Descubriendo el placer de viajar - 10

Por atrás. Una nueva amiga y una nueva aventura en la que mis compañeras se empeñan en que pruebe otra forma de sexo

Por atrás

Aquel día nos sorprendieron nuestros maridos llevándonos a cenar fuera, para conocer al ingeniero que les acompañaría en el próximo desplazamiento y a su mujer. Vivían en Córdoba y él había estado ya con nuestros maridos en algún otro viaje, pero ahora estarían fuera una semana y tenían que preparar en la oficina central todos los detalles.

Era una pareja muy chocante, sorprendente. El era un tipo muy alto y totalmente calvo. No tenía ni un pelo en la cabeza y ella… era japonesa. Bueno, su abuelo era japonés, porque ella era porteña y mezclaba el tipo alto, fuerte y esbelto de la mujer argentina con la cara de muñeca de su origen oriental.

Después de esa noche, mientras ellos trabajaban, ella pasaba todo el día con nosotras, nos acompañaba a todos los sitios y nos hicimos inseparables. Al segundo día, dejaron el hotel y se vinieron a vivir a nuestro piso. Nosotras estábamos encantadas. Una mañana me pareció que Lydia, así se llamaba, se había levantado pronto, apenas se fueron los hombres y decidí madrugar un poco para hacerla compañía.

Falsa alarma, no había nadie ni en el salón ni en la cocina. Me puse entonces a desayunar y luego me volvería a la cama y en eso oigo ruidos y voces en el cuarto de Maite. Era un poco raro porque nunca se despertaba tan pronto así que se me ocurrió ir a ver qué pasaba.

Solo me asomé un poco por la puerta entreabierta y las vi a las dos tumbadas en la cama. Me quedé paralizada ante el cuadro. Estaban desnudas, besándose y chupándose la almejita alternativamente, besándose en una postura altamente erótica y con un artefacto en la mano, introduciéndoselo mientras jugaban.

Permanecí en la puerta mirando. Maite acabó primero en un sonoro orgasmo, retorciéndose ante las caricias y los movimientos de la lengua de la otra en su sexo, mientras el consolador entraba y salía de su culo. Se dedicó luego a llevar a Lydia al mismo estado de paroxismo, metiéndola también el aparatito en el culo y pasando la lengua por todos los alrededores.

Me retiré a mi cuarto, no quería que me vieran. En esos momentos dudo que supieran que yo vivía también allí. Me volví a meter en la cama, con la cara de las dos amigas en mi retina y la expresión del gesto de ambas al alcanzar el orgasmo. Tardé en volverme a dormir y soñaba con sus cuerpos desnudos junto a mi, dándome placer con sus juguetes y sus labios.

Cuando nos levantamos las tres casi dos horas mas tarde, apenas pude mirarlas a la cara. Maite me miraba, con gesto socarrón y picardía en la mirada.

  • ¿sabes Lydia, que nuestra amiga es virgen por atrás?

  • no es posible. No me puedo creer que no lo haya probado todavía.

  • si, si que lo ha probado. El otro día se lo metí un poquito, pero dice que no la gustaba…

  • ahora la vamos a llevar a la cama y la vamos a hacer que lo pruebe otra vez, pero bien, de verdad.

Se estaban riendo de mí, pero preferí no contestar ni discutir, porque entonces era peor, solo dije:

  • tampoco pasa nada si no me gusta.

  • pues bien que te ha gustado mirar. No te has apartado de la puerta hasta que hemos acabado.

  • bueno… me pareció oír ruido. No pensé que fuerais las dos follandoos la una a la otra.

  • oye, que eso es tan bueno como cualquier otra cosa…

  • espera, Maite, (intervino Lydia, que vio que nos estábamos poniendo serias) puede ser algún trauma o algo peor. Es mejor que lo hablemos civilizadamente. ¿Cómo sabes que no te gusta si no lo has hecho nunca?

  • tampoco me gusta tirarme por una ventana y no lo he hecho nunca.

  • si todas las personas que alguna vez han tenido una pija en el culo se tirasen por la ventana, el mundo se despoblaba. No vale esa comparación.

  • bueno, creo que no me va a gustar, eso es todo.

  • te propongo una cosa. Te vamos a preparar una mañana y luego lo vas a hacer con un hombre que yo conozco. Un experto.

