Descubriendo mi puta esclava (I)
Cómo descubría a la que convertí en la mejor de mis putas esclavas, caliente y obediente
Lo que empezaré a relatarles ocurrió en una época de mi vida donde la tranquilidad ya se hacía paso.
Divorciado, buen trabajo y viviendo de traslado en traslado, sin tiempo a establecer relaciones fijas (que hasta cierto punto tampoco me interesaban). Abandoné mi faceta de “cazador” y simplemente me centré en ser yo mismo y disfrutar cada momento.
Uno de mis traslados se produjo por una oferta de trabajo, me contrataron en una empresa como director comercial para un sector muy concreto. Inicialmente un año (el primero) muy duro y sin tiempo para muchas (o ninguna) relación, pero el cazador que llevamos dentro aunque duerma nunca muere.
Pasaba poco tiempo en la oficina (uno de esos edificios multi empresas que tanto se han prodigado en la capital) pero cuando allí estaba hacía varias pausas para el café. NO porque yo sea un cafetero (que no lo soy) sino porque era la zona más “vistosa” del edificio, donde se reunían todas las bellezas (las que no) que allí trabajaban.
Empecé a fijarme en Sonia, una morena de ojos rasgados, sonrisa amable y muy buena figura que se intuía en la ropa (algo o muy sosa) que llevaba. No sé, pero había algo que me atraía en ella.
Con la alianza de Maria (del servicio de limpieza del edificio) empecé a saber más de ella, de dónde era, de su situación (casada y sin hijos, pero por sus comentarios poco satisfecha) y sus aficiones. Hasta llegó a decirme dónde solía ir cuando salía a divertirse con las amigas.
Tras varias noches de fin de semana esperando apareciera por aquel Pub, llegó lo que esperaba. Allí estaba Sonia junto a sus amigas (seguro venían de cenar) Ella llevaba falda larga y blanca, con zapatos de medio tacón, blusa negra abotonada en la que intuí la ausencia de sujetador (así me gusta) y donde quise imaginar un tanga blanco.
Mi aproximación a ella la sorprendió, aunque inicialmente hacia que no me reconocía, sé que sí lo hizo. Estando ella algo apartada de su grupo de amigas me permitió invitarla a una copa y entablar la típica charla insulsa de estas ocasiones.
A eso de las 3 de la mañana ya estaba más relajada y risueña (¿los efectos del alcohol?) y fue cuando me decidí a dar el paso. “Es tarde ¿no se extrañará tu marido?” tranquilo, él ya sabía que saldría con mis amigas, de todas formas no creo me encuentre en falta, últimamente sólo vive para su trabajo.
Aquí encontré el filón para atacar más sutilmente, nuestra charla pasó por situaciones personales y gustos hasta que abordó los temas de satisfacción personal.
Tras nuestra última copa me brindé a llevarla a casa y ella aceptó. Ya en el parking y a punto de entrar en el coche, la tomé de la cintura acercándola a mí para besarla larga y pasionalmente, un beso húmedo dónde mi lengua recorrió cada rincón de su boca sin obstáculos, al separarnos ella se mostró turbada y se lanzó como posesa a repetir la escena. Mis manos viajaban por su cuerpo descubriéndolo y sintiéndolo vibrar. Entramos en el coche y puse rumbo a mi casa. En el trayecto mi mano derecha reposaba en su rodilla acariciándola, al sentir su entrega, empecé a conquistar terreno subiendo por su muslo. Para cuando llegamos a mi casa mis dedos ya fritaban directamente su coño por encima del tanga y había arrancado dos orgasmos que hasta a ella misma sorprendieron.
La entrada a mi apartamento fue apoteósica, besos, caricias desenfrenadas, lamidas en su cuello, su falda y su blusa ya en el suelo para encontrarme con unos pezones duros como piedras que pedían a gritos las caricias de mi lengua. Su coño empapado palpitando con cada caricia de mi mano.
