Descubriendo a Cris. 6. El «Mori» y un plan loco.

Celos e inseguridades florecen en Migue cuando, tras un desafortunado encuentro, el pasado de Cristina se cruza en su idílica existencia. Dudas y preguntas. ¿Convertirlo en anécdota o escarbar en él? ¿Seguir viviendo el feliz presente o explorar el ayer que configuró el hoy de su flamante chica?

6. El Mori, una charla necesaria y la absurda idea del test sexual

Esteban Morales, más conocido como «Mori», es para mí lo que Chiqui, Mónica o Bárbara para Cris. Esa clase de muy mejor amigo que tiene oídos pacientes y sabios consejos para todos excepto para sí mismo. Aun así, sabiéndome respaldado por un buen hombro tras el que buscar respuestas a no sabía muy bien qué preguntas y un consuelo que debía abarcar diferentes desazones, hubiera preferido que fuese Salva, mi otro muy mejor amigo, el que escuchara parte de mis tonterías con la profesionalidad del reputado psicólogo que sus colegas dicen que es. Desgraciadamente, el cabrón vividor que es en realidad había preferido irse a Venecia con Elena, su novia de toda la vida, antes que anticiparse a mi desgracia y cancelar su viaje para atender mis necesidades.

Así que tras unos diez minutos de monólogo sentados a la mesa más recóndita del local, en los que había seleccionado con precisión de cirujano por dónde comenzar a desgranar parte de mis dudas e inquietudes —la doble aparición de Felipe, su encantadora personalidad, el rollo sano que se traía con Cris, lo que comentaban de él en las notas de voz—, en lugar de escuchar el paciente y estudiado dictamen del casi siempre cabal y sobrio Salva, me encontré con la pasota opinión de un Mori que antes de bajar al céntrico irlandés en que nos habíamos citado ya se había cargado unos cuantos botellines de Heineken:

—Me parece una soberana tontería que te preocupes por eso, Migue. Y una exageración enorme que hayas pasado la tarde en la playa y no te hayas atrevido a decirle nada del tema a Cris... —dijo con su voz ronca de obstinado fumador en proceso de purificación, el murmullo del gentío que abarrotaba el local acompañándonos—. En serio, creo que te has montado una peli en la cabeza a raíz de lo del poli que ni Espilber . Solo que en lugar de un tiburón travieso a ti te está devorando el exceso de imaginación. Menos mal que me has contado esto a mí, porque Salva te hubiera mandado a la mierda en este mismo instante después de soltarte una de sus milongas psicológicas... Vaya montaña de un grano de arena, tío... —sentenció antes de darle un sorbo a su segunda jarra de cerveza, recién servida. De fondo sonaba uno de los grandes éxitos de Bon Jovi.

Había comenzado a contarle los detalles de la noche anterior hasta terminar explayándome con lo acontecido en los baños de Andén y los sucesos posteriores. Quizás podía darme una lectura de los hechos menos intensa que la mía, pensé. También le había puesto al corriente de los audios que había descubierto a medio día, centrándome de manera básica en todo lo concerniente a Felipe. No profundicé en más detalles sobre el presente o el pasado de Cris, excluyendo de la charla el resto de intimidades, las comparativas sexuales que me dejaban por los suelos, el tipo misterioso o parte del impreciso asuntillo que tenía a mis cambios de ritmo y ligero aguante como protagonistas. Eso me lo reservaba —por el momento— y me limitaba a lo superficial, a aquello que el paso de las horas había restado parte de su primigenia importancia.

—¿De verdad te parece una tontería, Mori? Coño, ponte en situación e imagina que te pasa lo mismo con Jana. ¿Qué pasaría si coincides con un tío, descubres que es un completo gilipollas, vividor, follador de brujas, egocéntrico, machista y asqueroso, y te enteras después de su pasado con tu parienta? Que no estamos hablando del clásico ex de mierda que al final te acaba cayendo bien hasta a ti, sino de una pésima elección. ¿Qué coño vio en él? Además, anoche ya zanjamos ese tema de regreso a casa y volver a sacarlo hoy a colación de los audios... —Esta vez fui yo el que le dio un largo sorbo a la cerveza helada, pendiente de la respuesta de mi larguirucho y greñudo amigo. El enigmático « Ahora te cuento, ahora te cuento... Vas a flipar » sobrevoló fugaz mi corteza cerebral.

—Pues mira, he coincidido con algunos de sus... exloquesean y... bueno, sí, pica, joroba, no puedes evitar imaginar que ese tío ha hecho con tu pareja lo que tú haces ahora, pero es un picor fugaz, al menos si estás sano del coco. Ley de vida. Normalmente, y solo es mi opinión, la fuerza del presente acaba con todo rastro del ayer, y si no es así, Migue, es que el presente no está bien plantado. Así que no, no te puedo dar la razón donde quiera que la estés buscando. —Le dio un pequeño buche a su cerveza, el índice en alto en señal de que no abriese la boca, que iba a continuar profundizando en su respuesta—. A ver, voy más allá: ¿que descubriese, por ejemplo, que alguno de mis compis de curro, a cada cual más gilipollas y estirado, ha estado con Jana? Picaría, o picaría más. Sobre todo si tengo que verle el careto todos los días —afirmó entre tímidas risas igual de ásperas que su voz—. Pero tú a ese cretino, por muy cretino que te hubiera resultado... no le vas a ver más el careto.

—Eso no lo sabemos tampoco, acaba de aterrizar en la ciudad... —maticé barajando todas las posibilidades, mi vista perdida en la espuma que se desintegraba en el interior de la jarra y mis pensamientos en todo aquello que había callado al iniciar la charla y que en el fondo conformaba el foco de mis inquietudes.

Si el muchacho no termina de llevarte al final con su soldadito...

—Claro, y no tendrá otra cosa que hacer el compi que ir a buscar a Cristina. Por favor, eso es una gilipollez. Y si me equivoco y la busca… amigo, va a salir escaldado vivo. Más quisieran la mayoría de parejas tener una relación como la que vosotros tenéis: sólida, sana y con tantos proyectos de futuro... —afirmó tajante—. Porque siguen estando presentes, ¿no? —preguntó con prudencia.

—Si todo va bien, el año que viene será la pedida de mano, sí. Y antes, algún que otro viajecito... Pero el tema ahora, Mori, y perdona que vuelva sobre lo mismo, es que el tipejo este y ella...

