Descubriendo a mi nueva madre 5.

Tenía el amor y el sexo de mi madre ¿aceptaría compartir con más mujeres?

Descubriendo a mi nueva madre.

Me encontraba en medio de la cama, desnudo, de rodillas y con las manos atadas. Mi madre estaba de pie junto a la cama y mi abuela al otro lado, cada una sujetaba un extremo de la cuerda que apresaba mis manos. Las dos reían divertidas mientras agitaban sensualmente sus cuerpos, tocando sus sexos y sus senos. Yo estaba asustado con aquella escena.

De pronto aparecieron frente a la cama, como en un estrado, mi padre, mi abuelo y otros tantos familiares a los que no podía ver bien sus caras, pero que sabía que lo eran.

¡Y ESAS DOS PUTAS SE HAN ENTREGADO A ÉL! –gritaba mi padre señalándome con su dedo acusador - ¡SON CULPABLES, HAN DE MORIR EN LA HOGUERA!

¡A LA HOGUERA, A LA HOGUERA! – gritaron todos.

Desaparecieron todos, quedé solo en la habitación, desnudo y atado, no podía marcharme de allí. De golpe aparecieron unas enormes llamas alrededor de toda la cama, no podía escapar. El fuego se acercaba a mí y sentía que me quemaba.

Abrí los ojos y desperté abrazado a mi desnuda madre, yo también estaba sin ropa. Me acurruqué a ella e intenté tranquilizarme. La noche anterior, nuestros amigos se habían estrenado en el sexo teniendo una orgía con nosotros, después marcharon a su cama y nos dejaron a mi madre, a mi abuela y a mí allí para poder descansar. Toqué tras de mí y mi abuela no estaba. Miré el reloj, ya eran las once.

Un nuevo sexo para el mismo amor.

¡Levantaos niños! - escuché la voz de mi abuela – Vuestros amigos ya se han levantado y están desayunando en la cocina.

Ahora vamos, mamá. - protestó mi madre – necesito descansar después de la noche de ayer...

¡La que necesita descansar soy yo! - dijo mi abuela - ¡Tengo la entrepierna dolorida después de que me entrara todo lo que tiene vuestro amigo! ¡Hacía tiempo que no tenía relaciones y anoche tomé algo demasiado grande!

Mamá, es que no tienes remedio... - mi madre se sentó en la cama y sus pechos quedaron al descubierto. No lo pude remediar, me acerqué y mamé uno - ¡Otro igual! - me agarró del mentón y besó mis labios - ¡Me estáis pervirtiendo!

¡Pues ducharos rápido y abajo estamos desayunando! - mi abuela me dio una cachetada en el culo y se marchó de la habitación.

Los dos nos levantamos y entramos en el baño. Mientras se calentaba el agua de la ducha, ella se sentó a orinar. Yo entré en la bañera y al momento entró ella. La besé y la mantuve un poco separada.

Espera, voy a orinar.

¡No hijo! - me dijo casi con un grito mientras se arrodillaba - ¡Sobre mi pecho, hazlo sobre mi pecho!

Quedé paralizado por la petición de mi madre y casi se me quitan las ganas de orinar, pero verla arrodillada, con sus tetas agarradas con las manos e implorando que la meara... De nuevo el lado pervertido de nuestra familia afloró y sosteniendo mi polla hacia ella empecé a orinar. El líquido chocaba contra sus pechos y la cara de placer de mi madre era adorable. Por un buen rato estuve dándole un baño de caliente orina. Cuando terminó de salir, ella se levantó y se quitó el resto de orina con el agua de la ducha.

¡Gracias cariño! - me dijo dándome un beso en los labios.

¿Cómo has querido que hiciera esto? - le pregunté intrigado.

¡No sé! - se encogió de hombros – Una vez el repugnante de tu padre quería hacérmelo. Yo me negué sin saber bien que era, me hablaba de bañarme con su orina, pero no sabía bien qué era. Con el tiempo busqué y, aunque me parece un poco asqueroso, he sentido la curiosidad de que mi amado me lo haga para saber cómo se siente.

¿Y te ha gustado? - le pregunté.

¡Viniendo de ti, todo me gusta! - me besó apasionadamente.

