Descubriendo a mi esposa (2)

Ya había visto como me metía los cuernos, pero quise saber desde cuando lo hacía.

Lentamente fui despertando, a mi lado, Patricia yacía desnuda, con la cabeza metida debajo de la almohada para evitar la luz del día, estaba mas hermosa que nunca, su piel aterciopelada me invitaba a acariciarla y así lo hice, acaricié sus glúteos con suavidad, recordando como las manos de el guardia de seguridad los habían apretado con furiosa calentura.

Sentí sed y me levanté a tomar agua de la canilla del baño, aún sentía en mi boca ese sabor que tanto me había excitado, la mezcla de los jugos de mi esposa con la esperma de Ismael todavía me mantenían en éxtasis, me miré en el espejo y me percaté que en la comisura de mis labios había restos de toda clase de líquidos extraídos con mi lengua de la vagina hambrienta de mi mujer.

No se explicarlo, pero me sentí feliz, volví a dirigir mi vista hacia mi lecho matrimonial y Pato se había dado vueltas, ahora estaba boca arriba, mostrando sus hermosos pechos, su vientre duro y chato, su conchita con los bellos púbicos reteniendo las ya secas gotas de esperma que mi boca no había podido limpiar.

Me metí en la ducha y las imágenes de la noche anterior empezaron a pasar por mi mente, la erección fue instantánea, cerré los ojos y recordé a Ismael sosteniendo los cabellos de mi amada mujer, obligándola a tragarse su inmenso sable, no pude evitar aferrar mi tronco; otra imagen me vino a la mente y era ver a Pato en cuatro arqueando la espalda, recibiendo gustosa las embestidas violentas que perforaba su conchita joven y ardiente; cerré los ojos y empecé masturbarme, a la segunda sacudida estaba eyaculando en grandes cantidades.

Mas tarde preparé el desayuno para los dos y lo llevé a la cama, Patry empezaba a despertarse, me miró a los ojos y no dijo nada, estaba convencida que yo no recordaba nada de la noche anterior, mientras devoraba las tostadas con manteca me dijo sonriente - ¡ anoche estabas hecho una furia ! -, no le contesté nada, solamente le sonreí complacido al saber que había quedado sumamente satisfecha, mirándome fijamente el miembro que comenzaba a pararse de nuevo me volvió a decir - ¡ y todavía queres mas ! -; - hay mi amor, no me engañes, vi todo lo que sucedió anoche – le contesté mientras acariciaba su mejilla.

Patricia se quedó helada, nunca la había visto abrir los ojos tan grandes como en ese momento, no pretendía ponerla en aprietos, solamente quería decirle que yo también había gozado y quizá mas que ella, - fue maravilloso verte, era una de mis tantas fantasías – le dije inmediatamente para tranquilizarla, - es mas, deseo que lo repitas -, ella no dejaba de mirarme extrañada, no creía lo que escuchaba de los labios de su propio marido, sus ojitos ahora brillaban vivaces, sus mejillas se sonrojaron y esbozó una sonrisa de placer sabiendo que a partir de ese momento todo cambiaría.

Pero yo estaba ansioso por saber desde cuando Ismael se estaba cojiendo a mi esposa, como ella, tan fina, delicada y tan educada se había fijado en ese veterano, groncho y mal educado, quería saber como ella había sucumbido a un personaje tan primitivo y grosero, le pregunté dos o tres veces para que me contara; mi esposa se puso un poco nerviosa, quería contarme todo, quería blanquear la situación, pero después me enteraría que para hacerlo debía confesarme una infidelidad anterior y no precisamente con Ismael.

Veía que le resultaba muy difícil contarme y le pedí que me lo escribiera, pero debía hacerlo sin ningún tipo de pudores, quería que recuerde cada instante y lo relate con todo el sentimiento que en ese momento le aflore, ella aceptó hacer lo que le decía, pero me confesó que cada vez que lo recordaba se excitaba y que yo no debería molestarme por como me lo contaría; a continuación transcribo textualmente lo escrito por mi mujer.

Pedro, como tantas otras veces se había ido a pescar con sus amigos, pero esa vez no era como las otras, yo estaba terriblemente ofuscada, era el día de mi cumpleaños y por el afán de irse ni siquiera me había saludado, ni siquiera un flor, ni siquiera una nota, lo llamé a su celular y se lo dije, no hizo mas que enojarse y cortarme, yo estaba que reventaba, para colmo de males, la noche anterior quise festejar con una buena ración de sexo, pero el muy fresco no aceptó ni una caricia y se durmió, hacía casi una semana y media que no me tocaba, yo estaba muy pero muy caliente, pero no iba a estar dispuesta a bancarme tal humillación.

