Descubriendo a mi nueva madre 4.

Cuando el amor se comparte puede haber problemas, pero si sólo se comparte el sexo...

Descubriendo a mi nueva madre.

Lo nuevo con un toque de perversión.

Aquella semana empecé a sentir que había vuelto a casa. Mi querida madre se levantaba todas las mañanas para ir a sus estudios. Yo le hacía el desayuno y la despedía. Volvía a la hora de comer y algunos días tenía que volver a la facultad. Era miércoles por la mañana, serían las diez más o menos cuando empecé a reír al darme cuenta que nuestros papeles habían cambiado, ahora yo hacía de “madre” y ella de ocupada “estudiante”. Este ritmo de vida me la devolvía tan agotada que en aquellos días laborables nuestro sexo se limitaba a dulces besos antes de quedar dormida.

Cuando ella dormía, me encantaba encender una débil luz para mirarla. A veces le daba suaves caricias y otras besos delicados. Por raro que me resultará, sentía amor por ella. Y sí, podía tener ese amor sin sexo, pero desde el primer segundo que nos vimos a mí regreso, entre nosotros, en nuestros cuerpos, en nuestros deseos hubo algo que nos atraía y no podíamos evitar tener sexo. Aunque tuviera disponible a la mujer más bella y sensual del mundo, mi deseo sexual siempre se dirigiría a mi madre.

Y fue el jueves por la tarde cuando mi madre me trajo planes para el fin de semana.

•    ¿Qué te parecería que Juan y Lucía pasarán el fin de semana en casa? – me preguntó acabando de taparse dispuesta a dormir.

•    Mientras no me impidan tener a mi madre… - me eché sobre ella, metí mi mano bajo su camisón y acaricié su pecho mientras la besaba.

•    Nadie impedirá que tenga sexo con mi niño. – nos acariciamos y besamos por unos minutos – Les diré que se vengan el sábado para comer y se queden hasta el domingo por la tarde. Eso sí, tendrán que dormir en el salón pues tu habitación aún no está lista.

•    Vale mamá. – le di otro beso y después nos dormimos, ella estaba agotada.

Cuando Lucía y Juan llegaron el sábado, los cuatro preparamos la comida. Tras el almuerzo, los tres comenzaron a estudiar y yo me entretenía con el móvil, observándolos de vez en cuando. Los compañeros de mi madre se transformaban cuando estaban en nuestra casa, la seguridad de no ser juzgados por la necesidad que sentían de amarse los volvían unas personas diferentes. Y por saber cada pareja el secreto de la otra, nosotros también estábamos tranquilos y cómodos en su presencia.

Y sobre las ocho de la tarde sonó el timbre. Fui a abrir y tras la puerta encontré a mi abuela. Para suerte mía, ella desconocía que mi madre me había contado la conversación que tuvieron la otra noche, por lo que ella no podía imaginar que yo conocía que hubo un tiempo en el que ella y su hermano veían a sus padres y tíos follar juntos; incluso ella y su hermano follaban mientras observaba a los cuatro tener aquellos intercambios.

•    ¡Hola abuela! – le dije y le di un par de besos.

•    ¡Hola hijo! – entró en casa - ¿Está tu madre?

•    Sí, está estudiando en el salón con unos compañeros… - caminó por el pasillo y pude observarla.

Saber que mi abuela era una pervertida a la que le ponía ver follar a su hija con su novio, me daba cierto morbo. Era una mujer de sesenta y ocho años, pero aún tenía una figura bonita. Saludó a todos, mi madre le presentó a sus compañeros y después ellas dos fueron a hablar a la cocina.

Tras varios minutos hablando en la cocina, mi madre me llamó a la cocina. Mi abuela no estaba, había ido a la habitación.

-    Hijo, hay un pequeño problema. – me dijo mi madre.

-    ¡¿Problema?! – le pregunté extrañado.

-    No es un problema… Es que tu abuela se ha enfadado con tu tía y ha decidido dormir aquí. Me lo ha pedido por favor y no he podido negarme. – me abrazó – Hay una cosa, ella no sabe que te conté la conversación que tuve la otra noche. Tienes que ser mi amante, pero tendrás que mantenerlo en secreto.

