Descubriendo sensaciones
Andrea y Lorena siguen descubriendo sensaciones. Leer la primera parte.
Andrea en casa con su suegro :
De camino a casa Andrea encendió la radio la radio del coche y se puso a cantar mientras conducía. Se sentía feliz. Pensaba que era muy afortunada con los compañeros que tenía, quitando al creído de su jefe. Se sentía afortunada por su marido, quitando sus viajes la hacía feliz. Se sentía afortunada por tener un suegro como José. Afortunada por sus vecinos…. Pensó en el señor Carlos y recordó lo ocurrido pero se sorprendió al pensar que tal estaría ese hombre y hasta echó de menos aquellas conversaciones que tenían antes de aquella tarde en la piscina. Cuando aparcó se quedó sorprendida al ver hacia las tumbonas y ver allí a José y al señor Carlos. Se puso nerviosa al ver a su vecino. Era la primera vez que lo veía desde aquello. Estaban conversando y tomando unas cervezas juntos.
- Hola Andrea
- Hola José, buenas tardes señor Carlos
- Buenas tardes Andrea
- Vente a tomar algo!! La cena está casi lista – Su suegro la invitaba a unirse a ellos.
- No gracias, voy a darme una ducha – inconscientemente miró a Carlos – Hasta mañana.
Se fue para casa. Deseaba más que nadie bajar a la piscina y darse un chapuzón como hacía antes, pero pensar en estar cerca del señor Carlos le producía una sensación desconocida de vértigo. Se fue hacia la habitación y allí se desnudó. Vio el bikini rojo, se lo puso y se miró al espejo. Así es como estaba cuando ese señor la miraba. Se metió en la ducha con el bikini puesto y recordando aquel abrazo y el contacto del cuerpo de ese hombre, introdujo su mano bajo la braga y comenzó a masturbarse. Estaba muy excitada. Se imaginaba abrazada a su vecino y su boca apoyada en su cuello . Sus dedos resbalaron con facilidad hacia el interior íntimo de su vagina y comenzó a moverlos con ansia. Andrea gemía bajo el agua de la ducha. Se imaginaba que esos dedos que profanaban su sexo de mujer casada eran los dedos del señor Carlos, un violento orgasmo la hizo flaquear las piernas y terminó sentada en la bañera con el agua cayendo por su cabello, resbalando por su cuerpo agitado por el orgasmo que acababa de sentir. Se quedó en esa postura. Sus manos tapando la cara avergonzada de lo que le estaba pasando. Jamás se había masturbado pensando en otro hombre que no fuera su marido. Ella era una mujer bonita, joven. A lo largo de su vida había rechazado a muchos hombres que intentaron seducirla. Hombres guapos, jóvenes y no tan jóvenes y nunca se había masturbado pensando en ninguno de ellos. Y ahora allí estaba, con el cuerpo temblando por el orgasmo que había tenido, pensando en un señor de setenta y tres años que ni siquiera le atraía.
Salió de la bañera después de ducharse y se puso un pijama de verano. Al salir de la habitación vio que su suegro ya había puesto la mesa. Se puso nerviosa de pensar que podría haberla escuchado.
- Subiste hace mucho? – necesitaba saber cuánto llevaba en casa su suegro.
- Cuando subiste tu enseguida me vine a preparar la mesa – le respondió el- Por qué?
- No por nada, por saber – sintió calor en las mejillas de saber que quizás José la había escuchado.
José sacó la cena del horno. El también estaba avergonzado de recordar que al subir a casa había buscado a Andrea y al acercarse a la habitación unos sonidos extraños desde el baño le habían atraído como un imán. Al acercarse supo que eran gemidos. Se sentía culpable de no haberse ido en ese momento para la cocina y respetado la intimidad de su nuera. Hizo todo lo contrario. Acercó su cara a la puerta y escuchó esos gemidos que le habían excitado.
Cenaron y hablaron de como les había ido el día. Andrea le agradeció que le hubiera preparado la cena.
- Como no te animaste a venir un rato hasta la piscina? Me dijo ese vecino tuyo que antes siempre te ibas a dar un baño al llegar de trabajar.
- Antes? – Andrea se puso tensa al pensar que el señor Carlos le hubiese podido contar algo a su suegro.
- Si. Dijo que hacía días que no ibas a darte ese baño
- La verdad es que si. Llevo unos días sin hacerlo pero no me apetece mucho.