—El tema ahora —arrancó, dejándome con la palabra en la boca después de mi larga disertación, lo cual casi agradecí—, y perdona que interrumpa de nuevo la historia de que hay buen rollo entre ellos, y que Cris le reía las gracias, y que bla, bla, bla , lo cual puede ser algo jodidamente normal, es que llevas año y medio viviendo en las nubes con una pequeñaja y divertida diva de cabellos zaínos a la que nunca le duele la cabeza, sin altibajos sentimentales de ninguna clase, creando una burbuja a vuestro alrededor a base de viajes y escapadas cada dos por tres, de caprichos cada tres por cuatro y de consentimientos mutuos cada cuatro por cinco; con todas vuestras necesidades básicas más que cubiertas, los días de la semana ocupados por unos trabajos que no os permiten asfixiaros el uno al otro y sin focos de desestabilización cerca, por ínfimos que pudieran resultar. Sois tanto tal para cual, que ahora aparece un trocito de su pasado, ese que siempre ha estado ahí, siempre , y ves tu reino tambalearse. ¿No ves, de verdad, la... la... insignificancia de esta casualidad? ¿No entiendes que todo eso solo está en ti, en tu puta cabeza, y que de no haberte enterado no lo padecerías de otra forma porque no habría manifestación de ninguna clase que hiciera saltar tus sensibles alarmas? —soltó de una vez, como si quisiera dar como absoluta una respuesta que debía haber estado rumiando mientras le contaba la existencia de Felipe durante la primera birra.

Claro que lo entiendo, ¡y mejor que tú! No soy tonto, quizás algo inseguro, pero es que hay más, joder, ¡hay más focos de desestabilización, y no están en mi puta cabeza, sino en el teléfono de Cristi! ¡Y quizás en nuestra cama!

—Esteban, interpreto las cosas como tú, créeme. Sé que es su pasado, como yo tengo el mío y tú el tuyo. O trato de interpretarlo así para no avivar a los demonios. Pero es que al escuchar las notas de voz tuve la sensación de que tanto mi novia como Chiqui tenían todo este asunto demasiado... presente. Sí, presente es la palabra; no sé, fresco, reciente. Hablaban como si pasara lo que pasara entre ellos hubiera sucedido el mes pasado. Y para colmo, cómo no, Chiqui queriendo saberlo todo al detalle, lo que invita a mi novia a rememorar y revivir ese pasado enterrado ...

—De verdad, tío... ¿Le vas a prestar atención a lo que hablan Chiqui y tu novia? ¡Por favor, parece mentira! Yo no soy Salva, pero si algo tengo claro es que las tías lo exageran todo, to-do . Son capaces de resumir en una hora lo que les ocurre en un minuto. Que hablasen del Felipe ese o de quien fuese es cosa de chicas, de sus cotilleos, pero ni de lejos es para ellas un tema más importante que lo que pase en Mujeres y hombres y viceversa, Supervivientes o cualquier mierda de esas de las tentaciones que me has comentado que sigue —comentó entre risas—. Además, me cago en la puta, ¡cómo va a ser lo mismo lo que cuenta una piba con pareja que lo que tiene que contar una soltera que tiene citas cada fin de semana! Tu novia tratará de dárselas de chica guay, aun ennoviada, delante de una Chiqui que le contará mil aventurillas... De ahí tanto detalle con ese pasado, pa-sa-do ... Es su manera de adecentar la película y dárselas de empoderada, de que aún tiene algo más que contar que lo que hace contigo... —zanjó, y no le faltaba razón a su pensar, lo cual no era necesariamente bueno dado todo lo que cabría extrapolar al resto de los audios—. Te lo digo en serio, yo no le daría ninguna importancia a lo que se contaran tu novia y el zorrón sobre el mengano chuloputas , y me preocuparía más por que la Chiqui de las narices no la siga haciendo partícipe de sus tonterías. Para lo cual tampoco tienes poder alguno, desde luego. Las amistades son las amistades, y mejor no meterse ahí, aunque sea un zorrón.

—No la llames así, joder... y baja la voz —le recriminé mirando de reojo hacia las mesas colindantes.

—Pues la llamaré zorrita, qué más da —susurró—. El caso es que lo que comentaran del colega este es uno de esos temas que dura un fin de semana y luego cae en el olvido. Fin.

Estaba comenzando a frustrarme, y no porque necesitara escuchar algo distinto a lo que mi subconsciente ya sabía sobre Felipe. La idea de censurar información importante por encontrar consuelo sin sentirme demasiado expuesto no estaba funcionando. Mori estaba dándome una visión totalmente certera y lógica de cuanto le había expuesto, nada que yo no supiese, pero la realidad de mis descubrimientos distaba bastante de la mera presencia de un insoportable pasado durante una noche de fiesta y de los celos y recelos, llamémoslos así, que esto pudiera haberme dado.

Decidí tirarme a la piscina animado por el alcohol y las circunstancias, era imperioso profundizar más en busca de consejo para males más sensibles. Adiós, zona de confort.

—No es solo lo del Felipe ese, ni tampoco es solo que el tío sea un capullo de mucho cuidado, así que olvida eso de fin ... Verás... —Me perdí en mis pensamientos durante unos segundos para hallar la mejor manera de abordar la segunda parte. Chasqué la lengua antes de encarar la confesión—. En la conversación también trataron otros temas que... —no encontraba las putas palabras adecuadas, nunca me había visto en esas, y de no haberme sentido tan vulnerable ni ridículamente enajenado no me hubiera abierto de esa manera—, que, bueno, provocan que todo este asunto — asuntillo , pensé— me afecte más de lo justo y necesario.

Un instante de silencio. Mi vista clavada en el posavasos con el que mis dedos jugaban, los ojos de Mori clavados en mí, mi boca frunciendo los labios, Mori expectante, mi vergüenza siendo aplacada por la imperiosa necesidad de aligerar mi carga.

—¿Y bien...? —Me animó mi muy- mejor-amigo-no-psicólogo mientras giraba la jarra de cerveza.

—Pues que por lo visto el tipo de la gomina le pegaba a Cris unas folladas que ya quisiera yo... con una tranca que ya quisiéramos los dos... —escupí a bocajarro, sintiéndome ridículo, penoso e infantil al oírme a mí mismo. La polla de Felipe se me apareció como un mal recuerdo y no pude evitar una desagradable imagen que la tenía a ella como protagonista junto a una entregada y arrodillada Cristi... Puto asco.

Me faltó llorar para resultar el colmo del patetismo, pero es que había frases que aún rebotaban en mi memoria y provocaban todos estos turbios pensamientos:

«Con pollas como la que tienen estos y la caña que dan los cabrones... el toto acaba dando palmas después de corre... de irse de gusto una vez tras otra y no echas de menos otros estímulos».

Silencio.

Más silencio.