  • no tengo ganas de hacerlo con nadie, ni lo necesito, y menos con expertos.

Se pasaron todo el día dándome razonamientos, me enseñaron estadísticas, sus experiencias. Acabaron mareándome hasta que accedí a hacer una prueba con su experto y si no me gustaba, no volverían a insistir mas, ni sacarían el tema en mi presencia.

Estaba enfadada y arrepentida, me había dejado liar hasta que consiguieron lo que querían y no sabía para qué. Además, a ellas que les importaba lo que yo hiciera o qué cosas me gustasen o no; no entendía que sacaban con todo eso.

  • eres nuestra amiga. No podemos permitir que vivas sin haber pasado por una experiencia como esta. Es nuestra obligación que cada vez aprendas más respecto al sexo y lo hagas con seguridad. Eres una ingrata y una desagradecida.

Solo había una manera de que se callaran. Decirlas que si y esperar que se olvidaran. Pasaron tres días sin decirme nada sobre este tema y solo una mañana se metieron en mi cama y entre las dos me tocaron. Metieron los juguetitos por ambos agujeros, me acariciaron el pecho y los muslos, me besaron y jugaron con sus lenguas por toda mi piel y acabaron por arrancarme una serie de orgasmos bestiales que me dejaron destrozada toda la mañana.

Al día siguiente me dijeron que me arreglase, que íbamos a salir a ver a su amigo. Creí que ya lo habían dejado y traté de defenderme con algún pretexto.

  • mira, si pensáis que me voy a meter en la cama con un desconocido y encima para hacerlo por ahí detrás, estáis locas.

  • ya nos está esperando, no te puedes echar para atrás ahora, así que déjate de tonterías y ponte elegante. ¿Para que crees que te estuvimos entrenando ayer?

En realidad deseaba en el fondo de mi mente que no se les olvidase, pero como siempre, llegado el momento me entraba un poco de miedo.

No podía ser malo, a ellas les gustaba y lo hacían de vez en cuando, según decían, pero ya no es que pensase que a lo mejor no me iba a gustar, sino que podía romperme algo. Ellas me habían tranquilizado: era un tío con una herramienta especial para estos menesteres.

Todo dependía de lo que entendiesen por especial. En fin, me fui tranquilizando y decidí ponerme refinada para el caso, por lo menos por dentro. Nunca me importaba la ropa interior que me ponía, me gustaba ir cómoda; pero si iba a ligar o sabía, como en este caso, que me iba a desnudar delante de un hombre, buscaba mi ropa más sexy y bonita.

Elegí para el caso un conjunto rosa fuerte, la braguita pequeña, y que dejaba al aire la parte inferior del culo cuando se metía un poco por la raja, lo que ocurría en cuando empezaba a andar. El sujetador era grande, pero la mitad del pecho asomaba por arriba y tapaba justo al borde del pezón y las dos piezas tenían unos dibujos de color más vivo por los bordes.

Estaban sentadas mirando como me arreglaba y me volví un par de veces para ver si era de su agrado, pero aunque no dijeron nada, me pareció que su mirada era de aprobación. Completé con una falda vaquera cortita y una blusa de tirantes, fresca y fina y quedé lista para la ocasión.

Fuimos en el autobús o colectivo, hasta un barrio de las afueras, que se veía bastante destartalado y tras andar diez o doce minutos llegamos a una especie de casita de madera, rodeada por un jardín con seto, detrás del que se oía a alguien trabajando, como dando golpes con un martillo.

Allí delante me volvió a entrar la indecisión y me paré al lado de la puerta, detrás del seto, sin atreverme a seguir.

  • ¿y si no me gusta el tío, o me da asco? No le conozco.

  • ven, asómate por el seto. Esta ahí dentro tallando madera.

Ah, eso debían ser los golpes del martillo. Me asomé a ver y volví la cara horrorizada, echándome para atrás.

  • pe... pero… ¡es negro!

  • ¿y que pasa ahora? ¿Eres racista?

  • no, no es eso. Los negros la tienen muy grande. Me destrozará.

Mis dos compañeras no sabían si reír o llorar, pero ya se estaban impacientando.

  • eres tonta. Y los blancos la tienen pequeña ¿no?

  • no. Hay de todo. Algunos la tienen muy grande.

  • pues no digas mas tonterías. A los negros les pasa igual. Venga vamos.

