Descubriendo a mi nueva madre 7. Final.
Cómo acabaran nuestros protagonistas sus relación, acabará o seguirá en el tiempo... Sabremos el final de todos los personajes.
Descubriendo a mi nueva madre.
Aquel invierno lo pasé con ellas tres, si bien mi abuela y mi tía iban y venían de su casa, a mi madre le di calor todas las noches que ella me necesitó. Incluso algún fin de semana, cuando mi abuela y mi tía no podían venir a casa, nuestros amigos Juan y Lucía durmieron en mi habitación y podían hacer realidad su amor, sin las preocupaciones que tenían en su casa por ser pillados.
Y fue allá por primavera que se produjo un cambio en la relación con mi madre. Era el mes de abril cuando en la casa que limitaba con la nuestra llegó un nuevo inquilino. Recuerdo que la primera vez que mi madre lo vio, noté que le había producido cierta atracción. Para aquel entonces yo había encontrado un trabajo. Un día tenía el turno de noche, mi madre había ido a sus estudios por la mañana y antes de que ella volviera me había marchado yo. Cuando bajé del autobús en mi calle, caminé hasta estar frente a mi casa. Iba a cruzar la calle cuando vi que la puerta de mi casa se abrió. Salió aquel vecino y se despidió de mi madre dándole un par de besos. Lo observé y entró a su casa.
¡Hola mamá! - saludé al entrar en casa.
¡Hola cariño! - me dio un beso en los labios y la veía contenta.
¿Cómo te ha ido la tarde? - le pregunté.
Muy bien. - respondió - Ha estado aquí nuestro vecino Jorge... Parece un buen hombre.
Lo he visto. - le dije y me abracé a ella por su espalda – ¿No me estarás engañando con él? - le dije en tono de broma.
Y si lo hiciera. - se giró y me rodeó por el cuello con sus brazos - ¿Te pondrías celoso?
Para nada, pero no quisiera que te hicieran daño...
¡Qué bueno es mi niño! - me besó con pasión - La verdad es que me ha causado buena impresión, tal vez le pida que salgamos un día.
Y qué sabes de él...
Está separado y vino a vivir aquí pues en su trabajo lo cambiaron de puesto... - me miraba atentamente para ver como reaccionaba - Además tiene una hija de veintiún años que está estudiando en otra ciudad... ¿Y si te gusta?
Habrá que verla para decidirme... - le sonreí - Hacemos dos parejas y al final me enamoro de mi hermanastra ¿no?
Por ahora lo que tienes que hacer es darle amor a tu madre... - nos volvimos a besar.
Los meses pasaron y las visitas de Jorge cada vez eran más frecuentes. Era claro que entre ellos empezaba a haber algo más que amistad. Durante aquel tiempo, le di amor a mi madre cada vez que ella me lo pedía, nunca la forzaba a tener una relación sexual conmigo, aunque ella no se hubiera negado a darme su amor, necesitaba que ella fuera coherente con sus sentimientos. Para finales de junio, ellos ya habían salido varias veces por la noche, sobre todo los días en que tuve que trabajar en ese turno, pero ella me confesaba que no llegaron ni a besarse, que eran muy buenos amigos pero que no pasaban de ahí, pero que sentía que a él le atraía ella, aunque no intentara nada.
¡Hola cariño! - mi madre entraba en su habitación donde yo estaba viendo la televisión - ¿Aun estás despierto?
¡Claro! - le dije y ella se acercó a mí y me dio un beso en los labios – Me gusta esperarte, como hacen los buenos padres cuando sus hijas salen con chicos... - reímos los dos.
Voy a darme un baño...
La miré mientras se desnudaba hasta quedarse sólo con las bragas. ¡Qué buena estaba! El tal Jorge tenía que ser maricón si no le metía mano a una mujer tan bonita y ardiente cómo mi madre. Lo había conocido, era educado y bastante ameno en la conversación. Lo había visto más de una vez observar el cuerpo de mi madre, sobre todo cuando llevaba escotes amplios en que sus pechos asomaban pidiendo ser liberados por el calor que hacía, pero por algún motivo no se atrevía a pedirle relaciones a mi madre, ni sexuales ni sentimentales. Algo extraño tenía.
¡Hoy tengo calor! - dijo mi madre al salir del baño envuelta en aquella toalla que apenas le cubría su hermoso cuerpo.
Especifica... - le dije burlándome de ella - ¿Tienes calor o estás caliente? - yo estaba en la cama, desnudo y tapado únicamente por la fina tela, mi erección era evidente.
Tenía calor... - me destapó y dejó al descubierto mi polla – Pero ahora que te veo, me he puesto muuuuuy caliente. - se quitó la toalla y quedó totalmente desnuda, se sentó en la cama y su mano empezó a masturbarme.
Y qué te ha puesto caliente. - le dije y empecé a tocar sus piernas que se abrieron para ofrecerme su sexo - ¿Tu hijo o el tal Jorge?
La verdad es que los dos... - mi mano se deslizó entre sus muslos y empecé a acariciar su coño - Venía caliente pues me gustaría que Jorge me follara, pero verte en este estado ha hecho que no aguante más. - se inclinó y besó mi polla.
¿Te gusta? - ella afirmó con la cabeza - ¿Te estás enamorando de él?
No sé qué decirte, pero cada día que pasamos juntos, me siento más a gusto con él... - soltó mi polla y me miró a la cara – Es más fuerte mi deseo de estar con él que el de tenerlo en mi cama...
