Descubriendo a Karen (1)
Cuando la curiosidad de un jovencito respecto al cuerpo femeníno es incontenible, no se le ocurre mejor idea que espiar a su hermana.
Relato un tanto ficticio pero que tiene cierta base real. He vivido con tres hermanas y admito que cuando tenía cierta edad y me interesaba en ver cuerpos desnudos de mujeres, no tuve mejor idea que espiar a alguna de mis hermanas. Espero que les guste.
Descubriendo a Karen - I
Yo, narrador y protagonista principal, era allá por principios de los 90s un púber de 13 años llamado Miguel.
Por ese entonces vivía con mis padres y mis tres hermanas mayores. Me ahorro detallar ahora a cada uno de ellos en vista que poco importan para el desarrollo de este relato. Cada vez recuerdo menos cuando fue la primera vez que sentí placer sexual de manera consciente, cuando fue que me empece a interesar por la otra función que tenía mi pene, cuando fue que me empezaron a atraer los cuerpos femeninos.
Cuando niño y con un gran inocencia descubrí que ese (entonces) pequeño apéndice inferior era más que el conducto por donde orinaba. De noche en cama acariciaba de múltiples formas mi pequeño pene con gran satisfacción, era un placer un tanto distinto al actual, era entonces algo nuevo y prohibido. Recuerdo frotarme sin motivo alguno mas que por el placer mismo, llegar a ese pequeño clímax y parar por una sobresaturación de placer.
Las cosas cambiaron un poco al rededor de los 11 o 12 años. Los amigos, la televisión y las revistas me informaron más que cualquier otro medio acerca del sexo. Ya para ese entonces había probado múltiples formas de masturbación, y estaba mas interesado en investigar todo lo que a la palabra "sexo" se refería. Sabía que niños y niñas éramos distintos mas allá de los aspectos físicos evidentes. Hasta ese entonces no sabía como eran las chicas por ahí debajo. Mis padres me habían criado de tal manera que nunca pude ni tuve curiosidad por saber como era el sexo de una mujer. La gran curiosidad en esta etapa podía mas que cualquier cosa. Los libros eran fríos en sus explicaciones y dibujos, las cosas no eran en papel lo mismo que en la realidad.
Ya en esa época sentía bastante interés por los pechos femeninos, buscaba en revistas de modas y catálogos mujeres ligeras de ropa o semidesnudas. Mi mente giraba en torno a ver y conocer un cuerpo femenino. Fue entonces que una idea se ilumino en mi cabeza ¿acaso no vivía yo con cuatro mujeres?
De a primeras mi madre quedaba descartada, la imagen erótica de una madre esta nulificada del consciente de un hijo, por lo tanto mi interés se enfoco en mis hermanas. Nuestra casa era grande, pero no lo suficiente como para procurarnos una habitación a cada uno, por lo tanto yo compartía la mía con Francesca, la menor de mis hermanas la cual recién cumplía los catorce.
Era más que seguro que alguna vez haya pillado a Francesca en ropa interior o semidesnuda, pero en ese entonces no lo recordaba, debido a la poca importancia que hasta entonces le había dado a esos hechos. Francesca en esa época era una joven bonita, tengo que aclarar que para mi, todas mis hermanas lo son, pero no me llamaba tanto la atención, al menos en ese instante.
Sus formas eran mas discretas y yo la seguía viendo como una niña. En tanto mi hermana mayor, Karen, era una cosa totalmente distinta. Ella había sido la mas mimada de todas, la primera hija y sin lugar a dudas la mas bonita. Había heredado la rubia cabellera de mi madre y muchas de las finas facciones de su familia, además de que su talla era mayor a de otras chicas de su edad. Siempre había sido sobreprotegida y su carácter apacible la hacía toda una santa. En esa época Karen rondaba ya los 17 años, había desarrollado plenamente sus formas, era toda una señorita.
Era obvio que mi curiosidad apuntara hacia ella, además debo decir que de las tres era con ella con quien mejor me llevaba. Hasta ese entonces no había podido adivinar nada de su cuerpo desnudo, ya que por su forma de vestir y por lo cuidadosa que era al cambiarse de ropa o ducharse no tenía opción de verla.
Mi mente trabajaba y tramaba planes. Al final las cosas fueron mas sencillas de lo que pense. En su habitación, la cual era compartida con Isabel, la segunda de mis hermanas, había un gran ropero que estaba colocado en una esquina de la habitación, dejando un espacio detrás de él. Era este el lugar que escogí como escondite. La cuestión era sencilla: esconderme ahí cuando no hubiera nadie en el cuarto, esperar que ella saliera de la ducha y observarla en el gran espejo que había al otro lado de la habitación, que desde el punto donde me iba a situar yo, me serviría para tener una visión clara de todo el resto del cuarto.
