Descubriendo Parte 2

Aprovechó esa posición para quitarme totalmente el pantyhose. Yo miraba hacia abajo para verlo actuar y me daba un poco de impaciencia porque ya quería sentir algo más fuerte!

Sería mediodía cuando desperté. No importaba… era domingo. Sentí ruido a ollas y actividad en la cocina. Estaba en la cama de mi tío Andrés todavía! Las sábanas manchadas en varias partes eran el testimonio de la noche que habíamos pasado.

Intenté repasar mi vida porque a partir de ayer me parece que finalizó el primer capítulo y comenzó el segundo de lo que será mi historia. Quizás suene un pensamiento muy maduro para alguien tan joven como yo, pero el cambio afectó mi crecimiento. Sentía que había crecido aceleradamente en menos de veinticuatro horas.

Llegué también a la conclusión de que era una persona afortunada. Si me hubiera quedado en el sur, la oportunidad de lo que había logrado hasta ahora no existiría. Y no lo digo pensando solo en el sexo sino que en mi vida en general, en mis estudios, en el techo que me cobijaba, un segundo idioma, momentos muy felices y el acercamiento a un hombre que era ya mi mentor.

Tenía claro que no le daba un chance a una relación duradera de hombre-mujer con Andrés. Sabía que esto era el momento y había que disfrutarlo. Era mi puente gigantesco para convertirme en mujer sin daños. Pero, sí existiría una relación de cariño y amor familiar con él para el resto de mi existencia. Por el momento iba a aprovechar lo que durara ésta relación y me aferraría a un aprendizaje para preparar el futuro de quien vaya a ser mi pareja.

La figura de mi sonriente tío entrando por la puerta del dormitorio con el desayuno en una bandeja, me quitó la concentración de esos pensamientos.

-       Mi querida princesa. Aquí está su chef privado para alimentarla. Necesitas recobrar energía para un intenso nuevo día.

Sonriendo le pregunté:

-       ¿Y de qué se trata ese “intenso nuevo día”? -dije remarcando bien las palabras.

-       Ya verás…

Imaginé como ustedes lo están pensando, que sería algo así como pasar todo el día “ejercitando”. ¿Verdad?

Pues no. Salimos rumbo a un pueblito que solo venden antigüedades y hay muchos restaurancitos mantenidos tal como eran hace cincuenta años. En el trayecto me contó la historia del lugar y al llegar recién pude apreciar la realidad de sus palabras. Era un lugar perfecto con buena energía, y muy especial para poner en orden los últimos acontecimientos. Estábamos cómodos caminando por allí. A veces de la mano, otras me pasaba el brazo. Pero nadie nos miraba con curiosidad porque parecíamos padre e hija disfrutando ya que yo estaba vestida con una falda cortita, medias pantyhose blancas abrigadas, zapatillas deportivas de colores brillantes, un sweater con dibujos de caracteres infantiles grueso de lana y el pelo con dos colitas a los lados.

Nos sentamos afuera, al sol, en uno de esos típicos lugares y pedimos té con unas masitas como si fuéramos de la época. Un poco en broma porque ninguno de los dos teníamos por costumbre tomar té! Nos reímos por lo que estábamos haciendo, pero eso era lo que me gustaba de él, siempre dispuesto a hacerme reír. Allí se inició esa conversación que era más que necesaria.

-       Andrea. Ya está demostrado el enorme cariño que te tengo.

-       Claro. Lo mismo de mi parte tío.

Parecía un poco nervioso. Me dio la impresión de que quería ser justo y sincero con sus palabras.

-       De ahora en adelante nuestra vida sólo va a sufrir un cambio, y ese cambio es puramente sexual. Pero aquí está mi disyuntiva. No sé cómo enfrentarlo sin lastimarte, sin hacerte creer que nuestra relación puede llegar a algo más allá porque yo tampoco estoy seguro hasta dónde…!

-       Tío. Estoy muy segura de que eso no es posible. Además no te sientas incómodo o culpable porque los dos tomamos iniciativa y la decisión de permitirlo fue mía.

-       Tus respuestas me alivian. Pero, ¿en realidad hasta dónde estas dispuesta a llegar conmigo?

-       No lo sé. ¿Tu lo sabes?

