Descubriendo a Cris. 8. Harakiri.

El cuestionario sexual es un éxito y se expande por internet como pólvora ardiendo. Es cuestión de tiempo que Cris y su entorno den con él. Lo que en principio parece una empresa de éxito puede tornarse una pesadilla cuando Migue descubra que hay pasados que es mejor no desenterrar.

8. Harakiri

Entreabrí los ojos y me encontré con la habitación sumida en una densa oscuridad. El silencio, tan profundo que resultaba antinatural, envolvía cada rincón, y una extraña sensación de paz me embriagaba. Mi cuerpo inerte sobre la cama, respiración pausada y frecuencia cardiaca bajo mínimos, las baterías cargadas después de un par de malas madrugadas. Me sentía limpio, dispuesto. Todo residuo venenoso parecía haber sido destilado durante la noche. La idea de querer hacer borrón y cuenta nueva la energía para mis motores. Un único pensamiento me gobernaba: había que hacerlo desaparecer todo.

Cuanto antes.

Pero contra mi determinación, el vengativo destino.

Fue al desperezarme cuando la primera señal de que algo no iba bien activó mis sentidos y despertó a los demonios: Cris no estaba a mi lado. Se me había adelantado de nuevo, y no pude evitar revivir cierto déjà vu . La tempranera sensación de confort parecía descomponerse entre la negrura, alejarse tan rápido como llegó. De fondo, mi aletargado subconsciente queriendo decirme algo que escapaba a mi entendimiento.

Giré el cuello y los dígitos rojos del despertador fueron la segunda mala señal: era casi la una del mediodía. Oh, mierda, es tardísimo . Le acababa de robar al domingo las horas de sueño que mis estupideces me habían robado los dos días anteriores. El bienestar físico y mental se quebró en pos de la realidad: cuantas más horas pasaran, más posible resultaba que Cris o alguien de su entorno llegara al cuestionario. Y para colmo... ¡la barbacoa en casa de mis padres!

Tenía que localizar a Mori inmediatamente, antes de que fuese demasiado tarde. Y Cris, ¿dónde coño estaba Cris?

¡Vamos, Migue, espabila! ¡El test debe haber llegado a China! ¡No hay tiempo que perder!

Sobresaltado, pegué un brinco y aterricé sobre las zapatillas de casa. Salí al pasillo y una ráfaga de viento bordeó mi figura. Alguna ventana estaba abierta, provocando que una corriente de aire frío atravesara el corredor. Avancé a través de él, echando un vistazo a cada una de las habitaciones, y me planté en el recibidor. La llave estaba echada y el llavero colgaba de la cerradura. ¿Dónde está…? Justo antes de asomarme a la cocina, una risotada proveniente de la terraza llamó mi atención.

Cris.

Me adentré en el salón, el enorme ventanal abierto y los visillos echados, y agucé el oído.

—Qué va, morenita, eso es imposible, ni lo contemples. No se puede enterar jamás —oí decir a mi novia, que hablaba por teléfono con Chiqui, su morenita —. ¿Cómo que por qué no? ¡Porque le daría un chungo y después me dejaría! Nena, he sido totalmente sincera, no sé qué habrás puesto tú... —¿Hablaba de mí? ¿Hablaba del test?—. Ah, pues no lo sé. Si nos toca el viaje o el coche le diré que lo rellené al boleo para que no me interrogue... —¡Sí, hablaba del cuestionario! ¡Dios!—. Quizás que vi el sorteo en el botecito de lubricante y lo único en que no mentí fue en la edad. Total, por esos regalos soy capaz hasta de acostarme con mi jefe —se reía a carcajadas, mi rostro se ensombreció. Mi novia jamás hablaba así ni hacía comentarios tan fuera de lugar como ese, no era su estilo. Ni su jefe tampoco—. Eso es, todo inventado, lo cual es una pena, ¿eh? Me encantaría que supiera que todo lo que he puesto es cierto... Sí, por ver si lo pilla, que es algo lento a veces... —Se produjo una breve pausa, e imaginé a Chiqui hablando como si le hubieran dado cuerda. Cris, totalmente desconocida, contestó pasados unos segundos—. A ver, habrá preguntas cuyas respuestas conozca, es mi novio, pero Migue y yo no nos hemos puesto a contarnos nuestro pasado ni las cochinadas que hemos hecho o dejado de hacer. Si el tema ha surgido alguna vez ha sido dentro de un contexto concreto, pero nada más. Imagina la impresión que se puede llevar de mí, joder... —Otro silencio—. Claro, tía, tú llevas tiempo soltera y te ha conocido así, pero mi caso es diferente. ¿Qué pensaría de mí si se enterase de todos los tíos que me he tirado? Joder, qué va, qué va. Eso es terreno vedado para él... —Me acababa de quedar a cuadros, una estatua de piedra en el salón. Unos instantes de silencio y prosiguió:— Sí, eso por supuesto. Bueno, es que el dichoso cuestionario se las trae. ¡Vaya preguntitas! Ponen a una en un compromiso —continuó sin dejar de reír—. Claro, lo he puesto. ¿No te estoy diciendo que he sido totalmente sincera? Además, ¿quién no es infiel hoy día? —¡¿Cómo?!—. No, no, puse que no descarto que pueda volver a pasar en el futuro, hay que ser previsora y realista. Y más ahora, que la porra y las esposas han vuelto a ponerse de moda... —comentó descojonada. No daba crédito de lo que estaba oyendo. ¿Se refería a Felipe? —. Esa es otra, sí. Es mi ciudad deportiva favorita, ¡cómo me gusta hacer deporte! Especialmente, bueno... ya sabes. Cada vez que paso por la zona de los aseos no puedo evitar recordar cómo acabaron los estiramientos con mi corredor misterioso... ¡Cómo lo sabes!, si ya me ponía verlo correr, con ese badajo colgandero, imagina cómo me estremezco al recordarlo corriéndose... Pues sí, prefiero el deporte al aire libre, ¡dónde vamos a parar! He comprobado que los champiñones más hermosos brotan al sol y no dentro de los gimnasios... —Empezó a reírse escandalosamente—. Ya te digo, nena, solo garbanzos. Así no mola quedarse hasta última hora en clase de spinning, ¿verdad?... ¡Bien pensado! Sí, eso es... Pues claro... Perfecto, me escribes luego y organizamos el cumple de Barbi. Y lo dicho, guapilla de cara, que gracias por avisarme del sorteo. De no ser por ti ahora no estaríamos planeando nuestro superviaje a Ibiza... ¡Nos vamos a poner finas, morenita! Mejor dicho: nos van a poner finas... Uf, me entra de todo nada más imaginármelo... Sí, sí, a ti ya sé que te entra todo, lo comprobamos anoche con estos dos... —Y volvió a rugir de la risa, feliz como una perdiz.

Pero yo no aguantaba más. Mi corazón dijo basta. Mi mente, que no daba crédito, entró en barrena. ¿Era posible que...? A esto lo llamaba mi madre ir a por lana y salir trasquilado. Puta idea la del cuestionario íntimo, a mala hora fui a mear en Andén. Estaba deshaciendo los pasos que me habían llevado al ventanal, tratando de huir de todo foco de dolor, cuando la puerta corredera se abrió y un manotazo apartó los visillos. No pude evitar trastabillarme con la mesita y caí sobre la alfombra. Delante de mis narices, la figura de Cris recortada frente a la claridad que invadía el salón.

—¿Ahora también me espías? ¿No te vale con ser un negado en la cama, un cornudo y un garbancito, que te diviertes también siendo un maldito degenerado que espía a las mujeres? ¿Pues sabes lo que te digo? Que...

Mi mente me obligó a despertar. Cuestión de supervivencia, imagino. Estaba empapado en sudor, respirando de manera agitada y con la tensión por las nubes. La cabeza me iba a reventar. Acodado sobre el colchón, mi nuca se apoyaba contra el cabecero de la cama y mi pecho se agitaba a ritmo vertiginoso. No sé cuánto tiempo me costó entender que todo había sido una delirante pesadilla. ¿Puede que un mal presagio? Lo fuese o no, tocaba recuperar las constantes vitales, apartar de mi mente todo componente tóxico y dominar una situación que cada vez se volvía más indomable en mi interior. Aunque la situación, como concepto más o menos abstracto, abarcara terrenos más allá de mis sueños, que no hacían más que reproducir parte del repertorio de mierda en que había convertido todas y cada una de las horas de aquel puente de noviembre. Inseguridades impropias de mí, celos de lo que ya no existe, temores irracionales... y ciertas dosis de desconfianza insalubre.

Respiré hondo y me pedí relax. Ya ha pasado, me dije no sin cierto tormento. El sueño había dado en el centro de la diana de mis inquietudes; demasiado intenso, demasiado real. Un tsunami que había arramblado con la firme decisión que tomé antes de dormir y que parecía cierta en las irreales imágenes que me acababan de zarandear las entrañas: ya no estaba tan seguro de querer hacer desaparecer la encuesta. La pelota volvía a sus máximos. Otra jodida vez. Parecía que su tamaño variaba en cuanto presumía que iba a tomar una decisión definitiva, aunque fuese entre sábanas. Me sentí una marioneta en sus manos, y no dejaba de preguntarme qué debía hacer. ¡Los miedos seguían estando muy presentes y no encontraba la manera de engañarlos!

Cauto, asegurándome absurdamente de que esta vez no estuviera soñando, a pesar de que el dormitorio aparecía ante mis ojos como acababa de ser representado por mi subconsciente, giré la cabeza hacia la mesita de noche: eran las 10:47 de la mañana. Relativamente temprano . Palpé entre penumbras el terreno de cama propiedad de Cris, aguardando quizás palpar algo que me trajese definitivamente a la realidad de mi vida, cuando el ruido del secador de pelo provocó que mi atención se centrara en la puerta situada a mi derecha. El baño. Nada mejor que una ducha para espantar la resaca, supongo. La segunda que se daba en unas horas. No sería la última.

Tenía tiempo para espabilarme antes del primer encuentro con la pequeñaja. Sigiloso, como si pudiera verme a través de la pared, agarré mi teléfono de la mesita. De soslayo, mi atención puesta en el suyo, al otro lado de la cama. La tentación de echar mano de su iPhone planeaba sobre mi cabeza, no lo niego. Al segundo, con el recuerdo de las consecuencias que había traído a mi vida haberla espiado del mismo modo en que pretendía proceder ahora, me pregunté en qué momento de la relación había actuado yo de aquella manera, con tanto secretismo y suspicacia. Joder, estaba confuso, ¡necesitaba unas respuestas para las que no estaba preparado! Por no hablar de la intriga que me invadía por los acontecimientos que ignoraba de la noche anterior. Vaivén de emociones.

Debía hablar con Mori, me dije precavido, ahuyentando a la tentación, descubrir cómo avanzaba el plan y sacar algo en claro. Motivos para avanzar, razones para abandonar.

Desbloqueé la pantalla y me encontré entonces, aún con las legañas emborronando mi visión y mi boca maldiciendo en voz baja el malestar provocado por los últimos azotes de la pesadilla, con varias llamadas perdidas: de mi padre, de mi hermano Fran, de Jacobo, de Markus, de algún cliente... y de Mori. Muchísimas llamadas de «MoriMori». Mal augurio. Y mensajes de Whatsapp: de mi padre, de mi hermano Fran, de Jacobo, de Markus, de Elena... y de Mori. Muchos mensajes de «MoriMori». Casi todos. ¿Primera señal real de que algo no iba bien? No tuve más que abrir los primeros mensajes que me había escrito durante toda la mañana para corroborar el mal presagio: el cuestionario estaba teniendo un éxito abrumador. Podía resumirse este éxito de muchas maneras, pero un solo dato servía para explicar en qué consistía: 14.000 test recibidos. A esta cifra podían añadirse otras no menos impactantes. La foto gancho de Instagram tenía 36.000 likes , casi 9.000 comentarios; el perfil falso de Durex®, casi 50.000 seguidores.

Jamás había padecido tanto vértigo sin subirme a un avión, sensación que se fundía con el resto de mis malestares. Podía sentir cómo los latidos del corazón sacudían mi pijama.

Y todo esto había ocurrido antes de las diez de la mañana, poco antes de que Esteban me escribiese el último mensaje e intentara contactar conmigo vía telefónica por última vez. ¡Ahora podía ser peor! Entonces, elucubrando todo y más, saltaron otras alarmas: ¿Me ha escrito porque Cristi ha dado con el cuestionario y el correo nos ha avisado de que la usuaria CrisLoveAndSun ha enviado sus secretos? De nuevo la tentación de coger lo que no era mío tuvo que ser aplacada.

Sin perder ojo de la puerta del baño, y tras echarle un vistazo a algún que otro mensaje importante, llamé a Mori. Necesitaba la inmediatez de la voz en pos de unos mensajes que a veces tarda, tardamos, horas en contestar. Por desgracia, las tres llamadas se perdieron en el tiempo y ciertas dosis de angustia se apoderaron de mí.

Aprovechando el sonido del secador, de nuevo sintiéndome un desconocido, salí de la habitación, me encerré en el despacho y me perdí en el portátil. Debía hacerlo. El correo que habíamos dispuesto, como era de esperar, estaba saturado, fuera de control, y a poco que actualizaras ya aparecía algún nuevo mensaje entrante. El perfil de Instagram, por su parte, era pura algarabía. Pero ni rastro del aviso programado para cuando CrisLoveAndSun enviara sus respuestas. Y no supe si eso era algo bueno o malo, si lo deseaba de verdad o no. Entonces, rememorando la reciente pesadilla, una corazonada: Chiqui. Eso era, necesitaba saber si Chiqui había descubierto y contestado al cuestionario. Si había picado, mi novia sería la siguiente. Pero ¿cuál era su perfil de Instagram? ¿Cómo se llamaba? No recordaba el nombre, así que raudo accedí al perfil de Cris desde el de la empresa y rebusqué entre las últimas fotos subidas. Si lo veía, sabría cuál era. Mas no tuve tiempo. La puerta del despacho se abrió y una Cris con una toalla enrollada al cuerpo me dio los buenos días. Desprendía frescura y sensualidad, follabilidad por los cuatro costados. Por desgracia, mi receptividad andaba bajo mínimos. Mi mente estaba lejos de allí, y cualquier indicio de apetencia sexual perdido entre deseos más urgentes.

—¿Trabajando un domingo, señor ojeroso? —me preguntó desde el umbral con su carita de felicidad perenne—. ¿Qué pasó con tu promesa? ¿No ibas a olvidarte de los coches estos días?

—Sí, pequeñaja, sí... —titubeé—, pero esto es inaplazable. Me ha escrito Markus. Esta noche llegan los Mercedes y el transportista no los trae a la nave. Tengo que ir a recogerlos al aeropuerto a medianoche —respondí, y no hubo en mi contestación mentira alguna.

—¿Y qué piensas hacer? ¿Ir tú? ¿No puedes llamar a Lucas o qué? —Se refería a mi operario de confianza.

—Tengo que llamar a Lucas, y Lucas tiene que venir a recogerme en el portacoches. Y los dos vamos a cargar los Mercedes hasta el concesionario. Él no puede hacerlo solo, ni tampoco firmar por mí, ni verificar el estado de los vehículos ni revisar la documentación. De todas formas, eso será esta noche, ¿vale? Ahora nos toca disfrutar del día. ¿Has pensado con qué bikini vas a espantar a Rosa y alterar a mi primo? —comenté antes de sacarle la lengua.

La pregunta «¿Qué tal lo pasaste ayer?» y todas sus derivadas se me atoraron en la garganta. Quizás por evitar encontrarme con nuevas fuentes de turbación hasta que me encontrara más entero, aunque me pudiera la curiosidad. Fue de camino a casa de mis padres, un buen rato después, y viendo que no nacía de ella, cuando promoví la charla. Como intuía, me sirvió únicamente para obtener vagas y poco elaboradas contestaciones que no saciaban mis ganas de saber. «Nos lo pasamos genial, estuvimos en el Café Central, en un concurso de monólogos...», «Chiqui en su línea, ya la conoces, pero es que si no hiciera esas cosas no sería ella...», «Pues nos encontramos con Nacho y otro muchacho en Le Cap. Iban a Fuengirola para ver pinchar a un amigo y nos acoplamos con ellos. A las diez y pico nos vinimos a Málaga y acabamos en el Mötu...», «¿La noche? ¡Un rollo de noche! Chiqui y Nacho, que se habían pasado con las copas, acabaron tirándose los trastos a la cabeza. ¡Otra vez! Pasan del amor al odio en un segundo... Menudo desastre de pareja harían... Sigo pensando que un buen polvo aplacaría sus tensiones no resueltas, pero siguen estancados en la fase de la cal y la arena para demostrar quién manda...».

De lujo. ¿Y el otro muchacho, se puede saber quién era? ¿Por qué no haces alusión a él? Pues como no salió de ella, que parecía más preocupada en decidir qué regalarle a Bárbara por su inminente cumpleaños, yo no quise preguntar. Bastante tenía ya. Aunque la respuesta la conocería más pronto que tarde.

El día fue, dentro de lo maravilloso que es el reencuentro con tu familia, desquiciante. Histerismo puro. Podría decir que lo fue porque cada reunión familiar en casa de mis padres es una comida de empresa. No se habla de otra cosa que no sea el trabajo. Trabajo, trabajo y más trabajo. No en vano, tanto mis progenitores como mis hermanos formamos parte, aunque insignificante, del tejido empresarial de este país. Pero también mis tíos paternos, que junto a mi padre son propietarios de cuatro pequeños hoteles repartidos por la costa malagueña y granadina, y junto a ellos mi único primo por la rama paterna, Jairo, que también se aventuró en el sector automovilístico aprovechando mi logística, contactos y conocimientos.

Él podría ser perfectamente el segundo motivo que convirtió aquella tarde en abominable. Él y su mujer, Rosa. Porque si a las dificultades que encontré para que mis comienzos con Cris fuesen por la senda correcta, tuve que añadir otra más: parte de mi familia no la veía con buenos ojos.

Tiene tatuajes.

¿Y qué? Yo también llevo dos. Además, se los diseña ella misma y están llenos de significado.

Sus padres son artistas y bohemios, seguramente comunistas.

¿Qué mierda me importa a mí el signo político de mis futuros suegros, si me da igual el de mi pareja? Además, ¿quién os ha dicho semejante memez?

¿Patronista? ¿Diseñadora? ¿Qué trabajos son esos? En la moda no hay nada bueno...