-    ¡De acuerdo mamá! – le dije y besé su boca - ¿Y tus compañeros?

-    Se lo he contado y dado nuestro historia familiar, no le ha parecido mal y no tendrá problemas con ellos, les dejará intimidad.

-    ¿Y para dormir?

-    Como mis amigos estarán en el sofá cama y tu habitación está hecho un desastre, creo que en mi cama cabremos los tres. Además, si estamos estrechos podré pegarme más a ti.

-    ¡Y la abuela también!

-    Bueno, no me importaría que le hicieras un favor

-    ¡Qué pervertida eres! – le dije dándole un gran beso.

Volvimos al salón con nuestros amigos. Sus caras cambiaron cuando escucharon que mi abuela se quedaría allí, pero mi madre los había presentado como compañeros de estudio, dijo que además eran novios para justificarse de su cariñosa actitud, aunque por supuesto mi abuela sabía la verdad.

Mientras los tres estudiaban, y los hermanos se daban el amor que no podían darse en otra casa, mi abuela me llevó a la cocina para que la ayudara a cocinar. La observé mientras se movía por la habitación. Tendría sesenta y ocho años, pero su cuerpo era espectacular. Seguramente su piel mostraría su verdadera edad, como le pasaba en las manos, que por mucho que se las cuidaba, la piel no era la de una mujer de mediana edad. Pero su cuerpo era bonito. Era un poco más alta que mi madre y no estaba seguro si se mostraba tan sensual al moverse por estar provocándome o es que la conversación con mi madre me había puesto caliente.

-    Abuela. – le dije con un poco de miedo y mucha curiosidad - ¿Qué edad tienes?

-    ¡Hijo, eso no se le pregunta a una mujer!

-    Bueno abuela, era curiosidad pues veo que tienes un cuerpo bonito. ¡Tampoco quiero ligar contigo! ¡Qué pensarías si tu nieto te tirara los tejos! – me acerqué a ella por detrás y pasé mi mano por su cintura - ¡Me darías unos azotes!

-    ¡Eres un niño muy malo diciendo eso! – noté que se turbó al escucharme, seguramente aquellas palabras la pusieron más caliente.

Entre charlas de nuestras vidas, sin que ella me confesara lo que hacía con su hija y yo tampoco diciéndole el amor con madre, aunque ambos lo sabíamos, acabamos la cena y en un momento preparamos la mesa de la cocina y todos nos sentamos alrededor para comer. Cuando acabamos, ya eran las doce y cinco de la noche.

-    ¡Bueno chicos! – dijo mi madre - ¡Ya es hora de dormir!

-    Marta. – dijo Juan – Si os supone una molestia que estemos aquí, podemos irnos y así podréis descansar todos.

-    No te preocupes Juan, mi cama es ancha y estaremos los tres bien, ustedes descansar en el salón tranquilos que nadie os molestará. – mi madre le decía que follaran con total tranquilidad y él lo entendió.

Mi abuela subió a la habitación y la noté nerviosa. Mi madre parecía tranquila, pero la notaba excitada. Y yo tenía la esperanza de que aquella noche pudiera pasar algo pervertido, aunque fuera que mi abuela nos mirara.

-    ¡Vaya Marta! – dijo mi abuela – Ahora caigo en la cuenta que no he traído ningún camisón para dormir

-    Verás mamá, Enrique y yo hemos recobrado toda la confianza que nunca tuvimos y he de confesarte que dormimos en ropa interior… ¿Te molesta?

-    ¡No hija, podéis hacer lo qué queráis! – me miró y había más ganas de que dijera que sí a estar avergonzada como quería mostrar - ¿A ti te importa dormir con tu abuela medio desnuda?

-    Abuela, ya te dije en la cocina que tienes un cuerpo bonito… - me acerqué a ella y me coloqué detrás – Déjame que te ayude a desnudarte para mostrarte que para nada me importa.