Eso me gusta mamá. Me gusta verte enamorada... Pero si tienes algún problema, cuenta conmigo. - nos besamos.
Mi problema ahora es que necesito sexo... - se subió en la cama, abrió las piernas y se sentó sobre mi polla, frotando nuestros sexos – Como no puedo tenerlo a él, haré el amor contigo pensando en él... ¿Te parece bien?
Te quiero mamá, puedes usarme como desees... Seré tu juguete sexual.
La abracé y nos besamos apasionadamente mientras nuestros movimientos hacían más intensos el contacto de nuestros sexos. Mi polla estaba endurecida. Mi madre ya no me necesitaba sentimentalmente, pero si necesitaba desfogar sus apetitos sexuales.
Jorge nos ha invitado a pasar el mes de julio con él en la playa. - se agitaba sobre mí mientras me hablaba - ¿Te gustaría?
¡Claro qué sí! - agarré sus tetas y me deleitaba en la dureza de sus pezones. – Para el mes que viene ya estaré parado, me vendrán bien para cargar pilas. – levanté mi cabeza y empecé a mamar sus tetas.
Pues le diré que aceptamos. – levantó un poco el culo y con la mano dirigió mi polla a su vagina, se sentó y se la clavó hasta lo más profundo de su vagina – Creo que su hija también irá… - empezó a gemir mientras hablaba – Tal vez sea perfecto para que tú también conozcas a otra chica…
Sí mamá – le dije y me agarré con las dos manos a su culo - ¡Dios, tú coño está hoy más caliente que otros días!
Claro que sí hijo, pienso en Jorge mientras mi hijo me folla… - sus gemidos se hacían más intensos.
Pues cierra los ojos y piensa que estás con él. – cerró los ojos, echó el cuerpo atrás y puso sus manos sobre mis muslos mientras se movía para sentir mi polla en el coño - ¡Vamos mamá, folla a Jorge!
Me callé mientras ella gemía y su cuerpo se agitaba al mismo ritmo. Acaricié su muslo con una mano y la otra la llevé a su coño. Mientras ella se movía, metí un dedo entre sus labios vaginales hasta encontrar su clítoris. Sus movimientos se hacían más intensos y mi dedo presionaba su endurecido clítoris.
¡Sí Jorge, fóllame! – empezó a gemir y agitaba sus caderas enloquecida - ¡Fóllame, fóllame!
La vi estallar de placer en un orgasmo que la hizo gritar de placer. Podía sentir como me mojaba con la cantidad de flujos que brotaban de su coño.Se derrumbó sobre mi pecho cuando su cuerpo perdió las fuerzas. Me miró a los ojos con una sonrisa rota por el placer, sus caderas se movían espasmódica mente.
¡Te quiero hijo! – me besó apasionadamente - ¡Nunca habrá un hombre que me muestre que me quiere cómo tú!– seguimos besándonos por largo tiempo - ¿Te quieres correr?
No mamá, he disfrutado viéndote gozar cómo lo has hecho. – nos dormimos abrazados.
Los días continuaron con nuestra particular normalidad. Cuando nos dimos cuenta ya era primero de julio y nos marchábamos a pasar aquel mes en la costa.
Jorge estaba nervioso esa mañana mientras preparábamos el coche para el viaje. Yo iba tras ellos en el coche, me gustaba verlos como pareja, parecíamos una verdadera familia y me sentía feliz. Tal vez Jorge podía ser el padre que nunca tuve.
Era una casa no muy grande, pero tenía un gran jardín. Tenía tres habitaciones y estaba austeramente amueblada pues ellos apenas la usaban. Cada uno ocupamos una habitación y nos acomodamos en ellas. Cristina, la hija de Jorge llegaría al día siguiente y estaba impaciente porque llegará pues había una foto suya del año anterior y quedé prendado.
Aquella noche me acosté temprano para dejarlos solo. Esperé una media hora antes de levantarme para ver si por fin él se atrevía a pedirle relaciones a mi madre. Caminé en silencio hasta que, a escondidas, pude verlos en el sofá. Ella estaba sentada sobre él. Con sus piernas abiertas. Jorge tenía las manos bajo su falda y seguro que disfrutaba totalmente empalmado del redondo culo. Se besaban, no, más bien se comían a besos. Seguramente estaba presenciado la primera vez que ambos se besaban y ofrecían su cuerpo al otro. De repente él la empujó para apartarla y separarse.
¡No puedo, no puedo! – dijo él y se marchó a la cocina.
Mi madre quedó sentada, con las ropas revueltas. Me asomé y llamé su atención con la mano, indicándole que fuera tras él. Ella se acercó.
¡Vamos, ve tras él y ofrécele tu cariño! –la di un beso en los labios y la vi marcharse hacia la cocina. Me retiré a mi habitación.
Sentí la dulce voz de mi madre, abrí los ojos y ella estaba sentada junto a mí. Me besó en los labios y se metió en la cama. La abracé y quedamos quietos, sintiendo el amor que nos teníamos.
Y Jorge… - le dije.
Ha ido por su hija. – se acurrucó contra mi cuerpo –No sé que le ocurre que no se atreve a quererme.
Bueno, aún tienes un mes por delante para ver qué le ocurre… - la abracé con más fuerza - ¡Y yo siempre te amaré!
Nos levantamos a los pocos minutos. Desayunamos en un bar cercano y vimos pasar a Jorge en su coche. Mi madre lo llamó por teléfono y veinte minutos después él apareció con una hermosa joven, Cristina. Nos saludaron y presentó a su hija. Tanta hermosura tenía aquella joven como frialdad. Apenas sonreía y parecía que hubiera nacido enfadada.
