Descubriendo a Marta

Un hombre establece una relación de dominación con una mujer muy morbosa.

Soy un hombre de 42 años, y desde los treinta, aproximadamente, una parte de mi trabajo me da ciertas oportunidades en el terreno sexual, que han hecho que en este periodo de tiempo haya tenido varias amantes. Y en estas relaciones, para mi sorpresa al principio, he descubierto en mi una faceta dominante que no conocía , pero que me hace disfrutar mucho más del sexo. Y he descubierto también, que existe un determinado tipo de mujer que goza al máximo con las situaciones de dominación-sumisión. Pero yo tenía, como decirlo, una espina clavada. He llegado a tener lo que realmente la gente llama "sumisa" durante dos períodos de tiempo diferentes. Pero siempre después de haber empezado por mantener una relación "normal". Yo deseaba algo más..Y apareció Marta.

Esa parte de mi trabajo a la que antes me refería consiste en dar cursos de un par de meses de determinadas materias que no vienen al caso. Y en aquel curso, Marta era una alumna. Aparentaba 38 o 39 años, 1.65 aproximadamente de estatura, complexión normal, amplias caderas, pechos no muy grandes, media melena castaña, y una mirada. Ese tipo de mirada, entre tímida y descarada, expectante, deseosa, esperando algo. O al menos, eso me pareció a mí. Enseguida hubo química entre nosotros. No os aburriré. Solo os diré que los dos meses se me hicieron muy largos, porque durante el período lectivo, me prohíbo a mí mismo, dar ningún paso. Pero yo sabía, y ella sabía, que cuando acabase el curso, algo ocurriría. Y el último día del curso llegó. Y yo ya había decidido que Marta sería mía a "mi manera", o no lo sería. Así de fácil, así de difícil. Ese día, cuando acabó la clase, con un pretexto cualquiera, le pedí que viniera a la sala de profesores. Y ella venía a mi lado, mirándome de reojo, imaginándose que yo por fin, iba a dar el paso que ella esperaba...

Ya en la sala, los dos solos, me limité a tomar una hoja de papel. Escribí algo en esa hoja, y se la introduje en su bolso. Y ante su mirada interrogante, le dije:

-Marta, te he escrito en esa hoja mi correo electrónico. No, no hables. No quiero oírte ni una palabra. Tu no eres tonta, y sabes de sobra que te deseo. Pero te deseo a mi manera. Y mi manera es un poquito especial. Te podría tratar como a una princesa, pero te podría vestir como a una puta. Te podría bañar como a una niña, pero te podría atara a una mesa como a una esclava. Te podría hacer el amor como a una virgen, pero podría hacer que otros te follasen como a una perra. Tu solo podrás decidir una vez. Y esa vez será esta tarde. Puedes romper esa hoja que te he dado y no volverme a ver. O puedes, mandarme un correo. Tienes de tiempo hasta las doce de la noche. Y si me mandas ese correo,, en él me darás tus medidas exactas de ropa interior, el número que calzas y tus horarios habituales a partir de ahora.

Evidentemente, no recuerdo todo lo que dije con exactitud, pero fue muy parecido a lo que os cuento.

Ella estaba roja, sorprendida. Me miraba. Dio media vuelta y se marchaba de la sala.

-¡Marta! , Dije.

Se paró y me miró de nuevo. Quizás esperase que le dijera que todo fue una broma.

-Marta, y quiero que en ese correo me digas lo que te has masturbado pensando en mi.

No contestó. Se marchó por el pasillo. Pero, llevaba el bolso... Y no había roto el papel.

Esa noche abrí mi correo. Sí. Allí estaba el mensaje de Marta.."Calzo un 36, utilizo un 90 coba b, braguita 40 y tengo libres todas las tardes de lunes a viernes... Y tu sabes que me he tocado pensando en ti. La última vez, justo antes de escribir este correo..."

En fin, parecía que mi apuesta había funcionado. Esta vez yo no quería un lento proceso de insinuaciones, juegos, avances y retrocesos. Quería que desde el principio Marta supiera cual era el juego. Y, si, parecía que Marta lo sabía, lo deseaba...

Al día siguiente, contesté a su correo. La cité para dentro de dos días, en una cafetería que ambos conocíamos. Y le dije que llevase puesta una gabardina que yo ya conocía. Fue mi única exigencia. Esa tarde ella legó puntual.