-    ¡Gracias hijo! – echó su pelo a un lado y bajé la cremallera desde lo alto de su espalda, hasta el comienzo de su culo. – Me siento un poco avergonzada de que mi nieto me vea desnuda

-    ¡Vamos mamá! – dijo mi madre – Después te vas a meter en la cama con él, desnudos los dos

-    ¡Bueno! – dijo mi abuela. Dejó deslizar aquel vestido por su cuerpo hasta que se lo quitó.

-    Ahora veo de dónde le viene la belleza a mi madre. – les decía mientras me quitaba la ropa sin dejar de mirar a mi abuela.

Llevaba un sujetador y unas bragas negras casi transparentes que mostraban sus oscuros pezones. Además tenía unas medias sujetas por un porta liga que le estilizaban las piernas y la hacía muy excitante. Subió una pierna a la cama y soltó los enganches de la media, la fue bajando poco a poco. Después la otra pierna y se deshizo de ella, giró el porta ligas y también se lo quitó.

Yo ya estaba en calzoncillos en mitad de la cama, mirándolas a las dos, deleitándome con sus hermosos cuerpos. Ambas estaban en bragas y sujetador y mi abuela se echaba junto a mí.

-    Mamá, si estás más cómoda, te puedes quitar el sujetador… - le dijo mi madre.

-    ¡Pero tu hijo! – protestó para disimular sus ganas de estar desnuda junto a mí.

-    Yo siempre duermo sólo con las bragas, él ya está acostumbrado a que su madre sea así, no creo que haya problemas ¿no?

-    ¡Claro qué no, abuela! – miré descaradamente sus tetas que estaban muy cerca de mí – Además las tienes muy bonitas, será un gran recuerdo de esta noche.

Con un “¡Pues vale!” se quitó el sujetador y pude ver perfectamente sus redondo y pechos y aquellos pezones que estaban muy erectos. Mi madre se acostó al otro lado y me abrazó. Mi abuela no sabía bien cómo ponerse.

-    Abuela, apoya tu cabeza sobre mi brazo y abrázate a mí. – le dije y coloqué mi brazo extendido y ella se acopló a mi cuerpo. Podía sentir los pechos de mi madre y de mi abuela apoyados en mi cuerpo. - ¡Esta noche dormiré muy caliente! – dije y acaricié sus espaldas.

Estuvimos como media hora abrazados, en la misma postura, sin apenas movernos. Mi polla estaba erecta desde que las dos mujeres se metieron en la cama. Hacerlo con mi madre me ponía muy excitado, la posibilidad de que esa noche además tuviéramos una espectadora que se masturbara frente a nosotros me producía más placer.

Y entonces la mano de mi madre se deslizó por mi pecho, acariciándome hasta llegar a la de mi abuela. La agarró y la hizo bajar poco a poco. Nadie hacíamos ruidos, simplemente disfrutábamos del contacto de nuestros cuerpos. Aquellas manos siguieron bajando hasta que sentí sobre mi polla su contacto. Mi madre sujetaba la mano de mi abuela y la pasaba a todo lo largo de mi sexo, por encima de la tela, haciendo que mi abuela se agitara por la excitación. Supuse que su coño se estaría mojando y necesitaba comprobarlo.

Hice como que me despertaba un poco y sacando la mano de debajo de la cabeza de mi madre, me giré hacia mi abuela, abrazándola y poniendo mi pierna sobre ella. Mi madre sabía de que iba aquello y pegó su cuerpo a mi espalda, acariciándome el culo con sus manos. La mano que tenía sobre el cuerpo de mi abuela fue bajando, acariciando su madura piel hasta llegar a sus bragas. Sentí que su respiración se aceleraba. En cuanto puse mis dedos sobre sus bragas y sentí sus aprisionados labios vaginales, sus piernas se abrieron un poco para que la explorara mejor.

La mano de mi madre se coló bajo la tela de mi ropa interior y acarició con dificultad mi polla, me giré un poco para que pudiera agarrarle. Mi abuela también quiso tenerla y alargó su mano para jugar con mi polla junto con la de su hija.

-    Abuela, sé que miras cómo folla tu hija Pili… - su mano se detuvo al escuchar mis palabras - ¡¿No prefieres pasar de mirar a jugar con mi polla?! – ahora su mano se aferraba enloquecida mi polla y la agitaba.