Volvimos a la casa y mi madre fue con Cristina hacia la habitación, las dos dormirían en la misma habitación. Mi madre intentaba ayudarla y conseguir ser su amiga, pero Cristina siempre se mantenía fría. El día transcurría como si ambas parejas de familias no estuvieran juntas, mi madre y yo nos bañamos, ellos permanecieron en la sombrilla. Cristina nos mantenía a los cuatro separados, mi madre y yo no entendíamos que le ocurría a aquella preciosa chica. Por la noche cada uno se fue a su habitación.
Con el nuevo día llegó la nueva lucha.Cristina tenía la misma actitud, distante con nosotros. Mi madre empezaba a enfadarse.
¡Vamos a ver! – me decía cuando estábamos solos –Supongo que echará a su madre de menos, pero que ni siquiera pueda su padre tener una relación sentimental… ¡Es absurdo cómo lo domina!
Tranquila mamá… - intentaba que no se enojara abrazándola y besándola - ¡Dale tiempo si tanto te gusta!
El resto del día lo pasamos prácticamente separados, cada uno por su lado. Al llegar la tarde, mi madre estaba muy enfadada. Estábamos los cuatro en la mesa después de la cena. Empezamos a recoger los platos y mi madre le decía a cosas a Jorge que no podíamos oír.
¡Dime lo qué pasa de una vez! – gritó mi madre.
¡Tranquila Marta! – dijo Jorge mirando a su hija - ¡Es difícil de explicar!
Será difícil, pero lo que no aguanto es estar aquí mientras nos ignoráis. – dijo mi madre y se sentó en una silla esperando que hablara.
Sentémonos todos… - Jorge se sentó y Cristina se fue corriendo a su habitación –Verás Marta… - no sabía bien cómo empezar a hablar–Desde el primer día que te conocí me siento atraído por ti. Muchas veces he intentado pedirte que mantengamos una relación sentimental.
Dime Jorge… - ella agarró su mano.
Es qué talvez no quieras estar más conmigo… Es algo demasiado horrible… - Jorge estaba demasiado angustiado y bebió un poco de agua mostrando mucho nerviosismo – Mi hija y yo nos hemos portado de esta manera por… - no podía casi ni hablar – Verás… Es que tenemos relaciones sexuales… - agarró con fuerza la mano de mi madre - ¡Perdóname, perdóname! – le suplicaba a mi madre mientras mantenía la cabeza baja y agarraba con desesperación su mano.
¡Yo también! – mi madre rio dulcemente mientras le daba un beso en su mano - ¡No tenéis qué preocuparos por eso!
¡Qué quieres decir…! - los ojos de Jorge mostraban el desconcierto que le producían las palabras de mi madre - ¡Qué…!¡Cómo…!
Lo que escuchas cariño, mi hijo y yo también tenemos sexo… - mi madre pasó del enfado a mostrar el rostro más hermoso del mundo por la felicidad. Se acercó a él y le besó en los labios suavemente - ¡Anda, llama a tu hija!
¡Cristina, ven por favor! – llamó a su hija y aún parecía que no se creía lo que estaba escuchando.
Cristina llegó al salón y se sentó junto a su padre. Seguía estando distante. Los cuatro estábamos sentados allí, padre e hija, madre e hijo… los cuatro incestuosos amantes. Para Jorge tuvo que se el momento más duro de su vida, confesar a la mujer que le atraía que tenía sexo con su hija. Del desconcierto pasó al nerviosismo.
Cristina… - dijo mi madre –tu padre nos ha contado que ustedes tenéis sexo…
¡Papá, estás loco! – Cristina golpeó en el brazo a su padre.
¡Tranquila hija! – le dijo mi madre – Nosotros también… - Cristina mostraba desconcierto.–Podéis confiar en nosotros…- mi madre le sonrió para tranquilizarla – Me gusta estar con tu padre y me gustaría tener una relación con él… - los miró a los dos – Y la verdad es que no me importaría que siguierais teniendo sexo.
¡Esperad! – dijo Cristina –Tengo que digerir esto…
Cariño, - le dijo Jorge a su hija –es verdad que me gusta hacer lo que hacemos, pero me he enamorado de Marta. – apretó la mano de mi madre y le dio un beso en los labios –Y si a ella no le importa podríais compartirme.
Pero papá… - Cristina no sabía qué decir.
¡Ven Cristina! – le ofrecí mi mano para que se levantará – Vamos a dar una vuelta y hablamos, a fin de cuentas, yo estoy en la misma posición qué tú al otro lado.
Caminamos por la playa hablando de la situación que se le presentaba. De haber estado distante, ahora me hablaba con una cercanía. Le conté que había tenido sexo con mi madre sabiendo que ella estaba interesada en su padre.
Imagina que incluso la animé ahacerlo conmigo pensando en tu padre… - le guiñé un ojo divertido - ¡Te divertirás si compartes a tu padre con ella!
Yo creía que mi padre y yo éramos unos pervertidos por hacer lo que hacemos… - se agarró a mi brazo –Hermanito, tienes que contarme muchas cosas y enseñarme más…
¡Pues si quieres te puedo hablar de mi abuela y mi tía! –ella abrió la boca por la sorpresa y continuamos caminando.
Pasamos una hora caminando y charlando. Cuando llegamos a la casa encontramos a nuestros padres sentados en el sofá. Jorge estaba nervioso y Cristina se fue hacia él y lo abrazó.
