Descubriendo el placer de viajar - 14

Isla Margarita. Mi amiga Elena y yo decidimos hacer una escapada a la preciosa isla de Margarita donde probamos la novedad de algunas variedades sexuales.

Isla Margarita

Estaba nerviosa desde que volvimos de Argentina. Mi marido decía que irritable, pero yo creo que era algo de insatisfacción, como si me faltase algo. Me había acostumbrado a viajar por ahí, a ver cosas nuevas, a no tener que ocuparme de la casa, y ahora de golpe se me venía el mundo encima.

No había perspectivas de ningún otro viaje de mi marido y yo no acababa de resignarme a la vida monótona, sola en casa todo el día y sin casi nada que hacer.

Pasaron las Navidades, que nos animaron algo al estar con la familia y a mitad de primavera mi marido acabó por sugerirme que saliera por ahí yo a algún viaje, que buscase una amiga y cogiese el coche y estuviese una semana fuera, todo antes que estar todo el día pensando cosas raras.

Hacia mucho que no hablaba con Elena, la llamé después del viaje, pero no nos habíamos visto. Cuando llegó una noche mi marido con un folleto de ofertas de vacaciones de dos por el precio de uno y me confirmó que él no podría venir, me decidí y la llamé.

  • me tienes olvidada, y te hecho mucho de menos.

  • Tienes razón, lo siento. Pero te llamo para compensarte. ¿Te vienes unos días conmigo de vacaciones por ahí? Tengo una oferta a mitad de precio o casi, para irnos de playas por el mundo.

  • pues a mediados de Abril si podría ir, mi hijo se va a la nieve y a mi marido le puedo convencer.

  • ¿nos vemos y buscamos donde ir tu y yo solas?

Encontramos el sitio perfecto y la fecha: la isla Margarita, en Venezuela y saldríamos el diez de Abril para estar diez días. Fuimos directamente a una agencia, reservamos todo y empezamos a hacer planes.

En el avión recordé de nuevo aquellos días juntas, en que conocimos nuestros cuerpos por primera vez: casi pegadas en los asientos tan justos me venia su olor y sentía su piel cerca de la mía. Ella estaba nerviosa, tardamos casi nueve horas en llegar a Caracas, los trámites del aeropuerto fueron muy pesados, pero gracias al encargado venezolano de la agencia no nos perdimos nadie y conseguimos embarcar en otro avión que en menos de una hora nos dejó en el aeropuerto de la isla.

Habíamos salido de un Madrid gris y lluvioso y nos encontramos con el sol y la alegría del trópico. Era maravilloso, el hotel era pequeñito, acogedor y también maravilloso, la playa del Agua increíble, larga y llena de palmeras. Estábamos encantadas.

Todo estaba al aire libre, no era un edificio hotelero, mas bien como bungalows adosados pero independientes y la puerta de la habitación no daba a ningún pasillo sino a unos jardines exuberantes donde estaban las piscinas, un jacuzzi, el restaurante al aire libre y casi todos los servicios.

Empezamos deshaciendo las maletas, ya en la habitación, después de quitarnos la ropa del viaje y quedarnos con la ropa interior, antes de ducharnos y arreglarnos para dar una vuelta y conocer aquello.

La vi de nuevo casi desnuda. No era una preciosidad ni tenía una figura envidiable; era normal, como yo y la mayoría de las mujeres que conozco, pero me atraía de una manera extraña. Era su forma de ser, su inocencia en todo lo relacionado con el sexo, sus maneras algo anticuadas y esa cara confiada y alegre, que sonreía cada vez que su mirada se cruzaba con la mía.

Fue un flash, un relámpago, un instante: nuestras manos se tocaron al depositar la ropa en una de las bandejas del armario y nuestros ojos quedaron fijos cada una en la otra. Acerqué mi boca a la suya y la besé como hacia tanto tiempo estaba deseando hacer. Nos abrazamos en un beso largo, interminable y lleno de ternura.

  • ¡cuanto me alegro de estar aquí contigo!

  • gracias por acordarte de mi y por pedirme que te acompañara.

  • este es un sitio perfecto para vivir un gran romance.

  • ¿el nuestro?

  • ¿por qué no? Vamos a olvidarnos de todo y a hacer lo que nos de la gana por una vez.

