Descubriendo nuevas sensaciones

Un chico adolescente decide explorar no sólo su propio cuerpo, sino también el de su joven vecino aprovechando una dificultad en Matemáticas.

Descubriendo nuevas sensaciones

Cerré rápidamente la puerta con llave, para que la majadera de mi hermana Paquita no viniese a importunarme. Me bajé los pantalones de deporte y para que no me incomodasen en ningún momento, los arrojé por el aire con la pierna izquierda, yendo a parar al primer cajón de la cómoda, entreabierto.

Me paré frente al espejo. Mi pene comenzaba a hincharse y la cabeza pugnaba por descubrirse, abriéndose paso por la apretada piel morena que la escondía como si se tratase de un extraño y rosado tesoro. ¡Cómo habían crecido los pelos que de un momento a otro tapizaban mi pubis! Pocos meses atrás eran aún una pelusa suave, pero el espejo me devolvía una imagen diferente, una mata espesa e hirsuta de pelos ásperos. Claro, la semana pasada había cumplido trece años y trataba de verme y sobarme a cada minuto para observar los cambios, admirándome de ellos. De un aguita apenas turbia que sabía salado-amargo ahora echaba mis buenos chorros más bien blancuzcos y espesos que se proyectaban a más de un metro cuando me la jalaba encerrado en mi habitación, lo que sucedía bastante a menudo. Es que no resistía la tentación de acariciar primero mis bolas y el tronco del pene hasta que solito se descubría creciendo entre mi mano a un respetable tamaño que me llenaba de satisfacción. Satisfacción que se duplicaba cuando el cosquilleo interno que me hacía estremecer hasta lo indecible me avisaba la inminente explosión que se avecinaba y superaría incluso la marca anterior. He de deciros que llevaba una estadística puntual del recorrido de cada emisión en un viejo cuaderno de tapas astrosas que inconfundiblemente olían a lefa treceañera...

El espejo fue esta vez depositario de un albo y caliente chorro que no pude medir con exactitud de tan enmimismado que estaba mirándome eyacular, practicando caras y muecas de goce para cuando este fuese compartido. Una hoja de papel arrancada de prisa de "mi libro de actas" borró las huellas rechinando, y la muestra aún tibia fue indefectiblemente a parar junto a mis narinas para ser olida con fruición. ¡Cómo me placía oler mi esperma, tocar una gota minúscula y unir y separar los dedos batiéndola para sacar de ella una especie de fragante mantequilla!

Tomé la decisión de ahondar mi exploración. Ya conocía al dedillo –literalmente, sí- mi agujerito por haberme una noche entretenido en él mientras me jalaba. Recuerdo esa gloriosa entrada de mi dedo mayor, primero ensalivado y luego untado con mi propio esperma, en el recto apretado y estrecho que revolví hasta sentir dolor. Un dolor que aguanté hasta llegar al final, obsesionado por la experimentación temprana del placer. He de reconocer que a pesar de haber eyaculado la verga no acusó recibo, quizá estimulada por ese dedo hurgándome, y esto me provocó el deseo de seguir meneándomela sin sacar de atrás el dedo hundido hasta el final. Sólo al terminar de nuevo entre espasmos lo retiré para acercarlo a mi nariz y constatar el aroma de mis propias heces que teñían de amarillo de Siena la yema y el borde de la uña. Mezclé los dos olores y me sentí feliz aunque mi ano me doliese un tanto y la cabeza del pene se mostrase amoratada de tanto frotamiento...

Mi aprendizaje autodidacta pues, no estaba jamás exento de placer y morbo.

Esa encerrona en mi habitación era siempre una fuente de delicias y experimentaciones sin medida. Los olores de mis calcetines, slips, snickers, pañuelos sucios de esperma, dedos sacados del recto -sus respectivos sabores incluso- eran un enciclopédico saber de mí mismo que iba acrecentando día a día. Era hora de probar los ajenos, saborear otro cuerpo diferente y sus humores, experimentarme como dador y receptor de placer. Era el momento de relacionarme con un ser diferente a mí mismo o a la imagen de mí que me devolvía el espejo.

Los compañeros de clase no podían de modo alguno entrar en mi coto de caza; no podía arriesgarme a que mis padres fuesen llamados si algo sucediese mal. Tenía que encontrar la manera de relacionarme con alguien que pudiese brindarme la absoluta seguridad y al mismo tiempo que compartiese de algún modo mi necesidad imperiosa de experimentación.

