Descubriendo a Cris. 5.

Celos e inseguridades florecen en Migue cuando, tras un desafortunado encuentro, el pasado de Cristina se cruza en su idílica existencia. Dudas y preguntas. ¿Convertirlo en anécdota o escarbar en él? ¿Seguir viviendo el feliz presente o explorar el ayer que configuró el hoy de su flamante chica?

  1. Un descubrimiento poco alentador

La cabeza me daba mil vueltas. Una punzada se había instalado en mi cogote y un malestar en la zona genital me impedía darme la vuelta sobre la cama. Qué nochecita, dolor y gloria. Giré el cuello con pesadez y vi la hora en los dígitos rojos del despertador: las dos menos cuarto de la tarde. Tres hurras por mí. ¿Cuánto tiempo hacía que no me despertaba tan tarde? A mi lado, la nada me hacía compañía entre las sábanas. Cris debía estar haciendo cosas por casa, quizás la comida. La almohada aún desprendía su delicioso aroma, y ni pude ni quise evitar que una legión de flashes de lo vivido y disfrutado la madrugada anterior me invadieran. Menuda gozada. De no ser por los dolores que padecía y la jodida resaca, hubiera pensado que todo había sido fruto de mi calenturienta imaginación.

Sonreí satisfecho, bostecé y estiré todas mis extremidades para desentumecer músculos y articulaciones tras el reparador sueño.

Me acomodé sobre el colchón, amoldé la cabeza en la almohada, me llevé el antebrazo a la frente y clavé la mirada en el techo. Ni fuerzas tenía para agarrar el teléfono, que descansaba sobre la mesita de noche. Lancé un suspiro y volví a llenarme los pulmones de oxígeno antes de volver a expulsarlo lentamente. La habitación, iluminada únicamente por los diminutos haces de luz que se colaban a través de la persiana y atravesaban los visillos, estaba sumida en una cautivadora oscuridad. Mi mente, bajo el yugo de la resaca, no tardó en evocar todo tipo de sensaciones y recuerdos.

Primero me visitó cierta euforia contenida. Cris había estado espectacular, desinhibida como pocas veces y entregada al sexo más sucio. Locura de mujer. Por mi parte, creo que había cumplido las expectativas tras conseguir sacarle un par de potentes orgasmos. No podía quejarme tampoco. Después vino a visitarme el optimismo: el sexo anal abría divertidas y excitantes posibilidades a nuestros momentos de cama. Semejante culo merecía horas de atención. ¿Cuándo repetiríamos?, me pregunté. El morbo me invadió cuando comencé a recrear la imagen de mi polla encajada en su trasero, entrando y saliendo, provocando gritos y gemidos de placer. Recuerdos pornográficos que me excitaron sobremanera. Vaya sensación tan extraordinaria, y por partida doble. La mía por goce propio; la ajena, por ver gozar a Cris como pocas veces. No entendía cómo había estado privado de tales placeres durante tanto tiempo. ¡Habíamos!, para ser exacto. Luego llegó la parte romántica, ese momento cariñoso fruto de lo que mi novia me inspiraba: su entrega, su compromiso, la sensualidad desbordante de la que hacía gala. Cristi me había aportado ya todo lo que era íntimamente suyo, y lo había hecho por amor.

Tras divagar un rato entre pensamientos eróticos y revivir las sensaciones más gratas que me había regalado la madrugada, mi razón se templó a medida que me desperezaba. Un engranaje encajó nuevas piezas y la cordura comenzó a mostrarme la realidad desde otro prisma. Desprendido ya de todo componente etílico y con la mente fría, volvieron a asaltarme, esta vez de manera cabal, los interrogantes que mi mente había bosquejado la noche anterior. Una corazonada incierta que iba más allá de los hechos y que me invitaba a estrujarme la cabeza. Porque a pesar de que la puesta en escena resultó efectista, el momento relativamente bien escogido, había algo que no terminaba de cuadrarme del todo, un trasfondo impreciso: ¿Cuál había sido el motivo ?

De esta cuestión se derivaba otro pensamiento tal vez en exceso suspicaz. Encontrado el motivo, ¿por qué precisamente la noche anterior?

Cabe imaginar, si nos arrastramos por el sendero de la lógica, que el motivo por el que había decidido darme el a las propuestas anales radicaba precisamente en las propias propuestas, ¿no? Pero ¿por qué ahora y no un año atrás? ¿Por qué la noche anterior, cuando habían pasado al menos dos meses desde mi última tentativa anal? De hecho, ni siquiera me había planteado volver a insinuárselo. Podía vivir sin ello, no soy un puto obseso; y aunque su físico provocaba en mí lo mismo que el día en que la conocí, podía disfrutar del resto sin echar de menos su oscuro objeto de deseo.

Bien, supongamos que en cierto modo se había despertado su curiosidad; los deseos de volver a intentar algo que un día le resultó placentero brotan de nuevo. Cierta vacilación extraña la hace dudar y decide que es el momento de repetir la experiencia, buscar nuevas diversiones de cama y estímulos sexuales. ¿Por qué no? Está bien recular. El resultado, al fin y al cabo, había sido tan fructífero como el orgasmo que la vio enloquecer sobre el sofá.

Lo que no me quedaba tan claro, aunque el motivo real, más allá de elucubraciones de cama, seguía siendo una incógnita, eran momento y forma.

¿La noche anterior? ¿Tajados perdidos?

Tengo una sorpresita para ti .

Conocía bien a Cris, o eso creía, y sabía que ese proceder no era propio de ella. No lo digo por lo de la sorpresa, pues era detallista y tenía iniciativa, sino por las formas. ¿Cuándo me había confesado que tenía una sorpresa para mí? Cuando estábamos llegando a casa, al final de la velada, cuando íbamos ardiendo. ¿Por qué en ese momento y no al salir de casa a media tarde? ¿Por qué no jugar con los tiempos, la duda y crear en mí esa incertidumbre placentera que hubiera hecho trabajar mi imaginación? ¿Por qué no durante la cena, por ejemplo? Eso hubiera encajado más con la personalidad de Cristina, juguetona, traviesa y pícara cuando tiene motivos para serlo. Podía haber estirado el juego todo lo que hubiese querido y yo hubiera estado igual de entusiasmado. O más.

Pero aún había un último matiz con respecto a la forma en que había sucedido el estreno anal que desentonaba. Y me fastidiaba pensarlo, me fastidiaba darle vueltas al coco, porque era como demonizar una ofrenda que quizás nada tenía que ver con lo que cavilaba bajo el influjo de una resaca perniciosa, pero no podía evitar la sensación de recelo. Y era la forma en que mi novia concibe el sexo. La forma. Porque el sexo con Cris casi siempre suele ir precedido de un preámbulo, unos preliminares que la encienden y que predisponen sus orgasmos. Su cerebro era su órgano sexual principal y rara vez llegamos a consumar sin un previo cargado de besos húmedos, eróticas caricias y un contexto pasional más o menos idóneo. La noche anterior, sin duda, nos hallábamos bajo tal embrujo. No había nada que no hiciera pensar en la follada que nos íbamos a dar mutuamente al llegar a casa. Pero la sensación de que había improvisado algo que tenía previsto para otro momento latía en mí. El disfraz —¿de dónde lo había sacado?—, el lubricante —¿dónde lo había comprado?—, la puesta en escena —¿desde cuándo la tenía planificada?—. La intuición de que no era la noche pero todo se había precipitado planeaba junto al resto de dudas. Para un acontecimiento tan importante , especial, tal vez un momento más tranquilo, un masaje, unos aceites aromáticos recorriéndonos la piel, música de fondo, otro escenario; en definitiva, unos preparativos más concienzudos que crearan una atmósfera más íntima y personal para disfrutar de una experiencia más plena, minimizando así los posibles contratiempos que pudieran haber surgido.