  • pues yo estoy dispuesta, vamos a disfrutarlo hasta que se acabe y volvamos a ser dos mujeres normales y aburridas.

Nos duchamos y después nos vestimos ligeras y atrevidas y nos fuimos a dar una vuelta por el complejo, y a conocer el mar.

Era tarde para ir a la playa, pero estaba nada mas salir del hotel, cruzando una estrecha carretera. Era como la habíamos soñado. Los kioscos, las palmeras, las tumbonas y el calor tropical. Había poca gente, no era una época  alta de turismo, pero casi era mejor.

Nos sentamos en el bar a tomar unas piñas coladas y luego a cenar en el buffet; todo estaba incluido y con enseñar la pulserita de color de la muñeca podías tomar lo que quisieras sin preocuparte de pagar. Hicimos planes para esos días, pensamos en las excursiones que la agente de la agencia en la isla nos había recomendado al grupo en la reunión anterior a la cena y nos fuimos a dormir y a descansar del viaje.

Yo me consideraba más lanzada que ella, mas abierta y dispuesta a todo, pero pensaba que una cosa era estar juntas, disfrutar de nuestra amistad y otra acostarnos aunque las palabras de un rato antes parecíeran dar alas a una relación mas sexual, pero también podían ser interpretadas de otra manera, sencillamente amistosa.

Elena solucionó todos mis problemas cuando se desnudó del todo y se metió conmigo en la cama. Me acerqué a ella, que se abrazó a mí sintiendo su olor y suavidad en todo mi ser.

Estuvimos mucho rato juntas tocando nuestros cuerpos antes de dormir. Era delicioso sentirla suavecita, blanda y caliente, sus pechos redondos, amplios, la punta dura y apetecible, sus caderas profundas y su trasero voluptuoso y adorable.

Me gustaban los hombres, que me penetren, sentirlos en mi interior dándome goce y sexo, pero esto era algo distinto. Era sensual, el placer de los sentidos de la forma mas intuitiva y sensorial: el tacto de su piel era inigualable, el olor de mujer de su cuerpo, de su sexo, la suavidad del pelito del pubis, la humedad de su interior, su entrega. No podría explicarlo, pero en aquel momento no hubiera cambiado el deseo de estar con ella por el de entregarme a un hombre.

Nos despertamos con hambre y después de desayunar nos fuimos a la playa, se tumbó en la hamaca la desabroché el bikini y eche la crema solar por toda su espalda y sus piernas, la acaricié y mimé y luego me tumbé a su lado.

  • sabes… me da vergüenza lo que la gente pueda pensar cuando nos ve tan juntitas.

  • pues pensaran que somos un par de lesbianas que han venido aquí de luna de miel.

  • bueno,  yo no me considero lesbiana.

  • va… olvídate de los demás, dijimos que íbamos a disfrutar de la excursión.

Luego me echó ella crema a mí por el pecho, me tocó bien toda la superficie de mi cuerpo con las manos llenas de antisolar y me dejo brillante y reluciente. En fin, hicimos todo lo que cualquier pareja hace normalmente en la playa, pasear, tomar el sol, bañarnos en el agua tranquila, hasta que empezamos a ponernos demasiado coloradas y nos retiramos a comer.

Tampoco dábamos tanto la nota, la verdad, aunque debíamos de disimular algo mal, porque a la tarde, bailábamos juntas después de cenar, nuestras caras pegadas y agarradas de la cintura y se acercaron dos chicos a invitarnos a bailar con ellos.

Nos fuimos cada una con uno y yo pegué también mi cara a su pecho. El me pasó su brazo por la espalda y cerca de mi oído me dijo:

  • no pensamos que fuerais a aceptar, creíamos que erais…

  • ¿amigas intimas, lesbianas?

  • si, mas o menos. Perdona, pero parecíais tan… eso.

  • no, no te preocupes, esta bien. Somos dos buenas amigas, de vacaciones, casadas las dos y con hijos y lo único es que hemos decidido disfrutar de las vacaciones sin nuestros maridos y lo estamos haciendo.

  • pues me alegro mucho. Pensé que no teníamos ninguna posibilidad.

  • y no las tienes, solo estamos bailando.

  • Bueno, hay que empezar por algo, ¿no crees?