-       No.

-       Pero me gusta mucho verte así como estas hoy, me provoca mirarte y me despiertas esas ganas… Y ahí está el punto.

-       Ja, ja, ja! Pero… si no tengo puesto nada espectacular que pueda llamar la atención tío!

Se lo dije divertida porque había puesto cara de bobito, sin darse cuenta.

-       Lo sé. No soy un pervertido pero me atrae ver la niña que aparentas a pesar de tu edad real. Quizás si te demostrabas mayor, pintada y con ropa apretada y provocativa, no me sentiría así. Pero me fascina tu aspecto de inocente.

-       ¿De verdad?

Me sentí halagada. Me encantaba ver como se ponía al hablarme y su franqueza me envalentaba para que yo pudiera expresarme mas abiertamente y con gratitud sincera. Me incliné y lo abracé. Me acarició la pierna y sus labios fueron a parar a mi cuello. Otra vez esa corriente que iba directo al mismo centro de mi sexo. Pero era demasiado arriesgado allí fuera continuar esa demostración.

-       Tengo ganas de poder estar contigo a solas otra vez… -me dijo con los ojos brillando de deseo.

-       Yo también –me atreví a contestarle bajando la cabeza y me puse colorada hasta las uñas!

-       Ve al baño –me dijo.

Lo miré sorprendida. No tenía, ni había mencionado ningún deseo en el que fuera a necesitar un baño.

-       Hazme caso –volvió a decirme.

Entonces mi cara de incrédula cambió en el segundo que me di cuenta de que era un plan.

Atravesé por dentro de la casa-restaurante y llegué a un patio rodeado por el edificio. En el medio muchas plantas y caminitos de piedras. En el techo una claraboya cerrada protegía ese pequeño jardín del frío invierno. Lo rodeé hasta la mitad y me encontré con dos baños mixtos. Me metí en uno de ellos sin pasar el seguro y ya dentro me senté en el inodoro. Como pasaron dos minutos y no llegaba, me dispuse a orinar. Para ello tuve que bajarme el pantyhose que quedó a mitad de las piernas. Me había excitado la idea de lo que íbamos a hacer, ya fuera besarnos o apretarnos para sentirnos más cerca y recordé su cuerpo desnudo, su carne tieza y lista para ponerla entre mis piernas.

La puerta se abrió lentamente y tío Andrés asomó la cabeza para comprobar que era yo. Entró y pasó el cerrojo. Me quedé sentada en el inodoro. Se acercó sonriéndome y yo mirándolo a los ojos embobada por el deseo. Me tomó la cara con sus manos y levantándomela con ternura para acercarme la boca entreabierta hasta tocarnos los labios. Me derretían esos besos!

Con sus manos ayudó a levantarme y restregándonos los dos comenzamos a exteriorizar ese deseo involuntario de posesión. Besándome el cuello, abrazándome y deslizándose hacia abajo terminó arrodillándose en el piso. Aprovechó esa posición para quitarme totalmente el pantyhose. Yo miraba hacia abajo para verlo actuar y me daba un poco de impaciencia porque ya quería sentir algo más fuerte!

Me pidió levantar un pie y apoyarlo en el inodoro. Esa posición dejó totalmente expuesta mi ensopada conchita que olía a orines recientes mezclados con los jugos vaginales que ya hacían presencia entre los labios de mi vulva. Con sus manos evitando que la falda se bajara, arrimó su boca y comenzó a jugar en mi clítoris con su lengua y otra vez mis sentidos se concentraban en su boca! Mis manos se crisparon entre su cabello y apreté instintivamente encorvando la espalda para que la pelvis se pegara más intensamente contra esos labios que me daban el placer más hermoso de mi vida!

La lengua provocaba que mi clítoris se moviera de lado a lado para luego apretarlo suavemente con los labios. Era tanto el sentimiento de calentura que me provocaba que salieron palabras de mi boca sin que yo las pensara.

-       ¡Ayyy tío! ¡Cómo me gusta lo que me estas haciendo!

Al escuchar mis palabras, Andrés buscó darme más placer en cada chupada hasta que me hizo sentar otra vez en el inodoro y me levantó las piernas poniéndolas alrededor de su cuello. Mi manos no le soltaban la cabeza. Estaba aferrada como si tuviera miedo de que fuera a apartar la boca de ese lugar tan delicioso!