Algo no me cuadraba.

Aunque no iba a tardar mucho en cuadrarme. Y en odiarme por hacer tantas veces mío el dicho que reza algo así como que si piensas mal, es probable que aciertes.

Tras unos momentos de idas y venidas pseudo-reflexivas que trataban de llevar todo lo acontecido por la senda de una lógica con la que no tropezaba, se asomó a aquel mejunje de pensamientos la figura de Felipe. El que faltaba. El jodido ex. El personaje que no lograba encajar en la vida sentimental de una Cristina que no sé qué narices vio en él. No, no quería que un virus como Felipe ocupase ni un solo segundo de mis pensamientos, suficientes le dediqué la noche anterior. No más leña al fuego aquella tarde recién estrenada.

Como un resorte salté de la cama, me puse las zapatillas de andar por casa y me dirigí al baño de la habitación, situado a la derecha de la enorme cama. La casa estaba en completo silencio, del larguísimo corredor no llegaba sonido alguno. Ni tampoco de la calle. Benditos días de fiesta. Tras soltar un pis, salí de la habitación rascándome el trasero, el pasillo oscuro frente a mí. A mi derecha, el extenso tabique que lindaba con el salón; a la izquierda, las habitaciones que fui dejando atrás. La pequeña sala de dibujo y costura de Cris, mi despacho, la habitación de invitados, el baño pequeño y, por último, la coqueta salita. Al llegar al final del corredor, el espejo que me ofrecía la imagen de un tipo de metro setenta, pijama de los Simpson, ojeras marcadas y entradas incipientes. Giré a la derecha y me planté en mitad del tenue recibidor. Enfrente de mí, la solitaria cocina. A mi derecha, el salón.

Vacío.

¿Dónde estaba Cristi?

Me adentré en la cocina, como si mi novia se hubiera escondido en el lavadero, y volví a plantarme en la entradita tras echar un vistazo. Observando con la mitad de mis sentidos aún dormidos, me di cuenta de que la llave de casa estaba quitada. Examiné entonces la cajita japonesa de la pared y vi que faltaban las llaves de Cristina. Siguiendo el recorrido lógico, dirigí la mirada al mueble recibidor y vi una manzana plateada adherida a un carísimo lomo blanco junto a un par de auriculares de botón de precio escandaloso. A su lado había una nota manuscrita:

FEITO, HE SALIDO A CORRER. VUELVO EN UN RATITO! TE QUIERO! MUAAAAAAK!

PD. NO HAGAS DE COMER!!

¿A correr? Vaya, cuánta energía. En fin, no era raro que Cris saliese a hacer deporte cuando no pensaba pisar el gimnasio. Ni que se llevara las llaves para sostener algo en la mano mientras corría —no se desprendía de esa manía—. Tampoco que se dejara el teléfono en casa para potenciar su sensación de desconexión , aunque esto fuese menos común. Lo que me molestaba era que lo hiciese sola. Hay mucho hijo de la gran puta suelto y no podía evitar pensar en que algún loco le tuviera echado el ojo y la fuese a abordar, aunque fuesen las dos de la tarde de un día soleado. Supuse que, dado que la ciudad deportiva estaba cerrada, había escogido el recorrido de la Alameda, el Paseo del Parque y el Muelle Uno. Cincuenta minutos, cincuenta y cinco si los semáforos perjudicaban su ritmo. ¿A qué hora se habría levantado?

Caminaba hacia la cocina nuevamente para beber algo, dándole vueltas a lo de que no hiciese nada de comer, cuando me detuve en seco.

El móvil, está ahí. ¿No piensas hacer nada?

Miré atrás y contemplé con ojillos fisgones su iPhone. La duda insistió.

¿Y si...? No, no, para, es imposible. Pero ¿y si...? ¡Que no! ¡Qué tontería!

Giré de nuevo la cabeza, un paso para adentrarme en la cocina, cuando la duda se ciñó de nuevo sobre mí.

¿Y si sí, qué, eh? Lo mismo la bruja de anoche no le resultó suficiente y ya está preparando su próximo trofeo... ¿Qué hay de malo por mirar un poco? Tienes tiempo.

Chasqué la lengua en señal de desacuerdo y negué con la cabeza. Un diablo sobre uno de mis hombros, un angelito sobre el otro. No había decidido a quién hacerle caso y ya me sentía mal por planteármelo. ¿Espiarla? No acostumbraba a husmear en las cosas de Cris porque nunca tenía un motivo, y de tenerlo tampoco iba a cruzar esa línea así como así.

Un vistazo rápido para ver si algún número sospechoso le ha escrito no puede suponer una violación de su intimidad; apagará tu inquietud y acabará con esa incertidumbre que te reconcome. Miras y te quedas tranquilo. La gente sufre más por lo que imagina que por lo que de verdad sucede. No te dejes martirizar por ti mismo. Además, nadie se enterará, me dijo el diablillo hijo de puta.

¿Desconfías de Cris? ¿Después de lo que te ofreció anoche? ¿Desconfías de la mujer a la que estás pensando regalarle un anillo de compromiso? Eso sí que es nuevo. Nunca te había visto tan inseguro , refutó el angelito.

Lo cierto es que de ella me fío, de quien no me fío es del otro. Y no se trata de inseguridad, se trata de satisfacer una curiosidad que si bien no es sana, tampoco molesta a nadie. Será sólo una vez, venga , contestó mi conciencia no muy convencida por aquellas pésimas artes de convencimiento. Vaya justificación tan absurda para violentar su intimidad.

Agarré el teléfono sabiéndome miserable, negándole la mirada al angelito, e introduje el código de desbloqueo. Aparecieron ante mí todas las notificaciones emergentes. Vaya actividad la de la nena, la leche. Obvié los sobrecargados avisos de sus cuentas de Instagram, Facebook, Messenger, Youtube, Twitter, Tumblr, Pinterest, Spotify y otras redes sociales exclusivas de moda y belleza y me centré en WhatsApp. Por orden de llegada, de más recientes a más antiguos, los mensajes sin leer eran de Chiqui —su mejor amiga—, de la pelirroja Andrea, de Mamá Nuevo, del grupo «Guerreras Fit», de Barbi New —Bárbara, otra de sus superamigas—, de Concha Trabajo, del grupo «Trabajo Grupo Bueno», de Mónica y de Inma Hermana. Ningún número que levantara sospechas de ninguna clase.

Menuda estupidez por mi parte. ¿Ya estaba contento, tranquilo? Sabía que no iba a haber nada comprometedor y aun así había traicionado su confianza. ¿Qué sería lo siguiente?

Me disponía a bloquear la pantalla y dejar el iPhone en su sitio cuando, de pasada, leí el párrafo de la última línea de texto del mensaje de Chiqui. Me pudo la curiosidad y deslicé el dedo para leer el mensaje completo desde la ventana emergente.

Comenzó mi pesadilla.

Chiqui Love

Que fooooorte nenaaaaaa, eso t soltó??? Cómo no me lo habías contado?!

Cómo se le va la cabeza a la peña jajajajja

Los chavales dice… como si el notas no le tuviera cogidas las medidas a tu culete y a tus bubis…

No tuviste ni la tentación de contestarle?

Verás cuando te lo vuelvas a encontrar, que es el primero en animarse...

De hecho hasta puede ser q lo q le sobresale de la entrepierna se deba a ti

Jajajajjajaa

Mándame más audios y t voy contestando conforme vaya pudiendo, q hasta las ocho me amargo viva y no se si t voy a poder coger el teléfono

X cierto, perdona por tardar en contestarte, me han llamado de planta

Imagino que ya te has ido

Suda mucho y cuidadito con los hombres misteriosos con paquetes tentadores y culitos

prietos… :P

Bsk!