Creo que lo mejor es que te unas a Marta. –su padre se alegró – Pero recuerda que no me puedes dejar fuera del sexo. Enrique me ha contado que a ella le gusta compartir… - miró a mi madre.
¡Qué le has contado guarro! – me dijo mi madre.
Bueno, si va a ser mi hermana, tiene que saber cómo es nuestra familia… - me senté junto a mi madre y la abracé.
Pues si todo parece que está arreglado, Jorge y yo tenemos que hablar en la habitación... - mi madre se levantó y agarró a su nuevo hombre de la mano para llevárselo a la habitación. Vinos como entraron en la habitación y Cristina y yo nos miramos.
Bueno hermanita. - le dije en tono de broma – yo también me voy a la cama.
Y yo. - contestó - ¡Hasta mañana!
Me marché a mi habitación y me metí en la cama. Estuve un rato mirando los mensajes del móvil. Podía escuchar levemente los ruidos que hacía la cama de Jorge, sin duda lo estarían pasando muy bien. Tras unos treinta minutos, los sonidos del amor de mi madre parecieron mitigarse, pero diez minutos después volvieron a sonar. Me imaginaba a mi madre recibiendo el amor de Jorge y aquella idea me excitaba y mi polla empezaba a acusarlo. Pensé en buscar algo de porno en el móvil y desahogarme.
¿Puedo pasar? - escuché la voz de Cristina que había abierto un poco la puerta.
Pasa...
¿Te importa que duerma en tu habitación? - me preguntó y parecía algo tímida - Es que en la mía los estoy escuchando perfectamente y ya van a por el segundo...
No me importa, pasa e intenta dormir... - a ella le ocurría lo mismo que a mí, nuestros padres eran muy fogosos y los escuchábamos, en su habitación mejor que en la mía.
Gracias... - me dijo y entró en la habitación. Caminó y llegó a mi cama, la destapó y se metió - ¿Aquí no se escuchan?
Sí, pero seguramente menos que en tu habitación. - tuve que hacerle sitio en la cama poniéndome de lado para que ella cupiera al ser una cama de chica.
Aquello no me lo esperaba, ella acomodó su cabeza en mi brazo y pego su cuerpo a mí, más por el poco espacio que teníamos que por otra cosa. Tuve que abrazarla, no tenía otro remedio, y pegué mi inminente erección a su redondo y prieto culito, ella debía notarlo, pero no dijo nada. Me embriagó con su perfume y hundí mi nariz en su pelo.
Perdona que ocupe la cama, pero además de huir del ruido de nuestros padres, necesito a un amigo... - agarró mi mano con la suya y forzó a que la abrazara con más fuerza - ¿Te puedo considerar cómo un amigo?
¡Claro Cristina! - le contesté - Conociendo a nuestras familias, tal vez sea más peligroso que me consideres un hermano que un amigo. - ella rio.
¿Crees qué volveremos a hacerlo con ellos o ya no querrán nada con nosotros?
No sé qué harán, pero he de advertirte que desde que te estoy empezando a conocer, creo que me estás robando el corazón... - besé con suavidad su cuello.
Yo te robaré el corazón, pero me estás regalando una buena erección... - agitó levemente su culo.
Con la cálida sensación de tener su cuerpo entre mis brazos, me sentí rendido por el sueño. Miré su largo cuello y la oscuridad se apoderó de mí. Cuando volví a abrir los ojos, la luz de la mañana entraba por la ventana. Mi brazo seguía bajo su cabeza y casi no lo podía sentir, lo tenía entumecido. Ella estaba boca arriba y su rostro estaba frente a mi cara. La miré por unos minutos. ¡Es preciosa! Pensé y besé suavemente sus labios para que no se despertara. Tenía casi todo mi cuerpo sobre ella y sentí en aquel momento que tenía que conseguir su amor. Volví a acercar mis labios para robarle otro beso y agité mi mano sobre su cuerpo.
¡Parece que aún están dormidos! - escuché la voz de Jorge mientras nuestros padres asomaban por la puerta. Entraron y se sentaron en la otra cama - ¿Crees qué lo habrán hecho?
Cualquiera sabe... - contestó mi madre – Con los ruidos que hicimos anoche...
Es que hacía tiempo que te deseaba... - Jorge se acercó y tocó a su hija - ¡Vamos dormilones, levantaos!
¡Hola papá! - dijo Cristina moviéndose suavemente mientras sentía que yo la tenía abrazada - ¡Enrique, despierta! - me dio un beso en los labios.
¡Ya hay qué levantarse! - dije mientras me acurrucaba en el cuerpo de Cristina.
¡Anda, levantaros y vamos a desayunar fuera! - dijo mi madre, se levantó y se llevó a Jorge de la mano.
¿Por qué me has besado? - le pregunté mientras la miraba a la cara y apartaba algunos pelos que caían sobre su cuello.
¿Por qué lo has hecho tú cuando pensabas que estaba dormida? - me sentí pillado, no tenía otra solución, volví a besarla suavemente.
Porque has pasado de ser la niña repelente de hace unos días, a una mujer que no puedo quitarme del pensamiento... - me abracé a ella con más fuerza - ¡¿Qué hechizo me has echado?!
¡Anda tonto! - me golpeó la cabeza y se deshizo de mí, se levantó y pude su hermoso culo con aquellas braguitas que apenas lo cubría.