Pasé todo el día ordenando la casa, mi enojo era cada vez mayor, de manera que decidí cambiarme y llamar alguna amiga para salir a cenar y dar un par de vueltas, pero la suerte estaba en mi contra y ninguna de mis amigas de confianza estaba disponible esa noche, pero esos contratiempos no me vencerían y decidí salir sola.

Fui al centro y me dispuse a buscar un buen lugar para cenar, cuando una voz conocida me hablo suavemente y su mano se apoyó en mi hombro, no era ni mas ni menos que José, el socio de Pedro en el tema de las estaciones de servicio, con una sonrisa amplia me preguntó que andaba haciendo por sus dominio, le comenté que estaba buscando un buen lugar para cenar e inmediatamente me invitó a hacerlo diciéndome que el también iba a cenar solo y que entre los dos podríamos hacernos compañía, sin dudarlo acepté y entramos al restaurante mas cercano.

José está refuerte, es alto, atlético, alegré, ocurrente y su fama de mujeriego lo hace muy atractivo, siempre me di cuenta que el me miraba mucho y nunca perdía la oportunidad de galantear conmigo, por supuesto que a mi me gustaba escuchar los halagos que me propinaba, incluso mas de una vez me excitó la manera que me miraba y como clavaba sus ojos en mi traste y mis tetas, a veces sin importarle que lo descubriera o que su mismísimo socio se percatara de ello.

Durante la cena no fue distinto, aprovechaba a full mi enojo con Pedro y sin darme cuenta había entrado en su juego, habíamos cenando con dos botellas de un exquisito champagne y mi estado, además de desinhibido era bastante provocativo, José haciendo uso de su oportunidad me dijo que me llevaría a casa, salimos del restaurante y me tomó de la mano con el pretexto de sostenerme por que no me veía bien. El contacto con su mano firme me hizo sentir segura y empezaba a sentirme a gusto por la agradable velada que el me estaba regalando, caminamos hasta el estacionamiento y me abrazó por la cintura, su mano se apoyó sobre mi cadera y sentí el costado de su cuerpo apoyarse contra el mío y un cosquilleó desconocido hasta ese entonces por mi me subió por la columna.

Subimos a su auto y me miró fijamente, su mirada era tan fuerte que no pude sacar mis ojos de los suyo, de repente lo vi acercarse y no atiné a detenerlo, cuando quise reaccionar sus labios estaban apoyados sobre los míos y no sé por que causa abrí la boca recibiendo su lengua que frenéticamente se retorcía dentro de mis fauces.

Nos abrazamos con desesperación, sus manos buscaron mis pechos y metiéndose debajo del corpiño acariciaron y pellizcaron mis pezones que estaban como roca, quise detenerlo agarrando su mano osada, pero con su mano libre me la tomó e hizo que la apoyara en su entrepierna, para ser mas precisa sobre su bulto que había crecido tomando considerables dimensiones.

Necesitaba tener la fuerza para sacar mi mano de allí, pero la parte mas morbosa y libidinosa de mi ser me lo impedían, de repente cerré mis dedos alrededor de esa cosa dura que seguía creciendo debajo del pantalón.

Sentía como empezaba a mojarme, me baja a litros, nunca me había pasado tal cosa, deseaba que José metiera sus manos por cada rincón de mi cuerpo, quería sentir sus dedos frotar mi clítoris y hurgar dentro de mis cavidades, - te quiero coger – me dijo, - cojeme ahora, llévame a un hotel – le contesté inconscientemente, - ¡no, te quiero cojer en tu casa!, ¡en tu cama! ¡donde cojes con Pedro! – me decía con los ojos desorbitados mientras jadeaba por el placer que yo le provocaba con mi mano sobre su bulto, no le contesté, simplemente bajé el cierre del pantalón y luego de sacar una hermosa y deliciosa verga me la metí en la boca en señal de aceptación.

Cien metros antes de llegar a la cabina de vigilancia, dejé de chuparle la pija, pero no por ello iba a dejarla de atender, con mi mano izquierda seguí aferrándola y la pajeaba suavemente, estaba de guardia Ismael, que al verme abrió la barrera inmediatamente, estacionamos en la puerta de casa y durante el trayecto hasta la puerta José me llevó abrazada por la cintura deslizando su mano hasta aferrar con fuerza los cachetes del culo.

La puerta se cerró detrás nuestro y mi desesperación me llevó a arrodillarme nuevamente, deglutí la verga de mi amante y empecé a pajearlo con los labios, mi cabeza solo se había movido cinco veces cuando recibí con gusto la leche caliente y exquisita de José, apreté con fuerza usando mis labios dejando que los siguientes chorros cayeran todos dentro de mi boca, no quería perder ni una sola gota, me tragué todo, succioné con fuerza tratando de no dejar nada, levanté mis ojos y José me miraba con satisfacción.