Me coloqué boca arriba y mi abuela me masturbaba. Mientras, mi madre encendió una leve luz y nos miró.

-    ¡Vamos, disfrutemos de esta noche! – nos destapó y podía ver a aquellas dos mujeres desnudas y deseosas de jugar con mi polla.

Mientras mi abuela agitaba mi polla bajo el calzoncillo, mi madre me lo bajó hasta quitármelo. Quedé con mi polla bien erecta, mi abuela la soltó para mirarla mientras se mordía el labio inferior. Acaricié su culo, subí por su espalda hasta llegar a su nuca, la agarré suavemente y ella me miró a los ojos. Empujé su cabeza y ella no opuso resistencia a agacharse hasta tener mi glande junto a sus labios. Lo besó suavemente.

Mi madre agarró mi polla y tiró para que surgiera mi hinchado glande de la piel que lo envolvía. La boca de mi abuela se abrió y media polla desapareció dentro. Con la primera succión me produjo un calambre de placer que creía que iba a correrme.

Mi madre me besaba y sonreía al verme gozar con la mamada de su madre. Empezó a besarme el pecho y yo metí mi mano entre sus piernas para empezar a masturbarla.

Mi abuela estaba concentrada en mamar, pero podíamos escuchar algunos golpes que daba la cama sofá dónde dormían nuestros amigos, que seguramente estarían echando el polvo de su vida pues no había quién los pudieran molestar.

Mi abuela gimoteaba con mi polla en su boca, estaba gozando. Llevé mi mano a su coño y se lo toqué. Su cuerpo dio un respingo al sentir mi mano que intentaba separar sus labios vaginales. Metí un dedo en su raja y pude tocar su clítoris, estaba totalmente mojada. Jugué con su clítoris y sus caderas se agitaban descontroladas.

Mi madre me besaba y miraba cómo disfrutaba su madre. Yo tenía sus coños en mis manos e intentaba darle placer a las dos.

-    ¡Hijo, necesito qué me folles! – dijo mi abuela sin dejar de agitar con su mano mi polla - ¡Dámela, por favor!

Me levanté de la cama y la coloqué a cuatro patas en el filo, me acerqué con mi polla endurecida y la puse sobre su culo, entre sus cachetes. Me moví y la frotaba contra ella que me miraba pidiendo desesperada que se la metiera. La cogí con una mano y la golpeé contra los cachetes de su culo.

-    ¡No me hagas sufrir! – me rogó - ¡Clávamela!

-    No puedo abuela. – le dije burlonamente – Ya sabes que esta polla que te has comido le pertenece a tu hija… ¡Pídele a ella permiso!

-    ¡A quién sea! – agitaba su culo y deseaba que le entrara – ¡Por favor, la necesito dentro!

-    Bien mamá, por mí no hay problema, prepara tu coño qué te la va a meter ahora mismo.

Mi madre la chupo un poco y después la agarró con una mano. Yo separé sus nalgas y podíamos ver sus labios vaginales que se agitaban pidiendo ser dilatados. Acercó mi glande hasta tocar el sexo de mi abuela, podía sentir el calor de su vagina. Iba a empujar para penetrarla. Sonaron dos leves golpes en la puerta.

-    ¡Esperad un momento! – susurró mi madre, se colocó una bata que tenía por allí y fue a la puerta. Salió de la habitación.

-    ¡Fóllame aunque estemos solos! – me dijo mi abuela.

-    ¡No, sin mi madre, no! – le contesté.

La empujé y la hice caer de lado en la cama, agarré sus piernas y la hice girar hasta estar boca arriba, se las separé todo lo posible. Ella me miró preguntándose qué le iba hacer, deseando que fuera lo que deseaba que le hiciera. Metí mi cabeza entre sus piernas y besé su coño.

-    ¡Oh hijo, eso me encanta! – su mano se apoyó con fuerza en mi cabeza para que no pudiera retroceder - ¡Sí, sí!