Aquella mañana era totalmente diferente a las anteriores. Cristina aceptó a mi madre y poco a poco se iban conociendo. Jorge estaba más tranquilo y hablábamos de todo un poco. Tras almorzar, volvimos a la casa y descansamos durante las horas de más calor en el salón mientras veíamos la televisión. Nuestros padres estaban en el sofá, abrazados, dándose besos. Cristina y yo estábamos en el suelo sobre una manta, a sus pies. Yo deseaba abrazar a Cristina, hacía tiempo que no tenía sexo con mi madre y verla con su nuevo hombre me tenía caliente, pero aún no tenía demasiada confianza con ella como para intentar ni siquiera abrazarla delante de ellos, tal vez se enfadaría conmigo. Si con mi madre fui capaz de entregarme a ella en poco tiempo, con aquella joven me costaba mucho tener confianza, no entendía la razón.
Por la tarde los cuatro fuimos a la playa. Me encantaba ver a nuestras dos mujeres en bikini. Aquellos pechos se agitaban con cada paso y carrera que daban mientras jugábamos por la playa, los erectos pezones de las dos al sentir el frío del agua, el culo grande de mi madre, el duro culo de Cristina. Las miraba y contemplaba la belleza de ambas, la madurez del cuerpo de mi madre, la juventud de Cristina. Las dos eran espectaculares.
¿Cuál te gusta más de las dos? - me preguntó Jorge que también las miraba.
¡Las dos! - le contesté.
A mí me ocurre lo mismo... - sonrió Jorge - Creía que una vez que tu madre estuviera conmigo, se me quitaría los deseos por mi hija, pero, todo lo contrario, no puedo dejar de desearlas a las dos...
Yo odiaba a tu hija hasta ayer en que la conocí... - le tendí la mano - ¡Tendremos qué compartirlas! - aceptó con un buen apretón de manos. Continuamos contemplándolas.
Por la noche decidieron ir a comer a un restaurante. Jorge había reservado mesa y tras llenar bien el estómago, decidimos ir al paseo marítimo para tomar alguna bebida. Nuestras mujeres se habían vestido tan maravillosamente, estaban tan hermosas y guapas, que pocos hombres pasaban junto a ellas y no se volvía para mirarlas. Incluso entramos en una discoteca. Nunca había visto bailar a mi madre, cuando estaba mi padre era algo imposible, pero desde que volví con ella nunca nos dio por poner música y bailar. Jorge y Cristina se movían como peces en el agua, sin duda su hija le obligaría a bailar más de una vez. Mi madre y yo parecíamos el padrino borracho de un bautizo, ni teníamos ritmo ni gracia al movernos. Los otros se acercaron a nosotros y Jorge se llevó a mi madre por la cintura mientras Cristina me agarraba los brazos y se rodeaba el cuerpo con ellos, pegando su sensual cuerpo a mío y frotando descarada su culo contra mis genitales, haciendo que mi polla se empezara a poner dura.
No sé cuánto tiempo pasaríamos entre baile y copas, ni me preocupaba, disfrutábamos de la noche con nuestras mujeres y era lo único que nos interesaba. Al llegar a casa, los cuatro entramos en el salón haciendo una conga, sin duda el alcohol nos fluía todavía por la sangre sin llegar a nublarnos los sentidos. Mi madre iba delante, Jorge a garrado a su cintura y su hija a él, yo agarraba la fina cintura de Cristina y miraba cómo se marcaba ligeramente su culo en la tela de la falda que llevaba. Mi madre se detuvo en medio del salón, se giró y besó a Jorge en la boca. Los dos quedaron unidos. Cristina se giró y me miró. Yo no sabía que hacer.
¡No te lo pienses mucho o perderás la oportunidad! - me dijo Jorge.
Así que me agarré a la cintura de ella y acerqué mi cuerpo al suyo. Ella me rodeó con sus brazos por el cuello. Nos mirábamos a los ojos y unimos nuestros labios. Por unos segundos nuestros labios se tocaban, entonces ella metió su lengua en mi boca y empezamos a besarnos apasionadamente mientras nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos. Miramos por un momento a nuestros padres.
Mi madre estaba de rodillas en el suelo y comenzaba a desabrochar el pantalón de Jorge. Me senté en el sofá y Cristina junto a mí. No dejábamos de tocarnos mientras veíamos a nuestros padres que iban a follar delante de nosotros. Bajó el pantalón y lo dejó en calzoncillos, sobre los que se marcaba su endurecida polla. Cuando las manos de mi madre bajaron aquella prenda, una gran polla botó delante de su cara. La agarró con una mano y miró a Cristina.
Cristina entendió la invitación y me dejó solo en el sofá para arrodillarse junto a su madre y entre las dos empezar a lamer y mamar la polla de Jorge. Los miraba y mi polla se puso más dura de lo que nunca la había tenido, tuve que liberarla de mi pantalón y agitarla para saciar la excitación que estaba sintiendo.
¡Enrique, aquí hay dos bocas que saciar! - me dijo Jorge y mi madre me miró y me llamó con la mano.
Me levanté y me quité los pantalones y los calzoncillos, quedé sólo con la camiseta y caminé hacia ellos con mi polla totalmente erecta. Al llegar, mi madre la agarró y empezó a mamarme. Miré a Cristina que se tragaba la polla de su padre casi por completo, mientras él le acariciaba el pelo. Lo miré a la cara y él me tendió la mano.
¡Las compartimos! ¿De acuerdo? - me dijo Jorge y estrechamos las manos.