Su suegro la miró con ternura y con suavidad apoyó su mano sobre la de ella.
- Echas mucho de menos a mi hijo. Verdad?
- Si - sus ojos se humedecieron al pensar en Sergio. Sabía que si él estuviera allí todo lo que le estaba pasando no sucedería.
- Es normal Andrea – la mano de aquel hombre acariciaba con ternura la suya – Te comprendo perfectamente.
- Gracias por comprenderme José
- He pensado que mañana es el último día de la semana. Que te parece si vemos una película por la noche juntos?
- Me gustaría mucho. Sergio y yo siempre vemos alguna película los viernes.
- Yo no soy Sergio pero será un placer verla contigo. – José se levantó de la mesa y comenzó a recoger la mesa. – Recogeré esto y me iré a dar una ducha.
- No, por favor. Ya recojo yo. Tu vete a ducharte.
José le agradeció el gesto y se fue al baño a ducharse. Estaba terminando cuando escuchó un ruido fuerte en la cocina. Se asustó y enrollando una toalla a la cintura salió corriendo.
- Estás bien? – Vio que el ruido era de un vaso que se le había caído al suelo a Andrea – Te has cortado?
- Estoy bien. Soy una torpe.
- Déjame a mi por favor – se acercó a ella y le pidió que se sentara en una de las sillas de la cocina.
Andrea le hizo caso y se sentó con las piernas recogidas para que José pudiese barrer todos los cristales. Estaban en silencio. Andrea no pudo evitar mirar a su suegro mientras barría. Nunca lo había visto así sin parte de arriba, le llamaron la atención sus brazos tan fuertes, se fijó en su torso desnudo y le llamó la atención la cantidad de vellos que lo cubrían. Recordó el torso del señor Carlos. Su vecino también tenía el cuerpo poblado de vellos aunque la diferencia de edad hacia que uno los tuviera muy blancos y los de su suegro fueran grisáceos. Ante aquellos pensamientos se tapó la cara con las manos.
- Andrea estás bien? – José le había hablado y ella ni cuenta se había dado. Se acercó a ella y con suavidad le apartó las manos de la cara pensando que quizás estaba llorando.- Mírame por favor.
- Estoy bien – al apartar sus manos de la cara, ella no pudo evitar mirar de nuevo el pecho de su suegro – solo que…
José se dio cuenta que su nuera miraba su pecho y tenía las mejillas rojas.
- Oh disculpa – salí del baño corriendo por si te había pasado algo y no me di cuenta de ponerme una camiseta.
- Perdóname tu a mi José, es que nunca te viera sin camiseta y me dio vergüenza.
- Tranquila, me pondré una camiseta.
- Gracias… - deseaba decirle que no se la pusiera. Sentía que le gustaba mirarlo.
Al rato su suegro volvió con una camiseta y un pantalón de pijama corto. Se sentó al lado de ella y le agarró la mano con ternura.
- Así mejor?
- José…. – Andrea no sabía cómo decirle aquello.
- Dime Andrea
- Tu en tu casa andas sin camiseta, verdad?
- La verdad es que si. A ti no te gusta cuando no hay gente de fuera en casa, andar en camiseta y braguita o incluso desnuda?
- Si, es cierto.
- Pues a mi también me gusta, es mucho más cómodo
Andrea no fue capaz de mirarle a la cara cuando dijo….
- Si quieres puedes estar por casa sin camiseta. Me gustaría que estuvieras cómodo aquí.
- A mi también me gustaría que tú te sintieras cómoda Andrea.
- Pero yo…. No creo que fuera capaz de estar en braguita y camiseta delante de ti.
- Hagamos una cosa. Quieres?
- Dime…
- Vayamos a ver la tele un rato al salón. No será mucho tiempo que mañana hay que madrugar. Yo actuaré como si estuviera en mi casa. De acuerdo?
- Vale….
Se fueron juntos al salón. Ella se sentó y vio como su suegro se quitaba la camiseta y de nuevo miró el pecho de José y él se dio cuenta. Se sentó a su lado y encendieron la televisión pero ninguno de los dos estaba pendiente de la película que estaba en ese canal.
- Gracias por permitirme estar cómodo Andrea.
- No me des las gracias José.