Las atractivas hermanas de The Corrs sonaban de fondo mientras el mundo seguía el curso que parecía haberse detenido en nuestra mesa. El rostro de Mori mostrando un rosario de gestos indescifrables hasta acabar con una de sus cejas arqueadas y la otra hundida sobre el párpado superior. Me alegré de que no se riese de mí, al menos.

—Así que era eso, ¿no? Ya me extrañaba a mí que tú, siendo como eres, te rayases por lo que me has estado contando del poli y no sé qué milongas... —terminó por decir antes de empaparse el gaznate sin apartarme la mirada.

—¿El qué? —pregunté con una impostada inocencia. Bebí por inercia.

—Eso. Lo que te raya. El motivo real que te ha traído aquí. Estás jodido porque has escuchado al zorr... a Chiqui hablando con tu novia de los polvos que el madero le echaba vete a saber cuándo, y te has sentido... ¿violento? ¿Inseguro? ¿Insuficiente? ¿Comparativamente inferior? ¿Todo a la vez? Bah, ni coincidir con el ex en Andén ni buen rollo entre ambos ni pollas en vinagre, lo único que ha habido es eso, un ego destrozado. ¿No es así? Y dime que sí, porque si tengo razón casi que me alegro de que te hayas enterado de toda esta historia pasada. Esto te pasa por meter las narices en conversaciones que ni te van ni te vienen.

Por supuesto que es así, al menos en parte. Pero hay más. Sigue habiendo más.

Pero ¿cómo podría yo...?

A la mierda. De perdidos al río.

—No, no es así. Quiero decir... Ni mucho menos es solo así. Ojalá fuese solo eso... Imagino que no habrá sido el único que le habrá dado lo suyo. —No lo imaginaba, lo sabía a ciencia cierta gracias a los puñeteros audios—. Ya lo hemos hablado, es pasado y punto, qué le voy a hacer yo más allá de no martirizarme con él...

—Entonces no me marees. Ve al grano de una vez, escupe.

—Escupo, escupo —asentí de mala gana—. Pues resulta que también me he enterado de que —cogí aire antes de proseguir, maldiciendo de nuevo haber escuchado las malditas notas de voz y obviando todo lo bueno que pudieran contener—, más allá de lo que hiciera o dejara de hacer con cuantos quisiera antes de conocerme, parece ser que Cris no se siente del todo satisfecha con mi rendimiento en la cama, lo va largando por ahí y quiere charlar conmigo de no sé qué mierda de asuntillo ... — «…cuando tú has llegado yo todavía voy a medio camino…» —. Si a este caldo le añadimos todo lo que te he contado hasta ahora, ¿qué sale, eh? ¿Qué sale? Dímelo tú, dime cómo te sentirías, joder. Mi novia dejando al aire unas carencias que no sabía ni que tenía. Y no solo eso. Para colmo, trataba de justificar esta insuficiencia poniendo sobre la mesa otras cosas que hago bien... y que parecen compensar lo que hago mal. Adornado todo con un tono maternalista que miedo me da. Casi nada. Estoy seguro de que cualquiera se sentiría genial en mi lugar, sí. Venga, hombre, ¿tengo o no tengo motivos para andar con la puta mosca detrás de la oreja, eh? ¡Mori, que si algún día pierdo la lengua, se acabó Cris! ¡Vaya baza la mía!

Un rubor hirviente ascendió de mi pecho a mi rostro. Otra vez esa sensación de vergüenza y ridiculez, aunque esta vez tras motivos más realistas. En fin, ya lo había soltado, acababa de convertirse en realidad. Agarré la jarra de cerveza y me bebí la mitad de lo que me quedaba de un solo trago.

Llevaba toda la tarde con el nudo que acababa de deshacer aferrado a mi garganta, intentando que Cristi no notase nada raro en mi distante y reflexiva actitud, disfrutando del mar y del atardecer en la playa. Y de su compañía, para qué negarlo. Dos enamorados con una puta vida sexual de dudosa calidad y limitada a ciertos placeres que se hacen carantoñas sobre la arena. Pude mantener el pico cerrado porque Cris en bikini provoca que la mitad de mis neuronas se desactiven para masturbarse en mi cerebro, pero no me faltaron ganas ni momentos para enfrentarme a mis miedos, encrucijada entre los nuevos temores y la desorbitante sensualidad de mi pareja medio desnuda. Ahora el nudo se había esfumado, me había liberado. Pero también acababa de conferirle vida a mis temores internos, que como espíritus recién liberados de todo cautiverio sobrevolaban ahora nuestras cabezas. Tocaba domarlos más allá de su confinamiento, tratar de que no se volvieran contra mí.

No sabía cómo continuar, como si ya hubiera escupido todo cuanto debía, cuando Mori me ayudó a salir del bloqueo de una manera tan clásica como efectista:

—Chica... disculpa, dos jarritas más, por favor —le solicitó a la preciosa alemana que nos había servido las anteriores—. Y tú, fisgón de móviles ajenos, empieza desde el principio. Háblame de esa crisis en el paraíso.

El tercer medio litro de cerveza estuvo acompañado de más confesiones. Esta vez de índole más personal, dejándome llevar por la situación de desconcierto y la locuacidad que brinda el alcohol. En esta ocasión no le hice padecer a mi amigo uno de mis monólogos. Mori me interrumpía y puntualizaba matices que yo pasaba por alto, daba forma a interrogantes imprecisos y hacía suyas algunas de las penas que me asolaban.

«Joder, Migue, te juro que nunca te había visto así de inseguro, ¡que no es para tanto, hombre!...»

«Yo también pasé por eso cuando, hace tiempo, Jana me confesó que no le gustaba que yo...»

«A las tías no hay quién las entienda, eso es sabido, pero Cris siempre me ha parecido muy madura y sensata, y tal vez...»

«Mike, he vivido de todo contigo, desde el instituto a la universidad, las primeras grandes noches de fiesta y las que siguieron, y sé de primera mano que das la talla. Vale, no más que yo, pero lo que siempre he escuchado es que...»

«¿Y no has notado un cambio en ningún momento que te hiciera pensar...?»

«Hombre, a mí lo único que me hubiera molestado de verdad es que mi pareja tenga confianza para hablar con sus amistades de problemas que podrían haberse solucionado si los hubiera hablado antes conmigo. Fíjate, justo lo que estás haciendo tú ahora mismo...»

«Pues mira, no todo lo que se contaron fue para putearte, coño, céntrate en lo positivo ahora...»

«Ya, ya, si es que se fijan en los más cabrones hasta que se dan cuenta de que los tíos que merecen la pena son los que estarán siempre ahí cuando…»

«La visión que tiene Chiqui del sexo dista bastante de la de Cristi, eso tenlo claro ya. Esa tía ha follado lo que no está escrito. Si tu muñequita tuviera algún problema jodido, te aseguro que te habrías enterado antes que la zo... que Chiqui, así que eso lo podemos descartar...»