¡Nosotras también! ¿No? - dijo mi madre mirando a Cristina que dejó de mamar a su padre. Mi madre agarró la polla de Jorge, mientras Cristina agarraba la mía. Cada una se dedicó a mamar la polla que tenía en la mano.
Creo que deberíamos devolverles el favor... - dijo Jorge quitándole la polla de la boca a mi madre y agarrándola por los brazos para levantarla y llevarla al sofá.
Cristina, ahora me toca a mí... - le dije a mi joven amante y la llevé junto a los otros.
Mi madre estaba sentada en el sofá, Jorge la puso con el culo en el filo y le quitó las bragas. Desde hacía meses le había afeitado el coño, mi madre no dejó que le volviera a crecer el pelo, con lo que sus labios totalmente depilados y brillantes estaban a disposición de la boca de mi compañero de sexo. Ella separó los labios vaginales y le ofreció el rosado interior para que su boca la saboreara. Cuando llegamos Cristina y yo al sofá, mi madre ya estaba gimiendo mientras su amante hundía su lengua en su coño.
Cristina no se sentó en el sofá, puso sus rodillas en el asiento y dejó su culo en pompa apoyando su pecho en el respaldo. Levanté la falda y su duro culo apareció ante mi vista. Cogí el filo de sus bragas con ambas manos y se las bajé hasta las rodillas. Ella abrió un poco más sus piernas y la prenda quedó totalmente estirada. Agarré su culo con ambas manos y separé los cachetes. Ante mis ojos aparecieron sus labios vaginales y su redondo ano. Metí mi boca y mi lengua jugó con el oscuro círculo de su ano.
¡Sí, esto es lo que me gusta! - dijo mirando a su padre - ¡Me encanta que me chupen el culo!
Le levanté la pierna izquierda y metí mi cabeza bajo su coño, mi boca empezó a besar sus labios vaginales y mi lengua los lamía para separarlos e introducirse en su vagina. Ella tampoco tenía pelos en su coño, así que mi lengua y mi boca se lo comía sin ningún estorbo.
Mi madre tenía las manos sobre la cabeza de Jorge y la empujaba para que se tragara su coño por completo. Sabía mover bien la lengua, mi madre gemía y se retorcía de placer con lo que su amante le hacía. Cristina también gemía, busqué su clítoris y lo castigué con mi lengua, lamiéndolo y acariciándolo con fuerza para que se corriera.
¡Quiero probar el culo de mi hija! - dijo Jorge sacando la cabeza de entre las piernas de mi madre.
Sí compañero... - le respondí - Chúpaselo y has que se corra mientras yo saboreo a mi madre.
Nos movimos de rodillas por el suelo y me coloqué entre las piernas de mi madre. Pude ver como él se colocó tras el culo de su hija y separó bien los cachetes para hundir su lengua en aquel joven ano. Mi madre se incorporó y me besó en la boca, después agarró mis pelos con una mano mientras la otra separaba los labios vaginales y me empujó para que se lo comiera. El coño de Cristina era más bonito de aspecto, pero el sabor de los flujos de mi madre me sabía a gloria. Me volví loco al volver a saborearla y busqué su clítoris. Lo lamí y al momento mis labios lo rodearon para castigarlo con fuertes succiones. Los gemidos y gritos de mi madre por el placer, hicieron que los otros pararan a mirarnos. Cuando mi lengua empezó a acariciar la punta de su clítoris mientras mi boca succionaba con fuerza, arrancaron un gran orgasmo que hizo que mi madre se convulsionara por el placer.
¡Quiero eso! - dijo Cristina mientras su padre amasaba su culo.
Me levanté y separé a Jorge de su hija, me senté en el suelo de espaldas al sofá e incliné mi cabeza hasta que estuvo bajo su coño. Ella bajó hasta que su coño estuvo en mi boca, metí mi lengua entre sus labios vaginales y empecé a lamerla. Jorge separó su culo y su lengua lamió su ano. Ella dio un tremendo grito de placer al sentir sus dos agujeros acariciados por húmedas lenguas. Busqué su clítoris y le hice lo mismo que a mi madre. El placer que estaba sintiendo hizo que su cuerpo se agitara y Jorge casi no podía mantener su lengua en el ano de la hija. Estalló en un tremendo orgasmo que provocó que chorros de flujos brotaran con fuerza de su coño para caer en mi boca. Cayó rendida a un lado del sofá.
¡Hija, eso te ha gustado tanto que he sentido tu culo abrirse y cerrarse mientras mi lengua lo lamía! - dijo Jorge y su hija no pudo ni contestar.
Miré a Cristina que tenía su coño y parte de los muslos mojados por el orgasmo, su padre la lamía, saboreándola. Miré a mi madre, se quitaba toda la ropa con una sonrisa sensual. Se colocó entre mis piernas y se puso a cuatro patas. Comenzó a darme una buena mamada, succionando con fuerza como si quisiera todo mi semen. Jorge nos miraba tras haber limpiado los muslos de su hija con la lengua. Se agitó la polla con la mano y se colocó de rodillas tras mi madre, mirando su redondo culo con deseo. Se chupó los dedos y los metió entre las piernas de mi madre, sus piernas se abrieron un poco más al sentirlo y le ofrecía su coño por completo. No la hizo esperar. Mientras mi polla le llenaba su boca, su vagina se llenó por completo con la polla de Jorge que la penetró despacio, pero hasta el fondo.