Se juntó más a mí y noté sus manos un poco por debajo de la cintura. Bueno, como siempre, le dejé hacer, solo esperaba que no avanzase demasiado, aunque yo creo que tanto él como su compañero pensaban que éramos un par de maduras, todavía de buen ver, necesitadas de hombre y que éramos presa fácil.

Miré hacia Elena y la vi también pegadita al otro y dejándose tocar el culo un poco por debajo de la cadera, igual que yo. Cuando nuestra vista se encontró, sonreímos, nos separamos de ellos y nos dirigimos juntas a por unas bebidas, otra vez agarradas de la mano.

  • me has sido infiel, te he visto dejarte tocar por otro.

  • pues… creo que no está mal tener algún hombre cerca de vez en cuando.

  • oye, cariñito, no te iras a dedicar a follar ahora por ahí con ese tío.

  • tranquila Elena, de momento no tengo ninguna necesidad.

Y nos reímos las dos, no muy seguras del todo. Al día siguiente repetimos en la playa y estuvimos mas tiempo, nos dimos crema la una a la otra, bajo la atenta mirada de los escasos clientes del hotel que estaban tumbados cerca, que parecía gustarles ese toqueteo entre dos mujeres, y supongo que los comentarios maliciosos de sus mujeres, que miraban para otro lado.

A media tarde regresábamos a la habitación, y se veía tan tranquilo que nos daba pena salir a cenar o de copas. Desnudas en la habitación empezamos a jugar y ella me retó.

  • ¿a que no eres capaz de salir así, desnuda y dar una vuelta por el jardín?

  • ¡vaya que no! ¿Si salgo yo, tú me sigues?

  • si tú te atreves yo también.

Abrí la puerta y me puse a pasear tan tranquila por el césped, junto al jacuzzi circular que estaba casi a la puerta, pero asomándome por las avenidas de entrada no fuera a venir alguien. Elena salió desnuda igual que yo y continuamos nuestros juegos en el exterior, corriendo alrededor del césped, intentando cogernos, con las tetas bailando arriba y abajo y felices como si no existiera nadie mas en el mundo.

En una de las vueltas me pareció ver venir una pareja hacia nosotras y me tiré casi de culo dentro del jacuzzi. Elena se quedó fuera, intentando sacarme, tirando de mí y haciendo tanto jaleo que no se dio cuenta que un matrimonio, algo mayor, entraba en esos momentos en nuestro, hasta ahora, parque privado.

  • venga, sal, intenta agarrarme

  • creo que es mejor que te metas tú aquí conmigo.

  • ni hablar

  • buenas tardes.

Este saludo a su espalda la sobresaltó y se tiró a mi lado casi tan deprisa como yo antes. La pareja pasó hacia su habitación, sonrientes y haciendo algún comentario, aprobatorio, me pareció a mí y vimos como el hombre después de decirla algo a la puerta de la habitación, dejó la bolsa que llevaba en la mano y se acercó a nosotras.

  • ¿les importa que entre con ustedes?

  • en absoluto. Esto es muy grande, adelante.

Se desnudó por completo y entró. Su pene estaba a medias, yo creo que de pensar que se iba a bañar con dos chicas desnudas. Elena empezó a jugar conmigo y hacerme cariñitos, como marcando su territorio y para dejarle claro a aquel hombre que no iba a conseguir nada de ninguna de las dos. Daba igual, en la poca profundidad del jacuzzi se veía su miembro enhiesto, firme, y casi mas grande por efecto del agua.

Me acerqué al oído de Elena:

  • ¿Nos le follamos? o le hacemos una paja, yo creo que lo está pidiendo y además parece que está bastante bien.

  • pues venga, vamos. Entre las dos.

Yo le acariciaba el pecho y las bolas y Elena le agarró el mástil y empezó a mover la mano arriba y abajo con destreza. Nos fuimos turnando hasta que se corrió y soltó montones de leche que quedó flotando entre el agua.

Esa noche necesitábamos desahogarnos y ninguna sabía nada más que masturbarnos mutuamente, como ya habíamos hecho alguna vez. Estábamos aprendiendo solas, ninguna de las dos lo había hecho con nadie mas y solo podíamos improvisar. Con las piernas entrelazadas, nuestros muslos pegados y abrazadas la una a la otra conseguimos al fin sentir ese placer mutuo que nos dejó sosegadas y somnolientas, y así juntitas, abrazadas como siempre, nos quedamos dormidas hasta que amaneció.