¡Pues son trabajos normales! ¡Y encima es buenísima en lo suyo y se lo reconocen! ¡Tiene mil proyectos y propuestas!

Es demasiado espabilada para estar tan buena. Si al menos fuese más tonta...

¡Pero qué dices!

¿No es un poco provocativa vistiendo?

¿No eres un poco mentecato pensando?

En serio, yo no me fiaría de una tía así. Estas van a lo que van, por mucha carita de corderito degollado que te pongan...

¿Así cómo? ¿Y qué quiere decir que van a lo que van? ¡Pero si vivo en el piso de los abuelos y todavía no he conseguido que mis ingresos superen a mis gastos!

Claro, por eso el Jaguar y tu hobby de viajar a lugares exóticos. Tus padres te dan una tranquilidad y te hacen de colchón...

¡Tonterías, por favor! ¡Su padre es escultor y la madre vende cuadros hasta a los Grimaldi!

Sí, sí, bueno, lo que yo te digo: bohemios.

Memeces. Memeces estratosféricas que tuve que aguantar al comenzar con Cristina, ajena a todo lo que se pudo decir a sus espaldas. Prejuicios que tuve que tragarme para no hacerla partícipe de las carencias de algunos miembros elitistas de mi propia familia. Solo el tiempo puso las cosas en su sitio y silenció unas cuantas bocas. Aun así, todavía no se había ganado la aceptación total por parte de alguno de mis parientes. Ni lo haría. Por supuesto, mi primo seguía viéndola con (mucho) recelo. No lo decía directamente, pero daba a entender que estaba «demasiado buena» como para estar conmigo por amor al amor. Eso me jodía. Principalmente porque en mi currículum amoroso aparecía alguna que otra chica bastante guapa y nadie las había juzgado por su puto aspecto. Y segundo, y no menos importante, porque yo no soy ningún adefesio. Vale, nunca había sido un ligón de discoteca, pero ¿qué me importaba eso a mí? Cualquier sitio es mejor que un antro para conocer gente... y lo que surja.

Por adscripción, a su mujer tampoco le entraba por los ojos una Cris que siempre opacaba su presencia. Pero también porque Cris es simpatía, inteligencia, es alegría, bondad, altruismo... y es belleza; tiene don de gentes, es espontánea, risueña y cercana. Es decir, es todo lo contrario a Rosa, a la que acabo de describir por comparación.

Me hubiera importado poco que la cosa se quedara ahí. Al fin y al cabo Cris es impermeable a la inquina ajena, y ya sea por inocencia, real o impostada, o porque le suda el potorro lo que se piense de ella, siempre va con su sonrisa por bandera. Mi primo es un incapaz que jamás ha sabido valerse por sí mismo en una familia en la que con dieciocho años sus primos estábamos estudiando y trabajando, así que de alguna manera tenía que exteriorizar sus resquemores. Y Rosa tres cuartos de lo mismo. Pero que mi hermano mayor, Fran, hubiera desconfiado también de mi criterio cuando decidí presentar en sociedad a Cris, sí supuso cierto conflicto interno. Mis padres, que estaban encantados con ella —qué bonita es, qué graciosa, cómo te mira, qué bien amueblada tiene la cabeza...—, y mi hermano pequeño, que adoraba a Cris hasta el punto de tener un póster a tamaño natural de mi chica presidiendo su habitación, no entendían que mi hermano mayor no le quitara razón a los motivos que esgrimía mi primo para desacreditar a una Cris con la que había cruzado cinco palabras y se posicionara del lado sensato. Por suerte, el contacto de mi novia con mi familia fue lo suficientemente intenso durante los primeros meses como para despejar cualquier tipo de duda que se hubiera cernido sobre ella por... ¿su aspecto? ¿Su naturalidad? ¿Los tatuajes? ¿Lucir escotes como las demás? Qué se yo.

Pero no. Las miradas cargadas de deseo de mi envidioso primo y las desaprobatorias de la acomplejada de su esposa tampoco supusieron motivos de desquicio para mi psique. Tampoco el distanciamiento de mi hermano mayor y su mujer con Cris, a la que veían casi como a una niña alejada de las formalidades de la vida adulta. Ni las constantes necesidades de atención de mi padre, un hombre que goza al sentirse admirado por sus seres queridos y necesita ser siempre el centro de todo encuentro familiar.

Nada de eso abrasaba mi paciencia como podía haber ocurrido en otras reuniones familiares.

En mi mente, los únicos problemas reales que me asediaban durante la jornada de comilona y solecito eran los mismos que llevaban torturándome últimamente... pero más agravados. De nada estaba sirviendo cambiar de escenario y personajes, no lograba acabar con mi estado de nerviosismo y dudas. Me avocaba a un precipicio y mis vanos intentos por frenar lo inevitable parecían más un montón de frágiles pretextos para justificar el putadón que le quería hacer a Cris que esfuerzos por ponerle freno.

Mori contestaba a mis mensajes con una demora excesiva y no me aclaraba nada, lo que me ponía de los nervios. Nervios que cada vez me resultaban más difíciles de disimular. Pero qué iba a hacer, Jana había vuelto y estaban pasando el domingo en la montaña. Qué bonito el senderismo en pareja. Las últimas noticias no eran tampoco nada halagüeñas. No podía buscar ni añadir el perfil de Chiqui al correo para que nos avisara si rellenaba y enviaba el test hasta que no volviera a casa. Y otro apunte inquietante: la participación en el cuestionario y las reacciones en Instagram se habían triplicado desde la mañana. Además, había florecido cierto escepticismo entre un grupo de participantes:

¿A alguien le ha tocado alguna cuenta de Netflix? ¿Se sabe algo? ¿No actualizan con el nombre de los ganadores? ¿Sabe alguien si...?

Preguntas absolutamente lógicas... que podían joderlo todo. Por suerte, muchos encubrían este inconveniente a base rumores que a saber de dónde habían nacido:

Creo que han dicho que los premios los dan por la noche. Te mandan un directo a Instagram con el código y tienes que activar la cuenta. Sí, eso he leído yo. ¿No lo ponía en las bases?

Cómo no estar nervioso.

En tal estado de distanciamiento con la realidad me hallaba, limitándome a charlar lo justo con mis parientes, devolviendo las llamadas pendientes con tal de encontrar una excusa para aislarme en algún rincón de la enorme casa, esquivando a propios y ajenos en el jardín y haciendo sobreesfuerzos para que Cris no percibiera mi aflicción por lo que una parte de mí ansiaba robarle, que mi madre no dudó en preguntarme qué me pasaba. No se le ha escapado nunca detalle que pusiera de manifiesto cualquier turbación en mi estado de conciencia serena.

—Quería desconectar, pero es imposible con papá. Escúchalo, escúchalo, ¡no para de dar órdenes! Y los tíos, escucha a los tíos. No saben cambiarle ni el aceite a sus coches y me dan lecciones a mí de cómo llevar mi propio negocio...

Su sonrisa disfrazaba un: «Qué me vas a decir, rey; tras cincuenta años con él una se acostumbra a todo. Incluso a tus tíos». Y tras este pensamiento, le intuía otro no menos obvio: «Pero a ti te pasa algo».

Eran casi las siete cuando nos recogimos y enfilamos el camino de vuelta. Resumen positivo en tanto que había cumplido con los míos y regresaba con dos tonos más en la piel y un principio de insolación. Nada mal para atravesar el núcleo duro del otoño. En el otro lado de la balanza, el devenir del cuestionario sexual en internet y las consecuencias de aquella empresa que avanzaba sin control, mis recelos por saber con quién se había estado escribiendo mi novia de vez en cuando durante toda la tarde y la ausencia de un Mori con quien necesitaba contacto continuo para mantenerme sereno.

—¿Estás bien? —le pregunté a Cris mientras devorábamos kilómetros de autovía, aunque por un momento me dio la sensación de que había exteriorizado una pregunta que iba dirigida a mí mismo. Mi mano sobre su rodilla desnuda y mis pensamientos centrados en... ya sabéis. Y no me refiero a follármela.

—Sí... Cansada... —contestó, llevando después su mano a mi nuca, una sonrisa sacando a relucir sus hoyuelos.

—El día menos pensado me voy a quedar frito conduciendo por tu culpa. —El masaje que me daba en la nuca resultaba terapéutico.

—Bueno... —dijo con tono seductor—, si veo que comienzas a relajarte más de la cuenta y mueves menos el volante... también sé cómo despertarte...

Dejó caer su mano sobre mi muslo derecho y luego manoseo mi paquete con dulzura. Palpó el pantalón vaquero y buscó mi polla con intención de magrearla. Y así lo hizo, con suavidad, deslizando la palma de su mano sobre el promontorio que formaba la extensión de mi miembro sobre la tela tejana.

—Joder, nena... —logré decir echando un vistazo a ambos lados de la carretera. Como si los conductores se fijaran en esas cosas, vaya. Los pensamientos eróticos contenidos durante todo el día, su imagen en bikini, sus tetas botando a cada pasito y sus glúteos meneándose armoniosamente emergieron en tromba, desbocados, como visualizar una cinta VHS que hubiera grabado mientras me dedicaba a ver otro programa a la misma hora. Aquello fue la gota que colmó un vaso que me había propuesto no llenar en pos de no perder la visión general de los problemas que me rodeaban. Ahora sí cabía imaginar que lo de follar se colaba en mis pensamientos.

—¿Qué, eh? —pronunció sin dejar de masajearme. Podía sentir su mirada clavada en mi perfil, buscando algún tipo de reacción que la satisficiera.

—Eres mala. Muy mala. Y si tú lo eres...

Mi mano ascendió desde su rodilla a través de su suavísimo muslo, llegando a rozar su pantalón corto. Y ahí me quedé.

—Ni de coña, y nunca mejor dicho —objetó entre risas apretando sus muslos para aprisionar una mano que acababa de ver castrados sus deseos más sucios—. Tú conduce, que de la palanca me ocupo yo...

—Este coche es automático —repliqué dejándome llevar por el plácido magreo.

—¿Entonces de dónde sale esta cosita tan preciosa?...

Si hubiera querido disimular que tanto comentario como gesto no me agradaron, mi polla demostró lo contrario. Ya estaba a tope. En cuanto mi novia notó que había entrado en calor quiso ir más allá. Detuvo el magreo y atrapó el deslizador de la cremallera. La hostia, lo que me faltaba. Desde luego mi mente no estaba al cien por cien, dividida por el constante runrún y las palabras de un angelito sobre mi hombro diciéndome que no había mostrado interés en detener aquello que sabía que estaba mal. Pero la idea de una escenita erótica previa al regreso a casa abría un interesante panorama. Al menos, me dije dejándome embaucar, mi cuerpo está más predispuesto que esta tarde. Lo cual, pensé a colación, solo podía conducir a un camino: la pelota se desinflaría y volvería a lamentarme de la puta idea de un cuestionario que cada vez veía más lejos que pudiera encontrar... y rellenar.

No podía estar más equivocado. Porque si durante todo el plan, llamémoslo así todavía, había tenido la percepción de que todo aquello no era más que un algo abstracto que no conduciría más que a calmar las regiones más recónditas de mis inseguridades y miedos a base de un: «Lo intenté, pero me di cuenta de que todo era realmente innecesario y no tengo por qué desconfiar de su pasado, presente o futuro», el primer golpe de realidad estaba a punto de noquearme... por fin.

—Voy a saludarla, muñeco, que sé que lleva todo el día echándome de menos... —dijo con extrema picardía, experta en saber dejarse querer... y desear.

Tres dedos habilidosos desabrocharon mi pantalón. Con la cremallera bajada, el nacimiento velludo de mi polla quedaba a la vista, dotando a la escena de mayor suciedad. Me disponía a levantar el trasero del asiento para bajarme unos centímetros el pantalón y que la mano de Cris se perdiese entre mis piernas, cuando el sonido del teléfono nos devolvió a una realidad de la que nos habíamos ausentado.

—¡Leches, qué susto! —exclamó mi novia recomponiéndose.

Dejó sus quehaceres y agarró el teléfono, ubicado en el posavasos entre los asientos delanteros.

—¿Quién es?— quise saber intentando ocultar mi exceso de interés. El teléfono chirriaba sin cesar.

—Tu MoriMori. ¿Lo vas a coger? ¿Conferencia pública o privada? —Términos que usábamos para referirnos a salvaguardar la privacidad de la persona que nos llamaba en presencia del otro.

Mori. Joder. Gracias a Dios que el bluetooth hacía semanas que se había desconfigurado .

—Privada, si no te molesta; hoy le ha tocado reencuentro con Jana y ya sabes... Luego te pongo al día.

Cris asintió con una sonrisa cómplice, descolgó y colocó el aparato en mi oído. Su atención se perdió más allá de la ventanilla mientras sostenía el teléfono y tarareaba la canción que enturbiaba el plácido trayecto.

—Qué pasa, feo, ¿cómo vas?... —saludé.

—Siempre se puede estar mejor. ¿Quién canta?

—Maluma. Voy con Cris de camino a casa y el coche sin reguetón no arranca... —le advertí entre líneas. Ella sonrió.

—Si suena el retardado ese es que no tienes el manos libres, ¿cierto?

—En efecto, todavía no he arreglado el problema técnico, así que ella sostiene el teléfono. Nunca te compres un coche de cuarta mano. ¡Coméntame!

—Contesta con un sí o un no y después añade lo que te dé la gana. ¿Lo has entendido? Si cuelgo es porque Jana ha llegado del chino.

—Claro, debe ser alguna tontería. —Mi mirada se cruzó con la de Cris y nos sonreímos. De nuevo la punzada por estar traicionándola presente.

—¿Te suena ChikiPippiolina ?

Ese era el Instagram de Chiqui, sin el menor género de dudas.

—Sí, ¿y qué tal os ha ido? Te iba a llamar en cuanto llegara a casa. ¡Quiero novedades frescas!

Pude apreciar otro atisbo de sonrisa en Cris, cuya mirada se perdía ahora en el horizonte marítimo que divisábamos desde la carretera de montaña.

—¿ Y BarbieOnThe, guion bajo, Moon ?

Estaba casi seguro de que era el nombre de usuario de Bárbara.

—Sí, lo entiendo. Estas cosas son así...

—Han rellenado el cuestionario.

Zas.

Se me hizo un nudo en la garganta. Vértigo. Excitación. Acaloramiento. Los primeros peces gordos picaban el anzuelo. La caña vibraba con fiereza y mis manos temblaban. La carne del almuerzo parecía querer salirse por donde había entrado. Náuseas nerviosas.

—¿Sí? ¿Cuándo? —pregunté tratando de ocultar el cambio de tono en mi encogida y temblorosa voz.

—La zorrita lo envió hace quince minutos; el tucán, hace apenas cinco.

—Vaya, hace nada entonces. ¿Y se queda a dormir en tu casa?

—Sí, aún están calentitos. ¿Sabes lo que quiere decir esto, no?

—Por supuesto, no esperaba que se fuese, chato. Habéis estado el día juntos y ya me imaginaba que había ido todo genial...

El nudo que me oprimía la laringe se contrajo, mi voz tiritaba. Que la existencia de la encuesta Durex® llegara a oídos (u ojos) de la persona que tenía a mi lado era cuestión de tiempo. De muy poco tiempo. Insuficiente para defenderme del impacto. Incluso cabía la posibilidad de que ya llegara tarde.

—Y... ¿has podido ver algo concreto...? Quiero decir, que si Jana tras su regreso... No sé, ¿cómo le ha ido con sus padres? —pregunté de manera bastante torpe. Mi mano acariciando la rodilla de Cris, ausente canturreando Felices los 4.

—He podido echarle un vistazo al de ChikiPippiolina , sí . Ahora mismo estoy abriendo el de Bárbara.

—Ah, ¿y qué te ha dicho...? ¿Sinceridad en Jana...?

—Bastante, me temo. Me extrañaría que Chiqui hubiera mentido en demasiados aspectos. Lo cual me deja bastante rayado, amigo mío... Hay algunos detallitos... desconcertantes. Deberías echarle un vistazo en cuanto llegues y sacar conclusiones...

—¿Tú crees?

—Lo sé, Migue. Debes...

—Perfecto...  —logré replicar con voz temblorosa—. ¿Y qué tal va ahora eso que te traes entre manos?

—Esta tampoco tiene pinta de haber mentido mucho. Apenas la conozco, pero la primera parte encaja con lo que sé... Ahora seguiré al tanto. De todas formas esta nos da igual, la que importa es la otra... En fin, no te entretengo más, ten los ojos abiertos.

—Ah, pues perfecto. Terminad de hacer eso y luego hablamos con más tranquilidad, que a Cris se le va a caer el brazo. ¡Disfrutad de esa cena esta noche!

Al oír su nombre, mi novia volvió en sí y me sacó la lengua.

—Espero que sepamos lo que estamos haciendo, Migue —prosiguió Mori con un tono más bajo y calmo—. Después del día de hoy, no estoy nada seguro de querer conocer a la Jana del pasado... cuando ya tengo a la Jana de hoy. Tú deberías plantearte lo mismo. Quizás no merezca la pena todo esto, al fin y al cabo la persona que va a contestar es la que conoces hoy describiendo a la que fue ayer. Tenlo muy presente si llega el momento, por si las moscas... —sentenció, hundiéndome en el barro.

—Maravilloso. Me parece estupendo. ¿Algo por lo que preocuparse? —quise saber revolviéndome sobre el asiento.

—Creo que la respuesta a tu pregunta la encontrarás precisamente... en tus preguntas. Migue, no estoy totalmente seguro de que esto... Bueno, olvídalo. Nos toca esperar a los dos. Un beso, chato.

—Esperaremos pues. ¡Luego me cuentas! —finalicé.

Si en algún momento se me pasó por la cabeza ordenarle a Mori que acabara con todo, no fue ese el momento.

Un vacío en el estómago y un ácido furor en mi rostro fueron las primeras reacciones a la noticia y a la misteriosa advertencia de Mori. Hay algunos detallitos... desconcertantes, me repetí a mí mismo . ¿A qué se estaba refiriendo? No tuve tiempo de padecer nuevas reacciones adversas al conocer las últimas noticias porque tras la llamada de Esteban el resto de calamidades iban a llegar por otra vía. El Whatsapp de Cris sonó y mi novia sacó el teléfono del bolso, que descansaba entre sus pies descalzos.

Tuve que hacer un ejercicio de contorsionismo y disimulo para no perder de vista la carretera, abrocharme un pantalón que ya no iba a sufrir más ataques y evitar que Cristi me pillase espiando qué ocurría en la pantalla de su teléfono. Y todo para recibir otra guantada de realidad: ChiquiLove había comenzado a escribirle sin parar, mi novia correspondía.