Escuché a Cristina jadear y era inconfundible el chapoteo que su mano producía en su coño. Estaba totalmente excitada y mojada con la escena que le estábamos ofreciendo. Se levantó del sofá, abrió sus piernas sobre mí y ofreció su coño a mi boca. Apenas pude darle un beso en su coño cuando empezó a doblar sus piernas y su coño bajaba sobre mi polla. Mi madre aún mamaba y tuvo que sacarla de su boca cuando sintió la presión que el joven cuerpo de Cristina hacía sobre su cabeza. La mano de mi madre dirigió la polla hacia la entrada de la joven y mojada vagina de su compañera. Cristina dejó caer su cuerpo y mi polla le entró en lo más profundo de su vagina. Empezó a botar sobre mí y me follaba totalmente poseída por la lujuria. Le quité la camiseta que llevaba y el sujetador. Dos hermosas tetas, no muy grandes y de erectos pezones, aparecieron ante mi cara. Mi boca se aferró a un pezón y lo mamó con ganas mientras los gemidos de las dos mujeres llenaban la habitación.
¡Joder, qué bueno, qué bueno! - repetía Cristina.
¡Sí, clávamela más fuerte! - decía mi madre mientras Jorge gruñía aferrado a sus caderas para hundir con fuerza su polla en aquel caliente coño.
Las dos eran incansables. Nuestras pollas llenaban con fuerza sus vaginas y ellas parecían querer más. Mi madre gemía y se retorcía tras el culo de Cristina que no dejaba por un momento de mover las caderas para que mi polla se deslizara por el interior de su caliente vagina y darle el placer que necesitaba.
Jorge sacó la polla de mi madre ante la imposibilidad de que tuviera su deseado orgasmo. La colocó con el pecho en el asiento del sofá y dejó su culo bien en pompa. Después se acercó a Cristina y la hizo levantarse de mi polla, tuvo que forzarla ante la negativa de su hija y la colocó junto a la otra en la misma postura.
¡Vamos chaval, hagamos que estas dos insaciables tengan un gran orgasmo! - Me dijo Jorge dándome la mano para que me levantara del suelo.
Nos pusimos de rodillas detrás de ellas, yo tras de mi madre y él tras su hija. Agarramos nuestras pollas con una mano y las dirigimos hacia sus coños. Las penetramos de una vez y bien profundo, ellas empezaron a gemir. Tras varios minutos, ninguna de las dos se había corrido. Mis huevos me dolían de aguantar el inminente deseo de lanzar mi semen en alguna de ellas o en las dos, pero tenía que follarlas y no podía correrme aún. Jorge y yo nos miramos, los dos sudorosos por el esfuerzo de follarlas, los dos deseando llenarlas de nuestro semen. Miré a Jorge y le indiqué con la vista que mirara a mi madre. Separé un cachete de su culo y apareció el ano de mi madre. Eché un poco de saliva y puse mi dedo gordo sobre el ano para acariciarlo y extender la saliva. Él hizo lo mismo en el ano de su hija. Me volvió a mirar y empujé mi dedo para forzar un poco su esfínter, poco a poco y con más saliva, metí mi dedo por completo en el culo de mi madre. Él repitió lo que yo hacía hasta que todo su dedo estaba dentro del ano mientras nuestras pollas desaparecían en sus vaginas.
¡Eres un cerdo, hijo! - me dijo mi madre - ¡Qué te gusta los agujeros de tu madre!
¡Papá, por qué no le has hecho esto antes a tu hijita! - protestó Cristina.
Las dos gemían enloquecidas por el placer, pero no conseguíamos que tuvieran un orgasmo y poder soltar nuestro semen. Por otro buen rato estuvimos penetrando sus vaginas mientras los dedos invadían sus anos.
Abandoné a mi madre, la dejé agitando su cuerpo que pedía más polla. Le indiqué a Jorge que abandonara a su hija y se sentara en el sofá, así lo hizo. Levanté a mi madre y la hice cabalgar a su novio. Empezó a meterse la polla de él y a gemir suavemente. Levanté a Cristina y la coloqué sobre su padre, abriendo sus piernas sobre su cuerpo y poniendo su culo en la cara de él. Después abrí un poco el culo de mi madre. Podía ver como la gruesa polla entraba y salía de ella y dilataba los labios vaginales. Mi dedo índice empezó a empujar el esfínter de su ano.
¡Qué me haces hijo! - me dijo.
¡Darte placer! - le contesté y acabé de meter mi dedo por completo en su ano. Ella gemía y se retorcía al sentir su vagina llena y su culo invadido. Escupí y empujé dos dedos en su culo. - ¡Esto te va a encantar! - su cuerpo se puso tenso.
¡Qué bien me chupas el culo, papá! - dijo Cristina y la vi gozar mientras su padre, aferrado a las caderas de mi madre, le lamía.
Separé los cachetes del culo de mi madre y miré su ano, parecía dilatado. Agarré mi polla con la mano y llevé mi glande hasta aquel oscuro lugar. Lo puse y mi madre se mantuvo quieta y expectante. Empujé y vi como mi glande desaparecía engullido por su ano.
¡Ouf, cabrón, eso duele! - protestó mi madre y seguí empujando suavemente - ¡Me estás partiendo el culo! ¡No te pares, pártemelo!
Poco a poco fui entrando más en aquel apretado ano hasta conseguir tenerla dentro por completo. Paré un momento para que su esfínter se acostumbrara al grosor de mi polla. Empecé a moverme y mi madre pasó del dolor al placer. Sus gemidos iban aumentando a medida que Jorge y yo la penetrábamos con más fuerza. Miré a Cristina que permanecía abierta de piernas delante de mí. Su padre había parado de lamerle el culo y ella esperaba su turno de gozar.