La ocasión no se hizo esperar demasiado: tal vez un mes o dos, cuando uno de los departamentos del edificio donde vivía se desocupó por el fallecimiento de la anciana que lo habitaba. Su sobrino y heredero, proviniente del interior, lo ocupó ya que venía a estudiar a la capital y debía alojarse en una pensión estudiantil. La muerte de la vieja señora representó para el muchacho y sus padres un considerable respiro: Pedro se mudó al departamento sin necesidad siquiera de equiparlo. Cuando lo crucé en el pasillo el día de la mudanza supe en mi cabeza y en mi vientre que era la persona indicada. Su sonrisa amplia de dientes blanquísimos me persiguió esa noche, a puertas cerradas, y mientras me masturbaba frente al espejo era su rostro el que desde allí me contemplaba y a quien brindé por vez primera mi leche a alguien que no fuese yo mismo...

Una nota del maestro de Matemáticas vino en mi auxilio. Había bajado la calificación y si no me ponía al día seguramente debería rendir un enojoso examen. La esquela sugería que tomase unas clases particulares para no llegar a tal medida, y la métomentodo de mi hermana Paquita estuvo por primera vez, feliz.

-"Oye, ¿por qué no le pides a Pedro que te dé unas clases de Matemáticas? La señora Victoria decía siempre que es un estudiante modelo..."

El corazón me dio un vuelco y se transformó en una locomotora que no detenía su marcha en ninguna estación. ¡Qué fantástica idea! Pero Pedro, ¿accedería a darme clases particulares? Bien, mi madre que lo conocía desde que era un crío y venía una quincena de vacaciones a casa de su tía seguramente lo pondría en compromiso. Y yo me encargaría del resto en la primera lección, claro.

Y así fue. Pedro no pudo negar a mi madre por quien sentía mucho respeto y simpatía el favor, pero acotó que las clases deberían ser de noche puesto que regresaba a las siete de la Facultad.

-"Estupendo, -dijo jubilosa mi madre- hagamos esto: comes con nosotros todas las noches excepto sábados y domingos y luego tú y el niño os váis a su habitación a estudiar. Te ahorras cinco cenas, Pedrín..."

-"Pero en la habitación de Francisco no van a estudiar nada, mujer -intervino mi padre- tu hijo se distraerá a cada momento en un ambiente familiar." (Siempre era "tu hijo" cuando hacía algo que desaprobara, mientras que era "mi hijo" cuando se sentía orgulloso de su vástago adolescente)

-"Tiene usted toda la razón, don Fermín –asintió Pedro sonriendo- un ambiente demasiado conocido será más proclive a las distracciones. Haremos lo siguiente: luego de cenar nos vamos a mi departamento y repasamos las lecciones en mi sala. Le aseguro que como no he cambiado ni un solo mueble de lugar allí no habrá nada que haga distraer a mi nuevo alumno."

Me sentí tentado a abrazarlo por la felicísima opción alternativa, pero obviamente no lo hice. Ya le daría yo constancia de mi contento ni bien la ocasión fuese propicia.

Y aunque era domingo mi madre indicó a Paquita que añadiese otro cubierto para sellar el trato. Había un delicioso lacón con grelos que Pedro disfrutó como el resto sin la menor vergüenza. Mejor así, que ya lo quería yo bien alimentado para que su vigor no menguara en la mitad de las lecciones...

-"Que este arroz está de maravillas, doña Rosario. Espero no dormitarme en mitad de los ejercicios –señaló Pedro después de cenar el lunes- ¿Vamos, pues? (a mí, claro) que os devuelvo a Fran en unas dos horas, tal vez.

Apenas abrió con su llavín la puerta del departamento me lancé dentro.

-"Ponte cómodo, Fran –me dijo el maestrillo –voy a cepillarme los dientes mientras preparas tus cosas en la mesa de la sala."

Coloqué encima de la mesa de roble mi cuaderno, el libro, la tabla de logaritmos, el bolígrafo. Se escuchaba a lo lejos el rumor del grifo. Pedro volvió como cinco minutos después y se sentó a mi lado.

-"Bien –dijo seguidamente- ¿en qué parte es que tienes más dificultades?

-"En realidad –le confesé muy honestamente- no tengo demasiadas dificultades. Lo que sucede es que bajé la nota en el último trimestre por no haber presentado la prueba escrita dos meses seguidos...

-"Pero, muchacho –se extrañó- tú debes saber que si no presentas la prueba cada mes es posible que tu profesor no tenga cómo calificarte, de modo que anotará "insuficiente" y esto te perjudica a la hora del fin de cursos..."

-"Claro, Pedro, lo sé. Lo que sucede es que estoy pasando por un período bastante raro –repuse modosillo- no me apetece demasiado estudiar, estoy todo el día cachondo, jalándome la polla cada veinte minutos...