«Qué estupidez, Migue. No lo veas de forma tan dramática. Te dije antes que las tías lo magnifican todo... Así, como tú...»

«Miguelón, somos tíos, no nos engañemos, deja el romanticismo y las pavadas ahora. Antes de despertarnos por la mañana ya tenemos la polla tiesa, coño. Es normal que nos apetezca mojar el churro desde primera hora. Cualquiera en tu situación se pegaría más de un buen homenaje al día. Y no te lo tomes a mal, pero Cris un bomboncito, rompe cuellos por donde pasa y en la cama tiene que ser un espectáculo...es normal que no siempre estés al cien por cien. Todos somos humanos. Unas veces son cinco minutos y otras veinte, ¿qué le vamos a hacer?...»

«¡¿Me quieres decir que has estado más de año y medio con ese culito escandaloso durmiendo contigo y lo estrenaste anoche?! ¡Cuenta, la hostia puta, cuenta! Regálame imágenes para esta noche, hermano…¡¿Cómo tiene el chiquito?! ¿¡Hay vídeo o fotos de eso!? ¿Por qué me miras así?»

«Debió ser un espectáculo verla disfrazada de diablesa, ¿tampoco hay fotos de…? Vale, vale...»

«¿Que se sacó un bote de qué de dónde? ¡Joder con la pavita de Cris!»

«¿Y te parece mal que quiera experimentar contigo? ¡Peor sería que se buscase a otro!»

«¿A un sex-shop? ¿Con ella? Ni te lo pienses, feo, no sabes lo que te pierdes...»

«Bien, lo entiendo, ahora me encaja todo un poco más, pero sigo sin saber...»

«Eso es algo muy subjetivo, Mike, sabrás que no todas llegan al orgasmo de la misma forma ni en el mismo momento, así que no creo que necesariamente sea algo malo. De hecho me parece bien que...»

«¿Que han quedado mañana? Pues que sepas que ese polvo va a ser vox populi...»

«Claro, es que en parte la zorrita tiene razón, lo mejor es hablarlo todo... Pero, por otra parte, el problema este no es tuyo, ¿por qué vas a poner sobre la mesa un problema que tú no tienes? Y de hacerlo, ¿cómo le dices que te has enterado de todo? ¿No debería ser ella la que, supuestamente...?»

Mentiría si dijese que sacar de mí tanta tragedia a priori sobredimensionada —más tarde lamentaría tener ese sexto sentido para oler los problemas mientras el resto ni los intuyen— y escuchar la visión de Mori al respecto no alivió mi carga. Me encontraba bien, casi satisfecho, con menos peso sobre mis espaldas. Ver el problema desde otra perspectiva y haberlo compartido me hacía verlo menos problema. Pero la punzada procedente del dilema clave que nos envolvía aún estaba presente entre tantas teorías, palabras de aliento y comprensión y no pocas confesiones íntimas.

—Pero entonces... vamos a ver, para que yo me aclare. Exactamente, ¿cuál es ese problema? ¿A qué se refieren con el asuntillo ? ¿Que lo des todo siempre? ¿Qué salgáis de esa monotonía que dices que no padecéis aunque la otra la aconseje ir a tiendas eróticas? ¿Innovar y probar cosas nuevas en la cama? ¿Que la lleves al éxtasis sin petarle el ojete ni lamerle su santo coño o qué? Qué difíciles son las tías, macho... —se preguntó Mori en voz alta, haciendo que el rato que llevábamos discurriendo perdiera su razón de ser.

Golpeé con la jarra vacía la mesa y me envalentoné:

—No tengo ni puta idea, yo creo que cumplo en todo, joder. Y que conectamos, y que hay atracción, ganas, amor... y que no estamos estancados. Si no llevamos ni dos años, tío. Hay entrega, ¿sabes? Aunque después de escuchar los puñeteros audios, como no sea, yo qué sé... la imperiosa necesidad del pollón de un atractivo, absorbente, posesivo e inagotable semental que la use para su propio disfrute como el Grey ese de los cojones... —La parte en la que ambas hacían mención a esos rabos gordos y cañeros tuve que ponerla sobre la mesa otra vez, aunque fuese con malas artes, por si servía para hallar la clave de todo, aunque cayera en lo básico, en lo burdo, lo primitivo.

Mori rió con cierta desgana y contestó con la mayor sinceridad:

—Te puedo asegurar que eso no es lo que busca la inmensa mayoría de mujeres en un hombre, te lo puedo asegurar... Y Cris, menos. Si así fuese estaría con ese tío, ¿no? O directamente ni estaría contigo —agregó entre maliciosas risas—. Ese tóxico y masculino estereotipo está más asentado en la cultura popular gracias al porno e internet que en la realidad de la mayoría de relaciones, Maiquel ; no vayas por ese camino en busca del asuntillo porque te puedo asegurar que no tiene salida.

No hacía falta que me lo asegurase por duplicado. Yo lo sabía. Todos lo sabemos. Y pobre del que no lo crea o desgraciada la que solo busque esas cualidades. Aun así, las palabras de Chiqui mostraban una cristalina relación entre tamaños, potencia, carácter cañero y ciertos placeres, lo que no hacía más que darle la razón a esa…¿errada?...cultura popular. Claro que, bien pensado y en frío, en efecto eran las palabras de Chiqui, no de Cris.

Qué cacao mental. Dudas y más dudas navegando en el mar de mis inseguridades.

Suspiré profusamente y bufé al exhalar el aire.

—Entonces ya no tengo ni idea de lo que se le puede pasar por esa cabecita morena, lo de leer mentes nunca se me ha dado muy bien...

Si tan solo supiera qué botón accionar, adelantarme a Cris, saber qué sí y qué no, cuándo sí, cuándo no , cuándo poder llevarla más allá de sus impostadas reticencias , qué le parece esto o aquello independientemente de sus respuestas y reacciones..., pensé embobado en mis pensamientos de ciencia ficción, como si buscase el Santo Grial de las relaciones de pareja mientras la música nos embriagaba. No fui consciente en ese momento de la vital importancia que iban a adoptar semejantes pensamientos en mi porvenir inmediato. Y en el de Cris. Y quizás en el de terceros de buena fe.