Comenzamos a ducharnos, nos mojamos con el agua y ella me enjabonaba y después le enjaboné yo. Ni que decir que aquello era más disfrutar del cuerpo del otro que un baño en toda regla. Cuando acabamos y nos secamos, nos vestimos y marchamos a bajo para reunirnos con los demás. Al llegar al salón, nuestros amigos habían recogido sus cosas y se marchaban para su casa.

¡¿Ya se vais?! - les preguntó mi madre.

¡Sí cariño! - le contestó Lucía abrazándose a ella – Nunca hubiéramos imaginado que nuestra primera vez fuera a ser tan maravillosa cómo la noche que nos habéis hecho pasar. Tienes un buen hijo que te quiere de verdad, - le giñó un ojo – pero ten cuidado con tu madre que te lo puede quitar si te descuidas.

¡Muchas gracias Marta! - Juan la abrazó y le dio un ligero y cariñoso beso en los labios al que mi madre correspondió - Ha sido un fin de semana perfecto. - se giró para mi abuela y se dirigió a ella con los brazos abiertos – Y tú, mi adorada abuela, eres increíble en el sexo... - la abrazó y mi abuela le cogió el culo con mucho descaro.

¡Ten cuidado con tu hermana para no hacerle daño con esa herramienta tan poderosa! - lo agarró por las mejillas y lo miró a los ojos - ¡Aún me duele por haberte tenido dentro!

Los vimos salir por la puerta y ya llegarían otros fines de semana para pasarlo a lo grande con ellos. Mi madre y mi abuela decidieron ir a dar un paseo para aprovechar el calor de aquel medio día. Eran las doce y media. Se fueron a la habitación a vestirse y después bajaron para salir.

He llamado a tu hermana Pili para invitarla a comer aquí. - dijo mi abuela – Le he dicho que estén aquí sobre las dos de la tarde.

¡Vale mamá! - contestó mi madre – Volveremos pronto y haremos la comida.

¡Tened cuidado por la calle! - les dije mientras me sentaba en el sofá y encendía la televisión.

Cuando abrí los ojos escuché a mi abuela y sus hijas hablando en la cocina. Me levanté y caminé para buscarlas. Entré en la cocina y encontré a mi tía sollozando y a las otras intentando animarla. Tomé agua y decidí dejarlas solas para que pudieran hablar. Un rato después las tres aparecieron en el salón, traían la comida y las demás cosas para poner la mesa. Las ayudé sin preguntar qué pasaba. Comimos con cierta tranquilidad y al acabar, recogimos todo.

Mi madre y su hermana se marcharon a la habitación. Yo quedé solo con mi abuela en el salón. Los dos estábamos en el sofá. Puse me cabeza en su regazo y ella me acariciaba el pelo.

¿Qué le pasa a Pili? - le pregunté a mi abuela.

Lo de siempre. - ella se sentía un poco desesperada – Su novio la ha dejado.

¡Vaya! - dije – Pero mi tía es guapa, seguro que encontrará a otro hombre mejor...

Seguro hijo, seguro. - mi abuela me sonrió.

Dos horas más tarde, después de que mi madre y mi tía hablaran todo lo que quisieron, mi tía Pili le dijo a mi abuela que se marchaban, que cogiera sus cosas y se irían a su casa. Mi abuela lo hizo sin muchas ganas, cogió todas sus cosas y las vimos salir por la puerta.

Cuando mi madre cerró la puerta, yo estaba tras ella, se giró y me abalancé sobre ella como si la cazara. Nos besábamos y acariciábamos apasionadamente. Mis manos agarraron su culo y la atraje hacia mí, pegando nuestros cuerpos, ella me rodeó por el cuello con sus brazos.

¿Cuándo le dirás a la tita lo nuestro? - le pregunté a mi madre.

No sé, de momento está fatal porque su novio la ha dejado por otra... ¡Ya habrá tiempo!

Aquella noche dormimos abrazados, dándonos besos y cariño, pero no tuvimos sexo. Al día siguiente mi madre iba a sus estudios y yo tenía que esperar en casa pues vendrían a pintar mi habitación.

