Descubriendo mi lado bi
Hola, este relato lo escribió un hombre maduro, casado, pero con curiosidad de ir más allá. AL fin encuentra quien le de las respuestas que busca, y lo goza.
AL FIN LO PROBÉ Y ME GUSTÓ
Yo, que había sido mujeriego. Será la edad, o el matrimonio, no sé. Tengo 40 años, buena presencia, 1.80, 75 kilos, hombros anchos, piernas fuertes, cintura 32. La costumbre de trabajar en traje y corbata me hace atractivo para algunas mujeres. La vida ha sido generosa en conquistas. La cuestión es que luego de 10 años de casado y con tanta información a la mano y tanta literatura, los sueños fueron pasando de lo tradicional a lo inesperado. Un día encuentro un video de un beso sensualísimo y resulta que los labios en cuestión eran de dos hombres. En otro tiempo no lo hubiera aceptado, pero ahora, no sé, me resulta intrigante. Salgo cada tercer día a correr y los otros días hago algún otro ejercicio. Me mantengo en forma y cuido mi apariencia. Siempre fue por las mujeres. Hasta que llegó un día
Corría mi tradicional ruta. El sol apenas iba saliendo entre el horizonte y las nubes que llovieron la noche anterior. Agotado y casi sin aire iba en el último ascenso cuando un tipo pasó a mi lado en su bicicleta. Me dijo claramente: - ánimo, ya casi llegas
No me pareció extraño el comentario, lo extraño fue que yo me fijara tanto en sus grandes muslos pedaleando su bici, y su silueta bien marcada en su ropa deportiva ajustada. Al llegar al final de mi ruta me lo topé de nuevo y me saludó cordialmente: - ¡qué tal!, ¿fuerte subida, verdad?
- sí, casi no llego, la humedad está muy pesada-, le contesté, fijándome en su rostro. Nada del otro mundo, pero muy varonil, quijada angulada, ojos profundos, nariz recta, cejas gruesas, algunas arrugas en los ojos. Tendrá como 45, pensé, y ha de ser un conquistador y mujeriego. Rasgos muy varoniles.
Nos fuimos caminando hacia la salida del parque ecológico y nos presentamos, y ahí empecé a percibir ciertas miradas más allá de mi rostro. Noté que ponía mucha atención en mis brazos y mis piernas, y miraba mis labios cuando hablaba. Total, nos despedimos amable y caballerosamente. Ese día, en mi trabajo, me estuve acordando de su imagen pedaleando la bici, y me sentí algo inquieto.
Siempre tuve la fantasía de un trío hmh, y empezaba a soñar esos besos, sólo que ahora en mis sueños aparecía él aproximándose hacia mí y dándome un beso de esos que ahogan. Al abrir los ojos caía en cuenta de mi tremenda erección. ¿Qué pensar?, bueno, a los 40 uno debe haberlo probado todo al menos una vez. Así que me fui predisponiendo a dejar que sucediera si ese era el destino.
Pasaron como 10 días en que nos veíamos y nos encontrábamos siempre al final del ejercicio, lo que nos permitía conversar. Incluso llegamos a tomar algo para rehidratarnos. Me preguntó mi correo electrónico para enviarnos chistes y noticias de nuestras profesiones. Sentí confianza y apertura, así que franco le contesté: - todoadult24, ya sabes dónde. A partir de ese día nos empezamos a mandar correos, primero muy profesionales, y luego cada vez más informales, hasta que empezamos con los videos y vínculos con páginas como ésta. Entonces una tarde me mandó entre varios videos heteros, uno donde en un trío, los dos hombres interactuaban entre ellos. Y eso me dio entrada para mandarle el video que me había gustado.
Tú eres buen besador, me imagino-, me soltó a la mañana siguiente en nuestra plática matinal.
Pues no sé si bueno, pero sí mucho, me encantan los labios- contesté mirando directamente los suyos.
Sus ojos entonces brillaron y me preguntó sin mucho interés si en mi vida había besado solamente mujeres. Le respondí afirmativamente, pero le aclaré que no era homofóbico y que incluso tenía ciertas curiosidades. Él respiró profundamente y me dijo:
- Pues ya sabes que también soy casado, lo que no te he dicho es que soy bisexual. Y si puedo ser franco contigo, y si tú quisieras, podríamos intentar algo juntos, con toda discreción y confianza, ya nos conocemos algo y por eso te lo digo. Si no quieres, pues no y seguimos tan compañeros de deporte como siempre.