Cuarta y casi definitiva jarra de la noche sobre la mesa. La intensidad de la conversación se relajó. Había comenzado el concurso de karaoke y el local estaba abarrotado. Mientras —por fin—nos divertíamos con las pésimas —y etílicas— actuaciones de unos y el buen hacer de otras, comentábamos de manera un tanto difusa detalles menores y repetitivos de lo ya mencionado, confesándome que Jana y él no pasaban por un buen momento y que habían aprovechado el puente para respirar un poco. Él en casa, y ella, en la de sus padres. Le brindé espacio y, ya fuese por las pintas o la inusitada confianza que en él había depositado, se explayó con una serie de detalles de su relación que yo ignoraba por completo. Finalmente Jana no parece muy dispuesta a querer tener hijos; Jana quiere irse un tiempo a Irlanda con la hermana; Jana lleva unos meses algo apática y distante cuando vamos a tener jaleo; Jana, Jana y Jana. Al final fui yo el que acabó haciendo de Salva, pero también puedo jurar que sus preocupaciones me sirvieron como bálsamo para ver más allá de Felipe y unas notas de voz que cada vez veía como más inocentes.

—Así que ya ves, a mí tampoco se me ha dado bien lo de leerles las mentes a las tías —meditó—. La de disgustos que evitaríamos tomando las decisiones correctas con la información adecuada... ¿No te has fijado que a veces entre lo que se piensa y lo que se dice o se hace, suele haber un mundo? Nunca terminamos de conocer a la persona que tenemos al lado...

El silencio nos envolvió al mismo tiempo que se instalaba en el local. Acababa de terminar una de las performance y todo el mundo estaba pendiente del caballero pelirrojo que acababa de subir al escenario. Intercambiaba unas palabras con la organizadora y colocaba el micro a su altura sin perder detalle de un público expectante y poco exigente.

—Es Pettersson, el sueco. Ahí donde lo ves, con esa facha de guiri borracho, es el dueño de la mitad de los apartamentos turísticos del casco histórico. Lo hace bien. El cantar, quiero decir —me comentó Mori con la jarra de cerveza en la mano y el cuerpo girado hacia las tablas.

El empresario, descamisado y sudoroso, dirigió la mirada al fondo de la sala y se dejó llevar por los primeros acordes de guitarra que brotaron de los altavoces. Su cuerpo elefántico se bamboleaba hipnóticamente.

—Me recuerda a Rafa Gutiérrez, el mítico profesor de Matemáticas Financieras... —murmuré. Mori sonrió de manera cómplice y se centró de nuevo en el show que comenzaba, aunque su gesto se había visto deformado por un entrecejo que acababa de fruncirse tras mis palabras.

A los pocos segundos, a unos cuantos metros de nuestra posición, fue el sueco el que arrugó la frente, entrecerró los ojos y comenzó a entonar la canción con bastante acierto y todo el sentimiento que el whisky que corría por sus venas le permitió:

If you could read my mind love

What a tale my thoughts could tell

Just like an old time movie

About a ghost from a wishing well

La letra de la canción aparecía estampada sobre una enorme pantalla blanca situada al otro extremo del local. El tema pertenecía a Gordon Lightfoot , aunque la versión más conocida la había puesto de moda a finales de los noventa el grupo Stars On 54 para la película Estudio 54. El local entero aplaudió el prometedor inicio. Excepto Mori, que estaba paralizado y su vista perdida Dios sabe dónde.

In a castle dark or a fortress strong

With chain supon my feet

You know that ghost is me

—Migue, un segundo, ¿qué has dicho? —mi compañero de mesa se acababa de girar de nuevo hacia mí, su mirada parecía querer atravesarme.

And I will never be set free

As long as I'm a ghost you can see

—¿Qué he dicho de qué, Mori? ¿Lo de que me recuerda a Rafa Gutiérrez?

If I could read your mind love

What a tale your thoughts could tell

—Sí, eso... Rafa Gutiérrez... —repitió ensimismado mientras acariciaba el recipiente de cristal medio vacío.

Seguía con los ojos clavados en mí, expresión severa, mas no tardé en darme cuenta de que en realidad no me miraba. Esteban estaba mirando hacia su interior, introspectiva fugaz, procesando datos de manera incesante. Sus ojos parecían observar, pero no me cupo duda de que no veían nada. Me pregunté qué clase de cortocircuito acababa de noquearle.

—¿Qué pasa con ese tío? —le inquirí girando la cabeza en un vano intento por saber si sus ojos seguirían el movimiento de mi cuello. Nada.

Just like a paper back novel

The kind the drugstore sells

Maiquel , creo que lo tengo... creo que... lo tengo... —repitió alelado.

When you reach the part where the heartaches

Come the hero would be me

—¿Que tienes... qué? —pregunté impaciente.

Heroes often fail

—Una locura, una chorrada muy gorda, sin duda. Pero sé cómo podemos colarnos en ciertas mentes, amigo mío, sé cómo conseguir respuestas a dudas y preguntas que jamás te atreverías a hacer en voz alta. ¡Sé cómo podemos hacerlo, joder! De hecho, escucha lo que te digo, no sería la primera vez que lo hacemos... Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte... —respondió emocionado, agitando la mano, e inquieto con alguna clase de pensamiento que aún me resultaba imposible de descifrar pero que a él le estaba poniendo los pelos de punta.

And you won't read that book again

Because the ending's just too hard to take

—¿De qué puñetas estás hablando, tío? —Tuve la absoluta certeza de que estar luchando contra sus ganas de fumar comenzaba a afectarle.

I walk away like a movie star

Who gets burned in a three way script

Enter number two, a movie queen

To play the scene of bringing all the good things out in me

But for now love lets be real

—¿De qué? Pues de Tania Morales, Migue. De Tania la rubia tetona Morales —contestó recuperando la visión en sus ojos, que se enfrentaban, ahora sí, a los míos. Le mantuve el desafío mientras todo mi engranaje mental hacia clic.

Rafa Gutiérrez, Tania, Esteban, yo, la Facultad de Económicas, mi primer año de carrera, su único año antes de mudarse a Informática, un plan disparatado, una idea que se nos fue de las manos, un resultado sorprendente. Me llevé las manos a la nuca, arqueé la espalda sobre la banqueta y suspiré con fuerza.

La música ambiente había desaparecido casi por completo para nosotros, una nueva dimensión era ocupada por nuestros cuerpos, como si nuestra mesa hubiera sido teletransportada a otro planeta, silencioso y oscuro.

I never thought I could act this way and

I've got to say that

—No me jodas, puto cabezón, no me jodas... —repliqué dando un disimulado golpe con el puño en el tablero de la mesa, gesto que llamó la atención de dos chicas sentadas a nuestro lado.

—Sí, sí... Te jodo... Y no me vayas a decir que no sería increíble repetir aquello en unas circunstancias como esta... —afirmó con una sonrisa de oreja a oreja y una carcajada de emoción.