Entramos las tres, sin llamar, y Lydia le dio un beso y nos presentó. Era un tipo alto y musculoso, aunque no excesivamente. Era de rasgos suaves, se podía decir que no era guapo, pero si atractivo en general. A mi me presentó como “esa chica tan rara de que te hablé, a la que había que hacer un favor especial para el que vos sos el mas indicado”

Me cogió la mano y me la besó con delicadeza y luego se metió dentro a por unos refrescos, que colocó en una mesa junto con unos vasos de plástico. Entonces apareció otro hombre, casi idéntico. Era su hermano, que le estaba ayudando a recoger madera para tallarla. Ambos eran artistas rústicos. Fabricaban piezas de madera especial, muy rugosa y con nudos, de la que sacaban figuras de animales y cosas que se imaginaban al ver el leño en sus manos.

Estuvimos charlando un rato y se estaba muy a gusto. Me olvidé de a qué habíamos ido allí y empecé a interesarme por su trabajo. Cuando ellas vieron que iba tomando confianza, y como querían ir a ver una tienda de piel cercana, me propusieron que me quedase un rato y luego pasarían a buscarme.

  • a no ser que prefieras que nos quedemos para hacerte compañía.

  • ¿para ver como me dan por el culo? no, mejor volvéis dentro de un rato.

Entramos en la casa para ver su taller y exposición. Era una vivienda amplia, pero con una sola habitación en la que había de todo menos el baño, y en un adosado, que hacía de taller y almacén-exposición era donde tenían las maderas para tallar y las piezas ya acabadas encima de una mesa o colgadas en estanterías.

El olor a madera de calidad era muy intenso y casi agradable, pero lo mas chocante era la exposición. La mayoría de los objetos expuestos eran culos, traseros de mujer, con las vetas de la madera resaltando, brillantes por el perfecto pulido. Su tacto era increíblemente suave, las líneas de la madera perfectamente elegidas para seguir la redondez de la parte que representaban, y todas tenían en su sitio un agujerito perfectamente circular.

Me explicaron que el tamaño del agujero era el correcto para que cupiera el cuello de una botella y su inclinación la adecuada para que la botella no cayera.

Salieron al oír unos golpes en la puerta y yo me quedé curioseando. Uno de ellos estaba tapado por un cilindro también de madera. Era curioso y me acerqué a ver. Era un pene, con todos los detalles y rematado por dos bolas que colgaban ligeramente.

Regresaron con una mujer, más o menos de mi edad, que me saludó sonriendo.

  • ¿vos venís a posar también?

  • pues… si… no se. Estaba mirando.

  • son unos artistas, es increíble el parecido que consiguen.

Se fue desnudando y dejando la ropa en una silla, luego se apoyó en la mesa y sacó el culo hacia fuera. Uno de los hombres acercó una figura, ya casi terminada y la puso a su lado en la mesa, tomando medidas de ambos culos y comparando con las manos y un compás. El otro se acercó a mí.

  • ¿querés posar entonces? Le haremos una replica de su taste.

  • bueno… en realidad yo había venido a…

  • quítese la ropa y la deja en esa silla, luego se coloca en la posición que quiere que la esculpamos.

No es que me lo estuviera proponiendo, me lo estaba ordenando. Había visto ya tantas cosas extrañas y diferentes en ese país desde que llegamos que decidí obedecer sin rechistar. Me quité toda la ropa mientras él buscaba un trozo de madera y luego me tumbé en un banco, apoyada en un brazo para que uno de mis glúteos sobresaliera del resto del cuerpo.

Me pasó las manos y me midió, dibujaba en la madera con un lápiz, volvía a tocar y a dibujar. Cuando ya tuvo el esbozo me pidió que me levantara para medir la profundidad de la raja y del conjunto, y hasta el agujero me midió con uno de sus dedos.

La otra chica ya había acabado, pero seguía desnuda, viendo todo lo que me estaban haciendo.

  • ¿es la primera vez? ¿Puedo quedarme a ver?

  • pues no se… si a ellos no les importa.

Parecía que no, porque colocó su ropa en el respaldo y se sentó en la silla a mirar. Ellos colocaron una manta gruesa, de muchos colores, en una mesita baja y me pidieron que me tumbara boca arriba.

