Descubriendo mi verdad

Yo era una novata más en la universidad y estaba perdida entre tanto gentío, desorientada. Fui caminando entre los pasillos abarrotados de gente en busca del aula 15 y extrañamente me sentí observada...

Ahora que vuelven a empezar las clases no puedo evitar recordar esos ojos que me atravesaron el alma aquel primer día del curso pasado. Yo era una novata más en la universidad y estaba perdida entre tanto gentío, además el hecho de no conocer el recinto me tenía totalmente desorientada. Fui caminando entre los pasillos abarrotados de gente en busca del aula 15 y extrañamente me sentí observada, pensé que sería mi imaginación y que entre tanto barullo nadie se fijaría en una chica nueva, pero a medida que iba caminado esa sensación seguía poniéndome el vello de punta.

Me giré y allí estabas tú, sentado en un banco, serio, mirándome directamente mientras te fumabas con total tranquilidad un cigarrillo. No pude evitar cruzar mis ojos con los tuyos y por un instante me quedé allí de pie, quieta, viendo como me mirabas fijamente, con tanta seguridad que me hiciste enrojecer de vergüenza. Pero esta vergüenza era diferente a cualquiera que yo hubiera sentido antes. Me abrumaste.

Tu mirada parecía atravesarme el alma y por primera vez en mi vida sentí que alguien desnudaba mi mente tan solo con mirarme. No fue sólo vergüenza, era un sentimiento mayor, me tenías allí en medio de tanta gente totalmente paralizada… No pude aguantar durante mucho tiempo tu mirada y acabé apartando mis ojos de los tuyos, mirando al suelo. Cuando volví a mirarte tenias una media sonrisa dibujada en la cara, te levantaste y caminaste hacia mí, mirándome fijamente a cada paso. Pensé que te detendrías y me dirías algo, pero sólo pasaste por mi lado acariciando un mechón de mi pelo y te perdí de vista.

Me habías derrotado, me sentí perdida y atontada. Nunca antes había tenido problemas para aguantarle la mirada a alguien, sino que entre mis amigos eran conocidos mi carácter y mi seguridad. Me rompiste los esquemas y estuve durante medio minuto con la vista clavada en el suelo, intentando pensar pero con la mente en blanco.

Cuando reaccioné estaba sonando el timbre que anunciaba el inicio de las clases. Vaya! Llegaría tarde a mi primera clase en la universidad!, así que después de correr por los pasillos buscando mi aula, entré en la clase repleta de gente y me acomodé en uno de los pocos sitios que quedaban. El resto de clase fue pasando, aunque yo estaba abstraída en mis propios pensamientos. ¿Quién eres? ¿Por qué me mirabas? ¿Y que puñetas te hizo gracia para reírte? Estaba hasta enfadada y rabiosa conmigo misma, ¡me había dejado vencer, y lo peor es que no había podido hacer nada por evitarlo! Pero con sólo recordar tu mirada me volvía a sentir vencida y esa sensación me inquietaba. Pasó la clase, y de la misma manera toda la tarde. Durante toda la noche no dejé de repasar la situación y acordarme de tu penetrante mirada.

Al día siguiente regresé a la facultad con la absurda esperanza de encontrarte y enfrentarme a ti, hablarte, decirte algo, en fin, hacer algo menos estúpido que quedarme parada. Por suerte o desgracia no te encontré sentado en el mismo banco y entré a clase. Al rato, cuando se abrió la puerta y te presentaste como el substituto del profesor de esa materia la sangre se me heló. Dijiste que te llamabas Alberto, que eras un alumno del último año, y que nos darías clase durante las siguientes tres semanas en las que el responsable de la asignatura estaría fuera del país.

Durante toda la clase procuré esconderme detrás de las cabezas de otros alumnos, procurando que no notases ni mi presencia, pero al llegar tarde el día anterior no pude escoger entre los asientos centrales y tuve que sentarme en un asiento que daba directamente al pasillo, así que en un momento de tu explicación en el que yo seguía haciendo por ocultarme, palidecí cuando mientras hablabas apareciste desde atrás del pasillo y apoyaste tu mano en mi hombro, y como si nada, seguiste con tu charla. No tuve valor para alzar la mirada.

Cuando te alejaste pensé en que podría haber sido una coincidencia porque no hiciste gesto alguno durante el resto de la clase, pero también había sido demasiada coincidencia entre más de 150 alumnos

Estaba tan confusa que necesitaba un respiro, por lo que decidí no asistir a la siguiente clase y tomarme un café calentito en la cafetería, a ver si así lograba despejarme. No había hecho más que sentarme cuando te vi aparecer por la puerta, caminando con paso firme directamente hacia mí, tomaste asiento en la silla que estaba al otro lado de mi mesa, en frente mío, y después de darle un par de caladas a tu interminable cigarrillo y sin articular palabra alguna, me miraste con la misma expresión de la tarde anterior, esperando mi reacción. Cuando recuperé el habla y después de que varios escalofríos recorrieran mi espalda, temblorosa, me decidí a hablarte:

Me llamo Sonia

Con frialdad me respondiste:

Sí, te llamas Sonia y te apellidas Sánchez, tienes 20 años y vives en el centro de Barcelona. He visto tu expediente. - Y volviste a clavar tu mirada en mí.

No sabía como reaccionar, así que armándome de valor opté por la verdad y te dije lo que realmente me estaba sucediendo:

No entiendo qué me está pasando, pero me siento muy rara a tu lado

A las 9, en el despacho 417. Intentaré explicártelo – Volviste a darle otra calada más a tu cigarrillo, te levantaste y te fuiste.

(Continuará)