Me ayudó a desvestirme para arrodillarse y lanzarse a comerme la polla. Al principio con delicadeza, lamiendo y ensalivando aquello que ya luchaba por entrar hasta su garganta. En esto la tomé de su cabeza sujetándola y empecé a penetrarle la boca, lo que vi me encantó. Instintivamente llevó sus manos a su espalda y me miró a los ojos con cara implorante. Lo sabía, lo sabía desde el momento en que la vi, esta hembra, este cuerpo delicioso pertenecía a una sumisa ansiosa de sexo. En nuestras miradas lo confirmé y me hice el firme propósito de convertirla en mi nueva puta sumisa.
Dicho esto salió mi primer chorro que lancé a su garganta, para sacarla después y terminar de correrme en su cara mientras contemplaba su reacción. Ella chupaba y se relamía, tragaba afanosamente mi poya asombrada de su dureza y forma.
Tirando de su pelo hasta incorporarla, la miré y mi mano terminó de recoger mi corrida de su cara para llevarla a su boca con mis dedos, que chupó con ansia.
Sin soltarla de los cabellos la llevé hasta el dormitorio para colocarla justo delante del espejo, las manos apoyadas a ambos lados, las piernas separadas, yo detrás sujetándola y mirándola mientras mis dedos jugaban en su coño empapado “Vaya por dios, que caliente está mi puta…hoy empiezo tu entrenamiento, te guste o no serás mi puta obediente ¿te queda claro?” dije lanzando una sonora nalgada que hizo que se arqueara sorprendida. Su mirada lo dijo todo y más cuando al meter nuevamente mis dedos en su coño se corrió sin poderlo evitar.
“A partir de ahora estarás a mi disposición cuando yo te reclame ¿verdad?” y agitaba más fuertemente mis dedos en su coño mientras miraba el placer dibujado en su cara reflejada en el espejo.
“Lo que digas, lo que ordenes, lo que desees…pero sigue, por dios, no pares”...decía Sonia transformada. Estaba claro su falta de sexo, su necesidad del mismo y más claro aún su entrega al descubrimiento de su nuevo estado.
Mis dedos empapados empezaron a jugar en su esfínter anal, en su culo mojándolo con sus propios flujos. La miraba en el espejo mientras se mordía el labio inferior como muestra de placer. Al sentir el capullo de mi poya apoyarse en su culo se estremeció “veo que lo quieres e intuyo que no te lo han follado en condiciones” dije a la vez que, de un solo golpe de cadera lento y prolongado, empecé a meter mi poya en su culo al compás de un gemido largo y profundo de ella.
Para cuando la tenía totalmente dentro comprobé que se había corrido salvajemente, su cara transformada del placer y desde su coño, saliendo el flujo que bajaba por sus muslos. Comencé entonces a cabalgarla despiadadamente, rompiéndole el culo mientras la miraba en el espejo, viendo su cara de placer, los ojos cerrados, como gemía y gritaba en cara orgasmo. Ella sin perder la postura, apoyada en el espejo con sus manos, mis manos a veces retorciéndole los pezones, otras tirando de su cabellera o dándole nalgadas, mi poya rompiendo el culo de mi recién descubierta nueva puta, mis ojos analizando cada reacción de ella.
“¿Ves puta caliente? Te hacías la estrecha en los pasillos de la oficina y mírate ahora, con mi poya clavada en tu culo mientras te corres. A partir de ahora eres mía, me perteneces…te convertiré en la mejor de las putas que he tenido, estarás a mi disposición y te dejarás hacer todo lo que te ordene. Porque sé que disfrutas con esto ¿verdad zorra?”
“Dios ¡¡ siii, haz de mi lo que quieras, sigue follándome así, por favor, no pares… te pertenezco, mi cuerpo te pertenece…haz de mi lo que quieras…. Ahhggggg “fueron sus palabras acompañadas del más sonoro orgasmo de esa noche. Ese orgasmo coincidió con mi corrida en sus intestinos, en sus nalgas, para terminar con mi poya nuevamente en su boca chupando hasta sacarme la última gota.
Tras esto rápidamente nos recompusimos para llevarla hasta su casa, no quería que tuviera problemas con su marido.
La dejé en la esquina, comprobé que entraba en sui vivienda y regresé a la mía.
“Que suerte he tenido, encontré lo que buscaba…mañana mismo comenzaré su adiestramiento….con lo visto hoy sé que tendré una puta esclava de primera…” pensaba yo de camino a casa.
Continuará… (si quereis)