No daba crédito, y a cada recuerdo que mi memoria rescataba, otro exabrupto salía de mis labios.

—Vamos, hombre... No hablarás en serio... —Seguía en shock, mi mente era un hervidero. ¿Acaso se puede hacer? En caso de poderse, ¿cómo? En caso de saber cómo hacerlo, ¿qué hacer para que alguien pique? Y lo más importante y que está por encima de las anteriores cuestiones, ¿debe hacerse?

—¡Y tanto! ¿No te gusta o qué? Porque después de todo lo que hemos charlado hoy, y de imaginarnos cómo serían nuestras decisiones con la información adecuada... Joder, es que en mi mente lo tengo clarísimo... ¡Puto Rafa Gutiérrez, qué grande es! —Su mente, la que lo tenía tan claro, procesaba datos a la velocidad de la luz.

I just don't get it, I don't know where we went wrong

But the feelings gone and I just can't get it back.

—La hostia puta. Ha pasado muchísimo tiempo desde aquello, Mori... La madre que te parió, en la vida me habría acordado yo de, de... —objeté sintiéndome escrutado por sus ojos jocosos, evitando que una perversa risita melancólica asomara por entre mis labios—. La leche, es que casi veinte años, ¡cómo pasa el tiempo!... —afirmé rememorando a brochazos aquellos años—. La idea es buena... como concepto —añadí no muy convencido—, no te diré que no, pero suponiendo que se pudiera repetir aquello y saliese bien y todo eso... imagínate. Sería traicionar de una vez toda la confianza depositada en mí por Cris, por más que busque respuestas tras los putos audios; sería cruzar todas las líneas prohibidas, y ya has visto lo que me ha pasado por ir de Sherlock Holmes por la vida y traicionar un poquito de su confianza. Además, ¡¿cómo esperas que después de tanto tiempo se pueda...?!

—¡Migue, tranquilo! Sé lo que estás pensando, y soy consciente de lo que podría implicar. Lo imagino para Jana y también sentiría que la estoy traicionando. Me sentiría sucio, obviando, claro está, el hecho de que me da canguelo preguntarle así lo que no me atrevo a preguntarle a la puta cara. Pero si quisiéramos hacerlo, si de verdad creyésemos que queremos y merecemos esa información que se nos niega pero que se murmulla a nuestras espaldas... solo te digo que hoy día se puede hacer de muchas maneras... ¡Y que es un pedazo de idea!

If you could read my mind love,

what a tale my thoughts could tell.

—De muchas maneras... Madre mía... —farfullé meditando, tratando de no influenciarme con sus sutiles formas de convencimiento. ¿Cómo narices se le había pasado aquella idea por la cabeza? Era una genialidad. Una asquerosa genialidad con un cometido humillante y deshonroso.

—Unas maneras mejores que otras, sí; esto no funciona como antes, aunque creo que conociendo los hábitos de Cris y Jana, tengo la ideal. He hecho algún trabajo parecido para alguna empresa. Solo habría que ponerle un poquito de pasta encima y a correr. Vale, no puedo decir que sea la mejor forma de saber , pero no se me ocurre nada más sutil ni menos comprometido. Más impersonal, imposible, no dirás que no. Venga, piensa en todo lo que hemos hablado hoy, la comedura de cabeza que tenemos, y luego piensa en todo lo que se podría conseguir de echarle un par de huevos. ¡Nadie tiene por qué enterarse! Justo como hicimos en su día, ¡ni más ni menos! ¿Qué podemos perder?

Just like an old time movie...

El mecanismo cuyo engranaje había hecho clic trabajaba a marchas forzadas para tratar de procesar las consecuencias de que aquello fuese realmente posible. Y de que mi novia, sea como fuera, acabara accediendo. Meter a Cris en aquella surrealista ecuación me daba cague y me excitaba a partes iguales. De poder hacerse, ¿en serio debía intentarlo? ¿Era la solución a mis problemas?, pensé por octava vez buscando mi propia confirmación. Pero mi moral no me lo pondría sencillo, porque en realidad lo que pretendía Mori ahora no era exactamente lo que pretendimos en su momento. Sí, se usaría una técnica parecida, pero el cometido y las personas a las que íbamos a meter en aquel juego ...

—En su día no hablamos de engañar a nuestras parejas ni de obtener información de esta manera tan sucia, y no estoy seguro de que en este caso el remedio sea mejor que la enfermedad. Aunque quizás...

About a ghost from a wishing well.

—Mira, tío, no quiero convencerte de algo con lo que no estoy totalmente a favor, pero suficientes palos me he llevado ya. En mi caso, creo que el querer supera al deber. Además, mírate. Desde que has llegado no has parado de lamentarte por lo que has escuchado y leído. ¿Quieres saber más de Cris, de lo que piensa y espera de ti, del otro , de la importancia que le da a su entorno, de lo que anhela y desea...? Quizás no lo consigamos, o quizás sí. Y si esto último es lo que ocurre, te daría la capacidad de adelantarte al futuro... y moldearlo a tus necesidades —dijo sin dudar.

Lo tenía clarísimo, nada de «no estoy totalmente a favor». Rafa Gutiérrez y Tania habían despertado al monstruo que habitaba en Mori y esta era su manera de manifestarse. Y era así, pensé, porque tal vez estaba deseoso de tentar a Jana con nuestro juego y averiguar qué estaba fallando en su relación. Nada podría hacerle cambiar de opinión, necesitaba aceptación y buscaba en mí al compinche perfecto. Pero ¿qué había de mí? Al fin y al cabo, en ese momento tenía más motivos que él para entrar en la cabeza de mi pareja. O al menos intentarlo. Así pues, partiendo de ese razonar y girando la ecuación, ¿por qué no ser yo el que necesitara un compinche para tentar a la suerte con un juego cuyos resultados podrían cambiar mi futuro?

Decidí dar un paso al frente, quizás envalentonado por las circunstancias del momento — error —, quizás al no ser consciente del verdadero potencial de lo que se le había ocurrido a Mori — error — y, quizás, al no estar nada convencido de que realmente Cris participase de aquello que no creía capaz a Mori — muy grave error —.

—Bien, suponiendo que se pueda y se deba, solo por curiosidad, ¿cómo esperas hacerlo hoy día? Quiero decir, antes todo era... diferente, prehistórico; no tenemos las herramientas de entonces, ni Cris tendría acceso a... Quiero decir, ¿cómo iba Cris o cualquiera a toparse con...? Ya me entiendes... —me trabé. Mi cerebro iba mil veces más rápido que mis cuerdas vocales.

In a castle dark or a fortress strong

With chains upon my feet the story always ends.