13:19

Engurruñí el rostro, la sombra de la confusión ofuscando mi razón. Demasiados datos en tan poco espacio. Demasiada información velada en unas líneas. Demasiada tentación. La curiosidad tóxica me invadió, una curiosidad malsana. Querer saber qué le había contado Cris para recibir esa respuesta se convirtió en una necesidad acuciante. ¿Qué le había dicho quién? ¿Y por qué era algo «fooooorte»? Y sobre todo, ¿qué coño era eso de que tuviera cuidado con los hombres misteriosos ?

Estar con la mosca detrás de la oreja después del encontronazo de anoche había potenciado mis recelos, era innegable, y si afirmo que no sentí la manifestación de cierta enajenación mental transitoria mentiría. Y eso que no sabía lo que me esperaba. «Ahora te cuento, ahora te cuento, que vas a flipar». Por favor, no más incertidumbre . Quería indagar en aquella conversación a toda costa, despejar algunas incógnitas y que no me marearan más. Pero ¿cómo? Era consciente de que si accedía a la charla Cristi se iba a dar cuenta. Podía leer las conversaciones sin que la otra parte se enterase, sí, todo el mundo sabe poner el teléfono en modo avión, pero ¿cómo hacerlo para que mi pareja no se coscase de que había abierto sus mensajes completos, si estos desaparecían de la pantalla de bloqueo una vez desplegados?

Se me ocurrió la «genial» idea de eliminar toda notificación de Whatsapp. Pondría el teléfono en modo avión, leería la conversación sin aparecer como conectado y sin que a la otra persona le apareciera la doble uve azul de visto y leído y que fuese lo que Dios quiera. Hala. Cris, despistada como ella sola y torpe para las tecnologías, no tenía por qué darse cuenta. Total, lo primero que haría al llegar sería abrir el WhatsApp. Además, qué coño, no sería la primera vez que cierto mensaje no le llega a la pantalla de inicio a pesar de haber sido recibida por la aplicación. La aleatoriedad de la informática a veces produce este tipo de «errores». ¿No?

Tenía el corazón a mil y debía darme prisa. Modo avión activado y directo a la conversación con Chiqui. Algún intercambio de texto al principio y audios al final de la misma. Ascendí por el chat y busqué el primer mensaje del día 1 de noviembre, aunque algo me decía que tenía que subir muchos días atrás para hilar más fino. No tenía tiempo. Y quizás tampoco ganas. Me centré en los mensajes intercambiados aquella mañana.

El primer mensaje del día —en esta conversación— se lo había enviado Chiqui a mi novia a las once y cuarenta y dos minutos. Los copiaré de manera fiel y transcribiré los audios que me iban a noquear en pocos instantes.

Chiqui Love

Oye oyeeee, conectada a estas horas? Casi t da tiempo a comprar churros

No tuviste jaleo anoche o q pasa con tu rollo bonita?

11:42

Cris

Amore mío, buenos días

Cómo llevas el diíta de fiesta? Te tratan bien en el hospital?

Siiii, bastante jaleo

A las 7 y pico nos acostamos

Me he levantado a echar un pis y no pillo sueño

Aquí toi en camita escribiéndome con la mami

Migue está frito

11:44

Chiqui Love

Jajajajaja, q loka estas cariño, dale besitos a mi Puri, a Migue no (muñeco riéndose)

Fiesta la q me han hecho con el turno de catorce horas

Menos mal q están bien pagas

Llevo 4 horas currando y me kiero ir ya, no aguanto hasta las ocho (emoji llorando)

Putadón en realidad

11:45

Cris

Tú puedes con eso y con más!

Mucho ánimo, preciosa

Tu chica con el padre?

11:45

Chiqui Love

Con el padre hasta el domingo

Currando al menos no la echo tanto de menos, nena

Q cuando estoy en casa se me viene el mundo encima y la veo en cada esquinita

Y eso que este sitio no puede ser mas deprimente...

En fin...

X lo menos ha venido el q me alegra la vista...

No todo iba a ser malo

11:46

Cris

Cuál, nena??

El cirujano? El de derma?

El vigilante? El celador petao???

Me tienes ya desubicá

:P :P :P :P :P :P

11:46

Chiqui Love

Jajaja mi ciru, idiota

Está en quirófano toda la mañana

A las dos está volando ya para Córdoba

Si almuerza en Las Postas o en el hospital haré por coincidir

Ya tu sabe beibiiiii, algo sutil jiji

Si está juguetón a ver q me suelta hoy

Lo mismo me dejo querer un pokito... (muñeco riéndose)

El otro día hubo avances…

11:48

Cris

Einggg

Cuenta, cuenta

So guarrona

11:49

Chiqui, María para los que son ajenos a su círculo más íntimo, es la mejor amiga de Cristi. Criadas en la misma urbanización de la capital, compartieron código postal antes de ir al mismo colegio e instituto. Cuando comenzaron a compartir pupitre, se hicieron inseparables, defensoras a ultranza la una de la otra. Y la unión no se ha quebrado todavía.

A mí me cae bien, con matices. Por un lado es una chica trabajadora, honrada e independiente, enfermera por vocación y convicción. Por otra, un desastre sin arreglo que se ahoga en un vaso de agua, ataques de ansiedad constantes y cambios de humor aleatorios. Madre soltera a sus veintiocho, se pasa media vida yendo de los brazos de uno a la polla de otro. Especialmente esto último. Creo que debe ser ya socia de honor en Tinder. Desde que la conocí tuve la impresión de que a base de relaciones inestables y malas decisiones sentimentales trataba de justificar de alguna manera su negativa velada a asentar la cabeza. Como si escogiera mal motu proprio , relaciones con fecha de caducidad temprana. Tal vez, pensaba a colación, simplemente actuaba de esa manera para compensar los ocho años que tiró a la basura compartiendo techo con Julio, el padre de su hija. Ahora es el momento de disfrutar, conocer, salir y entrar, pensaría. Ahora . Y así llevaba ya cuatro años, cuatro ahoras , una espiral de la que difícilmente iba a salir, a pesar de contar siempre con el apoyo de mi novia y de otras tantas amigas inseparables que el colegio Los Olivos había unido. Mientras el físico le aguantara, pensaba cuando le contaba a mi novia alguno de sus escarceos sexuales, siempre iba a tener a más de uno pendiente de ella, uno del que se cansaría pronto para dar paso al tonteo con el siguiente, que la ilusionaría tan pronto como iba a demostrar que no copaba sus niveles mínimos de exigencia y sus expectativas, sean estas cuales fueren. Pescadilla que se muerde la cola, ciclo constante en que había transformado su vida personal.

En esta ocasión, tal y como le había contestado mi novia en tono jocoso, eran varios los pretendientes a los que daba juego en su centro de trabajo. Cuatro o cinco futuribles desechos que primero habría de probar, saborear y exprimir. En ellos se centró la conversación durante los primeros intercambios de mensajes que fui pasando con rapidez. Según entendí de la telenovela, un cirujano casado iba a ser, con toda probabilidad, la próxima víctima de una Chiqui que tenía en su felino y provocativo rostro y en sus dos grandes pechos recauchutados su principal atractivo. Aunque poseía muchos más encantos. Porque la chica era llamativa como ella sola, todo hay que decirlo. Que aquel honrado tipo fuese a sucumbir ante semejante potencial era solo cuestión de tiempo. El pobre desdichado creería que ha conquistado a la enfermera buenorra de turno mientras ésta se vanagloriaría a sus espaldas de haber disfrutado de un rabo que su legítima propietaria nunca llegaría a contentar como ella. Y de este extremo no me cabe duda alguna.