El resto del trayecto me resultó un pequeño infierno. La machacona banda sonora de fondo, Cris con la atención puesta en varias charlas simultáneas de Whatsapp que habían provocado que hablase conmigo usando poco más que monosílabos, miles de esfuerzos por leer qué se decía y con quién se lo decía... y la advertencia de Mori revoloteando por encima de mi mollera. Estaba a un solo paso de ver la luz al final del túnel y toda la aventura previa había pasado a un segundo plano. Todas las energías estaban centradas ahora en dos aspectos principales y otro secundario: uno, saber si alguien ponía en conocimiento de Cris la existencia del cuestionario; dos, descubrir si se disponía a rellenarlo... o si ya lo había hecho; y tres, saber qué pasaba con el inquietante test de Chiqui.

Para la primera pregunta, aunque pudiera haberla intuido, ya tenía respuesta.

—Estoy reventada, nene. Y mira qué pelos. Me voy a tener que lavar la cabeza otra vez... qué coñazo, de verdad...

El pequeño ascensor, espacio acristalado que reflejaba infinitas imágenes de una Cris que lucía espectacularmente seductora con sus mejillas encendidas y los cabellos húmedos, se detuvo justo cuando un montón de mensajes provocaran que el teléfono vibrara en mi bolsillo. Mi novia sacaba las llaves del hogar mientras yo desbloqueaba la pantalla:

MoriMori

Noticias de última hora, feo

Aunque tu niña no haya enviado el test

Ya sabe que existe…

Lo acabo de ver

La zorrita etiquetó hace tres cuartos de hora en Instagram a muuuuchas amigas

Y… Cristi es una de las etiquetadas

Es más...

Ha dado «like» al comentario de Chiqui en el perfil falso de Durex®

Lo sabe, Migue

19:48

El mensaje me golpeó en el vientre. Sí, cojones, es un golpe que esperas, pero no eres consciente de las fronteras que vas cruzando hasta que al otro lado algo te golpea con la crudeza de la realidad. Además, de ser cierto, todo había ocurrido de regreso a casa, en mis propias narices. Mi novia acababa de entrar en el juego estando a centímetros de mí. Y eso solo quería significar una cosa: si Cris conocía ya la existencia del test sexual, desde luego no era algo que pensara compartir conmigo. No, aquello se iba a quedar en terreno censurado para mí, algo así como «es cosa de chicas».

Zozobra en mi interior y suspiros a cada instante. ¿Qué hacer si lo rellena?, me pregunté aún con dudas sobre cómo proceder, inquieto ante el inminente cambio de rumbo que iba a tomar todo.

Bueno, mientras esa realidad aparecía frente a mí o no, podía ir preparando el terreno, adelantando temario. Tal vez buscar esas fuentes de inquietud de las que me había hablado Mori aclarase mis ideas y me permitiera adelantar acontecimientos.

Ni equivocado que estaba.

Deshicimos todos los bártulos, algún momento sexualmente tenso en la habitación que se resolvió con evidentes muestras de cariño, y esperé a que mi novia se volviese a meter en la ducha. No evitaba cruzarme con ella a cada rato para ver si echaba mano del teléfono, si había algo extraño en su actitud. Pero no aprecié en ella comportamiento distinto al de cualquier otro domingo, incluidos esos acercamientos encaminados a predisponer los momentos de cama de la última noche de la semana. Hasta que se perdió en el baño acompañada de su neceser... y su teléfono. ¡Su teléfono! Claro que, bien pensado y más allá de mis sospechas, podía haber más motivos oscuros para que necesitara el iPhone mientras se duchaba. Joder, el mundo no giraba en torno al cuestionario. Podía ser cualquier cosa. Por ejemplo, que yo no lo tuviera a mi alcance, no fuese a ser que leyera lo que no debía. O a quien no debía. Quizá por alguno de estos motivos tampoco me había invitado a compartir agua caliente.

Con los nervios a flor de piel, hecho un manojo de suspicacias y cargándome de valor, aproveché entonces para meterme en el despacho. Quería saber a qué me enfrentaba. Encendí el ordenador, que parecía arrancar más lento de lo habitual, y accedí al correo electrónico. Estaba a reventar. Decenas de miles de mensajes entrantes en el buzón de entrada, una verdadera ida de olla. A pesar del trasiego, no tardé en encontrar el nombre que usaba Chiqui en Instagram con la ayuda de la lupa del buscador: ChikiPippiolina . El corazón me dio un vuelco. Al segundo, tras un sonoro clic de ratón, ya estaba dentro. Secretos que nunca debieron ver la luz ante mí.

Con un ojo en la pantalla y otro pendiente del pasillo, comencé a leer todo aquello que había sembrado ciertas dudas y arrepentimientos en mi compañero de fatigas. Estaba excitado, ávido de confidencias. Pobre de mí. No iba a tardar ni cuatro respuestas en recibir la primera hostia. Unas pocas más y yo sería el segundo arrepentido.

Porque yo ya sabía que Chiqui era mujer y tenía entre 26 y 35 años, pero lo que jamás hubiera imaginado es que, además, Chiqui era… bisexual. ¡Bisexual!

¿Bisexual? ¿En serio? ¡Pero qué me estás contando! Espera, espera... ¿no se lo habrá inventado? Siempre le ha gustado eso de tontear creando confusión y jugar con una ambigüedad sexual que quedaba fuera de toda duda. Pero en estas circunstancias, ¿qué motivos tiene para mentir?

Hubiera pensado, como cabía esperar, que aquello era una broma. Una mentirijilla anónima para joder las estadísticas de Durex®. Pero Mori ya me había advertido: no había incongruencias.

Joder, ¿bisexual? ¿Estamos de coña? ¡Pero si le gusta más una buena polla que a un tonto un lápiz!

Aún con la sorpresa en el cuerpo y cierta reticencia a creer que aquello pudiera ser verdad, avancé en busca de más sobresaltos. Soltera, no le importaría casarse cuando llegara esa persona ni tener más hijos. Ya sabía a lo que se dedicaba y lo que había estudiado. Encontró el test gracias a la publicidad que habíamos pagado y contestó que nunca había adquirido un producto Durex®. ¿Demasiada sinceridad o chulería?

¿Chiqui bisexual? ¿Podía ser? Joder, no la conozco desde hace tanto. Desde que empecé con Cris, ni más ni menos. ¡Sería un bombazo! ¿Y un morbazo?

El corazón me latía con fuerza en el pecho. Y eso que no tenía el cuestionario importante entre manos. Porque aunque estuviera ahí, desgranando la intimidad de una conocida, no podía imaginarme en esa misma situación con el test de Cris delante. Me parecía un hecho del todo improbable escarbar en la vida de mi novia de esa manera. No podía creer que fuese a salir bien, que al final todo saliese como habíamos planeado.

Comencé con el segundo bloque.

Ya sabía yo que para el deporte era algo vaga, y lo seguiría siendo en tanto el físico, agraciado, le aguantara unos años más. Que era coqueta a niveles máximos también lo sabía. Incluso sin conocerla era algo que saltaba a la vista de cualquiera. En la siguiente cuestión confesó que lo primero que le llamaba la atención de una persona era su manera de vestir, que le molaban los chicos calvos o rapados (conocí a alguno de sus ligues y podía dar fe de ello), que prefería un cuerpo de gimnasio a una cara bonita, no le hacía ascos a las barbas tupidas, se dejaba seducir por un buen trasero, se le iban los ojos al paquete... ¡y también a los escotes prominentes!

¡Qué me estás contando, loca! ¿Cómo narices vas a ser bisexual? ¿Cuándo, en qué momento? No te imagino lamiendo una rajita ni haciendo la tijera... ¡por más que te guste ser seducida!

La siguiente pregunta, que leí negando con la cabeza por culpa de la respuesta anterior, dejó clara la alta estima que se tenía. Parecía que hasta las uñas de los pies eran motivo de atracción para el sexo opuesto. O para el propio, si tenía en consideración la respuesta a la tercera pregunta del cuestionario. ¿Habrá pensado que ser bisexual es acostarse con dos tíos a la vez o es verdad que le molan también unas buenas tetas? Pasé un par de preguntas para descubrir que estando soltera le bastaba con la atracción física para dar rienda suelta a la imaginación... y lo que no es la imaginación. No me sorprendió. En cambio, sí lo hizo la respuesta que seleccionó en la siguiente cuestión: en pareja jamás prestaba atención a cualquier indicio de cortejo. No tenía suficientes datos para apostar por los niveles de fidelidad de Chiqui, pero tampoco los tenía para dudar. En cambio, la siguiente cuestión retorcía el planteamiento anterior: afirmaba haber sido infiel a diferentes parejas. De alguna de estas infidelidades se arrepentía y de otras no.

¿Habría aprendido de tales experiencias?

La ducha sonaba al final del pasillo, la ansiedad por seguir indagando en las respuestas de Chiqui no hacía más que aumentar. Se avecinaba tragedia.

En las siguientes cuestiones, que ojeaba superficialmente, dejaba claro que no le importaba follar en la primera cita, que había practicado sexting y había hecho cibersexo con más de uno y más de dos.

Tocaba el tercer bloque, más intimista que el anterior.

Pero... ¿en serio te gusta la carne y el pescado? No te imagino retozando con una buena moza... ¿Por eso tantos juguetitos en casa o este pensamiento es una gilipollez sin sentido?

Céntrate, Miguel.

Había perdido la virginidad a los 18 con algún chico algo más mayor sin usar protección. Pensé al instante que tal costumbre no la perdería en mucho tiempo. Al menos hasta que se quedase embarazada por sorpresa . Como si quedarse preñada sin usar protección fuese una sorpresa . En fin. El tío con el que la separaba una mayor diferencia de edad cuando se fueron a la cama le sacaba entre diez y quince años. Una buena diferencia, teniendo en cuenta que no había cumplido los treinta. En la siguiente pregunta, donde quise saber la cantidad de parejas sexuales, no dudó en marcar que habían sido más de veinte. No me cupo duda, al leer una de las preguntas posteriores, que varios de esos muchos habían sido desconocidos con los que había coincidido por ahí. Desde luego le iba el morbo y no le hacía ascos al sexo casual, aunque alguna vez se hubiese arrepentido. ¿También con alguna chica? , me pregunté dándole vueltas a lo de su bisexualidad. De fondo, un temor latente: ¿estaría preparado, llegado el momento, para leer este tipo de confidencias de boca de mi novia? Y hablando de morbo, tocaba la pregunta número 41, la que comenzaba, precisamente, con «Y hablando de morbo, ¿has tenido alguna vez “sexo prohibido”»? Marcó que , y en la siguiente, en la que invité a los y las participantes a contarnos con quién, no pude evitar estremecerme:

42) ¿Te atreverías a contarnos con quién?:

  • o Otro:

Hice un trío con un desconocido y mi mejor amiga

¿Qué?

Espera, ¿qué mierdas acabo de leer?

No, no, en serio, espera un momento... ¿Qué-mi-er-das-es-es-to?

Zasca.

Tuve que releer la pregunta y la respuesta como unas siete veces para intentar procesar lo que tenía delante. Empecé a sudar la camiseta. El tiempo se detuvo, mis ojos clavados en la pantalla, respiración pausada. ¿Cómo se digiere eso, eh? Pues yo os lo digo: no se puede. Solo buscas respuestas alternativas para excusar lo que tu mente no quiere entender. Y mientras eso llega, simplemente no lo entiendes. El bloqueo neuronal ante el origen de un inminente shock impide pensar. En mi caso el golpe fue triple: el desconocido, a saber quién, claro; ¡un trío!, a saber cómo y cuándo; ¡y su mejor amiga! ¿Cristina? ¿Se estaba refiriendo a ella? No era posible. ¿O sí?

Estaba temblando frente al monitor, y eso que el alcance máximo de aquella revelación aún no se mostraba en mi imaginación. Un trío podía implicar, como es natural, interaccionar con las otras dos personas en cuestión, no solo con la persona del sexo opuesto, que en este caso es el desconocido ... Entonces, ¿el sexo lo consideraba prohibido por haber sido compartido con más de una persona, o por haberlo hecho también con su mejor amiga?

¡Joder, la puta hostia! ¡Me cago en...!

Empezaba a entender la preocupación de Mori y la magnitud de sus avisos. Cruzar las fronteras de la intimidad implicaba aceptar lo que fueses a encontrar, pero esto era perturbador. ¡Un puto trío con la mejor amiga! También comprendí enseguida, gracias a las dos neuronas que no se habían desmayado, que adentrarme en la vida íntima de Chiqui era, en cierto modo, rozar la de Cristina. Quizás traspasarla. Pero ¿cómo podía estar seguro de que se estaba refiriendo a ella? Quizás en cualquier momento pasado de sus vidas han considerado a otras como sus mejores amigas... ¿no?

Maldición. Necesitaba más datos. Unir cabos. Cerrar círculos y dar con respuestas, no generar más preguntas.

Tarde. Demasiado tarde.

El motor del secador de pelo había sustituido al chorro de la ducha. Tenía cinco minutos y un millón de dudas. Debía avanzar. No me quedaba otra en este punto que llegar al fondo del asunto, a riesgo de obtener más información sesgada que debía ser rebatida o corroborada si conseguía las respuestas de la otra supuesta implicada: mi novia. Y joderme si esto no llegaba a suceder jamás, sí.

Las siguientes respuestas de Chiqui dejaron patente su amor por las pollas grandes y gruesas, lo cual me chocó un poco, quizás de manera absurda, con el tema de su bisexualidad, pero también con lo que le decía a Cris en el audio acerca de ciertos juguetes de los que se beneficiaba en sus momentos íntimos. Juguetes de tamaños moderados para momentos no menos discretos. En la pregunta 46 marcó la letra «O». No sé por qué, pero lo imaginaba.

Bisexual, y ha hecho un trío en el que también ha participado su mejor amiga... ¡Joder! ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Con quién? ¡Quiénes!

Tocaba el bloque de la masturbación y las fantasías. Ya no estaba centrado, leía en un estado de excitación nerviosa que me impedía entender la importancia o la trivialidad de las respuestas que me daba. Tal vez porque las respuestas que quería en ese momento no estaban en el cuestionario y no visualizaba manera de poder conseguirlas.

Pero no iba a tardar en volver a centrarme.

De este bloque me llamaron la atención varios puntos que parecían incidir en la cuestión que acababa de emborronar mi entendimiento. La pregunta 53 fue la culpable. En relación a las fantasías que más potenciaban sus momentos íntimos, había marcado que se ponía horny con recuerdos de vivencias de las que había sido protagonista, con situaciones excitantes que había vivido sin llegar a tener finalmente sexo, fantaseando con amigos o conocidos, e incluso con algún famoso (Can Yaman, como descubriría en la siguiente pregunta); pero también, y aunque solo permitimos marcar cuatro alternativas, había hecho clicen las casillas correspondientes a... «Un encuentro con alguien de mi mismo sexo», «Fantaseando con que soy infiel a mi pareja y luego se lo cuento y se excita» (¿Tal vez siendo infiel con una chica?), «Un trío con dos chicas sin que intervenga mi pareja», «Participando de un intercambio de parejas» y «Un trío con mi pareja y otra chica».

Volvía a aparecer en tromba esa vertiente bisexual que me negaba a creer a pies juntillas. ¿Amigos y conocidos... y amigas y conocidas? Y también ciertos matices sobre la infidelidad que volvían a descuadrarme. Estaba descubriendo a una Chiqui que poco tenía que ver con la persona que yo conocía. Ni de casualidad habría imaginado un interés ¿sexual? de Chiqui por alguien de su mismo sexo. No había visto jamás manifestación alguna por su parte que me hiciera siquiera sospecharlo, más bien todo lo contrario.

Pero ahí estaba, bien clarito, y no una sola vez, sino varias. ¡Me gustan también las tías! , parecía gritar en cada ocasión que podía. Imposible , me volví a repetir. Todo lo que he escuchado acerca de ti en los planos sexual o sentimental tienen como protagonista a un hombre. O a varios. Claro que, bien pensado, no existen pocos condicionantes en este feo mundo que inviten a guardar silencio sobre ciertos gustos... o vicios.

¿Un trío junto a Cris y un desconocido? ¿En serio...?

Veía porno (¿Lésbico?), le excitaba la idea de ser descubierta mientras hacía de mirona y había follado en más de la mitad de sitios ofertados en la pregunta 58, incluido su trabajo. Más de un médico, enfermero, celador o vigilante había disfrutado de todas sus virtudes. Además, añadió como lugar más excitante en el que había tenido sexo la cabina de un deejay .

¿Estaba de coña?

Joder, el dato podría haberme servido para echar a volar la imaginación. Una discoteca llena de gente, oscuridad, luces estroboscópicas, música a toda leche... y una morenaza botando y gimiendo frente a cientos de personas que ignoran qué ocurre sobre sus cabezas. Pero mi mente, obtusa como ella sola, se había quedado en ese trío que había hecho junto a su mejor amiga y vete tú a saber quién más. Yendo un poco más allá, y con el doloroso pensamiento de que hubiera sido Cris la otra participante, no pude evitar pensar también, aunque de refilón, en qué clase de tío es capaz de ligarse no a una sino a dos de esas chicas que ves por la calle y no puedes evitar pensar en qué clase de afortunados dormirán con ellas cada noche. La imagen de Felipe volvió a la palestra e hice todo lo posible por descartar tal posibilidad. No era un desconocido, pero en algún momento debió serlo.

El secador se apagó. Apenas me quedaba tiempo para un vistazo rápido antes de volver a fingir normalidad en medio de semejante torbellino de emociones. El corazón andaba desbocado.

Rápido, Migue, últimas preguntas. Esprinta.

Se ha grabado follando o la han grabado, va a playas nudistas, visita asiduamente tiendas eróticas y es usuaria habitual de aplicaciones de ligoteo.

Fin.

Ya podía respirar y secarme el sudor de la frente.

El último bloque, que era el más sensible en cuanto a contenido, no se le había activado. Al haber marcado la opción en la que confesaba su soltería, se le había inhabilitado la parte en que se indagaba en las percepciones sobre la pareja.

Me eché sobre la silla, el semblante serio y la mirada fija en la pantalla. Releyendo una de las últimas preguntas, un hecho irrefutable: algunas respuestas implicaban una acción que podía realizarse junto a más personas. Sí, el trío. Pero también ir a una playa nudista, visitar un sex-shop... ¿En cuántas de todas las respuestas existía de alguna forma la posibilidad de que mi novia se hubiera visto pringada?