Inmediatamente nos fuimos a mi cama, estaba a punto de profanar el lecho matrimonial que compartía con Pedro, vi la foto de mi marido sobre la mesita de luz y la volqué para no tener que verlo cuando esté gozando con el miembro de su socio, pero José volvió a levantarlo, mientras se reía me dijo que le gustaría que nos estuviese mirando, acto seguido me tiró en la cama y se subió encima de mi cuerpo, empezó a besarme en la boca, abrí los labios y nuevamente me entregué al frenesí que el proponía, terminé olvidándome de Pedro, de su foto y de nuestro lecho matrimonial.

A los pocos minutos estaba totalmente desnuda, acostada boca arriba y con mis piernas abiertas disfrutaba como una loca la lengua de José que lamía mi argolla, se deslizaba por mi ano para volver y morder mi clítoris, mis manos aferraban sus cabellos, no quería dejarlo salir de allí, me fascinaba como me la chupaba y mis orgasmos no paraban de llegar, el se tragaba todo, como lo había hecho yo antes, empecé a suplicarle que me penetrara de una vez, no soportaba un segundo mas sin tener su hermosa verga dentro mío.

Se colocó sobre mi cuerpo y pude sentir la cabezota de su pija frotándose con mis labios vaginales, empezó a besarme en la boca, yo succionaba su lengua con fuerza saboreando mis propios jugos, su glande se acomodó en la entrada de mi conchita y de un solo empujón me la metió entera hasta el fondo, no hubo dolor, no hubo molestia alguna, solo goce, placer de tener ese pedazo de carne dentro mío que se movía entrando y saliendo a un ritmo perfecto.

Cambiamos una y otra vez de posición, me senté encima suyo y lo cabalgué enfurecida, movía mis caderas en circula para disfrutarla mas, me puso en cuatro y me deleité mirándonos en el espejo, me parecía mentira que esté haciendo estas cosas, mi cara desencajada por la calentura me hacía ver como la mas puta del mundo, pero no podía dejar de sonreír y de decirle a José cuanto estaba haciéndome gozar.

Su dedo empezó a trabajar en mi culito cerrado, aunque no era virgen, hacía mucho que Pedro no frecuentaba esos lugares, cuando quería tenerla atrás debía pedírselo, nunca tomaba la iniciativa, en cambio su socio, empezaba a trabajar en ello.

Escupió mi ano y esparció la saliva alrededor de el, su dedo entró fácil y comenzó a moverlo para dilatarme, luego metió un segundo dedo y también entró fácil, además de tener una muy buena dilatación, mi ano pedía a gritos algo mas grande, sentí como su poronga salía de mi vagina y golpeteaba en mi orificio anal, giré mi cabeza para mirarlo y José me informó que me la estaba por meter en el culo, sonreí complaciente y pasé provocativamente mi lengua por los labios, su cabeza empujó suavemente y mi ano cedió contento a su entrada.

Esta vez el dolor se hizo sentir, José me había lubricado muy poco y el pasó de su músculo duro me hizo arder, pero aún así no estaba dispuesta a suspender todo, sabía que en segundos estaría lista para la sacudida final, José empezó a moverse sin esperar que mi orificio anal estuviera totalmente acostumbrado a su grosor, su calentura podía mas y sus movimientos eran bruscos y violentos, aunque no por eso menos excitante, así en cuatro lo recibía gimiendo y gritando, gustosa y satisfecha de la cojida que me estaba obsequiando.

Fue un placer enorme sentir como acababa dentro de mi culo, la sacó lentamente y me obligó a mamarla de nuevo, - toma puta limpiala – me decía, mientras le obedecía me excitaba con el gusto amargo que mis intestinos habían dejado sobre su pija mezclados con el agradable sabor de su esperma.

Tuve que correr hacia el baño, sentí que en cualquier momento podía llegar a defecarme encima, mi ano estaba tan abierto que no podría retenerlo, luego me lavé y me recosté al lado de mi amante que empezaba a dormirse, afuera empezaba a aclarar, busqué mis cigarrillos sobre la mesita de luz y no pude evitar mirar la foto de Pedro sonriente el día de nuestra boda, tampoco pude evitar dejar escapar un pensamiento en voz alta, -¡sos un boludo, todo esto es tu culpa por no atenderme como me gusta!-, encendí el cigarrillo y me puse a fumar mirando el techo, no me sentía culpable, no me sentía sucia, no me sentía una puta, estaba satisfecha, contenta y feliz de haber tenido sexo como corresponde.

Agradeceré opiniones, sugerencias y por que no charlar con alguien que esté viviendo cosas similares, mi correo pedrocabrini@yahoo.com.ar o patped_46@hotmail.com