Pero en ese momento aquello no me importaba, que se follase a quien quisiera. Avancé hasta que dio por finalizado aquel cotilleo que derivó en una rememoración de algún polvo nacido del hospital y leí que volvían al principio de la conversación.

Chiqui Love

Así q a ver q pasa con este tío, me pone mucho nena...

Mejor no rayarme, no? Q la ansiedad es muuu mala jaja

Bueno y tu k tal con tu chati?

Anoche tuviste jarana?

Como va ese asuntillo?...

Tengo a mi jefa dando vueltas y me está mirando con cara rara

Si tardo en contestar ya tu sabeh morenassssssa

11:59

¿Qué asuntillo?, me pregunté. Estaba nervioso, leyendo cada vez más rápido y aguzando el oído por si escuchaba algún ruido en el rellano. Eran algo más de las dos y no creía que Cris fuese a retrasarse mucho más.

Cris

Pues lo q te digo, que pase lo que tenga que pasar y ya esta

Tu haz acto de presencia, lo demás llegará solo como siempre

Eres una esponja jiji

(muñeco sacando la lengua)

Y bueno… ya te digo que hubo jarana

Recuerdas lo q compramos en la farmacia de Patri no?

Pues ya está usado y requeteusado!

(muñeco sacando la lengua y guiñando un ojo)

12:00

Chiqui Love

Comooooo como comoooooooooo?? Yaaa?? No era para Navidad???

Ay peque q te han roto el culito otra vez...

Y esta vez por mi culpa

Jajajajajaja

Después dirás...

(muñecos llorando de risa)

bueno cuéntame q tal la experiencia no????

Pensaba q hasta Navidad ni t lo ibas a plantear aunnn

Joeeeeee, mañana pegaría tomarnos un cafelito y risoterapia

Quiero que me cuentes todo lo q hiciste ayer en vivo y en directo beibeeee

Y de paso te presento a mi nuevo novio

Querrás uno igualito, pero pa tiii de amante….

Jajaja

12:02

Cris

Jiji

Nuevo novio... miedito me das

Mañana risoterapia y cafelito, por mí guay!

Que por cierto voy a ponerme uno y a picar algo

Tengo mucha hambre y me siento deshidratada jiji

Y de paso te mando un audio y te narro

No quiero despertar a Migue

12:04

Chiqui Love

Vale!

Pq estarás tu deshidratada, qué harías anoche…..

Voy a hacer unas cosillas mientras q esta no me quita ojo

Te escucho ahora

12:05

Rápidamente pulsé el play y me dispuse a escuchar sin perder ojo de la mirilla de la puerta de casa. Recé por que Cris se retrasara un poquito más. Un mal augurio se ciñó sobre mí, algo más oscuro que mis recelos de cama. ¿Por su culpa había acabado mi novia con el culo roto ? ¿Qué estaba ocurriendo aquí que se me estaba escapando en mis narices...?

Cris

(Nota de audio)

Pimpollo, ¿qué tal? ¿Qué coño le pasa a tu jefa la estúpida, eh? —pasos descalzos de fondo—. Qué frío hace en esta casa por las mañanas, joder —la voz ronca de Cris evidencia que se acaba de levantar—. Pues nada, a ver... anoche estuvimos en la pizzería que te comenté, que, por cierto, genial el sitio, la comida buenísima... ¡y unos camareros…! —vaya, hombre, qué observadora son las mujeres cuando les conviene—. De ahí nos fuimos directamente a la terraza del MoTü, que estaba to quisqui reunido, ¡viva Halloween! ¡Olé! Había algunas que llevaban unos disfraces, deberías haber estado allí... La verdad es que nos lo pasamos genial. Ya te pasaré fotos...Por cierto, antes de que preguntes, no, no vi a Nacho —no sabía que Chiqui tuviera tanto interés en el dueño del establecimiento—. El centro estaba petadísimo, creo que solo faltabais tú y él (risas), así que no te perdiste mucho. Acabamos en Andén a las dos y pico, con Mónica, que no recuerdo si la conoces, una rubita de pelo corto muy mona que trabaja en Booking, mi Andreilla y sus respectivos. Ya te contaré alguna novedad. Total, que Migue y yo nos pusimos como nos pusimos, con escenita porni incluida de camino a casa, que si no la llego a detener... Y no me aguanté, nena. Iba pasada de copas, cachonda perdía y esta vez no quería quedarme a medias —¿¿??—. Lo hubiera pasado mal, porque... bueno, eso del  asuntillo va ahí, ahí, no he hablado con él de eso todavía, me da cosilla, así que lo que he decidido es poner más de mi parte y que se ponga a tope para salir después yo beneficiada—dijo riéndose—. Así que cuando me vi echando humo, le propus... ¡Hostia, nena! ¡Espera! ¡Muy fuerte, que es lo primero que tenía que haberte contado!... No te lo vas a creer... ¿A que no te lo imaginas? ¡Anoche me encontré con Feli Cano! —su tono de voz adquiere una inflexión diferente y yo me quedo con ganas de saber qué le iba a contar antes de interrumpirse a sí misma—. Estaba con las niñas tan tranquila bailando y noto a un tío que se me acerca por detrás, y digo: “¿Este quién coño es ahora?”, porque vaya tela, en cuanto Migue se quita de en medio acuden como moscas, estoy cogiendo complejo de caca de perro, tía —se parte de risa—. Total, que me giro y ahí está él, por la cara. Imagínate el shock, fea. Migue estaba en el baño y le di un poco de coba. Imagino que de haberme visto con mi chati ni se hubiera acercado, ¿sabes? Como no era celoso... —ruido de una puerta al cerrarse, quizás la de la cocina—. Total, que me cuenta que acaba de llegar a Málaga, y parece ser que ya es definitivo. Todavía tiene que traerse cosas de Madrid. Por cierto, a Fuengirola lo han destinado. No hablamos demasiado, ni cinco minutos, escáner arriba, escáner abajo. Tampoco disimuló mucho, ya lo conoces. Además, iba con un compañero y tenían prisa, imagínate el percal que tendrían, pero aun así le sobró tiempo para soltarme alguna de sus prendas tan características... —ruidos de cacharros en la cocina—. Muy guapito, como siempre, eso sí; con su camisita blanca, sus pantalones slim marcando paquete… parece que no pasan los años por él… —más cacharros—. Iba hasta arriba de todo, o esa sensación me dio... para no variar... En fin, mañana te cuento con detalle si nos vemos, que se me va la pinza y me disperso. Toma eso como un adelanto —risas—. ¿Por dónde iba? Ah, que iba cachonda, nena —más risas, estas más espontáneas que las anteriores—. Migue estaba que rompía los calzoncillos y también pasaete. Yo ya lo llevaba pensando desde que nos empezamos a poner cariñosos, pero claro, yo tenía en mente pues... Espera, que se me cae esto —creo que lo que suena es la cafetera—. Eso, que yo tenía en mente pues las experiencias con Rafa —uno de sus exnovios, creo que con el que más tiempo estuvo—, tan... gustosas, mamiiii —puso voz cubana—, y se me habían olvidado los dramas que viví con Ramón y Feli —risas—. Imagínate tú cómo se me queda el cuerpo cuando tengo en mente disfrutar del tralarí y darme de bruces precisamente con el bruto del Cano —comienza a reírse sola—. Un retortijón me dio —más risas—. Pero estaba ya decidida a probarlo de nuevo, de cabeza, pasando de esperar a Navidad, y ni este contratiempo pudo con mis ganas. Y menos con las de Migue, te puedes hacer una idea de cómo se puso en cuanto se lo propuse, vaya. Antes del meneito ya me había ido dos veces, qué boca que tiene el cabrón, de verdad… Ojalá el resto estuviera a la altura de su lengua —más sonidos de fondo y un breve silencio—. Y nada, al final muy bien, amor —un suspiro se le escapa—. Nada de dolor y hoy no tengo apenas molestias. No puedo más que darte la razón y las gracias. ¡Reventé literalmente de gusto! Qué necesitaba un buen polvo y un buen orgasmo, de verdad —carcajadas dulces de fondo—. Ya lo daba todo por perdido y esto me ha devuelto las ganas de vivir —besos al aire—... Si lo llego a saber lo hago antes, pero ya tú sabe... las últimas experiencias son las que nos marcan —pasos desnudos de nuevo, una puerta que se abre—. Por cierto, le hice el show con la faldita que diseñé para Navidad, tus botas y el conjuntito del Woman que te enseñé. Al final todo estrenado antes de tiempo. Se me puso malo el pobre —se le escapó una carcajada perversa—, pero cumplió, las cosas como son. Ya sé que para multiplicar mi placer con Migue ¡el camino correcto es el de atrás! Y, bueno, este es el resumen de la jornada de ayer, espero que te haya gustado —oigo cómo abre la corredera del balcón del salón—. Ojalá nos veamos mañana y te pueda contar al detalle, que tengo mil ganas de verte, mi amol —otra vez el acento caribeño. El sonido de su voz me da a entender que está hablando desde el exterior—. Joder, qué día tan bueno hace. Todo el frío de la ciudad está concentrado en mi pasillo. Creo que tras el cafelito y el sandwich voy a salir a correr. No creo que Migue se despierte pronto. Joder, es que hace día de playa, ¿eh? ¡No me gustaría estar encerrada en un hospital! —carcajadas al sol—.