La semana me fue un tanto alborotada con los pintores y después con los muebles. Para mi madre fue como tantas otras en cuanto a sus estudios, no tanto por la tarde cuando llegaba a casa y encontraba la habitación medio por hacer y muchos muebles por medio. Mi abuela lo pasó mal. El estado anímico de mi tía hacía que todos los días tuvieran alguna pelea. Pasó mucho tiempo hablando con mi madre sobre mi tía y al final de la semana, el viernes cuando estuvo acabada mi habitación, decidieron que lo mejor sería que ellas, mi tía y mi abuela, pasaran el fin de semana en casa. A medio día de aquel viernes, mi abuela llegó a casa mientras mi tía iba a trabajar, ella vendría a casa una vez terminara su jornada.

¡Hola hija! - mi abuela saludó a mi madre - ¡Ven aquí, mi niño! - me saludó con un fuerte beso – Estoy qué no puedo más, tu hermana me tiene frita... - protestaba hablándole a mi madre.

¿No se le pasa lo de su novio? - dijo mi madre.

¡Para nada! - agitaba su cabeza como protesta – Parece que va a peor.

Subimos a mi habitación para que mi abuela la viera. Todo le parecía muy bonito y lo que más le gusto fue cuando mi madre le dijo que esa noche dormiría conmigo para que ella y su hermana pudieran dormir en su cama y hablar.

Tengo que sacar mis ropas y meterlas en los cajones. - dijo mi abuela.

Te ayudaré, yo también he de hacerlo. - le dije.

Con la ayuda de mi madre llevé mi ropa a mi habitación y después empezamos mi abuela y yo a meterlas en los cajones de mi nuevo dormitorio. Mi madre estuvo organizando otras cosas y así pasamos casi todo el tiempo. Una hora antes de que estuviera prevista la llegada de mi tía, nos fuimos a la cocina y preparamos la cena.

Hija, - dijo mi abuela - ¿cómo se podría arreglar lo de tu hermana?

La verdad es que no lo sé. - dijo mi madre.

Si encontrara un hombre que la tuviera cómo a ti te tiene tu hijo. - miré a mi abuela.

¿Cómo la tengo?

Tú es que no la has visto antes de tu llegar y tener... - no supo ponerle nombre al amor de mi madre – tener esto que tenéis.

El amor ya lo teníamos, - me coloqué tras mi madre y la abracé mientras hablaba – el sexo fue algo normal con este cuerpo que tiene. - pasé mis manos por sus caderas y pegué mi polla contra su culo, ella giró la cabeza para que le diera un beso en la boca.

¡No empecéis que me pondréis caliente! - dijo mi abuela y se acercó para cogerme el culo.

¡Abuela! - protesté y le ofrecí mi boca para darnos un beso.

En ese momento sonó el timbre de la puerta, tenía que ser mi tía. Las dejé y me fui a abrir la puerta. Entró ella cuando abrí y me puso la cara para darnos un beso. Dejó unas bolsas que traía en el salón y llamó a su hermana. Las tres se metieron en la cocina. Mientras caminaba, miré el impresionante culo que tenía mi tía. Me asaltó el pensamiento de que mi tía tenía que ser mía, a fin de cuentas, su madre y su hermana ya habían estado en la cama conmigo, por qué no podía tener sexo con esta otra. Agité la cabeza cuando me di cuenta de pensamientos negativos que estaba teniendo. Mi madre me llamó desde el pasillo haciéndome unas señas con la mano.

Ven a la habitación qué necesito hablar contigo... - me cogió de la mano y subimos mientras mi tía y mi abuela estaban en la cocina.

¿Qué pasa? - le pregunté a mi madre.

Verás... - parecía algo preocupada por lo que iba a decir – He estado pensando en lo que ha dicho tu abuela, eso de si tu tía encontraba algo como lo que me ha pasado a mí, o sea, encontrarte a ti...

Te refieres a que yo...

Sí, podrías buscar la manera de hacerla feliz como me haces a mí... - yo iba a protestar - ¡Venga Enrique! No se trata de que la enamores y formes una familia con ella, sólo le tendrás que dar lo que nos das a nosotras, cariño y sexo.

Pero ¿y si ella no quiere o ve eso demasiado depravado?

No creo, piensa que follaba con su novio mientras la miraba su madre... - sonrió y me abrazó - Tal vez le excite que la corteje un chico joven como tú.