Me miró sonriendo y repuso:

-"Pero eso es perfectamente normal, verás. Es propio de la edad...Sólo que no debería interferir con tus estudios. Mira que tus padres, como los míos, hacen grandes sacrificios para enviarte a un buen cole. Debieras dosificar, primero los estudios, después el placer. Pero no te debes sentir culpable, porque es como te digo, normal y necesario."

-"¿Tú crees? –pregunté con un aire de perfecta inocencia.

-"Ciertamente. Es un momento de la vida en el que nos estamos preparando para el resto de ella, y cada uno lo hace de acuerdo a sus propias expectativas.

"¡Uf, qué alivio! –respiré hondo- a veces me averguenza vivir encerrado en mi habitación para masturbarme hasta dejarme la polla morada de tanto golpeteo...¡Mira cómo la tengo!" (Y antes de que encontrara la excusa para impedírmelo, me bajé de un solo tirón pantalón y calzoncillo para mostrarle mi fuente de placeres que no tenía ni por asomo la coloración que en mi extremismo le describí, es más, tenía su acostumbrado y saludable color moreno de siempre ocultando el rosado y abultado glande)

-"No, no necesitas mostrarme, Fran. Claro que te creo –parecía confundido por mi osadía- súbete la ropa, vamos. ¿Qué pensarían tus padres de mi si entraran en este momento y viesen esta escena?

-"Nada, Pedro. Eres mi maestro particular y te estoy pidiendo consejos –sugerí- después de todo se supone que un chico de dieciocho años tiene más experiencia que uno de trece. Bien, me voy, pues creo que te he molestado...

-"¡No, no me has molestado, Fran! –dijo muy azorado- Me has sorprendido, es todo. Y si te marchas me pones en un aprieto, porque tus padres se preguntarán por qué razón la clase ha durado apenas un cuarto de hora en lugar de dos horas como pactamos. Piensa mejor en mi situación.

-"Si, te entiendo –bajé la voz- lo que sucede es que con mi padre no puedo hablar porque es un chapado a la antigua y no tengo con quién hablar de estas cosas que me preocupan.

-"Bien, puedes hablar conmigo. No hay problema. ¿Prometes estudiar las próximas lecciones? –dijo comprensivo- Si es así puedes hoy plantear todas tus dudas, y mañana seguimos el curso de las clases.

-"¡Bravo! –sonreí jubiloso al percibir que mi mosca estaba casi pisando la tela que le tenía preparada- Entonces aprovecharé hoy para sacarme todas las dudas que me complican...Déjame mostrarte para que puedas darme tu consejo. (Y volví a sacarme la ropa, esta vez del todo, dejándola soble la mesa encima de la tabla de logaritmos. Lo observé rápidamente para notar con alegría su turbación) Que me pese más el testículo este, ¿es normal? Parece hasta más grande, mira...(Y le tomé la mano que llevé de inmediato al escroto para que pudiera comprobar el tamaño de mi huevo)

-"Si, si, es normal –la rapidez con que lo dijo era la prueba que yo necesitaba- generalmente el izquierdo pesa un tanto más, porque no existe la simetría perfecta.

-"¿No lo dirás para complacerme únicamente? A ver, muéstrame el tuyo –exigí más pedí- De otro modo creeré que solo buscas tranquilizarme para ocultar mi defecto...

-"No, Fran, en serio...no voy a hacer exhibicionismos para probarte que digo la verdad. Mira, mañana traeré de la biblioteca de la Facultad un libro de anatomía para que veas, ¿te parece?

-"No señor –dije malhumorado para añadir presión- mañana es mañana y hoy es hoy. Tú lo que quieres es reírte mañana de mí con tus compañeros, lo sé bien...Si no fuera así, ¿por qué tanto problema en mostrar si yo ni siquiera tengo puesta mi ropa en señal de transparencia?

-"Bueno, niño, ¡que ya estás pasando de castaño a oscuro! –estaba realmente molesto- No suelo reirme de nadie, así como tampoco mentir. Si tanta suspicacia te causa que no siga tu ejemplo, déjame cerrar la puerta por si las moscas y me pondré en cueros para que veas por ti mismo que todos los huevos cuelgan de diferente forma.

Y así diciendo se levantó de la silla contigua, dio dos vueltas a la llave y pasó la tranca por si esto no bastara. Y en un gesto decidido y sublime se despojó del pantalón de chandal bajo el cual estaba absolutamente desnudo.

-"¿Estás contento ahora? Ya ves –se sostuvo la verga con la mano para que pudiese observar como, en efecto, el testículo del lado izquierdo se destacaba un tanto más abajo del otro.