Bajé la mirada y me di cuenta que la mitad de su cara estaba ensopada por mis jugos que no dejaban de salir. Movía la nariz entre los labios de mi vulva hacia arriba tocándome el clítoris, seguida por los labios de su boca que me recorrían la rajita y me penetraba con la lengua. Luego descendía haciendo el mismo recorrido hacia abajo. Todo esto con lentitud y paciencia. Estaba concentrado en hacerme gozar. El olor a sexo comenzaba a cobrar más intensidad y mi calentura llegaba a niveles incontrolables, tanto que los movimientos de mi pelvis se multiplicaron y con velocidad e intensidad alcanzaba el más intenso de los orgasmos que hasta ahora había sentido!!

-       Aaaaaaahhhh….!!! Así tío asiiii!!

Me abrazó muy fuerte por las nalgas y casi levantándome en el aire me la chupaba con todas sus fuerzas, como en éxtasis total. Mi orgasmo seguía y seguía con una longitud increíblemente disfrutable. Después de un minuto de lucha por volver a la realidad y sentir que las tenazas de mi piernas se relajaban junto con el abrazo de mi tío que comenzaba a aflojar, fui recobrando mi compostura.

Me exterioricé con una extrovertida característica que jamás había visto en mi. Mis gemidos y gritos fueron tan intensos que cuando abrí los ojos y vi a tío Andrés sonriéndome desde entre mis piernas, me sonrojé y me avergoncé de tal forma que él reaccionó.

-       No sientas vergüenza mi niña. ¡Me encanta que seas así! ¡Me calientas de tal forma que yo también pierdo el control!

Le quité mis piernas del cuello y levantándose nos fusionamos en un beso. Ese oloroso beso me hizo reaccionar contra su pija que estaba a punto de romper el género de su pantalón. La sacó de su prisión y no esperé ni un segundo para tomarla con mi mano y comenzar a masturbarlo lentamente mientras el beso cobraba más intensidad.

-       Chúpamela… -me dijo con ternura y sin apartar sus labios de los míos.

Era mi turno. Me arrodillé descubriendo que ya salía algo viscoso y transparente. Le pasé la lengua para probarlo. No tenía sabor pero me fascinó saber que eso era provocado por mi. Lo miré a los ojos mientras mi mano subía y bajaba por ese grueso tronco de carne que tanto me atraía y abrí la boca lentamente hasta introducirla, para que mi lengua y saliva la hicieran sentir que era bien recibida.

No duró mucho esa chupada porque él estaba muy caliente y me confesó:

-       ¡Tienes una boca deliciosa para chupar pijas! ¡No voy a poder aguantar mucho más mi vida!

Me estaba cogiendo por allí. Su cuerpo se balanceaba de atrás hacia delante hasta que la inflamación de sus venas y estocadas cortas e intensas me anunciaban que su leche estaba por llegar.

-       ¡Pajéame más rápido Andreita! ¡Asiiiihhh!

Se quedó quieto por un instante y de repente el primer chorro invadió mi paladar, me ensopó la lengua y se fue llenando con más y más leche. No daba a vasto con mi intención de tomarla toda hasta que finalmente, parte de su eyaculación se me escapa de la boca chorreándome por la pera hasta caer en mi sweater. No me importaba. Ese placer no tenía límites para mí. Hacerlo acabar era mi meta. Sabía que ese momento era el más importante para él como había sido el mío minutos antes.

El golpe de unos nudillos en la puerta nos volvió a la realidad velozmente.

-       ¡Ya va! –contestó tío Andrés mientras nos apurábamos a poner la ropa en su lugar.

Me dijo:

-       Ven.

Y con sus manos tomó mi cara y me besó, me chupó lo que quedaba alrededor de mis labios y la pera. Volvió a besarme y ese beso tuvo el mejor sabor que en mi vida haya probado.

Cuando estuvimos listos abrí la puerta seguida por tío Andrés y allí estaba el que parecía el cocinero del lugar esperando entrar al baño. Un hombre en sus cincuenta y tantos años, de pelo blanco, ojos claros y facciones duras, delantal manchado. Cuando nos vio, se sonrió con picardía y no sé porqué yo también le sonreí.