Estuvieron un rato en silencio haciendo que miraban la tele. Al cabo de un rato Andrea se levantó y le dijo que volvía enseguida. Estaba nerviosa. Se quitó el pijama y se puso una camiseta blanca y unas braguitas azules. Sus piernas apenas le permitían avanzar hacia el salón. José la vio llegar y vio que cogía una mantita fina que estaba doblada en una de las sillas. Andrea se sentó a su lado y abriendo la manta se la puso sobre sus piernas.
- Quieres taparte tu también?
- Si por favor – José temía que su nuera pudiese notar la erección que estaba sintiendo en estos momentos al sentir la pierna suave de Andrea pegada a la suya y agradeció que esa manta ocultara lo que le estaba pasando.
La tensión era evidente en ese salón en esos momentos.
- Tu hijo apenas tiene vellos en el cuerpo José.
- Lo se Andrea. Y te gustaría que los tuviera?
- Nunca lo pensé… Hoy al verte me quedé sorprendida.
- No te avergüences por favor…. Puedo preguntarte una cosa?
- Si… pero no se si podré responder
- Sientes vergüenza por sentir que te llaman la atención mis vellos?
- Me da vergüenza decirlo
- Tranquila Andrea, es normal…
Con un gesto de mucha ternura José rodeo el cuello de su nuera y la atrajo hacia su pecho. Ella se dejó llevar a él y apoyó su cara en su torso. El corazón de Andrea iba a mil por hora. Sentía los vellos suaves en su cara y sintió que aquel contacto la excitaba mucho. Se sentía protegida, mimada, comprendida y esas sensaciones la excitaban mucho. Aquel hombre la hacía sentir cosas que nunca había imaginado sentir.
José sentía la cara de su nuera en el pecho. Sentía su respiración agitada. El olor de su cabello, el tacto de su pierna suave pegada a la suya le habían provocado una erección. Daba gracias a dios por tener esa manta en esos momentos ocultando su estado.
Andrea cerró los ojos y con muchísimo reparo metió la mano bajo la manta y la apoyó en la pierna de su suegro. Era como si una fuerza inexplicable le hiciera desear acariciar esos vellos que rozaban su pierna suave. José sintió como esa mano le acariciaba la pierna muy despacio con un movimiento casi imperceptible. Andrea sintió como la mano de su suegro se apoyaba en su pierna y se la acariciaba con mucha ternura. Cuando la televisión se quedaba en silencio se podía escuchar el ritmo de sus respiraciones nerviosas. Sus manos estaban descubriendo sensaciones que nunca habían sentido. Andrea ni siquiera podía dominar sus piernas que poco a poco se iban separando. Sentía su sexo totalmente mojado. Deseaba ser tocada y tocar a su suegro pero la vergüenza hizo acto de presencia en ese momento y apartó la mano. Se levantó asustada por sus deseos.
- José es tarde, mañana hay que madrugar – se fue de prisa del salón. Al llegar a la puerta se giró y lo miró – Lo siento..
- Hasta mañana Andrea. Descansa bien.
Esa noche suegro y nuera se masturbaron en sus camas pensando uno en el otro. Los dos reprimieron sus gemidos al alcanzar el orgasmo con vergüenza de ser escuchados. Deseaban estar juntos en la misma cama pero sus convicciones morales se lo habían negado.
Lorena y su novio :
Se pasó toda la mañana pensando en la conversación del parque con su compañero Alberto. Ni siquiera entendía como había sido capaz de confesarle aquellas cosas que nadie sabía. Cuando lo veía por el supermercado intentaba no coincidir con él. Alberto la miraba disimuladamente y se sentía extraño por lo que le estaba pasando con esa jovencita.
Pensaba en su novio. Esa mañana de nuevo habían discutido por teléfono. Ella le había dicho de ir al cine esa noche y su novio solo quería que se fueran para su casa. Ella se sentía mal al darse cuenta que solo la quería para lo mismo. Su novio no entendía que necesitaba tiempo para superar sus miedos y su vergüenza.
Cuando estaba llegando al trabajo después de comer, recibió ese mensaje de su novio que la hizo derrumbarse. Le decía que mejor esa noche no quedaban que había quedado con amigos ya que ella no quería ir a su casa. Las lágrimas se derramaron por su rostro y no sabía que hacer. Estuvo a punto de decirle que estaba bien, que irían a su casa, pero recordó las palabras de Alberto diciéndole que ella tenía que hacer lo que quisiera y no lo que su novio quería. Le hizo caso a su compañero y pensó que haría lo que quisiera y era ir al cine aunque fuera sola.