Bueno, lo intentaré.

Mi madre me había propuesto lo que había pensado un momento antes en el salón, buscar la forma de que mi tía cayera en mis brazos y poder amarla como hacía con ellas. No tenía ni idea, a fin de cuentas, éramos unos desconocidos desde que me marché años atrás de mi casa. No tenía muchas esperanzas de conseguirlo, pero me gustaba la idea de poder tener el cuerpo de mi tía.

De nuevo bajamos abajo y nos encontramos con las otras. Mi tía fue al salón y cogió sus bolsas para llevarlas a la habitación de mi madre. Mientas, los otros pusimos la mesa y la comida. Varios minutos después los cuatro comíamos. La cena transcurrió entre charlas y, tras recoger todo, nos sentamos y volvieron a seguir hablando, de todo un poco y a veces de los problemas de mi tía. El sueño empezó a apoderarse de mí.

Si no os importa, me marcho a probar mi cama nueva. - dije levantándome.

Vale cariño. - dijo mi madre - Mamá, vete con él si quieres y Pili que se acueste conmigo para seguir hablando.

Vale, ya me siento un poco cansada. - mi abuela se levantó y me sonrió para seguirme a la habitación.

Pues yo también me acostaría. - dijo Pili.

Vale, pues todos a la cama. - sentenció mi madre y tras apagarlo todo, nos marchamos al piso de arriba para dormir.

En mi habitación empecé a desnudarme para meterme en mi cama nueva. Mi abuela había ido al servicio para asearse y cambiarse de ropa. Me metí y me tapé con las sábanas y la manta. Estaba en calzoncillos y podía sentir el placer de la ropa limpia y la comodidad de aquella cama nueva.

Mi abuela entró en la habitación con su camisón, se acercó a la cama y levantó las ropas para meterse dentro. Tenía sesenta y ocho años, pero la verdad es que era una mujer bonita. Y aquella edad no había mitigado sus deseos de sexo, como ya había demostrado. En cuanto se tumbó, agarré su brazo más próximo a mí y lo coloqué para apoyar mi cabeza sobre él. La abracé y mi polla empezó a ponerse tonta.

Se agradece que me abraces, hoy tengo algo de frío. - aquello fue la excusa perfecta para pegarme más a ella y subir mi pierna sobre sus cuerpo - Sí, qué bien se está así.

Mi mano caía sobre su cintura, la moví para acariciarla. Poco a poco fui bajando hasta llegar a sus caderas, para sentir sus curvas. Bajé más y llegué a su muslo, sentí su piel desnuda y me deleité en su suavidad. Empecé a subir mi mano y encontré el filo de su camisón, mi mano pasó por debajo de la tela y seguí acariciándola sin que ella protestara. Cuando acaricié de nuevo sus caderas, descubrí que no llevaba bragas. Dirigí mi mano hacia su barriga y después bajé por su vientre. Sentí en mis dedos los pelos de su sexo. Jugué con ellos y acerqué mi boca a su oído.

Abuela ¿por qué no te has puesto ropa interior?

Hijo, tenía que buscarla en los cajones y la verdad es que no sabía en cual, además tenía frío y quería taparme cuanto antes... - sus piernas se abrieron ligeramente - Sólo llevo puesto este camisón... - subí la mano por su cuerpo bajo la tela de su camisón, y pude comprobar que sus pechos estaban libres.

Mis dedos jugaron con sus pezones y pude notar como se iban poniendo cada vez más duros, más erectos... Aquella situación le gustaba a mi abuela, es más, aquella situación sabía que se iba a dar y se había vestido para la ocasión. Mi mano empezó a masajear sus tetas y ella se dejaba. Besé con suavidad en su cuello y ella giró la cabeza para ofrecerme su boca, nos besamos suavemente, con cariño.

Hijo ¿no te molesta amar a una vieja como yo?

Abuela. - le dije besando de nuevo sus labios – Es verdad que tienes cierta edad, qué físicamente se te nota un poco, no mucho, eres una mujer preciosa y tu cuerpo es sensual, pero ya quisieran muchas mujeres jóvenes provocar la excitación y el placer que tú provocas.

