Descubriendo lo que es ser follada
Esta no es la historia de la primera vez que me follaron, pero sí de la primera vez que me sentí realmente follada por un hombre, aunque las circunstancias sean algo curiosas.
Hola a todos, mi nombre es Jimena, tengo 18 años y soy mexicana. Vivo en una ciudad fronteriza con Estados Unidos y de vez en cuando disfruto de leer los relatos que encuentro en esta página.
Este será mi primer aporte por lo cual quiero aclarar que todos mis relatos serán historias 100% reales, solo cambiando nombres y algún otro dato irrelevante, si en algún momento subo un relato fruto de mi imaginación lo haré saber al principio del mismo.
Soy estudiante de preparatoria por lo cual no deben sorprenderse de que en la mayoría de mis historias me describa usando mi uniforme escolar.
Soy una chica bajita de estatura, sin embargo siempre he disfrutado la fama de ser la más bonita de la escuela y, según me entere recientemente, también estoy entre las más buenas; soy delgada pero mi cuerpo esta trabajado en gimnasio y a pesar de mi estatura mis piernas son lo bastante largas y torneadas como para no pasar desapercibidas. Tengo pechos grandes y bien firmes, de hecho creo que son mi principal atributo, por lo cual no me avergüenza lucirlos con escotes o botones desabrochados cada vez que tengo la oportunidad. Mi trasero no es exagerado pero sí está muy proporcionado a mi cuerpo y tiene gran firmeza por el ejercicio.
Después de esta larga y aburrida introducción déjenme contarles por qué decidí comenzar a escribir mis historias.
Todo comenzó hace un par de meses, he de confesar que no me enorgullece el hecho de que esta historia comienza diciéndoles que Javier, mi novio, terminó conmigo por haber descubierto que le fui infiel, pero lo que me incomoda no es haberle sido infiel sino la manera como decidió terminar la relación.
Esa mañana recibí un mensaje de mi novio, pero era muy distinto al habitual mensaje romántico para darme los buenos días, en cambio simplemente decía Hoy tengo casa sola ¿Al fin me cumplirás?; Hacía meses que me venía pidiendo 2 cosas a las cuales siempre me había negado, la primera sexo anal y la segunda permitirle correrse en mi cara.
Vale la pena decirles que si bien ahora me considero muy distinta, en aquel tiempo yo era más tímida y, de hecho, la infidelidad que mencioné antes consistió en apenas algunos besos con un ex novio motivadas principalmente por el alcohol. Quizá luego les cuente eso.
El caso es que movida por la culpa decidí complacer a mi novio, así que acepté y le dije que pasara por mí a la hora de salir de la prepa. No me sentía nerviosa en absoluto, mi novio y yo habíamos tenido relaciones muchísimas veces, simplemente ahora tenía que darle un poco más.
Cuando salí de clases pude ver su coche aparcado del otro lado de la calle así que caminé hasta él. Esto me pareció extraño ya que mi novio normalmente bajaba del coche y venía hasta la puerta de la prepa por mí, sin embargo no le di importancia al asunto.
Cuando subí al coche intenté besar a Javier pero él se giró evitando el beso en los labios y me dijo que por favor no lo besara, que se había dado un golpe y le dolería bastante recibir mi beso, claro que me pareció raro, pero jamás me había mentido, así que lo besé en la mejilla y nos marchamos.
Durante el trayecto Javier me dijo que su familia había llegado de visita y que no podríamos ir a su casa, así que me preguntó si podíamos ir a la mía. Le sugerí que mejor fuéramos a un hotel, pero me respondió que en ese momento no traía dinero, que si íbamos a un hotel lo pagaría yo y después me lo reponía él. Finalmente decidí que fuéramos a mi casa aprovechando que mis padres estarían trabajando hasta muy tarde.
En cuanto entramos a casa y cerramos la puerta Javier me tomó del brazo y haciendo presión en mis hombros me obligó a arrodillarme frente a él y me ordenó:
- Javier: Chúpamela puta
Me sorprendió mucho su actitud, pero consideré que sería parte de su fantasía y estaba dispuesta a cumplírsela así que desabotoné su pantalón y de un solo movimiento metí su pene hasta el fondo de mi boca y continué chupando por un par de minutos hasta que él mismo me detuvó.