Me disponía a martirizarme de nuevo con la idea del trío —¿Quién era el desconocido? ¿Dónde lo conocieron para que dejara de serlo? ¿Cómo ocurrió para que los tres acabaran en una cama? Y lo más importante... ¿hablaba en realidad de Cris cuando se refería a su mejor amiga o estaba elucubrando más de lo que me correspondía?—, cuando otro déjà vu vino a devolverme a la realidad.

Como ocurrió por la mañana, la puerta del despacho se abrió sin previo aviso. Un par de golpes de ratón y ante mí apareció la página de Amazon al rescate. Al otro lado del marco, mi novia y su pijama de Hello Kitty . Y de sus labios una invitación: «¿Te hacen unas pizzas del NapolitaN esta noche, gordito? ¡Me muero de hambre!»

Como para decirle que no a una sonrisa como aquella, aunque en mi estómago no cupiese nada. Inapetencia absoluta. Mi hambre buscaba ser saciada con —más— respuestas, no con una masa artesanal, deliciosa mezcla de quesos y unos cuantos ingredientes suculentos.

Nena, un par de preguntas que no puse en el test que ya ha contestado tu amiga: ¿has tenido alguna experiencia lésbica? Y... ¿has hecho un trío alguna vez?

Lucas y Markus me llamaron con una diferencia de cinco minutos justo antes de empezar a cenar. Según mi contacto en Alemania, el transportista se había entusiasmado con el acelerador y antes de las once llegaría al aeropuerto. La excusa perfecta para comenzar a arreglarme y dejar por la mitad una pizza que no había forma humana de engullirla. Y de evitar un acercamiento que Cris buscaba sutilmente. No es que quisiera rehuir de mi chica, cuidado, es que el estado en que me encontraba iba a impedirme cumplir. Follar era lo último que se me pasaba por la cabeza, lugar donde el desorden provocado por todos los acontecimientos y descubrimientos me invitaban a armonizar los pensamientos antes de rendirme a cualquier nueva fuente que alterase mi destrozada conciencia emocional.

—¿Tardarás mucho? —preguntó Cris, acaramelada, apoyada en el marco de la puerta de casa.

La pregunta iba cargada de sensualidad e intención. De haber sido cualquier otro día le hubiera dicho que no. Habría volado a la velocidad del rayo para regresar a casa y terminar la semana como dios manda. En cambio, aproveché el contratiempo laboral para escapar del lugar y reordenar mis ideas.

¿En serio has hecho un trío junto a tu mejor amiga...? Esto... ¿entre vosotras hubo...?

—Estás cansada, pequeñaja. Y mañana toca madrugón... Échate en la cama, no te quedes en el sofá. Si llego y te pillo despierta... te daré un besito de buenas noches.

Antes de coger el ascensor me acerqué y le di un beso en la frente. Ronroneó, me pidió uno en la boca y se despidió con una sonrisa.

Un segundo, ¿me acabas de preguntar si voy a tardar porque quieres que te coma el chochito esta noche... o porque necesitas saber si vas a tener tiempo para charlar con tu queridísima amiga mientras rellenas cierto test sexual del que te han estado hablando parte del día? ¿Qué te haría más ilusión, el coche o el viaje?

—¿Cómo estás, jefe? —saludó Lucas, que me esperaba en mitad de la calle con el enorme tráiler ocupando la totalidad de la calzada.

—Deseando terminar con esto y volver a casa. Mañana hay que madrugar y ha sido un fin de semana muy largo... y duro. Vamos al lío.

Evadido. Esa es la palabra. La mirada perdida entre las luces y las sombras de la noche, los que iban y venían. Letreros que miraba sin leer, destellos de farolas lejanas y una conversación que evitaba mantener. Mi mano izquierda reposaba sobre mi pernera izquierda, justo sobre el bolsillo en que descansaba mi teléfono. A la menor vibración, lo desenfundaría. Tenía claro que si Cris se disponía a rellenar el cuestionario en algún momento, ese era el adecuado. Le había regalado tiempo y espacio. Y si Mori estaba pendiente, no tardaría en ponerlo en mi conocimiento.

Pero el móvil no vibró durante las dos horas que estuve fuera. Tiempo que tuvo mi mente para esbozar, muy a mi pesar, decenas de posibles escenarios que hubieran sido testigos de un ménage-à-trois . Tenía que sacudir la cabeza cuando la imaginación iba más allá de los límites de la auto-flagelación y pensar en cabritas pastando en el monte.

Eran las doce y media cuando Lucas me trajo de vuelta a casa. Habíamos dejado los coches en el concesionario, contactado con Elena, mi administrativa, para ponerla al tanto de los acontecimientos, preparado el papeleo en la oficina de la nave para adelantar trabajo para el día siguiente (hacía cosas por hacer, fuera de mí, tratando de ganar algo de tiempo antes de regresar junto a Cris) y nos despedíamos frente al portal. Las luces de casa parecían apagadas.

Y el móvil seguía sin vibrar.

—Te escribo mañana. A ver cómo planificamos lo de Sevilla. Gracias por todo, Lucky.

—A mandar, jefe.

Al abrir la puerta de casa me dio la bienvenida el profundo silencio de la noche. Todos los espacios estaban en la penumbra. Avancé sigilosamente por el pasillo a través de la salita y llegué al dormitorio, cuya puerta estaba entreabierta. La poca claridad reinante en la estancia me permitió ver a Cris sobre la cama, de lado, con el culazo mirando hacia mi posición. No me cupo duda de que estaba dormida, frita. Esa es la postura natural que adopta cuando deja de dar vueltas sobre el colchón. Y me encanta, porque es cuando se acaban los rodillazos en el costado.

Cerré la puerta y me fui al baño pequeño. Una ducha rápida me aguardaba.

No tardé ni cinco minutos en deshacerme de la grasa que pringaba mis manos, tiempo durante el que no le quité ojo al teléfono.

¡Vamos, ilumínate, maldita pantalla!, le pedí impaciente mientras me ponía el pijama. Pero no lo hizo. Ni lo iba a hacer. Había algo que se me escapaba, que no terminaba de encajar... Estaba seguro de que Cris...

Espera, espera un instante, ya sé yo..., me dije en el momento en que pensaba en todo y en nada frente a un espejo que observaba cómo me recortaba la barba. Una corazonada me golpeó de repente, una certeza plausible. Agarré el teléfono y comprobé la última conexión de Mori. Hacía como tres horas que no se conectaba. No estaba ni para mí ni para nadie.

Para nadie.

Claro, está con Jana. Mierda. Puta mierda.

Estaba seguro de que había ocurrido. Me sobrevino una sensación parecida a la que te invade cuando eres pequeño, cierras los ojos un segundo... y al abrirlos de nuevo, sin saber cómo, ahí están los regalos. ¡Pero si hace un ratito no había nada! ¿Cómo lo han hecho? ¡Sois los mejores, Reyes Magos! ¡Gracias por el castillo de Greyskull!

La diferencia con aquella feliz época era que ahora la carta venía en forma de falso cuestionario y los regalos no venían envueltos de cariño.

Con la respiración entrecortada me metí en el despacho. El corazón se me iba a salir por la boca. No tenía pruebas, pero tampoco dudas. Sabía que había pasado. Y sabía que Mori no lo sabía. Ni se habría enterado.

Con la mano temblorosa, pulsé en el icono del navegador. Me pareció una puta vida lo que tardó en cargarse, y otra lo que tardó en aparecer ante mí el correo habilitado para las respuestas... y una vida más (y tres intentos) lo que tardé en meter la contraseña.

Y acerté. Con la contraseña... y con mi premonición.

El aviso estaba ahí. El resultado de nuestro juego al alcance de la mano. Habíamos ganado y habíamos perdido, todo a la vez.

Lo contemplé unos instantes y me dejé caer sobre la silla con el rostro incendiado y el pulso acelerado. Diez kilos menos en mi interior tras un largo suspiro. El ansiado premio se mostraba ante mis ojos. El final de la aventura:

CrisLoveAndSun Sent Item. Cod. 63281. Monday 4/11/2019 – 00:19 am – Server3

Ahí, tras el aviso, estaban los secretos de Cris, quizás la respuesta para desvelar el trasfondo del «asuntillo» y mucho más. Había mordido el anzuelo, como los de la clase de Informática Práctica varios lustros atrás. Como Tania o la delegada de clase.

Tras la euforia contenida rememorando los pasos que habían conducido a este final, una extraña sensación de ahogo. ¿Ansiedad? Me humedecí los labios y tragué la poca saliva que mi boca pudo salivar. El deseo de que mi novia no se despertarse se adelantó a todos los demás. Después llegaron los miedos escoltados por la duda.

Vamos, ¿no era esto lo que querías? No era tan imposible, al fin y al cabo. Créetelo. Aquí lo tienes, valiente, me retó mi subconsciente.

Ya sabía lo que tenía que hacer. Lo que quería. Lo que no debía.

Antes de abrir el correo correspondiente, siguiente paso lógico del plan y su culmen, me permití cavilar unos instantes. Tal vez por saborear el ansiado momento, a lo mejor por pavor a realidades que podrían ser insufribles —¿Volvería a leer algo relacionado con cierto trío?—, a lo mejor por esperar a que me sobreviniese un arrepentimiento repentino.

Tomé una buena bocanada de aire, hinché los pulmones y exhalé lentamente. Un vacío se apoderó de mis entrañas, nervios a flor de pie. Momentáneamente, Chiqui, su supuesta bisexualidad y cierto trío pasaron a un segundo plano.

Era el momento de Cristina.

E hice clic.

El test se desplegó ante mi rostro y me volví a sentir despreciable, sentir que iba a acompañarme durante un buen rato. Ahí estaba todo. La Cris conocida y la desconocida. La que quería conducir un Mini Cooper® o largarse a Ibiza. Setenta y ocho puñaladas a su confianza... y a mí mismo.

Otro suspiro... y al lío.

Decidí ir descendiendo pregunta tras pregunta, ocultando siempre la siguiente. Avanzaría una a una, desgranando cada secreto como pétalos de margarita. Martirizándome sin remedio. Quizá evitando el martirio de sucumbir a más de un motivo que me hicieran sufrir a la vez. Quizá para celebrar una victoria tras cada pequeña prueba superada sin dolor. Quizá para lo contrario.

Que sea lo que dios quiera. Primer bloque.

I

Antes de comenzar, queremos saber un poquito acerca de ti…

1)Soy...

Mujer.

2)Tengo...

Entre 26 y 35 años.

Veintiocho, que tiene una rima preciosa , pensé tratando de disimular los nervios al descender para encontrarme con la tercera pregunta, que fui descubriendo con un imaginario redoble de tambores de fondo...

3)Soy...

Heterosexual.

Uffff. Alivio. Muchísimo alivio. No es que me hubiera cortado las venas de haber leído algo distinto, pero algunas dudas se acababan de desvanecer para tranquilidad de mi psique. Joder, qué puta tensión.

Tocaba seguir bajando.

4)Estoy...

¡Tengo chico/a!

5)Mi relación es...

Monógama. El uno para el otro, como manda la tradición.

6)Con respecto al matrimonio...

¡Me encantaría casarme con mi chico/a, pero no hemos hablado seriamente de ello!

¡Y a mí también, joder! , pensé en voz alta, contento, eufórico, un paréntesis entre tanto drama. Dentro de poco tendrás una sorpresita al respecto y compensaré con creces esto que estoy haciéndote ahora mismo, continué con aire victorioso, emocionado.

7)Sobre criar cachorros...

¡Me encantaría arruinar mi plácida existencia teniendo hijos!

Y cuantos más, mejor, como le había propuesto entre bromas más de una vez para chincharla. Ella no quería pasar de la parejita.

8)¿Cuál es tu situación laboral actual?

Otro: Trabajo por cuenta propia y ajena!

Esta pregunta, la número 8, como os imagináis, era otro puro trámite más. Pero adquirió una importancia superlativa para el devenir de los acontecimientos. No por la respuesta en sí, sino por su manera de contestarla. Si hubiera querido, si se hubiera tomado el test como una nimiedad, un chichinabo más de internet, hubiera marcado una única casilla. Que trabajaba por cuenta propia, que lo hacía por cuenta ajena. Se había molestado en rellenar el último apartado para explicar que trabajaba para una empresa y también por su cuenta y riesgo. No podía menos que encontrarme con una Cris sincera en cada uno de sus puntos. Y eso era algo precioso en lo que a sus planes nupciales conmigo se refería, pero para otros aspectos...

9)Con respecto a tu nivel de estudios...

Formación Profesional de grado superior.

10) ¡Genial! Ahora dinos: ¿Cómo llegaste aquí?

Un/a amigo/a me etiquetó en la imagen que da acceso a la promoción.

11) ¡Y para terminar…! ¿Con qué frecuencia adquieres productos Durex®?

Ocasionalmente.

Justifiqué la respuesta a esta última pregunta con la compra del lubricante. Quizás para adornar la pregunta con una contestación vistosa a ojos de quien promovía la encuesta.

Volví a tomar aire hasta hincharme el pecho y lo solté a ritmo pausado. Nada que no supiera, preguntas de mero trámite. Pero una punzada comenzaba a clavarse poco a poco en mi vientre. Tenía miedo, sabía a lo que me enfrentaba. Así es la verdad: a veces duele. Por desgracia, seguí con la inercia marcada desde el mismo momento en que salimos del irlandés unas noches atrás. Hacia delante, con muchas excusas para detenerme... pero sin frenos.

II

¡Queremos saber más!

12) ¿Te gusta el deporte y la vida sana?

Me gusta cuidarme. Tres veces a la semana, como mínimo.

13) ¿Te consideras una persona coqueta?

¡Mucho! La coquetería forma parte de mi esencia personal.

Desde luego no había tenido dudas al respecto. No he estado con chica más coqueta y femenina en la vida.

14) Físicamente hablando, ¿qué es lo primero que te llama la atención de una persona? Puede seleccionar más de una.

Me llama la atención una cara bonita.

La manera de vestir.

Me llaman la atención los chicos calvos o rapados.

¡Moreno/as!

¡Rubio/as!

Pues ya que me fijo en una persona que cultiva su cuerpo, que también sea atractivo/a.

Una mirada penetrante.

Me gustan altos/as.

Me encanta una espalda ancha.

¡Manos grandes!

Un buen trasero despierta mis instintos…

Otros: brazos, tatuajes, cuidado personal, algún paquetillo llamativo

Dios. No había escatimado en respuestas. Marcó la mitad de las opciones y añadió a mano otras tantas. Por lo visto, no le hacía ascos a los tonos capilares, pero tampoco a la ausencia de los mismos. Algo que, por cierto, agradecí. No me quedaba demasiado para entrar en mi última etapa capilar. Por el contrario, no pude más que sentir cierto disgusto con el resto de respuestas. Muy injustificada mi actitud, lo sé, pero que me estuviera contando que se fijaba en chicos altos y con manos grandes, en culos potentes, tatuajes o paquetes como el del corredor misterioso... Bah, qué iba a decir yo, si era el primero en echarle un ojillo a la primera maciza con la que me cruzaba por la calle… Igualmente, creedme, jodía. Una cosa es suponer y otra bien diferente saber. Era lo que había.

15) Y ahora dinos, ¿qué es lo que crees que más le atrae a alguien de tu aspecto exterior? Señala más de una respuesta si lo crees conveniente. Y recuerda: el test es anónimo.

Suelen gustar mis ojos.

¡Tengo un pelazo que ya quisiera La Vecina Rubia®!

¡Mi sonrisa!

Creo que tengo un rostro bonito y bien proporcionado.

Soy más bien bajita, pero estoy bien proporcionada, y es algo que vuelve locos a muchos hombres.

Tengo unos pechos que pueden resultar llamativos sin resultar exuberantes.

Sin duda, mi culo es uno de los mayores atractivos para el sexo opuesto.

Otro: gestos espontáneos, naturalidad que se destila, cintura

Reí. De nuevo no había escatimado en detalles ni respuestas. Incluso se había permitido añadir su cinturita (preciosa, todo hay que decirlo) y aspectos no superficiales a su poder de atracción. ¿Ego o un realismo adornado de esa espontaneidad de la que estaba orgullosa? No lo sé, pero quedaba patente su alta estima y la plena consciencia de sus poderes. No hubiera adivinado tanta sinceridad en sus respuestas ni una manifestación tan evidente de lo mucho que sabía que valía por fuera. Tal vez el anonimato hubiera tenido que ver en ese arranque de endiosamiento.

16) ¿Seducir o ser seducida?

¡Ser seducida seduciendo sin parecer que seduzco! Con sutileza... Una de cal, otra de arena.

En muchas me iba a equivocar, pero aquí supe que iba a contestar tal y como lo hizo. Cris no es de esa clase de chica que se torna pasiva cuando un hombre inicia el cortejo. No se pone al mismo nivel, desde luego, pero si el interés también le nace, puede participar haciendo o disponiendo. Lo he vivido y sé lo que digo. Sabe cómo hacerse esperar, querer y desear.

17) ¿Conquistar o ser conquistado?

Pregunta inhabilitada

18) Estando soltero/a, ¿sueles responder en positivo a un acercamiento con intenciones de cortejo o a una insinuación erótica?

Si hay atracción física mutua y las circunstancias y el lugar son los adecuados, es posible que le dé una oportunidad a la otra persona si sabe cómo entrarme.

Podía dar fe de ello. Supongo que hablaba por mí y también por cualquier otro en su lista de conquistas que hubiera sabido sacar provecho de la concatenación de todos los factores idóneos para conseguir intimar. Y también por aquellos, casi todos, que habiendo disfrutado de su simpática compañía tras echarle el valor de acercarse... no se habían comido un colín con ella. La extroversión y el entendimiento a veces provocan confusión.

19) En pareja, ¿sueles responder en positivo a un acercamiento con intenciones de cortejo o a una insinuación erótica por parte de un/a tercero/a?

Conociendo los límites de la fidelidad y la lealtad, y siendo consciente de que no mantendría más contacto con esa persona, alguna vez he coqueteado con un/a desconocido/a que me ha resultado atractivo/a e/o interesante.