-       ¡Giuseppe!

-       ¡Andrés! –le dijo con tono italiano.

Me sorprendí un poco asustada porque se conocían.

-       Hacía tiempo que no venías por aquí.

-       Si. Lo sé.

Y como yo estaba sin hablar y parecía medio perdida de ese momento, Andrés reaccionó.

-       Mira. Ella es mi sobrina Andreita.

-       Mucho gusto –me dijo dándome un beso en cada mejilla.

Seguro que el olor a sexo en mi cara me delataba. Entonces tomándomela entre sus manos dijo:

-       ¡Qué bonita!

Se quedó mirándome a los ojos por un segundo apenas, pero era como haciéndome saber que sospechaba lo que habíamos hecho allí dentro.

-       ¿Visitando al tío?

-       Si –le dije con un poco de vergüenza.

-       Está viviendo conmigo desde hace tiempo –y Andrés le hizo un resumen del motivo de mi estadía allí. También se le notaba un poco nervioso.

Finalmente nos despedimos y me dio un abrazo que me pareció un poco apretado de más, pero se lo adjudiqué a que todavía estaba afectada por la tremenda calentura en que estábamos enredados el tío y yo. Mientras caminábamos alrededor del jardín para ir al frente sentí su mirada en la espalda. Fue un hecho algo extraño y me quedé pensando en ello hasta que cuando fuimos a subir al auto, Andrés me abrió la puerta y al momento de subirme me tomó por la cintura y se arrimó a mi trasero haciéndome notar la dureza de su pija, lista para más acción. Se estaba aprovechando porque no había gente alrededor. Le moví el trasero demostrándole mi deseo también.

Me bajó el pantyhose y sentí la desnudez de su carne intentando encontrar la entrada entre las piernas. Lo ayudé con mi cadera y ni bien se enfrentó, se deslizó increíblemente fácil. Al principio me sorprendí que no me doliera nada. Era el segundo día que lo recibía después de perder la virginidad. Pero la humedad de ambos era tanta que eso ayudó a la sencillez de esa penetración.

Puse mi cabeza en el asiento quedando bien empinada de atrás. Se aferró con sus manos a mi cintura y me empezó a coger con un deseo incontrolable. La situación me gustaba. El peligro a ser descubiertos me aceleraba el deseo y no me preocupaba que alguien nos viera. Al contrario! Lo estaba deseando! Me gustaba todo lo que estaba pasando!

-       ¡Qué ganas de cogerte tenía!

-       ¿Si?

-       ¿Y tu?

-       ¡También!

Por la posición sentía que estaba muy adentro de mí. ¡Mas que la vez anterior!

-       Sigues estando bien apretadita…

La entrada de mi conchita se ceñía totalmente a esa pija que me daba placer. Sentía cada milésima del músculo cada vez que se movía entrándome o saliendo. Cerré los ojos para disfrutarlo al máximo y gemí con un deseo insoportable.

-       Ahhhhgg…!

-       ¡Toma mi cielo, ten toda mi pija adentro y gózala! ¿Quieres más pija?

-       Siii…!

Y comencé a moverle el trasero en círculos con lo que mi apretada conchita lo masturbaba con un deseo impresionante.

-       Tenemos que acabar rápido porque alguien nos puede ver.

-       ¡No importa! –me encontré diciéndole sin pensarlo.

-       ¿No te importa?

-       ¡No! –le dije casi en un grito

Y ya ninguno de los dos nos aguantábamos más. Mi orgasmo explotó y con los movimientos exagerados le provoqué eyacular al tío Andrés que aferrado a mí, me congeló el movimiento para quedarse bien pegado mientras descargaba toda su leche en mi interior. Nos quedamos así por un momento hasta que calmó sus empujones. Al sacarla despacio, un hilo de leche se corrió por mis piernas. Me enderecé poniéndome el pantyhose y Andrés me besó en los labios.

-       ¡Eres muy calentona mi cielo. Me encantas!

Me reí entre sus labios y mi lengua lo buscaba con intensidad.

  • Vamos a casa. Necesitamos un baño…