaba cedía ante la presión de su gordo glande. Aquel sexo femenino ardía y estaba empapado. Ella gimió de placer al sentir como la polla de ese señor la penetraba.
Andrea sintiendo la totalidad de aquel miembro dentro de su sexo, apoyó las manos en el pecho de ese hombre y se lo comenzó a acariciar con devoción. Se sintió muy excitada de estar así sobre el cuerpo de su vecino. Deseaba apoyar de nuevo su cara sobre aquel torso y así lo hizo.
Estaba totalmente pegada al cuerpo de ese hombre. Su cara, sus tetas, su sexo, sus piernas. Se sintió muy cachonda y comenzó a mover sus caderas sobre él en un movimiento rápido, desenfrenado. Le gustó mucho sentir como ese hombre le acariciaba el pelo mientras ella lo estaba follando. Su sexo percibió perfectamente como el miembro de ese señor se tensaba. Andrea gemía cachonda contra el pecho varonil y se movió más rápido y profundo. Ambos gimieron cuando se corrieron a la vez quedando exhaustos abrazados.
- - No diga nada por favor - Ella se tumbó al lado de él y volvió a abrazarlo.
- Él haciéndole caso solo se limitó a besar la cabeza de aquella mujer que tanto placer le acababa de hacer sentir y se durmieron así abrazados.
Lorena y Alberto se siguen conociendo :
Se despertó desubicada de donde estaba. Enseguida se dio cuenta que se había quedado dormida después del masaje que Alberto le había dado en los pechos. Un cierto rubor se adueñó de su cuerpo al acordarse como ese hombre le había masajeado los pechos y los pezones y le había hecho tener un orgasmo con ese masaje. Se miró los pezones y seguían muy duros, tanto que nunca los había visto así.
Estaba feliz de sentir que por fin se sentía liberada de sus complejos, por lo menos delante de su compañero así se sentía. Buscó a Alberto por el jardín y no lo vio. Se levantó de la tumbona y se metió en el agua y estuvo nadando feliz un buen rato. Recordó que había una zona de la piscina que si se veía desde la casa y fue nadando hacia ella. Sintiéndose como una niña haciendo una travesura, miró hacia las ventanas para ver si veía a Alberto. El desde la cocina escuchó los chapoteos del agua y la vio nadando. Ella al verlo lo saludó feliz agitando las manos hacia él.
- Pero se puede saber que estás haciendo? – el se asomó a la ventana para hablarle.
- Estoy nadando – el tono de la voz y su sonrisa delataba la felicidad de aquella jovencita.
- Pero no sabes qué esa parte de la piscina se ve desde la casa?
- Ya lo sé y no me importa. A ti te molesta?
- Ya sabes que no me molesta en absoluto pequeña – él le sonrió – Todo lo contrario.
- Vas a bajar a la piscina?
- Estaba leyendo un rato en mi habitación – a Alberto le costaba reconocer que estar cerca de esa joven le estaba excitando mucho y había preferido quedarse un rato leyendo – luego bajaré.
- Si porfa – la pequeña hizo pucheros con su boca en un gesto infantil.
Alberto se quedó mirándola mientras nadaba. Era imposible no quedarse absorto mirando a esa jovencita mientras su cuerpo se deslizaba por el agua y sólo saliendo a la superficie su cabeza y sus imponentes nalgas que tanto le gustaban. Cuando nadaba de espaldas solo podía ver su angelical rostro y aquellos pezones que desafiaban a la naturaleza por su tamaño.
Recordó lo maravilloso que había sido poder masajearlos y se sorprendió de la sensibilidad que esa niña tenía en ellos que hasta había llegado al orgasmo con solo acariciárselos y apretarlos con sus dedos. A su mente acudió la imagen de la vagina de Lorena. Aquella muchacha lo estaba volviendo loco de deseo y un sentimiento de culpabilidad se adueñó de él al recordar que tenía una hija de su edad.
Se tumbó en la cama y empezó a leer intentando sacar de su mente todos aquellos pensamientos, era algo imposible, cerró el libro y se quedó adormilado. El colchón se movió un poco despertándolo de su letargo y escuchó la voz infantil de Lorena.
- Hola dormilón. Pensé que estarías leyendo
- Me quedé adormilado, perdona – se puso nervioso al sentir que el cuerpo de esa joven estaba desnudo pegado a él. No pudo evitar mirarle a los pechos y se avergonzó. – Perdona, es que….
- Que te pasa? – ella le interrumpió. – Te gustan mucho mis tetas?
- Eres preciosa tu entera Lorena – Disculpa mi sinceridad
- Gracias Alberto, siempre se sincero conmigo. Pero dime una cosa. Te gustan mis tetas?– a esa joven le gustaba mucho poder hablar con naturalidad de esas cosas con ese hombre porque con sus novios nunca se había atrevido por sus complejos. – O son mis pezones?
- Tus tetas son preciosas Lorena pero tus pezones me encantan.
- Y sigues pensando como sería bésamelos?
- A todas horas pequeña.