Mi lengua empezó a jugar con los labios vaginales y buscó su clítoris. Lo acaricié y sus caderas empezaron a agitarse. Le metí un dedo en su vagina y mientras mi lengua lamía su clítoris, mi dedo follaba su vagina. Estaba disfrutando y empezó a gemir con más fuerza. Fuera, mi madre hablaba con su amigos.

-    ¡¿Qué os pasa?! – preguntó mi madre.

-    Es que Juan… tenemos un problema, intentamos hacerlo pero me hace daño y me duele. – dijo Lucía.

-    Es la primera vez que lo hacemos… - confesó entristecido Juan. Los gemidos de la madre de Marta empezaron a escucharse en el pasillo - ¡¿Esa es tu madre?!

-    Si, bueno… - Marta no sabía qué contestar – Mi hijo le está dando un masaje… - los gemidos se hacían más fuertes y un grito sonó “¡Fóllame aunque no esté tu madre!” – ¡Está bien, nos habéis pillado! Los tres estábamos teniendo sexo

-    ¡Perdona Marta! – quiso disculparse Lucía.

-    ¡Sí, perdona! – añadió Juan – ¡Ya nos vamos!

-    ¡Venga, no seáis tontos! – dijo Marta abriendo la puerta del dormitorio - ¡Todos estamos tan calientes que alguno os enseñará cómo hacerlo! Esperad

Mi madre entró en el momento que mi abuela tenía un orgasmo. Juan y Lucía pudieron escuchar perfectamente los gemidos de placer, y seguro que aquello los excitó.

-    Mamá, Enrique, - mi abuela aún jadeaba y se retorcía de placer en la cama, mi boca brillaba por los íntimos líquidos que la vagina de mi abuela me había regalado – Juan y Luisa necesitan nuestra ayuda

-    ¿Ayuda? – contesté.

-    No tienen experiencia y necesitan ayuda… - mi madre tapó a mi abuela con la ropa de la cama y yo corrí a meterme en la cama - ¡Pasad! – les dijo a nuestros amigos. Mi madre se sentó en el borde de la cama y Juan no pudo evitar mirar su entrepierna, la bata se le abrió ligeramente y podía ver su coño depilado – Aquí estamos los cinco, nuestras relaciones no son normales ni fáciles. Sí continuamos, yo no sé las consecuencias… Sólo haremos lo que nos consienta la otra persona. Y quién se quiera retirar, no tendrá ningún problema. – mi madre nos miró a todos - ¿Estáis de acuerdo?

Todos asentimos y Juan y Lucía no sabían bien qué hacer ni dónde ponerse. Mi abuela se abrazó a mí y su mano buscó mi polla bajo las sábanas. Mi madre se levantó de la cama y se quedó desnuda, todos la podíamos ver y Juan parecía el más interesado en ella.

Lucía se quitó la ropa que llevaba quedando sólo con sus pequeñas bragas, agarró el mentón de su hermano y besó su boca. Mi madre nos destapó y quedó al descubierto la paja que mi abuela me hacía. Miró a Lucía para indicarle que le hiciera lo mismo a su hermano.

Juan se quitó la camiseta que llevaba, mientras que su hermana se acuclillaba para quitarle el pantalón del pijama. En la tela se marcaba la intensa erección que padecía. Cuando Lucía bajó la ropa que cubría el sexo de su hermano, apareció una polla gigantesca, no sólo larga, si no además gruesa.

-    ¡Dios santo, con eso no me extraña que no pudieras hacerlo! – dijo mi abuela a Lucía – Si me dejáis, os ayudaré a hacerlo con esa maravilla. – mi abuela se olvidó por completo de mí.

Se levantó de la cama, desnuda y se arrodilló junto a Lucía, bajo Juan.

-    ¿Te importa si la cojo un momento? – le preguntó mi abuela a Juan.

-    ¡Para nada, señora!

Las manos de mi abuela la agarraron, una por encima de la otra y aún sobresalía un buen trozo de aquella endurecida carne.

-    ¡Hijo! – le dijo mi abuela a Juan mirándolo desde abajo – Si te llego a conocer cuando era más joven, te enseño a usar eso practicando todos los días. – la agitó un poco y se relamió – Ven Lucía, agarraba con la mano y agítala así.