Le pedí que fuéramos a mi habitación pero el decidió que siguiéramos en la sala de estar. Javier se estaba comportando de un modo muy distinto a lo que me tenía acostumbrada, me arrancó la blusa que traía puesta arruinándola por completo pues no me permitió desabotonarla siquiera; mi sorpresa e incomodidad desaparecieron por completo cuando se abalanzó a mis pechos y comenzó a morder mis pezones de un modo que me hizo perder la noción de mí, únicamente quería seguir disfrutando del placer que me estaba provocando con su boca.
Casi ni me di cuenta en qué momento me despojó de las bragas que llevaba puestas sin retirarme la falda escolar, siempre le había encantado follarme con esa falda puesta.
Me recostó sobre uno de los sillones y con sus brazos extendidos por completo abrió mis piernas de un modo que ni siquiera sabía que era capaz de soportar. La vista que debió tener de mi coño era impresionante pues siempre lo llevo depilado y con las piernas totalmente abiertas frente a él hasta yo me mojé de solo pensarlo.
- Javier: Pídeme que te la meta puta.
- Jimena: Métemela mi amor.
- Javier: Pídelo por favor putita.
- Jimena: Ya métemelo por favor mi amor.
Me estaba volviendo loca de verdad, su actitud había logrado excitarme de un modo sorprendente, pero aparentemente él quería llevarme al límite.
- Javier: ¿Por qué debería follar a una puta como tú?
- Jimena: Porque ya quiero sentirte dentro de mí.
- Javier: Porque eres una puta que ama la verga.
- Jimena: Sí, porque soy tu puta y me encanta tu vergaAaAAh
Justo terminaba la frase cuando sin ninguna clase de piedad me penetró hasta el fondo y comenzó a follarme como un poseso.
No tenía un pene descomunal, pero su grosor era considerable y esa curva que tenía en la punta me estaba provocando contracciones de placer.
Mis gemidos se estaban convirtiendo en gritos y temía que alguien me escuchara, pero sabía que no podía ni quería detenerme.
- Javier: Deja de gemir y grita que eres una puta.
- Jimena: ¡Soy una puta! ¡Soy tu puta! ¡Dame más!
Era la primera vez que decía cosas como esa y lejos de sentirme mal estaba disfrutando como nunca.
- Javier: ¿Te gusta la verga perrita?
- Jimena: Sí, me encanta tu verga.
- Javier: Grita que eres una perra.
- Jimena: ¡Soy tu perra! ¡Soy tu perra!
- Javier: ¿Quieres que te folle como la perra que eres?
- Jimena: Sí, fóllame, fóllame como la perra que soy.
Creí que en cualquier momento se correría por el ritmo con el que me estaba follando mientras me decía todas esas cosas, pero me sorprendí a mí misma corriéndome primero al tiempo que el me repetía que me follaría como la perra que soy.
Hasta ese momento me había follado a pelo todo el tiempo, por lo cual me tomó por sorpresa cuando me ordenó que le pusiera un condón, en ningún momento se dirigió a mí por mi nombre, ni me dijo una sola frase sin llamarme puta, zorra o perra.
Tras ponerle el condón me arrojó nuevamente al sillón y me repitió una vez más que me por fin me follaría como me lo merecía, como una perra.
Me colocó en cuatro patas de cara al sillón y apoyándose con sus dedos lubrico un poco la entrada de mi ano con mis propios fluidos, me asusté un poco, pero recordé que prometí hacerlo esta vez, solo atiné a pedirle que me lo hiciera con cuidado.
- Javier: Las putas como tú no merecen ser tratadas con suavidad.
Sin contemplaciones perforó mi culo con su grueso pene y me hizo experimentar la transición del placer que estaba sintiendo convirtiéndose en un dolor indescriptible que iniciaba en mi culo pero recorría todo mi cuerpo, hasta convertirse nuevamente en una ola de placer que me inundaba por completo y que logró hacer que me corriera por segunda vez esa tarde.
