Descubriendo el placer de viajar - 08

Embarazada? Demasiado sexo y demasiados hombres, pensaba que había tomado todas las precauciones, pero pasaba el tiempo y empecé a alarmarme por algo preocupante para una mujer.

Embarazada?  1

Empecé a preocuparme una mañana que observé que tenía que haberme venido la regla por esas fechas y me di cuenta de que llevaba un retraso de cinco días. Era raro que pudiera estar embarazada porque tomaba la píldora en esa temporada, pero había oído algún caso de fallos y preferí asegurarme de que todo iba bien.

En un principio pensé contárselo a Maite para que me acompañara, pero luego recordé que había visto una placa anunciando a un ginecólogo en un portal no muy lejos de casa y preferí no decirle nada, porque en caso de estar embarazada a lo mejor era de cuando lo hice en Madrid con uno de sus amigos y ella podía atar cabos y pensar algo raro y hablar mas de la cuenta.

Lo primero sería confirmar mi estado y después decidiría que hacer. Siempre habría tiempo para dar la noticia y si era una falsa alarma, nadie se enteraría de nada y evitaba las conjeturas y cábalas que siempre se hacen en estos casos.

Aproveché una mañana que ella estaba todavía en la cama y la dejé una nota diciendo que iba a comprar provisiones y regresaría en un par de horas. Me duché rápidamente y me vestí de una forma sencilla con una camisa y una falda fácil de quitar si era necesario y accesible sin problemas si no me tenía que desnudar, que sería lo mas normal para el asunto tan sencillo que yo llevaba.

No obstante hice una cosa que siempre hago cuando voy al médico y fue ponerme unas bragas normales pero bonitas, de esas altas que dejan la mitad del culo al aire pero por delante te tapan bien y por si acaso tuviera que desnudarme que se me viera bien conjuntada, un sujetador liso del mismo color.

Salí despacio, sin hacer ruido para que no se despertase y me fui en busca del portal donde me pareció ver el anuncio de la consulta.

Efectivamente, estaba en el tercer piso y se leía entre otras dos o tres cosas que me sonaban a naturalistas, las palabras: consulta ginecológica, Doctor X.

Llamé al timbre y sin preguntarme quien era o que quería me abrieron directamente, al igual que la puerta de la casa, cuando subí los tres pisos por la escalera, a falta de ascensor.

Me abrió una chica morena, muy guapa, de buen tipo pero muy culona y con un extraño uniforme de enfermera, exageradamente cortito y muy ajustado, con los botones superiores imposible de cerrar debido al enorme volumen de sus pechos y con una cofia blanca que yo no recordaba haber visto nunca a ninguna enfermera en España.

  • ¿Qué desea?

  • quería saber si hacen test de embarazo, tengo un retraso de unos días y eso no es normal en mí.

  • ¿es la primera vez que viene a esta consulta?

  • si, solo llevo tres semanas en Buenos Aires.

  • el doctor todavía no ha llegado, tardará media hora. Si pasa le voy haciendo la ficha mientras tanto.

  • verá, solo quiero hacerme una prueba…

  • si, no se preocupe, pero es que el doctor quiere tener la ficha de todos sus pacientes, es necesario.

  • bueno, si es obligatorio…

Apuntó mi nombre, edad, dirección en Buenos Aires y una serie de cosas generales y privadas, enfermedades que había tenido, enfermedades de tipo sexual, y otras que preferí no contestar por considerar demasiado intimas.

Después, me señaló una silla y me dijo que me desnudara y que podía dejar ahí mi ropa. Busqué el biombo y la bata, pero en la habitación solo había una mesa de despacho con dos sillas y la camilla cubierta por una sabana o un lienzo de tela. La miré sorprendida e interrogante, pero no se inmutó.

  • ¿algún problema?

  • bueno… lo normal es que me dé una bata si me he de quitar todo y no veo el sitio donde cambiarme.