Venía con la gabardina, y debajo llevaba un precioso vestido negro escotado. Yo la esperaba en una esquina de la barra. Le di un par de besos, como a una vieja amiga, y le dije lo bonita que estaba. Ella, que llegó con cierta cara de duda, se animó un poco ante mi caluroso recibimiento, y me sonrió. Me acerqué a su oído y le susurré..

-Marta, te voy a llevar a un sitio que conozco y vamos a hacer el amor.. Pero, como te dije, a mi manera. Y aunque estás muy bonita, no estás vestida como yo quiero. Toma esta bolsa. Dentro esta lo que quiero que te pongas. Única y exclusivamente lo que hay dentro. Vete al baño y póntelo debajo de la gabardina.

La cara de duda, de no creérselo del todo, volvió a aparecer en Marta. Pero sus dudas se desvanecieron. Un ligero rubor aparecía ya en su cara. Tomó la bolsa, y sin mirar su interior, se dirigió al baño. Salió de allí al cabo de diez minutos. Y mis temores se desvanecieron. Se adivinaba que me había obedecido. Por lo menos, ya llevaba puestos los zapatos negros de tacón de aguja que le había traído. Se situó a mi lado, y tome la bolsa donde adivinaba que ella había dejado el resto de la ropa que traía puesta anteriormente. Le volví a susurrar. Marta. ¿Te lo has puesto todo?

-Sí

-Quiero comprobarlo. Desabróchate la gabardina.

Me volvió a mirar. Volvió a dudar. La verdad es que por mi situación, y la de ella, nadie podía verla de frente. Pero si podían ver su movimiento de abrirse la gabardina. Pero Marta lo hizo. Roja, totalmente roja, pero excitada ya ,sin duda, se abrió la gabardina, permitiendo que mi mirada se recreara. Y mis ojos vieron como Marta había cumplido mis instrucciones.

Debajo de la gabardina se había puesto el corsé negro que yo le había comprado, de una sola pieza sin liguero. Sí, también las medias, negras de malla, sensuales, femeninas.. Y mis ojos se deleitaron en su pubis. Yo no le había dado braguitas, y ella, obediente, no se había apuesto nada. Es más, su obediencia había sido total, porque tras disfrutar de la vista de su escaso y recortado vello púbico, entre sus piernas se veía salir un hilo. Si, el hilo correspondía al huevo vibrador que, sumisa, se había introducido en su coñito, y del cual, por cierto, yo tenía el mando. A un gesto mío, casi imperceptible, Marta cerró su gabardina. Su cara reflejaba una excitación total, una mezcla de vergüenza y deseo que no podía ocultar.

Y sus ojos se cerraron cuando yo saque de mi chaqueta el mando del vibrador y lo encendí. Ella se apoyo en la barra. Evidentemente el vibrador estaba haciendo su efecto. Marta intentaba disimular, pero su cara no mentía. Estaba disfrutando. De nuevo me acerque a su oído:

-Nos vamos

Salimos de la cafetería y entramos en el garaje dónde yo había dejado mi coche. Sin decir palabra, ella se acomodó en el asiento delantero y me miró. Esperaba. Ya, simplemente esperaba mis instrucciones. Antes de arrancar el coche, mi mano se deslizó entre sus piernas, y suavemente le extraje el vibrador. Mis dedos hurgaron un poco en su coñito. Estaba totalmente empapado. Llevé mis dedos a su boca y los chupó con deleite, sin mirarme. Estaba totalmente entregada a mis fantasías, que eran las suyas ya. Tomé una de sus manos y se la coloque entre sus piernas. Ella no necesitó más aclaraciones. El coche salió del garaje. Yo conduciendo. Ella, masturbándose despacito, con las piernas totalmente abiertas.

Durante el viaje, un par de veces su mano intentó acercarse al evidente bulto que se había formado en mis pantalones. No la dejé. No era el momento. Pronto llegamos a nuestro destino.Un motel especializado en citas furtivas, donde nadie ve a nadie, ni siquiera ala hora de pagar. El coche queda en un garaje particular y de ahí ascienden unas escaleras hasta la habitación.

-Marta, quítate la gabardina y sube hasta la habitación.

Ella obedeció ya sin la más mínima duda. Es más, juraría que mientras subía por las escaleras, totalmente desnuda a excepción de su corsé, las medias y los zapatos, su cuerpo se balanceaba como nunca lo había hecho antes. Juraría que disfrutaba sabiéndose observada, admirada, contemplada... Yo subí tras ella, con una bolsa de viaje que traía expresamente para la ocasión. Marta estaba de pie en el centro de la habitación, mirándome, esperando de nuevo.. Su cara me decía ¿y ahora, que?