Me quedé helado, y la piel se me erizó en un segundo. Mis tetillas se pusieron durísimas y tuve un cosquilleo en la entrepierna.
- ¿Y adónde iríamos?-, pregunté.
Casi simultáneamente volteamos hacia la calle de enfrente, ya que a una cuadra estaban unos baños de vapor, y por la misma dirección más adelante, a unos pasos, un hotelito de medio pelo.
Está bien, acepto. ¿Cuándo?-, le pregunté sintiendo cómo me ruborizaba como hacía años no me ocurría.
Mañana mismo, si por mí fuera te lo hubiera propuesto el primer día-, respondió con una sonrisa que nos provocó a ambos a reírnos como dos compadres luego de un chiste colorado.
Ok, pero te recuerdo que nunca lo he hecho, así que deberás ser paciente y buen maestro.
No te preocupes. Confía en mí.
Y así nos despedimos. El resto del día lo pasé distraído, nervioso, excitado. Por la noche no dormí bien. Desperté igual que siempre para no levantar sospechas en casa y salí como cuando tuve 14 años y sabía que me encontraría con la chica de mis sueños. A la mañana siguiente preparé mi ropa del trabajo en mi maleta, mi portafolios, y salí más temprano que de costumbre. Mi mujer todavía dormía plácidamente. Pasé por una farmacia y compré condones. Llegué corriendo al parque ecológico, y lo ví en la entrada montado en su bicicleta. No lo saludé, pasé corriendo y con una mirada cómplice me seguí de largo rumbo a los baños, pagué un privado. Él entró tras de mí, dejó su bici encadenada, y cerramos la puerta tras nosotros.
Una vez que entramos en el cuarto de baño, me sentí con un miedo terrible, como cordero en la piedra de sacrificio. Él quiso tomarme de la mano y yo en un reflejo la quité bruscamente. - Perdona-, le dije, - estoy muy nervioso, creo que necesito un regaderazo para calmarme.
Me sonrió comprensivamente y me dijo: - te entiendo, no te preocupes, tenemos tiempo.
Y, de hecho lo teníamos, ambos habíamos cancelado nuestros compromisos para después de la hora de la comida, así que teníamos toda la mañana y yo había pagado por adelantado dos horas del vapor.
Me fui a la regadera y al irme quitando la playera, los shorts y los briefs, caí en cuenta de que él me estaba devorando con la mirada. Y me sentí tan atractivo que hice de ese momento un show privado lento y lleno de morbo e inocencia. De espaldas a él me estiré para abrir la regadera. Los nervios estaban dando paso a una excitación nueva y desconocida, deliciosa. Me dejé admirar un rato y me metí a la regadera. No había ni cortinas ni paredes. Estábamos a unos cuatro metros de distancia y sentía su mirada acariciando todo mi cuerpo. Entonces él empezó a quitarse su ajustado pantalón de ciclista y fue una sorpresa ver que no llevaba ropa interior. Su pene saltó a mi vista, relajado pero de tamaño similar al mío, y a la vez distinto por ser más oscuro y no circuncidado, y su glande más cabezón que el mío. Sus huevos eran de buen tamaño, recortados de vello al ras, justo igual que yo, que rasuro el pene y el resto del vello lo dejo cortito. Así continuó hasta quedar desnudo por completo. Era todo un atleta. Su cuerpo era esbelto pero muy marcado. Y sus poderosos muslos parecían fuertes columnas. Nos sonreímos en mutua aceptación. Cuando estuve enjabonado y bien tallado me decidí y lo llamé:
¿No se te antoja la regadera?
Claro que sí, ¿me invitas?
Ven, que no alcanzo mi espalda, el agua está estupenda.
Se acercó cargando en la mano un aceite de baño que había traído consigo, junto con una esponja. Le di la espalda y entonces cerré los ojos. Sentí su primer contacto sobre mis hombros y una electricidad muy fuerte me recorrió hasta los pies. Primero me untó con la esponja y luego la botó para que sus manos hicieran el trabajo. Abrí los ojos y me volteé para verlo. Estaba atento a mi cuerpo, y noté que nuestros penes estaban excitándose, sus manos recorrían mi pecho, bajaban hasta mis muslos y regresaban. No tocaba mi sexo, sólo se acercaba y yo ya estaba incendiándome de deseo.