Lucía agarró la polla de su hermano y lo masturbaba suavemente. Juan miraba a mi madre y ella se dio cuenta, abrió un poco las piernas para que pudiera verle mejor su coño. Mi abuela lo llevó hasta la cama y lo tumbó junto a mí. Lucía y my abuela se dedicaban a masturbarlo, mientras mi madre me besaba y me acariciaba.

-    ¿Te gusta el coño de mi madre? – le pregunté a Juan.

-    ¡Claro, me atraen mucho los que está depilados!

-    ¡¿Quieres qué otro hombre te haga gozar?! – le susurré a mi madre y ella me miró dudando – Siéntate sobre él y ponle tú coño en la boca

Mientras las otras dos mujeres adoraban el impresionante falo de Juan, mi madre se colocó sobre él de pie, con las piernas abiertas de forma que podía mostrarle perfectamente su coño. Juan la miraba y aquel coño empezó a bajar hasta colocarse sobre su boca.

Mi madre estaba de rodillas sobre la cara de su compañero, su coño vibraba con las caricias que aquella joven lengua le daba, no era muy experto, pero la velocidad de aquella lengua sobre su clítoris le arrancaban gemidos de placer. Me puse en pie sobre la cama y veía a mi madre gozar. Me acerqué a ella y le ofrecí mi polla, de inmediato empezó a mamármela.

Mientras Lucía aprendía a lamer y mamar la polla de su hermano, mi abuela lamía sus huevos que iban en consonancia con el tamaño de aquella polla. Mi abuela era la que más disfrutaba con todo aquello, paso de mirar a su hija follar con su novio a estar en medio de una orgía, agarrada a una polla enorme.

-    ¡Enrique, hijo, prepara el coñito de Lucía para qué le pueda entrar esto! – dijo mi abuela agitando la polla de Juan.

Le quité la polla a mi madre que gemía con el placer que le producía la lengua de Juan. Me bajé de la cama con mi polla totalmente erecta para buscar a Lucía que no dejaba de mirarme sentada en la cama. La agarré por los muslos y tiré hasta llevarla al filo de la cama. Agarré sus bragas y se las quité. Miré a mi abuela que disfrutaba lamiendo e intentado tragar la gruesa polla de Juan.

Separé las piernas de Lucía, era bonita hasta en su coño con aquellos bonitos vellos rubios. Me agaché y lo besé. Sus caderas se agotaron levemente con mi contacto. Con los dedos separé sus labios vaginales y el brillante color rosado de su interior me excitó de tal manera que me lancé a lamerlo. Rápidamente empezamos a escuchar los gemidos de Lucía. Sus manos jugaban con sus pezones y su cuerpo se retorcía cuando mi lengua acariciaba su clítoris. Su mano agarró mi cabeza, sus caderas se elevaron y hundieron mi cara en su coño. Mientras lamía su vagina, empezó a gritar de placer y sus piernas temblaban.

-    Abuela, este coño ya está preparado. – miré a mi abuela.

Tanto le gustaba aquella polla a mi abuela que ni siquiera me escuchaba, estaba enloquecida agitando con la mano el tronco y succionando con ganas su glande. Juan tensó su cuerpo y la boca de mi abuela empezó a llenarse con su semen. Él gemía y se retorcía bajo el coño de mi madre mientras que su polla lanzaba chorros de semen que mi abuela tragaba con ganas.

Mi madre se levantó de su compañero, me miró y se acercó a mí con el deseo encendido en sus ojos. Me levanté para recibirla, nos besamos apasionadamente mientras Lucía, con su coño ardiente de deseo, nos miraba. Puse a mi madre en la cama a cuatro patas y me coloqué tras ella, agarré mi polla y la llevé a su mojada vagina. La penetré y empecé a follarla. Mi madre gemía y Lucía se frotaba su clítoris con los dedos, necesitaba ser follada. Se acercó a nosotros y se colocó junto a mi madre con su culo en pompa para que la follaran. Mientras clavaba mi polla en mi madre, alargué la mano y acaricié el culo de Lucía, metí mi mano entre sus muslos y la masturbé.