-"Tienes razón, Pedro. Discúlpame por haber dudado. Pero ¿por qué la piel no te cubre la cabeza del pene? –pregunté observando que estaba circuncidado- ¿Ves como yo tengo algo raro? (la sacudí en su dirección para que pudiese ver la piel elástica del mío rodeando todo el miembro)

-"No, es que así como tienes tú es lo normal. Yo padecí de un problema llamado fimosis –explicó- y tuve que ser intervenido por un cirujano cuando tenía más o menos tu edad.

Me acerqué sin que pudiera prevenirlo y se la tomé con mi mano derecha, percibiendo su nerviosismo ya que su picha de tamaño nada despreciable estaba reaccionando al estímulo de ser palpada por una mano ajena a la de su dueño.

-"¡Y no te duele? –pregunté distraído mientras sin soltarla la frotaba con mi palma, feliz de sentirla crecer y palpitar.

-"No, para nada. Pero suéltala que no es correcto estar sobando vergas ajenas –pidió muy serio y pensativo- a menos...que realmente sea esto lo que estabas buscando.

-"No veo nada de malo, es una parte del cuerpo como cualquier otra –repuse, llevando la palma impregnada con su perfume a mi nariz para olerla ostensiblemente y acto seguido pasarle mi lengua para recoger en las papilas su aroma.

-"¿Haces eso muy a menudo? –preguntó con los ojos desorbitados- es decir, ¿lo haces con tus compañeros?

-"No, sólo conmigo mismo, pero tenía verdaderamente ganas de hacerlo contigo. En realidad estoy desesperado por lamerte todo, chuparte, mamarte, olerte, tragarme todo lo que quieras darme...(Y sin dar tregua a su mente, me arrodillé delante suyo para tragarme su verga hasta sentirla enorme luchando con mis amígdalas mientras mi dedo ya se internaba entre sus nalgas peludas en busca de su orificio para tratar de verificar el estado de su esfínter)

-"¡Ah, pillín! –sin zafarse de mi garganta y comenzando un vaivén arrebatador- qué delicia de boquita la de este alumno aventajado...( el culín, sorprendido, hizo un minúsculo guiño que mi dedo aprovechó para abrirse paso en él sin conseguirlo, de modo que lo retiré para llevarlo a mi boca aprovechando para humedecerlo junto a su tranca y ahora sí, se hundió en el estrecho canal produciéndole un espasmo breve)

Yo no podía hablar, un poco por la emoción del momento, y otro por tener totalmente llena la boca que se deleitaba con el sabor un tanto acre del precum. Pero sus suspiros acompañando las embestidas de su pelvis me sabían a premio bien merecido, y eran suficiente. Cuando iba a venirse quiso sacarla pero no le dejé, era mi privilegio después de tanto trabajo el tomarme toda esa leche que me había costado tanto esfuerzo conseguir. Se maravilló de mi perfecta labor dado que después que sus testículos se hubieran vaciado, aún seguí mamando para saborear hasta las últimas gotas, me lamí con fruición el dedo que había introducido en su trasero y me dediqué parsimoniosamente a lamer sus pies, dedo por dedo, pasando mi lengua por las plantas hasta dejarlas suaves de tanta saliva. Casi desmayado sobre la alfombra, le pedí que me dejara lamerle el culo, a lo que gustoso accedió porque ya era incapaz de negarme ningún capricho. Volví a saborear el vestíbulo de su recto ahora en directo provocando una nueva erección, esta vez mayor aún si cabe: el glande siempre dispuesto brillaba de tan hinchado con un color intenso mientras dirigía su único ojo a lo alto como oteando otras rutas. Que por supuesto ofrecí: con mi mano recogí la mayor cantidad de saliva que su lengua pudiese ofrecer para lubricarme el canal y me encaramé encima, luchando denodadamente hasta que logré introducirme al menos la mitad. Con esa portentosa tranca metida a medias, mi verga comenzó a despedir intermitentes chorros calientes que le alcancé a los labios y él saboreó con maestría de conocedor...

Volví a casa cerca de medianoche, extenuado y feliz. Conservaba los sabores y olores todos en mi mente y en mi cuerpo. Nunca hubo alumno tan aplicado. No creáis que fuera esa la última vez. No llegué a dar examen de matemáticas, porque me hice cargo de mi tarea con verdadero placer. Cada noche era una gloria de descubrimientos y así fue in crescendo...

Hace doce años que estamos juntos, porque sabréis que cuando cumplí dieciocho años me mudé a su departamento. En mi familia, Pedro es un hijo más. Y seguimos dedicados a la exploración a fondo de nuevas técnicas de conocimiento, pero estoy seguro que yo soy quien le aventaja...