Así fue como lo hice una tarde, cuando Isabel no estaba y karen justo procedía a entrar a la ducha. Me colé en su habitación y me escondí. Espere pacientemente minutos interminables, no sin cierto temor por ser descubierto, pero el objetivo valía la pena me decía a mi mismo. De repente escuche la puerta del baño abrirse y los pasos, en ese momento el corazón me empezó a dar tumbos. ¿sería descubierto? ¿vería a mi hermana desnuda? Karen ya había entrado a la habitación y cerraba tras de si la puerta.
La escuche claramente caminar, encender su pequeña radio y poner algo de música. Luego la escuche abrir sus cajones y seleccionar la ropa a vestir ese día. Yo me había quedado helado en la semioscuridad de mi escondite, con un miedo fatal a asomarme y ver en el espejo. Luego de unos segundos eternos me arme de valor pensando en no dar por perdida mi incursión. Por fin me asome.
Lo que pude ver en el reflejo del gran espejo fue a mi hermana de espaldas, aún con su toalla anudada sobre su pecho y otra toalla sobre su cabeza, estaba extendiendo sobre su cama unos pantalones y una blusa blanca. Al rato volteo y se quito la toalla de su cabeza dejando libres sus húmedos y preciosos cabellos dorados. El rostro de Karen no era angelical, se le veía más bien como de niña tímida, de persona poco interesada y reprimida. Sin embargo su expresión era alegre en ese momento, dedicada simplemente a la tarea de secarse y cambiarse. Poseía unos bellos ojos almendrados y unas espesas cejas, era inevitable perderse en su cálida mirada.
Pude verla ir y volver a buscar en su cajón y extraer unas bragas blancas, un tanto grandes y poco sensuales para efectos de hoy en día. Saco también un sujetador rosa, de copa completa. Ambas prendas las lanzo sobre la cama. En ese momento se dirigió a un lado y colocándose frente al espejo se quedo como contemplando el vacío por un instante. Pense que había sido descubierto y me aterrorice, pero no se por que no pude quitar los ojos de aquella cautivante imagen.
Karen por fin dirigió una de sus manos al nudo de su bata y yo inmerso en una gran felicidad pude observar como estaba por cumplirse mi secreto sueño. Una vez desatado el nudo, con ambas manos abrió su toalla y la dejo caer hacia un lado con suavidad. Era como si se me develara un cuadro en una exposición de arte. Su joven y bello cuerpo apareció ante mi resplandeciente como una escultura recién terminada. La correcta proporción de sus formas y lo discreta de las mismas son ahora para mi una dulce añoranza.
Karen era delgada, bastante delgada diría yo, pero su cuerpo conservaba sus formas femeninas de manera proporcionadas y notorias. Sus blancos pechos eran mas bien pequeños, poco prominentes, pero muy bien definidos, distintos a otros que había visto en fotografías, para nada vulgares pensándolo ahora. Sus pezones eran pequeñísimos, ínfimos, de un marrón suave. Su aureola de tono rosa poco amplia era casi imperceptible ante el color de su piel. Su vientre era plano y tenía una muy bien dibujada cintura. Sus piernas eran largas y tan delgadas como ella misma, sin embargo sus muslos se mantenían bien firmes y duros, efecto del constante deporte
Yo luego de observar el conjunto de su cuerpo me centre en los pechos observándolos al milímetro, de ahí baje casi automáticamente la mirada hacia aquella parte desconocida por mí, aquella zona de la mujer que solo conocía por escuetos dibujos de libros de anatomía, dibujos que al ser comparados con lo que vi en mi hermana eran totalmente faltos de realidad.
Esperaba encontrarme con un hueco, o una abertura como la de los libros, pero lo que veía en el bajo vientre de Karen era otra cosa. Un triángulo celestial invertido donde suaves, rubios y exquisitos vellos poblaban de manera escueta el pequeño promontorio de su sublime pubis. Entre estas finas vellosidades casi transparentes estaba una apenas visible abertura, unos delicados y rosáceos labios que trataban de ocultarse tras su escudo de vellos.
Las sensaciones que recuerdo y las que rememoro ahora son distintas. En ese momento estaba como hipnotizado, absorto en la expectación de lo recién descubierto, de lo prohibido. Hoy cuando pienso en ella y en ese momento evoco la belleza, la perfección del cuerpo en mi hermana, la forma en que se me mostró ante mi tamaña imagen, demasiado impactante para procesarla con calma.
Al instante de desnudarse, Karen, se dio media vuelta y procedió a secarse cogiendo otra toalla, dándole la espalda al espejo y pasando la tela por todo su hermoso cuerpo. Distinguí entonces ese trasero tan atractivo que aún hoy conserva. A pesar de ser delgada y de formas sutiles su trasero era bastante llamativo, blanco como ella, lujuriosamente redondo y respingón. No es grande, así que guarda muy bien la armonía con el resto de su cuerpo. Colocando una pierna y secándola, luego la otra, pasando la toalla por sus brazos y piernas, por su vientre y trasero, un trabajo que realizaba de manera tan natural pero que a la sombra de mi perspectiva resultaba la imagen mas excitante que mortal alguno pueda imaginarse.