Alberto al salir fuera del supermercado en uno de los descansos se encontró con Lorena. Ella intentaba disimular su disgusto pero él enseguida lo notó.
- Lorena estás bien?
- Si, estoy bien.
- Recuerdas lo que te dije ayer que la experiencia nos hace aprender cosas?
- Si, lo recuerdo
- Pues a mi no me engañas jovencita y sé que algo te sucede. No tienes porqué contármelo si no quieres. De acuerdo?
Después de un breve silencio Lorena comenzó a hablar.
- Tienes razón. Estoy triste….
Aquella joven se desahogó contándole todo lo ocurrido con su novio. Le dijo que iría al cine sola si hacía falta pero que le había hecho caso y no iba a hacer nada que ella no quisiera.
- Y tú que harás este fin de semana? Irás a la casa de la playa con tu mujer y tu hija?
- Qué va!! Mi mujer y mi hija se han ido unos días a casa de mis suegros y este fin de semana me tocará estar solo – Alberto la miró y con mucho reparo y miedo se atrevió a preguntárselo - Quieres venir? Así no estaremos solos.
- Pero mi novio si se entera me mata
- Y mi mujer a mi – los dos se echaron a reír – pero nadie tiene porqué saberlo.
- Me da mucha vergüenza Alberto.
- Tranquila, te enseñaré sitios muy bonitos y nos haremos compañía.
- Pero…. Sería para quedarme a dormir allí?
- Si tu quieres si.- Alberto vio la cara de vergüenza y nervios de la joven – tranquila, allí hay muchas camas. Por eso no te preocupes.
- Tendría que ir a por ropa a casa.
- Al salir te llevo hasta casa y allí recoges lo que te haga falta. Yo mi bolsa ya la tengo en el coche.
- Vale.
El resto de la jornada Lorena estuvo muy nerviosa. Más de una vez estuvo a punto de buscar a Alberto para decirle que mejor no iba, pero la verdad es que con ese hombre se sentía a gusto y le apetecía ir. Alberto le transmitía la confianza que nunca había tenido con ningún chico.
Esa misma tarde en el supermercado :
Andrea no dejaba de darle vueltas a lo sucedido con su suegro la noche anterior. No entendía que le estaba pasando. Amaba a su marido pero no dejaba de pensar en José. No podía sacarse de su mente la imagen de su suegro sin la camiseta. Recordaba la sensación de tener su cara apoyada en su pecho desnudo y el roce de sus vellos en sus mejillas. Ni siquiera sabía cómo se había atrevido a acariciarle la pierna.
“ Estaría tan excitado como yo? “ se preguntaba con vergüenza al recordar que ella estaba muy excitada al sentir la mano de su suegro acariciar su pierna.
Cogió su teléfono y decidió enviarle un WhatsApp.
- “ Hola José. Quería pedirte disculpas por lo de anoche. No sé que me ha pasado. Quizás sería mejor no ver esa película juntos esta noche. “
Lo envió y enseguida vio que su suegro lo había leído y vio que estaba escribiendo. Recibió al momento un mensaje de él.
“Andrea no tienes que disculparte. A los dos nos ha pasado lo mismo. He descargado una película y si no crees conveniente verla juntos la veré yo mientras no llegas. Te parece bien? “
“ Vale, gracias por ser como eres “
Alberto se sintió decepcionado y aliviado a la vez. Deseaba ver esa película con Andrea y volver a sentir lo que la noche anterior y por otra parte temía que todo se les fuera de las manos y era la mujer de su hijo.
Al salir del trabajo se sentía muy nerviosa pensando que en unos minutos volvería a ver a su suegro. Mientras conducía se imaginaba a José en esos momentos viendo la película.
“ Estará sin camiseta? “ se preguntaba durante el trayecto.
Cuando llegó a casa dejó las cosas en el recibidor. Pudo escuchar voces desde el salón y algún grito. Se dio cuenta que su suegro estaría viendo la tele. Se acercó al salón y lo saludó muy nerviosa.
- Hola José. – La imagen de su suegro tumbado en el salón le impactó mucho. Estaba sin camiseta
- Hola Andrea, que tal el día? – Cogió el mando de la tele y le dio al pause de la película. – Aún no terminó. Es más larga de lo que esperaba.
- No pasa nada. Yo me voy a dar una ducha.