12:12

El móvil temblaba en mis manos. Lo aparté del oído y resoplé. Lo que acababa de escuchar, Cris en su todo su esplendor y sin censura, me dejó helado. Invadir su intimidad, la esencia misma de sus pensamientos, me hizo entender esa faceta íntima que todos tenemos y que no siempre mostramos de la misma manera ante todo el mundo. Evidentemente, ni ella hablaba conmigo como con sus amigas íntimas ni yo hablaba de la misma forma ni de los mismos temas con ella que con mis amigos. Pero aun siendo consciente de este matiz casi universal, no dejaba de ser impactante. Especialmente por el contenido, como os podéis imaginar. Porque confirmando mis sospechas, acababa de descubrir que la sorpresa y todo lo que de ella se derivaba era un plan concebido para ser ejecutado en Navidad. ¿Quizás para las noches de pasión que nos esperaban en Berlín?, pensé. E inmediatamente me dije a mí mismo que debía calmarme, que debía prestar atención a lo importante, eso que mi mente quería neutralizar para evitar el fulgurante dolor. ¿Pasión? ¿Qué pasión? ¿La que acababa de emigrar de mi interior? Frases como « Ojalá el resto estuviera a la altura de su lengua», «Esta vez no quería quedarme a medias», «Lo hubiera pasado mal» o «Ya lo daba todo por perdido y esto me ha devuelto las ganas de vivir» me acababan de destrozar al procesarlas en frío. Un chorro a presión de agua congelada impactaba contra mi rostro, cuyos pómulos ardían.

Ahí lo llevas, por cruzar las líneas rojas, capullo...

Interrogantes mil. Y cómo jodían. Parecía que algo hubiera muerto en mí, y no me refiero solo al hecho de que mi polla hubiera menguado hasta convertirse en un diminuto hongo que brotaba entre mis piernas. ¿Quién me mandaba a mí…?

Pero había más, mucho más tras aquellas quejas mal disimuladas que dejaban mis artes amatorias por los suelos, mis capacidades como macho en entredicho; había más tras esa charla que evitaba tener conmigo para exponerme Dios sabe qué acerca de lo que, según ella, nos distanciaba en la cama; más tras los motivos, ahora conocidos, por los que había decidido explorar su sexualidad otra vez en busca de un placer que parecía negársele; más tras su júbilo por haber tenido por fin « un buen polvo y un buen orgasmo», convirtiendo a los anteriores en poco más que juegos de niños que se divierten imitando a los adultos; más sobre el hecho de convertir el novísimo sexo anal en la única fuente de placer que podía entregarle con mi polla. Porque todo eso me obnubilaba, y mucho, pero no era lo único. ¿Qué pasaba con el resto de cuestiones?

Por ejemplo, ¿quién era ese tal Ramón que comparaba con el guapito de Felipe y qué significado adoptaban esos dramas que mencionaba en el audio? ¿Qué le había dicho el puto engominado en Andén? ¿Están acaso al día sus amigas de todos los orgasmos que nos brindamos o dejamos de brindar? ¿Lo de darle la razón y las gracias a Chiqui daba a entender que la idea del sexo anal como sustitutivo del que no le daba el suficiente placer había sido idea suya? Y otra más: ¿Por qué me comparaba con Rafa?

Urgía encontrar respuestas.

Pulsé el audio con el que había contestado Chiqui y su estruendosa voz invadió el recibidor de casa. El desasosiego irrumpió en mí al escuchar las primeras palabras.

Chiqui Love

(Nota de audio)

¡Amor, no sé por dónde empezar! ¡Cuántas cositas! ¡Qué fuerte me parece todo! Me acabo de quedar loca, LOCA. ¡¿A Felipe?! ¿En Andén o dónde fue eso? ¿Cómo te quedaste al verlo?  ¿Te preguntó por mí? —comenzó a reírse con esa risa suya tan escandalosa. El ruido del tráfico se oía de fondo—. Intuyo por lo que me dices que sigue tan cañón como siempre. Ahora sí que sí, mañana cafelito en Pedrega, es ya una necesidad. Quiero que me lo cuentes todo con pelos y señales... ¡A Felipe, ni más ni menos! ¡Ni tiempo! Joe, tía, siempre me pierdo las mejores. Tenemos que salir un diíta de estos, me cachi en la mar... —me dio la impresión de que le daba una calada a un cigarro antes de proseguir—. A Felipe... Joder... Mañana te secuestro, que lo sepas, a mí no me dejas más así —otra calada fugaz—. Por cierto, lo otro importante... me parece muuuuuy bien que te dieras el gusto por fin con Migue y todo saliera de lujo, nena. Si el muchacho no termina de darte todo el gustirrinín con su amiguito pues me parece de fruta madre que te hayas decidido ya a probar esas cosas nuevas que no son ni cosas ni son tan nuevas. Y, oye, si él lo disfruta tanto como tú, ¿qué más se puede pedir? Yo... Bueno, ya te lo dije, si me saben dar y la tienen discretita, prefiero mil veces por detrás, me corro en nada y los orgasmos son mucho más intensos... —hablaba sin tapujos—. Ahora, también te digo... si me pones a un Ramón o a un Felipe delante, ¿qué quieres que te diga? Ni de coña por atrás, que vaya valor tuviste en su día. Con cipotones como los que tienen estos y la caña que dan los cabrones... el toto acaba dando palmas después de correrse de gusto una vez tras otra y no echas de menos otros estímulos —risas escandalosas—. Pero no todos son Felipes ni Ramones, tía, ojalá —risas—. Bueno, ojalá para algunas cosas nada más, para otras... Ya me entiendes —¿otra calada nerviosa?—. Es que lo pienso y me parto, peque. Me puedo imaginar tu cara pensando en retomar los hábitos que te enseñó el bueno de Rafa con Migue y, de repente, ¡toma ya!, se te aparece el pesadilla de Felipito y el recuerdo de su rabote —carcajadas sonoras—. Ay, pobrecilla. De verdad, me alegro de que fuese bien, aunque ya te dije que iría perfecto... Para disfrutar de la mejor estimulación, nada mejor que una talla S o, como mucho, una talla M, frotar la lámpara maravillosa y... uf, nena, me pongo cachondilla solo de pensarlo... En cuanto llegue a casa voy a pegarme una buena ducha y ya veremos si incluyo algún juguetito... Hace ya tiempo que no me dan uno de esos gustitos y ya toca... —risas—. Aunque, volviendo a lo de antes, sigo pensando que deberías charlar con él y... lo que te dije. Decirle cómo te gusta esto o aquello y, sobretodo, cómo no te gusta, qué te pone cachonda y qué no, contarle alguna de tus fantasías… No sé, no estar siempre dejándote hacer para al final negarte a algo que quizás te daría morbo llevar a cabo y que a lo mejor también puede suplir sus carencias, ¿no? Mira con este tema, tú tan reticente, y al final... Pues con otras cosas pasará lo mismo. Los tíos que son más flojitos tienen mucha inventiva, déjate llevar por esos calores que le dan al bueno de Miguelito y a ver qué pasa... Muchas veces se dan por sentadas las cosas y por miedo a hablarlo... Ya sabes, la comunicación, nena, la comunicación —otra calada rápida—. No sé, creo que tenéis confianza para eso y para más... En fin, no te rayo... ¡Por cierto, joder, hablando de juguetes, placeres y fantasías! Antes de que se me olvide, que me voy para dentro ya y son muchas las cosas de las que tenemos que hablar, ¡me he pillado en Amazon al final el Satifoller... Satisfallero... el Satifyer, o como mierdas se llame!, mi «nuevo novio» —carcajadas contagiosas—. Increíble, mi niña, increíble... Los mejores cuarenta pavos que me he gastado en la puta vida. No sé a quién se le ha ocurrido inventar algo así, pero me lo follaba sin dudarlo para agradecerle lo que ha hecho por mí... Lo tenéis que probar, en serio. Bueno, eso y otras cosillas, no me cansaré de aconsejarte que te abras un poco más con Migue, que es muy buen chaval y te tiene en palmitas, y disfrutéis a tope sin tabús, que del misionero se cansa una antes del año y de ir de princesita inocente mucho antes... Llegaros a El sueño de Chloé, que tiene de todo la muchacha, y a ver si así te ahorras comentarle lo del asuntillo… —un breve silencio—. Reina mora, me tengo que ir, que creo que me buscan. Escríbeme ahora o mándame audio y te contesto cuando pueda. ¡Qué de cosas tenemos que contarnos!