Termino al fin vistiéndose, colocándose sus bragas, subiéndolas por sus piernas y ajustándolas a su cuerpo. Ocultando sus pechos bajo un sujetador rosado, y por último llevándose todo vestigio de desnudes con su pantalón y su blusa. Luego de eso cogió unas cosas y salió de la habitación y de la casa, rumbo a no se donde. Yo por mi parte estaba evidentemente excitado, contento de poder haber colmado mis expectativas. Con mucho cuidado de no hacer ruido y de no ser visto salí de su habitación y corrí a mi habitación a meditar en lo visto. Una vez solo por fin me di cuenta de que mi febril estado originado por mi "mal sano" oficio de mirón habían originado que mi pene endureciera como piedra.
Desde ese entonces quede fascinado con mi hermana, y mis practicas masturbatorias tuvieron un motivo y una dedicación: Karen
Mi acercamiento a ella como hermano aumento. La acompañaba cuando podía, conversaba de ella sobre cualquier tema, la ayudaba en las tareas domesticas que a veces delegaban sobre ella mis padres. Al final ambos éramos bastante cercanos salvando la brecha cronológica. A si mismo mis ganas de seguir viéndola desnuda también aumentaron.
La espíe un par de veces cuando dejando la puerta de su habitación entreabierta, ella se cambiaba de ropa. Pude ver muchas veces más sus piernas, su pecho semidesnudo, su trasero. Aún así seguía con ganas de verla completamente desnuda como aquella gloriosa vez. Habían pasado casi tres meses desde aquella memorable visión cuando decidí repetirla. Espere que se dieran las condiciones y aprovechando un viaje de mi madre junto con mis otras dos hermanas a casa de mi abuela decidí colarme en el cuarto de Karen.
Esta vez fue distinto pues la pille de noche, me había infiltrado furtivamente igual que la otra vez. Ella llego del baño del mismo modo con su toalla en la cabeza y la otra cubriéndole el cuerpo, pero esta ocasión apenas cerro el cuarto se desnudo, quedándose solo con su toalla en la cabeza. Yo no había dejado ni un segundo de observarla desde que llego, y ahora con visible excitación masajeaba aquella dureza que se tensaba en mi pantalón.
Verla caminar de aquí para allá en completa desnudes, bamboleando sutilmente aquel trasero de suave piel, ver moverse ágiles sus largas piernas, apreciar aquella rubia entrepierna, alucinar con sus pequeños pechos, todo esto era demasiado y estaba al borde del éxtasis. Karen saco por fin unas bragas y su pijama, obviamente dormía sin sujetador. En un momento de espaldas a mi se puso sus bragas, las calo bien y se fue a sentar en su cama. Acerco su pijama estando sentada y cuando se disponía a vestirse pareció recordar algo. Abandono su pijama y se sentó al otro lado de la cama, desde donde podía verla perfectamente.
Sin poder dar crédito a mis ojos se abrió un poco de piernas y bajo tanto como pudo la parte superior de sus bragas dejando expuesto su hermoso pubis a mi vista. Alisó con cuidado su escasa mata de vellos, los separo y note como discretamente hurgo con algunos de sus dedos mas abajo. Yo en ese momento no entendía que hacía ni por que, pero la visión era sumamente excitante, estaba a punto de correrme.
Al momento abandono su entrepierna y dejo que sus bragas blancas se acomodaran correctamente. Se puso de pie y se las bajo completamente volviendo a sentarse con las piernas mas abiertas. Extrajo un pequeño espejo de mano de su mesa de noche y procedió a examinarse su sexo con gran dedicación. Yo estaba alucinado, desde mi posición podía ver más o menos bien lo que hacía, separaba sus vellos con la mano izquierda y con la derecha sujetaba el espejo puesto muy de cerca en su entrepierna. Note como los dedos de su mano separaban mas, ahora lo hacía sobre sus delicados labios vaginales, los cuales a penas podía distinguir.
Los dedos volvieron a hurgar de manera un tanto desapasionada, pero se mantenía inmutada en su autoexploración. Al rato como si nada dejo aquello y volvió a calzar su ropa interior y luego su pijama. Yo nunca entendí muy bien lo que fue que buscaba pero estaba notablemente satisfecho de mi incursión de ese día. Esta de mas decir que tuve que esperar horas hasta que ella se durmió para poder salir con el mayor cuidado de su habitación rumbo a la mía.
A esta incursión se le sumaron un par más, tan memorables como las otras, pero sin que se volviera a repetir aquella autoexploración. Yo ya tenía un plan, el cual era acercarme mas a mi hermana y poder disfrutar de su cuerpo de algún modo, estaba poseído por una obsesión insana que no podía reprimir.
Continuará
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