La habitación tenia una gran cama matrimonial, y a un lado, un enorme espejo que ocupaba la pared entera... Sin decir palabra, tomé a Marta de una de sus manos y la coloqué frente al espejo. Ella, dócil, se dejó hacer.

Extraje de mi bolsa unas esposas con ventosa, y, despacito, primero un brazo, luego otro, ella quedó inmovilizada frente al espejo. Sus manos hacia arriba, su cara casi chocando contra el cristal, su culo hacia fuera, esperando..

-Marta, estás preciosa. Le decía yo mientras a su espalda mis dedos recorrían sin prisas su cuerpo.. Mi boca besaba su espalda. Mi lengua se detenía en su cuello..

-Si, estás preciosa, le volvía a decir mientras mis dedos, de nuevo, empezaban a explorar su coñito, totalmente húmedo de nuevo. Pero, has sido un poco rebelde..

-¿qué..?

-Ssss...en el coche. Has intentado tocar mi polla... no era el momento. No..

Según le decía estas palabras, le dí un pequeño azote en una nalga. Y después otro. Ella gemía. no, no de dolor. A mi no me gusta el dolor..Ella gemía de excitación..Marta disfrutaba totalmente de la situación. Se veía a merced de un hombre, desnuda, inmovilizada... y yo seguía con mis azotes. Al poco tiempo, sus nalgas habían adquirido un tono ligeramente rojizo. Mis dedos se introdujeron de nuevo en su coñito, por detrás...

-Pero, Marta, si estás totalmente mojada... ¿pero, tanto te gusta esto?

Ella no contestaba,

-Marta, no te oigo...

-Si, musitó... me gusta..

-No te oigo, Marta..

.Me gusta,siii..casi gritó ella

-Ya ya lo veo, Marta... ya lo veo..¿Qué haré contigo ahora?..Le decía yo mientras mis dedos, ya descaradamente, la estaban follando por detrás sin cesar, y ella arqueaba su culo llena de placer... ¿te ataré a la cama? O..¿Te pondré en el suelo a cuatro patas y te follo como a una perra?

-Fóllame, fóllameee...

-No, todavía no... Quiero ver hasta dónde llegas. Hasta dónde eres obediente. Es fácil serlo estando esposada.

Retiré mis dedos de su coño, y rápidamente le quité las esposas. Ella se quedó sin moverse, como si siguiera atada frente al espejo.

-Date la vuelta, marta, mírame.

Su cara quedó frente a la mía la besé.

-Ponte de rodillas.

Sin dudar, se arrodilló delante de mí. Sus manos se dirigieron de nuevo hacia mi bragueta, ella creía haber adivinado y deseaba chupar mi polla.

-No, Marta. Nunca hagas nada hasta que yo te lo pida. No quiero que me la chupes. Quiero otra cosa.

Me senté en la cama, frente a ella, a un metro escaso. Ella seguía de rodillas, mirándome.

-Tócate...tócate hasta correrte..Mirándome..Sólo dudó un instante. Pero ella ya había tomado hace tiempo su decisión. Sus manos se deslizaron entre sus piernas, y empezó a masturbarse frente a mí. Jadeaba, gemía, estaba totalmente excitada..

-¿así te tocabas cuando pensabas en mi,Marta? ¿Así?

-Siii..

-Ponte como una perrita, quiero verte el culo mientras te tocas, quiero verte como si estuvieras sola en tu habitación..

Ella obedeció maquinalmente. Allí estaba, casi tocándome, mostrándome con descaro sus manos entre las piernas, masturbándose a cuatro patas para mí, solamente para mí. M e levanté y me acerque a ella. Mi polla pedía a gritos salir de su encierro. Cogí las manos de Marta y las esposé sobre su espalda. Mientras yo me bajaba los pantalones y dejaba, por fin, a mi polla en libertad, ella casi sin querer abría las piernas un poquito más. Su cabeza reposaba en el suelo, y yo, detrás de ella, tenía una visión perfecta de un coño abierto y empapado esperando a mi polla. Se la clavé como si en ello me fuera la vida, mientras ella, casi gritaba ya de placer... Empuje una y otra vez, y mi grado de excitación era tal, que rápidamente exploté y derrame todo mi semen sobre su espalda, y ambos caímos de lado sobre la alfombra.

Allí en el suelo, Marta seguía esposada, los ojos cerrados, esperando de nuevo. Yo la miraba. Me daba cuenta de que había encontrado lo que buscaba