Vale, me arriesgué más de la cuenta y me quemé. Hubiera apostado por la respuesta anterior, bastante más light, y había acabado llevándome un gancho directo al mentón. Desde luego no quería proyectar en mi imaginación escena alguna que tuviera como protagonista a una Cris de fiesta y a cualquier maromo que le haya entrado en la barra de un pub en actitud cercana, pero no era tonto y también debí considerar tal posibilidad. Tan solo me faltaba encontrar matices que me permitieran entender qué era para ella eso de «coquetear» —darle una alegría al ego, sentirse deseada, mimetizarse con la actitud de sus amigas solteras—y cuáles habían sido los límites a tales... coqueteos. Porque los míos los tenía claros. Claro que yo tampoco soy asediado por una multitud cuando salgo de copas con mis amigos. Ejem, ejem.

Continué algo ofuscado hacia la siguiente pregunta. Empezaba a sudar de nuevo y escuchaba ruidos donde no los había.

20) Venga, confiesa, ¿has sido sexualmente infiel alguna vez?

Una vez, pero no a mi pareja actual.

Vaya. ¿A quién? , me pregunté arqueando una ceja. No lo esperaba, desde luego. Me resultó chocante.

21) ¿Te has arrepentido por ello?

Sí, me arrepentí muchísimo y jamás lo volvería a hacer.

Me quedaba más tranquilo, sin duda. Aun así, ¿a quién le había puesto los cuernos? ¿Por qué? ¿Y con quién? Joder, me podía la curiosidad.

22) Cambiando de tema (o no), ¿qué piensas sobre el sexo en la primera cita?

He tenido sexo en la primera cita alguna vez, aunque han sido hechos aislados.

Lo esperaba. No lo deseaba, pero lo esperaba. No nací ayer.

23)¿Has practicado alguna vez sexting (envío de contenido erótico o sexual a través de un teléfono, ordenador, tablet…)?

Sí, en más de una ocasión. Quizás repita, quizás no...

Vaya. En nuestros inicios habíamos hecho alguna que otra guarrería cuando me había tocado irme de viaje por trabajo. Ahora la certeza de que lo había hecho con otros rompía un poco esa mágica y falsa exclusividad. Que era perfectamente lógico que lo hubiera hecho, ojo. Somos momentos en la vida de las personas que han pasado por la nuestra y durante los mismos lo damos todo, pero... escocía un poquito. Sobre todo el hecho de saber que quizás algún tío con el que me he podido cruzar... conservaba aún imágenes íntimas de mi chica.

24) ¿Con quién? Puede señalar más de una opción.

Con mi pareja actual.

Hice sexting durante alguna relación pasada con la/el que era mi pareja.

He hecho sexting con alguno/a/os/as de mis ex... cuando ya era/eran mi(s) ex.

Con alguien que no conocía en persona pero sí de manera virtual.

Otro: con alguien que he conocido en persona sin haberme acostado con él

¿Con alguien que no conocía en persona pero sí de manera virtual? ¿Se refería a alguno que hubiera podido conocer en un chat? ¿En alguna red social? No lo imaginaba, desde luego. Más allá de su carácter natural y abierto, la creía algo más inaccesible para ciertos menesteres. Tampoco entendí su respuesta desarrollada. ¿Conoce a un tío que le mola, no se lo folla... pero acaba accediendo a hacer sexting ? Curioso cuando menos. Como lo de volver a dejarse llevar por alguien que ya forma parte de su pasado sentimental.

25) ¿Y cibersexo? (Describir una relación sexual a tiempo real a la vez que te muestras en actitud desinhibida a través de un dispositivo visual y/o auditivo)

¡Quiero mi viaje a Ibiza! Sí, y no tiene nada de malo.

Habiendo hecho sexting , cabía esperar lo mismo del cibersexo. Hubiera resultado sospechoso toparse con un «no» en la pregunta 25. Aunque no me hubiera importado. El miedo de que tales prácticas hubieran dejado pruebas volvió a abrazarme.

26) ¿Con quién? Marque las que crea convenientes.

Con mi pareja actual.

Con parejas anteriores.

Con una o varias personas con las que no tenía vínculo afectivo pero sí sexual.

Con alguien que no conocía en persona pero sí de manera virtual mientras estaba soltero/a.

Otro: con alguien con quien no tuve nada en persona por circunstancias

Seguía sin entenderlo. Lo último, quiero decir, aunque siguiera sin comprender la necesidad de coquetear con tíos por internet, hacer lo que fuese, y que la cosa no fuese a más. O tal vez sí que hubiera ido a más, quién sabe, mejor no pensarlo. Pero lo último... ¿No tienes nada cárnico con un notas que conoces en persona y acabas haciendo dios sabe qué mediando una fría pantalla? Curiosas circunstancias debieron ser esas...

27) Por último, y volviendo atrás, ¿te has sentido incitado/a o te han incitado de manera directa a serle infiel a tu actual pareja, hasta el punto de llegar a plantearte si merecía la pena caer en la tentación?

*No, aunque alguna vez he sentido atracción física por alguien en un momento concreto de mi actual relación,

siendo recíproco

.*

¡Joder! Tanta sinceridad resultaba aplastante. Que sí, que sí, que me lo tenía merecido. Pero había unas cuantas alternativas que podrían haber encajado con lo que esperaba de ella... y me topaba con que había tenido atracción física recíproca con otra persona en el presente. ¡U otras! A mí me puede llamar la atención la rubia del gimnasio, mi secretaria administrativa o alguna de mis clientas, pero no hasta el punto de convertirlo en algo flagrante, mucho menos recíproco y manifiesto. Tal vez no pueda hablar de falta de lealtad, pero por respeto a Cris yo no hubiera cruzado tales líneas, aunque jamás se hubiera enterado. Me corroyeron las tripas unos incipientes celos y me surgieron no pocas preguntas. De nuevo, tocaba joderse, resignarse y normalizar a la fuerza unas actitudes que parece que son socialmente aceptadas por ser compartidas por una mayoría. La mayoría también escucha reguetón o ve programas del corazón que son una puta mierda infame.

Acababa el bloque.

Me dolía la espalda debido a la tensión muscular acumulada y se me estaba cogiendo un nudo en el estómago. Tenía los ojos enrojecidos y la boca seca. Retumbaron entonces las palabras de Mori —«La persona que va a contestar es la que conoces hoy describiendo a la que fue ayer»—, y me dije que, sin estar falto de razón, había también cierto presente que estaba siendo perfectamente descrito en sus respuestas. Y aunque medio entendiese, a pesar de mi estado, que nada escapaba de la lógica y la normalidad de las personas y su individualidad y su intimidad personal, parte de este presente era incómodo. Yo no dejaría que una tercera persona creyese que me siento atraído por ella, aunque me resultara atractiva, guapa, bonita o simplemente follable. Una cosa era pensarlo, otra exteriorizarlo. Y otra bien distinta, que ambos sepamos que existe tal feeling.

Tocaba aguantarse.

A ver qué me depara la tercera temporada de esta serie de terror...

III

Ahora que nos vamos conociendo, intimemos un poco

28) ¿A qué edad perdiste la virginidad?

A los 18 años.

Esa información estaba en mi poder de su propia boca.

29) ¿Qué edad tenía, en el momento de producirse el encuentro, la persona con la que tuviste tu primera relación sexual?

Mi edad, aproximadamente.

También lo sabía. Iban a la misma clase.

30) ¿Usasteis preservativo u otro medio de protección contra embarazos no deseados o ETS (enfermedad de transmisión sexual) en esa primera relación?

Sí.

En su momento, al comentarlo, no llevamos nuestra curiosidad tan lejos, pero estaba bien saberlo.

31) ¿Qué edad tenía, en el momento de producirse el encuentro, la persona de más edad con la que has tenido sexo?

Me sacaba más de quince años de edad. Me siguen gustando mayores…

Guau. Eso eran muchos años. Implicaba que podría haberse acostado con un tío de cuarenta años teniendo veinticinco.  Bueno, ciertamente no era algo descabellado. También que podría haberse liado con uno de treinta y tantos antes de cumplir los veinte. Entraba dentro de lo habitual. Claro que también podía significar que se hubiera liado con uno de cincuenta años antes de conocerme. El matiz «más de» lo omití en mis primeros cálculos y no podía descartarlo. Claro que, bien pensado, tratando de helar parte de mis pensamientos impuros, ¿qué me importaba a mí? Eso sí era su pasado.

Joder, ¿se habrá liado con algún maduro siendo jovencita?, pensé antes de continuar desplazando el scroll .

32) Haz memoria. A día de hoy, ¿sabrías decirnos cuántas parejas sexuales has tenido a lo largo de tu vida?

Diecinueve. Más de cuarenta si al final cuentan los roces en las fiestas del pueblo.

En las fiestas de su pueblo no lo sé, pero si contasen los roces en las discotecas y pubs de la costa, algo me decía que la cifra podía ser ligeramente superior. ¡Y también si añadía a la suma a esos tipos con los que había tenido sexting o cibersexo sin llegar a más!

Ahora en serio, ¿los apuntaba o qué? ¿Los llevaba bien memorizados?

Diecinueve era una cantidad respetable, sobre todo si tenía en cuenta que sabía que había tenido un par de novios formales y algún rollete largo. Claro que los rolletes no suelen implicar el mismo grado de compromiso que un noviazgo... En cualquier caso, la cifra me pareció alta y no sé si me hizo gracia ser el decimonoveno. Por descontado, me ganaba por goleaba.

33) Marque la que crea oportuna...

Siempre tomo precauciones en mis encuentros sexuales.

Tomaba píldoras anticonceptivas y rara vez habíamos usado profilácticos.

34) ¿Qué métodos anticonceptivos has usado principalmente durante tus encuentros sexuales a lo largo de tu vida? Señala un máximo de dos.

Preservativo.

Píldora.

No sabía con precisión cuanto tiempo llevaba tomando las anticonceptivas, pero ya las tomaba antes de conocerme. Por lo visto regulaban su ciclo menstrual. Y habrían servido para prescindir de gomas en algunos de sus encuentros pasados, claro.

No tenía motivos para tener celos. Lo sé. Pasado y blá, blá, blá . Pero crecían a cada pregunta.

**35) ¿Has tenido sexo casual con algún/a desconocido/a? Entiéndase «desconocido/a» como aquella persona que

no

conocías, personal o virtualmente, horas antes de producirse un encuentro íntimo no programado.**

Sí.

Como comentaba, celos de un pasado que no me concernía me visitaban por momentos.

36) ¿En cuántas ocasiones has tenido este tipo de encuentro íntimo?

En más de cinco ocasiones. Esas cosas surgen y ya no tenemos catorce años.

Como en esta. Otra dolorosa realidad. Que no tiene por qué ser dolorosa, casi todo el mundo ha tenido un lío de una noche. O varios. O muchos. En este caso la cifra oscilaba entre cinco y diez. Era el hecho de que me lo estuviera diciendo lo que me jodía. Pero, repito, yo me lo había buscado. Ahí lo llevaba, con palabras decentes y cierto formalismo. Imagino que mucho mejor que haber escuchado: «Claro que sí, nene. He conocido chicos cuando he salido con mis amigas, hemos bailado, hemos bebido, nos hemos reído, nos hemos encendido y besado... y hemos acabado follando como conejitos. He llegado a casa con las piernas temblando y el chochito abierto y empapado. Ah, y también he tenido alguna cita con alguno que he conocido por el Face, y ya sabes que a veces hay poco más que un pasito entre un café y acabar a cuatro patitas en un sucio apartamento...»

37) ¿Qué piensas sobre la protección en los encuentros causales, casuales o «sexo de una noche»?

Casi siempre he practicado sexo seguro en mis encuentros casuales. Las ocasiones en que no ha sido así han sido motivadas por la ausencia de medios adecuados al momento y las circunstancias sobrevenidas, siempre de mutuo acuerdo, y minimizando riesgos.

Vamos, que alguno de esos que se la había ligado alguna noche se la había trincado a pelo. Cabe imaginar que entra dentro de lo relativamente normal, sí, pero ¿qué había ganado yo al saber esto? ¿Acaso estaba aplicando al test algún tipo de análisis de regresión lineal para predecir su comportamiento? No, simplemente estaba gilipollas perdido. Manolete, si no sabes torear...

38) ¿Te has llegado a arrepentir alguna vez de uno de estos encuentros «de una noche»?

No, pero tal vez en circunstancias diferentes a las que se produjo cierto encuentro no hubiera accedido.

¿Y cuáles fueron esas circunstancias? , me pregunté curioso. ¿Te pasaste de copas? ¿De simpática? ¿De cariñosa? ¿Te despistaste y te la acabó metiendo? ¿La influencia de Chiqui fue vital para que cedieras a tus deseos más básicos?

Venga, capullo, deja de juzgar su pasado de una santa vez y céntrate en las preguntas de las que puedas sacar algún beneficio en el futuro. Qué más te dará a ti eso ahora. ¿No recuerdas eso de estar escuchando a la persona de hoy hablarte de la de un ayer que no conociste?

Puto angelito sobre mi hombro.

Eché un nuevo vistazo a la puerta, agudicé el oído y continué tras comprobar que el silencio seguía reinando en casa. Sudaba y cada vez estaba más inquieto.

39) Cuando algo no te apetece o no estás convencido/a, ¿sabes poner límites?

Término medio. He podido ir y he ido más allá de mis ganas por satisfacer a la otra persona o por circunstancias sobrevenidas.

Bueno, desde luego eso no le había pasado conmigo. A menos de manera consciente. Aunque pensándolo de nuevo tras una relectura, quizás haya accedido a tener sexo conmigo simplemente por satisfacerme... ¿Lo habría hecho con alguien más? ¿Algún rollo de una noche? ¿Dejarse profanar en pos de no quedar como una niña tonta? ¿Exceso de docilidad? ¿Un desconocido y una mala influencia queriéndote introducir en el mundo del sexo grupal? Joder, pero qué narices estoy diciendo de mi novia , me reñí, a pesar de que volver a marear en mi mente las contestaciones de Chiqui despertase de nuevo mis alarmas.

40) ¿Consideras el sexo esporádico más placentero que el sexo en pareja?

El sexo esporádico es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar. En ocasiones te toca uno bueno y en otras te topas con el caducado. Prefiero la confianza que te brinda alguien conocido, sea la que te da tu pareja formal o la que nace de otro tipo de relación duradera, pero no puedo generalizar.

Comprensible y totalmente de acuerdo con ella. Aunque admito que hubiera estado genial saber más de alguna de esas experiencias... caducadas.

41) Y hablando de morbo, ¿has tenido alguna vez «sexo prohibido»? Entiéndase con un/a profesor/a, un/a alumno/a, un/a vecino/a, un/a jefe/a, un/a casado/a, un compañero/a de trabajo, el/la novio/a de un amigo/a...

Sí.

Mierda. Había llegado a la pregunta 41 casi sin darme cuenta. La peligrosa, la 42, estaba ahí, esperándome. Todas las alarmas ya activas. ¿Servirás para refutar o para desmentir?

La hostia despegó el alma de mi cuerpo. Mucho estaba a punto de cambiar, aunque no fuese consciente al momento.

42) ¿Te atreverías a contarnos con quién?:

Otro: mi mejor amiga y yo hicimos un trío con un empresario

Emmm.

Emmmmmmmmm.

¡Pero qué coño...!

¡¿Boom?!

Si hubiese tenido un espejo a mano hubiera podido admirar el reflejo de un cadáver. Así de claro. Pálido, frío, inmóvil. Deseando que todo hubiera sido fruto de la más perversa irrealidad. Mis temores más recientes regresaban para confirmarse. Ese minúsculo terreno de razón que me gritaba que era su jodido pasado y que no tenía derecho a juzgarlo era ahora un susurro. Los gritos de sorpresa, el desconcierto y las dudas chillaban con más brío.

Un-puto-trío.

Antes de valorar la importancia o no del nombre empleado para definir al tercero en discordia —¿empresario?—, las mismas dudas de antes... aderezadas con la verdad. ¡La supuesta verdad! Porque no me iba a costar poco asimilar la coincidente revelación.

Veamos, de ser cierto tal extremo, ¿consideraba tal experiencia como prohibida por el hecho de implicar sexo (o roces) con alguien de su mismo sexo, por el trío en sí mismo... o por la persona con la que lo hicieron? ¿Cabía realmente la posibilidad de que hubiera vivido parte de una experiencia... lésbica? Y de ser así, ¿habría accedido por las ganas de probar algo nuevo, por petición de su amiga... o por iniciativa del tercero en cuestión? Yendo más allá, ¿quizá por disfrutar de una secreta orientación sexual bidireccional que no entendía de sexos y sí de personas con alguien de su confianza?

Obviando tales detalles, focos principales de la cuestión, otra punzada: el haberse dejado llevar al punto de haber hecho un puto trío. Joder. Eso no es una naranja que se exprime y te bebes el zumo, es un proceso más complejo del que atisbas un final concreto que puedes predecir y, si quieres, evitar. ¡Lo que quiere decir que estaba decidida a llegar al final! La ridícula idea de que un año y medio no es tiempo suficiente para conocer a alguien planeó sobre mis entradas. La Cris que yo creía conocer no daba el tipo para haber sucumbido a una práctica sexual tan poco común.

¿O sí?

¡Joder, un trío con la zorrita y otro cabronazo! ¡Es para perder el juicio!

Todas las preguntas se agolparon en algún lugar de mi cerebro: ¿CÓMO? ¿CÚANDO? ¿POR QUÉ? ¿DÓNDE? ¿OS FOLLABA POR TURNOS? ¿QUÉ HACÍA LA OTRA MIENTRAS?

Supongo que por un instante me creí con derecho a saberlo todo. Tardaría como un minuto en recuperar el sentido de la cordura para entender que en realidad no tenía derecho ni a saber lo que acababa de descubrir finalmente. Ningún derecho. Era su pasado.

No tardaría ni treinta segundos más en olvidar lo que desde fuera se entiende como lógico para tomar de nuevo la senda de la frustración y la furia contenida. Y la de los celos inexplicables . Mi pie derecho no paraba de moverse y casi no me quedaban uñas que morder en mi mano izquierda, el corazón andaba desbocado.

¿Quién coño era ese tipo? ¿Cómo se habría producido ese encuentro? ¿De nuevo Chiqui llevándola por el mal camino?

Otras palabras del fin de semana volvían con más razón de ser que nunca para querer corroborar mi última duda: «...y me preocuparía más por que la Chiqui de las narices no la siga haciendo partícipe de sus tonterías...»

Cuánta razón, Mori. Cuánta razón , me consolé buscando excusas, cuando en realidad no tenía ni puta idea de cómo había pasado todo ni quiénes habían promovido el encuentro.