En ese momento no la dejé hablar, mi boca se unió a la suya, mi lengua invadió su boca y mi mano bajó hasta su coño. Sus piernas se abrieron cuando mis dedos jugaban con los pelos de su coño para apartarlos y buscar sus labios vaginales. Mi dedo los encontró y los separó, se introdujo y encontró una vagina caliente y totalmente mojada, en lo alto, su clítoris totalmente erecto esperaba mis caricias.

¡Joder abuela! - le susurré al oído - ¡Qué coño más bueno tienes! - mi dedo entró por completo en su vagina - ¡¿Quieres que te lo coma?!

¡No, no cariño! - sus leves gemidos distorsionaban las palabras – ¡Quiero que me penetres, necesito tener su polla dentro! - mano se movió y me aparté para que entrara en mis calzoncillos y agarrara mi polla, empezó a acariciármela suavemente - ¡Dame esta polla!

Me aparté un poco de ella y levanté su pierna que estaba más cerca de mí, mi pierna superior la pasé entre las suyas y nuestros sexos quedaron muy cerca el uno del otro, le froté mi polla contra su coño.

¡Sí, eso, pero dentro! - dijo ella.

¡Pues agárrala y ponla donde quieras! - separé un poco mi cuerpo y su mano cogió mi polla para llevarla a su vagina, sentí el calor de su coño en mi glande - ¡Frótala por tu raja! ¡Mastúrbate antes de que te la meta! - su mano la movió y la pasaba por toda su raja, machacando con mi glande su clítoris, empezó a gemir - ¡Abuela, no chilles! - gozaba con la masturbación que se hacía con mi endurecida polla - ¡Vamos abuelita, córrete para que te vea tu nieto! - mis palabras parecían excitarla y su rostro mostraba el placer que sentía - ¡Si te corres ahora, te meteré mi polla entera en tu coño! - sus caderas se movían al ritmo que su mano agitaba mi polla y parecía que iba a estallar - ¡Vamos abuela, ya te queda poco, la polla de tu nieto te está machacando tu clítoris, vamos córrete! -Se tensó cuando empezó a sentir el orgasmo - ¡Te voy a follar!

Agarré mi polla y la llevé a la entrada de su vagina, empujé y mi polla se deslizó por completo dentro de ella. Me miró con la cara descompuesta por el placer, sin querer gemir a grito limpio, mi polla empezó a entrar y salir de ella.

¡Más, más, más...! - repetía mientras aquel orgasmo le producía una sensación de embriaguez - ¡Qué bueno, qué bueno...! - aceleré un poco mis penetraciones y su placer aumentaba, llevé mi mano a su coño y busqué su clítoris - ¡Joder, me voy a desmayar de placer...! - mientras mi polla entraba y salía, mi dedo acarició su clítoris provocándole más placer, bajé por él sintiendo la dureza hasta que llegué a la entrada de su vagina, donde mi polla no paraba de entrar y salir - ¡Qué me estás haciendo, me estás volviendo loca! - gimoteaba y su cuerpo se retorcía por el placer mientras mi dedo seguía recorriendo toda la longitud de su clítoris hasta llegar a mi polla.

Enmudeció en un momento, su cuerpo se tensó por completo y su mano detuvo a la mía. La miré a la cara y se estaba corriendo con mucha intensidad. Aceleré las penetraciones y ella se agitaba enloquecida.

¿Quieres que me corra? - le pregunté.

¡Sí, dame tu leche!

Le di una profunda penetración y empecé a soltar mi semen. Los dos nos agitábamos enloquecidos por el placer y podía sentir como llenaba la vagina de mi abuela. Quedamos quietos, jadeantes, abrazados... Sentía en mi polla las convulsiones que tenía la vagina de mi abuela. Quedé dentro de ella, no me aparté. Acerqué mi cara a la suya y le pedí un beso, ella me lo dio.

¡Duerme ahora! - puso su mano en mi culo y me empujó contra ella – Quiero dormirme teniéndote dentro.

Acaricié su cuerpo y los dos descansamos unidos por nuestros sexos, podía sentir en mis genitales el calor y la humedad que había brotado del maduro coño de mi abuela que tuvo un gran orgasmo, poco después el sueño nos rindió.