12:19

Ejem . ¿Helado? No, este segundo audio me dejó básicamente criogenizado. De verdad, no había reacción en mí. Tan solo el frío que me recorría el cuerpo me recordaba que estaba vivo. ¿Había hecho bien metiendo las narices donde no debía para saber lo que no me correspondía? Si con el audio de Cris me embistieron no pocas dudas, con este de Chiqui, que corroboraba y daba respuesta a alguno de los interrogantes anteriores, la cosa comenzaba a ser preocupante: un meteorito se acababa de estrellar sobre mi sesera. Me sentía superado. Demasiados datos, imposible procesarlos todos sin cortocircuitearme.

Y por encima de ellos, una frase que cayó sobre mí como una condena: « Si el muchacho no termina de complacerte con su amiguito...».

La lapidaria sentencia, por origen, alcance y magnitud, había eclipsado todo lo demás. Ningún efecto tuvo en mí en ese momento —más tarde sí— la influencia de Chiqui en mi novia —que, en cierto modo, tenía su sentido positivo—, descubrir que Felipe le había follado el culito a Cris, que otro tipejo bien dotado llamado Ramón también hubiera disfrutado de tamaños placeres con mi novia, sentirme un talla S o un talla M o que fuese a ser sustituido en breve por un succionador mecánico de clítoris comprado en una tienda erótica a la que nos recomendaba ir para... ¿avivar?... una intimidad que yo creía satisfactoria. Lo único que rondaba en mi cabeza en ese momento era el hecho de tomar consciencia de que Cristina consideraba el sexo con humilde servidor como muy mejorable, siendo benévolo con la catalogación del mismo. Hacia los dos años y me entero ahora de que no termino de complacerla como tiempo atrás lo habían hecho otros. Y, para colmo de males, lo había comentado con su mejor amiga.

Genial.

Hasta ese mismo momento había creído que el sexo entre nosotros, frecuente y sano, también era satisfactorio, decente cuando menos. Ahora tenía la certeza de que no era así. Tanto, que mi novia había decidido volver a intentar el sexo anal, a pesar de no haber tenido buenas experiencias con dos de sus exnovios, o lo que fuesen, para dar con la tecla que activara sus mejores orgasmos. Bueno, sus mejores orgasmos más allá de los cunnilingus que le practicaba, de los que por suerte no se había quejado. Dios me libre.

Tocaba replantearme muchas cosas. Incluso sobrevoló en mi mente la idea de abordar el tema con Cris de alguna manera que aún no era capaz de proyectar. Si es que no lo hacía ella antes, claro.

Pero si pensaba que la cosa quedaba ahí, estaba muy equivocado. El siguiente audio de mi chica continuaba por la senda de los malos augurios.

Cris

(Nota de audio)

Nena, qué bueno me ha salido el café, de verdad —el eco que provocaba su voz me indicaba que estaba en la terraza—. Se lo he dicho a mi madre y me acaba de decir que en esto no he salido a mi padre —risas dulces—. Sí, a Felipe me lo encontré en Andén, su coto de caza por excelencia. No me preguntó por ti porque apenas hablamos, si no te aseguro que hubiera sacado tiempo para preguntarme por su loquilla... ¡qué duda cabe! Lo de tener la charla con Migue... puf, ya te lo dije, no sé ni cómo afrontarla ni qué decirle en realidad, porque a lo mejor no es solo cosa suya, también debo tener yo algo de responsabilidad con eso que dices de dejarme llevar, creo. Así que no sé cómo afrontarlo, la verdad. «Mira, nene, cuando tú has llegado yo todavía voy a medio camino. Si quieres adelantar algo, creo que lo de visitar el pequeñín puede ir bastante bien. Ya lo hice así con mi ex y el sexo mejoró bastante». Joder, el dilema de casi todas las parejas desde los albores de la Humanidad —risas—. No, tía, no pega, y sé que la comunicación es lo más importante de toda relación; no nos falta. Pero... se va a sentir como que no sirve, y tampoco es eso. Además, joder, en mi vida solo Ramón y Felipe han conseguido llevarme al cielo a base de folleteo puro y duro y sería injusto que se sintiera mal por algo que la mayoría hace mal —risas con una crueldad impostada—. Bueno, la noche en que me lié con Tomé y no sé quién más ahora mismo también vi el cielo y las estrellas, pero gotas en el océano, vaya —suspiro—. Resumiendo, que no quiero parecer egoísta ni insensible, y menos siendo consciente de las ganas que le pone el chiquillo, que si por el fuera me tendría el día entero a cuatro patas... A ver... puedo hacerlo de manera sutil, pedirle que intente aguantar más, que siga un ritmo más constante, que se olvide de esas paradas que me hace sin previo aviso y que se limite a... a darme en condi, juer. Si es que ni siquiera es cuestión de tamaños ni de comparaciones... Bueno, dentro de unos límites... No sé, nena, no sé. Voy a ver cómo evoluciona la cosa con esto, que según la experiencia de anoche el asuntillo promete, y ya veremos. No es algo que me quite el sueño. ¡Ah!, y lo del sex-shop… qué vergüenza, nena. No el decírselo, ¡sino el ir! Ya sabes que a mí esos sitios... No sé... Es más, si es que en ese sentido yo el Satisfyer ya lo tengo en casa y funciona a las mil maravillas —risas—. Migue, a pesar de todo, es un genio con la boquita. Y es morboso, no me cansaré de decírtelo, tanto que me cuesta seguir su ritmo. Si no llega a ser porque tuve un ataque de cordura, anoche me violetea en plena calle —risas—, ¡y todas las escenitas que he evitado por pudor! Voluntad no le falta, no. Para bien o para mal, soy yo la que templa un poco sus estados febriles, aunque me encante verlo enloquecer como anoche... En fin, no recuerdo qué más me has dicho —risas—. Voy a cambiarme, nena, vaya pedazo de día, qué bueno hace. Aprovecharé y saldré a correr una horita, a ver si se me pasa la resaca. Espero no tener molestias —risita maliciosa—. Ah, y lo del café, si quieres, para después de comer. Así aprovechamos el solecito. Ya me confirmas.