Con un estrés y una angustia que me llevaban al borde de una locura que no tenía razón de ser, y tras asomarme a la ventana entreabierta para que el frío templara mis calores y abriese mis pulmones, me convencí de que debía continuar. ¿Qué iba a hacer ya? Solo podía agarrarme a la razón para desprenderme de los celos, incertidumbres, desengaños totalmente improcedentes o de lo que fuese aquello. Intenté justificar el trío diciéndome que de haberse dado la oportunidad, yo mismo habría accedido a disfrutar en la cama con dos chicas. ¿Y qué? Hubiera seguido siendo el tío más fiel y entregado del mundo. El mismo en todos los sentidos, y podía afirmar que estaba bien orgulloso de la persona en que me había convertido. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Claro, que bien pensado... en mi fantasiosa comparación me metía en la cama con dos tías, no con alguien de mi mismo sexo...

Independientemente de este último razonar, qué voy a decir para no faltar a la verdad... toda excusa se disipaba enseguida. No había razón que pudiera permanecer más de unos segundos en pie tratando de convencerme de que todo aquello no la definía, mi mente estaba dominada por torbellinos de temores que ocultaban el idílico año y medio que llevaba junto a Cris para mostrarme imágenes de un pasado que no conocía. Imágenes fantasiosas de lo que pudo haber pasado en ese encuentro a tres bandas me asaltaban contra mi voluntad, sexo con desconocidos, miradas reflejadas en otras que cargaban los mismos deseos, Cris masturbándose viendo como un seguidor de Instagram se masturbaba para ella al otro lado de la pantalla. Imágenes lacerantes que barrían todo atisbo de razón.

Avanza, Miguel. Deja de atormentarte de una putísima vez. Eso de inmolarse sentimentalmente jamás ha ido contigo.

Tragué saliva y me humedecí los labios. Venían más baches.

43) Chicos, según un estudio de la Asociación Española de Andrología, en nuestro país la longitud media del pene en erección es de 13,58 centímetros, con un diámetro (segmento de recta que pasa por el centro) de 3,82 centímetros. Sin mentir: ¿Estás por encima o por debajo de estas mediciones?

Pregunta inhabilitada

44) Chicas: ¿Qué opináis acerca de que «el tamaño no importa»? Lea todas las respuestas y marque las que crea oportunas. Sin límite.

No va a gustarme menos un chico por considerar que tiene el pene pequeño, pero considero que el tamaño sí está relacionado con el placer. Especialmente el grosor.

El tamaño importa, tanto en lo referente a la longitud como el grosor, hasta cierto punto.

Encuentro una relación directa entre tamaño, placer y virilidad.

Le adjudico mejores cualidades amatorias a un chico bien dotado que a otro con un pene más discreto, aun cuando tal relación no llegue a existir.

En mis fantasías sexuales valoro más la situación, la persona y el lugar que aspectos como el tamaño.

En mis fantasías sexuales puedo imaginarme acompañada de alguien dotado.

En mis fantasías sexuales he llegado a imaginarme acompañada de alguien muy dotado.

En un encuentro sexual como el arriba reseñado el tamaño me es indiferente, ya que para dejarme llevar hasta el punto de tener sexo con un desconocido valoro otros muchos aspectos sin darle una importancia definitiva a sus genitales.

Me he llegado a sobreexcitar al descubrir que el chico con el que voy a tener sexo por primera vez está muy bien dotado.

He llegado a temer por posibles molestias al descubrir que mi nueva pareja sexual estaba muy bien dotada.

He llegado a temer las molestias anteriores y las he padecido debido al tamaño, provocando que el coito no fuese placentero.

Considero que un pene grande (XL o superior) ofrece más posibilidades sexuales que uno de talla discreta, facilitando posturas y mejorando la fricción. A mí me gustan más grandes, que no me quepa en la boca...♪♪♪

Me resulta más sencillo llegar al orgasmo durante el coito con un chico que tenga un pene grande que con otro que sea de talla discreta.

Me he llegado a sentir cohibida o sexualmente inquieta por la presencia o compañía de un chico que sabía que estaba muy bien dotado.

He vivido situaciones en las que el descubrir un tamaño que me ha parecido agradable y llamativo ha resultado ser un motivo más para sentirme atraída por un chico.

El tamaño, unido a otros factores propios de un encuentro sexual, ha sido determinante para alcanzar el orgasmo vaginal.

En referencia a la pregunta anterior, he llegado a tener molestias o dolores.

Bien. Pues avancé ensimismado con el dichoso terceto... y volvía a caer. Un buen golpe. Muchos, en realidad. ¿Quién podría haberlo previsto, verdad? Ni siquiera se molestó en no molestarse. Había ido marcando todas y cada una de las propuestas con las que se identificó. Todas. Imaginé al elaborar el test que, de caer en la trampa, actuaría con cierta mesura en esta cuestión, pero de nuevo me equivocaba. Sinceridad desbordante.

Resumiendo: a la hora de estar con un chico lo valoraba todo, por lo que un solo factor, en este caso un tamaño discreto, no iba a impedir que se sintiera atraída o se enamorase de un picha-en-la-media-nacional o incluso de un picha corta. ¡Tampoco que se lo pasara mal follando! Yo mismo no era un Felipe y ahí estaba, camino de los dos años de relación. Eso era lo bueno, lo positivo que podía sacar de su confesión al test. Quizás podía arañar algo reconfortante de la opción elegida que hacía mención a que no siempre un mayor tamaño le había garantizado un encuentro sexual más placentero, pero poco más. Casi lo pintaba como algo anecdótico viendo el resto de respuestas elegidas. Porque por otra parte, y una parte muy importante, no negaba la realidad universal que hundía su pequeña concesión a los poco dotados: la existencia de una relación absoluta entre placeres y tamaños... ¡y lo que ella escogería de poder elegir!

Escarbar en ello escocía, claro.

Lo había manifestado de manera directa e indirecta, tanto refiriéndose a aspectos de cama —¿Qué se haya sobreexcitado al descubrir que el tipejo que se la ha ligado tiene un pollón querrá decir que le ha dado el 120% de sí misma como premio? ¿Que se la ha mamado a dos manos? ¿Que ha sacado a la Cristi más pornográfica? — como a otros más fantasiosos —¿Se habrá tocado durante nuestro noviazgo imaginándose grandes trabucos? —. No era solo una cuestión de morbo, —como el que podemos sentir muchos al contemplar un buen par de tetas o un culo magnífico—, había hecho clic en cada respuesta que ponía de manifiesto el «vínculo universal»: la importancia del grosor en la penetración. Sí, le gustaban las pollas gordas. Le gustaban hasta el punto de que descubrir un tamaño llamativo había potenciado sus deseos hacia un chico, tanto que el dolor se había convertido en el peaje a pagar en alguna ocasión. Así de claro. Y le gustaban porque resultaban, a la postre, más placenteras que las delgaduchas. A más circunferencia, mayor estimulación de las terminaciones nerviosas que bordeaban su clítoris y el resto de las zonas erógenas adyacentes. Una cuestión anatómica de la que había oído hablar en mil ocasiones.

Por cierto, ¿a qué clase de situaciones concretas se habrá referido con eso de que verle el pollón a un tío ha provocado que se sintiera más atraída por él? Ese «más» implica que ya había algo.

No pude evitar entonces hacer cierta autocrítica, si podía llamarla así. Vale que yo estuviera por encima de la media nacional, pero ¿qué importancia tenía mi percepción sobre mi propia polla, si mi novia había visto otras dieciocho, o quizás más? ¿Cómo podía poner en valor lo único que había tenido y tendría con TODO lo que ella había podido valorar a lo largo de su vida? No se trataba de competir contra mí mismo, sino con su pasado, con los orgasmos proferidos por otros. Vale, está bien, diré «competir», entre comillas, pues no es una competición como tal, pero las comparaciones habrían estado a la orden del día desde el mismo momento en que Cris me vio desnudo por primera vez. Sí, lo dejaba claro: la polla no era un factor determinante para tomar una decisión de índole sexual, ya que para llegar al punto de dejarse llevar con un chico valoraba una gran cantidad de aspectos. ¡Incluso había fantaseado con situaciones y personas sin tener en consideración el tamaño del pene! Claro que, bien pensado, los chicos podemos apreciar volúmenes antes de desnudar a la chica... pero ellas, a menos que se froten a base de bien, difícilmente van a saber si el tío por el que están mojando tanga va bien armado o no, por lo que van a dejar que su mente lujuriosa fantasee con no pocos estímulos diferentes. Pero fuera de toda duda, a pesar del matiz visual y otros incentivos, estaba seguro de que el tamaño sí le había resultado y le seguía resultando un factor determinante... para reventar de placer.

En definitiva, pollas gordas. Por el morbo de verlas, por el placer de sentirlas y jugar con ellas, por la facilidad para correrse ayudada de otros estímulos. Lo había escuchado en los audios y lo podía corroborar aquí hasta el punto de saber que, vete a saber cómo, se había llegado a sentir cohibida por la presencia de algún polludo que la rondaba. ¿Cómo habría llegado a saber que fulanito o menganito calzaba bien? , me pregunté. Y al instante me sobrevoló otra duda: ¿calzaría bien el tipejo que había logrado llevársela a la cama junto a Chiqui?

En fin, nada nuevo bajo el sol, compañeros.

Por más que escuchemos decir que el tamaño no importa, sí importa. Y algo me decía que mis medidas no eran las suficientes. No tanto, como sabría después, para que formara parte primordial del «asuntillo», pero tampoco irrelevante.

¡En fin, todo correcto en mi despacho! Excepto que se avecinaban lágrimas y una profunda depresión.

Sí, me lo merecía. Por hijo de puta.

45) Continuando con la pregunta anterior, y tomando como referencia las respuestas ofrecidas en la pregunta 43, ¿cuál consideras la medida ideal para ti?

M.

De lujo, me lamenté entre risas y lágrimas a punto de escapar. Menos mal que no me aferré a lo poco positivo de las respuestas anteriores, porque otro derechazo me noqueó. Caí al ring y allí estaba, en primera fila, la dura realidad: la medida ideal para ella la tenía una polla que se moviera por los 18 o 20 centímetros... y tuviese más de seis de grosor...

Entendí enseguida la absurdez de la pregunta, el poco beneficio que me ofrecía. Saber que antes de mi aparición en su vida había conocido a tíos más dotados que yo no podía traer nada bueno. Menos aún el hecho de saber que me superaban, y me superarían siempre, a pesar de estar olvidados, en terrenos en los que yo no podría obrar milagro alguno. Si no podía cambiar nada al respecto, ¿para qué mierdas lo quise saber? Parecía que había metido algunas preguntas para herirme, joder. Como si fuese el pago por engañarla, una manera de equilibrar la balanza.

En fin, daba igual. Me quedaba claro que mi polla no la había enamorado, algo que, como pensaría después, no tenía que ser necesariamente malo.

46) Sigamos: Usando como referencia nuevamente la pregunta 43, ¿cuánto medía, aproximadamente, el pene del chico más dotado con el que has estado?

O.

Como sí parecía haberlo hecho algún cipote de los de la última categoría. Los XXL. Entraba ahí, y tenía pocas dudas de ello, el Felipe de los cojones. Y quizás los otros dos chicos que nombró en los audios que espié: Ramón y Tomé. Y quizás alguno más. Total, había follado con 19 tíos, circunstancia que facilitaba estadísticamente el haber disfrutado de alguna que otra dotada serpentina ... ¿como la del empresario misterioso?

**47) Para terminar con este tercer bloque... ¿Cómo puntuarías tu

mejor experiencia

con un/a desconocido/a?**

He tenido más de una experiencia sobresaliente con chicos/as de una noche, no puedo quedarme con una.

No lo dudaba. Y no solo por las hipotéticas aptitudes para el sexo del suertudo de turno, sino porque Cris es una maravilla en la cama. Dócil pero con iniciativa, complaciente pero proactiva, morbosa y habilidosa, sensual y lujuriosa. Y como me había quedado claro, sobreexcitada cuando hubiera sido seducida por el cabrón polludo que hubiera estado en el lugar adecuado en el momento correcto. ¿Quizás también cuando había compartido cama con más de una persona?

A saber la de escenitas que ha podido protagonizar , me dije alicaído nuevamente por un pasado enterrado... pero muy vivo en mi imaginación. La sensación de que aquello no era lo que esperaba velando mi desvelo.

IV

Entrados en confianza... relajémonos...

Poco relax, me dije al leer el título. Entre el maldito y misterioso trío, lo que leía entre líneas y el tema de las pollas gruesas que incidían en mis inseguridades y complejos de inferioridad recién sobrevenidos... lo que menos me estaba apeteciendo era irme a la cama con Cris. Tuve que darme una buena reprimenda por tener semejante pensamiento. Puro ego destruido, puro egoísmo, una mentalidad infantil. Fue mi conciencia la que me dijo que todo lo que estaba leyendo ya era así cuando la había conocido. Exactamente igual. Y había sido un año y medio maravilloso. ¿Por qué iba a cambiar ahora, eh?

Desganado, conformista y triste, proseguí con la lectura tras destensar la mitad de los músculos de mi cuerpo.

48) Con respecto a la masturbación y tener pareja...

Jamás le digo a mi pareja cuándo o cómo me masturbo, pero masturbarnos el uno al otro forma parte habitual de nuestros encuentros sexuales.

Era cierto. Nunca había escuchado a Cris decirme que se acababa de masturbar. Tampoco yo le hablaba de mis pajas. Esa era una frontera que no habíamos tenido la necesidad de traspasar, aunque tuviéramos permiso implícito para ello. Digamos que quedaba en la esfera íntima de cada uno, cuestión de respeto, aunque admito que más de una vez me había nacido la curiosidad. Sospeché en alguna ocasión que aprovechaba alguna ducha para satisfacerse a sí misma en soledad, como hacía cuando yo se lo pedía mientras follábamos dentro de la bañera para excitarme al verla, el chorro de la alcachofa era regulable y potente, pero no podía probar tal extremo. También presumí alguna vez que cierta prenda interior había volado directamente a la lavadora para esconder alguna mancha sospechosa. Quizá una que se extendía hasta los mismísimos hilos del tanga. Pero tampoco vi nunca líquidos viscosos calando alguno de sus preciosos conjuntos. Obviando aquellos que habían padecido mis propios ataques, por supuesto.

49) Si pillases a tu pareja masturbándose, ¿cómo reaccionarías?

Haría acto de presencia en actitud de receptividad sexual y esperaría acontecimientos.

Pícara respuesta. Algún día tendría que probarlo... a pesar de no tener dudas... ni una polla como la del Ramón ese. Solo esperaba que de darse la situación, apareciese antes de encontrarme ante el abismo del orgasmo inminente, no vaya a ser que además de quedar fuera de sus criterios métricos también me quedase corto en durabilidad.

50) Y ya que estamos... ¿con qué frecuencia te masturbas?

Una o dos veces a la semana, como mucho.

Vaya, qué sorpresa, me dije arrugando el entrecejo. Y qué sorpresa al descubrirme sorprendido. Joder, era una frecuencia relativamente alta teniendo en cuenta que no habían trascendido nunca tales prácticas. ¿En serio se masturbaba una o dos veces a la semana? ¿Cuándo? Y, sobre todo, ¿por qué? No es egoísmo, es que soy de los que piensa que follar es más divertido. A menos que necesitara su espacio para fantasear con lo que no tenía en la cama.

¡Deja de compadecerte de una puta vez, subnormal, que te lo llevas todo al extremo más negativo posible!, me gritó el diablito sobre mi hombro.

Aproveché que había girado la cabeza en un acto simbólico para tratar de escuchar algo en el pasillo.

Pero en el pasillo no había nada más que silencio.

51) ¿Usas juguetes para llevar a cabo estas prácticas o te ayudas de geles o lubricantes? Marca las que creas convenientes:

No, pero me encantaría probar juguetes y lubricantes.

Interesante... Debía tomar nota de aquello. El uso de juguetes se me había pasado alguna vez por la cabeza, pero he de admitir que el miedo a que aquello le gustara más que lo natural primaba sobre mi decisión de sorprenderla con algún artilugio placentero. Quizás había llegado el momento de romper con mi indecisión. La siguiente pregunta convertiría ese quizás en una decisión segura.

**52) ¡Eso es genial! ¿Qué tipo de juguetes o accesorios usas o

te gustaría

probar para potenciar tus momentos íntimos? Selecciona tantas opciones como creas conveniente, ¡no te cortes!**

Geles tradicionales, geles efecto frío/calor, aceites y cremas lubricantes.

Consolador clásico tipo dildo, sin vibración.

Dildo clásico para estimulación/penetración vaginal, con vibración.

Vibradores clásicos destinados a la penetración vaginal con estimulación del punto G.

Vibradores realísticos para estimulación/penetración vaginal.

Vibradores rotadores con doble función penetradora y estimuladora de clítoris.

Vibradores tipo conejito rampante.

Vibradores dobles, para una estimulación simultánea de vagina y ano.

Vibradores masajeadores.

Vibradores mini, para poder llevarlos contigo a todas partes.

Huevos para masajes íntimos tipo Lush®, con o sin control remoto.

Bolas chinas.

Estimuladores y plugs anales.

Succionadores/masajeadores de clítoris tipo Satisfayer®.

Tangas vibradores.

*Otro:

Ultra Slim Satisfyer Pro-remote-tweez 3 Luxury*

No entendí, más allá de mi estado de angustia y asfixia psicológica —maldito trío y malditos grosores, que no iban a dejarme en paz—, que deseando tanto probar cosas nuevas —lo había marcado absolutamente todo y me había añadido algo que no sabía ni qué narices era—, no solo no me hubiera dicho nada, sino que a su mejor amiga le hubiera negado las ganas —o el interés— por pisar El sueño de Chloé, la tienda erótica a la que le recomendaba ir. Sola o conmigo.

¿Por qué? ¿Qué más estaría callando? Cris era una persona sexualmente activa y bastante lanzada en cualquier aspecto cotidiano de la vida. Desde luego no hubiera encontrado impedimentos por mi parte. ¡Todo lo contrario! Ya comprobó con el estreno anal y el uso del lubricante que yo le diría que sí a todo cuanto propusiese, aunque se ciñera al ámbito más personal de su vida sexual y yo quedara fuera.

No, no entendí. Y me dio coraje. El morbo al imaginarme fugazmente a Cristi haciendo uso de cualquiera de los productos señalados casi opacó el malestar provocado por lo que ya sabéis. Claro que también pensé que quizás no me había dicho nada al presuponer que yo podía sentirme molesto al verme desplazado por artilugios electrónicos y me sentí peor. ¿Por eso tampoco me había hablado nunca de los deditos que se hacía? ¿Pensaría que yo daría por hecho que estaba supliéndome? Debía investigar y aclarar tal extremo para darle la vuelta a la tortilla. Menuda imagen de soso debía tener de mí.