Se sentía nerviosa, intranquila. Se duchó. Se secó despacio y estaba muy confundida. Abrió el cajón donde tenía los pijamas y la ropa interior. Cogió un pijama blanco y se quedó quieta. Sentía su corazón a mil por hora cuando volvió a apoyar el pijama en el cajón y sacó una braguita blanca y una camiseta blanca a juego.
Cuando llegó al salón le temblaban las piernas. Alberto la vio llegar y se quedó mirando como estaba vestida. Estiró uno de sus brazos para alcanzar la manta que estaba doblada en una esquina del sofá y desdoblándola le dijo.
- Ven. Siéntate a mi lado.
Andrea simplemente le obedeció y se sentó a su lado. Esta vez fue José quien cubrió las piernas de ambos con la manta.
- Estás temblando Andrea. Tienes frío? – Ella solo pudo responder a esa pregunta con un gesto negativo de la cabeza – Tranquila – Y con mucha ternura atrajo la cabeza de su nuera a su pecho como la noche anterior.
No se dijeron nada más. Miraron en silencio la película sintiendo solamente sus respiraciones agitadas. Andrea cerraba los ojos y sentía los vellos de su suegro acariciar su cara. Ese simple roce la excitaba mucho. Sintió que necesitaba meter de nuevo la mano bajo la manta y apoyar su mano en su pierna. Metió la mano bajo la manta. José esperaba ese contacto con ansia pero no lo estaba sintiendo.
- Hazlo Andrea – le dijo al oído.
Sintió la mano de su nuera apoyarse en su pierna. Llevaba todo el día deseando que sucediera eso. Ella acarició esa pierna que tanto le gustaba. Andrea sintió la mano de José apoyarse en la suya y suspiró al sentir que la estaba acariciando. A diferencia de la noche anterior, sus piernas se separaron un poco pero esta vez no huyó. Cuando sintió que la mano de ese hombre rozaba su braguita sólo pudo pegar su boca al pecho de él y emitir un tímido gemido. Aquellas caricias le estaban excitando demasiado y volvió a gemir al sentir la mano de su suegro introducirse por dentro de su prenda íntima. Le estaba acariciando el coño un hombre que no era su marido. Nadie la había tocado nunca además de Sergio. Sólo se escuchaba el sonido líquido de los flujos que su vagina vertía. Abrió sus piernas para aquel intruso de su vagina de mujer casada y José introdujo sus dedos en él. Andrea temblaba, gemía. Su excitación la hizo llevar su mano entre las piernas de él y gimió excitada al sentir la erección que estaba teniendo su suegro. Acarició aquel pene sobre el pantalón pero necesitaba sentir su tacto, su grosor. Metió la mano por dentro del pantalón y gimió al tenerlo agarrado. Le pareció que era muy grueso y lo comenzó a masturbar. Necesitaba darle placer a ese hombre que la estaba volviendo loca con sus caricias. José introdujo dos dedos en su vagina y comenzó a moverlos de una manera que era desconocida para ella. Se estaba muriendo de placer.
- Que me estás haciendo – entre gemidos logró hablar a pesar de la vergüenza – Dios mío – sentía que se iba a orinar de placer e intentó cerrar las piernas
José sabía bien lo que estaba sintiendo Andrea en esos momentos y comenzó a mover los dedos de una forma que sabía que a ella le encantaría. Andrea hundió su cara contra el pecho de su suegro y sintió como su vagina empezaba a soltar chorritos. La mano de Andrea comenzó a masturbar a su suegro mucho más rápido. Ese movimiento y el orgasmo que le estaba provocando a su nuera le hizo alcanzar un orgasmo fuerte. Sentía su semen salir disparado contra su estómago, contra la mano de Andrea. El orgasmo que se habían provocado los dejó exhaustos, sorprendidos. Se quedaron quietos recuperando la respiración. José acariciaba el pelo de Andrea y ella acariciaba el estómago de José. Sentía sus vellos mojados por el semen.
Cuando recuperó la cordura se levantó asustada del sofá y se fue a su habitación. Se tiró en la cama y comenzó a llorar. Se preguntaba qué le estaba pasando con ese hombre. Pensó en su marido y en lo mucho que le amaba. Sentía que su corazón le decía una cosa pero su cuerpo otra. Recordó el orgasmo que ese hombre le había hecho alcanzar hacia unos minutos, nunca había sentido nada parecido.