  • si, la bata se la daré luego, cuando venga el doctor, pero para pesarle y tomar la temperatura es mejor que no lleve nada.

Nunca había visto una cosa igual y me pareció extrañísimo, pero claro, yo siempre había ido al mismo medico en Madrid, desde que me casé y no sabía de las costumbres y las normas de otros y menos aun en el extranjero, donde a pesar de ser tan iguales en todo, había mil cosas diferentes que descubría cada día.

Aunque me ponía un poco nerviosa que estuviera delante de mí, sin quitarme la vista de encima, me fui quitando la falda y la blusa, colocándolas sobre la silla.

Menos mal que me había puesto ese día a propósito unas bragas normalitas, blancas, de algodón, porque era de suponer que en algún momento se me verían, bien por el doctor o por la ayudante, y un sujetador también blanco, muy discreto y que me sujetaba y me tapaba bien el pecho, pero hubiera dado igual, porque cuando me quedé así delante de ella, esperando la siguiente orden y vi que no se movía, aguardando a que prosiguiese, la pregunté:

  • ¿también esto?

  • si, por favor. Todo.

Pues no había ninguna duda, dejé las dos prendas encima de la silla y totalmente desnuda me dejé conducir a la balanza. Tomó nota de mi peso y luego me colocó bien con sus manos, yo creo que demasiado meticulosamente, para medirme y apuntarlo en la ficha.

  • túmbese en la camilla, boca arriba

Yo ya no preguntaba nada, hacia lo que me ordenaba y aunque me extrañaba todo ello, preferí no parecer una tímida inexperta, como si fuera una niña en su primera consulta.

Ella había ido cantando los datos de estatura y peso mientras lo apuntaba y siguió relatando en voz alta la siguiente operación.

  • a ver, póngase bien boca arriba, bien estirada, así, muy bien. Vamos a tomar ahora de su temperatura vaginal y rectal, lo apuntaremos y estará lista para que la vea el doctor. Veamos, estése quietecita.

Con dos dedos abrió bien mi vagina y colocó el termómetro en el interior, sujetándolo innecesariamente con la palma de la mano extendida sobre mi pubis.

Se mantuvo así dos  o tres minutos y después lo sacó y apuntó en el papel la lectura, luego me ordenó dar la vuelta y que me estirase boca abajo.

Yo estaba bastante tensa cuando puso su mano en mi culo, sujetando el termómetro con la otra. Era una chiquillada, pero no recordaba que nunca me hubieran tomado la temperatura rectal. Alguna vez se lo puse a mi hijo, cuando era un bebé, pero nunca cuando hubo crecido un poco.

En la boca también me parecía normal, pero en fin, me callé y esperé. De manera involuntaria tenia los músculos contraídos y ella me daba palmaditas en los glúteos, para que me relajase.

Como seguía tensa, paseó sus manos por mis redondeces, haciendo círculos, las acercaba e introducía en la raja, separándola poco a poco y de pronto noté un dedo introduciéndose por el agujerito trasero mientras el resto separaba mis cachetes.

Apreté más, pero ya estaba dentro y rápidamente sustituyó el dedo por el termómetro y ya con las dos manos libres me separó bien las dos nalgas y lo empujó un poco mas adentro.

Cuando apartó sus manos, me tranquilicé un poco y me distendí. La verdad es que apenas se notaba y recordé que se decía que era el sitio donde la medición de la temperatura es más exacta.

Se oyó la puerta de la calle, y la enfermera salió de la habitación, dejándome tumbada en la camilla, desnuda y con un tubito asomando por entre las dos montañas traseras de mi cuerpo.

Entró el doctor, abrochándose la bata blanca y acercándose a la camilla, hacia mi cara, un poco entre sobresaltada y sorprendida. Era un hombre de mediana edad, guapo, perfectamente afeitado y con el pelo hacia atrás, liso y reluciente. Sonrió con profesionalidad, como para darme confianza.