12:31

Si creía que tras los primeros mensajes y los dos primeros audios no podía estar más hundido, me equivocaba. ¿¡Cómo había podido estar tan engañado!? Engañado por mi propia percepción, por todo aquello que damos por hecho la mayoría de hombres con respecto a nuestras parejas, esas que nunca terminaremos de conocer. Pero engañado, al fin y al cabo. Querer echarle la culpa a una Cris que en todo momento se mostraba conciliadora y comprensiva iba a ser injusto y de nada me iba a servir. Su única responsabilidad recaía sobre la circunstancia de no haber tenido la oportunidad (o la valentía) de haberme hecho saber que lo que le llevaba haciendo desde vete tú a saber cuándo no la complacía totalmente. ¿Cuántos orgasmos habría fingido para no hacerme sentir mal? A saber, a saber la cantidad de orgasmos que se fingen al cabo del día en un mundo de apariencias en el que parece que abrirse al prójimo es exponer nuestras debilidades. Lo que tenía claro en ese momento de confesiones filtradas era que el que se sentía verdaderamente débil, desorientado y confuso era yo.

¡Y para colmo, la certeza de un tercero desconocido: Tomé!

La cosa aún no había terminado. No me quedó más remedio que proseguir en tanto no apareciese Cristi. El mensaje lo envió Chiqui doce minutos después del anterior.

Chiqui Love

(Nota de audio)

Te acabo de escuchar ahora mismo, que me he venido al baño. Si escuchas un grifo, no es un grifo, soy yo —de fondo se la oye mear—. A ver, peque, puede que Migue no te dé con la malicia con la que otros te han dado porque es tu novio, te quiere y respeta muchísimo y, además, te tiene en un altar —vaya, poco menos que un calzonazos—. ¿Que es morboso y le gusta follar? Claro, es un tío, casi todo el día piensan en eso —quién va a hablar—, y más con una tía como tú a su lado las veinticuatro horas, no te jode. Pero es un tío que te lleva el desayuno a la cama, te recoge al salir y te da masajes sin exigirte nada a cambio, y un tío así, que te tiene endiosaita perdía, rara vez te va a tratar como a una perra en la cama, ¡no se puede tener todo! —no sé cómo se las arreglaba para secarse y seguir hablando a través del teléfono—. Pero qué duda cabe de que el tamaño sí que importa para según qué temas, coliflor. Tú misma has nombrado precisamente a los tres superdotados cañeros como sinónimos de viajar por la galaxia, y no tengo que recordarte las charlas que teníamos cuando empezabas a quedar con Felipito o menganito, ejem, ejem, ejem. No, nena, no. Hay muchas maneras de disfrutar y de hacer volar la imaginación, yo misma uso juguetes discretos y me lo paso pipa, pero no podemos decir que el tamaño nos da igual cuando en realidad... Espera —se oyó entonces un grifo, uno de verdad, y un ligero chapoteo seguido de un secador de manos—. Es que en cuanto salga de aquí no te voy a poder escuchar ni responder en un rato. Bueno, lo que te decía, que si no puedes disfrutar de una manera, disfrutas de otra, y punto pelota. Con Rafa la cosa te fue genial, como a mí con el Joaqui, o con el mismo Tello. ¿Cuánto tiempo me estuve liando con él? Ni lo recuerdo. Y el muchacho era... pichacorta, pero me encantaba por lo morbosísimo que era y cómo me encendía. Es lo que importa, compensar unas cosas con otras, equilibrio. Y si puedes hacer que mejore en la cama, mejor que mejor. Pero eso solo lo vas a conseguir si charlas con él. Sutil o directa, pero solo haciéndoselo saber vas a poder... subir el nivel —risas—. ¡Por cierto! ¿Dónde vas a ir correr hoy? Un día de estos me apunto contigo, que me están empezando a salir cartucheras. Miedo me da la Navidad... Y otra cosita que no te he preguntado, ¿has vuelto a cruzarte con el hombre misterioso de la sonrisa bonita? ¿Has descubierto ya si usa calzoncillos o corre libre de presiones... íntimas? Yo creo que sí lleva, es imposible que un tío salga en pantalones de correr sin ponerse nada debajo. Lo que pasa es que tendrá lo que tendrá, Felipe style, y aquello a cada paso debe menearse que da gusto verlo... —risas—. Debe ser incómodo eso, ¿no? Qué raro ser tío. En fin, no me hagas caso, pero ya me dirás cómo haces para fijarte en tales detallitos y mirarle a la cara a la vez. ¿Mañana te recojo a las cuatro?

12:43

Puse el ojo en la mirilla y vi el rellano despejado. Eran casi las dos y media y Cris no había aparecido. Genial, me encontraba genial. Tan genial como una enorme montaña de mierda. Porque si no tenía suficiente con haber descubierto todo lo que había descubierto y haberme sumido en un estado de confusión y desengaño, ahora aparecía un nuevo motivo de intranquilidad: el hombre misterioso de mirada bonita y paquete bamboleante con el que mi novia se había cruzado en sus tardes de deporte al aire libre. ¿Podían ir peor las cosas?

Qué preguntas. Claro que sí. La estocada final.

Cris

(Nota de audio)