—Feo, te olvidas de que soy programador para una de las empresas de ciberseguridad más importante de Europa... Si conseguimos aquello sin haber empezado la carrera, imagina lo fácil que puede resultarme ahora con los recursos, las herramientas y las redes sociales de que disponemos... Podríamos hacerlo incluso más grande de lo que lo hicimos en su día. En estos tiempos es fácil que algo así, si se hace bien, se extienda por el ciberespacio... Podríamos llegar a tantísima gente que ni Cris ni Jana ni nadie podría llegar a sospechar si quiera que es una enorme farsa que tiene como único objetivo saciar los recelos de dos degenerados... —contestó con unas dosis de autosuficiencia que me puso los pelos de punta.

And if you read between the lines

you'll know that I'm just trying to understand

the feeling that you left.

—Entiendo... —Bueno, en realidad entendía a medias, pero no iba a tardar en hacerlo al completo—. Bien, y solo por curiosidad, ¿de cuánto tiempo estaríamos hablando para estar operativos y lanzar la red a la Red?

I never thought I could feel this way

and I gotto say that I just don't get it.

—Si los dos nos ponemos a saco, mañana noche o pasado ya tendríamos a pleno rendimiento nuestra máquina lectora de mentes... Y una gran herramienta para dar respuesta a muchos de tus interrogantes... y los míos.

I don't know where we went wrong

But the feelings gone and I just can't get it back...

and I just can’t get it back...

Un par de acordes de guitarra puso fin a la actuación y el local estalló en aplausos. El estruendo nos trajo a una realidad de la que nos habíamos abstraído, aunque permaneciéramos inmutables. No me cupo duda de que su corazón latía a la misma velocidad que el mío, que su mente bullía. Medité durante unos segundos más la propuesta, en parte disparatada, en parte magistral, y le planteé a mi compañero de mesa una última cláusula.

—Muy bien, me lo pensaré durante la última cerveza de la noche. La última de verdad. Pero una cosa te advierto: de hacerlo y que nos salga bien ... solo yo leeré las respuestas de Cris, ¿de acuerdo? Es cosa mía, que suficiente te he contado ya hoy. —La mera suposición de llegar tan lejos me erizaba la piel.

—¡Esa es la actitud, coño! —exclamó irguiéndose sobre su asiento, sabiéndose ganador, y con toda probabilidad más entusiasmado con la idea de hacerle la jugarreta a Jana que con el hecho de servirme de puente hacia los secretos de Cris—. Para ti serían las respuestas de tu novia, para mí las de la mía… y de ambos todas las demás. Como en su día, Migue. Eso sí, la parte narrativa correría de tu cuenta, me fío de ti. Yo me encargaré del resto. Empezaría mañana a primera hora con la parte técnica mientras tú planificas el guion. Venga, qué mierdas, nada de condicionales: está decidido —concluyó dando un jarrazo sobre la mesa—. En cuanto tu nena se largue en busca de la zorrita, tiras para mi casa. Manos a la obra y a ver qué sale. Debemos terminar la obra antes de que regrese Jana el domingo. ¡Brindemos!

La obra . Menudo hijo de puta.

El caso Tania « la rubia tetona» Morales.

Corre el año 2001. Internet es un gigantesco yermo esperando ser conquistado por las que hoy son las mayores empresas del planeta. No existían los teléfonos inteligentes ni los wasaps , y el envío de los clásicos y crípticos mensajes que mandabas con tu nuevo Nokia te salía por un ojo de la cara. Ahí estaban Amena o Airtel para sacarte los cuartos hasta en las gasolineras. Pero había alternativas de mensajería más rápidas, gratuitas y eficaces. Casi toda comunicación virtual se llevaba a cabo mediante dos vías principales: Windows Live Messenger —el clásico MSN— y Hotmail, el correo electrónico de toda la vida, al que accedías desde tu PC de sobremesa. Todo el mundo los usaba a diario. Horas y horas de chats y toneladas de correos basura que se compartían sin cesar, cadenas que te inducían a seguir compartiendo correos de mierda bajo la amenaza de una espantosa maldición.

Unos pocos de estos millones de correos de mierda que se compartían diariamente eran creados durante las clases de Informática Práctica que se impartían como asignatura optativa en la Licenciatura de Administración y Dirección de Empresas de la UMA. Sus autores: el Mori y yo. Una pena que ese mismo año mi querido amigo dejase la carrera para estudiar Informática, porque la lluvia de ideas que se nos ocurrían delante del ordenador del aula eran inversamente proporcionales a la nota que sacábamos en los exámenes. Y os aseguro que durante el primer año las notas fueron muy muy bajas.

La mayoría de estos correos, cómo no, albergaba contenido sexual, chistes, oraciones religiosas, mensajes con moralejas absurdas o enlaces a vídeos instalados en los servidores que sustentaban las primeras páginas de humor que despuntaban en la red, muchos de ellas de bastante mal gusto. Pero un día, y de pura casualidad, nos topamos con algo diferente, una propuesta que en lugar de invitar a los destinatarios a seguir enviando mensajes de manera absurdamente ilimitada a otros desconocidos en cadena, los hiciera partícipes de un engaño cuyos resultados podríamos medir —algo mucho más placentero, rápido y directo que la satisfacción que nos brindaba recibir de nuevo estupideces que nosotros mismos habíamos creado—.

Acabábamos de descubrir un simple test personalizable con envío automático de respuestas al emisor o creador. La primera versión, muy básica, estaba en inglés, y consistía en el envío automático a cientos de correos electrónicos aleatorios (o no) de un test ubicado en una web muy simple y cutre. Una vez confeccionado por el destinatario, la propia web reenviaba las respuestas al correo del creador, todo sin que el primero fuese necesariamente consciente de que estaba enviando los datos a la misma persona que había enviado la encuesta y no a la organización o empresa cuyo logotipo e imagen corporativa adornaba la hoja del cuestionario y las diferentes respuestas. Creo recordar que era un test en el que se pedía al receptor la opinión sobre una serie de productos de limpieza, quizás programado por una consultoría. Una soberana memez, todo hay que decirlo, dado el potencial de algo así en aquella época de tanta inocencia y desconocimiento virtual. Y nosotros, al descubrir que podíamos configurar la web a nuestro antojo y dotarla con el aspecto de cualquier empresa u organismo, le vimos las posibilidades de inmediato.

Primero pensamos en enviar el cuestionario cerduno que habíamos confeccionado en la página a los compañeros y compañeras de clase.

¿Te imaginas dotar de total formalidad este test cerdo-sexual para saber si Naiara es, de verdad, lesbiana? ¡No, no, mejor! Para saber si la delegada es virgen. ¡No! ¿Y si mejor nos enteramos del número de tíos que se ha tirado Virginia?