La respuesta de ese hombre le había encantado e incorporándose un poco puso sus tetas cerca de la cara de él. Con ese señor se sentía atrevida, le inspiraba mucha confianza para poder ser ella misma por primera vez en su vida.
- Bésalos Alberto. Quieres?
- Estás segura cariño? – la visión de aquellos desafiantes pezones delante de su cara le hacia tener que controlarse muchísimo.
- Contigo me siento segura de todo lo que hago.
Nunca había permitido que ninguno de sus dos novios le besara los pechos y cuando sintió que ese señor le daba pequeños besos en ellos emitió un gemido de placer que a Alberto le pareció el sonido más bello del universo. Lorena sintió como después de esos besos, la lengua de Alberto se los acariciaba desde la base hasta la punta. Cuando sintió que los labios de ese señor rodeaban su pezón y se lo chupaba estirándolo un poco se estremeció de placer.
Lorena sintió que este hombre emitía un gemido cuando se movió y sin querer pasó su erecto pezón por la mejilla de su rostro. Se excitó mucho de saber que el motivo de sus complejos podía gustar tanto a un hombre con experiencia como Alberto y pensó que sus ex y su novio eran unos tontos. Se sintió tan agradecida a ese señor que deseó saber como compensarlo.
Agarró su pecho y se lo ofreció a su inesperado maestro en las lides de la vida y del sexo. Fue ella misma quien metió tu estirado pezón en la boca de él.
- Te gustan mucho, verdad? – Me encanta como me los chupas.
- Me fascinan pequeña – Alberto le hablaba excitado y acto seguido siguió mamando con devoción de aquel manjar que la pequeña le ofrecía.
La joven se sentó sobre él y torcía su espalda para ofrecerle sus tetas. Ese hombre la hacía excitar más que ningún chico nunca, y lo que más le sorprendía era que no se sentía avergonzada porque él lo notara. Aquella excitación le provocaba mover sus caderas buscando frotar su vagina contra el abultado pantalón de ese hombre. Sentía su joven coño mojado y oleadas de placer recorrían su cuerpo con la presión que el miembro de ese señor ejercía entre sus piernas.
Lorena acercó su boca tímidamente al oído de él.
- Alberto…. Puedo quitarte el bañador?
- Si estás segura hazlo pequeña.
Lorena levantó una de sus piernas echándose a un lado y le bajó el bañador. Enseguida se volvió a sentar como estaba antes y los dos gimieron al sentir sus sexos desnudos en contacto. Él se sorprendió al sentir sobre su polla aquella vagina tan mojada. Aquella niña era un mundo de sensibilidad. La abrazó fuerte para sentir mejor aquel cuerpo unido al suyo. Las caderas balanceantes de esa muchacha lo excitaban muchísimo y pensó que como siguiera moviéndose así en cualquier momento su polla se deslizaría dentro de ella.
Cuando los brazos de ella rodearon su cuello, él se decidió a llevar sus manos a esas nalgas que tanto le gustaban. Se las acarició con pasión y aprovechó para ralentizar sus alocados movimientos provocados por la excitación que la joven sentía.
No te gusta que me mueva mucho? – ella quería aprender de ese hombre.
Me gusta demasiado cariño pero si te mueves mucho, mi sexo en cualquier momento puede resbalar dentro de ti.
Alberto nunca hice el amor así con luz. – de nuevo acercó su boca al oído de él y se lo dijo – Me dejas moverme como antes?
Muévete como desees cariño.- saber que esa chica deseaba follar con él lo hizo estremecer de deseo – Siéntete libre pequeña.
Alberto mantuvo las manos en aquellos deliciosos glúteos pero sin hacer ningún tipo de oposición a los movimientos de ella. Su boca atrapó aquellos pezones y los chupó alternativamente volviendo a hacer gemir a su pequeña alumna. Lorena comenzó a moverse sobre su polla frotándose contra ella. Se movía rápido, con deseo y un gemido intenso de placer inundó la habitación cuando aquellos alocados movimientos provocaron que aquel sexo hinchado resbalase dentro de su vagina empapada. Al sentirse penetrada su cuerpo se tensó, lo abrazó fuerte y su pequeño cuerpo comenzó a correrse entre temblores. Se quedó muy quieta temblando, durante ese medio minuto que duró el orgasmo. Alberto apretaba sus nalgas contra él mientras sentía las contracciones de esa pequeña vagina abrazando su polla. Sólo cuando sintió que ese orgasmo iba remitiendo, la volvió a volvió a mover sobre él ayudado de sus manos aferradas al trasero de ella. Deseaba seguir follando con ella y enseguida supo que ella también lo deseaba por los intensos gemidos que volvían a salir de la garganta de la pequeña. Intentó apartarla cuando sintió que su semen iba a salir pero ella no le dejó. Los dos iban a correrse juntos y ella se aferró a su espalda como un niño se aferra a la pierna de su madre cuando la ve alejarse en su primer día de colegio. Ahora eran los dos los que se movían alocados. Lorena lo miró y acercó su joven boca a la suya y lo besó con pasión. Se corrieron juntos, besándose, mirándose.