Te imaginaba justo así, desnudo-, me dijo.
Para mí es una sorpresa, todo esto es nuevo, y me gusta-, le confié.
Te voy a besar ahora.
Y sin más, lo hizo. Lentamente se fue acercando hasta que rozó sus labios con los míos, y los apartó un milímetro. Su tacto fue delicioso, suave. Con ojos entreabiertos miré cómo se humedecía los labios con su lengua, y cómo volvía a arremeter. Nos abrazamos y trenzamos en un beso cada vez más intenso, húmedo y erótico. Llegamos a gemir por la intensidad que generamos juntos. Recargó su cuerpo y me aprisionó contra la pared. El agua nos caía encima pero entre nosotros ya no había espacio para el agua. Nuestros sexos quedaron aprisionados en el abrazo.
Los dos sentíamos nuestra excitación y deseo. Lo abracé apretándolo con una mano en su espalda y la otra en su nuca. Él se aferraba a mi cintura con una mano y con la otra me acariciaba el rostro, el pecho, el muslo. En un momento más ya tenía esa mano en mi nalga, y la sensación era fantástica. Su lengua me humedecía los labios y no tardé en dejar salir mi lengua para empezar un beso todavía mejor que el que tanto me había obsesionado en aquel video. Interné mi lengua en esa boca que me recibió hambrienta y gustosa. Mordió mi labio inferior suavemente, continuó el beso a mi mentón, a mi quijada, a mi oreja, y regresaba para comer mi boca. En medio de la pasión me encontré bajando mi mano hasta sus nalgas, duras, tensas. Se separó un poco y tomó mi pene, lo apretó, lo acarició de la base a la punta prodigándome sensaciones inusitadas. Dejamos por un momento el beso para seguir con las caricias, su piel morena contrastaba con la mía más clara, ambos sin mucho vello, él más en el pecho, yo más en las piernas.
- ¿Y si dejamos la regadera y nos vamos al vapor?-, me invitó.
Sin decir nada, cerré las llaves y nos movimos al vapor. Nos sentamos en unas bancas de cemento y tomamos unas limonadas minerales bien frías y platicábamos desinhibidos tocándonos y besándonos de cuando en cuando. Hasta que me dijo decidido: - déjame llevarte, confía en mí.
Yo estaba fuera de mí, incrédulo de estar viviendo esa experiencia, pero deseoso de seguir. Así sentado como estaba él se hincó entre mis piernas, abriéndolas, y comenzando con un beso húmedo y caliente comenzó a tocarme todo, pero especialmente el pene. Esta verga está preciosa, habrá que consentirla y darle sus besos, ¿puedo, papacito?, preguntó con una sonrisa maléfica.
Primera vez que otro hombre me dice "papacito", se oye extraño, pero me gusta. Le sonrío maliciosamente para seguirle el juego. Me besa el cuello y con la lengua me recorre hacia abajo hasta llegar a los vellos abajo del ombligo. Mientras, sus manos no pierden en tiempo, una recorre el pene que palpita y otra acaricia los huevos y llega al perineo. Me recorro hacia la orilla para facilitarle el trabajo y levanto una pierna apoyando un pie en la banca. Estoy expuesto, entregado, dispuesto a todo. Él lo nota y sigue más allá del perineo. Primero regresa a mi boca para besarme deliciosamente y a la vez que me mete su lengua, su dedo llega a mi culo. No intenta penetrarme por el momento, sólo acaricia y reconoce el terreno, yo me dejo hacer y acepto el trato devolviendo el beso con pasión desatada. Deja entonces mi boca para ir directo a mi pene, abre la boca y se lo mete, primero el glande, que saborea y acaricia con sus labios bien húmedos, luego sigue hasta meterlo casi por completo. Los sentidos se me bloquean, no sé nada ni pienso, sólo gozo esa boca que me succiona y me saborea, y esos dedos que juegan en mi trasero electrizando mi piel. Me mira a los ojos satisfecho,
Estás delicioso, estoy fascinado-, me dice a la vez que se pone mis dos piernas sobre sus hombros e inicia una mamada que no olvidaré en mi vida. Le pido que pare cuando siento la inminente venida.
Todavía no, me toca practicar mi lección-, le digo al tiempo que bajo mis piernas de sus hombros y nos levantamos para volver a los besos y abrazos.