A la siguiente.

**53) ¿Qué fantasías son las que más potencial tienen en tus momentos íntimos

en soledad

? Selecciona un máximo de cuatro alternativas.**

Fantasear con la imagen de mi pareja o recuerdos excitantes vividos con él/ella.

Fantasear con encuentros con desconocidos/as y situaciones que encuentro excitantes.

Fantasear recordando situaciones excitantes que he vivido y en las que no acabé teniendo sexo, pensando en lo que pudo haber pasado.

Un encuentro con alguien de mi mismo sexo.

Lamenté profundamente haber permitido solo cuatro alternativas. Estoy seguro de que habrían caído más. Sí, más que podrían haber ahondado en mis malestares, pero más que me hubieran servido para seguir conformándome una mejor imagen de mi novia, a la que parecía descubrir un poco más tras cada confidencia.

Con respecto a la cincuenta y tres, qué decir, podía sentirme casi orgulloso al ser protagonista de parte de sus fantasías, lo admito. Un pequeño empujoncito a una autoestima que renqueaba. La segunda, perfectamente predecible, tampoco me arrancaba nuevas preocupaciones. Algo normal, me dije para tranquilizarme. Yo también me he pajeado imaginándome con otras personas... aunque bien es cierto que toda fuente de inspiración sexual había tenido como protagonista a alguien inaccesible. Típico momento de calentón frente al ordenador que sofocas disfrutando de tu actriz porno favorita en acción. Pero ¿se estaría ella refiriendo a algo parecido o las películas que se montaba en la cabeza tenían como protagonistas a personas más... terrenales? El matiz era importante, pero para no maltratarme más decidí optar por la opción más fantasiosa.

Ahora bien, las dos siguientes cambiaban de tercio. Estas sí iban a darme de qué hablar. Sí, a mí mismo. Al menos por ahora.

Porque no me cupo duda de que la tercera opción remarcada hacía referencia a no pocas de esas ocasiones en las que su cuerpo dijo que sí, pero su mente, las circunstancias o el momento pusieron el pulgar hacia abajo. Momentos, encuentros y vivencias que hacían presagiar jadeos y sudores... que no llegaron a materializarse. Fantaseaba con lo que pudo pasar y no pasó... ¡conmigo o en un tiempo anterior! No debía engañarme. ¿Quizás con la que le hubiera dado el mengano de turno de haber podido lamer su piel? ¿Con lo que la esperaba si hubiera accedido a subirse a aquel coche? ¿Aceptado aquella tentadora invitación a tomarse la última?

Curioso.

Aunque más curiosa me pareció la última opción. ¿He dicho curiosa? En fin... Alguien de su mismo sexo. No sé por qué, pero ya ni me sorprendía. No solo por el hecho de saber a ciencia cierta que era una fantasía recurrente de muchas mujeres (casi el 41% de las mujeres de Reino Unido, sin ir más lejos), sino también por los antecedentes recientes que seguían enquistados en mi interior. Dos dudas lógicas. ¿Fantaseaba por mero morbo, por experimentar y dinamizar su vida sexual, o porque ya había vivido alguna experiencia lésbica y era algo que encendía su mente y entrepierna...?

Mi novia fantaseaba con tener sexo con otra mujer...

Sospechoso. Podría haber marcado cualquier otra opción, pero se había atrevido a confesar anónimamente lo mismo que su amiguita del alma...

No podía ser casualidad. ¿O sí?

54) Si se diera la oportunidad real de conocer a un famoso y surgiera la chispa, ¿tendrías un affaire con...?

*Si se alinearan los astros me gustaría conocer y algo más con:

Can Yaman*

Anda, otra casualidad con su amiguita de aventuras. Seguramente nada tendría que ver que viesen las mismas series en Netflix, HBO, Movistar o Amazon. Tendría que saber más del actor este. Raro que no hayan puesto una actriz , bromeé para romper un poco con los nervios que me atenazaban el estómago.

55) ¿Ves pornografía para alimentar tu imaginación en momentos de soledad?

Muy ocasionalmente. Como un extra exótico.

Jamás había pillado a Cris viendo porno, he de decirlo. Incluso las veces en que habíamos follado con una película porno de fondo, su atención a la misma había sido anecdótica. Pero acababa de decirme que alguna vez veía porno.

Un pensamiento cruzó fugaz mi mente: tal vez nunca le haya prestado atención porque en la escena salían un hombre y una mujer. ¿Cabe esa posibilidad?, quise saber para mis adentros, tal vez pecando de suspicaz.

56) ¿Qué piensas del sexo «outdoor»?

He tenido sexo en lugares públicos, con riesgo de ser descubierto/a, y fue una sensación que potenció mis sentidos. Repetiría si se diesen las circunstancias propicias.

Siendo sincero, me jodió. No habían sido pocas las ocasiones en que había logrado excitarla en público para quedarme al final con las ganas de clavársela. Enterarme de que otro u otros habían follado con ella a la luz del sol o las estrellas, con riesgo de ser descubiertos, me produjo unos comprensibles celos retroactivos producto del agravio comparativo al que yo mismo me sometía. Además, ¿qué era eso de que repetiría si se diesen las circunstancias propicias? Joder, creo que cuando nos habíamos visto inmersos en algún calentón o la pasión nos había desbordado al aire libre, las condiciones eran más que idóneas para dar un paso más. ¿Qué cojones había hecho mal para que mi novia no considerase esos momentos como propicios ? ¡El propio jueves por la noche, que íbamos echando chispas, pudimos haber hecho cositas en un portal sin riesgo alguno! ¡Si hasta se lo dijo a Chiqui!

No entendía una mierda. Y nada tenía que ver el trío que no se iba de mi mente.

57) Si ves accidentalmente a una persona del sexo opuesto (o del mismo sexo) desnuda y no se da cuenta, ¿seguirías mirando?

Sí. E incluso podría llegar a recrearme observando la escena.

Vaya, para tener sexo en público parecía más modosita que espiando a un chico... o a una chica. Y más modosita que follándose a un desconocido con su mejor amiga.

Sí, estaba enrabietado. Qué le iba a hacer. El montoncito de caca era ya una montaña.

Un largo suspiro, un movimiento de cuello para desengrasar de nuevo los músculos y otro vistazo rápido al pasillo.

58) Señala en cuál de estos lugares has tenido sexo con penetración. Seleccione tantas como crea convenientes, confiésanos tantos lugares como desees.

En una cama. Es lo más práctico en realidad.

En un sofá. Me dijo que tenía Netflix…

En un coche. ¡Y los cristales acabaron empañados!

En el trabajo. Morbazo.

En los baños de un pub o sala de fiestas. Cuando las ganas aprietan…

En el aparcamiento de una discoteca.

En casa de un/a amigo/a, con una tercera persona en la habitación vecina.

En un ascensor.

¡En el cine! La película era tan aburrida…

En un hostal, hotel, motel, apartotel...

En la playa. ¡El calor es lo que tiene!

En la cocina.

En el campo. Soy muy naturista.

Ni me la había follado en su trabajo —¿a qué trabajo de todos los que había tenido se refería?—, ni en ningún baño de discoteca o pub —aunque sí se me habían ido las manos—, ni en sus aledaños —como mucho nos habíamos dado el lote en el parking del centro comercial—, ni en casa de ningún amigo, ni en el ascensor —¡si no da tiempo! ¿qué fue, en un rascacielos?—, ni en el cine —¡qué atrevida!—, ni en la playa —y no será porque no lo intenté—, ni en el campo.

¿Pero qué más me daba? Era su pasado, ¿no?

Un montoncito más de estiércol para la montaña. Si es que, de verdad, me lo tenía más que bien merecido.

59) De todos ellos, o de alguno no mencionado, ¿cuál es el lugar más excitante en el que has tenido sexo?

Otro:

a bordo de un velero

¡De puta madre! No, no, no me miréis a mí. Yo, como mucho, había paseado con ella en la lancha de mi tío, pero nunca a solas. ¿Quizás ese empresario follador? A saber. Total... era su pasado, ¿no? Lo que queráis... ¡pero saberlo era un lastre irritante!

60) ¿Te has grabado o te han grabado alguna vez teniendo sexo?

Sí.

¿Sabéis qué os digo? Que a mí no me había dejado hacer eso. No había insistido mucho, pero su negativa parecía firme. Y mira que es algo que me daba bastante morbo, pero el cupo se había cubierto. ¿Malas experiencias, tal vez? ¿Algún trío inmortalizado para la posteridad?

Otra vez la idea de que pululara por ahí testimonio digital alguno de mi chica en actitud obscena se sobreimprimió sobre el resto de mis pensamientos durante una milésima de segundo.

61) Con respecto a las playas nudistas...

He estado en alguna playa nudista, pero no he hecho nudismo. No lo descarto.

Recordé la respuesta de Chiqui y me sobrevino la posibilidad de que hubiera pisado alguna de estas playas en su compañía... sin haber disfrutado totalmente de las bondades de tan mágicos lugares, algo que sí había hecho su promiscua amiguita. Y también que quizás había tenido la oportunidad de ver miembros que potenciaran el atractivo de algún visitante playero que hubiera acabado conociendo más tarde.

Mentiría si dijese que la idea de hacer nudismo con ella era una de mis prioridades, pero algo de morbillo me ofrecía la idea. Al menos como idea, porque luego la repugnante realidad de que la viesen desnuda se superponía a que fuese yo el observado. Tal vez más adelante me atreviese a sacar mi lado más impúdico.

62) ¿Y qué nos dices de las tiendas eróticas?

No se han dado las circunstancias, pero tengo curiosidad por saber qué me pueden ofrecer.

Conociendo sus anhelos y todo aquello que estaba dispuesta a probar, quizás debía ponerlo en las tareas urgentes y prioritarias. Si sobrevivía al test y a sus consecuencias.

63) Para terminar este bloque, ¿qué opinión te merecen las apps de ligue tipo Tinder®, Badoo®, Scruff® o AdoptaUnTío®?

He usado alguna app de ligue en el pasado, y me cité con algún chico/a.

Bueno, aquí tenía la respuesta a alguna de mis veladas dudas surgidas a raíz de cierta pregunta. No necesité preguntar si alguna de estas citas acabó en una cama, coche o campo porque estaba totalmente seguro de que así había sido.

Volví a respirar, mojé unos labios que no paraban de secarse y encaré el tramo final del cuestionario. El más importante, con permiso de los sucesos más escabrosos acaecidos en el pasado que acababa de descubrir.

V

Queda poco para que ganes ese viaje maravilloso...

¡Último bloque... y el más importante!

Hablemos ahora de tu relación de pareja…

64) En un plano estrictamente sexual, ¿qué consideración te merece tu pareja?

Aceptable. Tiene sus defectos y virtudes, como cualquiera, pero la balanza está del lado positivo.

Como no supe si alegrarme o no, esperé el resultado de la segunda pregunta del bloque para acabar no alegrándome.

65) ¿Qué nota le pones a tu vida sexual actual?

6.

Genial. Por lo menos no estaba suspenso. ¿Habría recuperaciones en el mes de diciembre, o tendría que esperar a septiembre para subir nota?

En serio, me sentí una puta mierda. Cuando lo das todo, cuando sobrepasas tus limitaciones físicas y te entregas en cuerpo y alma, un seis es insuficiente, aunque alguno pudiera darle una lectura positiva al hecho de estar por encima del cinco. Un siete, y digo un siete, me hubiera dibujado una sonrisa en el rostro. Un seis no. Menos todavía cuando ella para mí era, antes de descubrir lo del «asuntillo», un puto once.

66) ¿Con qué frecuencia tenéis sexo? (Si vivís lejos el uno del otro, el sexo virtual cuenta como el presencial).

Dos o tres veces por semana, como mínimo.

Visto lo visto y leído lo leído, demasiadas veces me parecían.

¿En serio no llego al siete? ¿Y el empresario del trío secreto qué nota se llevó? ¿Y el que te folló en el cine?

67) ¿Te parece una cantidad suficiente?

Me gustaría hacerlo más, siempre y cuando esto significara un incremento en la calidad de nuestros encuentros íntimos.

Está bien, me bajaré del burro y seré crítico. Es posible que si obviamos los viajes esporádicos que nos sacaban de la rutina laboral (y de qué manera, todo hay que decirlo), el sexo era de fin de semana. Está bien, iré más lejos: sin magia ni sorpresa, predecible. ¡Pero yo pensaba que bueno y suficiente!

De cualquier modo, estaba bien leer las contestaciones para analizar la realidad desde otras ópticas. No podía tomármelo todo tan mal como el trío o las pollas anchas o acabaría arrojándome por el balcón. Tocaba poner de mi parte y comulgar con el objetivo del cuestionario. Usar los datos en él obtenidos para atajar el «asuntillo» y adelantarme a los acontecimientos.

Aun así, y siento ser pesado, creo que el seis se quedaba corto, a menos que la nota estuviera influenciada por la ausencia de factores más... ¿sorpresivos o novedosos?

Si buscar formas de salir de una rutina semanal e innovar para subir el listón iba a significar follar con más asiduidad, me rasgaba las vestiduras como fuese. Acababa de confesarme que le gustaría hacerlo más en tanto que mejorase la naturaleza de nuestros momentos de pasión, ¿por qué llorar en lugar de descubrir cómo alcanzar la excelencia?

68) ¿En qué estado crees que se encuentra tu vida sexual ahora mismo?

Término medio. No está mal, pero creo que va siendo hora de innovar para no caer en la rutina de los sábados.

No está mal . Vaya. Es posible que me hubiese acomodado. Dar las cosas por hechas y dar por sentado que Cris iba a estar ahí simple y llanamente porque vivíamos bajo el mismo techo. Va siendo hora de innovar. ¿Otro ingrediente del «asuntillo»?

Oído, cocina.

Creo que fue la primera respuesta que me había llegado al alma en sentido positiva, aparte de sus intenciones maritales conmigo. Es como si me lo hubiera dicho cara a cara. Eso sí, innovar no va a significar aceptar entrar en ningún trío , bromeé conmigo mismo.

69) ¿Sabe excitarte tu pareja antes de...?

Sí, más o menos, aunque cuando él/ella se excita saca la bestia que lleva dentro y se acabaron los preparativos.

Captado. Debía adecuarme a sus velocidades. Tal vez por eso a veces refrenaba mis instintos en lugares públicos, por ejemplo. No diré que su respuesta me hubiera abierto los ojos, pero como había ocurrido con otros planteamientos, escucharlo todo directamente de su boca sonaba a petición. O lamento.

Por cierto, ¿cómo os excitó el empresario ese para calentaros a las dos?

70) Y tú, ¿sabes excitar a tu pareja antes de…? Escoja una o dos.

Si me apetece sexo, sé perfectamente como encender a mi chico/a.

No tengo que hacer mucho para que mi pareja tome la iniciativa cuando estamos a solas. Basta con mi presencia y una miradita. Es de fácil ignición.

Joder, más allá de sus superpoderes, me pintaba como poco más que un adolescente pajillero. Qué voy a hacer, coño, ¡estás buenísima! Intentaría mostrar algo más de indiferencia cuando me masajeara el paquete con la planta de los pies, no te fastidia.

71) ¿Cómo te consideras en relación con las propuestas íntimas que recibes por parte de tu pareja?

Una persona de gustos clásicos dispuesta a descubrir nuevas experiencias si se dan las circunstancias adecuadas. ¡Mente abierta!

¿De gustos clásicos? ¿Un trío con un empresario y tu mejor amiga? ¿Follar en el baño de un pub? ¿En el parking de una discoteca? ¿Con un tío que te sacaba un montonazo de años? ¿Qué te hayan reventado a bordo de un velero en alta mar? ¿En la última fila del cine rodeada de gente? No sé...

Quizás fuese de gustos clásicos, sí. Mi experiencia no me decía lo contrario, es la verdad. Simplemente pudo ocurrir que su mente abierta hubiera accedido a probar cosas nuevas cuando las circunstancias hubieron sido las correctas...

Circunstancias correctas...

Oye, pues no sonaba mal, la verdad. Hasta cierto punto. No era descartable que mi estupidez y ceguera me hubieran privado de su mente abierta y un mundo de posibilidades. Circunstancia que ella misma —y otros— hubiera aprovechado para endulzarse un poquito la vida...

Tomé nota y me desprendí de todo pensamiento negativo nacido del retintín que imprimí a mi pensar sobre lo que había hecho o dejado de hacer en su vida.

72) ¿Juega la fantasía un papel fundamental en vuestras relaciones íntimas o sois más de «pasar a la acción»?

Nos ponemos a tono antes de pasar a la acción, pero hay poca variedad. Estaría bien experimentar e innovar.

Lo pillo, lo pillo, no me machaques. Creo que lo llevo pillando un rato. Soltar un poquito el acelerador e ir subiendo escalón a escalón, que la niña va a su ritmo. Experimentar y variar las formas de combustión interna de Cris, motivarla, provocar que pierda los estribos. Algo me decía que en el «asuntillo» se escondería también esta supuesta falta de variedad en los preliminares. Las preguntas posteriores lo corroborarían.

Ya barajaba nuevas fórmulas para potenciar nuestras fantasías conjuntas. Y las que me iban a llover en breve.

73) ¿Te has llegado a sentir frustrado/a con tu vida sexual actual? Puedes marcar dos.

En alguna ocasión, y quizás por una relación directa con la respuesta a la pregunta 72 (Falta o ausencia de un componente fantasioso o psicológico previo al coito).

¡Vaya con el tema de las fantasías y la psicología! Iba a coger complejo de chimpancé, me cago en la puta. En fin, como decía antes, ya lo iba pillando.