No te preocupes, bonita. Yo me acabo de vestir, que me voy ya a desintoxicar un poco el organismo. No sé qué leches hacer con mi pelo. El lunes le pido cita a Lourdes, a ver si saneo y aclaro un poco estas puntas. No quiero cortar, aunque me vaya a costar convencerla, con lo que le gusta a la gitana meter tijera. Mañana me das ideas. Del asuntillo hablamos también mañana, ¿vale?, que al final se despierta Migue y me escucha, verás. Aunque creo que desde aquí le escucho roncar —¿ahora también ronco o era una forma de hablar?—, paso de que se raye —tarde para eso—. Lo del hombre misterioso —risas—..., de verdad, no sé para qué te cuento ná —más risas tímidas—. Me lo crucé el último día que fui a Carranque, sí. Siempre coincidimos allí. Bueno, siempre... las tres o cuatro veces que hemos coincidido en la ciudad deportiva. Yo creo que ya hace el recorrido contrario al mío para ver si le sigo el rollo, o para ver cómo me botan las gemelas, a saber —risas—. Y supongo que será así hasta el día en que me vea correr junto a Migue. Vaya chasco se va a llevar el pobrete  —risas—. El otro día... —se acababa de levantar del sofá del salón para cerrar la puerta del mismo—, el otro día, el último que lo vi, nos cruzamos tres veces, tía —dijo susurrando—. Se va a imaginar el muchacho que lo busco o algo así. A la tercera vuelta al recinto, algo incómoda, ya me hice la loca mirando a las abuelitas que hacen yoga, pero pude sentir perfectamente cómo no me quitaba ojillo. Pues muy fuerte. Termino de correr porque me da una punzada en el lado, que, por cierto, me obligó a volverme andando, me pongo a estirar junto al campo de fútbol viendo cómo jugaban y me voy a la fuente que está justo detrás de una de las porterías. Pues nada, estoy bebiendo agua y mojándome la cara, cuando alguien me suelta: «¿Qué tal? Subiéndole la moral a los chavales, ¿no? Que sepan lo que es una buena delantera, di que sí». O algo así, no recuerdo exactamente, pero por ahí iban los tiros. Claro, por instinto levanto la cabeza y lo veo pasando por delante de mí, con esa sonrisita presuntuosa, que no digo que el muchacho no sea mono, pero totalmente fuera de lugar la forma y el contenido, y no tengo otra cosa que hacer cuando veo que es él que bajar la mirada por fatiga o yo qué sé, asustá por si era capaz de pararse después de decirme eso, con la mala suerte de que me quedo mirándole el culo por la inercia tras apartarle la mirada, ¿sabes? Pero claro, el tío se dio cuenta del tirón, como cuando me pilló mirándole lo que tú ya sabeh, nena —de nuevo sacó su acento cubano—. Menos mal que siguió recto y se perdió escaleras arriba. Pero la gracia, bueno, lo peor de todo, es que me giro para los chavales, y me veo a tres o cuatro niñatillos mirándome el culo. Me quería morir, Mery; tierra, trágame. Quedé un poco de tonta y media con el misterioso sonreidor, ni sonrisa ni nada, pero casi que mejor, así se pensará que soy una borde —risas—. Pero decirme eso, yo qué sé, a saber lo que se pensará ese de mí... En fin, lo que no me paseí...—suspiro—. Bueno, guapita, te dejo trabajar. Me voy a poner las zapatillas y salgo en na, a ver qué me depara hoy el deporte... Te escucho o te leo al volver, paso de llevarme el teléfono, que no sé dónde he metido el brazalete, y como tampoco me voy a medir hoy tiempos ni distancia... Un besito grande, nos leemos luego... y... sí, mañana te veo a las cuatro, ¡perfecto!

12:51

El significado de «todas las desgracias vienen juntas» adquiría ahora un significado superlativo. Menudo inicio del Puente de Todos los Santos tan nefasto. No sabía por qué motivo comenzar a sentirme mal, cuál seleccionar para que comenzara a martirizarme antes de dar paso al siguiente.

Vale, paz, mente fría. Toda pareja, más allá de la pareja, tiene su propia vida, pensamientos íntimos, vivencias —que no excedan los límites de la lealtad y la fidelidad debida, por supuesto—, confidencias con los seres queridos, momentos íntimos consigo mismo... Una vida que no afecta en absoluta a la vida en común, claro. Y no afectan a la misma porque muchas veces, muchísimas, no sabemos cómo piensa o actúa nuestra pareja a nuestras espaldas. Información como la que acababa de destapar no era muy diferente de la que pudiera haber descubierto de parejas anteriores, distinta de la que cualquiera podría obtener si indaga un poco en la vida de su chica o chico. Era el hecho de conocer lo que no te corresponde lo que te saca de tu sitio, te desubica. Todo excepto aquello que me afectaba directamente, evidentemente. Porque lo único que estaba en mi mano solucionar era el asunto de cama . El resto, su pasado, sus vivencias, incluso el hombre misterioso y todo lo que no sabría pero que no escapaba a su esfera personal no me incumbía porque no sobrepasaba ninguna línea roja. Es su vida, y en ella coexistían elementos de sobra para que le ocurriesen esas cosas. Y todo lo que yo no sabría. Me dolía aceptarlo, pero la realidad era y es así.

El último mensaje de Chiqui era el que me había llevado a abrir la conversación:

Chiqui Love

Que fooooorte nenaaaaaa, eso t soltó??? Cómo no me lo habías contado?!

Cómo se le va la cabeza a la peña jajajajja

Los chavales dice… como si el notas no te tuviera estudiado el culete y las bubis…

No tuviste ni la tentación de contestarle?

Verás cuando lo te vuelvas a encontrar, que es el primero en animarse...

De hecho hasta puede ser que lo que le sobresale de la entrepierna se deba a ti

Jajajajjajaa

Mándame más audios y t voy contestando conforme vaya pudiendo, q hasta las ocho me amargo viva y no se si t voy a poder coger el teléfono.

X cierto, perdona por tardar en contestarte, me han llamado de planta.

Imagino que ya te has ido

Suda mucho y cuidadito con los hombres misteriosos con paquetes tentadores y culitos prietos… :P

Bsk!

13:19

No iba a tener tiempo de ojear qué había en la conversación con Andrea, ganas desbordadas de saber más y ver cuánto era capaz de aguantar antes de hundirme en la depresión, cuando el traqueteo del ascensor me arrancó del letargo que me había hecho permanecer media hora en el recibidor de casa leyendo y escuchando lo que había tras las fronteras de la privacidad de Cristina.

Solté el teléfono apresuradamente y crucé el largo pasillo en un par de segundos. En el baño me encerré. Cuando me miré al espejo me di cuenta de que estaba blanco y las ojeras me llegaban a la comisura de los labios. Me iba a resultar bastante difícil actuar con normalidad, pero ¿qué otra opción tenía?

—¡Nene! —gritó Cris después de dar un portazo—. ¡¿Nene?!

La voz de mi novia atravesó el corredor y llegó a mí amortiguada por la puerta de la habitación y el baño. La primera se abrió a los pocos segundos.

—¿Nene?

—¡En el baño estoy, reina! —respondí sentado sobre la tapa del váter, con los codos clavados sobre mis rodillas y mis manos sosteniendo mi pesada cabeza—. Salgo enseguida. La resaca y sus secuelas...

Cris rió, dulce como ella sola. ¿Se habría cruzado con algún hombre misterioso durante su ruta de una hora? ¿Alguna sonrisa compartida? ¿Deseos inhibidos por las formalidades de la vida monogámica?

—Ay, mi niño. ¿Te encuentras mal?

—No, no. Todo bien. Es la barriga, un poco sueltecilla. Ya sabes, las bebidas blancas...

—Ay... Bueno, bien, perfecto, porque tengo una sorpresilla.

¿Una sorpresilla? Por favor, que esta no traiga consecuencias como las que me tenían encerrado en mi propio aseo con la cabeza llena de información que hubiera deseado eliminar de un plumazo...

—¿Esta viene con lubricante incluido?

Cris soltó una risotada sonora.

—No, viene con pollo asado recién comprado, unas cervecitas heladas y una propuesta.

—¡Suena bien! —Tiré de la cisterna, agua que arrastraba agua limpia, y salí del baño. Al menos ahora mi mal color tenía una justificación.

—¡Uy, qué mala cara, feo! —dijo Cris dándome un piquito. Sostenía sendas bolsas que desprendían buen olor—. Sí que tienes resaca, sí... La pillaste bien. ¡Pero!, ojito, ojito, tengo la solución para que se te pase... Nos vamos a pegar una ducha rapidita... ¡y nos piramos a la playa a echar la tarde!

¿A la playa? ¿Un uno de noviembre? ¿Con la que llevaba encima? ¿Con todo un revuelto de desmotivaciones rondando sobre mi cabeza como los concursantes de El Gran Prix? Sí, con toda la pesada carga y sin ninguna gana. No tenía opción. Una vez más tocaba hacer de tripas corazón y esperar a la noche para desahogarme; tratar de sacar de mí la ansiedad frente a la barra de un bar y una compañía que fuese capaz de escuchar y empatizar con mi desdicha. Ahora tocaba actuar como si no supiese nada, como si no me pasara de todo.

Aunque, viéndolo por el lado bueno, tendría para mí solito todo un Mediterráneo para ahogar las penas, ¿no?

Solo esperaba que hubiese suficiente mar para tanta aflicción.