Mi mano decide actuar por sí sola y va directo a su pene. Primer pene ajeno que tomo en mi mano. Suave piel, excitada dureza. Subo y bajo el prepucio descubriendo su glande. Mi morbo es grandísimo. Lo aprieto al tiempo que lo hago acostarse sobre la banca de cemento. Estamos ya mojados, por el vapor, por lo calientes, por todo. Juego con mi lengua en los alrededores de su sexo. Sé cómo me gusta que me lo hagan, así que me convierto en alguien con virtudes femeninas, en una puta para él y para su disfrute. Con una rodilla en el suelo me inclino sobre su verga, y con mi lengua le recorro desde la base hasta la punta, sólo para empezar a meterlo en mi boca. Primer sabor, que luego del baño no es nada fuerte, sí distinto, pero nada desagradable. Él baja una pierna al suelo y queda expuesto, con los ojos cerrados y ronroneando de placer. Mi lengua lo prueba todo, sus huevos y más allá, abajo, casi hasta su culo; me entretengo en el perineo y aunque alza la cadera como pidiendo más, sólo me aproximo y lo incito hasta la desesperación. De repente levanta la cabeza y me dice lleno de ansiedad:
- ¿Quieres saber a qué sabe un hombre? Cuando afirmé con la cabeza tomó su verga de mis manos, descubrió su glande que tenía un tamaño tremendo y lo apretó hasta que sacó el primer líquido seminal, cristalino. Me dijo: - Pruébame, pero no me la mames porque me vas a hacer terminar; estoy que reviento.
Con mi lengua recogí un poco de ese líquido. Lo degusté como si fuera un vino de codiciada cosecha. No me desagradó el sabor, aunque pensé que si me descargara en la boca sí me provocaría asco, al menos las primeras veces. Lamí su glande para limpiarlo bien, pero sin tocar con mi boca para no reventarlo.
Mmm, sabes rico-, le dije al tiempo que lamía y lo miraba con su cara llena de satisfacción.
Qué bueno que te gusta, porque a mí me encanta que me mamen la verga justo como lo has hecho, pareces hecho para eso-, dijo con una sonrisa llena de picardía. Pero nos falta lo mejor, así que tenemos que calmarnos un poco, te voy a enseñar el cielo, y quiero que me hagas ver estrellas, buenote.
Nos levantamos porque estábamos muy calientes, nos dimos una buena enjuagada con agua fría para restablecer la temperatura y calmarnos un poco. Platicamos de todo un poco y tomamos más bebidas heladas. Se había cumplido ya el tiempo reservado.
Cuando mandaron a alguien a avisarnos del tiempo, pedimos otras dos horas, sabiendo que las aprovecharíamos, ahora él fue quien caballerosamente pagó, para que fuera justo, y reiniciamos el ritual nuevamente con el aceite delicioso que llevó. Me untó todo el cuerpo. Se deleitó recorriendo cada centímetro de mi piel, erizándome y llenándome de deseo. Le correspondí de igual forma, así que estábamos aceitados y listos para el siguiente paso.
Como va a ser tu primera vez, necesitas estar bien relajado-, dijo, y se volteó dándome la espalda y pegándose a mí como gato. Yo tomé su verga con una mano y con la otra comencé a masajear sus nalgas duras y bien formadas. En el movimiento mis manos se encontraban una y otra vez bajo su cuerpo, y mis dedos se movían por instinto. Delicadamente puse el dedo medio en su culito e hice presión para introducir apenas una falange. Él gimió de gusto y paró las nalgas lo más que pudo invitándome a seguir. Le besé el cuello y mordí suavemente sus hombros al tiempo que mi dedo se deslizaba por completo hasta el fondo. Sentí su calor y su humedad, y la forma en que su esfínter me apretaba. Yo estaba excitadísimo, sentía la verga como piedra. Sin más, metí un segundo dedo, lenta, pausada, desesperantemente. Alcancé uno de los condones, lo abrí y él me lo quitó de las manos, me lo puso con una cara llena de lujuria.