Igualmente, me invadió la culpa tras una rápida relectura a las posibles respuestas para saber qué había descartado. La sensación de que me había dejado llevar más de la cuenta por el físico de Cris me sobrevino. Entendedme, es algo normal. Quiero decir, que toda relación tiene un componente físico importante, es lógico que tu pareja te encienda, alimente tu Eros, sobre todo en los primeros meses y más allá si se sabe cuidar la libido. Pero cierto componente superficial quizás había provocado que obviara juegos y galanteos en pos de ir al grano. Quizás, y debía manejar esta posibilidad aunque doliese, que Cris no sintiese por mí la brutal atracción física que yo sentía por ella provocaba que el factor imaginativo jugara un papel importante para predisponerla al coito. Qué dicho coito, folleteo. No digo que viese en mí a Shrek , joder, pero mientras que yo no necesitaba más que su presencia para ponerme duro y fantasear con la escenita porno de turno, ella buscaba componentes más sentimentales, amorosos o eróticos para activar el modo zorrita. Lo había comprobado en muchísimas ocasiones, y sabía que su receptividad (e iniciativa) se activaban cuando compartíamos un baño romántico, un masaje aceitoso en la terraza de un hotel o una cena regada con buen vino. Con contadas excepciones. Aunque luego fuesen más, y no tan inocentes. Pero no adelantemos acontecimientos. Tocaba la setenta y cuatro.

74) Cuando algo no marcha bien en la cama...

Pongo de mi parte para que la situación mejore sin necesidad de hablarlo.

Bueno, lo del «asuntillo» seguía estando ahí, aunque con la información que estaba pescando cada vez estuviera más configurado. Tal vez que yo también pusiera de mi parte con lo que estaba descubriendo ayudase a que la necesidad de no hablarlo se mantuviese intacta.

75) Puntúa del 1 al 10 las siguientes prácticas con tu pareja. Escribe «no» en aquellas que no practiques:

En general, ¿qué tal los preliminares?: 5

¿Sabe cómo acariciarte?: 7

¿Qué tal besa tu chico/a?: 8

¿Cómo anda de imaginación?: 6

¿Qué tan buena/o es haciendo sexo oral?: 8

¿Y masturbándote?: 6

¿Qué tal el coito clásico (penetración vaginal)? : 6

¿Qué me dices del beso negro?: 8

¿Y del sexo anal?: 8

¿Qué tal estimula a tus pezones?: 9

¿Se defiende con los masajes?: 7

En pleno acto, ¿cómo puntuarías las palabras con las que trata de excitarte?: 6

Si llega antes que tú al clímax, ¿se preocupa por seguir satisfaciéndote?: 6

¿Cómo de romántico/a es tu pareja después de haber tenido sexo?: 8

Sentimientos contrapuestos, sensación agridulce.

Me había quedado claro que el factor sorpresa y los preliminares debían dilatarse lo suficiente como para viajar los dos a la misma velocidad en dirección al orgasmo... Y también que debía estimular su cerebro, órgano sexual primario, con nuevas —y potentes e innovadoras— fantasías... ¡pero es que casi me suspende, hostias! ¿Tan descuidado le resultaba? ¿Tan a saco iba? Joder, no había sido consciente de ello, no lo había hecho queriendo. Además, si nunca me había dicho nada era porque mal del todo no debía hacerlo. Y si cuando íbamos a follar ponía de su parte, ¿por qué iba a imaginarme que no le apetecía, o que le apetecía de otra manera? Profundizando algo más, si en ocasiones era ella la que ponía todo de su parte para que me la fornicara, menos me iba a imaginar yo que algo no iba bien. Pero así era.

¡Qué difíciles son las mujeres!

Para más inri, no solo estuve a punto de catear en la asignatura de los preliminares y las velocidades de ignición, iba bastante justito en imaginación —algo que ya no negaré, pues como he dicho su mera presencia copaba mis más sucios anhelos pornográficos—, en el folleteo clásico —quizás por la propia falta de imaginación y variedad, la rutina de los sábados... y por no ser un Felipe, que con su polla es capaz de imitar cada imagen del kamasutra—, en la manera en que la masturbaba —¿tal vez algo brusco?—, en lo que escupía mientras follábamos —tendría que ser más morboso la próxima vez— y, supuestamente, en mi despreocupación tras correrme.

No estaba nada de acuerdo con esto último. Si no llegaba con lo que tenía, creo mi lengua es maravillosa y siempre estaba dispuesta a pasearse por su coño. Y así la puntuó, de hecho. Eso sí, no mejor que la manera en que le lamía, mordía, chupaba y mamaba sus preciosas y redondas tetas. Aunque me dije, por no faltar a la verdad, que la hipersensibilidad de sus pezones tenía algo que ver con la puntuación tan alta que me había puesto.

En fin, tomé nota mental de todo... y suspiré resignado. Otra vez.

¿Cuáles habrían sido las calificaciones obtenidas por el que le sacaba más de quince años? ¿Y la del empresario? ¿Y las de Rafa, Tomé o alguno de esos? ¿Habría calificado también a Chiqui?

Joder, este último pensamiento me pareció asquerosete y tuve que sacudir la cabeza para desprenderme de él.

76) ¿Qué le pedirías a tu pareja para que mejorase la calidad de vuestros momentos de intimidad? Marque o conteste las cuatro con las que más se identifique. El orden es irrelevante.

Que le eche más imaginación. El sexo es 90% mental y 10% genitales friccionando.

Mayor tiempo de «cocción». No hay que rellenar el conejo tan pronto. Mejor abrir su apetito...

Que sea más morboso/a. Una mente más abierta que invite a la mía a seguir su camino.

Más romanticismo sucio y conexión: el porno no es buen maestro.

Volvía a crujirme con lo mismo, la dichosa imaginación y las prisas por poseerla... y me daba la estocaba con la última opción. Algo que casi agradecí de nuevo, viendo el resto de posibles respuestas. Ahora solo me faltaba concretar el significado de «romanticismo sucio» para tener casi estructurado el tema del asuntillo-de-los-cojones.

Por supuesto, no pude coincidir con la tercera. Me considero bastante morboso. La cuestión era, como descubriría más tarde, que nuestros «morbos» no estaban en la misma sintonía. Cuestión de sintonizarlos, aunque ello implicara adentrarnos en otros... mundos. En este mismo sentido, descubriría que su mente estaba bastante más abierta que la mía. También habría de resintonizar tales diferencias.

Por cierto, ¿habrían sido diferentes las sorpresas de haber permitido más de cuatro opciones?, me pregunté. Algo me dijo que sí.

77) Casi terminamos. De las siguientes ideas para alejarse de la monotonía, ¿cuáles crees que podrían resultar excitantes para incluir en tus encuentros sexuales? Elije las que creas adecuadas a tus necesidades.

Creo que me gustaría probar o incluir juguetes sexuales en la cama.

Además de en la cama, me gustaría incluirlos fuera de ella.

No estaría de más añadir una pizca de fantasía a nuestros encuentros sexuales...

Adoptar roles sexuales que estimulen nuestra imaginación y rompan la monotonía. Siempre he querido saber qué se siente al jugar a los médicos...

Convertiros en dos desconocidos que se encuentran en un lugar y deben seducirse el uno al otro... ¿Qué tal un sex-shop?

¿Serías capaz de...? Lo que se te pase por la cabeza. ¡Vosotros ponéis los límites... y las recompensas!

*Otro:

probar el Ultra Slim Satisfyer Pro-remote-tweez 3 Luxury*

Estupendo inicio y no pocas propuestas que solo ponían de manifiesto sus ganas de innovar, de evolucionar. Hacía rato que valoraba con qué juguetes comenzar a experimentar. No obstante, admito que no había considerado la opción de probar juguetes fuera de la cama. ¿A qué se refiere exactamente? , me pregunté ignorando que en el último punto estaba la respuesta a mi pregunta. Lo de la fantasía lo daba por hecho. Había aprendido la lección, aunque me hubiera costado enterarme de demasiada mierda que ya ni iba ni venía a ninguna parte... pero que acabaría dando de qué hablar. Lo de los roles... tendría que buscar la manera de enfocar la propuesta... Como he mencionado, su mera presencia había bastado siempre para encenderme. Que se vistiese de diablilla, enfermera o conejita no iba a calentarme más. O eso pensaba. Pero habría que trabajar al respecto. Una buena exploración vaginal antes de otra anal no sonaba nada mal para el médico que habitaba en mí. La idea de los desconocidos, que copié de por ahí, tampoco era mal plan. Y algo se me vino a la mente para ponerlo en práctica en poco tiempo. Aparte estaría, cómo no, la idea del sex-shop, ya necesaria en el porvenir inmediato de la relación. Que hubiera marcado la opción del «¿Serías capaz de...?» volvía a poner de manifiesto sus ganas de actualizar el repertorio erótico que había dejado de lado hacía ya un tiempo y me mostraba una mente más abierta de lo que yo había sido capaz de ver. Con respecto al Ultra Slim Satis no sé qué, tuve que mirar en internet. Para mí sorpresa, su descubrimiento me remitía a la segunda opción marcada. ¡Y abría un excitante horizonte! ¡Joder, ya lo creo que sí!

Consistía en un sofisticado —y carísimo, por cierto— vibrador, parecido a una futurista, finísima y estrecha compresa de contornos redondeados, que iba adherido al cuerpo, concretamente a la zona íntima de la mujer. Estaba construido exteriormente de un material suave y flexible parecido al látex, y se colocaba en la parte interna de las braguitas o el tanga. Cumplía una doble función con posibilidad de una tercera. El cabezal, plano, redondeado y con función de envío de pulsiones, mandaba unas ondas al clítoris, estilo al Satisfyer clásico y sus evoluciones, que estimulaba con una tecnología patentada —y bastante exitosa, según podía leer en los más de 2.000 comentarios que le otorgaban una nota de 4.9 sobre 5— el incremento de la vascularización del botoncito del placer como ningún otro hasta la fecha. No solo eso. Un cabezal flexible, de poco más del tamaño de una bala de 9 mm, se acoplaba por su base en el vibrador y se introducía en la vagina. Este sofisticado apéndice estimulaba el exterior de la misma con otro tipo de onda expansiva, potenciando la estimulación del propio clítoris desde la mismísima entrada de la vagina. ¿Consecuencia de tanta tecnología en tan reducido espacio? Orgasmos aparentemente brutales en un par de minutos, delirios placenteros, oscurecerse el entendimiento y muchísima diversión.

No quedaba ahí la cosa. En la caja, bastante lujosa, se añadía un tercer cabezal tipo supositorio que se unía al extremo inferior del vibrador mediante un finísimo cable. Servía, como cabe imaginarse, para estimular el ano gracias al empleo de las mismas ondas vibratorias. Los resultados, al parecer, magnifican espectacularmente la ya de por sí excelente experiencia vibratoria. Algunas usuarias afirmaban haberse vuelto adictas al sexo anal gracias al descubrimiento del dichoso aparatito; otras habían llegado al orgasmo por primera vez en su vida gracias a este último accesorio.

Genial. ¿Podía buscar una mejor forma de volverme prescindible para Cris?

A no ser, claro, que por su cabecita rondase la idea de usar en vibrador conmigo. Y no me refería a que me lo pusiera yo, sino a que su control quedase en mis manos. Literalmente. Porque gracias al Bluetooth y la aplicación para móviles de la empresa fabricante podía darle una infinidad de usos a la maquinita del placer que llevaría mi novia anexado al cuerpo. Podía acariciar su carnoso coñito y excitar su estrecho culito en cualquier parte, a la vista de todos, y disfrutar de una experiencia que alimentara su placer... y mi imaginación. Quién sabe, a lo mejor también la de un tercero.

Ni tan mal. Por supuesto, que hubiera hecho mención al Slim Ultra no sé qué dos veces en el cuestionario me dejaba claro su interés. Y algo me decía que el mío ya había superado al suyo.

La búsqueda de información en Google y querer saber de qué iba el invento me había evadido. Por un momento la desazón provocada por tantos y tan turbadores descubrimientos se había esfumado. Y hubieran vuelto para quedarse de no ser porque la última respuesta, libre, estaba a punto de ablandarme el corazón y obsequiarme con la breve calma que ansiaba.

78) ¡Muy bien! Para terminar, si tu pareja pudiera leerte ahora mismo pero no supiera que eres tú... ¿qué le confesarías?

*Le diría que...

no conoce ni la mitad de mi mundo interior, y le invitaría a explorarlo juntos*

¡Toma ya! ¡Vaya final!

Vacuna contra mis rayadas y antídoto frente a la depresión a las puertas de mi mente. Directo a la patata.

¿Le habría salido del alma o habría calculado sus efectos? Bah, si era un test anónimo, para qué pensar mal…

La propuesta tenía componentes románticos y misteriosos, una seductora invitación... ¡Todo un desafío que encarar!

Me retrepé sobre la silla, resoplé y eché el cuello sobre el respaldo. Subí y bajé con el ratón varias veces más repasando las contestaciones que me iba encontrando al azar. Tras la última confesión, un bienestar general. Sabía que había cosas que renovar, un pasado que me iba a martirizar... pero también tenía en mi mano datos más que suficientes para tener la seguridad de que Cris estaba ahí, dispuesta a todo, dibujando un futuro conmigo en el que entraba vestirse de blanco y procrear. ¿De qué me iba a quejar?

Llegué otra vez a la última pregunta y me recreé en su confesión, leyéndola una y otra vez, como si su sola presencia pudiera borrar todo malestar.

Explórame , susurré haciendo mías sus palabras, descubramos qué hay en mí... Juntos...

Joder. Si tenía que hacer balance en ese momento, aun pesando su ayer como una losa, aun cargando con información que jamás debí saber, aun sabiendo que todo volvería a aparecer y siendo consciente de todo lo que debía cambiar... podía estar feliz.

Sin duda, ahora era el momento de volver a empezar. No iba a faltarme voluntad.

Cerré el correo electrónico y apagué el ordenador. Cuando me puse en pie me mareé, las piernas no me respondían. La tensión acumulada había hecho mella en mí; la hora y pico que llevaba sentado también. Bajé la persiana hasta abajo y apagué la lamparita. La luz azul parpadeante del móvil me recordó que estaba ahí, esperándome. No recordaba la última vez en que mi conciencia había olvidado por completo la existencia de ese aparato que se ha convertido en un apéndice más de muchos de nosotros. Desbloqueé la pantalla y me encontré con una retahíla de mensajes de Mori.

MoriMori

Perdona q no te haya contestado

Ha sido una mala noche

Jana y yo lo hemos dejado para siempre

Se ha largado con todas sus cosas

No ha hecho falta ni el test

Le he sonsacado la verdad

Estos días no ha estado en casa de sus padres tio

Ya te puedes imaginar

Estoy jodido tronko

Pero no tengo ganas d hablar

Hablamos

Tq feo

01:28

JO-DER.

Qué putadón.

Aun así, casi me sirven de consuelo sus palabras. Casi. Tras una involuntaria comparación de su situación y la mía —comparando también descubrimientos—, la dolorosa verdad: Jana se la había jugado. En presente. Hostia puta. No podía decir que me sorprendiese, pero no lo esperaba para nada.

Me vi tentado a escribirle, pero la posibilidad de que aún estuviera despierto y me escribiese para hablar me rompería los esquemas. Estaba en el despacho por motivos de fuerza mayor, pero antes de las siete debía estar en pie, y Cris también. Quedaban pocas horas de sueño y mi cupo de preocupaciones había rebosado ya. Decidí que lo llamaría al día siguiente, teníamos mucho de lo que hablar.

Con la doble desazón en el cuerpo y la prudencia de un ninja, me metí en el dormitorio, iluminado con la tenue claridad de la pantalla del móvil. Cristi seguía frita, había girado el cuerpo hacia el otro lado, invadiendo parte de mi espacio, y resoplaba al respirar. La sábana se había desplazado hacia sus piernas y su cuerpo se me mostraba semidesnudo. Una camiseta de tirantillas y unas braguitas rosas cubrían sus zonas íntimas. Su culo una puta locura, lo sabía bien todo su Instagram. Una avalancha de pensamientos que no me molesté en frenar me asaltaron al contemplarla: caras de desconocidos que habían saboreado esa piel, citas con chicos de alguna red social, épocas de cierta promiscuidad, un velero, un hombre maduro derrotando las defensas de su voluntad, la visita al camerino de un actor turco, ojos cargados de deseos incumplibles por culpa de la vida monogámica, alguna fantasía homosexual, su rostro mostrando una sorpresa difícil de disimular al contemplar algo difícil de mamar... la lujuria de dejarse llevar por su amiga... y alguien más.

Tuve que abofetearme las mejillas para regresar a la realidad. Inyectarme su última frase del cuestionario para tener de dónde agarrar.

Iba a echarme sobre las sábanas, derrotado y sin ser consciente aún de las infinitas consecuencias de haber invadido su privacidad, cuando su iPhone se iluminó sobre su mesita.

¿A esta hora?

Caminé de puntillas hacia el otro lado de la cama, miré de reojo a mi novia y desbloqué su teléfono. Acaricié de arriba abajo el cristal y la conversación se abrió ante mí:

+34 640 343 4321

Perdona por contestarte a estas horas morenaza

Acabo de terminar de currar y he tenido a mi jefe encima hasta ultima hora

No sé por qué dices eso, si me comporté fenomenal! Si hasta te acompañé al portal! :P

Poseído por una curiosidad malsana y un estado que no debo ya ni explicar, desplegué el Whatsapp:

+34 640 343 4321

Perdona por contestarte a estas horas morenaza

Acabo de terminar de currar y he tenido a mi jefe encima hasta ultima hora

No sé por qué dices eso, si me comporté fenomenal! Si hasta te acompañé al portal! :P

De lo contrario creo q no me estarías diciendo que lo pasaste genial, no??

:P :P :P

Ains la morenita estaaaaaaaaaaaaaaaaa

Q los trae a tos loquitoss

Sabes??

Eres PRECIOSA y me da igual que estes harta de escucharlo

Sabes q yo no soy un cualquiera

Ni voy piropeando sin mas

Así que no te lo tomes a mal

En fin, si esa es tu ultima propuesta qué le voy a hacer

A esperar otra casualidad para poderte ver y bailar

Aunque pondré de mi parte eh?? q no es fácil dar con alguien q se mueva como tu! ;) ;) ;)

Es un aviso amistoso.. ;)

T he dicho q eres PRECIOSA??

Descansa y q tengas muy feliz semanita, maja

Hasta otra “casualidad”…..

01:49

Qué cojones acababa de leer... Lo que me faltaba para terminar el día, el peor fin de semana en siglos. Quería saber qué más había e intenté subir para averiguar de dónde nacía la contestación de este tipo. Pero para mi sorpresa eso era todo. Cris, en algún momento, había borrado lo demás. Y para más jodienda, ni siquiera había guardado su número...

Corrí silencioso a coger mi teléfono y comprobé que no era ninguno de mis contactos, algo que intuía ya. Tampoco había que ser muy listo, algo me decía quién estaba detrás...

Madre mía, otra fuente de intranquilidad... ¡lo que me quedaba por luchar!