¡Los dos juntos amigo! - le dije a Jorge y mi boca empezó a lamer el coño de Cristina, mientras mi compañero volvió a lamer el culo de su hija.
¡Sí, sí! - gritaba la joven mientras sentía calambres de placer por su cuerpo.
¡Seguid cabrones! - gritaba mi madre mientras nuestras pollas la llenaban por completo. Por suerte se corrió poco tiempo después de que la folláramos a la vez, entre gemidos y convulsiones, mi madre cayó derrotada encima de Jorge. Le saqué la polla y ella se echó a un lado para descansar.
¡Ahora mi niña! - dijo Jorge mientras agarraba las piernas de Cristina para que se colocara sobre él - ¡Clávatela! - le ordenó su padre y la polla se hundió por completo en su vagina.
¡Espera! - le dije a Cristina mientras paraba el movimiento de sus caderas. La hice sacar la polla de su vagina y dirigí la polla con una mano hasta que el grueso glande estuvo apoyado en el joven ano - ¡Vamos, empuja tu culo!
Cristina dio un grito de dolor cuando el glande empezó a dilatar el ano y a entrar en su culo. La empujé y aquella polla siguió entrando hasta la mitad. Agarré mi propia polla y la llevé a su coño. La penetré y podía sentir la presión que hacía la polla de su padre dentro de su cuerpo. Cristina estaba sintiendo demasiado dolor y placer a la vez y su cara mostraba que estaba embriagada con aquella sensación. Empecé a moverme y follé su coño mientras su padre permanecía quieto con media polla dentro del culo de su hija. Me paré y Jorge empezó a moverse y a follar con cuidado el culo. Al momento le entraba toda la polla en el estrecho ano. Los dos empezamos a movernos y a follarla. Mi madre nos miraba, descansando del intenso placer que había sentido mientras la boca de la joven empezaba a lanzar gemidos y maldiciones por lo que le hacíamos. Su cuerpo se agitaba enloquecido por el placer, el dolor había desaparecido y las dos pollas la llenaban por completo. En pocos minutos los alaridos de placer se escuchaban en toda la casa. La follamos con ganas, los dos queríamos corrernos y con el apretado culo y el joven coño lo conseguiríamos. Cayó rendida por el placer mientras aún la penetrábamos, un poco más y tendríamos lo que tanto deseábamos. Empecé a sentir que me iba a correr...
¡Me corro, me corro! - dije desesperado por soltar mi semen.
¡Yo también! - gritó Jorge mientras hundía por completo su polla en el culo de su hija.
Saqué la polla del coño de Cristina y la levanté para arrojarla junto a mi madre. Me agitaba la polla con una mano y le ofrecí la otra a mi compañero para que se levantara. Nos pusimos delante de las dos mujeres, las apuntamos con nuestras pollas y las agitamos. Vi como un gran chorro de semen blanco salió de la polla de Jorge y cayó sobre la cara de su hija. Aquello me superó y un chorro igual de intenso broto de mi polla para esparcirse sobre el cuerpo de mi madre. Seguimos eyaculando sobre ellas, compartiendo nuestro semen entre ellas. Me arrodillé delante de mi madre con la polla aún dura y me acerqué a su coño. Le metí la polla y la follé para acabar de soltar todo mi semen. Jorge se sentó junto a su hija que no perdió oportunidad para abrir sus piernas y sentarse sobre él, clavándose la polla en su coño y dándole a su padre la oportunidad de sentir su mojado y caliente coño mientras acababa de correrse.
Aquella fue la primera de cientos de noches en las que follamos juntos. Con el paso del tiempo, nuestras vidas fueron cambiando. Yo empecé a trabajar en la empresa de Jorge y en poco tiempo Cristina y yo nos casamos, algún día contaré la orgía que tuvimos la noche de boda. Mi madre y Jorge vivieron juntos, sin casarse, pero follando entre ellos y con nosotros.
Respecto a los compañeros de estudios de mi madre, Juan y Lucía, se marcharon a otro país en cuanto acabaron sus estudios y por lo que nos contaron llegaron a tener un hijo. Mi tía Pili nunca llegó a casarse, de vez en cuando nos visita y, cuando está muy desesperada, le dejo que me haga una buena mamada para que se trague mi semen, eso la deja tranquila por un tiempo. Mi abuela, la pobre murió dos años después de que Cristina y yo nos casáramos. Por lo visto, uno de los novios que tuvo mi tía Pili, un tipo que tenía una polla descomunal, la follo por el culo, produciéndole tanto placer que murió de un ataque al corazón.
Cristina y yo tenemos una vida estupenda, somos medio hermanastros, por lo que vivimos en un seudo incesto, que lo volvemos en incesto total cuando nos reunimos por navidad o fiestas similares. A mi madre la sigo queriendo como el primer día que la descubrí con su nueva vida, por lo que a veces la follo sin que lo sepa ni mi padrastro ni mi mujer.
Y ahora me tengo que retirar, estoy en el cumpleaños de nuestra hija Raquel. Hoy cumple dieciocho años y su madre y yo estamos pensando en hacerle un regalo muy especial, porque la verdad es que tiene un cuerpo muy parecido al de su madre Cristina, pero en su forma de ser es como su abuela Marta. Adiós a todos y gracias por seguir mi historia.