Así me gusta, papasote, grande, sabroso-. Lo hice inclinarse hasta que sus manos se apoyaron en sus rodillas, apunté con mi verga, y presioné su culito que generoso se abrió para recibirme. Entró el glande, y me detuve buscando no causar daño ni incomodidad que rompiera el momento, pero él se empujó solo hacia mí y se la enterró por completo. Me hizo ver las estrellas, tener mi verga por completo en el fondo de su cálido culo me provocó una excitación que me mareaba. La lubricación era increíble. Apoyé mis manos en su cadera y empecé el vaivén lentamente y de a poco fui aumentando el ritmo. Él echó una mano hacia atrás y tomándome de la cadera me jalaba hacia delante marcando mayor velocidad y profundidad. La sensación de su esfínter apretando mi verga me provocaba espasmos deliciosos. Ya estaba muy caliente, así que no tardé mucho en reventar.
Me voy a vaciar, voy a estallar en tu culo, cabroncito, qué rico, ¡¡¡aajjhh, aahhh!!!-. Me vine en un estruendoso orgasmo y él gemía satisfecho. Casi desfallezco de semejante cogida. Todavía estuvimos un momento así, pegados, esperando a que mi erección disminuyera. Le masajeaba la espalda y las piernas. Lo fui sacando de a poco, hasta que mi glande botó de su culo.
Qué cogidota me acabas de dar, cabrón, me dejaste bien abierto-, me dijo mientras se tocaba el culito con sus dedos. Me sacó el condón y me lamió la verga con gran maestría. Gocé mucho, y ahora te toca disfrutar mi verga-.
Seguro que sí, papacito, te toca darme lo mío-, le contesté tomando su palo que ya estaba bien levantado pidiendo caricias; en cuclillas lo mamé un poco, hasta volver a probar su líquido, lo enfundé en su condón y le pregunté: - ¿cómo es más fácil, o cómo me dolerá menos?-. Él sonrió y me dijo:
Te va a doler, pero tú tranquilo, ponte como más cómodo te sientas.
Me senté al borde de la banca, tomé con fuerza mis rodillas con ambas manos y lo miré invitándolo a que empezara de una vez. Se apoyó con una mano de la banca, y con la otra sostuvo su verga cabezona llena de aceite, empujó mi culo decidido a penetrar y sentí como dilataba mi estrecha entrada; de inmediato el dolor me hizo poner una mano en su vientre para detener su ímpetu, entonces él salió de mí y volvió a meter su cabezota, la metía y la sacaba en un juego interminable, doloroso pero gozoso.
Una vez perdido el temor a la cogida, con una pierna lo abracé para hacer que empujara un poco más; sentí cómo su hierro candente me perforaba increíblemente profundo. Seguía untando aceite para lubricar su barra tensa y dura. Empezó a taladrar con cadencia, subí mi otra pierna a su hombro, completamente entregado, y al fin me la metió por completo. Me sentí lleno, repleto y, curiosamente, muy satisfecho de poder estar dándole semejante placer. Veía en su cara la excitación y lujuria desatadas. Aumentó el ritmo, y me siguió dando con todo hasta hacerme ver estrellas.
¡¡¡Me vengo papi!!!-, dijo temblando, a punto de explotar.
¡Vente rico, me encanta tu verga y cómo me coges, gózame, úsame, revienta!-, le dije sin pensar en nada más que en sentir el momento al máximo, mirando cómo su rostro se descomponía al tiempo que su verga se ensanchaba para expulsar su pasión contenida largas horas.
¡¡¡¡¡¡¡Aaahhhh!!!!!!!!!-. ambos gritamos, él se vino con una fuerza bestial, primitiva. Estábamos acabados, sin aliento, escurriendo sudores. Nos dimos un beso final para sellar el pacto de caballeros que habíamos protagonizado. Siguió dentro de mí hasta que su verga se relajó y lo atendí igual que él lo había hecho antes: quité el condón lleno de semen y lamí su vara deliciosa hasta que agotamos las fuerzas.
¿Qué te pareció, te gustó, papacito?-. me preguntó cuando recuperamos el aliento.
No sólo me gustó, me encantó, no sé cómo no lo probé antes, ahora si quieres podremos repetir alguna vez-, contesté con una sonrisa.
¿Alguna vez nada más?, ¡quiero que nos matemos cogiendo, jajaja!
Veremos, ya veremos
Nos bañamos con agua bien fría, nos vestimos y salimos. Había sido un día muy productivo.
Llegué a casa muerto luego de una tarde de trabajo perdida en recordar esa mañana inolvidable, y no dejé oportunidad a pláticas, cené y dormí como nunca hasta el día siguiente en el que, por supuesto, lo primero fue ir a correr, con el culo adolorido pero con ganas de más. Al fin lo había probado, y me encantó.
FIN