Pero internet no tenía puertas, nuestra imaginación carecía de límites y decidimos ampliar horizontes.

¡Espera, espera! ¿Sabes quién es Tania? ¿Quién? ¿La de tercero, la rubiaca de los melones? ¡Exacto! Se dice que llegó a tener algo con el de Matemáticas Financieras... ¿Te imaginas que le contara al test «anónimo» con el que espera ganar 3.000€ tras el «sorteo» que el sitio más morboso donde ha follado ha sido en el despacho de un profesor?

La facultad se nos quedaba pequeña.

¿Y por qué no incluir todo esto y más, eh?

Y lo incluimos todo... y más. Confeccionamos en la web un cuestionario de cincuenta preguntas que, una vez completado y enviado, nos devolvía los resultados al correo que habíamos creado en clase, un test que prometía ser absurdamente anónimo y que dotaba con 3.000€ —que mucha gente no sabía ni cuántas pesetas eran aún— al ganador o ganadora de un sorteo que consistía, fíjate tú la estupidez humana, en la elección ante notario de uno de los «correos anónimos» —nadie se iba a crear un correo para completar el cuestionario, usarían los propios sin lugar a dudas— que hubiera completado el test entero con respuestas racionales.

Pero pensándolo fríamente, ¿quién iba a prestar atención a semejante tontería? ¿Quién se lo iba a tragar? ¿Quién iba a perder cinco o diez minutos en contestar las preguntas de un interrogatorio sexual que ahondaba en la intimidad más personal de cada destinatario?

Ya os lo digo yo: todos.

Todos.

Y quiero decir con esto, por tercera vez, que todos , sin excepción, picaron el anzuelo. Al menos todos los que tenían un correo electrónico y acceso a internet, fuese en casa, en el trabajo o en la universidad. No sé si en busca del premio, porque se tragaban lo que leían en los correos en cadena, por participar de algo tan transgresor o por el morbo de contarle al Instituto Nacional de Estadística, órgano encargado de la elaboración del « Test sobre sexualidad y prácticas sexuales de la España joven » —nombre a todas luces irrisorio, puesto que el señor Esteban Morales y yo no dábamos para más por aquel entonces—, cuánto les medía la polla en estado de erección, con qué frecuencia se masturbaban o cuántas veces follaban al mes. Todo bien adornado, por supuesto; fuimos muy finos y educados al profanar los secretos del prójimo.

Enviado el correo —dignamente adecentado con el encabezado del Ministerio de Economía y el del INE— a todos los mails que fuimos capaces de conseguir en la facultad —incluido el de Tania—, solo nos quedaba esperar a que los rellenaran y nos los devolvieran inconscientemente. Con lo que no contábamos era que el mismo efecto que llevaba a la mayoría a compartir memeces con su entorno virtual iba a provocar que el test se esparciera por internet como la pólvora. Pero antes de que eso ocurriese, por no adelantar acontecimientos, ya teníamos a media facultad en nuestras manos. Por supuesto, lo primero que hicimos fue buscar el correo de Tania. ¿Habría picado la llamativa rubia? Por favor, la duda ofende. Y si ya nos sorprendimos al enterarnos de que Naiara no solo no era lesbiana, sino que se había follado a más tíos que Virginia, y que la delegada las superaba a las dos —juntas—, nos quedamos a cuadros con la popular rubia. Veintidós años, «Rasurada pero no depilada», «Me masturbo semanalmente», una talla cien completamente natural, siete parejas sexuales, le encantaba la postura «A lo perrita» —de entre siete alternativas—, el lugar más morboso en que había «Practicado sexo» había sido un «Despacho o dependencia profesional» —ya os digo que no dábamos para más—, había sido infiel una vez en su vida —marcó estar «Muy arrepentida»— y su pareja sexual de mayor edad tenía actualmente «Más de cuarenta y menos de cincuenta años».

Se había trincado a Rafa Gutiérrez.

Como cabía esperar, el cuestionario no tardó en hacerse viral, y al correo electrónico que habíamos creado a efectos de notificaciones comenzaban a llegar cientos de test completados cada día. Más allá de los de clase, que fueron los primeros en ser recibidos antes de que comenzaran a llegarnos los del resto de la Facultad de Económicas, no teníamos ni idea de quienes estaban enviando las respuestas, aunque tuviéramos sus correos electrónicos.

El miedo nos atenazó cuando se descubrió el engaño, y solo nos tranquilizamos, en parte, cuando nos enteramos de que alguien, supuestamente de la Universidad de Granada, había hecho accesible un modelo genérico —y más básico del que yo me había encargado de diseñar— del test sexual para que cualquiera le gastara una broma al amigacho de turno. Se enviaba el test a través de una web que generaba un número aleatorio a cada nuevo usuario como extensión de la misma, y si el desorientado no conocía de su existencia, lo rellenaba y se lo devolvía, sin conocimiento de causa, al amigo bromista.

¡Ah, te mide once centímetros, serás el minipene a partir de hoy! ¡Qué guarra eres, nena, te has acostado con seis ya! ¡Cuéntame cómo lo haces! ¡Soy el amor platónico de Susana, la que viene a clase de Medicina preventiva y salud pública!

Que se viralizara a nivel nacional el cuestionario sexual y el proceder para gastar «la broma» disfrazaba en cierto modo nuestra gamberrada y dificultaba que, de haberse tomado alguna medida legal por autoridad competente, el rastro llegara a nosotros.

De nada nos sirvió conocer las preferencias sexuales de las chicas de la clase, y menos aún haber invadido con total impunidad la intimidad de una Tania con la que solo podíamos fantasear por aquel entonces. Pero nos divertimos muchísimo.

A día de hoy, la idea, de resultar exitosa, y en una versión tan sofisticada como ilegal, podría ayudarme no solo a acabar con las dudas que me azotaban, sino también a asomarme a la mente de Cris. Disponer de datos concretos que me permitieran atajar de manera precisa los problemas que manifestaba a mis espaldas y otros más, podría servirme para darle un vuelco a los aspectos más nocivos extraídos de los audios. O eso creía.

Pero ¿estaba preparado para saber más de lo que me correspondía por naturaleza? ¿No había tenido suficiente con todo lo que me atenazaba las entrañas desde hacía veinticuatro horas? ¿Merecía la pena arriesgarme a que, finalmente, llegara a contestar todas preguntas que mi mente manejaba? Y, sobre todo, ¿estaba seguro de querer engañar a la persona más importante de mi vida, aun cuando creía actuar por el bien de ambos?

Como os podéis imaginar, cada vez estaba más cerca del desastre.