  • bueno, bueno… ya me ha dicho la enfermera que le ha hecho la ficha y todos los preliminares. Ahora vamos a examinarla.

Me sacó el termómetro y se lo pasó a la enfermera. No noté los guantes de látex cuando su dedo se introdujo en el orificio anal, palpando en todas direcciones, mientras con la otra mano, también sin guante, me abría bien el culito, tirando de uno de los lados.

Intenté contenerme y pensar que debía ser así, pero en el transcurso de unos minutos era la segunda vez en mi vida que algo se introducía en mi agujerito trasero.

No podía evitarlo, estaba tensa instintivamente. Cerraba mis músculos apretando su dedo, sus dedos, porque me pareció que ahora había dos tocándome.

Supongo que para intentar tranquilizarme, bajó la mano libre y la fue metiendo por debajo de mi estomago, levantándolo y exponiendo mas mi trasero a sus manejos.

En esta postura, medio levantada, no podía hacer tanta fuerza y sus dedos se movían con mas libertad. Me pareció que ya no era una sensación tan desagradable e incluso llegué a considerar que me estaba gustando, cuando, extrayendo los dedos, me ordenó dar la vuelta.

Seguía sin guantes y palpó mis pechos con las manos desnudas por todos los lados, mucho mas de lo que a mi juicio se debía necesitar. Nunca había necesitado tanto tiempo mi medico habitual.

La enfermera le tendió por fin unos guantes finos de látex y se colocó entre mis piernas después de ponérselos, separándolas bien, ayudado por ella, que reclinada a mi lado, dejó su culo delante de mi cara, tapado por unas enormes y horribles bragas azules, que quedaron totalmente a la vista al recogerse su minúscula faldita.

Ella me abrió con sus dedos, separando los labios mayores, y él, sin obstáculos, empezó a manipular por el interior de mi vagina. Igual que antes, me tocó bien por todos los lados, estiró mi clítoris, lo dejó bien a la vista y no sabía si eran los dedos de él o los de ella los que se posicionaron encima y presionaban con cuidado pero sin parar, estimulándome mas de lo que yo esperaba.

No se si me corrí un poquito o solo me agité ligeramente, porque estaba muy excitada, pero me daba una vergüenza enorme que ellos se dieran cuenta. Noté mis manos aferradas a los bordes de la camilla y cerré los ojos para no ver su cabeza a dos dedos de mi sexo.

Casi era peor, porque entonces la sensación fue la de su respiración contra mi sexo abierto. Estaba conteniéndome para no gritar y entonces me soltaron y se separaron de mí.

Estuve un rato quieta, reponiéndome, pero si en ese momento vuelve a poner su mano en mi sexo estallo en un orgasmo, seguro.

La enfermera me tocó el hombro.

  • ya se puede vestir.

Me pareció que ya me lo había dicho antes, pero no la estaba escuchando.

Abrí los ojos y me senté en la camilla. El estaba rotulando unos tubitos con las muestras que me había sacado y ella me ayudó a levantar, mirándome con cara curiosa y algo divertida.

Al ponerme las bragas me noté húmeda y deseé que no lo hubieran notado. ¡Que tontería! ¡Si habían estado casi diez minutos manipulando por ahí abajo! tenían que saber casi de memoria como era por dentro.

Me dio vergüenza vestirme delante de ellos y me fui detrás de la camilla que me cubriría un poco, y de espaldas me puse rápidamente las bragas, que cuando llegué a casa descubrí que me las había colocado del revés y el resto de la ropa igualmente de cualquier manera, sentándome después al otro lado de la mesa del despacho.

  • en un principio está todo perfectamente. Los análisis estarán listos mañana. Venga a esta hora y le daré los resultados.

La enfermera me acompañó al recibidor, le pagué la consulta y salí a todo correr, bajando las escaleras en la mitad del tiempo que tardé en subirlas y con el mismo paso ligero llegué hasta casa.

¡Madre mía! Que calentón mas tonto por unos toqueteos, se podía decir que profesionales.