Mi madre gemía y vi a mi abuela abierta de piernas frente a nosotros. Se tocaba el coño con fuerza mientras gemía y se retorcía de placer. Pensé en ponerme tras Lucía y penetrarla, pero Juan apartó mi mano de su hermana y se colocó tras ella.

-    ¡¿Nos ayudas?! – le dijo Juan a mi abuela que botó para ir en ayuda de los inexpertos hermanos.

Miré a mi abuela que estaba de rodillas entre Juan y yo. Ella se agarró a su polla y la mandó un poco.

-    Abre un poco sus nalgas. – le pidió y dirigió la polla hacia la hermana - ¡Despacio cariño, muy despacio! – Lucía gemía cuando frotaban el glande en su coño - ¡Vamos hijo, aquí, empuja un poco, muy poco!

Lucía sintió que su vagina empezaba a ser invadida por la polla del hermano. Sentía que su coño no podía recibir tanta carne, cada poco que entraba le exigía que su vagina se abriera más.

-    ¡Niño, sácala! – ordenó mi abuela a Juan y la chupó un poco más. La volvió a dirigir a Lucía y escupió sobre la polla extendiendo la saliva con la mano - ¡Vamos, otra vez!

Los gemidos de Lucía me excitaban y provocaban que penetrara con más fuerza a mi madre.

-    ¡Bien Juan! – dijo mi abuela – Ya está toda dentro, muévete despacio y folla a tu hermana.

Él intentaba ser delicado, pero cada movimiento que daba hacía que Lucía gritara con una mezcla de dolor y placer. Mi abuela miraba como aquella polla se perdía dentro de la joven, empezó a masturbarse.

El cuerpo de mi madre se tensó y hundí mi polla por completo, estaba teniendo un orgasmo. La penetré hasta que quedó rendida en la cama boca bajo. Miré a mi abuela que disfrutaba viendo a los hermanos follar. La cogí del brazo y la hice levantarse. Ella me miró como preguntando qué quería hacer. Besé su boca y acaricié sus pechos.

-    ¡Sí, necesito que mi nieto me folle! – el rostro de mi abuela mostraba la lujuria que sentía.

La coloqué en el lugar de mi madre que nos miraba descansando. La coloqué a cuatro patas y la penetré mientras acariciaba su culo. Los gemidos de mi abuela se mezclaron con los de Lucía que había conseguido sentir el inmenso placer que ofrecía la polla de su hermano. Poco después, Lucía caía boca bajo en la cama entre gemidos por el orgasmo que había sentido. Juan la folló hasta que ella le pidió que se detuviera.

Miré a mi compañero que estaba acariciándose la polla mientras tocaba a su jadeante hermana, se quería correr. Toqué su brazo para llamar su atención y le indiqué que ocupara mi lugar. Asintió con la cabeza y se acercó.

-    ¡¿Por qué me dejas así?! – protestó mi abuela cuando me retiré de su culo, miró atrás y vio cómo Juan se acercaba a ella con su gigante polla apuntando a su culo - ¡Oh dios, es enorme! – gritaba y se retorcía - ¡Dame fuerte, clávamela entera!

Juan deseaba correrse y empujaba con ganas contra mi abuela que no sólo gemía y se retorcía, gruñía y alababa al señor por estar llena con aquella polla.

Me coloqué delante de mi abuela y me masturbaba mientras la veía gozar. Al momento mi madre me ayudaba mamándome. Los gritos de mi abuela iban a conseguir que me corriera, pero fue cuando la mano de mi madre acercó mi polla a la boca de Lucía para que se la comiera, cuando empecé a lanzar semen sobre su bonita boca y cada. Los gruñidos de Juan avisaron de que llenaría la vagina de mi abuela de semen. Mi abuela quedó rendida en la cama, con la polla de Juan dentro de su vagina aún descargando semen, mientras yo me sentaba para descansar abrazado por mi madre que me besaba y acariciaba. Lucía besaba a su hermano que abandonaba la caliente vagina de mi abuela. Los cinco quedamos en la cama, mi madre, mi abuela y yo nos dábamos besos y caricias, mientras los hermano se besaban junto a nosotros.