Al principio mis gritos eran por el dolor desgarrador, pero poco a poco, y esta vez sin que él me lo pidiera, comencé a gritarle que me follara más duro, que era su puta y que quería que me rompiera el culo porque era su perra y quería sentirlo hasta mis entrañas.
Esto pareció excitarlo más, puesto que incrementó el ritmo de las embestidas.
- Javier: Si eres mi perra quiero escucharte ladrar.
- Jimena: ¡Soy tu perra! ¡Fóllame por favor!
- Javier: ¡Dije que ladres perra!
- Jimena: Guau, guau, guuaaauu
Definitivamente mis ladridos fueron demasiado para él pues me la sacó rápidamente y me arrodilló frente a él, sin necesidad de que me dijera algo le retiré el condón y comencé a chupar su pene a sabiendas de que estaba a punto de correrse, no me asustaba recibirlos en mí boca ya que lo había hecho varias veces, pero recordé su petición así que le pedí con la voz más sexy que pude que se corriera en mi cara.
Casi de inmediato sentí sus chorros de semen empapando mi cara, jamás creí que pudiera ser tanto, no estoy segura pero creo que es la primera vez que se corrió de un modo tan sorprendente, mi rostro quedo completamente cubierto y él, con su pene aun lo suficientemente duro, comenzó a golpear mi cara provocando que su semen se extendiera a mi cabello y cayera también al suelo. Me tomó del cabello y me ordeno que lamiera sus testículos, aunque solo por un momento, pues quería que limpiara con mi lengua los restos de semen que quedaron en su pene.
Una vez que terminé de limpiarlo me ordenó que me quedara ahí, de rodillas y aun cubierta de semen, el comenzó a vestirse mientras me preguntaba si me había gustado.
- Jimena: Sí amor, me ha gustado mucho.
- Javier: Pues tienes talento como puta.
- Jimena: Gracias, me alegra que te haya gustado.
Cuando terminó de vestirse le pregunté si ya podía pararme y limpiarme porque el semen comenzaba a secarse en mi cara y cabello.
- Javier: No, aún no. Falta una cosa más.
- Jimena: ¿Qué es amor?
- Javier: ¿Vez esas manchas en el suelo? Es mi leche y como buena puta no debes desperdiciarla, límpialo con tu lengua.
Esto estaba cruzando todos los límites, pero estaba dispuesta a terminar, después de todo ya había llegado hasta este punto.
Lamí los restos de semen directo del piso mientras Javier se acercaba hasta mí.
- Javier: Besa mis zapatos puta.
Los besé y le pedí que me dejara levantarme, la excitación se estaba yendo y esto me parecía cada vez más incomodo.
- Javier: Te vez bien así, llena de leche y de rodillas, va con tu personalidad de puta.
- Jimena: ¿Por qué me dices eso?
- Javier: Me enteré de lo que hiciste con Luis. Eres una puta, no vuelvas a buscarme.
Sin darme oportunidad de reaccionar se marchó de mi casa y yo ni siquiera me puse en pie, continuaba ahí, con el culo ardiendo, la cara y cabello perdidos en semen y arrodillada en medio de mi sala.
Cuando caí en cuenta de lo que había ocurrido me levanté y en lugar de ir a limpiarme busqué mi celular y envíe un mensaje a Javier:
¿No puedo buscarte ni para follar de nuevo?, prometo ser una buena puta
No recibí respuesta hasta un par de días después:
Tal vez te busque de vez en cuando zorra.
Epílogo:
Esa noche me costó conciliar el sueño, por un lado me sentía humillada, pero por el otro jamás había disfrutado tanto siendo follada, tampoco había imaginado siquiera lo placentero que sería para mí ser tratada como puta. Fue entonces cuando decidí que tal vez Javier tenía razón. Tal vez tengo talento para ser una puta. Y sí no tengo el talento, al menos disfruto mucho siéndolo.
Espero les haya gustado mi historia, estén pendientes, porque desde ese día he tenido muchas nuevas aventuras que quiero contarles.
Besos a todos.
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Hasta otra.