Entonces empezó todo. El que parecía mayor se me acercó y metió dos dedos en mi vagina, simulando que medía, pero propinándome golpecitos en el clítoris que me hacían dar un salto cada vez que acertaba en el punto exacto. El otro se fue desnudando a mi espalda y le reemplazó con una mano, colocando la otra en mis pechos.

Se quedó solo y continuó hasta que vio como me relajaba y aceptaba sus caricias. Se irguió de pronto y vi un pene enorme y grueso dirigiéndose hacia mí. ¡Ya sabía yo que todos la tenían grande! ¡Me habían vuelto a engañar!

Iba a levantarme a toda prisa cuando se acercó a mi chochito y fue entrando despacio. Bueno, eso era otra cosa. Por ahí no me importaba, podía seguir.

Iba muy despacio. Lo sacaba del todo y volvía a entrar. Miré hacia abajo intrigada y vi su enorme aparato negro y reluciente, brillante como el ébano. Se parecía al de la figura pero a mayor escala.

De pronto se equivocó una de las veces y apretó un poco contra el agujero del culo, pero se retiró tan rápido que no me dio tiempo a protestar. Lo fue repitiendo, abriéndome con las manos en ambos glúteos y yo deseando que siguiera por su sitio natural. Estaba empezando a notar los primeros síntomas de gusto, pero él seguía cambiando alternativamente.

Noté que las últimas veces mi agujero se iba dilatando y como introducía dentro toda la enorme cabeza en cada embate. Cuando le pareció que entraba fácilmente y que yo no protestaba se echó a un lado y dejó paso a su hermano.

Este no se entretuvo, me colocó a su gusto y apuntando a su objetivo la introdujo sin vacilar. No sentí apenas como me entraba, debía ser mas fina y el otro me había preparado para que dilatara el ano y no sufriera al recibirlo.

Era como el consolador de Maite, casi del mismo grosor, pero mucho mas largo y flexible, adaptándose a mi intestino y siguiendo sus curvas. Parecía que llegase a mi estomago y cuando empezó a moverla pensé que acabaría saliéndome por la boca.

Estuvo mucho tiempo así. Me gustaba pero no me excitaba. Metió un dedo en mi vagina y entonces empecé a disfrutar por ambos sitios. La otra chica estaba espatarrada, con la boca abierta, los ojos entreabiertos mirando hacia mí y las dos manos en su chocho empapado. Verla en éxtasis me puso a mil y sentí la llegada del primer espasmo y mi orgasmo se aceleró. Su pene en mi trasero era como una serpiente que intentase introducirse en mi cuerpo, buscando el camino y estallé de pronto, de forma brutal e incontrolada, mientras él se agitaba también y me parecía que soltaba su carga en mi interior.

La chica se arrojó hacia mí, besándome los labios y apretando mis tetas, mientras él se salía poco a poco, hasta que dejé de sentirle. Ella se apretaba contra mi, su cuerpo convulsionado por los movimientos del orgasmo acoplado al mío y repitiendo, mientras se corría con su sexo pegado a mi muslo.

  • ha sido fabuloso, fabuloso. Sos divina, que maravilla…

Y no se movió de allí hasta que quedó totalmente satisfecha, dejándome la espalda destrozada contra la dura madera de la mesita. Era la primera vez que alguien me alababa y ponía esos adjetivos a un polvo bien echado y disfrutado, pero a mi realmente me parecía excesivo y además el buen trabajo lo habían efectuado ellos, a quien había que felicitar de verdad.

Volví cuatro días después para posar de nuevo y que hicieran los últimos retoques, pero fui yo sola. No quise contarles a las chicas lo que ocurrió en ese lugar esa segunda vez, pero regresé a casa con una escultura preciosa, de un culo apoyado en uno de sus lados y un agujero redondito para que sirviera de botellero.

Lo tengo expuesto en mi habitación, encima de la cómoda y lo miro siempre cuando me voy a acostar y desde luego me lo pienso llevar a Madrid, aunque pese un poco, porque es mío, quiero decir, es mi culo de verdad.

Mi marido todavía me dice cuando lo ve allí, en mitad del mueble donde lo he colocado, que tengo un gusto muy raro para comprar artesanía, sin embargo yo le he visto de vez en cuando pasar la mano por la suave parte redonda. Aunque no lo reconozca francamente, yo se que le gusta. ¡Como no le va a gustar! Siempre le ha gustado esa parte de mi cuerpo.